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MODIFICACIÓN DE LEY DE TELEVISIÓN NACIONAL DE CHILE


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, me voy a referir exclusivamente al significado del artículo 35 que estamos votando.
Recuerdo que a principios de los años noventa el reconocido pintor Nemesio Antúnez conversaba telefónicamente con el afamado artista Roberto Matta. El diálogo era emitido al aire por las pantallas de Televisión Nacional, en el programa Ojo con el arte.
"Tengo media hora todos los sábados para hablar de arte en la televisión nacional, que ahora es democrática", le explicaba Antúnez a su interlocutor.
Así como el recordado director del museo de Bellas Artes tenía un espacio para acercar la pintura y la arquitectura a la gente, el escritor Antonio Skármeta hacía lo propio con el Show de los libros; el realizador Augusto Góngora presentaba valiosos productos audiovisuales en el programa Cine-video, y Patricio Bañados conducía un programa en que se tocaban nuevos temas con gran vuelo: El mirador.
Es cierto: eran otros tiempos. Y, como bien decía Antúnez, Televisión Nacional era democrática.
Muchos volvimos a sintonizar Televisión Nacional el 11 de marzo de 1990 porque su carácter público entregaba por fin la certeza de que encontraríamos un tratamiento ecuánime de la información, con una puesta al aire más pluralista y ya descontaminada de la carga de propaganda tan propia de las dictaduras.
Al día de hoy, las cosas son distintas. Televisión Nacional debe competir en formatos y contenidos con la empresa privada para financiarse, limitando así los espacios de creatividad e independencia que la mayoría de los chilenos esperamos de la televisión pública.
A la vista de los datos que hemos conocido en el marco de este debate, para una estación de televisión que debe competir por el rating (porque el rating implica recursos) vale más un rostro famoso que un contenido importante.
Así no se puede hacer televisión pública, no al menos una que busque "Reflejar a Chile en toda su diversidad, contribuir a fortalecer su identidad nacional y conectar a los chilenos en todo momento y lugar", como señala la misión institucional de Televisión Nacional.
Señor Presidente, la oportunidad de retomar ese camino la representa la segunda señal cultural, científica e infantil.
Pero se ha aducido que TVN no está en condiciones de hacerse cargo de dicha señal en su actual situación financiera.
En verdad, más que negar los recursos para inversión, despierta resistencia que año a año, a través de la Ley de Presupuestos, se destinen fondos para solventar este canal gratuito y sin publicidad. Se trata de una herejía. Para ellos, la gratuidad equivale a botar la plata.
Además, hay inconsistencias. En este mismo Senado se expresan encendidos discursos sobre la importancia de los niños o de la ciencia. ¿Acaso no son una prioridad? ¿Acaso no es preciso poner más recursos en ciencia e innovación?
Hoy no existe programación infantil en la televisión abierta. Hemos entregado la entretención y formación de nuestros pequeños en plataformas audiovisuales exclusivamente a programas extranjeros y a youtube.
Eso tiene que cambiar. Las culturas del país y del mundo, las identidades regionales y locales, la formación y el ejercicio de la ciudadanía en nuestros jóvenes, nuestra memoria histórica, los valores de nuestra sociedad, la realidad de las minorías y el aporte de los pueblos originarios merecen llegar a todos los hogares de Chile, a todos sus rincones, sobre todo a aquellos excluidos social o territorialmente.
Por eso, voto a favor de la existencia de la señal abierta para la cultura, la ciencia y los niños, de que cuente con un financiamiento permanente y de que no dependa del índice de audiencia y de la publicidad.
He dicho.