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ANÁLISIS DE SITUACIÓN DE VIOLENCIA EN LA ARAUCANÍA, ESTRATEGIA DE NUEVO MINISTRO DEL INTERIOR Y AVANCES LEGISLATIVOS EN LA MATERIA


El señor ELIZALDE.- Yo, señora Presidenta.
La señora MUÑOZ (Presidenta).- Puede intervenir, Senador Elizalde.
El señor ELIZALDE.- Gracias, Presidenta.
No quiero insistir en lo ya que han planteado quienes me han antecedido en el uso de la palabra. Tan solo quisiera compartir algunas reflexiones respecto de la coyuntura y otras que dicen relación con los temas de fondo, particularmente con las reivindicaciones del pueblo mapuche y de los pueblos indígenas en nuestro país.
Respecto a la coyuntura, creo que la visita del Ministro del Interior a La Araucanía, lejos de apaciguar los ánimos, los exacerbó. Por eso las autoridades tienen que ser especialmente responsables y prudentes. Porque, independiente de que su ánimo haya sido distinto -eso está por verse-, lo cierto es que se generó un cuadro de violencia y de polarización en la zona, con consecuencias bastante dramáticas, en el que se desarrollaron expresiones de lo que se llama "justicia por mano propia" o "autotutela": violencia de civiles organizados, y además con cánticos en contra de un pueblo indígena, el principal desde el punto de vista demográfico de nuestro país: el pueblo mapuche.
Sin duda, son hechos que lamentamos y que condenamos de manera enérgica, porque aunque se pretenda negar, conllevan una connotación racista, que es inaceptable en nuestro país. El racismo debe ser erradicado en todo tiempo, circunstancia y lugar.
Por eso, el llamado que hacemos al Gobierno es a pensar dos veces qué va a hacer para enfrentar el problema de La Araucanía. Y no buscar el atajo o el camino fácil de la consigna, o a veces la foto, que no da cuenta del problema de fondo.
Ya contamos con dos pésimas experiencias: el Comando Jungla, que se tradujo en un aumento de la violencia rural en la zona en un 70 por ciento y que estuvo lejos, obviamente, de alcanzar el objetivo planteado por las autoridades respecto al restablecimiento del orden público; y ahora, la visita del nuevo Ministro del Interior, el señor Víctor Pérez.
En cuanto a los temas de fondo, la pregunta es si como Senado y como Congreso Nacional vamos a estar a la altura del desafío.
En primer lugar, debemos asumir que es necesario un diálogo formal con los representantes de los pueblos indígenas y con su diversidad. Nadie puede hablar en nombre de los pueblos originarios en nuestro país, sino quienes forman parte de ellos. Son varias las etnias reconocidas en Chile. Conforman una diversidad de la cual tenemos que hacernos cargo. Y además, con un peso demográfico claramente diferenciado.
Lo anterior implica buscar formas de entendimiento y -reitero- de diálogo para asumir demandas históricas que han sido postergadas durante siglos y que desde que somos nación independiente incluso se han profundizado. Porque para nadie es un secreto que la Pacificación de La Araucanía estuvo lejos de ser un proceso pacífico. Al contrario, no solo estuvo lleno de violencia, sino que significó pasar a llevar los derechos de los pueblos indígenas en nuestro país, y en particular del pueblo mapuche.
Lo segundo es si vamos a mostrar disposición a avanzar finalmente hacia el reconocimiento constitucional. Son muchas las iniciativas que se han planteado en este Congreso y hasta el día de hoy no han sido aprobadas. Muchas declaraciones, pero pocos avances concretos.
Lo tercero es si vamos a establecer formas de participación política que permitan que efectivamente los pueblos indígenas sean considerados, que su voz sea escuchada en los procesos de deliberación democrática de los órganos representativos.
Y ahí tenemos un desafío a la vuelta de la esquina, inmediato, que consiste en la aprobación en particular de la reforma constitucional que consagra los escaños reservados para los pueblos indígenas en el proceso constituyente. Ese desafío debemos asumirlo, estar a la altura; se ha estado trabajando en múltiples indicaciones y es muy importante seguir avanzando en la materia.
Lo que resulta irreemplazable es el diálogo: el diálogo político, el diálogo formal; que, en definitiva, sean los propios pueblos indígenas los que den a conocer su visión, sus puntos de vista; que nadie hable en nombre de ellos. Porque, lamentablemente, durante mucho tiempo se ha pretendido hablar en su representación. Y, por tanto, se ha pasado a llevar una norma básica del diálogo democrático: cada uno determina quiénes son sus representantes y cuáles son sus puntos de vista.
Este proceso, sin duda, estará acompañado de las complejidades que conocemos: no solo los problemas de orden público, sino que también de los hechos de violencia, que condenamos de manera enérgica y categórica. Los socialistas no tenemos doble estándar sobre el tema de la violencia: fuimos víctimas de la violencia política; muchos de los nuestros fueron asesinados y hechos desaparecer.
Respecto de esto creemos que el principal valor es el de la vida humana, y que su respeto irrestricto es el pilar fundamental de la convivencia democrática.
Por cierto, todos estos hechos deben ser esclarecidos e investigados, pero siempre en el marco del debido proceso, con todas las garantías correspondientes y con respeto irrestricto a los derechos humanos.
Por eso, nos llama la atención el doble estándar del Gobierno, en que la fuerza pública es testigo, porque estos hechos acontecieron a vista de ella, de actos de autotutela que, reitero, son inaceptables en democracia.
Finalmente, quisiera insistir en la importancia de escucharnos unos a otros, de reconocer nuestra diversidad cultural, de asumir la diversidad de Chile como el principal valor, y de aprender de las experiencias, tanto las fracasadas y erróneas como las exitosas de otras sociedades, como la canadiense, la neozelandesa, que están muy lejos de lo que tenemos en Chile y que representan un ejemplo a seguir para establecer una nueva forma de convivencia con los pueblos indígenas.
He dicho, señora Presidenta.