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  Plebiscitos comunales: La hora de los vecinos

  Por Hosaín Sabag, senador por la Región del Bíobío

17 de agosto de 2012

ImagenMucho se habla de la necesidad de profundizar y ampliar la democracia en nuestro país, así como se teoriza también que, en tiempos de globalización, se requiere que el ejercicio de la democracia vuelva a la base social.   En esa línea, el Senado acaba de aprobar un proyecto de ley para regular los plebiscitos comunales.

 

Aunque esta iniciativa se fue a Comisión Mixta, por algunas diferencias menores entre las dos ramas del Legislativo, ya está claro que esta vez sí existe la voluntad política para echar a andar el sistema de los plebiscitos comunales y, de esta forma, entregarle a la gente las herramientas necesarias para protagonizar las medidas que le afecten en su vida cotidiana y resolver sobre los asuntos controvertidos para su desarrollo como comunidad.

 

El gran mérito de esta iniciativa es que los plebiscitos serán vinculantes, es decir que su resultado será de acatamiento obligatoria para la autoridad, con lo que se podrán erradicar definitivamente el empleo de las consultas vecinales con el fin de aparecer interesados en la opinión de la ciudadanía cuando las decisiones ya están previamente tomadas.

 

Una de las virtudes del proyecto despachado por el Senado es que contempla que los plebiscitos puedan hacerse en sectores determinados dentro de una comuna, con lo que se posibilita que sean los barrios directamente implicados en un tema los que se pronuncien acerca de los asuntos en controversia.

 

Esta particularidad es de especial relevancia cuando se trata de que la comunidad apruebe -o rechace- proyectos de inversión privada o pública que pudieran considerarse lesivos para su calidad de vida o que alteren de manera significativa la identidad de un barrio.

 

Del mismo modo, tanto los plebiscitos comunales como locales pueden ser utilizados para que los vecinos se pronuncien entre distintos proyectos impulsados por los municipios, dándole prioridad a algunos por sobre otros, lo que además de ser obligatorio servirá para orientar a las autoridades respecto de la voluntad ciudadana, sus intereses y necesidades.

 

Sin duda, los plebiscitos comunales requerirán perfeccionamientos en el futuro, pero es imprescindible que el sistema se eche a andar, para detectar las posibles falencias y, sobre todo, para dar un cauce de expresión al tremendo interés de las personas por participar de manera mucho más activa en la definición de los destinos de su barrio.  Por lo demás, este es el espacio más adecuado para ir ejercitando un sistema de democracia participativa que pueda complementar el modelo de democracia representativa que hoy tenemos y que parece no ser del todo satisfactorio.

 

Puede criticarse la demora de dos años en la tramitación de este proyecto, pero sin duda ha servido para que nuestro Congreso valore la inmensa fuerza del anhelo ciudadano por la participación, y haya podido dar una respuesta apropiada. Ahora le toca a los alcaldes, una vez que se promulgue la ley, poner en marcha los plebiscitos.

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