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Pedro Subercaseaux y la curiosa lección de pintura

La obra “El Descubrimiento de Chile” que adorna el Salón de Honor del Congreso Nacional en Santiago se encuentra en su etapa final de restauración, en virtud de un convenio entre los presidentes de ambas Cámaras y el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), pero su origen y autor guardan un afanoso proceso y una inusual polémica artística que sacudió la escena política y cultural de inicios del siglo XX.

1 de julio de 2023

“Me atraían fuertemente dos épocas de nuestra historia: la Conquista y la Independencia, por lo que ellas representan de heroísmo y a la vez de pintoresco”. 

 

Fray Pedro Subercaseaux describe en sus memorias su fascinación por la pintura histórica, un derrotero al que llegó producto de su amor por su patria, tras una vida marcada por los constantes viajes. Sin embargo, esta pasión, no superó nunca su intensa vocación religiosa que lo guio hasta el final de sus días como monje benedictino.

 

Nacido en Roma en 1880 recibió una educación europea debido a la labor diplomática de su padre, Ramón Subercaseaux. Artista innato e ilustrador fue el creador del primer personaje de la historieta chilena…en realidad fueron dos: el Barón Federico Von Pilsener y su sagaz perro salchicha, ‘Dudelsackpfeifergeselle’.

El pionero del comic chileno, bajo el seudónimo de ‘Lustig’ narraba las aventuras basadas en los diversos infortunios que vive el personaje del profesor Von Pilsener, ya sea por desconocimiento del idioma como por las curiosas costumbres y los vicios locales. Su deseo era “hacer resaltar, en forma humorística, nuestros propios defectos, exponiéndolos a la crítica de un imaginario observador europeo”, reconoció el propio Subercaseaux.

 

Curiosamente, los avatares de su propia vida lo llevaron, al igual que su personaje ficticio, a enfrentar una serie de tribulaciones y desafíos tanto personales como artísticos.

 

EL TALLER Y LA GRAN TELA

 

En la chacra familiar del Llano Subercaseaux tenía su taller en la que había sido “una antigua bodega de vinos”, donde “trabajaba sin parar. Nunca tuve la paciencia de llevar una lista de todo lo que pinté en aquel entonces, ni en años posteriores”….. Numerosas obras como “Abrazo de Maipú”, En busca de Chile” o el “Apóstol Santiago”, salieron de aquella bodega, excepto la gran tela que decora hasta nuestros días, el Salón de Honor del Congreso Nacional, en Santiago. Esa, la tuvo que realizar en condiciones “bastante incómodas y en una bodega mucho más grande”.

 

En 1913, los presidentes de ambas Cámaras, Fernando Lazcano y Carlos Balmaceda encargaron al connotado artista pintar ‘El Descubrimiento de Chile por Almagro’ que resultó un “lío descomunal, muy ingrato para él”, según recuerda su sobrino nieto, el embajador Mariano Fontecilla.

 

La Primera Guerra Mundial hacía sentir sus efectos y para el artista fue imposible conseguir una tela que tuviera las enormes dimensiones que requería el Salón de Honor del Congreso,- unos 48 metros cuadrados-, por lo que se vio obligado a pintarla sobre varios trozos de tela que él mismo tuvo que cocer, con la ayuda de algunos obreros especiales.

 

Pero cuando las aflicciones parecían haber terminado “vino lo peor”...”llegaba yo un día al Congreso con ánimo de cobrar lo que me era debido, cuando me encontré con una multitud de honorables señores que llenaban el gran salón discutiendo acaloradamente. Se hallaban también presentes varios caballeros de aspecto más apacible que habían sido convocados de árbitros y que debían dictaminar sobre si se debía, o no, aceptar mi cuadro”, consigna en sus memorias, Pedro Subercaseux.

 

El embajador Fontecilla recuerda que aquella polémica tuvo su origen en una “contrariedad política porque senadores y diputados no fueron consultados y reclamaron airadamente contra las mesas”. Esta peripecia contrarió mucho a su “tío abuelo, no solo por el intenso escrutinio público” al que fue sometida su obra sino porque “él contaba con el pago de dicha tela (20 mil pesos) para viajar a Europa con su mujer e instalar su taller allá, incluso tenía los pasajes reservados” cuenta Fontecilla.

 

LA CURIOSA LECCIÓN DE PINTURA

 

 ¿Corresponde el retrato de Almagro al de un individuo de cuerpo pequeño y feo de rostro? ;

 

¿A cuánto ascenderá aproximadamente el número de jinetes y peones que forman la columna expedicionaria?;

 

 ¿La escena representada recibe en realidad, o tan sólo aparentemente, la luz solar desde el Sudeste?.

 

Con tal detalle de preguntas, las respectivas mesas encargaron a la Sociedad Chilena de Historia y Geografía que elaborara un informe sobre “el valor histórico del cuadro pintado por don Pedro Subercaseaux para decorar la testera del Salón de Honor del Congreso Nacional”.

 

Se nombró a los destacados intelectuales Aureliano Oyarzún, Max Uhle y Tomás Thayer Ojeda, para hacer la crítica histórica del cuadro. Constituida la comisión, y después de un riguroso examen se requirió además las opiniones multidisciplinarias de connotados expertos: el bibliófilo e investigador, José Toribio Medina; el Director de la Escuela de Bellas Artes, Fernando Álvarez de Sotomayor; el botánico, Federico Johow y el Subdirector del Observatorio Astronómico, Ismael Gajardo, entre otros.

 

Durante varios días los sabios y peritos discutieron y elaboraron sendos informes sobre cada detalle del cuadro: las figuras humanas, la geolocalización del valle, la vegetación, el color de las flores del quisco; no se escapó ni el perro, el cual estuvo en la mira por sus patas “muy delicadas” para la penosa travesía de los expedicionarios españoles.

 

“Las críticas se referían todas a detalles particulares de cuadro. No hubo ni una sola observación al conjunto de la composición, ni sobre sus méritos o deméritos en cuanto obra de arte, lo que me dejó pensativo”, concluyó en sus memorias don Pedro Subercaseaux.

 

LA LIMPIEZA Y RESTAURACIÓN

 

110 años más tarde, cuando el Congreso cumple 212 años desde su instalación, los presidentes del Senado, Juan Antonio Coloma y de la Cámara, Vlado Mirosevic, con motivo del Día del Patrimonio, volvieron a encomendar una tarea relacionada a la obra, esta vez: una evaluación de su estado y su posterior limpieza.

  

Para el senador Coloma esta obra es emblemática, “parte de la historia y el patrimonio del país, Chile no nació ayer” y, por lo tanto “también es nuestra labor cuidar nuestro patrimonio y renovar nuestra visión republicana. Ha habido incendios, pero no se quemó, también terremotos, pero no se dañó".

 

Respecto a las anécdotas de su instalación, el senador Coloma recordó que “hubo una discusión parlamentaria durante el Primer Centenario y se abordó la idea de hacer un concurso de pintura para engalanar el Salón de Honor. Pedro Subercaseaux asumió la tarea y generó mucha polémica cuando se inauguró. Fueron curiosas las discusiones que se dieron, pero finalmente, ésta es una de sus mejores obras y esperamos que nos reconforte y nos una con su belleza”.

 

En tanto, el director del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile (MAC), Daniel Cruz, explicó la labor de la intervención al cuadro. "El MAC ingresó al Senado para hacer un estudio sobre cuáles eran las necesidades de este cuadro emblemático y se desarrolló un plan de trabajo de limpieza que permitan restaurar los colores originales”, puntualizó.

 

 Al reflexionar sobre la obra en sí misma, Cruz sostuvo que “la importancia fundamental tiene que ver con resguardo de nuestra historia. Estas obras son testigos de lo que acontece en un largo tiempo en el cual somos parte de ellas, por lo tanto, su resguardo es fundamental porque cuidamos nuestro propia historia e hilo temporal”.

 

 

FUENTES Y FOTOGRAFÍAS

 

  • Memorias Pedro Subercaseaux, Editorial del Pacífico. Santiago 1962.
  • Revista de la Sociedad Chilena Historia y Geografía. Año IV, tomo IX, n° 13, 1914.
  • Archivo Senado
  • Biblioteca Nacional
  • Biblioteca del Congreso Nacional

 

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