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CAÍDA DE PRECIO DEL DÓLAR Y MEDIDAS PARA REVITALIZACIÓN DE SECTOR FRUTÍCOLA
El señor PIZARRO (Presidente).- Esta sesión especial fue convocada con el fin de analizar la posibilidad de frenar la caída del precio del dólar y las medidas que se deben impulsar para revitalizar el sector frutícola.
Tiene la palabra el Presidente del Consejo del Banco Central, don José de Gregorio.


El señor DE GREGORIO (Presidente del Banco Central).- Muchas gracias, señor Presidente.
I. Introducción
Agradezco la invitación realizada por el Senado para analizar la situación cambiaria.
Este es uno de los temas más complejos que enfrentan hoy nuestra economía, las economías de América Latina y la mayoría de las economías emergentes.
Por consiguiente, ello nos obliga a evaluar cuidadosamente el entorno económico actual, sus implicancias sobre el desempeño de la economía y las medidas que se pueden implementar, de estimarse necesario.
En la primera parte de mi presentación me voy a referir brevemente a los cambios que se han producido en las economías mundial y nacional en el último par de años y que ayudan a explicar la evolución del valor de nuestra moneda. Luego me circunscribiré más en detalle al rol que juegan las políticas macroeconómicas, con especial énfasis en la política monetaria y en la intervención cambiaria en este nuevo escenario externo.
II. Factores que afectan la evolución del tipo de cambio real
Comenzaré con los factores que nos ayudan a entender lo que está pasando en el mundo.
En los últimos seis meses, el peso se ha apreciado cerca de 3 por ciento respecto del euro y 12 por ciento respecto del dólar.
En la actualidad, el índice de tipo de cambio real que calcula el Banco Central está 5 por ciento por debajo del promedio registrado entre 1990 y 2010 -así se observa en el gráfico- y 6,5 por ciento por debajo del promedio de 2000 a 2010. Sin embargo -tal como discutiré-, las condiciones actuales son muy diferentes de las que prevalecieron en promedio en esas dos décadas. Y estos factores justifican un tipo de cambio real algo más apreciado que el promedio de los últimos 20 años.
Con todo, somos conscientes de las volatilidades que afectan a los mercados internacionales y que pueden acentuar las fluctuaciones de nuestro tipo de cambio real mucho más allá de los fundamentos de largo plazo.
a. Recuperación desbalanceada de la economía mundial
En primer lugar, la recuperación de la economía mundial es muy desbalanceada.
En el escenario internacional observamos que la recuperación global es desbalanceada entre las economías emergentes y las avanzadas. Estados Unidos, Europa y Japón crecen muy lentamente y mantienen niveles elevados de capacidad ociosa y de desempleo. La crisis financiera ha dejado daños duraderos en los balances de los consumidores, bancos y gobiernos, que tardarán años en repararse. La demanda en estas economías probablemente seguirá creciendo de modo muy lento. Las recientes turbulencias financieras en Europa reafirman este escenario.
Tal situación contrasta con el crecimiento de Asia emergente y América latina. En el último año, estas economías han crecido más rápido que su tendencia, gracias al impulso de las políticas macroeconómicas aún expansivas, mayor disponibilidad de crédito internacional, mejoras en la confianza y, en nuestra región, mejores términos de intercambio. Las holguras de capacidad se han ido agotando y las autoridades están retirando los estímulos a la demanda, con el propósito de evitar un rebrote inflacionario y lograr así una trayectoria de crecimiento sostenible.
El tema de fondo es que la recuperación del mundo desarrollado no se puede sostener a costa de repetir los déficits en cuenta corriente observados antes de la crisis financiera. Esta ha dejado un excedente de ahorro en el mundo que presiona a la baja la tasa de interés internacional. Al mismo tiempo, la debilidad de las economías avanzadas hace prever que ellas van a mantener bajas sus tasas de interés por un tiempo muy prolongado. Estas bajas tasas contribuirán a empujar la demanda en economías superavitarias y con sistemas financieros sanos, como la nuestra. Y la consecuencia es un reacomodo global de las monedas: depreciación del tipo de cambio real en los países deficitarios y apreciación en el resto.
En ese contexto, las monedas de la mayoría de las economías emergentes y/o exportadoras de materias primas están enfrentando presiones por apreciación real.
En esta figura observamos los tipos de cambio reales con respecto al promedio 2000-2010 de un conjunto de economías.
Tenemos al lado derecho las economías débiles en el mundo, que crecen en promedio 2,4 por ciento: Estados Unidos, Reino Unido, Zona Euro, Japón, que han tenido, o apreciaciones muy leves, o depreciaciones. Al lado izquierdo aparece lo que sucede con el resto del mundo: los BRICS, los exportadores de commodities, América Latina, con tasas de depreciación real similares a las nuestras; y luego, Asia, excluyendo a China, con una depreciación algo menor.
El problema existente hoy en el orbe es que no todos los países contribuyen al ajuste cambiario con la misma velocidad.
Esa disparidad genera tensiones en la economía internacional.
En la Zona Euro, la rigidez impuesta por la moneda única hace más lento el ajuste del tipo de cambio real entre economías que se hallan en situación cíclica muy diferente. Así, tenemos economías que tal vez se deberían estar depreciando y no pueden hacerlo -son las débiles, conocidas como "PIGS"-, versus economías como la alemana, que es fuerte y que tampoco se puede apreciar.
En China, sus elevados niveles de ahorro e intervenciones cambiarias traban el ajuste de monedas.
Y quiero enfatizar esto, señor Presidente.
El problema de China no es que solo interviene, sino que además tiene una tasa de ahorro superior a 40 por ciento, lo cual le permite un tipo de cambio real bastante depreciado, que sostiene con intervenciones cambiarias. Y esto puede acentuar los efectos sobre las otras monedas del mundo emergente y países exportadores de materias primas.
Sin embargo, las presiones subyacentes continúan manifestándose por otras vías, a pesar de que los ajustes de monedas no sean completos.
En los países deficitarios de la Eurozona, la recesión y las presiones deflacionarias generan una depreciación del tipo de cambio real, no por movimiento de la paridad -esta se encuentra fija-, sino por menor inflación.
En Asia empieza a ocurrir lo contrario: la aceleración del gasto y las presiones inflacionarias aprecian el tipo de cambio real. A la larga, el régimen cambiario solo afecta transitoriamente la evolución del tipo de cambio real y el ajuste se produce tarde o temprano por otras vías, a veces más costosas.
b. Mejores términos de intercambio
Un segundo factor importante detrás de lo que está ocurriendo con las monedas es la evolución de los términos de intercambio.
A lo largo de los últimos 10 años, la relación entre los precios de nuestras exportaciones e importaciones -es decir los términos de intercambio- casi se ha duplicado. Medidos al tercer trimestre de 2010, los términos de intercambio eran superiores en más de 60 por ciento al promedio de las últimas dos décadas. Y detrás de esto está el incremento del precio del cobre, celulosa, otras materias primas relacionadas con el sector manufacturero. Y este crecimiento ha sido parcialmente atenuado por el alza del precio del petróleo. Porque, si vemos el precio del cobre propiamente tal, sin duda registra aumentos mucho más significativos.
Los mejores términos de intercambio llevan a un crecimiento del ingreso nacional más rápido que el de nuestra capacidad productiva. En la medida que ese mayor ingreso nacional se percibe como permanente, estimula el gasto, y eso pone presión sobre la capacidad instalada, la tasa de interés y, en último término, el tipo de cambio real.
En el caso de los ingresos fiscales, por su parte, desde hace más de veinte años Chile ha contado con una política fiscal responsable y prudente que ha generado superávits fiscales en gran parte de este período.
Enfrentados a la mayor recesión internacional desde la Gran Depresión, esta prudencia fiscal permitió implementar una política contracíclica sin precedentes en nuestra historia económica.
En las actuales circunstancias, cuando la economía ya ha tomado impulso, es adecuado retirar expansividad a la política fiscal. El plan de reducción gradual del déficit fiscal estructural que anunció el Gobierno contribuirá a restar impulso a la demanda y a quitar presión al tipo de cambio real; pero sus efectos serán observados de forma paulatina en el tiempo.
Más allá del ciclo económico, también cabe señalar que la persistencia de los altos precios del cobre en los mercados internacionales se ha trasladado a mejores expectativas del valor de largo plazo.
En los primeros cinco años de la regla fiscal, el precio promedio de la libra fue de 1,14 dólares (moneda de hoy). Ahora alcanza a 2,59 dólares; es decir, más del doble desde que se inauguró la regla fiscal.
Los mayores ingresos provenientes del cobre han permitido financiar un importante aumento del gasto público con relación al PIB y mayores transferencias a lo largo de los últimos años. Y esta situación también tiene consecuencias sobre el tipo de cambio real.
c. Menor posición deudora neta
Otro aspecto relevante que explica la situación actual en que se encuentra la economía chilena es su mejor posición deudora neta, que se refleja en el próximo gráfico.
A lo largo de estos años, la contraparte del superávit fiscal ha sido reducción de deuda pública y acumulación de recursos en moneda extranjera.
¿Y qué ocurre con eso? Que la posición financiera neta de la economía chilena con respecto al mundo ha mejorado.
La línea rojiza indica la posición internacional neta. En el pasado hubiera representado la deuda externa. Pero como hoy día, más que deuda, debemos inversión extranjera, otro tipo de capital, otra clase de financiamiento, y también tenemos ahorros afuera, esto indica cuánto le debemos neto al mundo. Y nos dice que en los años 2007 y 2008 casi no debíamos nada. Contrario a lo ocurrido en nuestra historia y a lo que acontece en naciones emergentes producto de los términos de intercambio, pasamos de una posición, a mediados de los 90, de menos de 50 por ciento a prácticamente cero.
Obviamente, con la crisis, con la desacumulación, esta situación se deteriora levemente y después vuelve a corregirse con los mejores precios del cobre, con la inversión en fondos soberanos y, asimismo, con la inversión de nuestros fondos de pensiones.
Pero esa mejora también contribuye a un tipo de cambio real más apreciado, por la vía de un menor nivel de riesgo soberano, acceso a financiamiento externo en condiciones más favorables y mayor ingreso permanente correspondiente a intereses por ahorros en el exterior.
Esto es simplemente como si de un día para otro uno, de tener una deuda de 100, pasa a no tener deuda. Eso, sin duda, permite mayores niveles de consumo y gasto en el largo plazo.
d. Heterogeneidad sectorial
Todo lo que está ocurriendo ha significado una importante heterogeneidad sectorial.
Como señalé antes, la apreciación del peso se concentra en Estados Unidos y Europa, mientras que la moneda se mantiene más estable con respecto a otras economías emergentes y a otros exportadores de materias primas que son competidores de Chile, como es el caso de Australia y Nueva Zelandia, que no figuran aquí.
Por eso vemos que el tipo de cambio real -la línea roja en todos los gráficos-, en el caso de América latina, cuando tenemos un promedio para la década de 100, es más o menos 100. En promedio, estamos en la misma situación con relación al resto de América latina.
Hay, pues, una situación de alta heterogeneidad regional. Y también esta disparidad implica que los efectos de la apreciación de la moneda han sido heterogéneos entre distintos sectores de la economía.
En algunos sectores la apreciación del peso ha sido más compensada por mayores precios de las exportaciones.
Hay un alto tipo de cambio real para la minería (representada por la línea roja).
En otros sectores los efectos han sido paliados por la apreciación de las monedas de algunos países de destino de las exportaciones.
El industrial está en torno a lo que ha sido el promedio de los últimos años.
En otros sectores los efectos han sido más complejos. Y el agrícola, sin duda, ha sido el más complicado en materia de tipo de cambio real, porque destina 70 por ciento de sus ventas a Estados Unidos y Europa, que es donde hemos registrado la medida de apreciación.
Por eso, entendemos la preocupación y las complicaciones del sector agrícola, que vende prácticamente 70 por ciento a Estados Unidos y Europa, que son la zona donde nos hemos apreciado, que son las economías más débiles, mientras el promedio de las exportaciones chilenas es de 30 a 40 por ciento a esos dos destinos.
II. Política monetaria e intervención cambiaria
Permítanme ahora, señores Senadores, referirme a la política monetaria y cambiaria y a lo que nosotros podemos hacer y hemos hecho.
En octubre último, invitado por la Cámara de Diputados, sostuve en esa Corporación que había tres principios relevantes en la conducción de la política monetaria.
Primero: el Banco Central no es indiferente ante lo que pasa con el tipo de cambio. El valor internacional de la moneda es una variable muy significativa para el desempeño de la economía chilena, afecta a nuestras decisiones de política monetaria.
Así, por ejemplo, en meses recientes la apreciación del peso ha contribuido a atenuar las presiones inflacionarias producidas por el estrechamiento de las holguras de capacidad. El hecho de que la economía esté creciendo con vigor aumenta las presiones inflacionarias y el de que el peso se esté apreciando compensa en parte dichas presiones. Ello ha sido considerado en nuestras decisiones, por lo que probablemente, de no haber sido por el fortalecimiento del tipo de cambio, hoy tendríamos una tasa de política monetaria mayor que la que efectivamente existe.
Segundo principio: hay que hacer una cuidadosa evaluación de la efectividad, costo y beneficio de nuestras medidas.
No podemos tomar decisiones sin la convicción técnica de que serán eficaces. No podemos tomar decisiones para salir del paso si no estamos convencidos de que es lo mejor que podemos hacer.
Actuar de otra manera solo debilita nuestra reputación y credibilidad, elementos indispensables para cumplir nuestros objetivos con los menores costos sociales posibles.
Tercer y último principio: el Banco Central no usa el tipo de cambio para cumplir con la meta de inflación.
Tenemos muchas experiencias de desastres manejando el tipo de cambio, y este no es el lugar para discutir sobre por qué es adecuada la flexibilidad cambiaria.
Solo recordemos que todas las crisis económicas en Chile durante los últimos 50 años, excepto la recesión de 2009, de la cual estamos recuperándonos con un inédito vigor, han estado asociadas a desalineamientos y rigideces cambiarias.
Sin embargo, aunque la flotación cambiaria tiene muchas ventajas para la estabilidad de la economía y el sistema financiero, es posible que en momentos de elevada incertidumbre o excesivo optimismo los flujos financieros puedan alejar en forma persistente al tipo de cambio real de sus determinantes fundamentales de mediano y largo plazo, con efectos negativos sobre la economía.
En este tipo de situaciones, el Banco Central puede intervenir en el mercado cambiario con el objeto de atenuar o eliminar los desequilibrios. Si el tipo de cambio efectivamente se halla desalineado de sus bases, existirá una mayor probabilidad de corrección. Por el contrario, si se trata de tendencias fundamentales, tal acción a lo sumo tendrá consecuencias transitorias y, además, costos importantes.
Desde que se inició la flotación, a fines de la década pasada, hemos intervenido en el mercado cambiario en tres episodios. En las actuales circunstancias, no hemos descartado hasta ahora la posibilidad de hacerlo. Es una opción que evaluamos permanentemente.
Pero quiero detenerme en los elementos que se ponderan en esta decisión.
Siempre es posible diseñar una intervención de tal magnitud que pueda afectar la evolución del tipo de cambio nominal. Mas ello tiene consecuencias sobre la economía que es necesario tomar en cuenta.
Una de las causadas por la intervención cambiaria es la necesidad de esterilizar sus efectos monetarios. Es decir, de manera simple, el dinero que se emite para comprar los dólares tiene que ser retirado. De otro modo, la política monetaria quedaría subordinada al objetivo cambiario, lo que pone en riesgo la estabilidad del crecimiento y la inflación. La esterilización presiona al alza la tasa de interés de largo plazo, lo que tiene efectos sobre la actividad, y, al mismo tiempo, induce entradas de capital que reducen la efectividad de la intervención.
A su vez, los costos financieros de la esterilización son relevantes, puesto que el financiamiento vía deuda de la intervención es más caro que los retornos de las reservas internacionales, salvo, como dije antes, cuando se halla sustentada por la expectativa de una corrección importante del desalineamiento cambiario.
Además, debemos considerar la coherencia de la medida con el resto de la economía. Una intervención suficientemente voluminosa, capaz de afectar al tipo de cambio, podría llegar a sostener un tipo de cambio nominal más depreciado, aun cuando las fuerzas fundamentales apuntaran a la apreciación. ¿Qué va a ocurrir en este caso? Las presiones a la apreciación se van a expresar por la vía de una mayor inflación al mantener creciendo muy rápido la demanda por bienes nacionales. En el mediano plazo, el tipo de cambio real es el mismo, pero los niveles de inflación son mayores cuando se traba el ajuste cambiario. En algunas economías emergentes que han intentado evitar la apreciación nominal de sus monedas estamos observando una aceleración más rápida de la inflación. Como ya lo señalé, las monedas se están depreciando en todo el mundo, incluso en los países asiáticos o en América Latina.
Aquí vemos qué ha pasado en los márgenes de fluctuación -las barras verdes- en diversos países. Muchas economías asiáticas, exportadoras de petróleo, se hallan lejos de sus mínimos de los últimos años.
Efectivamente, las intervenciones pueden haber atenuado en algo la apreciación del tipo de cambio nominal, pero, en definitiva, de lo que se trata es de afectar al tipo de cambio real, al costo de nuestros bienes respecto de los del resto del mundo. Si su precio empieza a subir, no sacamos nada. Y la evidencia internacional, la de un conjunto de países, es que en el episodio, en promedio, no se ha registrado una relación clara entre los que acumulan reservas y su apreciación real.
Lo que esta figura muestra es un conjunto muy amplio de países, de los cuales tenemos datos para el período que se indica, y la depreciación del tipo de cambio real y la acumulación de reservas respecto del PIB. Si la medida estuviera siendo efectiva, cabría esperar que aquellos que han acumulado más reservas -o sea, los situados más a la derecha- exhibieran un tipo de cambio más bajo. Sin embargo, se ve que la relación no es clara.
En nuestro país, la última intervención ocurrió en abril de 2008, con efectos visibles sobre el tipo de cambio, y, sin duda, muchos preguntan por qué no repetirla y qué estuvo detrás de esa decisión. En ese momento, el tipo de cambio real se encontraba más apreciado que en la actualidad y estábamos a pocas semanas del recrudecimiento de la crisis financiera tras el colapso de Bear Stearns, lo que justificaba fortalecer nuestra posición de reservas internacionales ante un escenario económico y financiero global altamente volátil. El tipo de cambio se depreció en las primeras semanas, tras el anuncio de intervención, pero la depreciación que continuó en los meses posteriores coincidió con un debilitamiento generalizado de las monedas emergentes producto de muchos factores y, básicamente, de la incertidumbre que se estaba registrando en el mundo.
Pero también es útil considerar otros episodios, y uno interesante es el del año 1997, cuando se alcanzó el menor nivel de tipo de cambio real desde la crisis del tipo de cambio fijo de 1982. En aquella ocasión se intervino por una magnitud del orden de 4 por ciento del PIB; se aplicaron controles de capital; la entrada neta de capital fue de 8,1 por ciento del PIB; el precio del cobre, en moneda de hoy, ascendía a 1,42 dólares la libra, y la posición internacional neta, como lo mostré, era mucho más deudora, de 50 por ciento del PIB. Las tasas de interés, obviamente, eran mucho más altas. Hoy día enfrentamos una situación muy distinta, en un escenario bastante más favorable para la economía chilena. Sin duda, el esquema de flotación, una política monetaria más alineada con el nivel de tasas de interés internacionales y menores entradas de capital han sido centrales para limitar la amplitud de las fluctuaciones cambiarias.
Quiero destacar que la entrada neta de capital es hoy inferior a los máximos observados en los años noventa. Actualmente, en el mundo emergente y, en particular, en América Latina, los flujos respectivos se han recuperado a niveles como los previos a la crisis, pero aún se hallan por debajo de las líneas naranja, que fueron los máximos de los años noventa. Parte importante de la entrada de capital obedece hoy día a las mejores perspectivas de crecimiento en las economías emergentes y al hecho de que mientras en los países avanzados las tasas de interés son bajas, en los países emergentes han estado subiendo para controlar la inflación y permitir que el crecimiento sea sostenible.
Esto es lo que se observa en materia de tasas de interés. Los países avanzados ostentan cifras muy bajas y las economías emergentes, en desarrollo, se sitúan hacia el lado derecho, encontrándose Chile aún entre los que presentan una tasa baja.
En Chile, para el año en curso, el saldo de la cuenta corriente -es decir, el exceso de gasto sobre ingresos- no va a ser muy distinto de cero, lo cual es algo que vamos a discutir con más detalle la próxima semana en nuestro Informe de Política Monetaria. Ello implica que no habrá una entrada neta de capital significativa para financiar el exceso de gasto. Y eso podemos verlo en la figura siguiente.
En los últimos trimestres se ha registrado una salida neta de capital. Hay bastante entrada -lo indica la barra roja-, pero también una salida importante. Por ello, es importante notar que no he mencionado, entre las causas de la apreciación del peso, las entradas netas de capital, las que pueden estar causando algún efecto significativo en otros países. En los años noventa sí recibimos fuertes ingresos netos de esa índole, pero, en la coyuntura actual, no son el tema central.
Ciertamente, será preciso seguir monitoreando la situación, por cuanto los flujos de capital continuarán dirigiéndose a las economías con mejores perspectivas de crecimiento, entre las cuales se ubica Chile. Como lo mencioné antes, ellos pueden llegar a causar, en ocasiones, desalineamientos duraderos en el valor del tipo de cambio, respecto de sus determinantes de tendencia, y, obviamente, pueden requerir acciones.
III. Comentarios finales
Entendemos bien los desafíos que enfrentan los exportadores en las actuales circunstancias: son complejos y han importado costos. En particular, comprendemos las dificultades que afectan a aquellos que se desempeñan en el sector agrícola, cuyos principales mercados de destino, Europa y Estados Unidos, aún no se recuperan plenamente de la crisis financiera y respecto de los cuales la apreciación de nuestra moneda ha sido mayor.
Esta situación es particularmente compleja para algunas Regiones. Sin embargo, a nivel del país, es necesario clarificar que la producción, el empleo, los salarios y la inversión crecen y seguirán creciendo con vigor. La economía se ha recuperado plenamente de la recesión internacional y las perspectivas son auspiciosas.
Soy un convencido de que Chile debe progresar en forma armoniosa, y los resultados de ello deben esparcirse a todo el país. El crecimiento económico y la integración internacional generan reacomodos sectoriales y regionales, expansiones y contracciones de actividades económicas y todas las tensiones asociadas con ello. De eso se trata el progreso. Para mitigar los costos de ajustes de áreas y, por sobre todo, los costos sociales involucrados, sin dañar el crecimiento económico, las políticas públicas se hallan ante un enorme desafío, pero instrumentos con alcance macroeconómico, como el tipo de cambio, no son efectivos ni los más adecuados para resolver situaciones sectoriales.
La próxima semana vamos a presentar nuestro Informe de Política Monetaria. Esperamos que nuestra economía continúe expandiéndose con vigor durante los próximos 24 meses, impulsando el crecimiento de los ingresos y del empleo. Nuestro rol es cuidar de que ese proceso sea sostenible, en un ambiente de estabilidad de precios. Velaremos porque lo anterior se materialice y tomaremos todas las medidas que ello requiera.
En esta presentación he mostrado todos los factores que pueden dar cuenta de los ajustes cambiarios, los cuales, obviamente, no son los que preferiríamos en algunas ocasiones. Sin embargo, muchos de los elementos que hoy presionan al tipo de cambio pueden revertirse en el largo plazo. De hecho, el tipo de cambio real se encuentra, en la actualidad, en torno a los mínimos coherentes con sus fundamentos de largo plazo, y de ahí la importancia que le damos al tema.
Hasta ahora no hemos intervenido en el mercado cambiario ni aplicado medidas excepcionales, pues nos parece que no se justifican, en consideración a las razones que he expuesto en esta presentación y a lo que hemos hecho. No descartamos tales opciones conforme a la evolución de la economía y su entorno externo, en un escenario de alta fluidez y de volatilidad como el actual.
Las políticas del Banco Central continuarán orientadas a garantizar la estabilidad de la economía y un ambiente propicio para el crecimiento.
Muchas gracias.
El señor PIZARRO (Presidente).- Consulto al señor Ministro de Hacienda si desea usar de la palabra en este momento o prefiere esperar algunas intervenciones de los señores Senadores.
El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- Estimo conveniente hacerlo ahora, señor Presidente.
El señor PIZARRO (Presidente).- Como quien lo precedió "se tomó" prácticamente todo el tiempo, señor Ministro, le pedimos acotar su intervención a 10 ó 15 minutos.


El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- No es la primera vez que eso me ocurre con el señor Presidente del Banco Central, cuya exposición, en todo caso, ha sido muy enjundiosa. Voy a intentar complementarla.
Mi presentación, hasta donde puedo apreciar, se ve mejor en la pantalla de mi izquierda que en la de mi derecha...
La señora ALLENDE.- ¡Siempre es más claro al lado izquierdo...!
El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- Deseo partir, señor Presidente, por considerar la situación de la economía internacional, porque ello condiciona lo que estamos observando en materia cambiaria para la economía chilena.
Es cierto que se advierte un mundo que avanza a velocidades muy disímiles; que exhibe mucha disparidad y desequilibrios, tanto de la cuenta corriente como de crecimiento entre distintas regiones.
En particular, la todavía principal economía, la de Estados Unidos, continúa con una débil creación de empleo y crecimiento.
Evidentemente, lo expuesto va a impactar -como veremos en un momento- a la situación de la economía chilena, porque la debilidad mencionada repercute en la política monetaria, que se halla en los niveles más expansivos en mucho tiempo, con una tasa de instancia monetaria en un rango de 0 a 0,25 por ciento y una tasa media de 0,1 a 2,5.
Y no solo se registra una tasa de interés en un nivel récord de bajo, sino, a la vez, lo que se ha llamado "Quantitative Easing" o relajamiento cuantitativo. Ello significa que una vez que la tasa no puede seguir bajando, la Reserva Federal recurre a la compra de papeles en el mercado, con lo cual aumenta la cantidad de dinero en forma significativa, es decir, los dólares en circulación.
Deseo recordar que ha habido dos episodios de relajamiento cuantitativo muy significativos. Uno de ellos tuvo lugar entre noviembre de 2008 y marzo de 2010 y ascendió a 1,7 billones de dólares estadounidenses -en ese país se trataría de trillones-, en tanto que, en el segundo caso, anunciado recientemente, se ponen en el mercado 600 mil millones de dólares adicionales.
En la primera de esas situaciones, la cantidad de dinero en el mercado, de billetes y monedas en libre circulación, es decir, la masa monetaria, se duplicó en un breve período.
Estimo importante entender lo anterior para poder comprender qué ha pasado últimamente con la debilidad del dólar, moneda que se hace más abundante en el mundo. Las autoridades de la Reserva Federal piensan que esa es la manera de dar más vitalidad y lograr reactivar a la economía de su país, política cuya eficacia nos suscita importantes dudas a muchos. Pero debemos tomarla como un dato: es algo que existe y es así.
Junto a ello se presenta una situación compleja en Europa, donde los distintos países han mostrado una desaceleración significativa de la actividad. Algunos se encuentran en una franca recesión, como Grecia. Otros están creciendo cerca de cero. Luego de una recuperación de una crisis importante en 2008 -se esperaba que Alemania siguiera creciendo-, hoy se observa una desaceleración y recesión ad portas en casos como el de España.
Un grupo de países incluidos en la sigla PIIGS, en inglés: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, exhiben niveles de endeudamiento público superiores o cercanos al 100 por ciento del producto, en muchos casos. Y ello, sin considerar lo que ocurriría con sus pasivos potenciales si se requiriera un salvamento de sus sistemas bancarios.
Eso nos pone frente a un nuevo escenario de posibles incrementos importantes de una política monetaria muy relajada y expansiva y de posibles relajamientos cuantitativos adicionales.
Recientemente se ha observado el resurgimiento de los temores. Se ha planteado la situación de mercados como Irlanda y Grecia, nación esta última que venía de una crisis anterior. Parecía que las aprensiones se habían calmado, pero, como vemos, se percibe un significativo aumento de los índices de riesgo de país en estas economías.
En el escenario expuesto, resulta indudable que nuestras economías, las emergentes, las que están creciendo bien en este momento, las que se están recuperando, las que tienen su política fiscal más sana, se vuelven más atractivas en el mundo.
La consecuencia de lo anterior se puede reflejar, en términos simples, en el indicador contemplado en el gráfico siguiente, respecto del diferencial de crecimiento proyectado, de acuerdo a las últimas cifras del Fondo Monetario, con el crecimiento de la economía estadounidense.
A Estados Unidos le va un poco mejor que al Reino Unido y a la zona del euro, a Europa, pero significativamente peor que a las economías emergentes, en particular a las asiáticas. Y ese diferencial de crecimiento hace menos atractiva a su economía y, con mayor razón aún, a las europeas.
En tal escenario, ¿qué queda? Un mayor atractivo de nuestras economías. Y los capitales buscan los lugares donde existen posibilidades de desarrollarse, de crecer y de obtener un retorno adecuado.
Aparte de la diferencial de crecimiento, cabe unir a lo anterior -es el correlato- la diferencial de tasas de interés. Países como Brasil registran hoy más de 10 puntos porcentuales de mayor tasa que Estados Unidos, India, China. En casos bastante cercanos, Perú, Chile y Colombia presentan el mismo diferencial, del orden de casi 3 puntos: 2,9 puntos porcentuales de diferencia con la tasa de instancia. Por lo tanto, se trata de un factor que también atrae capitales.
Sobre la base del diferencial de tasa, de las diferencias del crecimiento esperado entre los países, más el relajamiento cuantitativo, se puede percibir que aumentan en forma significativa los flujos de capital a las economías emergentes, los que ascienden a casi 340 billones de dólares para 2010, según la proyección correspondiente. Y ese es un incremento significativo respecto del año anterior.
En la coyuntura actual, entonces, se aprecia un escenario de bajo crecimiento en el mundo industrializado y de crecimiento más potente, más fuerte, en el mundo en desarrollo; de economías desarrolladas, que deben mantener su política monetaria muy relajada, y de economías en desarrollo, que están normalizando sus políticas monetarias y, por consiguiente, elevando sus tasas de interés para hacer frente a un ciclo que se torna más positivo.
Tratándose de las distintas monedas -ello incluye el caso de Chile-, es posible observar que en 2010 ha existido una apreciación nominal bastante significativa.
Los países con apreciaciones récord son Australia y Japón; seguidos por Sudáfrica, Singapur, Taiwán, Colombia y, luego, Chile, que registra una de 6,3 por ciento, al día de hoy.
Hay otras naciones con menores apreciaciones, y algunas con depreciaciones, como el Reino Unido. Además, el euro ha caído con respecto al dólar, al igual que el peso argentino. Pero el resto de los países, en general, han experimentado apreciaciones.
Por lo tanto, aquí hay una realidad que da cuenta de una apreciación del tipo de cambio, especialmente del bilateral con relación a Estados Unidos, en las naciones emergentes.
Junto con esa realidad -permítame, señor Presidente, hacer esta precisión-, quiero recordar que las autoridades chinas optaron por una política de tipo de cambio bastante rígida, aunque no del todo.
Hubo un período -como se vio en la figura anterior-, entre el año 2005 y el 21 de julio de 2008, en que la apreciación fue relativamente significativa. Pero, a partir de ahí, no ha existido mayor interés por flexibilizar la política cambiaria.
¿Y qué consecuencia conlleva eso? Es bastante evidente. Si el dólar se debe depreciar respecto de un conjunto de monedas (las de los países a los cuales les va bien), ello solo puede ocurrir con las que se mueven de acuerdo a las fuerzas del mercado, como el peso chileno, el peso colombiano, la moneda de Perú, el real brasileño, el peso mexicano y también las de un grupo reducido de países, como Australia, Nueva Zelandia, Canadá, que representan economías pequeñas, pero industrializadas, y les va mejor que a nosotros.
En tal sentido, distinta sería la situación si la decisión de política cambiaria de China permitiera una apreciación de la moneda más significativa de acuerdo a cómo se comporta la competividad de su economía.
Este gráfico sirve para ilustrar el desequilibrio de cuenta corriente entre Estados Unidos y China. Así como el país del norte presenta un déficit, parece que registra un correlato, en términos de porcentaje del PIB -casi como si se mirara en un espejo-, con el superávit chino.
Esto se explica porque una parte muy significativa del déficit de cuenta corriente de Estados Unidos se produce respecto de China, lo que en particular se aprecia en la balanza comercial bilateral, que es muy deficitaria para Norteamérica y muy superavitaria para China.
Por otro lado, la política de China no puede efectuar dos cosas al mismo tiempo: administrar sus reservas internacionales y, a la vez, mantener fijo el tipo de cambio. Simplemente, ha recibido el influjo de una cantidad enorme de moneda, de tal manera que hoy mantiene casi el 30 por ciento de todas las reservas internacionales del mundo.
Es decir, las autoridades chinas han resuelto no apreciar su moneda. Pero, como cuentan con un influjo de capitales muy significativo, deben estar dispuestas a acumular una cantidad muy importante de reservas.
Así, hasta la última información de fines del tercer trimestre de 2010, China ha acumulado 250 mil millones de dólares en reservas; seguida por Japón, con 55 mil millones; Brasil, con 35 mil millones; Singapur, con 18 mil millones, en fin.
En ese escenario, Chile muestra un pequeño aumento de sus reservas internacionales: mil millones de dólares. Y dentro de los países que han efectuado intervenciones, Perú ha ganado 6 mil 900 millones de dólares este año.
Esa es la situación externa que enfrentamos, y representa una circunstancia condicionante para nosotros.
¿Qué se puede realizar desde la perspectiva del Ministerio de Hacienda? Un asunto central tiene que ver con el gasto público y el tipo de cambio.
El gasto público creció más que el producto interno bruto, como se muestra en el gráfico. En el período 2000-2005, el gasto público aumentó a 4,4 por ciento, y el PIB solo a 4,3; y en el 2006-2009, el gasto público llegó a 10,3 por ciento, y el PIB, a 2,8.
Eso significa que, si bien en el primer período la razón de gasto a PIB prácticamente no aumentó -como se observa en la imagen precedente-, durante el segundo el gasto se incrementó en forma muy relevante. Y ello tiene una correlación inmediata y no controvertida en cuanto al tipo de cambio.
Mientras más aumenta el peso del gasto público (lo que importa es la relación gasto a PIB), mayor es la presión por apreciar el tipo de cambio real. Esto se ve en forma más clara en la simple correlación de dos variables en el 2009, en que se produce el incremento más alto en gasto a PIB y la mayor apreciación del tipo de cambio real.
En tal sentido, este Gobierno tomó una opción en materia de política fiscal, que estimamos importante, entre otras razones, por la cambiaria: proyectamos un incremento del gasto público de 5 y medio por ciento para el próximo año, frente a un crecimiento del PIB de 6,1 por ciento.
Adicionalmente, nos comprometimos a reducir el déficit estructural de 3,1 por ciento del PIB -nuestro punto de partida- a 1,0 por ciento, en el 2014.
Dicho compromiso fiscal en materia de gasto y de reducción del déficit estructural representa nuestra contribución en materia de tipo de cambio.
Ahora bien, la segunda contribución se refiere a cómo financiar el Programa de Gobierno y, en particular, la reconstrucción. Respecto de esta -lo comentamos acá-, elegimos no utilizar de manera significativa los recursos externos, los del Fondo de Estabilización Económica y Social.
Sus Señorías recordarán que aquí se presentó un paquete de incrementos tributarios -varios transitorios y algunos permanentes-, que permitieron un financiamiento más compartido, balanceado, de tal manera de no colocar únicamente la presión en el tipo de cambio. Porque, si se decide financiar la totalidad del déficit, de las necesidades, mediante la utilización de una variable, ello indudablemente surte un efecto adicional.
Es decir, primero hemos considerado el gasto público; en segundo lugar, el financiamiento, y, por último, un proyecto de tributación de derivados, que se encuentra en el Congreso.
Dicha iniciativa pretende simplemente clarificar la situación tributaria ex ante que enfrenta una empresa o una persona que desea tomar cobertura cambiaria, al encontrarse ante un problema de incertidumbre. Queremos extender la cobertura cambiaria, aunque los derivados también se aplican a otro tipo de mercado.
Por lo tanto, cuando haya terminado su tramitación, podremos, junto con el trabajo que estamos realizando con la Asociación de Bancos, intentar extender las coberturas cambiarias a las pymes, que hoy día las utilizan escasamente: cerca de 8 por ciento en las pymes exportadoras, en comparación con casi el 50 por ciento de las empresas más grandes.
Eso también representa una manera de colaborar en cuanto al tema cambiario.
También hemos implementado, junto al BancoEstado, un programa de crédito en dólares para las pymes, que no existía, por un monto de 200 millones, el cual se halla disponible en las sucursales de dicha institución financiera desde el 15 de septiembre último.
Tal programa es el primero de este tipo en la banca chilena, y ha sido seguido por otras instituciones de la banca comercial con el objeto de otorgar crédito en dólares a las pymes.
Pero las medidas que podemos tomar no se hayan concentradas solo en esas materias, porque también se ha considerado reducir los costos de transacción.
Al respecto, quiero mencionar en particular un proyecto en el que estamos trabajando a todo vapor -aunque no será algo inmediato-: el Sistema Integrado de Comercio Exterior, denominado "Ventanilla Única".
Dicha iniciativa considera el establecimiento de una Comisión de Ventanilla Única por decreto presidencial, la cual unificará los criterios e integrará el trabajo de las 19 agencias involucradas en el comercio exterior, además de implementar esta idea de ventanilla única, de modo de reducir el tiempo que demanda realizar una operación de comercio exterior, desde 21 días (hoy) a 10, el promedio de la OECD.
De acuerdo a estudios internacionales, por cada día que se acorta la duración de las operaciones de comercio exterior, se registra un ahorro en los costos involucrados, no solo en los relativos al tiempo invertido, del orden de 1 por ciento del valor de las exportaciones.
Por lo tanto, podríamos generar una ganancia importante en competitividad, a través de la implementación del sistema de ventanilla única.
Me gustaría mencionar también, si hablamos de herramientas para la competitividad, que el Ministerio de Hacienda le solicitó al Banco Central, en una actuación coordinada con el Presidente, que se estudiara elevar el margen de inversión en el exterior a 80 por ciento, pues el tope por ley era de 60 por ciento.
Tal decisión le correspondía al Consejo del Instituto Emisor. Y en una sesión de hace aproximadamente un mes y medio, esta institución, con participación del Ministro de Hacienda que les habla, quien tiene derecho a voz pero no a voto en el Consejo, adoptó la determinación de aumentar el límite máximo de inversión en el exterior de 60 a 80 por ciento. Ello se implementará gradualmente, en forma trimestral, de tal manera que en el plazo de un año llegaremos a ese porcentaje.
Quiero terminar señalando que al Gobierno del Presidente Piñera le preocupa el tema cambiario, y con la Sociedad de Fomento Fabril y la Sociedad Nacional de Agricultura nos hallamos trabajando en una comisión establecida para generar propuestas transversales de mejoras de competitividad. Por su parte, el Ministerio de Economía, en consonancia con esta idea, ha formado varias mesas sectoriales, mucho más desagregadas, con el mismo fin.
Porque el problema del tipo de cambio, señor Presidente, no lo vamos a poder abordar de una sola manera: hay que apuntar a su solución y, además, a lograr perfeccionamientos en competitividad.
Muchas gracias.
El señor PIZARRO (Presidente).- La Mesa irá dando la palabra conforme a las peticiones formuladas por los Comités. Y se indicará a los oradores el tiempo asignado para intervenir, de modo que puedan atenerse a él.
En primer lugar, tiene la palabra el Senador señor Zaldívar, del Comité Partido Demócrata Cristiano, por 7 minutos.


El señor ZALDÍVAR (don Andrés).- Señor Presidente, hemos escuchado las exposiciones del Presidente del Banco Central y del Ministro de Hacienda en la Sala, y durante tres reuniones en la Comisión de Agricultura atendimos a diversos economistas sobre la misma materia y también a las partes que hoy día se ven afectadas por lo sucedido con el tipo de cambio: los exportadores agrícolas, especialmente los frutícolas.
Creo que existe consenso acerca de este asunto: hay que ver cómo corregir la situación grave, de crisis, que enfrenta un sector importante de la economía, no solo desde el punto de vista de su significado en materia de exportación -sobre 3 mil millones de dólares-, sino, sobre todo, desde la óptica de su relevancia en el empleo: actualmente ofrece del orden de 450 puestos de trabajo.
El problema se encuentra radicado en la zona centro sur del país -me corresponde representar como Senador a una parte de ella-, donde la actividad que desarrollan los exportadores frutícolas resulta fundamental en lo referido a ocupación y actividad.
Por supuesto que la contingencia que hoy los afecta obedece a algo concreto. No pienso que responda a la falta de eficiencia, porque este sector ha realizado un gran esfuerzo por lograr un buen resultado para el país. Todos reconocemos que durante largo tiempo ha ido creciendo, y todavía le queda mucho margen para hacerlo, por su capacidad de exportación a mercados distintos de los que actualmente satisface.
En consecuencia, si no le prestamos atención ahora a esta actividad y la dejamos en el punto de crisis en que se halla, es factible que se sustente por un tiempo más, pero con un deterioro que puede resultar gravísimo, porque irán desapareciendo algunos productores.
Además, si analizamos la composición de ellos, veremos que la mayoría son pequeños o medianos, y que la excepción la constituyen los denominados "grandes exportadores de fruta".
Por lo tanto, tampoco se trata de que aquí vamos a proteger a un segmento muy privilegiado; al contrario, estamos hablando de un sector que, en las zonas que representamos, muestra una fuerte diversificación.
Ahora bien, en lo referido al tipo de cambio -como lo vimos en la Comisión con las exposiciones de diversos economistas-, hay que buscar el punto de equilibrio que permita a esa actividad, con una productividad media, ser capaz de sustentarse.
Según los antecedentes que se entregaron en esos informes -son coincidentes-, el nivel de equilibrio en el tipo de cambio, por la exportación a dos mercados (americano y europeo) -como muy dijo el Presidente del Banco Central-, debiera flotar en el orden de 550 pesos. Pero nuestra moneda ha experimentado una fuerte revaluación y hoy el dólar está en 470 a 472 pesos, y con tendencia a la baja, por el fuerte ingreso de la minería, especialmente del cobre.
Se trata de un asunto esencial en cualquier actividad. Es decir, que no se nos lleve a perder rentabilidad, a obtener rentabilidad negativa o a perder calidad del capital.
Pero existe otra consecuencia que puede ser muy grave: si se mantiene la situación actual, el nivel de inversión irá decreciendo y desapareciendo. De hecho, en ciertos sectores ya se están arrancando algunos huertos cuando pasan a ser poco rentables. Y, de haber conciencia en esto, habrá que tomar las acciones pertinentes.
Me alegra que el Presidente del Banco Central haya señalado -ojalá que se concrete- que su institución se halla dispuesta a intervenir cuando estime que la situación ha llegado a ser crítica. Personalmente, creo que ya estamos en este nivel. Y, por lo tanto, no deberíamos hacer disquisiciones económicas muy frías, sino buscar una fórmula para ver cómo le brindamos un soporte a esta actividad, antes de que entre en una crisis sin retorno.
Todos coincidimos en algo: independiente de lo que pasa en los mercados internacionales -la devaluación del dólar sigue su propio ritmo dado por la economía americana, o lo que ocurre con el euro-, hay que ver cómo podemos salvar a un sector importante, cuya rentabilidad menor a cero no resulta acorde con una economía realmente boyante y donde otros alcanzan ganancias superiores a 25 por ciento.
En efecto, los sectores financiero, minero y del retail obtienen rentabilidades superiores a 25 por ciento, en circunstancias de que la agricultura, esencial en la vida y la actividad del país, percibe tasas negativas.
Entonces, debemos buscar fórmulas de solución. Hay que pensar seriamente en que la intervención debe hacerse en el momento oportuno y no cuando ya no sea posible. Y esto tendrán que decidirlo el Banco Central y el Ministerio de Hacienda.
¿Cómo se puede realizar esa intervención? Los economistas y quienes conocen algo de economía nos decían que hay una manera: no comprar dólares por comprar, sino -incluso vimos en los gráficos que Chile posee reservas no suficientes en relación con su PIB, comparado con otros países- adquirir divisas y guardar reservas (lo decía el Presidente del Banco Central), "esterilizando" los pesos que correspondan a ese tipo de operaciones.
Con lo anterior el Instituto Emisor tendría un margen. Ahora bien, seguramente habría un costo. Porque, si el Banco Central emite valores en pesos, "esterilizando" a esta moneda, y con estos compra dólares y los convierte en reservas, automáticamente se producirá un costo...
El señor PIZARRO (Presidente).- Concluyó su tiempo, señor Senador.
El señor ZALDÍVAR (don Andrés).- Le solicito un minuto adicional.
El señor PIZARRO (Presidente).- Está bien.
El señor ZALDÍVAR (don Andrés).- Muchas gracias.
Como decía, se producirá un costo en la tasa de interés de los instrumentos emitidos para tales efectos.
El otro camino lo tiene el Ministerio de Hacienda.
En la Ley de Presupuestos quisimos autorizar a esa Cartera para que pudiera endeudarse en pesos. Pero ello, al final, no se aprobó.
Yo creo que en el Ministerio de Hacienda debiera pensarse en no ocupar las reservas en dólares -el Fondo de Estabilización Económica y Social-, sino en emitir deuda en pesos y evitar la venta de esa moneda extranjera, con lo cual no se presionaría al mercado.
Y en un tercer aspecto -la materia debe apreciarse con claridad-, sin perjuicio de lo sostenido por el Ministro de Hacienda en cuanto a créditos del Banco del Estado, hay que analizar seriamente en esta oportunidad una línea de crédito en pesos a largo plazo para este sector -podría ser a diez años, con dos de interés-, porque hoy no le conviene al sector exportador endeudarse en dólares, dado el valor de la divisa norteamericana, pues significaría un suicidio desde el punto de vista de la inversión. Además, debe quedar la facultad para que el día de mañana dichos pesos se transformen en dólares cuando estos alcancen el nivel que corresponde.
--(Aplausos en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Recuerdo a quienes se encuentran en las tribunas que no pueden efectuar manifestaciones de ningún tipo.
Tiene la palabra el Senador señor Kuschel.


El señor KUSCHEL.- Señor Presidente, el mundo fabrica divisas, dólares y euros, los cuales inundan los mercados.
Si discernimos la situación con mentalidad campesina, podríamos imaginar a nuestro país como una especie de potrero flotante en un mar de dólares. Lo que interesa, entonces, es regarlo con la cantidad exacta de dólares, para mantener un tipo de cambio de 550 pesos. Si ingresan demasiados dólares, hay que tratar de que salgan, para conservar el nivel apropiado. Entonces, tenemos que mantener un equilibrio en el riego: que no sea demasiado, porque se nos morirán las plantas, ni muy poco, porque se secarán.
A continuación, quiero sugerir dieciséis medidas para aumentar el consumo de dólares, para intentar quedar en el nivel que nos interesa:
1.- Incrementar la tasa de ahorro interno en instrumentos en dólares.
2.- Efectuar licitaciones internacionales en inversiones en Chile. Por ejemplo, el Camino a Chile (los 64 kilómetros que faltan para contar con una ruta de Puerto Montt a Coyhaique) puede ser adjudicado a empresas suizas, italianas, francesas, alemanas o austriacas. Lo mismo, en el caso de la doble vía de Puerto Montt a Quellón.
3.- Comprar sedes para nuestras embajadas y consulados en el extranjero, como lo hemos manifestado en varias ocasiones, con lo cual egresarían un montón de dólares. Es decir, reemplazar el gasto en arriendos -que es un chorrazo- y consumir moneda extranjera de una vez.
4.- Crear otros instrumentos de promoción para importación de bienes de capital, maquinarias y equipos.
5.- Incrementar las becas para chilenos en el exterior por cuatro o cinco años.
6.- Invertir en fuentes de energía, que es carísima, estableciendo instrumentos apropiados para permitir que las empresas inviertan en el sector, lo cual servirá para aumentar la productividad y también para quemar dólares en el extranjero.
7.- Sustituir pagarés del Banco Central por notas del Tesoro Público.
8.- Endeudamiento fiscal para infraestructura regional en obras como las que mencioné.
9.- Adquisición de dólares por parte del Gobierno con pagarés fiscales.
10.- Como ciertos países crecen más que nosotros, algunos de esos dólares podrían pasar de largo a aquellos.
11.- Poner cuidado en nuestro propio diferencial en tasas de política monetaria, impidiéndose que lleguen a 7 u 8 por ciento, con lo que ingresarían muchos dólares. Debemos poner cuidado y atención en ello.
12.- Cuidar el tamaño del gasto relativo del sector público con el privado. El primero consume muchos menos dólares que el segundo, según ya señaló el señor Ministro de Hacienda.
13.- Aumentar la cobertura para que las pymes -en la actualidad se está haciendo, pero en poca cantidad todavía- puedan endeudarse en dólares.
14.- Extender los créditos en dólares para las personas.
15.- Reducir los costos de intermediación, para que sea más fácil y accesible endeudarse en dólares, y
16.- Incrementar las reservas nacionales en dólares.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Chadwick.


El señor CHADWICK.- Señor Presidente, como no soy economista, con mucha humildad, intentaré que las máximas autoridades económicas del país aprecien la realidad del problema agrícola y del sector productivo exportador desde una visión distinta y según una realidad diferente, colaborando para buscar soluciones a la situación existente.
Represento en el Senado a la Sexta Región y a cerca de 800 mil personas. Se trata de una Región -lo que nadie discute- cuyo corazón es la agricultura. Y dentro de esta actividad el mayor empuje lo constituye precisamente el sector frutícola exportador. De este, dependen los empleos en ella, el comercio, el transporte, los ingresos y mayoritariamente la subsistencia de las familias, la posibilidad de mejorar la educación de los hijos, además de la sobrevivencia de nuestros pueblos rurales, de su cultura y de su identidad. Es decir, la Sexta Región está supeditada a la agricultura.
Por lo anterior, considero que nos encontramos ante un problema de carácter no solo económico o productivo. Obviamente, hay una base de ambos factores. Pero me parece que, en lo fundamental, estamos enfrentando una dificultad de carácter social y cultural. Y esa realidad no la veo expresada en las múltiples láminas -muy interesantes- que se nos han expuesto durante esta sesión.
¿Qué ocurre?
No he escuchado a ningún economista; no he leído estudio alguno ni existe un documento que hoy esté en condiciones de afirmar que la actividad productiva frutícula exportadora del país pueda subsistir, mantenerse y rentabilizar sobre la base de un precio del dólar que hoy bordea los 470 pesos y que ha fluctuado en los días pasados en torno de los 480. No conozco a nadie que me diga que eso es factible.
Por consiguiente, mi mayor y fundamental preocupación radica -lo señalo en forma muy clara y muy directa- en que esta actividad exportadora frutícola no podrá sobrevivir -al menos como la hemos conocido hasta hoy en nuestro país-, con un dólar de 480 pesos, como ha ocurrido en el último tiempo.
Y la situación descrita no es un hecho circunstancial de hoy ni de pocas semanas. ¡No! Es algo que se viene extendiendo en el tiempo. Pongo un solo ejemplo: mientras la UF en 2001 equivalía a 25,2 dólares, en 2010 subió a 40. Y todos los costos de nuestro sector agrícola productivo se expresan en unidades de fomento. Lo anterior demuestra que nos encontramos ante un proceso gradual, pero sostenido y permanente en el tiempo, de deterioro del sector productivo.
Y no se trata de una situación irreductible o frente a la cual respecto de la cual la ciencia económica considere que no hay alternativas diferentes de las que aquí se han señalado. Porque otros países nos han demostrado opciones diversas. Y también distintos economistas que hemos recibido en la Comisión de Agricultura, muy respetados, han hecho presente posibilidades distintas.
El Gobierno y el Ministro de Hacienda han dado a conocer diversas medidas que están muy bien orientadas. Pero el problema -como diría el Presidente de la República- requiere urgencia. ¡Urgencia!
Por lo tanto, en mi opinión, esas medidas requieren un buen diálogo con otras experiencias y con otros economistas, a fin de darles ese sentido de urgencia.
Yo mencioné cómo ha funcionado nuestra actividad agrícola hasta el momento, la que -es bueno recordarlo- ha sido fundamental en el país. En ella laboran más de 9 mil productores. Recién se decía que genera más de 450 mil empleos directos ¿sin mencionar los indirectos- e implica más de 3 mil millones de dólares de retorno. Además, fue pionera en la estrategia exportadora de Chile, al llevar la fruta chilena a todos los mercados del mundo con un sello de calidad.
Por eso, señor Presidente, se trata de un problema de justicia y no solo económico-social.
Cuando en un país se adopta una política pública que traerá beneficios a determinado sector económico de carácter mayoritario pese a que, al mismo tiempo, acarrea perjuicios a otras actividades, el bien común exige, en virtud de la justicia, que el Estado repare al sector que sobrelleva los costos de ese daño, le otorgue ciertos beneficios y lo apoye por cargar la pesada mochila que se origina con esa política pública.
Por eso, más allá de lo que hemos escuchado, estamos frente a un problema urgente que no solo es económico, sino de carácter social y esencialmente de empleo y de justicia frente a la exigencia del bien común.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Letelier, por 10 minutos.


El señor LETELIER.- Señor Presidente, en el largo plazo toda la actividad agrícola estaría muerta si las cosas siguen igual y la agricultura de exportación quebraría de mantenerse la actual lógica relatada por el Ministro de Hacienda y por el Presidente del Banco Central, conforme a la cual sostienen la teoría económica prístina de la asignación de los factores. Con ella el ganador no será el país en su conjunto, sino ciertos sectores de la economía que obtendrán demasiado a costa de otros territorios y sectores de la economía que se tornan inviables.
Ocurre hoy día que el sector agrícola exportador intensivo en mano de obra -no el agrícola propiamente tal- no puede continuar si no se intervienen múltiples factores. Porque las palabras que escuché del Presidente del Banco Central responden a la típica orientación de aquellos que son más papistas que el Papa.
Dentro de una coyuntura como la actual -donde existe una guerra de divisas a nivel internacional y en la que Estados Unidos y China defienden sus economías-, el que un país pequeño como Chile deje que se destruya una industria que genera tanto empleo y riqueza, a mi juicio constituye una tremenda irresponsabilidad.
Por eso el Presidente de la República, en el punto 4 de las 25 medidas que en su campaña propuso para el agro -entiendo que no lo hizo por razones demagógicas-, se comprometió a lo siguiente:
"Promoveremos un tipo de cambio estable y competitivo. Vamos a profundizar en la estrategia exportadora adoptada por Chile, promoviendo un tipo de cambio que fortalezca este camino, garantizando su competitividad y estabilidad. Entre otras medidas, potenciaremos instrumentos de cobertura para el tipo de cambio adecuado a la realidad agrícola dando facilidades en su acceso a los pequeños y medianos agricultores.".
Señor Presidente, la realidad concreta es que hoy tenemos un tipo de cambio insostenible para asegurar rentabilidad en el sector frutícola de exportación, que sufre por los fenómenos internacionales y por los ingresos masivos de divisas derivadas del cobre, producto que no genera ocupación territorial, beneficios ambientales ni empleo ante los costos de inversión que afectan a la agricultura.
El sector frutícola se desempeña sobre un territorio cercano a las 300 mil hectáreas; produce 500 mil empleos directos -más de un millón si se incluyen los indirectos, y paga en pesos pero gana en dólares, lo cual significa, en términos prácticos, que sus costos han aumentado significativamente.
A eso se suma que, en la cadena del negocio, los productores no reciben más que entre 16 y 18 por ciento de retorno, lo cual queda demostrado en el caso de la uva de mesa o de las manzanas. El resto de los ingresos se van en servicios como transportes, embalaje, etcétera.
Y hoy observamos a un sector que se halla endeudado en pesos porque, entre otros motivos, en cierto momento no se facilitó el endeudamiento en dólares. Se pusieron muchas trabas, debido a los spreads que dificultaban esa posibilidad.
En concreto, de seguir al ritmo actual no solo continuaremos viendo los letreros instalados en la carretera que recuerdan al Presidente Piñera su compromiso de defender al sector agrícola, porque todos entendieron -yo también como representante de la Sexta Región (corazón frutícola del país junto con la Séptima Región)- que se iba a defender esta actividad de la voracidad de otros rubros económicos que les va muy bien.
Mientras en la gran minería generar empleo tiene un costo de entre un millón y un millón y medio de dólares de inversión, en la agricultura es de cerca de 16 mil dólares.
Por lo tanto, lo que está en juego es la ocupación territorial, una fuente de empleo, una forma de ser, pero sobre todo un negocio donde Chile sí tiene ventajas comparativas. Y por un manejo coyuntural, que no toma en cuenta la necesidad de defender a este sector de la economía, podemos destruir -créanme que eso no cuesta nada- una industria que demora muchos años en construirse.
Ese ha sido un esfuerzo de agricultores que en su gran mayoría no son grandes empresarios. Gran parte de ellos son pequeños y medianos agricultores porque, entre otras cosas, si mayor es la escala no da el negocio o se torna demasiado complejo, pues uno de los factores básicos es el manejo de la mano de obra.
Los agricultores del sur saben que una hectárea de berries necesita cierta cantidad de mano de obra que no es posible conseguir fácilmente al momento de cosechar.
En consecuencia, estamos viviendo un fenómeno límite.
Entiendo que esta idea de la asignación de los factores de la economía -como se dice habitualmente- forma parte de lo que debe decirse para hablar de la macroeconomía, pero que al sector al cual nos referimos lo destruyó en el largo plazo.
Y para remediar esa situación se requieren medidas.
Yo solo quiero plantear algunas, entendiendo que una que ayudaría mucho es frenar las inversiones en el cobre o impedir que lleguen los dólares de las grandes empresas mineras privadas, porque la gran minería del cobre en el país se encuentra en manos de trasnacionales que se llevan las utilidades, no dejan mucho en Chile y, de paso, destruyen al sector frutícola.
Por eso, señor Presidente, quiero plantear medidas que son necesarias.
Se requiere, por cierto, una intervención del tipo de cambio.
Todos los economistas, frente a una evaluación de riesgo, opinan que, si se compran dólares en un escenario malo, esto actúa como un seguro.
Si hoy se toma la opción de comprar dólares con un precio del cobre de 4 dólares la libra -se supone que el actual no es un precio de largo plazo, sino, presuntamente, uno de coyuntura; debería estar en 2,59, según el Ministerio de Hacienda y el Banco Central-, en el peor de los casos, ¡en el peor de los casos!, habremos realizado una inversión, pero, al mismo tiempo, logrado mantener con empleo a un sector de la economía. Si no lo hacemos, existe la posibilidad de que se destruya, no solo ese sector, sino también otros que exportan sus productos, porque no habrá ningún incentivo para la inversión.
Señor Presidente, se necesita una intervención en el valor de la divisa ¡ya! Y, como ello no es suficiente, se necesita, además, encontrar instrumentos para aliviar los costos del sector, en particular los del área del empleo.
El Estado gasta recursos en generar empleos y hay que refocalizarlos, por ejemplo, a través de subsidios para el pago de cotizaciones previsionales. La cantidad de imposiciones declaradas y no pagadas -no porque no se quiera, sino porque no se puede- es tremenda. Vamos a tener una crisis brutal en un par de años si no se hace algo para subsidiar la mantención de la contratación de mano de obra.
La Sexta Región depende de la actividad frutícola. No hay otra industria que la sostenga. Al menos en las 33 comunas de sus tres provincias -y estoy seguro de que en las del Maule acontece algo muy similar- es fundamental que no se deteriore la contratación de mano de obra.
El Presidente de la República señaló que iba a aumentar en 180 mil los empleos en el sector frutícola. Lo único que quiero decir es que eso no va a ocurrir en las condiciones actuales.
Se necesita adoptar medidas que permitan, por cierto, que llegue más del negocio a los productores. Hoy ellos están recibiendo una parte muy limitada.
Se necesita mayor transparencia.
Se necesita evitar, creo yo, que ingresen al país inversiones como "capitales golondrina". Y necesitamos ver que eso no ocurra con la inversión financiera.
Necesitamos, sí, que se establezcan líneas de crédito, pero líneas de crédito que signifiquen subsidios. Porque el beneficio de este sector de la economía es tremendo; tiene externalidades que nadie quiere evaluar ni valorizar.
Los dueños de los fundos, de los predios, podrán arrancar los frutales, como está ocurriendo hoy; podrán agarrar su capital e invertir en otra cosa. Sí, reasignación de recursos. Pero, de paso, muere el Valle Central de Chile.
Eso es lo que nos preocupa, eso es lo que reclamamos, señor Presidente.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Tuma, por cinco minutos.


El señor TUMA.- Señor Presidente, esta sesión del Senado cumple un hito importante en las expectativas de un sector productivo que no fue indiferente cuando se globalizó nuestra economía y dejamos de ser un país monoexportador.
Para diversificar las exportaciones, hubo que efectuar un enorme esfuerzo desde el punto de vista de las inversiones, del riesgo, de la capacitación y de salir a competir. Y, en verdad, si miramos retrospectivamente, las posibilidades y oportunidades que teníamos de competir y exportar al mundo eran bastante pocas.
Ahora, cuando viajamos al extranjero, vemos con mucho orgullo cómo Chile ha diversificado sus exportaciones. Nuestros productos agrícolas están en el mercado internacional. Y lo hemos hecho no solo con buenos precios, sino también con la mejor de las calidades. Eso ha significado un esfuerzo tremendo, tanto de parte de quienes invirtieron como de sus trabajadores.
Sin embargo, una vez que ellos logran competir en cuanto a precio y calidad, se encuentran con que el mercado los castiga con el tipo de cambio, razón por la cual, naturalmente, no pueden mejorar su competitividad. Y ello no depende de los productores.
Yo provengo de una familia de comerciantes y sé por experiencia que si un negocio no funciona lo tengo que cambiar. Si estoy vendiendo artículos de librería y estos no resultan rentables, liquido los libros y me dedico a la perfumería o a otras actividades. Pero en materia de producción y exportación agrícola no se puede cambiar de rubro de la noche a la mañana, pues ello supone un largo proceso de inversión que hace imposible reaccionar frente a una variable que escapa al control de los agricultores.
Entonces, ¿en quién recae la responsabilidad de equilibrar y tomar las medidas necesarias para que este sector pueda seguir compitiendo en el mercado? ¡En el Estado! Su rol aquí es fundamental.
Hay, claro, distintas visiones. Algunos sostienen que el mercado tiene que regularlo todo. Pero, en tal caso, ¿vamos a tener que pagar el costo de aniquilar absolutamente esta diversificación de exportaciones -al menos al sector agrícola-, o vamos a asumir que aquí hay una responsabilidad del Estado, sea del Banco Central (por ser parte de él) o del Ministerio de Hacienda?
A nuestro juicio, quienes gobiernan, que tienen a su cargo la conducción del país, deben adoptar todas las medidas que sean necesarias -entre otras, las mencionadas por varios señores parlamentarios- para los efectos de impedir que este sector sea aniquilado.
Pero no basta la explicación técnica, teórica, macroeconómica; tampoco la buena voluntad o algunas medidas que, como indicó el Ministro de Hacienda, apuntan en tal dirección. Eso no les sirve a los agricultores. La simplificación de trámites no es el problema que los tiene agobiados, ni la liquidación pronta de sus divisas, ni el cobro rápido de sus exportaciones. Su problema está en el tipo de cambio, en los costos.
Algunos pequeños y medianos empresarios ya han dejado de pagar las imposiciones. La crisis es hoy, no mañana. Y no puede ser resuelta en el mediano o en el largo plazo, sino de inmediato.
Hay sectores que están siendo beneficiados y otros que están perdiendo. Entre los primeros se hallan los bancos, las financieras, las mineras, los importadores, el retail y el comercio.
¿Quiénes están perdiendo? La agricultura, los exportadores, los productores nacionales y los trabajadores.
Entonces, para impedir un mayor costo social, que al final igual deberá financiar el Estado, resulta imprescindible adoptar medidas ahora, ya sea por parte del Banco Central o por el Ministerio de Hacienda.
Señor Presidente, yo no me voy a pronunciar acerca de las medidas o las prioridades que han de considerarse. ¡Es el Gobierno el que tiene la responsabilidad de tomar las decisiones! Pero queremos resultados. No basta con decir "Hemos hecho esto", "Hemos hecho esto otro". Lo que se requiere son medidas concretas que lleven al sector agrícola al menos a un punto de equilibrio -hoy no lo tiene- con el tipo de cambio existente.
Como hay sectores que están siendo muy beneficiados con la actual situación, sugiero -el Estado debe buscar un equilibrio- que se vea la manera para que ellos contribuyan a que los que están perdiendo puedan superar la amenaza de aniquilamiento que pesa sobre su industria, a la que tanto le ha costado ser exitosa y competitiva en el mercado.
Ahí le pido una mayor responsabilidad tanto al Gobierno, incluido el Presidente de la República, como al Banco Central.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra, por seis minutos, la Senadora señora Lily Pérez.


La señora PÉREZ (doña Lily).- Señor Presidente, hay mucho que decir esta tarde.
En verdad, resulta muy interesante escuchar al Presidente del Banco Central, pero nosotros somos representantes políticos y sociales de la comunidad.
Yo, como Senadora de la Quinta Región, represento a provincias como la de Valparaíso, Petorca, Quillota, Los Andes, San Felipe, Marga Marga.
Mi Región está compuesta por 26 comunas, las cuales son mayoritariamente agrícolas.
Y represento a miles de agricultores, regantes, temporeras, personas que viven y trabajan de la tierra.
¿Por qué pongo este punto?
Porque lo que estamos discutiendo hoy día no son solamente cifras o datos duros, sino la realidad social de la gente que vive y trabaja de la tierra.
A ello quiero agregar dos datos más.
En la Región de Valparaíso pudimos obtener el decreto de escasez hídrica hace apenas tres semanas. Nuestra zona, históricamente -está en su ADN-, conlleva una sequía permanente.
Y a eso hay que sumarle que desde este fin de semana estamos con alerta roja de la ONEMI.
Yo les pediría a mis colegas que pusieran atención, pues quienes estamos aquí, en general, representamos a zonas agrícolas. Y de verdad creo que, mientras en quienes toman decisiones en estas materias no exista conciencia de que el problema afecta mucho más que los números y las cifras del Banco Central y que va bastante más allá de la devaluación o avaluación del dólar, estaremos en un verdadero diálogo de sordos.
Hoy la agricultura, pese a su impacto económico y a la enorme cantidad de ingresos que significa para nuestro país, no cuenta con igualdad de oportunidades. A mí, en lo personal, no me da ningún susto hablar de probables subsidios para el sector. Si ya existen en un montón de otros ámbitos, ¿por qué no podríamos tener, eventualmente, si fuera necesario, uno para el mundo agrícola?
Pienso que se debe enfrentar esta situación sin complejos.
Y, como dije, hay que sumar otros factores.
Este fin de semana la ONEMI decretó alerta roja para varias de las provincias de la Región de Valparaíso, donde miles de hectáreas han sido devastadas por el fuego.
Y lo peor de todo es que, frente a este escenario, el Instituto Emisor nos trae cifras y láminas -lo entendemos- que lamentablemente no se condicen con la realidad que día a día constatamos en terreno en nuestras regiones.
Uno se pregunta: ¿es cierto que el único camino posible es la intervención del Banco Central? Probablemente no. Hay muchas medidas alternativas que se pueden tomar. Pero, ¿es deseable que él y el Gobierno intervengan en forma directa en esta situación? Yo estoy convencida de que sí.
Cada día que pasa estoy más convencida de que la respuesta debe ser positiva. Porque no puede haber indiferencia frente a una realidad que no es solo económica, sino también, como aquí se ha dicho -y Sus Señorías pueden observar que en ello ha habido una opinión bastante transversal-, una realidad social que le llega de fondo a todas las regiones que dependen de la agricultura.
Chile no puede apostar a ser un país que dependa solamente de las exportaciones mineras, que hoy se hallan en buen pie, con un precio del cobre fantástico. Pero, ¿qué pasa cuando eso no es así? ¿Qué pasa cuando los rubros más afectados son el frutícola y el vitivinícola, que representan el 41 por ciento del PIB agropecuario?
Esos son datos reales que también debemos tomar en cuenta.
¿Será capaz de sobrevivir el sector agrícola si, por ejemplo, el dólar cae bajo la barrera de los 450 pesos? Y si cae a 300 pesos, ¿qué va a ocurrir?
¿Cuál es la clave? La competitividad. Sin embargo, ¿cómo puede ser competitiva una industria que en la actualidad no tiene un rayado de cancha en la línea de la igualdad de oportunidades?
Eso es así. Y ello, porque hoy existen muchas variables incontrolables que afectan a la agricultura -no solamente la fuerte caída del dólar- y que ya he mencionado: los incendios, la devastación de enormes campos y predios, la sequía, la falta de agua. Y cuando no hay agua, cuando existe sequía, cuando se producen incendios, no hay trabajo. Y cuando además el dólar baja a niveles como los actuales, nuestros agricultores y la gente que vive y trabaja de la tierra queda sin expectativas.
Y estos son justamente los meses donde más se necesita un apoyo para el mundo agrícola, porque es la época de la cosecha, la época de las temporeras, la época en que la gente que mueve el sistema y la industria de la agricultura tiene mucho que hacer y mucho que decir.
Así que, señor Presidente, yo espero que hoy día se pueda llegar a algo contundente, a un buen resultado que anime a las personas que trabajan en el rubro, que les dé expectativas reales, un rayado de cancha que sea positivo, y que el Banco Central, junto con el nuevo Gobierno, nuestro Gobierno, tome una decisión que sea un aporte, un apoyo y, sobre todo, un gran estímulo para desarrollar una industria que le ha dado mucho a Chile, pero que hoy se halla enfrentada a un gran problema.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Ignacio Walker por siete minutos.


El señor WALKER (don Ignacio).- Señor Presidente, como sabemos, desde hace unos meses existe una muy legítima y justificada preocupación por la situación cambiaria en Chile, lo que pone una fuerte presión y daña gravemente a nuestro sector exportador no minero (como el sector frutícola que yo represento, junto con la Senadora Lily Pérez, en la Quinta Región Interior, provincias de Petorca, Quillota, San Felipe y Los Andes).
Y, en mi calidad de Presidente del Partido Demócrata Cristiano, quisiera compartir la inquietud que existe en nuestra colectividad sobre aquella situación, la que no puede ser una situación más, como una especie de ritual. Creo que realmente es tiempo de pasar a la acción.
Todos sabemos que el problema no es fácil, de la misma forma que no lo es para un empresario o agricultor ajustarse a una sostenida baja del tipo de cambio.
¿Qué debemos hacer?
Existe evidencia de que no se puede afectar el tipo de cambio nominal en el mediano y largo plazo con intervenciones de las autoridades. Pero esto no implica que estas no deban hacer nada para facilitar los ajustes de precios relativos.
En el escenario que hemos descrito, se requiere que el Estado juegue un rol activo para facilitar el ajuste de los sectores afectados por estas fuertes oscilaciones del tipo de cambio, en especial a los pequeños productores. Este apoyo debe ser mucho más significativo que el ocurrido en años anteriores con un tipo de cambio alto.
En términos generales, uno diría que en esta materia hay tres tipos de políticas: primero, intervenir en el valor de la divisa; segundo, facilitar que los productores se puedan cubrir contra el tipo de cambio, y tercero, propiciar políticas que aumenten la productividad del sector exportador.
Respecto a la primera (el valor de la divisa), esta se puede llevar a cabo mediante la compra de dólares por parte del Instituto Emisor; a través de la implementación transitoria de controles a los flujos de capital, o bien, por medio de un mayor control del gasto público, como dijo el señor Ministro de Hacienda.
La compra de divisas por parte del Banco Central ha mostrado tener un impacto acotado y su eficacia está relacionada con la capacidad de afectar las expectativas de los agentes en una situación de sobrerreacción del mercado.
Los controles de capital mostraron tener un efecto inicial en los años noventa, pero su eficacia se fue perdiendo a medida que se fue generando una industria para evadirlos.
Por eso, no puede ignorarse el rol del Ministerio de Hacienda en el mercado cambiario, el cual, al contar con importantes ingresos en dólares (por los traspasos de CODELCO y la tributación de la minería privada) y gastos mayoritariamente en pesos, puede requerir liquidar cantidades importantes de dólares en el mercado, exacerbando la caída del tipo de cambio.
Lamentablemente, señor Presidente, no tenemos información pública detallada sobre las operaciones cambiarias totales que ha realizado este año el Fisco y las que se pretende efectuar en los próximos meses como para poder aislar su efecto en el tipo de cambio. Se requiere -y esta es una petición al señor Ministro de Hacienda- que exista transparencia en las finanzas públicas, porque es importante que se dé a conocer esta información, para así evaluar si el Fisco puede buscar alternativas a su necesidad de financiamiento en pesos.
En el proyecto de Ley de Presupuestos para el 2011 planteamos una indicación en ese sentido, pero el Ejecutivo, incomprensiblemente, no la acogió.
En cuanto al segundo grupo de políticas, que tienden a facilitar que los productores se puedan cubrir contra las fluctuaciones del tipo de cambio, se debe posibilitar el endeudamiento en dólares de las firmas exportadoras. Del mismo modo hay que permitir el mecanismo de coberturas FOGAIN y FOGAPE en dólares. La deuda en dólares cubre el riesgo del tipo de cambio, lo que favorece a los exportadores.
Cuando cae el tipo de cambio, cae también el valor de la deuda en pesos. En este punto, es dable pensar que el Estado -vía CORFO, por ejemplo- puede facilitar la creación de coberturas dólares-pesos de un plazo mayor, sin que esto se traduzca necesariamente en un subsidio a los exportadores. Aunque tampoco se debe tenerle miedo a la posibilidad de algún tipo de subsidio al sector productivo, especialmente frente a la contingencia descrita.
Sin embargo, esta problemática ha de abordarse no solo en el corto plazo, con medidas concretas que permitan paliar la crítica situación por la que atraviesa el sector exportador, especialmente en el ámbito agrícola y, en particular, frutícola.
Y, para terminar, señor Presidente, me referiré al tercer tipo de políticas.
Es indispensable poner el foco en que la competitividad de largo plazo de la industria nacional depende de factores -como bien sabemos- que van más allá del tipo de cambio, los cuales hay que abordar, impulsando, simultáneamente, la discusión sobre las reformas mas estructurales que el país requiere, por ejemplo, reducir la burocracia en los procesos de exportación y crediticios; disminuir los extremadamente altos precios de la energía; mejorar la calidad de la educación, el acceso a la capacitación, la inversión en innovación, y por último, facilitar los procesos de reconversión de los sectores.
Respecto a este último punto, es importante anotar que en muchos sectores agrícolas, donde teníamos ventajas comparativas, estas se han ido reduciendo por el aumento del costo de la mano de obra. Uno podría decir: ¡bienvenida esta tendencia! Pero junto con ello, debemos encontrar nichos donde el citado costo no constituya un impedimento para competir con países como Perú.
Concluyo, señor Presidente, señalando lo siguiente.
No se trata de manipular artificialmente el tipo de cambio, porque es muy costoso. Pero tampoco debe haber lugar para la pasividad o la indiferencia de parte de la autoridad monetaria y fiscal, y perfectamente coordinadas entre sí. La idea es no apostar a los automatismos del mercado y recordar que hay un amplio campo abierto a las políticas públicas, desde los puntos de vista fiscal y monetario.
Por lo tanto, llamamos a la autoridad pública -monetaria y fiscal- a que esta sesión no sea una más, y que podamos abordar esta materia de manera proactiva, sin la pasividad que notamos en este momento.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Antes de concluir el Orden del Día, solicito el asentimiento de la Sala para prorrogar la sesión por 20 a 25 minutos, a fin de que a todos los Senadores inscritos les sea posible intervenir, y luego, el señor Ministro o el señor Presidente del Banco Central puedan formular algún comentario final.
--Así se acuerda.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Coloma por 6 minutos.


El señor COLOMA.- Señor Presidente, la sesión que hoy celebra el Senado reviste gran relevancia para el país.
Recuerdo muy bien que hace dos o dos años y medio -estaba presente el mismo Presidente del Banco Central- el Senador señor Frei, entonces Presidente de la Comisión de Hacienda, y quien habla, cuando presidía la de Agricultura, solicitamos que se llevara a cabo una sesión de esta naturaleza para tratar un problema parecido al que hoy nos convoca. Aquello permitió, generó o gatilló -para ser más modestos- un proceso de intervención del Banco Central que, al final, ayudó a salvar a sectores productivos que se hallaban colapsados.
En esa oportunidad -tengo en mis manos la Versión Oficial de esa sesión-, planteamos la necesidad de entender que el Senado debe definir o votar cambios constitucionales y legales, nombrar autoridades, autorizar la salida de tropas, lo que es muy significativo, pero, básicamente, tiene que representar a la gente. Y de esa labor de representatividad no podemos abdicar. Y aquí, hoy día, nos encontramos desarrollando ese rol fundamental.
El problema de fondo, señor Presidente, es que estamos haciendo crecer un país desigual. Es un tema muy complicado. Los últimos índices oficiales de competitividad nos revelan que cada vez hay más diferencias entre los chilenos, no solo en materia educacional, como tradicionalmente se ha visto, sino también, según la Región en que nacen. Y esa realidad resulta extraordinariamente compleja.
Considero fundamental que el desarrollo armónico sea responsabilidad de quienes tenemos obligaciones públicas. Y eso quiero acentuar en esta ocasión.
Como podemos ver, nos hallamos, básicamente, en una situación de empobrecimiento dramático en cuanto a empleo y a creación de riquezas en las Regiones del centro-sur del país. Y este asunto hay que abordarlo en esa perspectiva. Cuando me hablan de que Chile crece, su crecimiento no es parejo, sino muy desigual. Si bien tenemos un problema con el sector agrícola, no es el único que debemos enfrentar.
Esa desigualdad podemos afrontarla de distinta forma. Existe una dificultad que es propia del sector agrícola, y al Gobierno le cabe una responsabilidad al respecto. Así se lo planteamos a la Administración anterior, la que resolvió algunas cosas y otras no. Y esperamos que el Gobierno actual las pueda concretar, tales como, licitación de créditos potentes con seguro agrícola FOGAPE, FOGAIN, accesibles para agricultores no INDAP; mejorar la información del Ministerio de Agricultura en cuanto a precios; fortalecer las comisiones antidistorsiones; generar una legislación que permita contar con instrumentos de crédito de largo plazo en el ámbito agrícola, tema que constituye un verdadero cáncer del sistema y que no ha podido ser abordado -según dicen- por restricciones impuestas por el Convenio de Basilea al Banco Central; revisar los criterios con que se fijan las tarifas eléctricas, porque el mundo agrícola, una vez más, a pesar de gastar el 2 por ciento en electricidad, se ve afectado por los horarios peack, sin que haya la más mínima sensibilidad de la autoridad económica, de ningún Gobierno, que permita alterar tales criterios.
Sin embargo, también hay una obligación del Banco Central sobre el particular. Y a ello me referiré en estos breves minutos que me quedan.
Es fundamental que exista una competitividad cambiaria mínima, como lo han planteado algunos parlamentarios.
Si antes una UF costaba 25 dólares y, hoy día, vale 45, significa que tenemos un problema de distorsión potente. Además, el 52 por ciento de las exportaciones del país son mineras. Y a mí me enseñaron que, desde el punto de vista de la monoproducción, el escenario era complejo cuando las ventas del metal rojo al exterior representaban el 35 por ciento, y que había que ser más expansivo y diverso. Ese era el criterio. Hoy, Chile se está convirtiendo en una nación con exportaciones cada vez menos diversas debido, básicamente, al precio del dólar.
Y es aquí donde quiero reiterar el llamado que hicimos a la autoridad del Banco Central hace 2 años. No veo por qué ahora no podemos tener el mismo éxito, sobre todo si entonces funcionó bien. Se trata de la posibilidad de generar una intervención, manifestando la voluntad de comprar divisas, masiva o parcialmente, para mejorar las reservas del país.
Quiero plantearle al Presidente del Instituto Emisor que de esa acción dependerá, lamentablemente, la vida de miles de personas. El mundo agrícola se está muriendo, con excepción de dos o tres actividades cuyos productos tienen un buen precio internacional. Y no vislumbro ninguna posibilidad de que el valor actual de la libra de cobre vaya a permanecer en el tiempo. Por lo tanto, tengo la impresión de que si de repente baja su precio, nos encontraremos con un sector alternativo completamente destrozado. Y queremos evitar su destrucción.
Pienso que la labor pública requiere campanadas de alerta y acciones a tiempo, para evitar ser después enterradores de esquemas.
Y aquí tenemos un problema severo.
El diario "El Mercurio" de hoy día publica que el "Peso chileno se convierte en la moneda que más se ha apreciado a nivel global en el semestre". Entonces, obviamente, eso genera una menor competitividad en algunos sectores que no tienen un peso extraordinario como el minero.
En consecuencia, no veo la razón para no avanzar en esa línea, toda vez que los niveles actuales son muy parecidos a los que teníamos hace dos años y medio, cuando sí se dio un paso que fue -insisto- muy exitoso, y donde, incluso, el Banco Central ganó recursos.
Por último, se trata de un tema de aseguramiento. Porque, si al final algunas autoridades se equivocan y el valor de la libra de cobre sigue a más de 4, 5 ó 6 dólares, lo que se pudo haber perdido al comprar dólares al precio actual, se va a recuperar, obviamente, por enriquecimiento impositivo. Por el contrario, si su valor no continúa en los niveles de hoy en día, industrias que pudimos haber defendido, van a colapsar.
Señor Presidente, estamos frente a una situación que reviste la misma gravedad que la de años atrás. He leído la Versión Oficial de la sesión que celebramos entonces, y me parece que se dan iguales circunstancias. En esa ocasión, el Banco Central señaló que le parecía que todavía no era la hora de intervenir, y lo hizo 3 semanas después. Ojalá ahora se proceda de la misma forma.
Estas son las campanadas que el Senado debe dar con fuerza. Porque, de lo contrario, pienso que se destrozará un sector clave, una forma de vida. La agricultura es cultura agrícola que después va a costar décadas replantear.
Y, si son medidas duras, difíciles, o que teóricamente implican correr riesgo, ¿qué cosa importante en la vida se hace sin él? Ninguna. No obstante, tengo la impresión de que se trata de un riesgo acotado. Porque insisto: si existe un precio del cobre potente en el largo plazo, hay recursos suficientes para pagar lo que podría costar hoy una eventual intervención.
Por el contrario, cuando no se cuente con ese precio, habremos salvado sectores agrícolas que, de otra manera, están llamados al colapso.
Por eso, señor Presidente, quiero ser claro y preciso: hay medidas que le corresponden al Gobierno. Pero tiendo a pensar que el Banco Central no puede desentenderse de una situación que tiene con la soga al cuello a millones de chilenos.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Quintana por 3 minutos.
El señor QUINTANA.- Yo estaba inscrito para después.
El señor PIZARRO (Presidente).- En ese caso, puede hacer uso de ella el Honorable señor Espina por 6 minutos.


El señor ESPINA.- Señor Presidente, pocas veces en el Senado se produce, yo diría, una petición contundente al Gobierno respecto de una situación que por momentos resulta dramática: la que está viviendo el sector frutícola exportador del país.
Como Presidente de la Comisión de Agricultura, y a petición de otros señores Senadores -entre ellos, los Honorables señora Rincón y señores Quintana y Letelier- me tocó dirigir una sesión que realizamos en dicho órgano técnico, en la cual recibimos a representantes de FEDEFRUTA y de otras organizaciones gremiales de la Sexta y de la Séptima Región, y fundamentalmente a un grupo de economistas destacados: Juan Carlos Méndez (magíster en economía agraria y Master of Arts en la Universidad de Chicago); José Ramón Valente (MBA de la Universidad de Chicago); Francisco Arroyo (con títulos de posgrado, Director Ejecutivo del Centro de Innovación para el Desarrollo de la Universidad de Chile); Joseph Ramos (Ph.D. en Economía, Columbia University); Juan Carlos Scapini (economista de la Universidad de Chile, master en estudios europeos de la Universidad de Roma), y Bernardo Javalquinto (Ph.D. Doctorado en Economía y Administración).
Creo hubo unanimidad entre todos ellos en lo siguiente: con el actual precio del dólar el sector frutícola está sufriendo una situación dramática y es probable que un grupo importante de productores quiebre.
Ninguno difirió de ese criterio.
Respecto de las medidas de solución, ellos formularon una batería de propuestas -las vamos a reenviar al Ministerio de Hacienda y al Banco Central- que van derechamente desde la intervención, mediante la compra de dólares, hasta una serie de otras medidas que los señores Senadores han detallado.
Pero hay un hecho que el Gobierno -mi Gobierno- tiene que asumir: cuando el Senado en su conjunto, en forma seria, responsable y sin demagogia le plantea que se vive una situación dramática en un sector de la economía chilena tan vital como el exportador, no podemos ponernos tapones en los oídos, porque eso significaría ignorar una realidad social que se está produciendo y respecto de la cual no se puede guardar silencio.
Más aún, a la Comisión de Agricultura asistió doña Carmen Gloria Marfull, Directora de FRUSEXTA y productora, quien, con su esfuerzo, su dinamismo y debido a que en nuestro país se le dijo que debía ser emprendedora, invirtió sus recursos, se sacó la mugre, se levantó temprano y llegó a ser una exitosa exportadora con 25 camiones de transporte internacional. Cuando a ella se le pregunta derechamente cuál es la situación de la fruticultura, su respuesta fue: "no es dramática, ¡es tremendamente dramática! Nosotros confiamos en la fruta, invertimos, crecimos, pero ¡también el Estado de Chile confió en la fruta porque por años estuvo celebrando tratados con países afuera, (...) Entonces, también se comprometió el Estado y de repente se viene una invasión de dólares".
¿Qué pasa? Se siente absolutamente abandonada.
Entonces, señor Presidente, no quiero entrar en las medidas de solución porque creo que las han planteado todos los señores Senadores.
Considero clave tomar una resolución política. La diferencia entre la capacidad de adoptar decisiones correctas e incorrectas radica en que, siguiendo instrumentos técnicos válidos, se tenga la voluntad política de resolver un problema que a todas luces está produciendo niveles de cesantía y en virtud del cual probablemente un sector muy importante de exportadores de frutas quiebre.
Como chileno, me interesa por la importancia del sector exportador nacional, pero también por mi Región, la de La Araucanía. Porque en ella, que se distingue por sus altos niveles de pobreza e indigencia -mañana tendremos sesión especial para ver el Plan Araucanía-, desde hace ya varios años se empezó a desarrollar la agricultura de exportación precisamente en los sectores con más pobreza -Ercilla, Renaico, Angol, Traiguén- y se ha transformado en una fuerza exportadora que genera mucho empleo.
Pero resulta que hoy, cuando uno conversa con esos mismos exportadores -se trata de amigos nuestros, no de gente que especule, no de personas que se ve que están en esta actividad para chauchear un peso más- nos dicen: "Mira: con la situación actual estamos absolutamente fregados".
Entonces, me parece que esta sesión tiene por objeto generar esa conciencia en el Gobierno y entender que existe una batería de instrumentos.
Sin embargo, no hacer nada hasta hoy constituye, sin lugar a dudas, una tremenda irresponsabilidad.
Por eso, señor Presidente, más allá de repetir las medidas señaladas por los señores Senadores, solo quiero manifestar que en una democracia, cuando el Senado en su conjunto efectúa un diagnóstico compartido -no obstante sus diferencias-; recurre respetuosamente a nuestra institucionalidad y le pide a las autoridades de Gobierno y al Banco Central que tomen conciencia de la situación que se está viviendo, lo que corresponde es no dejar este asunto simplemente a merced de una posible debacle para un sector exportador importante, sobre todo, si se trata de personas que confiaron en este sistema y buscar una solución a través de un paliativo que les permita sobrellevar el problema actual.
Por esa razón, valoro enormemente la seriedad y la forma en que se ha llevado a cabo esta sesión. Y espero que podamos encontrar una respuesta a un hecho dramático que enfrentan en la actualidad los exportadores de frutas.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Quintana por 3 minutos.


El señor QUINTANA.- Señor Presidente, como señalaba el Presidente de la Comisión de Agricultura, aquí hubo un diálogo bastante intenso con los gremios exportadores de frutas durante las últimas semanas.
Escuchamos a un sinnúmero de economistas, de especialistas del mundo de la Academia. Puede haber matices entre algunos de ellos. Sin embargo, considero que el señor Ministro, el Presidente del Banco Central aquí presente y también quienes se hallan en las tribunas se habrán dado cuenta de que en el Senado no hay dos visiones, no hay dos miradas, especialmente entre los que representamos a Regiones del centro-sur del país -del sur, en mi caso-, respecto de un tema tan sensible.
Estamos hablando de un sector de la economía que fue muy potente -emblemático, diría yo-; que ha consolidado una imagen país y que ahora se ve seriamente afectado y con riesgo de precariedad en los empleos.
Aquí se ha señalado además que una gran cantidad de empleadores no está pagando las cotizaciones previsionales. En muchos casos seguramente no lo hacen porque no pueden.
Pero lo cierto es que en Chile 6 millones de chilenas y chilenos viven directa o indirectamente de la actividad agrícola y que la imagen de país exportador hoy día al menos se encuentra en entredicho.
Por lo tanto, echo de menos esa expresión de "sentido de urgencia" de la cual el Gobierno ha hablado con mucha fuerza en el último tiempo, casi como una marca comunicacional potente que ha instalado. No la veo acá, ni tampoco la he recogido de parte del Ministro de Hacienda.
Como señalaba recién el Senador Coloma, existe responsabilidad del Banco Central, con las restricciones que tiene por su carácter autónomo. El Instituto Emisor puede actuar. Prueba de ello, como se expresó, es la intervención que realizó hace dos años en condiciones similares.
Pero también hay un margen de acción para el Gobierno. Y echo de menos una mayor decisión en tal sentido.
El Ministro Larraín se refirió al Sistema Integrado de Comercio Exterior (SICEX); a que las 19 agencias involucradas se podrían integrar mediante una ventanilla única, y a que el trámite de la conformación de una empresa se reduzca de 21 a 10 días.
En verdad, aunque esa iniciativa es potente y a lo mejor ayudará a este sector de la economía en el futuro, no es el asunto que ahora importa, ni el que revitalizará a esta actividad tan severamente golpeada, sino la compra de dólares -como se expresó- o definir un tipo de cambio de equilibrio.
Entonces, echo de menos una política de Estado clara donde se diga que estamos apuntando a un tipo de cambio de equilibrio que permita aumentar el producto.
Si el Gobierno tiene esa definición, bueno, tendrá que actuar en consecuencia mediante las políticas que corresponda. Y aquí el Banco Central habrá tomado nota del reiterado llamado de quienes representamos a zonas agrícolas en el sentido de que se encuentra claramente en riesgo de quiebre una industria tan importante para el país y que tanto empleo genera.
Insisto: aquí falta una línea gruesa que señale que Chile va a seguir siendo un país con desarrollo exportador. Y, si es así, habrá que actuar de forma consecuente con ello: una realidad volátil, donde hay intervención de Estados Unidos y Europa y en que Chile no lo está haciendo respecto de una de las monedas que más se han depreciado en los últimos años.
Señor Presidente, en La Araucanía aún no hay carteles en la Ruta 5. Los agricultores de la zona, por alguna razón, han sido un poquito más pacientes.
Esa Región, que representamos con el Senador Espina -como señaló acá-, es la que tiene más rezago económico, por cuestiones estructurales de décadas que sería largo explicar. Pero lo cierto es que el mayor dinamismo de su economía se halla justamente en el sector agrícola exportador, fundamentalmente de manzanas, que genera mucho empleo y donde 60 a 70 por ciento del costo de la producción es mano de obra. Por tanto, tiene incidencia directa en la ocupación, aspecto que se encuentra ante un riesgo inminente. La cosecha es extensa, y ello permite acceder a mercados lejanos, como los de Europa (especialmente Inglaterra) y Asia (Taiwán y China). Entonces, lo que ocurre en Renaico, Angol, Collipulli, Traiguén nos preocupa, pues podríamos enfrentar una situación económica mucho más compleja aún si no se tomaran medidas como las señaladas acá.
Ahora, señor Presidente, hay algo que no se ha dicho: el decreto ley Nº 701, de 1974, que incentiva la forestación -en la Comisión de Agricultura se esta discutiendo un proyecto modificatorio-, podría ser también una alternativa para abordar esta materia a los efectos de beneficiar a los pequeños y medianos agricultores -a los fruticultores, en este caso- con el mismo criterio aplicado en la actividad forestal.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Larraín.


El señor LARRAÍN.- Señor Presidente, cuando Chile tomó el camino de una economía abierta, decidió no solo bajar los aranceles de distinta forma, sino también mantener un tipo de cambio con básicamente dos rasgos: que fuera estable, porque ello le permitiría enfrentar las evoluciones en el tiempo, y competitivo, pues eso le posibilitaría lograr rentabilidad.
Yo me pregunto: ¿ha sido acaso estable la evolución del dólar?
Hoy aparece el diario "El Mercurio" con la curva de lo que ha sucedido en los dos últimos años, y la única estabilidad que se advierte es la estabilidad a la baja.
Yo no sé si eso se llama "estabilidad". Pero, obviamente, no es lo que nosotros y los sectores productivos entendemos por tal.
En seguida, es evidente que la competitividad se pierde. El propio cuadro con que el Presidente del Banco Central presenta el tipo de cambio sectorial demuestra que hay sectores que, ponderados por la mejoría de los precios, han ido a la baja.
Eso es lo que está ocurriendo, señor Presidente: tenemos un sector agrícola absolutamente destruido.
No es el único, pero sí el principal.
Me pregunto, pues, qué estamos haciendo.
El Banco Central dice: "No soy indiferente a la evolución del tipo de cambio. Evalúo todo muy cuidadosamente", para al final no hacer nada.
El Gobierno actúa con mucha energía en ciertas materias. En los niveles macroeconómicos, no aumenta el gasto por sobre el crecimiento económico, baja el déficit estructural, abre líneas de créditos. Pero eso no tiene impacto en el precio del dólar.
Entonces, ¿qué está sucediendo? Se están destruyendo ciertos sectores productivos, en particular determinadas Regiones.
La del Maule es la más agrícola de Chile, tanto en su aspecto exportador como en lo relacionado con la sustitución de importaciones.
En ambos sentidos, estamos siendo hoy gravemente perjudicados. Salvo uno que otro rubro, el grueso está significando una pérdida extraordinariamente grave, que se suma a una situación de endeudamiento que vienen arrastrando por años sobre todo nuestros pequeños y medianos agricultores.
El cuadro, señor Presidente, es de verdad lamentable. Y, frente a esta situación, no podemos permanecer simplemente como observadores internacionales, describiendo y constatando los hechos, sin intervenir.
¿Hay riesgos en que el Banco Central intervenga? Por cierto que los hay.
Si interviene y el precio del cobre sigue alto, es obvio que podemos perder la plata.
Pero si no interviene, cae el precio del cobre y en medio se ha destruido una actividad, ¿qué vamos a responder?, ¿quién se va a encargar de la situación por no haber hecho nada?
En Holanda ocurrió. Y se llamó "enfermedad holandesa".
Pienso, señor Presidente, que el Banco Central no puede permanecer indiferente. Tendrá que actuar. Lo mismo el Ministerio de Hacienda. Y si no puede hacerlo interviniendo directamente sobre el tipo de cambio, deberá buscar cómo otorgar subsidios -vía mano de obra o por las fórmulas que estime convenientes- para evitar la destrucción de sectores productivos esenciales, particularmente los agrícolas, que son de los principales empleadores del país: ochocientas mil personas viven directamente de la agricultura, y otras tantas -quizás el doble-, indirectamente.
No es menor lo que está ocurriendo.
Por eso, señor Presidente, dadas las razones de tiempo, solo quiero marcar que nosotros tenemos un compromiso. También, el Gobierno y el Banco Central, que tienen responsabilidades.
Lo que deseamos, en forma unánime, más allá de cualquier consideración, es actuar ahora, antes de que sea tarde. Porque Chile necesita de ese sector. Y no solo de él, sino también de todos los sectores productivos exportadores, que son los que le dan cara a nuestro país y han permitido nuestro desarrollo.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra la Honorable señora Rincón, por 7 minutos.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, 2010 quedará marcado como el año del rescate de los mineros en las good news. Sin embargo, en las malas noticias nos recordarán por el maremoto y el terremoto; por la muerte de 81 reos en la cárcel de San Miguel, y, sin lugar a dudas, tal y como hemos enfrentado la guerra cambiaria protagonizada por Estados Unidos y China -estamos a pocos días de terminar el año-, por ser el país que nada hizo por el sector agroexportador, que poco le importó.
El año 2009, en Chillán, el entonces candidato y hoy Presidente de la República presentó 25 compromisos para "poner de pie la Agricultura y mejorar la calidad de vida del mundo rural", acusando un supuesto "abandono de los gobiernos de la Concertación", una competencia externa desleal y un tipo de cambio cada día menos competitivo.
El fin de semana recién pasado se cumplieron nueve meses desde que asumió la nueva Administración. Durante ese período hemos contado con la muy buena voluntad del señor Ministro de Agricultura para participar constantemente en la Comisión de Agricultura del Senado y absolver dudas dentro de ella. Pero, a pesar de eso, aún no hay claridad sobre cómo y cuándo se van a cumplir las promesas de campaña del señor Presidente de la República.
Sin embargo, esto no es solo un problema de endeudamiento y que tenga que ver únicamente con el Banco del Estado, sino que también está relacionado con lo que gana la banca en miles de millones de dólares al año, estemos o no en crisis, sector que no es capaz de prestar siquiera un peso para el capital de riesgo de los pequeños productores, quienes dependen de la tierra para alimentar a sus hijos y darles educación de calidad.
Estoy convencida de que debemos otorgar condiciones crediticias preferentes a la agricultura, porque es una actividad estratégica.
Recomiendo leer, señor Presidente, el documento del Papa sobre la importancia de la agricultura. En él habla del relanzamiento estratégico de ella y la revaloriza como un recurso indispensable para el futuro.
Chile está viviendo un proceso de integración comercial mucho más intenso que el vivido en el pasado. Bajo ese contexto, el manejo cambiario toma un rol más importante, pues cuanto mayor es el peso del comercio exterior más grande es la incidencia del tipo de cambio en la evolución de la economía.
Por otro lado, el tipo de cambio es clave para la definición de la estrategia de inversión financiera y endeudamiento externo de los agentes económicos, y el diseño de la política cambiaria y monetaria.
De todo lo anterior se desprende, entonces, que el mal o buen manejo cambiario incide también en el crecimiento económico, en la estabilidad macroeconómica real, en la equidad y en el empleo.
El dólar alcanzó ayer -y ya se ha dicho aquí- su valor más bajo en los últimos 30 meses al caer por octava jornada consecutiva, entre otros factores, debido al alto precio del cobre, que implica una mayor cantidad de divisas en el país, y a la debilidad de la moneda norteamericana ante el euro. Al término de la jornada de ayer, el tipo de cambio se situó en $474,80 comprador y $475,10 vendedor.
Pese al sostenido avance de la moneda chilena y el consecuente detrimento de la moneda norteamericana, el Banco Central se ha mantenido al margen, hasta ahora, de una intervención cambiaria, lo que de verdad no entendemos.
¿Cómo es el panorama? ¡Deplorable!
Sí: deplorable, pues nuestras autoridades económicas no han sido capaces de reaccionar, han sido casi miopes y han carecido de estrategia.
¡Inimaginable para el "Gobierno de la excelencia"!
Al contrario, se han congratulado por el precio del cobre, dejando que la agricultura se desmorone frente a nuestros ojos. Pero no advierten que ese sector mueve más la economía local que lo que lo hace el mundo de la minería.
Sí: la actividad agrícola sostiene más empleos que la minera.
Al ritmo que vamos, de una caída constante del tipo de cambio, solo se sostendrán las grandes empresas que puedan aguantar el embate mundial. Ello, pese a todas las señales del sector agroexportador y a que este Senado lo ha hecho presente al Ministro de Hacienda y, en sesión especial de septiembre, al Presidente del Banco Central.
La situación se agravó más cuando, frente al anuncio de la Reserva Federal estadounidense de compra por más de 900 millones de dólares, nada dijo nuestra autoridad económica.
El Banco Central, por definición, se preocupa principalmente de que los equilibrios macroeconómicos no generen inflación y actúa en forma independiente de la política estratégica del país, mostrándose ausente de lo que ocurre en él.
Sin embargo, cabe consultar: ¿Por qué si el Instituto Emisor no es capaz de reaccionar frente a lo que ocurre nosotros tendríamos que subsidiarlo ante una crisis de su patrimonio? ¿Alguien se ha preguntado dónde están los 8 mil millones de dólares que se le traspasaron hace dos años? ¿Por qué no ocupa el dinero que recibió y sale a comprar dólares?
Al revisar el informe de este año al Senado de la República y el informe de los auditores se observan, en la Nota 2 a los estados financieros, algunas omisiones.
Señor Presidente, me gustaría saber por qué se omiten en los estados financieros la presentación de los estados de cambio en el patrimonio; la presentación del flujo de efectivo (caja del Banco Central), y los resultados integrales. Y ruego que no se me responda que ello ocurre así por las normas IFRS, pues no es efectivo.
¿Por qué se omite información relevante?
Quienes representamos a zonas agrícolas del país -mi colega Hernán Larraín y yo, en la Región del Maule- hemos pedido en reiteradas oportunidades que el Gobierno actúe tal como se hizo en el pasado: que se intervenga el tipo de cambio. En realidad, no que se intervenga: que exista una política cambiaria.
Sin embargo -como ya señalé-, el Banco Central no nos cuenta cuál es su situación patrimonial.
En sesiones de la Comisión de Agricultura, destacados economistas han sostenido que ella no es buena.
¿Debemos en el Senado, en el Parlamento, subsidiar al Instituto Emisor si su patrimonio es negativo?
Señor Presidente, hoy en nuestro país existen más de 300 mil hectáreas con plantaciones frutícolas; sobre 28 mil productores (un tercio de ellos con menos de 5 hectáreas); exportaciones que -según se ha expresado- superan los 3 mil millones de dólares, y más de 450 mil ocupaciones directas que se hallan en riesgo.
Esta mañana escuchamos al Presidente del Banco Central decir aquí que el Consejo velará por que la economía siga creciendo y se protejan los empleos de todos los chilenos.
¡Claramente, hay un sector que no se encuentra protegido!
Empero, el tipo de cambio y las políticas cambiarias no ayudan a potenciar al referido sector.
Hoy estamos comiendo en nuestras mesas las mejores cerezas que podríamos soñar. Y ello no es casualidad: ocurre porque no es rentable exportarlas. Si la situación sigue así, no será rentable sacarlas del árbol, y el próximo año no habrá producción.
Señor Presidente, en la actualidad hay quienes arrancan sus viñas del suelo.
La autoridad económica no reacciona, pese a recibir todas las señales que se le podían mandar.
¿Qué sucederá con nuestros pequeños agricultores? ¿Qué ocurrirá con los trabajadores agrícolas?
Señor Presidente, el norte se desarrolla: es cierto. Pero el sur genera más mano de obra y es clave para nuestro crecimiento como país.
¡El sur también existe!
Ruego que el Presidente de la República cumpla su palabra de campaña; nosotros lo vamos a apoyar. De lo contrario, no serán solo letreros los que se verán en nuestras carreteras.
Aparte lo que ya han solicitado mis colegas, pido que se estudie una iniciativa legal sobre endeudamiento contingente por 30 mil millones de dólares.
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- ¡Silencio, por favor!
Tiene la palabra el Senador señor Navarro, por 5 minutos.


El señor NAVARRO.- Señor Presidente, la pregunta que flota en el ambiente es si estamos a tiempo para actuar; si vamos a abandonar a nuestros exportadores agrícolas; si, tras su estado de hospitalización, los mandaremos directamente a la UTI; y si dejaremos que ese sector se deteriore para luego ir a su rescate cuando esté quebrado, gastando ingentes sumas de dinero en subsidios, en circunstancias de que todo lo que quiere es trabajar, dar empleo, producir y exportar.
Ahora, en estas crisis siempre hay alguien que gana; no todos pierden. Y ganan los poderosos. Los chicos y los medianos "la sufren". Pero después alguien tiene espaldas económicas para subsistir y hacerse del negocio cuando las condiciones mejoran.
Por lo tanto, en esta crisis, si no se ayuda a los más pequeños, ganarán los grandes, los poderosos.
Yo pienso, señor Presidente, que lo peor que podría pasar en los sectores frutícola y hortícola sería que creciera la concentración que se observa en muchas otras actividades económicas, como la minera. La diversidad, la presencia de varios actores garantizan la competitividad. Esta no existe si hay concentración.
Estimo, por consiguiente, que el resultado más probable de esta crisis, si no interviene el Gobierno, es la concentración extrema. Y eso es malo para los trabajadores, para la economía, para el país.
Quiero puntualizar, señor Presidente, que hay experiencias en cuanto a lo que sucede cuando el Estado no interviene a tiempo.
En el caso de Bellavista Oveja Tomé, en mi Región, se perdieron 700 empleos. Se exportaba a 86 países.
Claro: el precio de equilibrio del dólar era de 530 pesos; y llegó incluso a 700.
Cuando pedimos apoyo, no lo hubo. El dólar estaba a 490 pesos. Y Bellavista cerró. Con ello perdimos los mercados internacionales. Entonces había competitividad. El problema era el precio del dólar. ¡Con él ni siquiera era factible pagar las deudas!
El Banco del Estado escondió la cara. Se manifestó que no se prestaba un peso a nadie porque la industria no era competitiva. Kaufmann dijo: "Pongo mi patrimonio personal"; no el de la empresa, de la que era dueño. Tampoco se le escuchó. Y no hubo solución, ¡ni siquiera contra el compromiso económico del propietario de la empresa!
Hay, pues, lecciones que nos han golpeado duramente. Y no tenemos por qué repetirlas.
Al 1º de octubre de este año el precio del dólar había acumulado, en tres meses, una caída de 77 por ciento.
No sé si hubo antes experiencias como esa.
La última intervención del Banco Central fue en 2008, cuando el dólar se cotizaba a 480 pesos. En esa oportunidad el Instituto Emisor intervino por primera vez en cinco años: compró en nueve meses 8 mil millones de dólares.
La pregunta que podemos hacer es si el Banco Central va a seguir preocupado -este debate lo tenemos cada vez que entrega su IPoM al Senado- solo de la inflación o se preocupará también por el crecimiento económico y la defensa del empleo.
El de Estados Unidos lo hace.
La señora MATTHEI.- ¿Compra dólares...?
El señor NAVARRO.- Yo consulto por qué el nuestro no puede preocuparse además del crecimiento y la ocupación. Porque, si se agudiza la crisis, perderán los agricultores. Pero también los trabajadores. Y, al final, son estos los que no tienen ninguna posibilidad de salvarse: si muere su empleador, muere su ocupación.
¿Hay recursos?
Por cierto, sobre el particular viene un debate.
Los aportes de CODELCO llegarán a 5 mil 284 millones de dólares, y los de la minería privada, a 4.100.
¿Pero qué ha dicho el Instituto Libertad y Desarrollo, señor Ministro? Que estima un superávit fiscal de 0,7 por ciento para 2010, tomando como referencia el precio del cobre a 3,35 dólares la libra. Además, señala que el proceso de ejecución del gasto en 2010 ha sido muy lento. Por tanto, es factible acumular un superávit por sobre los mil millones de dólares y, con un precio promedio del cobre de 4 dólares la libra, en 2011 podría registrarse un superávit fiscal efectivo de 4 mil millones de dólares (2 por ciento del PIB).
Entonces, cabe preguntarse: ¿Faltan recursos? ¿El Estado está desfinanciado? ¿O el Banco Central tiene una condición económica precaria?
Señor Presidente, como plantearon otros colegas, la Región del Biobío cayó del 13 al 10 por ciento del PIB nacional (estamos en franco retroceso). Y nuestras exportaciones agrícola y frutícola, con exclusión de la forestal, alcanzan al 20 por ciento del PGB del sector: frambuesas, arándanos, manzanas, cerezas, uvas, frutillas, kiwis, nueces, ciruelas, almendras sin cáscara, espárragos, ajos, orégano y semillas varias.
Claramente, esta crisis golpeará a varias Regiones.
En la del Biobío ya tenemos la crisis pesquera, con compromiso para miles de ocupaciones. Si a esto sumamos las serias dificultades existentes en las áreas agrícola y frutícola, enfrentaremos un muy fuerte problema de desempleo.
Señor Presidente, es necesario visualizar lo relativo a la cesantía. Como Presidente del MAS, estoy dispuesto a apoyar las acciones que el Gobierno emprenda para enfrentar la crisis. Pero tiene que actuar ex ante, no ex post. De lo contrario resultará más caro, pues habrá sufrimiento para los trabajadores, pero también para los agricultores, muchos de los cuales trabajan -valga la redundancia- su propia empresa.
Espero que para actuar no sea necesario que los agricultores se tomen las carreteras; que los trabajadores queden tirados en la calle. Es preciso hacerlo ahora. Existen la capacidad económica y la visión política y económica para ello, tanto del Banco Central como del señor Ministro de Hacienda, y no podemos seguir esperando más.
¡Patagonia sin represas, señor Presidente!
El señor PIZARRO (Presidente).- Han terminado las intervenciones de los distintos Comités y bancadas.
Ofrezco la palabra al señor Presidente del Banco Central para hacer algún comentario, si lo desea.


El señor DE GREGORIO (Presidente del Banco Central).- Son pertinentes algunas reflexiones finales, señor Presidente.
En primer lugar, quisiera partir por aclarar algo, a raíz de la intervención del Honorable señor Coloma.
Al concurrir a la presente sesión, el escuchar, el entender, nos parece un importante ejercicio para una institución como la nuestra, del mismo modo como he recibido en mi oficina, en el último tiempo, a muchos dirigentes agrícolas, a Senadores de Regiones agrícolas, y he conversado con ellos sobre la situación. Ello, porque nosotros no estamos dando una receta, ni repitiendo lo que hemos leído en un libro y que creemos, sin ningún fundamento, que tiene que aplicarse.
En abril de 2008 escuchamos a esta Corporación y, a los pocos días, el Banco Central intervino, porque era un asunto que el Consejo estaba discutiendo. Es algo que coincidió, obviamente, con bastante consenso al respecto, que es como muchas veces ocurren las cosas, pero no fue la sesión respectiva la que lo gatilló, porque el Instituto Emisor toma sus decisiones de manera autónoma.
Por lo tanto, me parece bastante importante captar y entender hoy lo que se ha dicho. Y quiero tomar una primera cosa que se expresó en una de las intervenciones y que estimo muy relevante.
Sin duda, en el tipo de escenarios que se presentan, con grandes turbulencias y volatilidades en el mundo entero, existen sectores con dificultades. Y cuando se trata de una cuestión sectorial, los instrumentos debieran revestir el mismo carácter. Los subsidios y los apoyos de carácter particular debieran ser de esa índole.
Cuando se registran problemas agregados, las políticas monetaria y cambiaria del Banco Central son muy significativas, constituyendo un aspecto que en estos momentos requiere mucha atención.
Efectivamente, son pocos los países que no han intervenido. Pero, tal como lo mostré -ello se puede ver en los gráficos números 7 y 8 de la presentación-, algunos lo han hecho con bastante intensidad. En Asia, Tailandia se halla en sus valores mínimos de los últimos cuatro años. También se puede citar a Indonesia.
Lo que se observa en materia cambiaria en el mundo entero es, tal vez aplicando lo que expresaba el Senador señor Kuschel, una gran lluvia torrencial de ajuste de monedas. Y no quiero decir que no tengan efectividad en este momento las intervenciones. Los países con control de capital son bastante limitados en estas circunstancias. Chile, dependiendo del momento que se tome, exhibe un más o un menos. Pero, si se considera el gráfico número 8, un país como Tailandia -de nuevo- ha acumulado cerca de 15 puntos del producto en reservas internacionales y su apreciación en un año no es muy distinta de la chilena, en términos reales. Y acumular reservas no es gratis. De manera que la intervención y los controles de capital son todas herramientas que es preciso tener disponibles, pero que se deben usar en el instante adecuado y en la medida en que, además, sean efectivas y no traigan otro tipo de problemas.
En ese sentido, tampoco quisiera exagerar lo que está pasando haciendo referencia a una guerra de monedas. A diferencia de lo que ocurrió en la Gran Depresión, ellas están flotando, y uno de los pocos países que han logrado mantener la propia más o menos fija es China. Pero China no lo logra solo por contar con las mayores reservas del mundo: ostenta una tasa de ahorro de más de 40 puntos del producto, lo que sabemos que le permite sostener un tipo de cambio alto a costa de consumir muy poco. Esa es la contrapartida de tasas de ahorro muy grandes.
Entonces, nos encontramos en un mundo que se halla en una gran transición. ¿Por qué esta reviste ese carácter? Porque los mercados en los cuales nos desarrollamos y obtuvimos mucho éxito y donde nuestro sector frutícola es ejemplar, sin duda, se hallan hoy día deprimidos y con perspectivas muy malas para los próximos años, comparativamente. Por primera vez en una crisis, los que estarán liderando por el próximo par de años van a ser las economías emergentes, los países en desarrollo, y no los países desarrollados, que están creciendo muy lento y hacia los cuales se orientaron muchas actividades exportadoras tremendamente exitosas. Por eso, los beneficiarios en la etapa actual son aquellos cuya actividad económica está registrando una mayor intensidad con los países asiáticos, con el resto de las economías emergentes.
En tal virtud -esto también es importante-, soy el primero a quien no le gusta dar recetas a los sectores, a los empresarios. A mi juicio, ellos lo hacen bastante mejor que nosotros y conocen bastante mejor su actividad. Pero estimo relevante considerar lo que ha estado pasando con el precio de los commodities. El mundo crece en las economías emergentes, donde se registra más demanda por alimentos, y percibimos hoy día que el precio del trigo, de los cereales, vuelve a elevarse. Si ello se traspasa o no efectivamente al productor final es algo que tiene que ver con problemas en la cadena, con la forma como se determinan los precios locales, pero la inflación está empezando a incrementarse fundamentalmente porque está subiendo el valor de los productos mencionados. Separo de lo anterior al sector frutícola, que exhibe los precios más deprimidos, mas los cultivos tradicionales están experimentando aumentos en sus precios internacionales.
En ese sentido, reconozco que existe un montón de distorsiones y de dificultades sectoriales, pero, dentro del ámbito agrícola, también las realidades son distintas por lo que está pasando hoy día con los precios aludidos.
Me parece que podría sostenerse otra discusión al respecto. Muchos de estos temas volveremos a abordarlos en los días venideros en nuestro informe de política monetaria.
Quisiera terminar haciendo una afirmación que juzgo bastante importante, sobre la base de lo que pasa en la economía chilena.
La próxima semana vamos a traer nuestras proyecciones revisadas. De acuerdo a la encuesta de expectativas, este año se registra un crecimiento de 5,2 por ciento. Nuestro país se ha recuperado prácticamente en forma total de la crisis internacional subprime, o sea, en un lapso de menos dos años, desde el piso de ese problema. Y se señala que el próximo año el crecimiento será de 6 por ciento, lo que no dice relación con un solo sector.
Quisiera aclarar que la minería, que sin duda es significativa, está contribuyendo menos al PIB, porque, desde el punto de vista de la producción, no se está expandiendo como el resto de las actividades. Es muy relevante, sí, en cuanto a las exportaciones, pues el Senador señor Coloma hacía referencia a un 52 por ciento. Tratándose del PIB, de acuerdo al precio que se tome, la medición de su contribución al valor agregado puede variar entre 5 y 15 por ciento. Respecto del crecimiento, el de ese sector es hoy día menor que el del resto de la actividad económica. Es lo que llamamos "PIB recto".
En consecuencia, la economía chilena está creciendo con vigor. Ello tiene mucho que ver con la política monetaria seguida en los últimos años, con el tremendo impulso que se dio para que fuera posible mitigar los efectos que se podían generar. El empleo se está incrementando, al igual que los salarios.
En la medida en que lo anterior empiece a debilitarse, se originan implicancias sobre la política monetaria, sin duda. Esta se guía con un objetivo que tiene presente la inflación, pero las holguras de capacidad son muy importantes. Cuando observamos que la economía empezó a caer por una crisis internacional, tuvo lugar un relajamiento monetario como no había existido nunca en nuestra historia y que hoy día es una base de lo que está ocurriendo en la recuperación de la actividad.
Lo que nos interesa, tal como creo que lo compartimos de todas maneras con los señores Senadores, es que el crecimiento se sostenga en el tiempo. Sobre el particular, existen tensiones e instrumentos sectoriales. En la medida en que empiecen a registrarse efectos agregados, vamos a tomar decisiones. No nos ceñimos a dogmas y actuaremos cuando sea necesario, pero es importante reconocer y destacar el vigor que trae nuestra economía y con el que va a continuar.
Muchas gracias.
El señor PIZARRO (Presidente).- El señor Ministro de Hacienda informó que tenía que estar presente en la Sala de la Cámara de Diputados con motivo de la discusión del reajuste. Esa es la razón por la cual no se encuentra en el Hemiciclo. No hay nadie más del Gobierno.