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PROHIBICIÓN DE CONDICIONAMIENTO DE PERMANENCIA DE ESTUDIANTES A CONSUMO DE MEDICAMENTOS PARA TRATAR TRASTORNOS DE CONDUCTA


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, deseo saludar y felicitar a los autores de esta moción, las Diputadas Cristina Girardi, Camila Rojas, Marisela Santibáñez y Camila Vallejo y los Diputados Jaime Bellolio, Ricardo Celis, Juan Santana y Gonzalo Winter.
La verdad es que resulta bien impresionante lo que ocurre en nuestro país y en los colegios.
El doctor en psicología infantil e investigador Felipe Lecannelier afirma que "El sobrediagnóstico y la sobremedicación son una de las muchas estrategias sociales que reflejan un patrón cultural chileno que está enfermando progresiva y gravemente a los niños, lo que da cuenta de una epidemia silenciosa y oculta en la salud socioemocional de los niños".
Lo cierto, señor Presidente, es que esta afirmación es reflejo de una cruda realidad.
Permitir que nuestros niños y jóvenes sean medicados para acceder y mantenerse en las escuelas y los colegios es una vulneración a sus derechos fundamentales. Lo hemos conversado con usted, ya que somos parte de la Comisión de Infancia. Y cuando decimos que los niños deben ser nuestra primera preocupación, ¡esto no se puede permitir! Además de vulnerar sus derechos fundamentales, también estamos afectando su derecho a la salud, a la educación, a la igualdad y no discriminación arbitraria, y a su dignidad, por el simple hecho de ser niños con trastornos de déficit atencional e hiperactividad.
No puede ser que en los colegios les exijan estar medicados. No puede ser, señor Presidente, que aceptemos que los establecimientos educacionales estén exigiendo a los niños consumir metilfenidato y risperidona solo porque los obliga a estar enfocados, a controlar sus acciones, a permanecer quietos y en silencio.
La risperidona es un medicamento que se ocupa en el tratamiento de la esquizofrenia en adultos y en niños de al menos 13 años de edad, o para el trastorno bipolar. El metilfenidato, por su parte, es un fármaco estimulante que produce efectos similares a las anfetaminas.
Aquellas exigencias, señor Presidente, constituyen claramente una violencia institucional contra nuestros niños que debemos erradicar. Es una violencia que se ejerce contra los menores que tienen problemas en sus procesos educativos e implica aceptar una definición de identidad infantil como "patológica", que lleva a estigmatizarlos como "problemáticos", "indeseables", y que además genera un rechazo social hacia ellos.
Eso es, sin duda, discriminatorio, pero sobre todo violento.
Cuando uno mira el estudio del doctor Lecannelier, que este expuso en el edificio del ex Senado, queda impresionado con lo que allí se refleja.
De 200 educadoras consultadas a lo largo del país, de jardines públicos y privados, el 92 por ciento de ellas, señor Presidente, respondió así a las siguientes preguntas:
-"¿Qué es para ti un niño/a ideal?". Se respondió: "Un niño/a tranquilo, concentrado, obediente y educado".
-"¿Qué no es para ti un niño/a ideal?". Se dijo: "Un niño/a agresivo, hiperactivo, desordenado, desatento, flojo".
-"¿Qué es para ti una clase ideal?". Se señaló: "Una clase tranquila, sin ruidos, con niños bien comportados y concentrados... buenos alumnos".
Ello, señor Presidente, no hace más que expresar una dificultad en el proceso de formación educativo cuando tenemos niños con trastornos que presentan conductas propias de una simple expresión del estrés, así como la inadecuación a modelos educativos necesarios para estos y otros niños con requerimientos especiales.
Considero que este proyecto de ley es necesario y urgente, porque estamos desarrollando patrones y conductas que no corresponden.
Por tanto, en defensa de nuestros niños, niñas y adolescentes, voto a favor.