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COMPOSICIÓN NUTRICIONAL DE ALIMENTOS Y PUBLICIDAD SOBRE LA MATERIA


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, pido que los colegas conversen afuera.
Gracias.
El debate sobre la rotulación de alimentos parecía inocuo, y se ha transformado en un campo de batalla donde vuelan los calificativos y las acusaciones. Pero, más allá de los excesos del lenguaje y de la imaginación, acá se están jugando ideas centrales acerca de qué tipo de sociedad deseamos que exista en nuestro país.
Si revisamos los criterios fundamentales que sirven como bandera a los planteamientos que se han vertido en el Senado, podremos ver dos posiciones claras y nítidas.
Por un lado, la Concertación señala que es al Estado al que le asiste la primera responsabilidad a la hora de combatir los males sociales, en este caso, la obesidad de los escolares.
De otra parte, el Gobierno, o la Alianza, y sus centros de estudio, sus parlamentarios y connotadas figuras subrayan la importancia de la libertad de elección y la responsabilidad de la familia en la educación de sus hijos, también respecto de hábitos alimenticios.
Este debate requiere tres precisiones que me parecen claves para contextualizar la discusión.
En primer lugar, el principio de la libertad no es aplicable a niños y adolescentes. Estos necesitan ser guiados en el proceso de maduración. Por tanto, resulta razonable que la sociedad regule los alimentos que consumen.
En segundo término, es inescapable a los deberes públicos que en materia de acceso a la información esta sea veraz, completa, transparente y oportuna respecto de los alimentos que los menores consumen.
Si el Estado no vela por el flujo igualitario y universal de la información, le abre la puerta al abuso. Existen ejemplos de sobra: bancos, farmacias, instituciones financieras, en fin. El derecho a elegir en conciencia, entonces, se ve reducido a caminar sin luz en medio de la oscuridad.
Por último, quiero hacer una pequeña mención a la posición del Gobierno y de la Alianza en el tema en análisis.
Un Senador declaró a la prensa: "Una persona que quiere una parrillada tiene derecho a comerla. ¿O van a prohibir también los asados por el alto contenido de grasa en sus chorizos?".
El señor BIANCHI.- ¡Por ningún motivo...!
La señora RINCÓN.- Lo que resulta difícil de explicar es por qué algunos se oponen cada vez que la autonomía valórica de las personas adultas entra en discusión. Con este argumento, podríamos operar bajo el criterio de la libertad de las personas para permitir o legalizar el autocultivo de la marihuana -dicen que en algunas Regiones se ha hecho-, el aborto, el matrimonio de personas del mismo sexo, etcétera.
Me parece que la combinación cada día más rancia entre la libertad para algunas cosas y no para otras provoca un especial rechazo, por su inconsistencia y liviandad.
La libertad conlleva el derecho de hacer cosas que no son buenas desde distintos puntos de vista. La ingesta de comida chatarra en exceso es una de ellas.
En lo personal, no la consumo, y a mis hijos se la permito una vez a la semana. Pero no le atribuyo al Estado ninguna legitimidad para negar a adultos el acceso a ella.
Me parece que el acuerdo que se selló en el Senado la semana pasada para aprobar el informe va en la dirección correcta.
Será el Ejecutivo el encargado de vetar las materias que digan relación con la venta de estos productos en universidades o centros de educación superior y con la publicidad de los sucedáneos de la leche materna.
Pero expreso mi alegría por que la ley en proyecto permitirá entregarles herramientas al Estado y a las familias para ir recuperando terreno en materia de regulación de los alimentos que consumimos. Y también por que hará posible educar a nuestros niños y jóvenes.
En consecuencia, voto a favor.