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CREACIÓN DE SISTEMA DE DESARROLLO PROFESIONAL DOCENTE


El señor QUINTEROS.- Señora Presidenta, cuando se repasan los objetivos de este proyecto, tales como mejorar las condiciones de trabajo y el estatus del rol del profesor dentro de nuestra sociedad y aumentar los niveles de exigencia y calidad en el aula, pareciera no advertirse ninguna novedad en ellos.
En mi experiencia como sostenedor municipal, pude escuchar esos mismos objetivos como fundamentación de ambiciosas leyes y programas impulsados por distintos Gobiernos, que, además, venían acompañados de cuantiosos recursos.
Cabe entonces preguntarse: ¿Por qué esos esfuerzos no fructificaron? ¿Por qué ahora sí darán resultados?
Para mí la diferencia principal estriba en que la reforma que actualmente se impulsa es de carácter integral; abarca todos los niveles educacionales, e interviene en todos los factores que influyen en la calidad del sistema escolar, incluyendo la igualdad en el acceso, su administración, su financiamiento y, en forma muy relevante, la función docente.
Pero la paradoja que enfrentamos es que la integralidad de la reforma educacional es su principal fortaleza y, a la vez, su debilidad más acusada.
La mayoría de los partidos políticos, el movimiento social, los actores de la educación y, por cierto, los expertos coinciden en que la educación requiere una reforma global, sin la cual los esfuerzos aislados perderían eficacia.
Al mismo tiempo, la amplitud de las temáticas a abordar ha abierto numerosos frentes de controversia, que han amenazado a la propia reforma. El año pasado fue el turno de la resistencia de los sostenedores y hoy tenemos que dar cuenta de la desconfianza instalada en buena parte del magisterio.
Esto no es casual.
"Confianza" es una palabra que se repite a la hora de registrar las causas de problemas tan variados como la marcha de la economía, la lucha contra la delincuencia o la gobernabilidad del país.
La desconfianza es un factor que está pesando muchísimo en toda iniciativa, más aún en la que nos ocupa, en que está llamado a cambiar la forma como ha venido desempeñando su función en los últimos años un sector tan relevante como el magisterio.
Hay que reconocer que los profesores tienen motivos para desconfiar. Mediante la imposición, primero perdieron su calidad de funcionarios públicos, y durante décadas vieron surgir lucrativos negocios a costa de sus condiciones laborales y de la calidad de la educación que recibían nuestros niños y jóvenes.
Luego recuperaron un estatuto docente; mejoraron sus remuneraciones; se implementó la jornada escolar completa. Pero la mercantilización continuó y la educación pública, que antaño era el eje del sistema, pasó paulatinamente a una posición secundaria.
Sin embargo, la desconfianza de los maestros no es solo con los gobiernos o con los políticos. Se sienten incomprendidos en una sociedad que enfatiza la información y no la formación; los puntajes y no el aprendizaje; las evaluaciones y no las lecciones.
Los profesores, en su gran mayoría, se sienten poco valorados por apoderados y alumnos; agobiados por la carga laboral o la supervisión permanente, y muchos, incluso, atemorizados por las amenazas y la violencia en las escuelas.
Por eso, yo entiendo el escepticismo y hasta la resistencia a nuevos cambios. Las desilusiones han sido muchas.
Pero no hay otra opción.
Para recuperar la convivencia en una sociedad individualista, segregada y segmentada, se requiere reconstruir el espacio común básico, la casa de todos, que es la escuela pública.
Para reincorporar a los que se fueron, a los que se aburrieron, a los que prefirieron el camino fácil de la trampa o la delincuencia; para reintegrar a los cientos de miles de jóvenes llamados "ninis", que ni estudian ni trabajan, se necesita una educación pública que los atraiga y los retenga.
Para sentar las bases de una nueva economía basada en el conocimiento y la innovación, se requiere despertar y canalizar ahora las capacidades de nuestros niños y jóvenes con talento.
Para aumentar la productividad de nuestras empresas, es imprescindible una mayor calificación y una educación técnica pública más pertinente y habilitante.
Para que las mayorías puedan tener acceso al arte, a la cultura y al deporte, se impone reabrir las escuelas a la creación, a la práctica y a la masificación de las diferentes manifestaciones artísticas y disciplinas deportivas.
Para que vuelva a salir un premio nobel de un aula de provincia, se necesita apoyar a los profesores de regiones.
¡Para todo esto se requiere a los maestros!
Por eso creo en la reforma educacional como una tarea de todos. Pero si como país no convencemos a los docentes, si no los reencantamos, no hay cambio posible.
Pese a haber escuchado muchas veces en el pasado los objetivos que se declaran en este proyecto de ley que crea el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, no podemos dejar pasar esta oportunidad.
Más allá de portafolios o de certificaciones; más allá de incentivos o de desincentivos; más allá de las recomendaciones de los expertos, que, por lo demás, han avalado todas las fórmulas que se han aplicado, se precisa una voluntad política de los actores del sistema y la responsabilidad de sus dirigentes para darle a Chile una nueva oportunidad de desarrollo, uno más inclusivo, más participativo, más productivo, más equitativo.
Ese Chile se construirá desde la ciudadanía, desde la base, desde la educación.
Hace casi ochenta años, el Presidente Aguirre Cerda señalaba el camino de "Gobernar es Educar". Y este mensaje sigue plenamente vigente para quienes ejercemos un rol de autoridad.
Pero, si vemos ahora el proceso de abajo hacia arriba, como demandan los nuevos tiempos, y ponderamos justamente el rol de la educación en el conjunto de las actividades políticas, sociales, culturales y económicas, podemos agregar ahora: "Educar es Gobernar".
El país está haciendo un enorme esfuerzo para materializar la nueva educación que nuestros niños y jóvenes merecen.
Ahora será el tiempo de los maestros, quienes, empoderados, reconocidos, abandonando la actitud de queja, deberán apropiarse de la solución, que esta vez estará en sus manos.
Voto que sí.