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HOMENAJE EN MEMORIA DE EX SENADOR DON ANSELMO SULE CANDIA. COMUNICACIONES


El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- De acuerdo con lo resuelto por la unanimidad de la Sala y de los Comités, el Senado de la República rinde homenaje a quien fuera uno de sus miembros, el ex Senador señor Anselmo Sule, con motivo de su reciente fallecimiento.
Tiene la palabra el Honorable señor Parra.


El señor PARRA.- Señor Presidente, Honorable Senado, en nombre del Senador señor Enrique Silva Cimma y en el mío propio, rindo homenaje a nuestro amigo, correligionario y hermano Anselmo Sule Candia, recientemente fallecido. Lo hacemos para honrar la memoria de un ex Parlamentario que consagró su vida al servicio público, que vivió con pasión la política como forma de atender las responsabilidades de su ser gregario y que trabajó incansablemente por ver realizado su sueño de un mundo de paz y fraternidad, de justicia y de democracia. Lo hacemos, en fin, cuando el dolor de su partida nos acompaña con intensidad y cuando sentimos su presencia física y espiritual en nuestro quehacer partidario, cuando seguimos sintiendo su compañía y su generosa palabra de aliento, cuando aún conservamos la esperanza de encontrarnos con su rostro siempre alegre y optimista al franquear la puerta de Miraflores y disponernos al trabajo al que él siempre nos convocó.
Anselmo Sule fue Senador de la República entre 1969 y 1973, y volvió a serlo entre 1990 y 1998. Dejó en el Senado un hermoso recuerdo por su calidad humana, por su sentido de responsabilidad, por su espíritu de tolerancia, por su caballerosidad, por el afecto que siempre prodigó a todos. Y esas características suyas no cambiaron por los padecimientos a que fue injustamente sometido y que incluyeron la prisión, el exilio, la privación de la nacionalidad chilena.
Sus numerosas intervenciones, especialmente referidas a política nacional e internacional y a temas jurídicos, son una clara expresión de sus convicciones y de su manera de ser.
Permítaseme dos botones de muestra. Sobre el tema de la democracia, sale al encuentro de los primeros asomos de violencia política en el país, y en sesión de 1º de julio de 1970 expresa: "El Partido Radical tiene una vida más que centenaria de adhesión a los principios de convivencia democrática, que son por esencia, contrarios a toda manifestación de fuerza y de violencia. El Radicalismo es antes que nada, una doctrina basada en el racionalismo, en tanto que la fuerza por su naturaleza misma es una actitud irracional.".
Y en sesión de 8 de abril de 1992, refiriéndose a los tropiezos de la reconstrucción democrática en América Latina, y en particular respecto a la situación que en esos días vivía Perú señaló: "Pero el rechazo del golpe de Estado no sólo es de principios pues tiene también una motivación práctica; ninguno de los problemas que afectan a un país, por graves que sean, serán solucionados jamás por la fuerza, peor aún, probablemente se agraven. De partida el golpe es una justificación que se regala en bandeja al terrorismo. La corrupción del Poder Judicial no la resolverán los militares ni el autoritarismo. Al contrario, sólo la democracia con su sistema fiscalizador y de contrapeso de los poderes, puede hacerlo.".
Pero no se trata, aquí y ahora, de hacer un recuento de su aporte a la labor del Senado, sino de destacar que llegó a ser elegido por el pueblo como su representante a partir de un compromiso que la voluntad popular transformó en mandato y que él supo honrar en cada una de sus actuaciones.
Es que Anselmo Sule, que supo del inmenso sacrificio de los hijos de la clase media chilena para lograr espacio en la vida social y democrática, que fue abogado por vocación y formación, y ejerció con éxito esa profesión, que estuvo cerca del quehacer académico, fue ante todo, y desde muy temprana edad, un político.
Tocado por el ejemplo de tantos hombres ilustres que fueron construyendo un Chile de encuentros y oportunidades por encima de todas las diferencias, que cimentaron una democracia ejemplar en que la voluntad popular era la determinante del camino de construcción histórica, que sirvieron hasta agotar sus vidas sin reclamar para sí otra retribución que algún grado de comprensión por la tarea que habían emprendido, optó por incorporarse al Partido Radical y desde él seguir el impulso de esa misma vocación.
Aquella opción tuvo lugar en los años en que el radicalismo había perdido la Presidencia de la República, en los que se le acusaba, con ligereza y sin prueba alguna, de actos de corrupción, en los que se negaba la trascendencia de su inmensa obra de Gobierno, en una hora en la que, desde el mismo Senado, hombres como Raúl Rettig elevaban con fuerza su voz de protesta y volvían a encender la llama de los ideales del humanismo laico, del pluralismo en todas sus dimensiones, del Socialismo Democrático.
En el Partido de su elección, recorrerá toda la escala de actividades posibles: desde repartidor de correspondencia hasta Presidente Nacional de la Juventud; de vocal del CEN a Presidente Nacional del Partido en diversas oportunidades.
En esta hora dolorosa, Chile honra en Anselmo Sule Candia al político y al radical consecuente, porque reconoce, en esas dos dimensiones centrales de su vida, valor e importancia para nuestra existencia colectiva. Puedo afirmar, entonces, con propiedad, que Anselmo regaló su vida al Partido Radical y que le ofrendó también su muerte en instantes en que se le silencia y caricaturiza con franco abuso de la libertad de expresión, cuando no con olvido de la responsabilidad social que ella entraña.
Bien le ha hecho al país el testimonio de un hombre que, al elegir la política y la actividad partidaria como camino de servicio, ha hecho posible que una y otra se reconozcan y revaloricen, y adquieran su verdadera dimensión, ajena a las imágenes fugaces y atenta al imperativo de humanizar la sociedad y de hacer de nuestro tiempo y de nuestro mundo el del hombre, el de su libertad y el de su dignidad.
Tuve el privilegio de compartir con Anselmo ideales y esperanzas, momentos amargos y días esperanzadores, una visión del Partido Radical basada en la afirmación de su identidad, en el compromiso intransable con sus principios y en el deber insoslayable de anteponer siempre el servicio a la patria y a sus hijos a cualquier cálculo mezquino. Podría, por eso, dejar fluir mis sentimientos y ofrecer público testimonio de hechos que prueban las virtudes que lo adornaban. Pero, en esta hora de recogimiento, me contentaré con contribuir a que los anales del Senado conserven la memoria de uno de los Senadores más distinguidos que han formado parte de esta Corporación en el último medio siglo.
Cumplo con expresar aquí a Fresia, su distinguida esposa, a sus hijos Alejandro, Tatiana y Claudio, a la Directiva Nacional y a los correligionarios militantes del Partido Radical Socialdemócrata, el orgullo que sentimos por haber tenido con nosotros a un hombre de la calidad de Anselmo Sule Candia, y la convicción de que, como escribiera otro gran radical, "al deshojarse una rosa no muere el rosal, siempre embebido en la tarea de su constante renacer". De modo tal que, inspirados en la memoria del amigo ausente, desde nuestras convicciones, sueños y esperanzas, haremos posible que se siga escuchando la voz radical y que la sociedad continúe recibiendo el efecto benéfico de nuestra acción.
De esa manera, Anselmo y quienes lo antecedieron en tan noble empeño prolongarán su presencia entre nosotros para el bien de la patria.
He dicho.
--(Aplausos).
El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Romero.


El señor ROMERO.- Señor Presidente, estimados colegas, muy estimada señora Fresia, distinguida familia de Anselmo Sule, señoras y señores:
El Senado rinde hoy público homenaje a uno de los suyos, y la Sala de Senadores de Renovación Nacional adhiere al merecido reconocimiento de quien, hasta hace sólo cuatro años, se sentara en una de estas bancas y compartiera con nosotros los anhelos y esperanzas de un Chile mejor.
Anselmo Sule Candia ha partido prematura y sorpresivamente. Como lo señala hoy el Honorable señor Antonio Horvath en una entrevista al diario "El Expreso" de Viña del Mar, el 21 de mayo recién pasado Anselmo compartió alegremente con muchos de nosotros en este mismo edificio, durante los instantes previos a la ceremonia de lectura del Mensaje Presidencial. Era sólo ayer cuando vino a despedirse del Congreso que tanto quería.
Anselmo Sule, por encima de todo, era un ser humano excepcional. Se relacionaba con enorme facilidad y con particular empatía. Su trato nunca fue impersonal; por el contrario, siempre fue singular y de un profundo respeto por todos. Siempre dispuesto a convencer y concordar, antes que imponer y aplastar.
Su fecunda trayectoria política ha sido divulgada y conocida por la opinión pública desde que se supo la noticia de su lamentable partida.
Tal vez hoy tenemos la oportunidad de reencantar algunas de sus facetas más desconocidas. Su niñez y juventud en Los Andes, ciudad que recordaba siempre con especial cariño, fue, ni más ni menos, su primer encantamiento con las ideas del viejo radicalismo. Allí conoció a los prohombres de la época y de la zona, que encabezaba el profesor de Pocuro, en Calle Larga, don Pedro Aguirre. También estaban el distinguido ex vicepresidente y ex Embajador, don Alfredo Rosende Verdugo, y el entonces Diputado por San Felipe y Los Andes, don Alejandro Pizarro, que aún lo recuerda con afecto. Eran las personas apropiadas en el lugar indicado para quien enarbolara por tantos años la bandera del Partido Radical, que entregara tanto a Chile durante un período importante de nuestra historia.
A Anselmo lo recordaremos siempre como un hombre apasionado y vehemente en la defensa de sus ideas, pero, al mismo tiempo, un caballero ejemplar, prudente y poseedor de aquellas virtudes que hacían de él una persona apreciada y querida por todos.
Su vida estuvo destinada desde muy joven al servicio público y su quehacer político se vio jalonado de momentos de gloria y de dificultades, como es la vida, las cuales supo sortear sin que engendraran en su espíritu ni resentimientos ni odiosidades.
En los éxitos políticos, Anselmo fue figura emblemática de su querido Partido Radical, al cual sirvió en los más diversos cargos, incluyendo su prolongada presidencia partidaria, así como su candidatura a Presidente de la República. Fue, además, Senador en dos períodos: primero, en 1969, y luego desde marzo de 1990 hasta 1998. Especial y fecunda participación le cupo en las Comisiones de Agricultura, Relaciones Exteriores y Obras Públicas, en las que coincidimos muchas veces, distinguiéndose por el aporte inteligente y profundo al análisis de los proyectos que nos correspondía estudiar.
No puedo dejar de mencionar que, con Anselmo, teníamos diferencias. Como buen radical, quizás el más genuino representante de esta corriente política en los últimos decenios, su idea era la de vigorizar y enaltecer la tarea del Estado, lo cual obviamente chocaba con quienes tenemos una concepción basada más en la persona y en los sistemas modernos de la economía que imperan hoy en el mundo. Pero esta diferencia de principios siempre se dio con Anselmo en un plano de respeto por las personas, amplia tolerancia y valoración de los argumentos contrarios, así como de defensa racional y decidida de los propios. Por esto, hace un momento se dijo que Anselmo Sule supo ganarse el aprecio y el respeto de todos, incluso de quienes nos sentábamos en los sillones frente a él.
En el artículo del diario "El Expreso" a que hice referencia, hay un párrafo que deseo leer. Dice: "Es un fenómeno de nuestros tiempos el que, en la Catedral de Coihaique, hayamos tenido la imagen junto al altar de este ilustre masón y que se haya rezado en su carácter de hombre de buena voluntad".
En esta frase, a mi juicio, se resume la gran concordia que emanaba de Anselmo Sule hacia todos, característica que permite a los seres humanos disentir de otros sin perder jamás el sentido de la prudencia y la amistad, haciendo prevalecer siempre el acuerdo sobre el disenso.
La inesperada partida de Anselmo enluta, por cierto, al Senado y entristece a todos los que tuvimos ocasión de conocerle y compartir con él. Pero, además, enluta al Partido Radical, que ha sido protagonista importante de la historia de Chile, y, por sobre todo, a su distinguida familia, que logró, junto a Fresia, formar lazos de cariño y afecto perdurables, y que lo siente y lo sentirá siempre, si bien debe tener la más férrea convicción de que en el país y entre nosotros la figura y personalidad de nuestro amigo perdurarán en forma imborrable y también para siempre.
Muchas gracias.
--(Aplausos).
El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Frei.


El señor FREI (don Eduardo).- Señor Presidente, señora Fresia, distinguida familia de Anselmo Sule, estimados colegas:
Rindo homenaje, a título personal y en representación de la bancada de la Democracia Cristiana, a un destacado hombre público en la vida nacional que dedicó gran parte de su existencia al servicio de Chile y los chilenos.
Quiero entregar un testimonio de respeto y admiración por alguien que encarnó fielmente las virtudes del humanismo laico y fue uno de los líderes más trascendentes del radicalismo.
Anselmo Sule Candia reunió en su personalidad las condiciones propias de los grandes servidores públicos: vocación por la política, preocupación por los demás y profundas convicciones republicanas.
Estuvo dotado de innegables cualidades: bondadoso, respetuoso de sus semejantes y tolerante ante quienes pensaban distinto. Como abogado, académico, dirigente gremial, en la política y la Masonería, siempre aportó su inmensa humanidad.
Su vida no fue fácil. Muchas veces sufrió por sus ideas, como cuando estuvo preso, bajo inhóspitas condiciones, en la isla Dawson y debió pasar largos y difíciles años en el exilio.
Y lo más grave y doloroso para quien amaba a su patria y su tierra: el despojo de su nacionalidad.
Pero nunca se amilanó ante la adversidad. Siguió luchando por el bien de Chile, buscando acuerdos e impulsando la ayuda solidaria para la reconquista de la democracia.
Fue un incansable defensor de los derechos humanos. Es algo a que lo obligaban su formación de abogado y sus ideas laicas y masónicas, que le señalaban con claridad cuáles eran los derechos inalienables de las personas.
Lo otro no le impidió perdonar a quienes le causaron daño. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que fue un hombre que no conoció el rencor y no tuvo enemigos.
Una vez de regreso en Chile, fue un factor importante en la recuperación y consolidación democráticas. Su carácter afable y conciliador allanó el camino para dar origen a la Concertación.
Se encontraba convencido de que la solidez de la democracia pasaba por la convergencia de las corrientes humanistas laicas y cristianas. Ello lo condujo a participar activamente en todas las decisiones importantes de nuestra alianza, compatibilizando con sabiduría las legítimas aspiraciones de su Partido y los intereses superiores de la Patria.
También acometió con éxito el desafío de unir a la amplia familia radical en un solo Partido, luego de décadas de divisiones, aplicando para tal efecto una de sus principales virtudes: su capacidad para dialogar y concertar acuerdos.
La búsqueda de consensos se hacía fácil si en las negociaciones participaba Anselmo Sule. No podía ser de otra manera. Fue un radical de verdad, en las ideas y en la vida cotidiana, que cultivó la amistad cívica y la tolerancia.
Tenía claro que una sociedad genuinamente democrática sólo es posible cuando en ella conviven armónicamente las distintas sensibilidades que la componen, de manera que se desarrolle libremente la diversidad.
En lo personal, le guardo una eterna gratitud. Nunca dejaré de agradecer la lealtad irrestricta con que apoyó a mi Gobierno, tanto como Presidente del Partido Radical Socialdemócrata como desde este mismo lugar, en su calidad de Senador por la Sexta Región.
Tenía un claro concepto de lo que son las políticas de Estado y las de Gobierno. Nunca se equivocó. Siempre estuvo defendiendo las grandes tesis del Estado, las grandes políticas: en definitiva, el interés de Chile.
Anselmo Sule ocupa un lugar de vanguardia en la historia de nuestro país en los últimos cuarenta años. Su compromiso con la libertad le granjeó el respeto y la admiración de quienes pensaban distinto pero que supieron apreciar su nobleza.
Con su sorpresiva muerte hemos perdido a un estandarte de la defensa de la clase media, de la democracia, del civismo y de todos aquellos valores que han dado forma al Chile republicano.
Sobre todo, hemos perdido a un servidor público, a un dirigente político. En una sociedad en que la moda hoy es atacar el servicio público, denostar a los políticos, Anselmo fue un ejemplo. Ese hábito, tan extendido, en definitiva siempre lleva a desprestigiar las instituciones y socavar la democracia.
Quiero también rendir un homenaje a ese dirigente político que representa lo que ha sido la noble tradición de honestidad en el país, práctica republicana que constituye un patrimonio de la nación y que nunca debemos dilapidar.
Hoy deseo saludar a su familia, que nos acompaña: a su esposa, Fresia; a sus hijos, Tatiana, Alejandro y Claudio; a sus nietos. Junto con reiterarles nuestros sentimientos de amistad y solidaridad, les agradecemos el respaldo y comprensión a la vocación de servicio de Anselmo. Ello nos permitió conocer mejor a un hombre profundamente democrático, amante de la libertad y educado en los valores de la amistad y el humanismo.
He dicho.
--(Aplausos).
El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Núñez.


El señor NÚÑEZ.- Señor Presidente, señoras Senadoras y señores Senadores, querida Fresia, Claudio, Alejandro, Tatiana, estimados amigos del Partido Radical Socialdemócrata:
La bancada socialista pliega la bandera ante la memoria de un hombre cabal. Hoy, el Senado de la República rinde un merecido homenaje en memoria de alguien que convivió con nosotros y a quien conocimos muy intensamente en la actividad política y legislativa que hemos desempeñado.
Anselmo Sule tuvo, en mi opinión, una cualidad superior, difícil de encontrar en el mundo moderno e incluso en Chile: creyó en la política. Creyó en esa noble actividad que, cuando se funda en principios éticos y morales, se transforma en la mejor vía para conducir adecuadamente los asuntos públicos y así generar las condiciones para que un país construya un futuro mejor para sus habitantes.
Anselmo Sule creyó en la política. Creyó que era posible, a través de ella, generar consensos, construir acuerdos y discutir de manera elevada cada uno de los grandes temas que preocupan a un Estado.
Anselmo Sule creyó en la política. Creyó en ella como el camino a través del cual se puede lograr un entendimiento civilizado entre las personas.
Anselmo Sule creyó en la política, actividad que hoy, lamentablemente, está sufriendo los embates más duros que jamás haya soportado desde que se constituyó como un instrumento para comprender de manera superior a hombres y mujeres que viven en sociedad.
Por ello es que Anselmo sufrió cuando en el pasado los chilenos edificamos las bases para destruirla. No olvidemos que ese capítulo difícil y amargo de nuestra historia terminó con el Senador Anselmo Sule Candia detenido en la isla Dawson y exiliado en Venezuela y, luego, en México.
Anselmo, además, creyó en los partidos políticos. Como sabemos, durante varios años fue Presidente del Partido Radical y, posteriormente, del Partido Radical-Social Demócrata, uno de los más señeros de la historia nacional.
En esa calidad, sé que siempre soñó con hacer de su organización política no sólo una mera sumatoria de hombres y mujeres dotados de un determinado sentido de pertenencia, sino que, fundamentalmente, premunidos de visiones y concepciones destinadas a construir una mejor sociedad.
Anselmo Sule entendió, por tanto, que los partidos políticos, a pesar de las visiones negativas que sobre ellos se ciernen, siguen siendo los mejores instrumentos a través de los cuales se organizan de manera racional y constructiva los distintos y legítimos paradigmas que coexisten en una sociedad democrática, a cuya recuperación -como sabemos- Anselmo pusiera tanto esfuerzo y dedicación.
Él fue, como todos reconocemos, un chileno que prestigio la actividad destinada al servicio público, al servicio de los demás. Por eso, desde joven entendió que dicha actividad es vital si a través de ella concebimos una sociedad en que la felicidad y el bien común son objetivos loables y, a la vez, realizables.
Todo lo anterior explica el que fuera uno de los Senadores más jóvenes de la historia republicana chilena y que desde ese cargo expresara las mejores tradiciones del pensamiento laico, progresista y transformador. En el fondo, tras la figura de Anselmo Sule, se encontraban Mac-Iver y Valentín Letelier, Pedro Aguirre Cerda y Salvador Allende.
Permítanme evocar un hecho de la personalidad política que él tenía y que habla de su profunda calidad de estadista. Anselmo no sólo luchó por que en nuestro país hubiera más justicia social, equidad, igualdad y libertad, sino que además entendió que si pretendemos construir un futuro mejor, es básico que la historia de Chile tenga una lectura más cercana a lo objetivo, que es una faceta para construir la verdad.
Una prueba de esa convicción es que Anselmo se propuso rescatar la figura de don Francisco Bilbao. Para ello, un día me convocó a formar parte de una comisión destinada a conocer el paradero de sus restos, sepultados en un rincón desconocido de Buenos Aires. Al reunirme con él, me dijo: "M¿hijo," -expresión favorita de Anselmo que develaba su cariño y amistad- "no se trata sólo de que repatriemos sus restos. Mi objetivo y el de Raúl Rettig" -que era el Presidente de esa comisión- "es que recuperemos a Bilbao como figura insigne, como un chileno cuyo pensamiento político debería ser patrimonio de todos".
Como manifesté, Anselmo sufrió la prisión, el exilio y la privación de su nacionalidad. Desde la dura realidad del exilio, nunca dejó de pensar en la lucha por un Chile mejor. No cejó un instante de su vida fuera de la patria en la tarea de hacer posible la reconstrucción democrática de nuestro país.
Si la Concertación fue posible, si ella se transformó en una alianza exitosa de hombres de Izquierda, de Derecha, laicos, cristianos y progresistas, se debió, entre otras cosas, a la enorme vocación y gran empeño que Anselmo Sule puso en esa tarea.
Anselmo, amigo y compañero, nos ha dejado hace pocos días. Deja un vacío que difícilmente podrá ser llenado. Sus férreos principios humanistas, democráticos y libertarios, su profunda vocación unitaria y su genuino conocimiento del ser nacional y popular, constituyen su mejor legado que nos impele a seguir luchando para que Chile sea un país donde reinen la igualdad, la justicia y la libertad.
Al terminar este sentido homenaje, no puedo dejar de recordar que tuve el privilegio de acompañar a Anselmo en la que fuera, tal vez, su última actuación en la vida política. Juntos debimos participar en una reunión internacional en Ciudad de México. Allí, a pesar de que ya denotaba síntomas inequívocos de la grave enfermedad que padecía, pude una vez más compartir la amistad y el afecto de un hombre entrañable que jamás podré olvidar.
--(Aplausos).
El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Cordero.


El señor CORDERO.- Señor Presidente, Honorable Senado, distinguida familia de don Anselmo Sule, con inevitable emoción, en representación del Comité Institucionales 1, sumo esta tarde nuestra sincera adhesión al homenaje que se rinde al destacado hombre público y ex miembro del Senado don Anselmo Sule Candia, cuyo reciente fallecimiento ha sido hondamente lamentado en todo el país.
Es innegable que, como militante y Presidente del Partido Radical-Social Demócrata, cumplió sus roles a cabalidad y destacó por su consecuencia con los principios que sustentaba, lo que ya ha sido justamente resaltado.
Mas, Anselmo Sule fue fundamentalmente un hombre que demostró no tener espacio para el odio en su corazón y que, por ello, hizo honor a la política y a los políticos en todos los importantes cargos que desempeñó. Pero, sobre todo, fue un hombre en el exacto sentido de la palabra, que enseñó que siempre existe un lugar para la esperanza y, por lo mismo, una permanente razón para luchar y vivir.
Artífice de disposiciones legales y constitucionales, su espíritu libertario postuló la construcción de una sociedad más humana, participativa y solidaria, fundamentada en principios y valores superiores.
En nuestros días de acelerado acaecer, en que nos debemos continuamente a los muchos y graves males de nuestra sociedad, en que deploramos conductas y priman pesimistas vaticinios, es útil que la juventud chilena tenga cabal conciencia de que nada grande se logra sin esfuerzo; que los frutos son siempre el resultado de una lucha tensa; que nuestra obra será la cosecha de lo que seamos capaces de sembrar. Fue lo que Anselmo probó en su vida universitaria, escenario en que floreció su personalidad, su autonomía de juicio y su responsabilidad personal; y, más tarde, manantiales donde se fraguaron su vocación política y sus auténticos rasgos de conductor de hombres para quienes hizo historia.
Por eso, se propuso como tarea el enseñar a vivir juntos, desarrollando la comprensión del otro, realzando proyectos comunes y venerando los valores del pluralismo y del respeto mutuo, algo que transmitió sin reticencias, entregando con generosidad lo que él había recogido en las aulas y en su caminar por la vida.
Así, mientras en nuestro entorno se porfía a veces, sin restricciones ni recelos, por el renombre y el beneficio propio -ante lo cual incluso se está dispuesto a cualquier concesión-, Anselmo Sule dejó la lección de seguir su propia vocación y de cumplirla con esfuerzo constante y recto, sin buscar mezquinas recompensas que desfiguran la senda de esfuerzo y trabajo, la única que conduce a conquistas perdurables y valiosas.
Con esa decisión con que afrontó la vida, fue ganando incluso la voluntad de quienes profesaban ideas ajenas, porque conocía profundamente a los hombres y su quehacer transitó por el mapa del alma de sus coetáneos, con visión certera y perspicaz. Anselmo expresó siempre su espontánea simpatía y cordialidad hacia todos sus semejantes.
Su calidad humana lo llevó a interesarse por el destino y por la suerte, la lucidez precisa para la comprensión amplia de los más variados problemas prácticos y teóricos. Su ancha tolerancia superó los límites de su doctrina y su relación, aun con los más modestos, jamás estuvo exenta de finura y cálido afecto que ni las altas investiduras que lució menguaron.
Hoy, en la hora de la despedida irrevocable, del adiós postrero e inmenso, es conveniente cuidar que no se oscurezca u oculte su lección moral perdurable, porque será norma para generaciones.
Por eso, cuando la nostalgia se apresta a herirnos con su punzada honda, nos conforta recordar que seguirán permaneciendo entre nosotros, en la corriente inagotable del ejemplo y del recuerdo, quienes como Anselmo Sule vivieron en plenitud. Y es que en su sonrisa permanente estuvo una de las formas de su valor; en su intransable autenticidad, una de las formas de su grandeza, y en su desbordante fe en tiempos mejores, una de las formas de su eterna juventud.
--(Aplausos).
El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Muñoz Barra.


El señor MUÑOZ BARRA.- Señor Presidente, estimados colegas:
La muerte siempre nos sorprende. Ésta no es un evento de la vida, como afirma un filósofo, porque no se vive la muerte. Y quien fallece deja un vacío entre los que le sobreviven, que de alguna manera suplen el recuerdo y el ejemplo de quien nos deja.
Al margen, entonces, del debate filosófico, que se expresa en si la muerte es la iniciación de un nuevo ciclo, o el fin de un ciclo de vida, o una posibilidad existencial, el hecho es que, no obstante su deceso, los seres humanos continúan viviendo en la memoria de quienes les sobreviven.
Cuando quien fallece ha cumplido roles destacados o poseído virtudes notables, como es el caso de Anselmo Sule Candia, es la historia la que guarda su vida y su obra para conocimiento de las futuras generaciones. Y la historia política de nuestro país correspondiente a las últimas cuatro décadas, indudablemente recogerá, más allá de nuestras vidas, el aporte de él al proceso de construcción de Chile en los ámbitos de sus instituciones y de su democracia. En este caso, la muerte puede entenderse como la inmortalidad de la vida.
¿Cómo recuerdo a Anselmo Sule? Fuimos compañeros de partido. Durante cuatro años nos sentamos juntos aquí, compartiendo codo a codo en este mismo escaño, donde muchas veces, en el debate serio, profundo y visionario de los presentes en el Hemiciclo, también íbamos entregando, de renglón en renglón, un aporte a los análisis de las materias, siempre subrayado o motivado por la peculiar alegría y la expresión jovial de Anselmo Sule.
Excúsenme estas reminiscencias, señores Senadores, que surgen de haber compartido con él cuatro años en esta Sala.
¿Cómo recuerdo también a Anselmo Sule? Como un hombre con una tremenda y fuerte vocación pública, que nadie discute, la que nunca entendió como recurso para obtener beneficios personales, sino como una vía para generar mejores alternativas de vida, o más bien como un instrumento de construcción de grandes ideas sociales en beneficio del país.
Lo recuerdo como un hombre que en cada situación histórica que le correspondió vivir fue coherente con su pensamiento progresista y fiel a sus principios.
Sí, Anselmo Sule fue un hombre que internalizó profundamente los principios por los cuales optó desde muy joven, desde los 11-14 años, cuando repartía en bicicleta las citaciones de su querido Partido Radical: los principios de democracia, libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia y respeto por los derechos humanos.
Cada experiencia política en la que se involucró, además de enfrentarla con tremenda responsabilidad, altura de miras y sentido de futuro, tuvo el sello indeleble de esos principios que él profesó y que evoco esta tarde en la Cámara Alta.
Recuerdo a Anselmo, al igual que el resto de los señores Senadores, como un legislador serio dentro de esa jovialidad que he señalado. Siendo muy joven, a los 35 años, fue elegido por primera vez Senador de la República, sitial desde donde -como señaló el orador que me antecedió recientemente- desarrolló una tremenda labor parlamentaria, participando en las Comisiones de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, de Agricultura y de Minería.
Señores Senadores, creo que no cometo un error dentro de nuestras relaciones políticas en esta Alta Corporación al manifestar que fue un hombre agredido durante parte importante de su vida. Porque la política es una actividad peligrosa cuando se quebranta el Estado de Derecho o cuando en las relaciones entre los hombres se rompen las reglas del respeto por la vida, la libertad de opinión, la libertad en su contexto genérico o la libertad de disentir, que son tan propias, inherentes y fundamentales de la democracia. Anselmo permaneció detenido en campos de concentración y sometido a tratos degradantes. Fue expulsado del país e incluso le quitaron la nacionalidad. Por todo ello, cuando él ha partido seamos justos y tengamos la capacidad de decir, con respeto y proyección hacia el futuro, que con Anselmo se violaron gravemente sus derechos humanos.
Por tal razón, me parece de entera justicia agradecer hoy a la República Oriental del Uruguay, cuyos gobernantes decidieron conceder una reparación moral a Anselmo Sule, otorgándole por gracia la nacionalidad uruguaya. Así se cumplió con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo artículo 15 prescribe: "Toda persona tiene derecho a una nacionalidad. A nadie se le privará arbitrariamente de su nacionalidad¿".
Anselmo Sule fue un hombre de excepción y uno de los primeros en comprender que en Chile se necesitaba de una amplia alianza política para restaurar tanto la democracia de que hoy gozamos, como el Estado de Derecho, a través de métodos pacíficos de acción. Tras este propósito actuó sin pequeñeces ni sectarismos, con generosidad y visión de estadista, sin rencor ni espíritu de revancha. Al contrario, luchó por el entendimiento, por el reencuentro entre los chilenos en el marco de la normalidad institucional, y por la justicia en favor de aquellos cuyos derechos, al igual que los suyos propios, fueron gravemente conculcados.
Anselmo Sule mantuvo largamente la conducción superior del Partido Radical Socialdemócrata, heredero directo del viejo tronco del Partido Radical, en cuyas orientaciones políticas influyó de manera determinante. Percibió, con agudeza y anticipación, los rumbos de la política, sintiéndose responsable del destino de Chile. Por ello, participó tempranamente en la propuesta de un socialismo democrático para el país; llevó a su partido a incorporarse a la Internacional Socialista, de la que fue un destacado dirigente, y dio los pasos necesarios para que nuestra nación transitara por la senda de la democracia.
Si bien en sus posiciones políticas nunca hubo ambigüedades, tuvo gran capacidad para generar acuerdos políticos. Su actitud caballerosa, su compromiso con la palabra empeñada, su respeto por la opinión del adversario, su percepción certera de lo fundamental y de lo secundario en cada coyuntura, le significaron el reconocimiento de todos los sectores políticos, que hoy día se ha expresado claramente en el Senado.
Sentía un amor profundo por Chile y por su gente, y una preocupación constante por construir las mejores alternativas para la patria. Contrario al pragmatismo y al individualismo como opción filosófica, sus reflexiones y propuestas más centrales se orientaban a la necesidad de levantar una alternativa, por un lado, a la economía neoliberal, que tuviera un sello humano y solidario; y por otro, a las limitaciones de la democracia que hoy existe en Chile, enfatizando la necesidad de una futura democracia no sólo igualitaria, sino al mismo tiempo eminentemente participativa.
En su trato cotidiano fue afable, cálido y leal con sus amigos. Por ello, éstos fueron muchos, de todas las condiciones sociales y de diversas nacionalidades. Para él, las amistades no eran perecibles y las cultivaba permanentemente, con genuina manifestación de interés y preocupación por el otro. En su vida familiar tuvo que enfrentar dolores profundos, pero, como frente a otras adversidades, dispuso de reciedumbre moral suficiente como para sobrellevar el peso de lo aciago, reconfortando con su fuerza y con su apoyo a quienes pertenecían a su círculo más íntimo. Me refiero a su señora esposa y a sus hijos.
Estimados colegas, Chile ha perdido en Anselmo a uno de sus hijos predilectos. Dejo de manifiesto, a través del homenaje que le rinde hoy el Senado de la República, los sentimientos de profundo pesar que su muerte ha provocado.
En nombre del Comité de Senadores del Partido Por la Democracia, debo expresar que sentimos esta pérdida como propia, por aquella calidad que cruzaba las líneas partidarias fronterizas y que, en nuestro caso, se muestran en nuestra común presencia en el mundo socialdemócrata.
Al mismo tiempo, manifiesto a su distinguida esposa, señora Fresia Fernández, y a sus hijos Tatiana, Alejandro y Claudio nuestros sentimientos de adhesión y solidaridad en estas horas de dolor irremediable.
Agradeceré, pues, señor Presidente, que haga llegar, en nombre del Comité de Senadores que represento, nuestras condolencias al Partido Radical Social Demócrata, a su respetada familia y a todas las entidades que lo contaron entre sus miembros.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Coloma.


El señor COLOMA.- Señor Presidente, señores Senadores, estimada familia y amigos que la acompañan, en nombre del Comité de Senadores de la Unión Demócrata Independiente y en el mío propio, me honro en rendir homenaje en memoria del ex Senador y distinguido hombre público, Anselmo Sule Candia.
Amigo de mi padre desde sus tiempos de universidad, tuve el agrado de conocerlo y compartir también esa amistad desde hace muchos años.
Me complace recordar que, más allá de la gran diferencia de nuestras visiones políticas, nuestros encuentros y nuestro trato a lo largo de una vida ¿y es una experiencia compartida por muchos de los que componen la bancada- fueron siempre de invariable cordialidad y calidez.
Pienso que su don de gentes y su capacidad de establecer grato contacto humano con las personas más distintas constituyó, con mucho, un rasgo admirable de una personalidad que, por cierto, lo era además por muchos otros méritos.
Tuve amplia oportunidad de apreciar ese rasgo, en especial, durante los años en que compartimos funciones en el Congreso, desde 1990 hasta 1997. Él aquí en el Senado, yo un poco más lejos, en la Cámara. Recuerdo sus llamadas telefónicas para buscar acuerdos en los más variados proyectos de ley, desde la primera hora y cuando casi nadie lo hacía. Porque Anselmo Sule era así: directo, práctico, sin rodeos, como apurado para resolver bien y rápido los problemas que se le presentaban, sin que importaran las diferencias ideológicas, los "qué dirán" o el pasado político de cada cual; todo lo que le interesaba era lo que él entendía como el bien del país.
Esa camaradería en las funciones públicas, ajena por completo a todo atisbo de animosidad u hostilidad personal, pese a que en muchas ocasiones sustentara posiciones muy distintas a las de sus contradictores, fue cultivada por él no como un instrumento del arte de la política, en la que tanto destacó, sino como un sello personal que le era muy propio.
Supo desplegar ese don por igual con correligionarios y adversarios, con nacionales y extranjeros, y da testimonio de ello la variedad y cantidad de personalidades chilenas y extranjeras que concurrieron a su funeral para expresar su pesar y afecto.
Ese rasgo lo enaltece, pues, en mi opinión, expresa lo mejor de la modalidad republicana de Chile, en sus mejores momentos.
Ser afables en los tiempos de holgura económica y relativa concordancia de los espíritus en el país es positivo, sin duda. Pero la gran prueba se plantea para el personaje público en los momentos de alta tensión, de dificultad y fuertes contraposiciones. Anselmo Sule sobrepasó esa prueba con éxito una y otra vez. Y eso, en una larga trayectoria política, no sólo no es frecuente, sino que merece verdadera admiración.
Cuando las alternativas políticas se habían hecho irreconciliables y excluyentes, se mantuvo firme en su visión de la realidad, sufriendo sin rencor ni odiosidad los más duros rigores que pueden sentir los servidores públicos.
En ese contexto, también, cabe recordar el coraje con que, en 1992, en una época dura, ensombrecida por el atentado contra el General Gustavo Leigh, el asesinato del Senador Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards, tuvo la espontánea decisión de declarar en una entrevista: "Estoy absolutamente en contra de todo tipo de violencia. Soy un convencido de que la violencia no permite el progreso, de que sólo engendra odio y más violencia".
Su vocación era la política nacional, y sobresalió marcadamente en ella. Le dedicó sus máximos esfuerzos, desde la adolescencia y hasta que la enfermedad lo detuvo, en plena actividad.
Su vida se identificó con la de su corriente política, el radicalismo. Por más de cinco décadas plenas de grandes cambios históricos en el país y en el mundo, encauzó su labor en el ideario radical que, por más de un siglo y medio, ha tenido tan determinante influencia en el desarrollo de Chile.
Como se ha dicho en estos días, Sule representaba el radicalismo del equilibrio, de los entendimientos, de las alianzas, del respeto por las instituciones democráticas, del diálogo ciudadano, de la solidaridad social.
En una colectividad cuya crónica está tan llena de grandes figuras, Anselmo Sule se cuenta sin duda entre las más representativas del último medio siglo.
Por igual en las horas afortunadas y en las horas difíciles del radicalismo que él orientó, inspiró o encabezó en momentos de triunfo y de adversidad, Sule permaneció invariable: siempre activo, siempre en ánimo de recomenzar, de conciliar, de seguir adelante.
En elocuente reconocimiento de su labor, en 1992 el CEN del Partido Radical lo proclamó por unanimidad como su candidato a la Presidencia de la República.
Ejemplar fue su tenacidad, su voluntad de asumir una y otra vez nuevas responsabilidades, cuando bien hubiera podido entender cumplido su deber y dejar el esfuerzo a otros. Nunca lo hizo, y el final de su vida se confundió con el de su actividad pública.
¿Cómo no recordar que hace sólo un mes, con motivo del Mensaje Presidencial de 21 de mayo, y viniendo como Presidente de su Partido, saludaba a todos, con genuina cordialidad, planificando para estos mismos días numerosas reuniones, para pensar, para trabajar por Chile?
A este respecto, un último reconocimiento, que creo el más importante de todos: Ni las muchas distinciones nacionales e internacionales que recibió lo ensoberbecieron, ni los reveses que sufrió hicieron surgir en él reacciones de resentimiento, de rencor, de odiosidad. Pienso que en esto reside la verdadera grandeza de un hombre público.
Por eso, agradezco poder hoy hacer constar mi respeto por Anselmo Sule y mi profunda consternación por su fallecimiento.
En nombre de la bancada de la Unión Demócrata Independiente y en el mío propio, pido al señor Presidente, transmitir a la distinguida familia de Anselmo Sule, al Partido Radical Socialdemócrata y a sus amigos, que hoy lo acompañan en su último adiós a la política, nuestros más hondos sentimientos de pesar y nuestras genuinas condolencias.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
--Se anuncia el envío de las comunicaciones solicitadas, en nombre del señor Senador y de la bancada Unión Demócrata Independiente, en conformidad al Reglamento.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- En representación del Senado, deseo reiterar nuestras condolencias a la familia del señor Anselmo Sule, a su señora esposa e hijos; a los dirigentes del Partido Radical Socialdemócrata, y a sus amigos aquí presentes.