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REQUISITOS DE FUNCIONAMIENTO DE UNIVERSIDADES NO ESTATALES, CON RELACIÓN AL LUCRO


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, durante estos meses se ha hablado de muchas cosas. Entre ellas, de "ideología".
Y, en verdad, ha habido ideología en este debate. Pero ideología en el peor sentido de la palabra. Es decir, como "falsa conciencia de la realidad". Por defender sus intereses e ideas, algunos se niegan a ver lo obvio.
Según lo ha denunciado nuestra premio nacional de periodismo María Olivia Mönckeberg, la inversión en publicidad de las instituciones de educación superior es impresionante. Anualmente gastan cerca de 60 millones de dólares solo en ese rubro, ubicándose después de las grandes tiendas y de la telefonía celular.
La pregunta obvia es quién paga eso. La respuesta: los padres de familia, quienes deben financiar una de las educaciones universitarias más caras del mundo. Y ahora tenemos que pagarla todos los chilenos, a través de becas y créditos blandos del Estado, para financiar estudios de mala calidad -muchos de ellos no se terminarán- y de incierto futuro laboral.
Agrego que la experiencia demuestra que cuando manda el lucro las medidas de selección de alumnos se reducen, aceptándose a todos los que puedan pagar; las salas de clases se amplían y los profesores se proletarizan; la investigación y la extensión desaparecen, y algunas profesiones se reproducen en forma totalmente inorgánica. Finalmente, faltan técnicos en Chile, pues los dineros que debían ir a CFT e IP, que sí pueden legalmente lucrar, se han ido a universidades que han abusado del afán profesionalizante de los chilenos y de la bondad y sacrificio de miles y miles de familias.
Ideológicos son los que se niegan a ver esa realidad, que sí es observada por el 80 por ciento de nuestros ciudadanos.
Yo apoyo este proyecto de ley, señor Presidente, porque vuelve las cosas a su lugar.
Nuestras Constituciones Políticas, desde los albores de la república, garantizaban a todas las personas la igualdad ante la ley. En Chile no hay personas ni grupos privilegiados.
El artículo 34 de la ley N° 18.962 establece que las instituciones de educación superior no públicas deberán constituirse en corporaciones privadas sin fines de lucro para ejercer actividades educativas.
Sin embargo, todos los chilenos -nosotros también- sabemos que altísimas autoridades educativas -se llaman "rectores", "decanos" y "consejeros universitarios"- han hecho del espíritu de la ley letra muerta.
Por eso estamos hoy día hablando sobre esta materia.
En efecto -y cito el informe que dio nacimiento a una Comisión investigadora en la Cámara de Diputados-, "En los últimos años se han implementado transacciones comerciales con recursos de inversiones extranjeras, que llaman la atención cuando estamos en presencia de un negocio que no tiene fines de lucro".
Se describen compras.
El 2009, 70 millones de dólares, por el 60 por ciento de una universidad privada.
Luego la prensa ha informado que grupos norteamericanos invirtieron 40 millones de dólares por una universidad en 2008, y otro consorcio, 250 millones de dólares en la compra de universidades en 2003, 2006 y 2009.
Ley pareja no es dura, señor Presidente. Y cuando ella no lo es y los más poderosos y educados de Chile no la respetan, la gente se indigna y sale a protestar.
No es raro que cuatro de cada cinco habitantes señale que en nuestro país no existe igualdad ante la ley.
¡El Senado no puede tolerar que haya grupos de privilegiados que eluden la aplicación de la ley!
Finalmente, no estoy de acuerdo con el lucro porque en su nombre se está envileciendo a toda la educación particular chilena.
Considero, al igual que Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus annus, que son derechos humanos "la iniciativa, la propiedad y la libertad en el sector de la economía".
Sostengo que emprendedores particulares, buscando el bien común en el fomento de la educación, hacen ganar a Chile en pluralismo espiritual y riqueza material.
No creo en un Estado todopoderoso, del mismo modo como no creo en un mercado omnipotente.
Pienso, sí, que un Estado y un mercado fuertes deben ser acompañados siempre por una comunidad capaz y organizada. Lo estimo así porque así lo viví.
Partí estudiando en la Universidad de Concepción, creada por la comunidad penquista, aprobada por ley y motivada por la masonería chilena.
Conozco también la calidad de la Universidad Católica, pues estudié ahí. Pero no se me pasa por la cabeza ver a sus fundadores, Enrique Molina Garmendia y Mariano Casanova, frotándose las manos al final del año y destinando las utilidades devengadas a negocios privados y ajenos a sus universidades. Cuando ellos ganaban un centavo, lo reinvertían en laboratorios, libros, pupitres y salarios decentes para sus profesores.
Los que quieran lucrar, que lo hagan, pero respetando la ley y con dineros privados.
Por todo ello, digo "no" al lucro en la educación universitaria chilena y "sí" al presente proyecto de ley.