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REPÚBLICA DE CHILE
DIARIO DE SESIONES DEL SENADO
PUBLICACIÓN OFICIAL
LEGISLATURA 371ª
Sesión 59ª, en martes 12 de septiembre de 2023
Especial
(De 16:18 a 18:16)
PRESIDENCIA DE SEÑOR JUAN ANTONIO COLOMA CORREA, PRESIDENTE
SECRETARIO, EL SEÑOR RAÚL GUZMÁN URIBE, TITULAR
____________________
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
I. ASISTENCIA
Asistieron las señoras y los señores:
--Allende Bussi, Isabel
--Araya Guerrero, Pedro
--Campillai Rojas, Fabiola
--Carvajal Ambiado, Loreto
--Castro González, Juan Luis
--Castro Prieto, Juan Enrique
--Chahuán Chahuán, Francisco
--Coloma Correa, Juan Antonio
--Cruz-Coke Carvallo, Luciano
--De Urresti Longton, Alfonso
--Ebensperger Orrego, Luz
--Edwards Silva, Rojo
--Flores García, Iván
--Gahona Salazar, Sergio
--García Ruminot, José
--Gatica Bertin, María José
--Insulza Salinas, José Miguel
--Kast Sommerhoff, Felipe
--Keitel Bianchi, Sebastián
--Kusanovic Glusevic, Alejandro
--Kuschel Silva, Carlos Ignacio
--Lagos Weber, Ricardo
--Latorre Riveros, Juan Ignacio
--Macaya Danús, Javier
--Núñez Arancibia, Daniel
--Núñez Urrutia, Paulina
--Órdenes Neira, Ximena
--Ossandón Irarrázabal, Manuel José
--Pascual Grau, Claudia
--Prohens Espinosa, Rafael
--Provoste Campillay, Yasna
--Quintana Leal, Jaime
--Rincón González, Ximena
--Saavedra Chandía, Gastón
--Sandoval Plaza, David
--Sanhueza Dueñas, Gustavo
--Sepúlveda Orbenes, Alejandra
--Soria Quiroga, Jorge
--Van Rysselberghe Herrera, Enrique
--Walker Prieto, Matías
Concurrió, además, el Ministro Secretario General de la Presidencia, señor Álvaro Elizalde Soto.
Actuó de Secretario General el señor Raúl Guzmán Uribe, y de Prosecretario, el señor Roberto Bustos Latorre.
II. APERTURA DE LA SESIÓN
--Se abrió la sesión a las 16:18, en presencia de 24 señoras Senadoras y señores Senadores.

El señor COLOMA (Presidente).- En el nombre de Dios y de la Patria, se abre la sesión.
III. CUENTA

El señor COLOMA (Presidente).- Se va a dar cuenta de los asuntos que han llegado a Secretaría.
El señor BUSTOS (Prosecretario) da lectura a la Cuenta, la cual, por ser un documento oficial, se inserta íntegramente y sin modificaciones.
Oficios
Cuatro de la Honorable Cámara de Diputados
Con el primero, comunica que ha aprobado el proyecto de ley que modifica el Código Aeronáutico para hacer exigible, por las policías y el Ministerio Público, el listado de pasajeros en el transporte aéreo nacional, correspondiente al Boletín N° 15.274-15 (con urgencia calificada de "suma").
--Pasa a la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones.
Con el segundo, informa que ha aprobado el proyecto de ley que concede la nacionalidad por gracia al destacado deportista y entrenador Julián Stabon, correspondiente al Boletín N° 16.185-06 (con urgencia calificada de "discusión inmediata").
Con el tercero, comunica que ha aprobado el proyecto de ley que concede la nacionalidad por gracia a la destacada deportista Virginia Jacqueline Jiménez Fernández, correspondiente al Boletín N° 16.184-06 (con urgencia calificada de "discusión inmediata").
--Pasan a la Comisión de Derechos Humanos, Nacionalidad y Ciudadanía.
Con el cuarto, informa que ha aprobado el proyecto de ley que modifica la ley N° 20.730, que regula el lobby y las gestiones que representen intereses particulares ante las autoridades y funcionarios, para priorizar las audiencias de dirigentes de juntas de vecinos con autoridades del Estado, correspondiente al Boletín N° 15.639-06.
--Pasa a la Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización.

El señor BUSTOS (Prosecretario).- Es todo, Presidente.
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El señor COLOMA (Presidente).- En la Cuenta se informa de dos proyectos que conceden nacionalidad por gracia.
Senador Keitel, tiene la palabra.

El señor KEITEL.- Gracias, Presidente.
Esos dos proyectos se votaron recién en la Cámara de Diputados y se encuentran con urgencia de "discusión inmediata".
Estuve conversando sobre la materia con la Subsecretaria Lobos y también con el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Senador Chahuán.
Por tanto, quiero solicitarle, Presidente, que, en el caso de que mañana el Presidente de la referida Comisión cite a las tres de la tarde para votar esos proyectos, se puedan incorporar luego en el primer lugar de la tabla como Fácil Despacho en la sesión ordinaria.
Presidente, no sé si me escuchó...
Gracias.

El señor COLOMA (Presidente).- Sí. Ha solicitado poder verlos mañana.

El señor KEITEL.- Sí.
Si quiere, le repito la petición.

El señor COLOMA (Presidente).- No, entendimos lo solicitado.
El Senador Chahuán había pedido la palabra para lo mismo.

El señor KEITEL.- ¡Eso!
Era para ver si esas iniciativas se pueden incorporar como Fácil Despacho mañana, dado que están con "discusión inmediata". Así pueden resolverse cuanto antes, considerando que la próxima semana es regional y que esos días son de poco avance.
Gracias.

El señor COLOMA (Presidente).- Tiene la palabra el Senador Chahuán.

El señor CHAHUÁN.- Presidente, la Comisión de Derechos Humanos resolvió por unanimidad convocarse mañana, a las tres y media de la tarde, para despachar los dos proyectos sobre nacionalidad por gracia que han ingresado el día de hoy y de cuya aprobación en la Cámara de Diputados se acaba de dar cuenta.
La idea es aprobar mañana ambas iniciativas en la Comisión en una sesión que será breve.
Por lo tanto, también pedimos, con la misma prontitud, tal como lo ha solicitado el Gobierno, que esos proyectos sean incorporados como Fácil Despacho en la tabla de la sesión de Sala, así los dos deportistas que van a representar a Chile en los Juegos Panamericanos podrán hacerlo en esa condición.
Es cuanto puedo informar, Presidente.
Reitero que hay acuerdo de la Comisión de Derechos Humanos para que esos proyectos sean despachados rápidamente mañana en la sesión convocada a las 15:30.

El señor COLOMA (Presidente).- Se ha solicitado que se incluyan en tabla de Fácil Despacho de la sesión de mañana los dos proyectos sobre nacionalidad por gracia, en la medida que estén aprobados previamente por la Comisión de Derechos Humanos.
Lo ha pedido de esa manera también el Ministro del Deporte.
Senadora Ebensperger, tiene la palabra.

La señora EBENSPERGER.- Gracias, Presidente.
Yo no tengo oposición a lo solicitado, siempre y cuando haya un compromiso de que se van a estudiar correctamente los hechos. Ya ocurrió el año pasado, cuando, en Fácil Despacho y también con una urgencia de representación deportiva, se nos pidió aprobar la nacionalidad de dos personas, una de las cuales había ingresado clandestinamente al país.
No me parece que a una persona que entra clandestinamente a Chile luego haya que otorgarle la nacionalidad por gracia, por muy buen deportista que sea.
Presidente, en la medida que se nos asegure que esta prontitud no va a impedir revisar correctamente los antecedentes, yo no tengo problema; si no, no estaría de acuerdo.

El señor COLOMA (Presidente).- A ver, eso lo veremos durante la discusión. O sea, obviamente, si se genera algún inconveniente...

La señora EBENSPERGER.- Entonces, no doy el acuerdo.

El señor COLOMA (Presidente).- Bueno, entonces, usted pide votación; su voto es en contra.
Senador Keitel.

El señor INSULZA.- Presidente, estoy pidiendo la palabra.

El señor COLOMA (Presidente).- Senador Insulza primero, y después el Senador Keitel.

El señor INSULZA.- Yo comparto plenamente lo que ha dicho la Senadora Ebensperger, porque el año pasado precisamente fui yo quien informé que una de esas personas había ingresado ilegalmente al país.
Creo que, si vamos a beneficiarlos por las razones que aquí se están exponiendo, para que puedan competir, quizá es mejor que esto sea visto por la Comisión de Deportes. Pero no comprometamos a la Comisión de Derechos Humanos a entregar una nacionalidad en cinco minutos sin saber realmente de quiénes se trata y a quiénes estamos dándoles tal calidad, por servicios prestados a la nación, cuando todavía no se han prestado los servicios.
Yo creo que esto es bastante irregular, Presidente.
A mí no me gusta. Así que yo me opongo a que sea visto como Fácil Despacho.

El señor COLOMA (Presidente).- Lo que pasa es que la Comisión de Derechos Humanos, Nacionalidad y Ciudadanía es la que tramita lo relativo a las nacionalidades. Entonces, Senador, ahí estaríamos con un problema técnico.
Pero hagamos una cosa: veamos cómo resulta el trabajo de la Comisión y mañana, conforme al estudio, resolvemos si ponemos estos proyectos en el primer lugar de la tabla o no.
Creo que efectivamente tenemos que ver los antecedentes de forma previa.
¿Le parece, Senador Keitel?

El señor KEITEL.- Sí, Presidente.
Pienso que es importante, en relación con lo que dijo la Senadora Ebensperger, que podamos escuchar al Ejecutivo también, para que se nos dé la tranquilidad de que este asunto realmente no viene con alguna posible falla de inicio, como se planteó recién, en cuanto a que alguno de estos deportistas haya entrado ilegalmente al país. Y aprovecho de decir que ese caso específico acaba de ser, hace un mes, medallista sudamericano, compitiendo por Chile.
Pero si esto viene con el apoyo y la aprobación respectiva, sobre la base de antecedentes claros por parte del Ministro Pizarro o de quien corresponda, yo creo que sería importante para darnos una tranquilidad y seguridad de que nuestro trabajo lo estamos haciendo bien y de modo informado.
Gracias, Presidente.

El señor COLOMA (Presidente).- Okay.
Lo haremos de esa manera: ustedes ven el asunto con anterioridad a la sesión de mañana, a las 16 horas, y entonces resolvemos si amerita un tratamiento más rápido.
¿Les parece?
(El señor Presidente hace sonar la campanilla en señal de acuerdo).


MINUTO DE SILENCIO EN MEMORIA DE QUIENES PERDIERON LA VIDA O FUERON VÍCTIMAS A PARTIR DE LO ACONTECIDO EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

El señor COLOMA (Presidente).- Por acuerdo de los Comités, el Senado rinde un minuto de silencio en memoria de quienes perdieron la vida o fueron víctimas con motivo de los hechos acontecidos a partir del 11 de septiembre de 1973.
(Los asistentes se ponen de pie y la Sala guarda un minuto de silencio).
Muchas gracias.

IV. ORDEN DEL DÍA


REFLEXIONES A CINCUENTA AÑOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

El señor COLOMA (Presidente).- Conforme al acuerdo de Comités leído en la sesión de la mañana, corresponde en esta sesión especial generar una instancia de reflexión con ocasión de cumplirse cincuenta años de los hechos acontecidos el 11 de septiembre de 1973.
Partiré yo haciendo uso de la palabra.
(De pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).
Senadoras y Senadores, en nombre de la Mesa del Senado y con la adhesión de todas las bancadas parlamentarias representadas en los Comités, quiero leer la siguiente declaración a propósito de los cincuenta años del 11 de septiembre de 1973:
Hace cincuenta años nuestra democracia se quebró. Un proceso doloroso, cuyas heridas aún no se cierran y que significó para todos, de uno y otro sector, el mayor fracaso institucional de Chile en el siglo XX.
Respecto del pasado, probablemente hay una sola verdad compartida: todos, en algún grado y de alguna manera, por acción u omisión, contribuyeron a la destrucción de nuestra convivencia.
Es imposible pretender que tengamos una visión común de la historia, las causas del quiebre, el proceso que lo antecedió, las opciones de entonces y los años que sucedieron al colapso.
Cada uno tiene el legítimo derecho a tener una mirada propia, fundada en su experiencia, en sus ideas y su particular sensibilidad.
El objetivo principal de las instituciones que sostienen nuestra vida común, es que esas diferencias sean parte de la diversidad que conforma un proyecto común.
Estos cincuenta años nos dejan un aprendizaje compartido: el valor de la democracia, del estado de derecho, el respeto absoluto de los derechos humanos, la convicción de que ningún proyecto de transformaciones profundas puede impulsarse sin el acuerdo mayoritario de la sociedad y que ninguna diferencia puede llevarnos a perder el respeto esencial que nos debemos como parte de un mismo país.
Nunca podemos tratarnos como enemigos, nunca la violencia es alternativa a la solución racional de los desacuerdos, nunca la dignidad del ser humano puede subordinarse a ningún objetivo político.
Podemos ser acreedores del pasado, pero siempre seremos deudores del futuro. Hemos sufrido los costos de la incapacidad de quienes, en el siglo XX, tomaron el camino equivocado de la intolerancia, la violencia y la ideologización.
Pero les debemos a nuestros descendientes el dejarles un país capaz de convivir en el respeto recíproco y la armonía dentro de nuestras diferencias.
En ese objetivo el Senado tiene un rol y una responsabilidad insustituible, cargar el pasado con madurez y mirar el futuro con responsabilidad es lo que nos corresponde. Nada podemos hacer para cambiar lo que sucedió hace cincuenta años atrás, pero podemos hacerlo todo para configurar los cincuenta años que vienen.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).
Conforme al acuerdo que tenemos, ofrezco la palabra para esta instancia de reflexión del Senado de la República.
Tiene la palabra el Senador Cruz-Coke.

El señor CRUZ-COKE (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Muy buenas tardes, señor Presidente del Senado, colegas Senadores, señoras y señores.
Primero, en esta reflexión a la que se nos convoca el Presidente del Senado y la Mesa, yo quiero valorar y agradecer el tono y el ambiente de ponderación y mesura que ha atravesado el debate en los Comités, en este Hemiciclo, de todos los sectores políticos, desde los comunistas hasta los republicanos.
La cordialidad, la educación cívica y el respeto por la opinión del otro son puertas de entrada a acuerdos comunes más sustanciosos. Y creo que el Senado tiene justamente la misión de dar el tono y ponerse de ejemplo.
Aquí, en este Hemiciclo -y más allá de la opinión fundada que tenga cada uno de nosotros respecto de lo que sucedió en Chile desde la década de los sesenta o del Gobierno de la UP, o de cómo derivamos en el colapso final que terminó derrumbando nuestra democracia y las bases de nuestra convivencia-, compartimos también con una colega, con una hija, y antes de cualquier consideración siempre debe primar, creo, la comprensión, la humanidad y el saber ponerse en el lugar de la otra persona: Isabel Allende, nuestro respeto en su recuerdo y en su dolor.
Señor Presidente, quiero expresar algunas palabras en relación con quienes murieron ese día y después. Particularmente, me quiero referir a quienes no volvieron más, ni siquiera sus cuerpos, para darles sepultura y así descansar en paz.
Si hay a quienes debemos una reflexión cuidada y un compromiso de no repetición, es precisamente a aquellos que aún no recuperan a sus más cercanos, a esas madres, a esos padres, a esos hijos. Y ahí debiera estar puesto el centro de la reparación del país.
No creo que aquí exista un abismo que nos separe; no creo que haya una diferencia irreconciliable; por el contrario, creo que hay una enorme posibilidad de encuentro.
Decía un escritor norteamericano luego de la guerra civil que los problemas de una generación se convierten en las paradojas de la siguiente, sobre todo cuando existen eventos traumáticos, como es la confrontación de los hijos de una nación y cómo aquello ayuda a clarificar las contradicciones.
¿Somos los hijos responsables de lo que hicieron nuestros padres? ¿Debe una generación cargar con la responsabilidad de la anterior? No lo creo.
¿Necesitamos, los que estamos acá, probar nuestro compromiso y nuestras credenciales con la democracia? Tampoco lo creo. ¿Debemos desentendernos, luego? Por ningún motivo, porque somos personas y tenemos conciencia.
Por eso me atrevo a decir: "Nunca más".
Parto de la base de que las circunstancias que derivaron en la destrucción de nuestra democracia y en el golpe son irrepetibles y únicas en la historia. Porque desde la distancia con la que se pueden observar los hechos históricos y desde la corta experiencia política que tengo, puedo advertir que, más allá de las declaraciones y las cuñas altisonantes, existe en la gran mayoría de los actores políticos con los que me relaciono aquí a diario, de distintos colores políticos, una gran conciencia de la gravedad de vulnerar las reglas que nos hemos dado como sociedad. Además, siempre debemos considerar que al frente hay otra persona, hay otro ser humano.
Creo también que existe una izquierda que comprendió que la utopía política propia de una época, de un mundo polarizado, un mundo que se dividía en dos, comenzó su declive en Chile mucho antes de que comenzara el bombardeo a La Moneda que condujo a excesos que nuestra democracia hoy día nunca aceptaría.
Y ese mundo es paradojalmente también aquel que en su madurez dio cuenta de una recapacitación histórica que permitió a Chile casi veinticinco años de gobiernos modernos, de economías abiertas al exterior, de tratados de libre comercio, que le dieron prosperidad, desarrollo y, más importante aún, que permitieron que la pobreza declinara como nunca antes en nuestra historia republicana.
Puedo decir "Nunca más" porque quienes vinimos después, si bien no tenemos responsabilidad directa en los hechos del pasado, sí la tenemos hacia el futuro en entregar las señales correctas; en generar caminos de acuerdo; en cuidar las palabras que pueden ser armas arrojadizas en momentos frágiles; en sopesar la importancia y el valor de las reglas comunes; en manifestar la condena más estricta al uso de la violencia que alguna vez pudo reivindicarse como forma de acceder al poder y que, lamentablemente, hemos revivido con ocasión de los sucesos de octubre del 2019, no como una liberación, sino nuevamente como un trauma que resucita heridas y miedos atávicos de una ciudadanía que está pidiendo orden, paz y condiciones para su prosperidad y un mejor futuro para sí misma y sus familias.
Creo que mi mundo de ideas debe reivindicar con mucha fuerza el valor de la democracia y el valor de los derechos humanos siempre y en todo lugar, tal como nuestros adversarios políticos, no enemigos -no tenemos enemigos en la política, no debemos tenerlos-, deben reivindicar también el valor del orden y la seguridad, condenando la violencia como método de acción política. Condenemos en conjunto toda acción u omisión que en la vida de la república y sus instituciones sean una perversión de las reglas que nos hemos dado.
Una democracia bien asentada, con respeto al prójimo y con rostro humano es la única posibilidad de entendimiento moral de nuestra sociedad y el único legado que podemos dejar al futuro de nuestros hijos.
Muchas gracias, señor Presidente.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senador Cruz-Coke.
Tiene la palabra el Senador Latorre.

El señor LATORRE (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Buenas tardes, colegas, Honorable Senado.
Primero, quiero agradecer y valorar, Presidente, el espacio que usted, desde la Mesa, ha generado para hacer una reflexión a cincuenta años del golpe de Estado.
También me sumo -se lo dije personalmente- a los saludos fraternos y emotivos para la Senadora Isabel Allende, a raíz de lo que fue el discurso de ayer; y, a través de ella, a toda su familia en este tiempo que, me imagino, no ha sido fácil.
Yo quiero plantear tres ideas, a modo de reflexión.
Creo -y lo conversábamos en los Comités- que no vamos a tener acuerdo necesariamente respecto de una verdad oficial. No es lo que se pretende. Probablemente no nos vamos a convencer unos a otros, pero podemos plantear ideas, reflexionar y, sobre todo, determinar cómo asumimos compromisos de presente y de futuro para la convivencia democrática, a pesar de nuestras diferencias. Creo profundamente en eso.
Mi interpretación de los cincuenta años del golpe, sobre cómo se llega a algo tan brutal como un bombardeo a La Moneda por parte de aviones de la Fuerza Aérea, es que se da sobre la base, ¡claro!, de un contexto de Guerra Fría; de un mundo dividido en peleas ideológicas entre dos potencias (Estados Unidos y la Unión Soviética); de la intervención de Estados Unidos. Y esto último resulta interesante, debido a los archivos desclasificados del gobierno norteamericano, algo que ya sabemos desde hace mucho tiempo, pero que han salido últimamente con mayor fuerza.
Uno se pregunta por qué Estados Unidos tuvo tanto interés en intervenir en Chile con financiamiento, con la CIA, con las Fuerzas Armadas, con las reuniones sostenidas con Agustín Edwards, etcétera.
¿Estaba defendiendo sus intereses económicos, sus inversiones, o, más bien, un "mal ejemplo"? No quería que en América Latina funcionara, le fuera bien o tuviera éxito, la vía chilena al socialismo. Eso era inédito en aquella época: que un Presidente llegara con una coalición de izquierda, por la vía democrática e institucional, con un programa de transformaciones profundas, caminando hacia el socialismo. Ese era un mal ejemplo que había que frenar.
Es un punto que a cincuenta años me parece bueno mencionarlo.
Y al respecto existen muchos archivos: cómo se intentó boicotear y asediar al Gobierno de la Unidad Popular desde Estados Unidos. El asesinato al General Schneider antes de que Allende asumiera, solo por mencionar un ejemplo.
¿Qué incluía el programa de gobierno de la Unidad Popular como vía chilena al socialismo? No voy entrar a detallarlo ni mucho menos, por el poco tiempo que tenemos; pero sí quiero destacar elementos centrales.
La nacionalización de la gran minería del cobre, que fue aprobada de manera unánime por el Congreso Nacional.
La profundización de la reforma agraria que ya habían comenzado Alessandri, Frei Montalva, y que Allende buscó completar.
La creación de un área de propiedad social; que existiera un área de propiedad privada y un área de propiedad cooperativa.
No olvidemos los debates de aquella época: los distintos tipos de propuestas comunitaristas que, por ejemplo, venían desde la Democracia Cristiana, el programa de Tomic; el socialismo de tipo comunitarista. La apuesta por el cooperativismo también estaba presente en esos debates, como asimismo el tema de la leche para los niños, la vivienda para los trabajadores, los barrios obreros. Bueno, tantas tantas cosas.
Obviamente, había una lucha de clases, había intereses contrapuestos. Se hablaba de la oligarquía de ese tiempo, que defendía sus intereses, y de la clase trabajadora (campesinos y obreros) que quería participar económicamente, socialmente y políticamente.
Cierro mi intervención con una tercera idea.
Creo que a cincuenta años no podemos quedarnos en eufemismos: hubo un golpe de Estado, hubo una dictadura cívico-militar, hubo violaciones a los derechos humanos, hubo crímenes de lesa humanidad. Y a eso le tenemos que decir "Nunca más".
El 60 por ciento de los muertos fueron campesinos y obreros.
La edad promedio de los asesinados fue 29 años; entre ellos, en la lista, hay niños, niñas y adolescentes.
¡Esa es la barbarie que ocurrió en Chile durante diecisiete años de terrorismo de Estado!
A pesar de nuestras diferencias, cuando haya crisis sociales, crisis políticas, crisis climáticas o crisis ecológicas, en el presente o en el futuro; cuando nuestra convivencia democrática esté amenazada, tenemos que decir "Nunca más".
Nunca más a los golpes de Estado, nunca más a las violaciones a los derechos humanos: democracia siempre.
Gracias, Presidente.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Gracias, Senador.
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.

El señor CHAHUÁN.- Presidente.

El señor COLOMA (Presidente).- Senador Chahuán.

El señor CHAHUÁN (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Señor Presidente, Honorable Sala, Isabel -empatizo contigo por el recuerdo de estos años-, hace medio siglo nuestro país vivió uno de los traumas más serios que se puede sufrir: el quiebre democrático.
Sobre las causas podríamos conversar por horas y muy probablemente no concordaríamos en una sola que derivase en dicha ruptura de la convivencia.
Es que, a pesar del tiempo transcurrido, hablar del 11 de septiembre de 1973 representa para muchos revivir hechos que parecen ocurridos ayer. Es una fecha que enfrenta y polariza a los chilenos. Existen decenas de libros, columnas, ensayos, documentales y películas que retratan las visiones de uno y otro lado de la trágica historia que enfrentó la sociedad chilena en los años setenta. Encontrar la raíz del problema es quizá la dificultad más importante a la hora de lograr la esperada reconciliación. Y es en dicho punto donde a lo mejor no nos pondremos de acuerdo jamás.
Porque, como es sabido, para algunos el problema comenzó con la validación de la violencia como método para acceder al poder y ejercerlo. Para otros, en cambio, el problema fue la intervención de las Fuerzas Armadas, obviando el contexto social en el que se desarrollaron los hechos.
En tal sentido, hay una cosa en la que, creo, todos estaremos de acuerdo: la política falló. La polarización y la falta de entendimiento condujeron al país a un estado crítico que derivó en una descomposición institucional severa.
Pues bien, existían dos caminos para enfrentar los cincuenta años del 11 de septiembre de 1973: el primero, como un 11 lleno de recriminaciones y discusiones, atribuyendo responsabilidades políticas los unos a los otros; el segundo, como un evento de reflexión nacional, apuntando a la unidad de la sociedad chilena.
Por eso, valoro, Presidente, lo que ha hecho el Senado, pues, hoy como ayer, está llamado a convertirse en un punto de reflexión y de unidad de los chilenos.
Nuestro sector político ha buscado permanentemente contribuir a la reconciliación. Conocidas son las reiteradas oportunidades en que Renovación Nacional ha marcado postura frente a los hechos ocurridos entre 1970 y 1990. Desde la fundación de Renovación Nacional, nuestros líderes históricos fueron categóricos en condenar la violencia que afectó gravemente nuestra convivencia política y social, como también el quiebre de la institucionalidad democrática y la vulneración de los derechos fundamentales. Incluso, el año 2014 modificamos nuestra declaración de principios para hacerla coherente con nuestras posiciones políticas, que se basan en la validación de nuestro sistema democrático, el respeto a los derechos humanos y la condena a cualquier violación de ellos, como también a toda forma de violencia. Renovación Nacional ha sido un puente para construir diálogo y fortalecer nuestro sistema democrático.
Al cumplirse cincuenta años del 11 de septiembre de 1973, los partidos de Chile Vamos suscribimos una declaración de siete puntos, cuyo único propósito es llamar a respetar las diferencias, porque tanto izquierdas como derechas tenemos el deber de trabajar juntos por el futuro de nuestro país, lo cual implica ir más allá de nuestras propias posturas ideológicas, y no establecer verdades únicas u oficiales. La voluntad de Chile Vamos es contribuir a la revalorización de nuestra democracia, con el respeto inalienable de los derechos de la persona humana.
Pero cerrar las heridas implica también reparación y construir memoria.
Hemos tenido un Estado indolente. Veintidós años han esperado ochenta y nueve cajas con restos de chilenos que no han podido ser identificados. Dieciocho años estuvieron en la Universidad de Chile y otros cuatro en el Servicio Médico Legal, sin que ningún gobierno de turno, de cualquier signo político, haya realizado esfuerzos de verdad significativos para permitir el reencuentro de las víctimas con sus familiares.
En tal sentido, desde la Comisión de Derechos Humanos del Senado, que presido, vamos a respaldar el Plan Nacional de Búsqueda, como también hemos levantado la necesidad de dotar al Servicio Médico Legal de todos los elementos técnicos y humanos que permitan la adecuada investigación. Y hemos acordado, tal como ocurrió a principios de los años noventa, proponer al Ministro de Justicia que la Comisión pueda recibir información de carácter confidencial, para dar con el destino de aquellas personas que se encuentren desaparecidas.
La deuda es también con los sitios y espacios de memoria que inviten a una reflexión y no impongan verdades oficiales.
Hace algunos años, el 2016, me tocó liderar un ejercicio muy peculiar de juntar a familiares de víctimas y de victimarios, apoyados por las iglesias, donde concurrieron desde el jesuita Fernando Montes hasta el anglicano Alfred Cooper; y desde miembros de la familia del general Prats y el entonces Diputado Tucapel Jiménez hasta los familiares de sus victimarios. Todos manifestaron en aquel entonces la necesidad de que el país cierre heridas y se reencuentre, pensando en los desafíos que tenemos por delante.
Hitos como estos están ausentes, lamentablemente, en estos cincuenta años, donde pareciera que seguimos intentando construir una historia oficial, más que hacer esfuerzos por construir una patria que, reconociendo los fracasos de la política entre el 70 y el 73, así como las consecuencias que tuvieron para Chile en los años siguientes, sea capaz de compartir, desde las miradas diversas, un país que mire al futuro.
Como dije, hace cincuenta años la política falló. Y hoy, medio siglo después, continúa fallando.
La política nuevamente vuelve a fallar cuando no tiene capacidad de respetar la visión del otro, cuando insulta la memoria de quienes nos antecedieron, cuando es incapaz de sentarse a una mesa de conversación que empuje las urgencias sociales.
Evitar una escalada de polarización y violencia es una tarea patriótica de todos quienes habitamos el espacio común.
Tenemos la oportunidad de resolver nuestras actuales controversias de manera diferente, con diálogo y respeto, aprendiendo de los errores de la generación que nos antecedió.
Desde los liderazgos actuales depende construir un nuevo escenario, donde los problemas de la democracia se resuelvan con más democracia. Ese es el legado que nuestra generación debe dejar a quienes habitarán la república en los próximos cincuenta años.
Gracias, Presidente.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Gracias, Senador.
Tiene la palabra el Senador señor Quintana.

El señor QUINTANA.- No, Presidente.

El señor COLOMA (Presidente).- Perdón.
Senadora Carvajal.

La señora CARVAJAL (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Gracias, Presidente.
Estimados colegas, en mi condición de jefa del Comité del Partido Por la Democracia e Independientes, intervengo en esta sesión con la solemnidad y la serenidad que se merece la conmemoración a cincuenta años del golpe de Estado.
Son días tristes para nuestra sociedad, para nuestras familias, para nuestros colegas. En particular, vayan nuestros respetos para nuestra colega Isabel Allende y su familia.
Son tristes para muchos chilenos y chilenas que sufrieron la violación de derechos humanos, la relegación, el exilio; familias que aún buscan a sus detenidos desaparecidos, o que tuvieron que vivir diecisiete años bajo un sistema político que no respetaba las libertades básicas.
Son tristes porque se interrumpió violentamente la convivencia democrática; se persiguió por pensar distinto y muchos tuvieron que refugiarse en otros países.
En esas culturas muchas generaciones conocieron de la tragedia chilena y aprendieron de la crisis democrática, como lo refleja el mensaje enviado el día de ayer por el Presidente de Francia, Emmanuel Macron.
El golpe fue la mayor tragedia de la patria desde la guerra civil de 1891. Sus consecuencias sociales, políticas, y sobre todo humanas, siguen presentes y siguen dañando el alma nacional. Aún hay familias que no encuentran a sus deudos. Hay hijos, maridos y hermanos cuyos cuerpos desmembrados fueron hechos desaparecer. Aún hay chilenas y chilenos cuya salud física y mental sigue gravemente dañada por la tortura, por los tormentos aplicados con profesional crueldad.
Como señalaba el filósofo judío Giorgio Agamben al reflexionar sobre el Holocausto y sobre los campos de exterminio: "vivimos una época en la cual el poder político-militar se ensañó con los cuerpos, para disciplinar la conducta de los hombres y para marcar con hierro los gestos, ideas, conductas y opiniones de los supervivientes hacia el futuro. Esa es la forma más cruel e inhumana de imponer las ideas".
La historia, la dolorosa historia de nuestra patria en estos cincuenta años, debe servirnos para no repetir los errores y los horrores del pasado.
Teníamos la expectativa de que, a cincuenta años de estos tristes momentos de nuestra historia patria, tendríamos la capacidad de decir, como sociedad, que hemos aprendido de estas lecciones de la historia, y que podríamos, mirando hacia el futuro, expresar que siempre cuidaremos nuestra democracia, que nunca más se recurrirá en nuestro país a un golpe de Estado.
Lamentablemente, como elite política, pareciera que seguimos repitiendo los errores y los comportamientos políticos de hace cincuenta años. Hemos sentido, en estos últimos días, un clima polarizado, descalificaciones y la ausencia total de autocríticas respecto de lo que fueron conductas del pasado.
La ciudadanía nos pide otra manera de hacer la política: más dialogante y con más búsqueda de acuerdos. Por eso pido a esta Sala del Senado, a los distintos actores políticos que la integran: no repitamos los errores del pasado, no repliquemos el clima de polarización y violencia política. Ese clima de odiosidades nada bueno le trae a nuestra sociedad; trabajemos en construir un futuro democrático mejor, que demuestre que aprendimos estas lecciones que nos puso la historia.
La violencia, ni la del Estado ni la de grupos de encapuchados, no debe tener cabida en nuestra democracia, ¡jamás!
Hoy, en esta sesión especial, reiteramos nuestro llamado, a todos los actores políticos que aquí convivimos diariamente, a legislar buscando el mayor bienestar de los sectores vulnerables y de las familias de clase media; así, estaremos rindiendo el mejor homenaje a quienes sufrieron con el golpe de Estado, comprometiéndonos a defender siempre nuestra democracia.
Invitamos, de cara al futuro, a todos los sectores políticos presentes en esta Sala, a nunca avalar ni legitimar golpes de Estado, ni menos amparar violaciones a los derechos humanos, acá ni en ningún lugar del mundo; busquemos construir acuerdos políticos que permitan promover un progreso económico más diverso, con políticas públicas que apunten a una mayor equidad social como elemento característico de nuestra democracia del siglo XXI.
Nuestra responsabilidad de hoy es mejorar nuestro sistema democrático, cuestionado, criticado, pero que la historia ha demostrado que es el único sistema institucional capaz de permitir el respeto a los derechos humanos, a las libertades, y de promover un desarrollo económico que signifique un progreso equitativo para nuestras sociedades.
Tenemos mucho que construir y, por tanto, debemos multiplicar e insistir en levantar espacios de diálogo y acuerdos que nos permitan tener una mayor y mejor democracia. No desaprovechemos esta oportunidad que nos da la historia.
También tenemos que ampliarla, para lo cual esperamos que el Consejo Constitucional avance por el camino del diálogo y no de la imposición de una mayoría circunstancial. Necesitamos establecer un acuerdo de mínimos democráticos que sean la base común del desenvolvimiento de los diversos actores políticos.
Nunca más violencia armada; nunca más ningún sector político tiene el derecho de usar a las Fuerzas Armadas para obtener ventajas o defender sus prerrogativas o intereses, y nunca más el cálculo político pequeño puede anteponerse al diálogo y a la negociación democrática y transparente.
Hoy, las democracias se encuentran amenazadas por fuerzas autoritarias e irracionales. Es un fenómeno global que se ha visto reforzado por las consecuencias de la pandemia, por la proliferación de los conflictos internacionales, y por graves crisis políticas internas en muchos países, en todos los continentes.
Vivimos la mayor amenaza a la supervivencia de la especie, el cambio climático, la crisis medioambiental, que hará que nuestros hijos y nietos vivan en peores condiciones que las que hemos podido vivir cada uno de nosotros y quienes nos antecedieron.
Hoy más que nunca, frente a tamaños desafíos, la búsqueda de la paz, del orden fundado en la justicia, en el bienestar de las grandes mayorías, nos exige seriedad, responsabilidad y disposición a alcanzar acuerdos políticos y de Estado que se perpetúen y encarnen, por cierto, esos grandiosos principios.
Más y mejor democracia.
Irrestricto respeto a los derechos humanos, su defensa y oportuna justicia.
Más garantías desde este espacio, el Senado de la República, y de cada rincón de nuestro Chile, para que nunca más haya en nuestro país un quiebre constitucional que destruya y mate.
Los convocamos a comprometernos a eso, para Chile y por Chile.
Muchas gracias.

El señor COLOMA (Presidente).- A usted, Senadora.
(Aplausos en la Sala).
Tiene la palabra el Senador Rojo Edwards.

El señor EDWARDS (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Señor Presidente, estimados colegas Senadoras y Senadores, quiero partir haciendo un llamado a la unidad de Chile.
Chile debe ser capaz de mirar hacia el futuro de una vez por todas. Son numerosos los países que han superado sus divisiones después de guerras civiles, guerras mundiales, catástrofes humanitarias, y la verdad es que en el nuestro no tenemos más excusas para no unirnos.
Ahora, para poder avanzar en unidad, creo que debemos comenzar por extinguir la idea de que existe una verdad histórica oficial unificada. Pienso que debemos aceptar que tenemos visiones distintas y muchas veces contrapuestas.
Para ello, por lo menos de la parte oficial, no puede haber un veto a la discusión de lo que pasó el 10, ni el 11, ni el 12 de septiembre. Hablar solo del 11 y el 12 de septiembre, olvidando lo que ocurría el 10, fue a mi juicio uno de los grandes errores de esta conmemoración.
Segundo, los sentimientos, los miedos y las esperanzas de todos los chilenos no pueden seguir siendo cuestionados dependiendo de qué lado estamos, porque los sentimientos simplemente "son". La validación del sufrimiento del otro es clave para cerrar las heridas.
Por eso considero, humildemente, que equivocan seriamente el camino quienes para esta conmemoración organizaron condecoraciones, duelos nacionales u homenajes para representantes históricos que nos dividen, muchos de ellos -no todos, por cierto- con la intención de imponer una verdad. Yo creo que dinamitaron la posibilidad de tener un Chile más unido.
Ahora, ¿qué hacer para que no se repitan estos hechos históricos? Pienso que la idea que planteaba, de buscar mínimos comunes en materias de democracia, derechos humanos y libertad, es una forma.
Y en democracia creo que un primer mínimo debe ser que las convicciones democráticas no conozcan de fronteras geográficas, temporales o circunstanciales. Se deben condenar con la misma fuerza, a mi juicio, las dictaduras generadas por golpes de Estado que aquellas de dictadores que, habiendo sido electos democráticamente, se saltan la Constitución, concentran el poder y terminan persiguiendo a opositores, en cualquier parte del mundo, de ayer y de hoy.
Otro mínimo democrático debe ser la condena total a la violencia política. La verdad es que la ausencia de una condena transversal de la violencia del 18 de octubre de 2019 fue, para muchos de nosotros, muy dolorosa, especialmente porque se siguió con la intención de derrocar al Gobierno en ejercicio de la época.
Pero en el Chile de hoy, además, hay otras acciones que son un poco más sutiles, como, por ejemplo, que una sala de la Corte Suprema dicte fallos de alcance general forzando un cambio de política pública, autoridad que la Constitución no le confiere; o la creación de una "Comisión para la desinformación" respecto de la cual permítanme dudar de los alcances que puede tener en el tiempo.
En materia de derechos humanos, un mínimo civilizatorio debe incluir su defensa universal y atemporal, independiente, además, de si la violación proviene de una acción u omisión de un agente del Estado o de una organización terrorista.
"Defender justamente" los derechos humanos para el Chile del 73 al 90 condenando buenamente las violaciones no debe hacerse al costo de olvidar a las Antonietas Maachel, o a las víctimas de la macrozona sur de hoy, o de mostrarse sorprendidos al ser cuestionados por el apoyo que les otorgan a dictaduras como la cubana, la nicaragüense o la venezolana.
Y tercero, la defensa de la libertad. Chile debe estar siempre fuera del alcance de cualquier experimento colectivista totalitario, como los dos grandes implementados en la Europa del siglo pasado.
Como reflexión, entonces, ofrezco la siguiente.
Avanzar en el futuro hacia una unidad nacional requiere respetar las distintas visiones de la historia y nunca olvidar los miedos y esperanzas del resto, de los otros, en libertad, como creo que se hace en este Senado, única institución política que logró una declaración transversal.
Debemos cumplir nuestra obligación de luz hasta iluminar cada rincón y eliminar todo obstáculo que interfiera en el cierre de las heridas del pasado mirando el futuro con unidad y optimismo.
He dicho, Presidente.

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senador Edwards.
(Aplausos en la Sala).
Tiene la palabra la Senadora Provoste.

La señora PROVOSTE (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Muchas gracias, señor Presidente.
Es probable que con esta reflexión del Senado se comience a cerrar un largo ciclo de actividades conmemorativas, de intervenciones y discursos con ocasión del golpe cívico-militar y de sus trágicas consecuencias en nuestro país, como bien lo saben colegas que el día de hoy nos acompañan y están sentados aquí, en este Hemiciclo.
Ayer fue el día más emotivo y culminante, por razones obvias, porque ahí se fundían nuestras tristezas; también nuestra memoria, y por cierto, nuestro renovado compromiso con el presente y el futuro democrático, así como con la esperanza de que nunca más volvamos a vivir la noche larga y oscura que azotó a nuestro país.
Somos, en este Senado, una comunidad diversa, pero todos y todas debemos asumir las responsabilidades de los sectores políticos que representamos sin escabullir las necesarias autocríticas sobre lo que desembocó en lo que es considerada nuestra mayor tragedia, nuestra mayor tragedia política, como fue el golpe de Estado de hace cincuenta años.
Debemos conmemorar lo que significa "traer a la memoria en comunidad", es decir, tener la valentía, pero también la serenidad, para escuchar; para escuchar y ser escuchados entre quienes, como nosotras y nosotros, pensamos distinto, entre quienes nos reconocemos como diversos pero al menos no tenemos duda de que valoramos el diálogo, y por cierto, entre los que no actúan como si fuesen poseedores de una verdad absoluta. Hoy al menos queremos hacer el esfuerzo, en este Senado, de mostrar que es posible buscar la construcción de una verdad más colectiva, respetando la opinión diversa de cada uno.
Los que estamos aquí debemos unir la reflexión a la acción.
Hemos escuchado mucho en estos días un debate sobre si el golpe de Estado fue o no inevitable, como si el final de una crisis tuviera la virtud de borrar las responsabilidades personales y colectivas de dichas declaraciones.
Pero esa no es la mejor manera de prepararnos para enfrentar el presente y el futuro.
Más que conformarnos con comprobar cuál fue el desenlace de una crisis que no podemos cambiar, deberíamos interrogarnos ahora sobre cómo podemos evitar que una nueva crisis empiece, porque evidentemente estamos ante el desarrollo de una creciente polarización, crispación y desencuentros de la que no podemos desentendernos, en especial porque hay una pérdida de confianza en la democracia.
De lo acontecido hace medio siglo yo constato que la crisis se dejó crecer porque se dio por sentada la estabilidad democrática en el país, porque se alimentaron las tensiones sin medida, y porque el uso de la violencia comenzó a tener cada vez más espacio en la vida pública.
Dejar crecer una crisis es malo, y es algo que los demócratas no deberíamos permitir nunca, pues siempre existen los que no tienen la menor intención de contener el deterioro de la convivencia porque creen que el desenlace los va a favorecer.
Los populistas autoritarios no desaparecen porque estemos en democracia; al contrario, vemos incluso que ellos pueden crecer.
Dejar que los problemas se acumulen es la peor de las alternativas.
Si el diálogo se estanca, si el Parlamento no llega a acuerdos, si en el Gobierno predominan las diferencias de opinión, es decir, si todos fallamos, es la democracia la que se debilita.
Así que preguntémonos cómo evitamos el nacimiento de futuras crisis. Ninguno de nosotros y de nosotras puede creer que lo que estamos viviendo es una situación "normal", cuando nos hayamos tan lejos de encontrar la solución a los principales problemas que viven cotidianamente miles de familias en nuestro país.
Sin una Constitución para todos no podremos tener una mejor institucionalidad; intentar imponer una visión parcial es un error. Sin reformas estructurales no se tendrá mayor equidad; sin colaboración entre los poderes del Estado no va a mejorar el prestigio de la política ni se va a fortalecer la democracia.
La esperanza nace del diálogo, y las crisis, de la intolerancia.
Del pasado todos hemos aprendido, y hoy decimos "nunca más" a los crímenes, pero también que pudimos hacerlo mejor, y podemos hacerlo mejor ahora.
La lección permanente es que, cuando se dejan de construir acuerdos, se anidan las crisis.
La lección es que estamos en un error cuando cada cual se contenta con hacer por separado las declaraciones que debiéramos hacer de manera conjunta.
Y es por eso que hoy valoro lo que desde el Senado de la República hemos intentado mostrar al país.
La lección es que los enemigos de la democracia se llaman sectarismo en el pensamiento, intolerancia en la conducta y cambiar el uso de la razón por el abuso de la fuerza y de la violencia.
La lección es que estaremos en falta hasta que podamos repetir lo que señaló el Presidente Patricio Aylwin hace treinta y tres años, al acompañar los restos mortales del Presidente Salvador Allende al Cementerio General, en lo que fue un reconocimiento y un homenaje; un reconocimiento y un homenaje porque manifestó: "hemos aprendido de los errores que todos cometimos, para encaminarnos, con firme decisión, a superar el pasado doloroso, reconciliarnos y construir en conjunto el porvenir".
Señor Presidente, en nombre de la bancada Independiente y Partido Demócrata Cristiano, revalidamos hoy nuestro deber de conservar la memoria; revivimos el recuerdo doloroso de los caídos, de los detenidos desaparecidos, de los relegados, de los exiliados, de los lacerados en sus cuerpos y en su moral, y de todos los que fueron perseguidos por sus convicciones, por sus ideas y sus opiniones.
El deber de la memoria nos obliga a recordar a los que nos acompañaron y que ya no están junto a nosotros, a recordar sus dramas y padecimientos como víctimas de la represión, y nos refuerza nuestro llamado a rechazar la violencia política.
Es el deber de la memoria el que nos insta a reivindicar la justicia y la reparación junto con la búsqueda de aquellos que aún no han sido encontrados.
Revalidamos también nuestro compromiso con la democracia, que se fortalece actuando bien y a tiempo, haciéndonos cargo hoy de los problemas para que después no se conviertan en crisis y de las crisis resurjan las tragedias.
Es nuestra responsabilidad, por el presente y el futuro de nuestra gente y de nuestra democracia.
A los más cercanos les digo que, en los tiempos en que estamos y en los tiempos que vienen, hemos aprendido a jugarnos por la unidad y por la unidad de los progresistas.
No es la hora de las identidades menores ni del perfilamiento de las opciones propias; es la hora de la unidad, porque solo así promoveremos la democracia como la mejor opción para los próximos cincuenta años.
Esa es la gran lección que debemos aprender de los hechos ocurridos. Solo se puede posibilitar una agenda progresista, transformadora, en el país si esta se sustenta en una mayoría social y política; es decir, una mayoría que la apoya, la promueve y que se moviliza.
El progresismo en Chile, con todas sus vertientes, debe converger para asegurar una mayoría social, cultural y política que sustente una opción de desarrollo de largo plazo que piense al país más allá de este Gobierno; de lo contrario, existe el riesgo de que no resolvamos los problemas que, con justa razón, explican la actual desafección ciudadana y que debemos atender con más y mejor democracia.
Esa es la tarea del presente y del futuro, que debemos impulsar para seguir perfeccionando nuestra democracia.
He dicho, señor Presidente.
Muchas gracias.
(Aplausos en Sala).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senadora.
Tiene la palabra la Senadora Sepúlveda, quien intervendrá desde su pupitre.

La señora SEPÚLVEDA (sentada en su escaño).- Gracias, Presidente.
He elegido hablar desde aquí, porque es el lugar donde voto, trabajo y me expreso permanentemente.
Primero, saludo a Isabel. Escuché atentamente su discurso y cómo recordaba las últimas horas con su padre, así como el homenaje a su madre, que era muy importante realizarlo.
Segundo, y perdónenme un instante, quiero hablar en primera persona.
Tenía siete años cuando ocurrió el golpe y recuerdo como si fuera hoy aquellos minutos y cómo la radio transmitía lo que estaba ocurriendo en Santiago.
Yo vivía aquí en la Quinta Región, con mi padre y mi madre. Ambos eran profesores de historia y geografía. Mi padre era militante democratacristiano y fue generalísimo de la campaña de Tomic. Y recuerdo el dolor que él sintió cuando ocurrió el 11 de septiembre.
También me acuerdo de la reflexión profunda que hizo con su familia, con nosotros, cuando decía que no sabíamos las complicaciones que iban a venir y el dolor que esto iba a provocar en Chile. Quizás, por su profesión, por su lectura, mi padre entendía las consecuencias de un golpe militar como el que vivimos.
En estos años he tenido la oportunidad de leer y de escuchar testimonios de tantas personas, de tanto dolor, de tantas familias.
Y siempre cuando los políticos colocamos en primer lugar a las personas, al país, a los chilenos y chilenas, no nos equivocamos. Cuando en esta Cámara, en esta Sala, hemos estado discutiendo permanentemente y colocamos en primer lugar al país, no nos equivocamos.
Y a propósito de este golpe cívico-militar tan brutal, ¡tan brutal!, muchos de nosotros hemos llegado a la convicción -y me parece importante esta reflexión- de que era evitable. ¡Era evitable! Y era evitable porque debimos tener la madurez suficiente para entender nuestras diferencias, porque era importante entender la historia y las consecuencias de mis decisiones tanto individuales como colectivas.
Y si la política falló, la pregunta es si los políticos tenemos o no tenemos el derecho a equivocarnos. Porque cada vez que nos equivocamos lo que hacemos es perjudicar y complicar al país.
Y, perdónenme también, pero después de tantos años yo me rebelo. Me rebelo absolutamente a que hayamos sido monigotes de un intervencionismo extranjero. ¡Me rebelo absolutamente! Porque cuando Los Prisioneros decían "Somos un pueblo al sur de Estados Unidos", ¡eso éramos! Y la pregunta es si seguimos siéndolo.
Entonces, esa rebeldía, esa capacidad de autocrítica y de volver a repasar una y otra vez lo que ocurrió, ¿por qué no? Porque es para entender que la política falló, pero también para comprender que no tenemos el derecho a fracasar nuevamente.
La pregunta es qué justifica la muerte. ¿Qué justifica la tortura? ¿Qué justifica los desaparecidos? ¿Qué justifica personas a las que se les destruyeron sus hogares, su vida cotidiana? ¿Qué justifica la destrucción de la democracia, la muerte de un presidente electo? ¿Qué lo justifica?
Entonces, Presidente, yo espero que más allá de las historias individuales nuestras, de las historias colectivas y políticas nuestras, entendamos que nada lo justifica. ¡Nada lo justifica!
Y confío en que tengamos la capacidad de aprender, de transmitir y de entender que siempre, ¡siempre siempre!, hay alternativas.
Muchas gracias, Presidente.
(Aplausos en Sala).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senadora.
Tiene la palabra el Senador José García.

El señor GARCÍA (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Señor Presidente, señoras Senadoras, señores Senadores:
En primer lugar, en nombre de las Senadoras y los Senadores de Renovación Nacional, nuestro respeto a la Senadora y colega Isabel Allende. Entendemos, por supuesto, su dolor y su duelo. Entendemos que ha vivido momentos muy muy difíciles.
Y precisamente por eso es que esta sesión destinada a reflexionar sobre los hechos que nos llevaron al quiebre de nuestra democracia tiene tanta tanta importancia.
Como se ha dicho, es muy probable que no vamos a tener la misma visión respecto de los acontecimientos que produjeron el quiebre institucional y que llevaron al 11 de septiembre de 1973.
Quiero decirles, quizá siguiendo lo que señalaba la Senadora Alejandra Sepúlveda, que a esa fecha yo tenía dieciocho años de edad -¡tenía más años que usted, Senadora...!- y viví los acontecimientos en la intimidad de un hogar de clase media, sustentado por una madre trabajadora. No lo hacíamos desde ningún lugar de privilegio. Por el contrario, desde nuestra posición social sentíamos en toda su magnitud los efectos de la crisis política, económica, social y de seguridad que asolaba a nuestra patria.
Tengo la convicción de que nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile actuaron forzadas por la gravedad de la situación. No lo hicieron por un afán de poder. Muy por el contrario, su doctrina institucional permanente es el pleno apego a la Constitución y las leyes.
¿Por qué, entonces, el quiebre institucional? Porque en la década del 60 hubo partidos políticos que validaron la violencia política y, cito textual, dijeron: "La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clases. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento".
Repito: "Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político".
Dicha justificación de la violencia revolucionaria fue reafirmada por este mismo partido, en su congreso del año 1971, celebrado en La Serena.
Fue así entonces cómo se permitió, se facilitó, se justificó el funcionamiento de organizaciones armadas en paralelo a las legítimamente conformadas de acuerdo a la Constitución y las leyes. La más conocida fue el MIR, que desarrolló tomas de predios agrícolas, fábricas, comercios, sembrando temor e impotencia, reduciendo las capacidades de la economía para dar sustento a las necesidades de la población y provocando además desabastecimiento de productos esenciales, mercado negro y una inflación desatada.
El país vivía una creciente y dramática polarización. La amenaza de una guerra civil se hacía cada vez más patente.
Hubo intentos serios y altruistas para evitar un desenlace fratricida.
¡Cómo no mencionar los esfuerzos de don Patricio Aylwin, a esa fecha presidente de la Democracia Cristiana; de monseñor Raúl Silva Henríquez, cardenal, o la incorporación de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas al gabinete ministerial del Presidente Allende!
Sin embargo, la falta de voluntad política, principalmente de algunos partidos que conformaban la propia coalición de gobierno, impidió un acuerdo.
No lo decimos solo nosotros.
José Antonio Viera Gallo, en una entrevista reciente y refiriéndose al rol del general Carlos Prats González como Ministro del Interior, manifestó: "Si hubiera tenido un apoyo sincero tanto de la Democracia Cristiana como del Partido Socialista, hubiéramos salido adelante".
La Cámara de Diputados, en su histórico acuerdo del 22 de agosto de 1973, representó a Su Excelencia el Presidente de la República y a los señores Ministros de Estado miembros de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros, el grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la república.
La Corte Suprema de Justicia hizo lo propio. A través de reiterados oficios representó a Su Excelencia el Presidente de la República lo que definió como "una crisis del Estado de derecho que este tribunal no puede silenciar".
Repito: "una crisis del Estado de derecho que este tribunal no puede silenciar".
En este contexto de profundas divisiones, las responsabilidades de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile al 10 de septiembre de 1973, por supuesto, no existieron o fueron muy limitadas. En mi opinión ellas se vieron obligadas a intervenir, como se ha reconocido aquí, cuando las opciones políticas fracasaron una y otra vez.
Hoy, a cincuenta años del quiebre institucional, tenemos mucha más conciencia del valor de la democracia, del respeto irrestricto ¡siempre! a los derechos humanos, del rechazo a la violencia como medio para alcanzar el poder político.
También estamos en condiciones de comprender de mucho mejor manera la importancia de las buenas políticas públicas para superar la pobreza y lograr el desarrollo en su más amplia expresión.
Una democracia sólida y estable no solo significa votar y elegir periódicamente a las autoridades y representantes. El progreso, el bienestar, la igualdad de oportunidades son también condiciones vitales.
Renovación Nacional tiene ya treinta y seis años de vida al servicio del país. Desde esta tribuna renovamos el compromiso con Chile y su pueblo, para contribuir a su mayor realización espiritual y material.
Así lo hizo uno de nuestros fundadores, el Senador Sergio Onofre Jarpa, injustamente atacado en medio de la conmemoración de estos cincuenta años, ignorando su gigantesco aporte a Chile y a los valores permanentes de la democracia.
Finalizo mis palabras expresando nuestra fe en Chile y su mejor destino.
¡Dios nos ayude en esta permanente y convocante tarea!
Gracias, Presidente.
He dicho.
(Aplausos en Sala).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senador García.
Tiene la palabra la Senadora Claudia Pascual.

La señora PASCUAL (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Gracias, Presidente.
Muy buenas tardes a todos y a todas.
Hace cincuenta años La Moneda fue bombardeada.
Con violencia sin límite e inusitada, fue asaltada la casa del Presidente Allende y su familia. Nuestra solidaridad con la Senadora Isabel Allende.
El golpe de Estado instaura la dictadura más violenta y represiva por diecisiete largos años, no solo el 11 o el 12 de septiembre.
36.035 chilenos y chilenas fueron apresados y apresadas, según los testimonios entregados a la Comisión Valech, de las cuales 3.399 fueron mujeres, que dieron testimonio de violencia sexual, además.
1.469 chilenos y chilenas son detenidos desaparecidos, de los cuales hoy todavía no sabemos el paradero de 1.092.
1.731 ejecutados y ejecutadas políticas, de los cuales aún no se entregan los cuerpos de 377.
Estos datos también fueron revitalizados por los fundamentos del Plan de Búsqueda Nacional de nuestro Gobierno.
Tres diputados en ejercicio son detenidos desaparecidos: Gastón Lobos Barrientos; Carlos Lorca, quien era secretario general del Partido Socialista al momento de su detención, y Vicente Atencio.
Senadores que fueron detenidos y que al 11 de septiembre del 73 estaban en ejercicio:
Luis Corvalán Lepe, que pasó por la Escuela Militar Bernardo O'Higgins, por la Escuela de Infantería de San Bernardo, por isla Dawson, por los campos de concentración de Ritoque y Tres Álamos, entre 1973 y diciembre de 1976.
Ernesto Araneda, que pasó por la Academia de Guerra de la FACH, el Estadio Nacional, el Estadio Chile, la exoficina salitrera de Chacabuco, los campos de prisioneros de Puchuncaví, Tres Álamos, Ritoque, Cuatro Álamos, y que fue expulsado en 1975.
Jorge Antonio Montes Moraga, detenido desde 1974 hasta 1977 en distintos centros de detención.
Todos Senadores comunistas.
Senadores que se asilaron o que fueron exiliados: Luis Valente Rossi, Víctor Contreras Tapia, Julieta Campusano, Volodia Teitelboim Volosky, Alejandro Toro Herrera, Juan Luis Godoy Gómez, comunistas; Carlos Altamirano, María Elena Carrera, Erich Schnake, Jaime Suárez Bastidas, Aniceto Rodríguez, Adonis Sepúlveda, del Partido Socialista; Alberto Jerez, de la Izquierda Cristiana; Anselmo Sule, Hugo Miranda, Aníbal Palma, del Partido Radical.
En nombre de todas estas Senadoras, Senadores y Diputados, quiero homenajear a todas y cada una de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos en nuestro país.
A cincuenta años del 11 de septiembre esperaríamos que la condena al golpe cívico-militar y las violaciones a los derechos humanos, y el compromiso de que los problemas de la democracia, las crisis institucionales, político-sociales y económicas se resuelven mediante mecanismos y herramientas democráticas, existentes o creadas a partir de aquello, fueran un mínimo común transversal en el espectro social y político que hoy día se representa en la política chilena.
Esperar aquello no persigue la ingenuidad de que todos y todas pensemos igual, o que todos y todas tengamos la misma valoración del Gobierno de la Unidad Popular o de cada uno de los gobiernos venideros en la historia.
Pero a cincuenta años del golpe cívico-militar decir nuevamente que era inevitable, no solo es un agravio a las víctimas y sus familiares, como dijo la Senadora Allende, sino que también es, a nuestro juicio, una irresponsabilidad frente al país y la democracia.
¿Será posible, entonces, que haya otra circunstancia inevitable que justifique un nuevo golpe?
Incluso más. Honesta y muy personalmente, me resulta hasta frustrante seguir escuchando este tipo de declaraciones.
Lo decía Carlos Peña en una columna y también en una entrevista realizada unos días atrás en un diario de nuestro país: que lamentablemente hoy día sigan existiendo sectores aferrados al trauma de la Unidad Popular -y nos referimos a conglomerados de Derecha que siguen justificando el golpe- habla de que algunos no se pueden desprender de la dictadura, a diferencia de otros y otras que, a pesar de que no somos para nada perfectos, sí estamos y hemos estado dispuestos a aprender de nuestros errores, porque ningún error, ¡ningún error!, justifica un golpe de Estado.
A eso las y los comunistas, a esas nuevas circunstancias inclusive, a partir de las cuales alguien pudiera remotamente pensar que justifican un golpe de Estado, nos queremos oponer, porque debemos, y queremos, renovar nuestro compromiso con la democracia en nuestro país, el cual ha estado siempre; por ejemplo, cuando nos opusimos a la Ley Maldita; o como cuando condenamos la sublevación de los miembros del Ejército durante el Gobierno del Presidente Frei Montalva, encabezados por el General Viaux.
La construcción de unidad desde la diversidad para enfrentar las desigualdades en nuestro país fueron la motivación principal del Gobierno de la Unidad Popular y de Salvador Allende; y como comunistas, esa unidad de propósitos nos sigue inspirando para el Chile de hoy y del futuro, en términos de abordar las desigualdades.
Queremos reivindicar realizaciones importantes que desde lo político-social tuvo ese gobierno: la nacionalización del cobre, que fue la culminación de un proceso, como dijo la Senadora Provoste; la reforma agraria, que también partió en el Gobierno del Presidente Frei Montalva; las mejoras en las condiciones laborales de trabajadores y trabajadoras; la profunda preocupación por los cuatrocientos mil niños y niñas desescolarizados que había en la década de los setenta; la creación de la Junta Nacional de Jardines Infantiles, que hasta el día de hoy garantiza tres comidas diarias para niños y niñas; el medio litro de leche que hasta ahora se reparte en todos los consultorios públicos del país; los comedores populares; las vacaciones y campamentos populares para trabajadores y sus hijos (el Presidente Salvador Allende, y sin hacer la cita textual, hablaba de "menos tugurios, más montaña y más mar para los trabajadores y sus hijos", cuestión que lo inspiraba profundamente); la creación de la cultura y el acceso a ella para todos y todas, entre otras.
Esos logros son también lo que se buscó detener con el golpe de Estado y la dictadura cívico-militar.
Ahora bien, se dice que esta fecha divide a Chile, y a las y a los comunistas nos interesa sobremanera no tener un país dividido; nos interesa, por cierto, no tener un país con heridas. Avanzar en ello y construir un futuro para todos y todas implica el compromiso con el "nunca más" en Chile: nunca más golpes de Estado; nunca más violaciones a los derechos humanos... (la Senadora se emociona al expresar estas palabras)..., que lamentablemente vivimos y volvimos a ver durante el estallido social: acá tenemos a una colega, la Senadora Fabiola Campillai, quien fue un símbolo de las víctimas de violaciones a los derechos humanos; siempre democracia y más democracia; avanzar con proyectos mayoritarios y democráticos que la ciudadanía y el pueblo de Chile nos exigen, como pensiones justas, educación y salud para todos y todas; que el debate democrático permita siempre siempre enfrentar las desigualdades y las necesidades de Chile y su gente, o su pueblo, como se decía antaño, sin ingenuidades por cierto.
¡Nunca más responsabilicemos a las víctimas de los hechos que les han y nos han hecho tanto daño!
Ningún error, ninguna diferencia profunda con un gobierno justifica los golpes de Estado. Verdad plena, justicia, reparación y garantías de no repetición no es dividir al país: ¡es memoria, es democracia para el presente y compromiso con el futuro!... (la Senadora vuelve a emocionarse al señalar estas palabras).
¡Muchas gracias!

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias.
Tiene la palabra la Senadora Rincón.

La señora RINCÓN (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Señor Presidente; Honorables colegas; querida Senadora Isabel Allende, hija del ex Presidente Salvador Allende, nuestro abrazo y nuestra muestra de respeto y solidaridad a usted y a toda su familia:
Hoy, 12 de septiembre, y en nombre de mi colega Matías Walker, agradecemos poder reunirnos en este Hemiciclo para reflexionar sobre un capítulo oscuro de nuestra historia -y recordarlo- que marcó el rumbo de nuestra patria hace cincuenta años: el quiebre de las instituciones y el golpe de Estado de 1973. Pero no hacemos esto solo para condenar de manera clara y categórica lo ocurrido, sino también para reflexionar sobre las lecciones aprendidas; reafirmar nuestro compromiso con la democracia y con los derechos humanos, y, sobre todo, para plantearnos cómo somos capaces de avanzar en el reencuentro que les debemos a millones de personas.
Agradezco, Presidente, el espacio generado por la Mesa del Senado para convocar a este instante de reflexión.
Solo para tener presente previamente, cuestión que en verdad la Senadora Sepúlveda señaló con su ejemplo particular: de los cincuenta Senadores aquí presentes, catorce nacieron en 1973, o en años posteriores; y de los treinta y seis restantes, muchos éramos niños. Teniendo en cuenta esto, necesitamos relevar la importancia de hacer memoria para el "nunca más", pero también convocando a todas y a todos al reencuentro.
El Presidente Patricio Aylwin, aun habiendo sido uno de los principales opositores de la Unidad Popular, nos recordó en su discurso del funeral oficial y póstumo del Presidente Salvador Allende en 1990, refiriéndose a la dictadura, que "los horrores y quebrantos del drama vivido por Chile desde entonces nos han enseñado que esas circunstancias no deben ni pueden repetirse por motivo alguno". Y hoy, ante esta conmemoración, es fundamental subrayar que nunca más debemos permitir que ocurran tales horrores. Tenemos el deber de hacernos responsables de nuestro pasado; de lo contrario, no podremos ser dueños de nuestro futuro.
Miles de familias aún no logran cerrar una herida abierta, y ello no es algo que se pueda justificar. Por eso nos parece tan relevante el Plan Nacional de Búsqueda que ha implementado el Presidente Boric, bajo el liderazgo del Ministro de Justicia.
Como país, hemos experimentado la división política y la polarización; sin embargo, también hemos demostrado que la democracia y la reconciliación son posibles. Fue precisamente esa fe en la democracia, esa esperanza en torno a unirnos por los derechos de las personas, lo que trajo las décadas más prósperas y los inicios de la reconciliación para las chilenas y los chilenos.
Hoy recordamos con respeto y volvemos a condenar enérgicamente, como siempre lo hemos hecho, las violaciones a los derechos humanos que sucedieron durante aquel período oscuro.
Reconocemos el valor y la responsabilidad compartida de líderes como el Presidente Aylwin y el Cardenal Silva Henríquez, quienes buscaron el diálogo y la unidad en momentos críticos.
No podemos olvidar ese período, pero tampoco cómo hemos sido capaces de avanzar en condena y reparación: desde el "boinazo" en 1993, que imposibilitó cualquier tipo de conmemoración a veinte años del golpe, pasando por los treinta años del compromiso por el "nunca más", los cuarenta años de los "cómplices pasivos", hasta llegar a los cincuenta años "Por la democracia, siempre".
Sin duda, es un logro reunir a los expresidentes en torno al compromiso democrático (el que suscribimos como Demócratas de manera inmediata, cuando nos llamó el Presidente Boric el jueves pasado, y así él lo hizo público aquel día), aunque hubiésemos esperado un paso más hacia el reencuentro real que ansían todos los chilenos: es necesario que todos los sectores políticos hagamos no solo un mea culpa, sino también una autocrítica y un cambio de tono ofreciéndole al país una base de sanación.
Para nosotros es firme la convicción de que la democracia y la defensa de los derechos humanos son valores fundamentales que deben prevalecer siempre, como lo recordaba el entonces Senador Patricio Aylwin en los diálogos de agosto de 1973, en orden a "hacer el último esfuerzo para que se restablezca la normalidad institucional y de las normas básicas de convivencia democrática".
Es nuestra responsabilidad también, como representantes de la ciudadanía, mantener viva la memoria de lo que ocurrió para que nunca más se repita, y, más que seguir intentando juzgar el pasado con los ojos del presente, aprender de esas lecciones para fijar nuestro rumbo futuro.
Es nuestro deber construir un Chile donde la democracia sea el camino de la prosperidad, la estabilidad y el respeto mutuo. Así lo hicimos presente, previo a esta conmemoración, el 3 de septiembre, desde donde como Demócratas presentamos un compromiso por el "Nunca más para el reencuentro y la reconciliación", con siete lecciones aprendidas, que versan sobre el diálogo; el rechazo a la violencia; el Estado de derecho; el respeto a las instituciones y a sus roles; el preservar la libertad y la democracia como valor en sí misma, y el nunca ¡nunca! más violar los derechos humanos.
El "reencuentro de los demócratas" a que hacía referencia el Presidente Aylwin, que permitió los mejores años de gobernabilidad, estabilidad política y social, crecimiento económico y reducción de la pobreza en nuestro país, es una prueba de que la unidad en torno a estos principios es fundamental. Por ello, debemos seguir trabajando juntos para que Chile siga siendo no solo un ejemplo de democracia y respeto a los derechos humanos, sino también un ejemplo en materia de unidad y reencuentro.
Chile fue campeón de los acuerdos económicos, y Chile debe ser ejemplo de acuerdos políticos que generen estabilidad, respeto y oportunidad.
A Chile, a las chilenas y a los chilenos les debemos no solo un 11 de septiembre de memoria y "nunca más" de los cincuenta años que pasaron, sino además un 12 de septiembre de reflexión, de reencuentro y de reconciliación de los cincuenta años que vendrán.
Como nos dijera el Presidente Eduardo Frei Montalva en el Caupolicán, en 1980: "La esperanza de Chile no tiene el nombre de una persona, tiene el nombre del pueblo de Chile. La esperanza de Chile es el pueblo de Chile".
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en las tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senadora.
Tiene la palabra el Senador Macaya.

El señor MACAYA (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Gracias, Presidente.
Primero, desde la UDI queremos felicitar el rol y el tono que se ha dado hoy día en el Senado. Creo que eso es bueno para Chile en días de crispación, de polarización.
Pienso que ello era necesario cuando hemos visto que en la Cámara de Diputados, y también -hay que decirlo- en otro poder del Estado, desde el Gobierno, se ha manifestado un tono que, a nuestro juicio, no ha sido el adecuado para la necesaria unidad de Chile.
¿Es buena para Chile la polarización? ¿Era necesario enfocarse en estos cincuenta años en lo que nos divide? Para mí la respuesta es evidente. Y cualquiera que haya visto el acto del día de ayer puede adivinar, llegar a la conclusión de que no fue un acto de unidad. Hubo un momento, sí -y quiero señalarlo-, en que desde la UDI pensamos sinceramente que el tono iba a ser diferente. Porque hoy día decir "nunca más" es evidente. Decir que respetamos la democracia; que establecemos como principio fundamental la dignidad humana, el valor de los derechos humanos; que condenamos la violencia, es parte de un "desde". Y desde la UDI queremos establecer aquello.
Eso es tan evidente como también que el mundo después de cincuenta años es otro: ha caído la Unión Soviética; cayó asimismo la utopía de la vía chilena al socialismo; se ha acreditado, por cierto para un "nunca más" gigantesco, que en Chile sí se violaron los derechos fundamentales, lo que probablemente constituye el dolor más grande en la historia reciente de nuestro país. Esa es una realidad.
Ahora, esto es mucho más evidente a cincuenta años de un hito doloroso, y ese dolor se multiplica en quienes sufrieron las aberrantes violaciones a los derechos humanos, así como la pérdida de sus seres queridos. Y en eso nuestro respeto y afecto en esta fecha a Isabel Allende, colega nuestra, cuestión que nos corresponde manifestar.
En ello también me excuso de cualquier exceso verbal, impertinencia e incluso desatino en que nuestro sector puede haber incurrido. Es más, hoy día hubo una declaración, que corregimos a tiempo, de un Diputado que manifestaba que el Informe Rettig o la Comisión Valech contenían inexactitudes. A mí me parece importante refrendar cuando se producen esos errores.
Pero la razón por la cual hoy día nos sentimos en el deber de hacer esto y de refrendar nuestro compromiso con la democracia, los derechos humanos y la no violencia no es solamente porque acá, en el Congreso, en el día a día nos toca convivir con personas que han sido víctimas de violaciones a los derechos humanos, o con sus familiares, sino también porque se trata de un valor, un principio asentado en nuestras actuaciones en la vida política reciente.
Hace un par de semanas, a pesar de haber sido tildados de "negacionistas", nosotros suscribimos un compromiso con el Plan Nacional de Búsqueda; asimismo, hemos aprobado durante muchos años proyectos de ley en materia de reparaciones y de derechos humanos. Por eso hace veinte años nuestro partido redactó un documento denominado "La paz ahora", que fue fruto de la conversación de nuestros dirigentes políticos de la época con familiares de víctimas de violaciones a los derechos fundamentales.
Entonces, la pregunta que debemos hacernos hoy día es si lo que ha ocurrido en esta conmemoración ha sido bueno para Chile; si es buena para Chile la polarización.
Esa fue la pregunta que nos hicimos para ver si asistíamos o no al hito de ayer, luego de lo cual determinamos no concurrir. Y quiero decir que lamentablemente no nos equivocamos en ello. Quienes acudieron o vieron la televisión pueden dar fe de que no era un acto para que fuera la derecha. Me hubiese encantado haber tenido que reconocer hoy que el acto que organizó el Gobierno fue sin verdades oficiales, sin cancelaciones a quienes tenemos una mirada diferente de la historia, sin pifias a Carabineros y sin pifias al ex Presidente Sebastián Piñera. Pero, lamentablemente -y digo esto con mucho dolor-, no nos equivocamos, y creemos que, al contrario de lo que se trata de instalar, nuestra no asistencia sí contribuyó en parte a tener una conmemoración más sobria y menos polarizada en esta fecha. Me parece una buena noticia que haya habido menos violencia incluso que la que muchos habían supuesto el día de ayer.
A propósito de las deudas y errores de la derecha, y quiero ocupar con mucho respeto la frase del rector Carlos Peña, que también utilizó la Senadora Pascual cuando lo citó -¡he tenido bastantes coincidencias con él en el último tiempo...!-, deseo recordar también la respuesta que le da a él un pensador de nuestro sector y que es mucho más notable que la que yo puedo entregar. Tiene que ver un poco con lo que está sucediendo hoy día, y la cito textual: "La moralización excesiva del debate respecto del golpe de Estado de 1973, incluso 50 años después de ocurrido, refleja una precariedad reflexiva -importante-. Es tan fuerte su empuje que hasta el Rector Carlos Peña se ve arrastrado, en la misma excelente entrevista donde exige mayor reflexividad a la clase política -y sobre todo a la derecha-, a las beatitudes de exigir a la derecha un `nunca más' aéreo, voluntarista y finalmente vacío. Es decir, un golpeteo de pecho público y ritualista que -el Rector lo sabe- no enseña ni cambia nada. Es imposible arrepentirse de algo o intentar prevenir que ocurra de nuevo sin comprender ese algo. Sin explicación, aquello que se pretende condenar o purgar queda indeterminado. Luego, el Rector, que siempre ha sido enemigo de la superstición, se deja llevar a tal punto frente al asunto de 1973 que termina cediendo a la lógica del ritualismo arcaico. Nos convoca a un `nunca más' tipo danza de la lluvia o sacrificio azteca. Y si el profesor Peña -con toda la inteligencia que tiene- tropieza en este asunto, qué nos queda al resto".
¿Qué hemos aprendido y qué errores no volveremos a repetir? Desde la UDI esa es la pregunta correcta que queríamos hacernos en esta fecha y a la que habíamos convocado también al Gobierno.
Esta fue una oportunidad perdida. Yo la asimilo a la que se perdió el año pasado, a la que tuvo nuestro país y que terminó con el fracaso de la Convención Constitucional.
Entonces, creo que desde la política, desde este Senado, desde el Congreso no podemos seguir desaprovechando oportunidades.
No es un misterio para nadie que siempre hemos sido críticos del tipo de gobierno que hizo la Unidad Popular y del rol del propio ex Presidente Allende en los hechos acaecidos en Chile que nos llevaron al quiebre de la democracia. Pero que tengamos nuestra opinión respecto a la historia no puede en ningún modo suponer que justificamos las violaciones a los derechos humanos o que estaríamos dispuestos a quebrar la democracia hoy, cincuenta años después, cuando el mundo que vivimos es otro, o cuando se nos emplaza de "negacionistas" o de "golpistas", que son los calificativos que, lamentablemente, se han visto renovados con mucha fuerza en los últimos días, donde todo lo que se distancia de la verdad de algunos acerca de los hechos que antecedieron al 11 de septiembre de 1973 se califica como "retroceso".
Hablamos mucho de reconciliación, pero parece que no entendemos lo que significa. Y, lamentablemente, la mayoría de las veces tampoco la practicamos.
Estoy convencido de que la conmemoración que vivimos ayer podría haber sido el momento de comprometerse en avanzar en lo que nos une y no en lo que nos divide. Por lo mismo, y sin ánimo de acentuar las diferencias, quiero insistir en que el Gobierno perdió una oportunidad.
Lo que hemos aprendido es más importante que lo que nos divide.
Los errores que no podemos volver a repetir tienen un sentido mucho más de futuro y de aprendizaje en adelante que un pasado en el que no solamente nosotros no vamos a ponernos de acuerdo, sino que los chilenos -demuestran esto incluso estudios de opinión recientes- también tienen diagnósticos diferentes acerca de lo que ocurrió.
La visión histórica va a tener siempre matices y distintas apreciaciones. Sin embargo, eso no puede ser motivo para impedirnos avanzar.
No me parece razonable tratar de imponer una sola verdad. Lo propio de un Estado democrático, como el que juntos hemos construido, es permitir y proteger la libertad de pensamiento y expresión. Y, más que imponer verdades, el deber de un Gobierno es garantizarles a todos el espacio de libertad que les corresponde.
Esa es la oportunidad que se perdió esta semana. Por eso, es muy relevante, Presidente, el tono que el Senado se ha dado y que la actitud en este día sea distinta a la que propició la Cámara de Diputados, con las lamentables actuaciones que hemos visto, y también el propio Gobierno, con actividades que propiciaron más el "lo que nos divide" que el "lo que nos une", y de lo que hemos aprendido.
Hago un llamado humilde a dejar en la historia, con nuestras legítimas diferencias, el quiebre de la democracia que vivimos hace cincuenta años y poner en el futuro las urgencias y dolores actuales de los chilenos, nuestras prioridades.
No nos podemos dar el lujo de hacer vista gorda a la crisis de seguridad que vive Chile, al estancamiento económico que agobia a las familias de nuestro país, por lo que nuestro deber y esfuerzo tendría que estar precisamente ahí, con los que realmente nos necesitan.
Nuestro deber como líderes va mucho más allá de legislar o gobernar y tenemos que estar a la altura de lo que Chile espera de nosotros. Está claro que no son las divisiones, no son las peleas de trinchera, no es la imposición de verdades históricas u oficiales lo que los chilenos esperan de nosotros, sino que son las soluciones, los acuerdos y las propuestas para enfrentar la crisis de seguridad, la crisis migratoria, el estancamiento económico o la inflación lo que realmente Chile necesita de nosotros.
Sobre la oportunidad perdida, al igual que el año pasado con la Convención Constitucional, en esta conmemoración el Presidente decidió hablarles a los suyos.
Y la oportunidad de enmendar en política siempre está a la vuelta de la esquina.
La política siempre da revanchas. Y en eso, por supuesto, no hay que repetir errores.
Queremos que el decir "nunca más" a las violaciones a los derechos humanos, valorar la democracia, respetar nuestras opiniones sea un sincero compromiso por parte de nuestro partido, y así lo hicimos junto con el resto de Chile Vamos la semana pasada.
Ayer ya fue. Hoy se cierran, con esta reflexión, las conmemoraciones, y esperamos que también se pueda cerrar la división. Es hora de la política y de la democracia para lo que viene.
En la Nueva Constitución -muchos han olvidado que es una prioridad y tiene una importancia por lo menos desde el punto de vista político y social para el futuro de Chile, a pesar de que no sea percibido así por la opinión pública- hay una oportunidad.
En las reformas que, por supuesto, Chile necesita hay una oportunidad, y es hora de demostrar que hemos aprendido.
Las tragedias del pasado deben ser el aprendizaje para el futuro del Chile que queremos construir. No volvamos a fracasar, no volvamos a perder oportunidades.
Yo reitero mi felicitación al Senado por marcar un contraste evidente con lo que otros poderes, y la otra Cámara en este caso, demostraron en esta conmemoración.
Lo que nos une, lo que hemos aprendido -era la campaña inicial a la que habíamos sido convocados a participar, entendiendo el hito de estos cincuenta años, y pudo ser el tono de esta conmemoración- es lo que nosotros hoy día queremos ofrecerle a Chile para dejar de mirar con el retrovisor un pasado doloroso, muy doloroso para algunas personas -y empatizamos con aquello-, y mostrar nuestra disposición para un futuro de unidad.
Para eso, desde la UDI estamos disponibles, queridos colegas.
He dicho, Presidente.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senador.
Tiene la palabra el Senador Lagos Weber.

El señor LAGOS (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Muchas gracias, señor Presidente.
Los saludo a todos y a todas.
Primero, mi saludo y cariño a Isabel Allende, integrante del Partido Socialista e hija del Presidente Salvador Allende.
También, a los parlamentarios que están en este Hemiciclo que igualmente tienen cercanos y familiares que fueron víctimas de la represión producto del golpe de Estado.
Quiero partir señalando que creo que ha habido un retroceso.
Tuvimos un Informe Rettig; tuvimos una Comisión Valech; tuvimos al Presidente Piñera hablando de los cómplices pasivos. Siento que se trató de pasos incrementales que fueron construyendo cierto criterio, no digo todo compartido, pero que nos permitía pararnos con cierta tranquilidad mirando el pasado.
Y pienso que estos cincuenta años han sido un desencuentro.
Es un desencuentro en el cual no hay responsabilidades compartidas por igual. Siempre las cosas se pueden hacer mejor, siempre se debe convocar de mejor manera. Sin embargo, y esta es una reflexión serena y dentro del rol que tiene el Senado, cuesta mucho entender haber dado estos pasos por un período largo, de década tras década, para que hoy haya este desencuentro.
No fue posible coincidir en dos temas bien básicos, en una carta única: la democracia ante todo; no se violan los derechos humanos. No fue posible firmar eso, salvo por los cuatro ex Presidentes. Los partidos no fueron capaces, no tuvieron voluntad.
¡No pueden decirme que eso no es un retroceso!
Cuatro ex Presidentes, de distinto sector, tienen la capacidad de hacerlo, de mirar Chile, y el resto no pudo. Hay algo atávico que nos impide eso.
¿El golpe era inevitable? ¡No! Era evitable. Siempre es evitable la fuerza y la confrontación cuando tenemos un régimen democrático.
En segundo lugar, se habla de contexto.
Yo pediría que diéramos vuelta la página en el tema del contexto. No acepto y nos es difícil aceptar que hubiera un contexto que permitiera el bombardeo a La Moneda, lo que ocurrió desde el día 11 de septiembre hasta que se recuperó la democracia el año 1990. No es aceptable. ¿Qué contexto había para que un sector político el año 1988 quisiera que Pinochet siguiera otros ocho años más? ¡Ocho años más! Hubo un sector que le prestó su apoyo político a ese proyecto. ¿Qué contexto había ahí? ¿Hay un contexto para eso? Y podría seguir hablando de contextos.
Creo que nos faltó capacidad, a un sector le faltó capacidad para entender el momento. Me cuesta comprenderlo, porque pensé que habíamos avanzado un poco más.
Yo adscribo a una izquierda -la izquierda es diversa- que hizo una profunda autocrítica y reflexión respecto de lo que ocurrió con el Gobierno de la Unidad Popular.
Dos botones de muestra.
La primera lección: la democracia, siempre. No hay democracias con apellido, no son democracias de la oligarquía ni democracias burguesas. El análisis y la profundidad de la autocrítica de la izquierda y del socialismo chileno, del cual el Partido Por la Democracia, por lo demás, es hijo, es una rama, nos lleva a entender que la democracia no se puede perder, que fue un costo muy grande para Chile.
Y la segunda lección que se sacó de esa autocrítica: para hacer reformas profundas en un país, uno requiere conformar mayorías y dialogar; mayorías y dialogar. Era muy difícil llevar adelante reformas estructurales cuando tú tenías un tercio, un 44 por ciento de la ciudadanía o el 49 por ciento tal vez, en cierto minuto, luego de alguna elección de alcaldes. Estoy hablando de hace cincuenta años. Pero la lección es: "Para hacer cambios estructurales, que vayan a la raíz de los problemas, requiero mayoría".
Y esa autocrítica la hizo nuestro sector. Y yo habría esperado que otro sector hiciera su autocrítica y que no dijera que es un tema de contexto. Es decir, me comprometo a nunca más qué: a un golpe de Estado nunca más, no hablar de un quiebre a la democracia.
Pero tenemos una oportunidad como Senado.
¿Se trata de cincuenta años del quiebre de la democracia o de un golpe?
¿Cómo hacemos para evitar que la democracia flaquee?
Y la pregunta que les hago a todos los que están acá -sé que muchos hacemos terreno- es cuántos chilenos y chilenas la pasan mal; tienen dificultades en el día a día con la seguridad; ven que les sube el nivel de la inflación; tienen anhelos, sueños, frustraciones, que las listas de espera, que la reforma de pensiones. Ustedes nómbrenmelos, los conocen de memoria. Si la democracia no les resuelve sus problemas, alguien les va a ofrecer solucionarles los problemas. Y más interesante, si un chileno o una chilena no siente que la democracia le está llegando, que está en su casa resolviendo los problemas, ¿qué valor tiene la democracia?
Entonces, desde el Senado, y como es una reflexión, ojalá podamos ponernos de acuerdo. Ya estamos a 12. Ojalá sea posible ponernos de acuerdo en un proyecto de reforma que tenemos con el Gobierno y que este Parlamento debe votar; ponernos de acuerdo en las pensiones; ponernos de acuerdo en lo tributario; ponernos de acuerdo en la mirada un poco más larga.
No nos vamos a poner de acuerdo con la verdad oficial, pero creo que podemos ponernos de acuerdo en dar una señal más que razonable de que la democracia funciona, que resuelve los problemas del día a día y que está en la casa de todos los chilenos y todas las chilenas.
Por último, el Presidente Gabriel Boric tenía la obligación de hablarles a las víctimas de la violencia en Chile, en particular, a los cercanos a los mil y tantos detenidos desaparecidos, a los treinta y cinco mil torturados, hombres, mujeres y niños.
Gracias, señor Presidente.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senador.
Tiene la palabra el Senador De Urresti.

El señor DE URRESTI (de pie y ante el podio ubicado al lado izquierdo de la testera).- Señor Presidente, estimados Senadores, estimadas Senadoras:
Vaya, en primer lugar, un saludo particular para nuestra compañera de bancada Isabel Allende, compañera, amiga.
Un sentido homenaje, Isabel.
Sentí orgullo al escuchar tus palabras el día de ayer, en nombre de lo que significó tu vida; tu padre; tu madre, la Tencha; la Tati, y toda tu familia.
Un reconocimiento para esas palabras y para ti, estimada Isabel.
Algunos de los integrantes de la bancada de Senadores socialistas somos de la generación que aún tiene los recuerdos y las imágenes de ese 11 de septiembre mostradas en televisión en blanco y negro.
Al igual que la Senadora Sepúlveda, tenía siete años, y vi en blanco y negro esos pasajes.
Somos de una generación que creció escuchando a Silvio Rodríguez; que se aprendió de memoria el discurso final del Presidente Allende, y que en la universidad tuvo como ejemplo a Carlos Lorca Tobar, recordado Diputado por Valdivia, Secretario General de la Juventud, detenido desaparecido hasta el día de hoy.
Nuestra formación como personas se produjo bajo la dictadura, sin Congreso; con centros de alumnos y federaciones prohibidas; con rectores designados; iniciando la militancia en la juventud de un partido político proscrito.
Pero en nuestra bancada también hay quienes vivieron plenamente el Gobierno de la Unidad Popular, estuvieron el 11 en La Moneda acompañando al Presidente, como lo recordaba Isabel en sus palabras, y vivieron en carne propia la pérdida de amigos y colegas, supieron de la detención de muchos y la desaparición de otros, y sufrieron el desarraigo del exilio por largos años, pese a la solidaridad internacional.
Somos una bancada que reúne luchas y experiencias distintas, muchas de ellas muy dolorosas, como las que le tocó vivir a la Senadora Isabel Allende, hija del Presidente, y al Senador Fidel Espinoza, cuyo padre, ex Diputado socialista Luis Espinoza, fue asesinado en diciembre de 1973, cuando el Senador tenía solo tres años.
Y, asimismo, empatizamos con la experiencia de otros compañeros que formaron parte de nuestra bancada.
Recordamos a Orlando Letelier del Solar, padre del ex Senador Juan Pablo Letelier, asesinado por la DINA en 1976, en Estados Unidos.
A Rolando Calderón, el Huaso, el recordado "Huaso" Calderón, Ministro de Agricultura durante el Gobierno del Presidente Allende, quien tuvo que partir al exilio llegando el golpe, asilado.
Al ex Senador y actual Ministro de Vivienda, Carlos Montes, detenido y torturado por la CNI.
Y al ex Senador Rabindranath Quinteros, detenido y relegado durante la dictadura.
Asimismo, extiendo estas palabras a los Senadores y ex Senadores socialistas que vivieron un largo exilio, como la misma Senadora Isabel Allende; nuestro compañero y ex Canciller, José Miguel Insulza; Carlos Montes; Juan Pablo Letelier; Jaime Gazmuri; Ricardo Núñez; José Antonio Viera-Gallo; Carlos Ominami; Camilo Escalona; Adonis Sepúlveda; María Elena Carrera; Jaime Suárez; Erick Schnake, y tantos otros que quizás se me olvidan.
Por todo esto, para nosotros el retorno a la democracia no constituye un simple hito que permite volver a tener elecciones tras diecisiete años de autoritarismo.
Nos emocionamos con el discurso del Presidente Aylwin en el Estadio Nacional -donde pude estar presente-, al asumir el mando en 1990, diciendo que este país es uno solo, formado por civiles y militares; o cuando pidió perdón a los familiares de las víctimas y a Chile tras dar a conocer el informe Rettig.
También nos conmovimos cuando el Presidente Ricardo Lagos abrió la puerta de Morandé 80 e impulsó la Comisión Valech como instrumento para conocer la verdad respecto a lo ocurrido durante la dictadura.
Y nos alegramos -y lo digo: nos alegramos- cuando Sebastián Piñera, como Presidente, cerró el penal Cordillera y tildó de "cómplices pasivos" a quienes tuvieron pleno conocimiento de las violaciones a los derechos humanos y no hicieron nada.
Y aunque vivimos una transición a la democracia acotada, protegida, con Senadores designados, Consejo de Seguridad, censura y binominal, entendimos la necesidad de los acuerdos amplios para avanzar en las necesarias reformas sociales, económicas, laborales y tributarias.
En ese camino, ya por cincuenta años, cada vez hemos tenido más certeza de lo ocurrido antes y durante el golpe cívico-militar y desde el primer minuto del régimen de facto.
Las desclasificaciones de documentos secretos hechas por sucesivos Gobiernos de Estados Unidos han contribuido a eso, ratificando lo expresado en un oficio -y quiero detenerme en esto- de este Senado, de fecha 15 de noviembre de 2000, en que más de treinta Senadores y Senadoras de todas las bancadas, incluso los designados, rechazaban la interferencia de este país, pues "constituye una violación a nuestra soberanía y dignidad inaceptable".
Con cada acto de verdad, cada vez más apreciamos y valoramos el rol, y permítanme recordar a nuestro Presidente, como médico, como líder, como pedagogo social y político, como Ministro, como Diputado, y especialmente -y esto es revindicar la democracia- como Senador que por veinticinco años levantó la voz en este Hemiciclo y que presidió por tres años esta Corporación.
Por eso valoro que hoy día nos podamos entender en este mismo Senado, y agradezco a todos los sectores que han contribuido en eso.
Porque, más allá del 11 de septiembre y la figura y el legado del ex Presidente, que destaca en el mundo entero, más allá del "socialismo a la chilena, con empanadas y vino tinto", pesa su compromiso pleno e indudable con la democracia, el pluralismo y la libertad, así como su consecuencia y compromiso y su decisión.
Rompió con muchos moldes en una época marcada por la Guerra Fría, incluso dentro de nuestro propio mundo ideológico, anticipándose por décadas a algo que es hoy un principio intransable para todos: nuestro proyecto histórico se enmarca dentro de un régimen democrático y nada nos hará salir de ese marco.
Hemos hecho en el tiempo una autocrítica. Otros, creo, aún esperan.
En estos días hemos escuchado discursos, argumentos y frases verdaderamente irreconocibles; frases que hace una o dos décadas creíamos ya superadas y olvidadas; frases propias de la Guerra Fría, que no existe hace años, porque el mundo ha cambiado mucho desde el año 1973 hasta hoy, en todas partes, no solo en Chile.
Por eso, queremos decir como bancada, como socialistas, fuerte y claro: ¡Nunca más en Chile violaciones a los derechos humanos! ¡Nunca más!
Por ello, así como valoramos las palabras del ex Presidente Aylwin, también reconocemos el mea culpa realizado el año 2013 por el entonces Presidente de la Corte Suprema, Rubén Ballesteros, admitiendo las omisiones de ese Poder del Estado ante los atropellos de los derechos humanos de miles de chilenos.
Por eso vemos con satisfacción que la Corte Suprema hoy tenga especial atención en fallos en última instancia en causas tan relevantes como la de Víctor Jara y la desaparición de la dirección clandestina del Partido Socialista, acaecida el año 1975.
De la misma forma, valoramos las recientes declaraciones del ex Comandante en Jefe del Ejército General Ricardo Martínez y las palabras del Comandante en Jefe de la Armada, Juan Andrés de la Maza, durante un acto con familiares y algunos de quienes estuvieron detenidos en isla Dawson. Son pasos concretos para una reconciliación en este país.
Lamentamos que la conmemoración de estos cincuenta años no haya podido ser aquel momento histórico en que las generaciones que vivimos de distinta forma el golpe militar y la dictadura podríamos haber entregado un mensaje potente a las próximas generaciones, a nuestros hijos, a nuestros nietos, el de decir que somos un país donde conviven distintas miradas y visiones sobre muchos temas, pero que, pese a ello, tenemos un propósito común: generar una convivencia democrática que avance en justicia, en respeto a los derechos humanos, pacífica, tolerante, comprometida con la equidad y la dignidad de todos y todas.
El "nunca más" se construye con memoria, pero también con proyección hacia el futuro.
El quiebre de la democracia, el golpe de Estado y la violación de los derechos humanos constituyen un fantasma que no debemos permitir que vuelva como sociedad y que siga penando en nuestro país. Es por ello que el trabajo en justicia restaurativa, en garantías de no repetición resultan primordiales en una sociedad herida como la nuestra.
Ratificamos el compromiso de estar siempre por la democracia, lo cual implica estar comprometidos irrestrictamente y sin matices con la protección de los derechos humanos.
Es necesario profundizar los esfuerzos por la verdad, por la justicia y la reparación, y fortalecer las instituciones para asegurar que nunca más se vuelva a poner en riesgo el orden democrático y se transgredan los derechos fundamentales.
Por eso, destacamos enormemente la creación del Plan Nacional de Búsqueda impulsado por el Presidente Gabriel Boric, que busca esclarecer las circunstancias de desaparición o muerte de personas víctimas de desaparición forzada y, ojalá, encontrarlos para darles digna sepultura.
El Estado asume su responsabilidad en esta búsqueda, y eso tiene que ser una política de Estado.
Porque tenemos el compromiso de seguir buscando por todos los medios posibles una justicia que ha tardado demasiado tiempo en llegar, porque es lo correcto, porque los pactos de silencio no pueden seguir violentando a tantas familias que ni siquiera saben dónde están sus seres queridos. Y aunque algunos no lo entiendan, esas ausencias nos duelen a todos, porque nos faltan muchos.
Quiero valorar igualmente -y voy terminando, Presidente- el Compromiso de Santiago, suscrito por los ex Presidentes Frei, Lagos, Bachelet y Piñera, y por el propio Presidente Boric, llamado "Por la democracia, siempre": ese debe ser el estándar al cual nos acostumbremos hacia el futuro, y ojalá las próximas generaciones avancen en esa dirección.
Y, por cierto, más allá de los legítimos juicios, seguiremos reconociendo a nuestro ex Presidente Allende como un prolífico parlamentario, que impulsó iniciativas tan importantes como la nacionalización del cobre, el derecho a voto de las mujeres, la creación del Servicio Nacional de Salud, entre muchas otras.
Un hombre valiente y consecuente en sus principios.
Quiero terminar, estimados colegas, señalando que nos sentimos orgullosos de seguir los mismos sueños de justicia social que anhelaba el mejor de los nuestros, Salvador Allende.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor COLOMA (Presidente).- Muchas gracias, Senador De Urresti.
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
De este modo, el Senado ha finalizado su sesión de reflexión con ocasión de cumplirse cincuenta años de los hechos acontecidos el 11 de septiembre de 1973.
Creo que ha sido una reflexión serena, franca y diversa, y que espero que sirva para conformar de mejor manera los próximos cincuenta años.
Por haberse cumplido su objetivo, se levanta la sesión.
--Se levantó a las 18:16

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Rodrigo Obrador Castro
Jefe de la Redacción