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HOMENAJE EN MEMORIA DE DON ALEJANDRO SILVA BASCUÑÁN
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- A continuación, corresponde que el Senado rinda homenaje al destacado jurista y constitucionalista don Alejandro Silva Bascuñán.
Tiene la palabra el Honorable señor Prokurica.


El señor PROKURICA.- Señor Presidente; estimada familia de don Alejandro que hoy nos acompaña en la tribuna; querida Pía:
Es verdaderamente un honor para mí rendir este homenaje en nombre de los Senadores de Renovación Nacional.
Con la muerte de don Alejandro Silva Bascuñán desaparece un abogado notable, una de las grandes figuras de la vida pública chilena y el más ilustre de los constitucionalistas del siglo XX en nuestra patria; pero sobre todo, un gran ser humano.
Nacido el año del centenario, vivió su infancia y adolescencia en Talca, cuando aún estaba vigente la Constitución de 1833.
Estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde obtuvo el premio Tocornal al mejor alumno de su promoción; formó parte de una de las primeras generaciones de este establecimiento educacional que estudiaron Derecho Constitucional bajo la Carta de 1925, de la que, décadas después, sería su más completo y destacado expositor.
Tras el quiebre institucional de 1973, don Alejandro integró en sus inicios la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución; y a partir de 1997, comenzó a publicar los tomos de la segunda edición de su Tratado de Derecho Constitucional, hasta llegar al décimo tercero publicado en el año 2010, cuando cumplía cien años de vida.
Participó activamente en numerosas causas sociales. Destacó su labor en la Acción Católica, siendo Presidente de su Consejo Nacional de Hombres desde 1950 a 1958.
La fe en Cristo y la fidelidad a la Iglesia Católica fueron rasgos centrales de su vida. El hecho de vivir tiempos de secularización no lo inhibió nunca de dar testimonio cotidiano y público de su fe. Ni sus alegatos, ni sus clases, ni sus escritos, ni sus consejos, dejaron nunca de incluir alguna que otra referencia a su fe en Dios. Era su forma de integrar todos los aspectos de su vida en lo que consideraba su norte principal.
Más importante que las señas externas, en todo caso, era su manera práctica y concreta de vivir el apostolado cristiano. Siempre sonriente. Nunca soberbio. En todo momento caritativo y obsesionado: sí, obsesionado con ser justo.
A lo largo de su extensa actividad profesional, don Alejandro fue Presidente del Colegio de Abogados; abogado integrante de la Corte Suprema, y profesor de Derecho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica de Chile desde 1946.
Junto con otros destacados juristas, formó el Grupo de Estudios Constitucionales, también llamado "Grupo de los 24", que promovió un proyecto alternativo al que sería llevado a plebiscito en 1980, que serviría posteriormente de base para numerosas reformas introducidas a la Constitución mediante el plebiscito de 1989.
Pero además de aptitudes, don Alejandro tenía vocación. Consideraba la abogacía como una manera de servir al prójimo y la patria. Era, además, profundamente respetuoso de la autoridad del Derecho y de los tribunales. Esa disposición lo llevó a ser crítico de las conductas extralegales en que incurrieron autoridades del Gobierno de la Unidad Popular.
En su calidad de Presidente del Colegio de Abogados le correspondió formular enérgicos llamamientos para que se produjera una rectificación que permitiera que el proceso de cambios sociales que ese régimen impulsaba se hiciera con pleno acatamiento de las disposiciones constitucionales y con respeto, además, a los derechos de todos los sectores del país.
La Providencia dotó a don Alejandro de los talentos naturales que requiere el ejercicio de la profesión. Su mente era de una lógica impresionante. Tenía una gran memoria para recordar normas, prácticas y personajes, así como una capacidad de expresión de una claridad sobresaliente.
En octubre de 2008 fue nombrado nuevo miembro honorario del Instituto de Chile. Su Presidente, don José Luis Cea, reveló que gozaba de "una personalidad puntual en el cumplimiento de sus deberes, prolija en las exposiciones, valiente en la expresión de sus convicciones democráticas, paciente con los alumnos, justo en las calificaciones.".
Su docencia de más de 60 años en la Pontificia Universidad Católica de Chile y, durante algún tiempo, también en la Universidad de Chile, ejercida siempre con ejemplar dedicación y unida a un trato amable y atento, llevó a que incontables alumnos agradecidos vieran en él a un verdadero maestro, de aquellos que marcan en la vida con su enseñanza, con su ejemplo y sus consejos.
Por su labor en la Acción Católica, don Alejandro Silva Bascuñán fue condecorado por el Papa Paulo VI con la Orden de San Silvestre. Además, recibió el Doctorado Honoris Causa de la Pontificia Universidad Católica de Chile en 1991 y la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica en 1998 de manos del rey Juan Carlos I.
El 17 de diciembre de 2010, fecha muy cercana a su centenario, fue reconocido por el Decano de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile por su destacada labor como académico. En la ceremonia se señaló que "una oración marcaba el inicio de cada clase de Alejandro Silva Bascuñán. Luego sacaba un papelito de su billetera, que se iba poniendo amarillento con los años, donde tenía las ideas fuerza de la materia que pasaría. Solo eso le bastaba para hacer una clase siempre actual e interesante". Su rol en la Facultad fue tan profundo que hoy una de las principales salas de clase del edificio de la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile lleva, con justeza, su nombre.
Don Alejandro Silva Bascuñán es largamente, y sin lugar a dudas, el decano de los autores del Derecho Público chileno. Lo es no solo por su dilatada experiencia y actividad académica en su apreciada Universidad Católica, sino también por una amplia y fecunda carrera.
Sin duda, don Alejandro era de esas personas con las que uno se encuentra muy poco en la vida: bien intencionado, leal y consecuente con sus principios, interesado en los demás hasta en los detalles.
¡Prueba de ello es que fue respetado por todos quienes lo conocieron!
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Honorable señora Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente; estimados colegas; señoras Laura Novoa, Dolly Castro, María Pía Silva, Valentina Fuente, Mónica Crepich que nos acompañan en este homenaje.
Hoy tengo el honor, en mi calidad de jefa de bancada de los Senadores democratacristianos y en representación de las bancadas de los Partidos MAS, Radical Social Demócrata, Por la Democracia y Socialista, de rendir homenaje a un destacado camarada, profesor y, por sobre todo, gran jurista, don Alejandro Silva Bascuñán, recientemente fallecido a la edad de 102 años.
No todos lo saben, pero mis primeros años de estudio los hice en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica sede Concepción, donde el nombre de don Alejandro era destacado por profesores y motivo de orgullo para quienes éramos oposición a la dictadura y militantes de la Democracia Cristiana.
El nombre de don Alejandro Silva Bascuñán es de común conocimiento para todos aquellos que nos hemos formado en el Derecho. Fue un gran académico, conocido por cualquier alumno de Derecho Constitucional que se precie de tal, y un jurista de los que marcan tendencia y que son citados en clases, como Casarino, Llanos, Ramos Pazos y tantos otros.
En particular, don Alejandro siempre tuvo una característica que admiré: su cariño por la enseñanza del Derecho Constitucional. Pero, por sobre todo, siempre me llamaron la atención su militancia política y el cariño por su Partido, mi Partido, la Democracia Cristiana.
En el mundo del Derecho cuesta encontrar profesores de los pergaminos, de la calidad y la lucidez de don Alejandro que adhieran y se la jueguen por movimientos y partidos políticos. Don Alejandro siempre fue la excepción a eso y pudo conjugar de manera magistral su militancia política, su cariño y respeto por la enseñanza del Derecho, actividades que, por lo demás, no son incompatibles y él lo demostró en los hechos y con creces.
En sus más de cien años de vida don Alejandro tuvo una destacada historia académica.
Fue un alumno de excelencia de la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. De hecho -y lo recordó el Senador que me antecedió en el uso de la palabra-, su tesis obtuvo distinción máxima y recibió el premio Tocornal al mejor alumno de su generación. Fue profesor de la Cátedra de Derecho Político y Constitucional desde 1934 en su universidad, la Pontificia Universidad Católica de Chile, y también en la Universidad de Chile.
Creo que una de las cualidades que más admiramos de don Alejandro fue su sencillez, que era producto, sin lugar a dudas, de su grandeza y sabiduría. Él no necesitaba fanfarronear ni vociferar para demostrar su profundidad de conocimientos y su envergadura como ser humano.
Lo anterior se reafirma en las palabras que pronunció hace algunos años otro profesor de Derecho, su amigo y militante democratacristiano al igual que él, don Patricio Aylwin Azócar, quien señaló: "Quiero resaltar mi admiración por la simplicidad y lógica del razonamiento jurídico con que Alejandro expone los temas y fundamenta sus juicios y opiniones. Suele darse la tendencia en el mundo académico, quizás para ostentar sabiduría, de `hablar en difícil'. Como signo sin duda de su admirable claridad mental, Alejandro logra exponer los problemas y fundamentar sus opiniones con gran sencillez y no por ello con menos profundidad".
Esa misma claridad y sencillez caracterizaron la conducta de don Alejandro Silva en los múltiples ámbitos de su incesante actividad.
En su trayectoria destaca haber sido miembro, por más de diez años, del Consejo General del Colegio de Abogados y Presidente del mismo organismo gremial entre 1964 y 1975, y Director de la Revista de Derecho y Jurisprudencia desde 1953 hasta 1964.
Integró la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, también llamada "Comisión Ortúzar", desde octubre de 1973 hasta fines de 1977, cuando la abandona por profundas discrepancias con la Junta Militar. Formó un año después, en 1978, el Grupo de Estudios Constitucionales, más conocido como "Grupo de los 24".
Fue fundador de la Falange Nacional y, luego, del Partido Demócrata Cristiano; miembro de su Tribunal de Disciplina; integrante de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Chile; abogado integrante de la Corte Suprema entre 1991 y 1994; miembro de la Acción Católica y Presidente del Consejo Nacional de Hombres de dicha institución, y destacado en el ejercicio de la profesión de la abogacía a lo largo de casi 70 años desde que se recibió en 1933.
La primera reacción que surge al recordar las múltiples actividades a las que consagró su vida don Alejandro Silva Bascuñán es preguntarse cómo pudo hacer tantas cosas además de sus clases universitarias, de la redacción y actualización permanente de su Tratado de Derecho Constitucional (quince ediciones del mismo), de su generosa participación en seminarios y reuniones a las que, con frecuencia, era invitado.
La incesante actividad, siempre sencilla y "quitada de bulla" de don Alejandro, y su estilo franco, directo y sin estridencias para decir lo que pensaba y hacer lo que él creía pertinente nos recuerdan los bellos versos del poeta José María Pemán: "La virtud más eminente es hacer sencillamente lo que tenemos que hacer".
Tal como expresé anteriormente, la vida de don Alejandro Silva Bascuñán no fue solo la universidad y las aulas. Tuvo una mirada política comprometida y se la jugó por eso. No permaneció ajeno a la política y la realidad de su época. Siempre mantuvo un compromiso irrestricto con la democracia. Tal convicción estuvo siempre presente en todos los ámbitos de su vida. Eso explica su participación en la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, o Comisión Ortúzar, encargada en 1973 de preparar un anteproyecto de nueva Carta, pues entendía que ello podía contribuir al restablecimiento del Estado de Derecho.
Sin embargo, con el paso del tiempo, su presencia en dicha instancia se fue volviendo insostenible.
Como recordaba el Presidente de la Democracia Cristiana en el homenaje que le tributó el día de sus funerales, a don Alejandro "Le resultaba cada vez más difícil conciliar sus convicciones republicanas y humanistas con lo que estaba pasando en Chile".
Ello obliga a don Alejandro Silva Bascuñán, por coherencia con sus más profundas ideas y ante la innegable imposibilidad de que se lograse el restablecimiento de las libertades democráticas, a renunciar a la ya referida Comisión.
Esas mismas convicciones lo llevaron a adoptar una postura opositora a la dictadura.
En 1978 participa en la fundación del Grupo de los 24, junto a destacados juristas, como Patricio Aylwin, Hugo Pereira, Francisco Cumplido y Jorge Mario Quinzio, profesionales todos convencidos de la necesidad de impulsar la recuperación de la institucionalidad democrática que tanto enorgullecía a los chilenos. Ellos promueven un Proyecto Alternativo al que finalmente se plebiscitaría en 1980.
El texto del Grupo de los 24 no fue considerado, pero sirvió de base a las reformas introducidas en el plebiscito de 1989, previo al retorno democrático definitivo, en 1990.
Durante el trabajo del Grupo de los 24, don Alejandro Silva Bascuñán estrecharía aún más los vínculos que lo unían, desde la década de los 50, con don Patricio Aylwin.
Esa relación no se fundaba solo en la común preocupación por el Derecho, sino que, además, tuvo alcances personales muy profundos.
Grandísima fue, por lo mismo, la satisfacción de don Alejandro al ver la forma como don Patricio, su querido amigo, desempeñaba con talento y sabiduría la enorme tarea de conducir la transición a la democracia.
Silva Bascuñán, Aylwin y otros formaron parte de lo que hasta hoy se conoce como Grupo de los Cardenales, el cual se reúne dos veces al mes, manteniendo viva la llama del socialcristianismo, no como una nostalgia del pasado, sino como un proyecto de futuro.
En dos oportunidades fui invitada a esas conversaciones. Recuerdo la sabiduría de los consejos de don Alejandro y sus palabras cariñosas.
Su destacada trayectoria le valió numerosos reconocimientos. Entre ellos, la condecoración del Papa Pablo VI con la Orden de San Silvestre; el otorgamiento, en 1991, del grado académico de Doctor Scientiae et Honoris Causa de la Universidad Católica de Chile, y la distinción del Rey Juan Carlos de España con la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, en 1999.
Don Alejandro Silva Bascuñán, según se manifestó hace algunos días, puede ser caracterizado en distintas facetas: como hombre de fe, como jurista, como demócrata, como militante y como profesor.
Con toda su historia de vida, don Alejandro nos ha enseñado que el conocimiento es una tarea -valga la redundancia- para toda la vida; que la juventud existe mientras haya proyectos por realizar, y que la profesión de abogado se respira para siempre.
Así fueron su vida y la enseñanza que nos deja con su historia.
Don Alejandro Silva Bascuñán no era un hombre cualquiera. Quizás ello explique que su llegada al mundo fuese un 31 de diciembre de 1910, para Nochevieja, al terminar el año, como no queriendo llamar la atención, pero irrumpiendo en la historia.
Y su partida se da justo un 11 de septiembre de 2013, a 40 años del quiebre democrático, como recordándonos que nuestros actos siempre tienen consecuencias y que, por lo mismo, nuestras acciones nunca son intrascendentes.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Saludo a María Pía Silva, a Dolly Castro, a Valentina Fuentes, a Mónica Hrepich y a Laura Novoa, quienes nos acompañan en este homenaje a don Alejandro Silva Bascuñán.
Tiene la palabra el Senador señor Hernán Larraín.


El señor LARRAÍN.- Señor Presidente; Honorables Senadoras y Senadores; estimada María Pía; familiares y amigos y amigas de don Alejandro; señoras y señores:
El triste y lamentable fallecimiento de don Alejandro Silva Bascuñán, ocurrido hace pocos días, nos obliga a hacer un alto en nuestro trabajo y recordar con especiales sentimientos a una figura única en nuestro mundo académico y profesional.
Don Alejandro tuvo larga vida: se nos fue a los 102 años de existencia, luego de una trayectoria que lo hizo destacar en todos los planos, pero muy especialmente en lo humano.
Notable abogado; profesor insuperable; constitucionalista de nivel internacional, autor del Tratado de Derecho Constitucional más completo escrito en nuestro país, entre otras cosas.
Pero, por sobre todo, fue un ser humano excepcional. Querido y respetado por todos, no tuvo enemigos: solo seguidores, amigos, discípulos y, en todas partes, admiradores.
De origen talquino -como se ha recordado-, estudió en el Liceo Blanco Encalada, para luego trasladarse a Santiago, donde cursó Leyes en la Universidad Católica de Chile. Alumno brillante, obtuvo el premio Tocornal, que se entrega al mejor egresado de cada generación.
Sin embargo, no era el prototipo del alumno "mateo", que solo se dedica a sus estudios. Inspirado por el entonces Obispo de Talca, Monseñor Carlos Silva, y luego por otros prelados, como Monseñor Carlos Casanueva, desarrolló, tras entrar a ella, una fuerte actividad en la Acción Católica -llegó a presidirla-, que en esos tiempos ejercía gran influencia en la juventud chilena.
Además de sus actividades profesionales y religiosas, don Alejandro incursionó en política, como se recordó. Fue fundador de la Falange, junto a una generación de ilustres figuras de la época, como Bernardo Leighton, Eduardo Frei, Francisco Sánchez, Radomiro Tomic y Jorge Rogers, y tuvo mucha influencia en ella durante años.
No obstante, lo suyo no era la política. Así lo cuenta en su libro Una experiencia social cristiana, donde narra que, tras volver de un viaje de estudios a Francia, siguió otro camino. Se mantuvo siempre fiel a sus ideales, y por cierto, en la Democracia Cristiana, donde integró distintos estamentos, entre los cuales se encontraba el Tribunal Supremo del partido. Pero no estaba en la primera línea.
La labor de don Alejandro Silva Bascuñán se concentró en la profesión, en la academia y en el ámbito gremial.
Fue un distinguido profesional que se destacó en el foro: abogado de empresas importantes, como Duncan Fox, y de instituciones públicas, como la Sindicatura de Quiebras. Y también fue abogado integrante de la Corte Suprema.
Asimismo -se ha recordado-, tuvo un desempeño prominente en lo gremial. En el Colegio de Abogados se integró a su Consejo General. Pero muy pronto fue Presidente de la Orden, cargo que ejerció durante seis períodos consecutivos.
Para don Alejandro, este último era uno de los mayores honores que había recibido -en sus palabras-, por "haber merecido la distinción de la votación de todos los abogados".
Ese reconocimiento lo hacía sentir muy pleno. Porque, en verdad, el respaldo que tenía don Alejandro era total y le permitió desarrollar una gestión gremial imborrable hasta el día de hoy entre los abogados del país.
En la universidad -también se expresó-, fue profesor desde 1946, ininterrumpidamente, hasta muy avanzada edad.
El "Tata" -así le decíamos en la Facultad- era un profesor brillante, querido, sabio y especialmente preocupado de sus alumnos.
Formó a mucha gente, durante décadas. Entre ellas se encuentran las principales figuras del Derecho Constitucional chileno de hoy.
Escritor prolífero, su mayor logro -ya mencionado- fue su Tratado de Derecho Constitucional, reconocido como la mejor obra chilena en la materia.
Constituyó un aporte constante en todos los gobiernos. Porque, cuando se trataba de mejorar y profundizar la Constitución, no hacía distinciones.
Por eso -también se recordó-, tras la crisis institucional de 1973 se integró a la Comisión Ortúzar, que iba a preparar una nueva Constitución, e hizo importantes contribuciones en uno de los capítulos quizás más destacados y menos cuestionados de esa Carta: el de los derechos y libertades fundamentales. Ahí quedó plasmado su mayor aporte.
Empero, como luego tuvo profundos desacuerdos con el Gobierno de la época, abandonó públicamente la referida Comisión.
Su intención y su interés por contribuir a nuestro Estado de Derecho democrático llevaron a don Alejandro Silva Bascuñán a formar con otros distinguidos juristas, como Jorge Mario Quinzio, Hugo Pereira, Patricio Aylwin y Francisco Cumplido, el Grupo de los 24, grupo de estudios constitucionales que promovió una Carta alternativa a la de 1980.
Ese esfuerzo no prosperó. Sin embargo, no fue tiempo perdido, pues muchas reformas que se le introdujeron a dicha Constitución se inspiraron en aquel trabajo.
También se han recordado en esta tribuna los premios de que fue objeto don Alejandro Silva Bascuñán.
Logró el máximo galardón que confiere la Pontificia Universidad Católica de Chile: el Doctorado Scientiae et Honoris Causa; el premio que otorga, muy selectivamente, la Iglesia católica (en este caso, durante el pontificado del Papa Pablo VI): la Orden de San Silvestre, y la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, que le entregó, en sus manos, el Rey Juan Carlos de España (entre otra distinciones).
Don Alejandro Silva Bascuñán fue premiado con honores por sus singulares méritos.
No tuvo hijos, pero -quizás pocos puedan decirlo- contaba con una familia enorme, conformada por personas que lo sentían su padre, su amigo, su maestro.
Es que no resulta frecuente que se concentren en una persona tantos valores esenciales, cristianos, junto a una vida profesional plena en todos los ámbitos.
Hombre humilde, sencillo, sobrio, amante de la verdad y profundamente espiritual: quizás por eso el alejamiento definitivo de don Alejandro causa tanto pesar.
Todos quienes lo conocimos nos sentimos afectados, adoloridos, entristecidos por su muerte.
Tantos años presente nos hacían pensar que tendríamos al "Tata" indefinidamente con nosotros. Al final, pudo más el ciclo natural de la existencia humana.
Por eso, en este homenaje que el Senado rinde en memoria de don Alejandro Silva Bascuñán, la bancada de la Unión Demócrata Independiente -y particularmente quien habla- les hace llegar a sus familiares y amigos los sentimientos de su más profundo dolor.
También, le expresamos nuestras condolencias a la universidad de sus amores: la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Y al Partido de sus convicciones, la Democracia Cristiana, nuestra solidaridad frente al dolor que causa la pérdida de uno de sus más ilustres militantes.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tras el homenaje tributado a don Alejandro Silva Bascuñán, la Mesa reitera los saludos del Senado a su familia y a sus amigos presentes en las tribunas.