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DESPENALIZACIÓN DE INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, hace pocos años, el premio nobel de la paz Elie Wiesel pronunció un discurso histórico titulado "¿Qué es la indiferencia?"
¿Qué es la indiferencia? Wiesel señala:
"Etimológicamente, la palabra significa "falta de diferencia". Un estado extraño y poco natural en el cual no se distingue entre la luz y la oscuridad, el amanecer y el atardecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal.
"¿Cuáles son sus caminos y sus consecuencias ineludibles? ¿Se trata de una filosofía? ¿Puede concebirse una filosofía de la indiferencia? ¿Es posible considerar la indiferencia como una virtud? ¿Es necesario, en ocasiones, practicarla para mantener la cordura, vivir con normalidad, disfrutar de una buena comida y una copa de vino, mientras el mundo que nos rodea sufre unas experiencias desgarradoras?".
Aysén podría ser un buen ejemplo en el día de hoy.
"Evidentemente, la indiferencia puede resultar tentadora. En ocasiones, incluso seductora. Resulta mucho más fácil apartar la mirada de las víctimas. Es mucho más fácil evitar estas abruptas interrupciones a nuestro trabajo, nuestros sueños y nuestras esperanzas. A fin de cuentas, es extraño y pesado implicarse en el dolor y la desesperación de los demás. Para una persona indiferente, sus vecinos carecen de importancia. Por tanto, sus vidas carecen de sentido para él. Su dolor oculto o incluso visible no les interesa. La indiferencia reduce al otro a una abstracción.
"En cierto sentido, ser indiferente a ese sufrimiento es lo que deshumaniza al ser humano. A fin de cuentas, la indiferencia es más peligrosa que la ira o el odio... La indiferencia no suscita ninguna respuesta. La indiferencia no es una respuesta. La indiferencia no es un comienzo; es un final. Por tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo, puesto que beneficia al agresor, nunca a su víctima, cuyo dolor se intensifica cuando la persona se siente olvidada. El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los refugiados sin hogar... No responder a su dolor ni aliviar su soledad ofreciéndoles una chispa de esperanza es exiliarlos de la memoria humana. Y al negar su humanidad, traicionamos la nuestra".
Eso dijo Wiesel.
Señor Presidente, ¿podemos ser indiferentes ante un dolor tan profundo como el que viven miles de chilenas y chilenos en la penumbra de la indefensión, que no hemos sido capaces de resolver como una sociedad democrática?
La ausencia de discusión, de posturas claras; la negación constante y persistente y casi culposa que como sociedad y, más aún, como mundo político durante años hemos tenido, me hacen recordar las palabras de Wiesel. Por ello, mi primera definición en torno de este debate es que no solo debemos abordarlo, sino resolverlo aquí y ahora. No me excusaré de discutir esta materia.
Tanto el dolor de mujeres y hombres que han pasado por las diversas situaciones que se exponen en este debate, como la protección de la vida exigen -me exigen- evitar la indiferencia y abrirse a escuchar, dialogar, comprender, acoger, definir y decidir.
Como lo ha señalado mi camarada de Partido el Diputado Víctor Torres en su carta abierta a los Senadores democratacristianos, el primer aborto deliberativo es el que cercena la capacidad de debatir y develar la verdad a partir del razonamiento como herramienta fundamental para la construcción de dicha aspiración.
En consecuencia, la discusión sobre el aborto en Chile es el primer hijo nonato del constante aborto intelectual que significa negarse a la idea de legislar. Esto nos permitirá abrir la discusión entrampada, independiente de la postura que en el debate tengamos o de la votación que finalmente se imponga en la discusión en particular. Ese ya sería, al menos, un gesto político que permitiría poder decir a nuestros ciudadanos que no nos resultan "indiferentes" los problemas y dolores a los que se ven enfrentados en un tema tan delicado como el que nos ocupa.
Como lo ha dicho hace pocos días una valiente mujer que nos ha regalado el testimonio de su propia experiencia: "El aborto terapéutico, embriopático o por violación tiene que ser regulado en Chile, porque, lamentablemente, las mujeres se ven enfrentadas a un proceso de dolor de tal envergadura que el Estado no puede decidir por ellas. Para mí" -decía esta persona- "no es un tema de derechos de la guagua (del bebé) contra derechos de la madre. Este es un caso de sufrimiento, de tragedia. Y dentro de esa tragedia el Estado tiene que decidir cómo relacionarse con esta. Y dar el espacio de discernimiento para que las mujeres y su entorno decidan si terminar o continuar con el embarazo.".
Una vez resuelto el dilema de permitir o no el debate, comienza otro: el de fondo. Y en este caso el dilema no es menor; más aún, cuando las consignas instaladas socialmente son, en extremo, las máximas de autonomía plena en la decisión de la mujer respecto de su cuerpo versus aquella de defensa de la vida del que está por nacer.
Señor Presidente, ¿cuál es el tema sometido a debate?
Estamos discutiendo varios proyectos de ley que, aunque diversos en su contenido, básicamente apuntan a modificar la actual legislación con el propósito de permitir el aborto -esto es, la interrupción del embarazo, cuya consecuencia directa es la muerte del embrión o feto- en determinadas circunstancias.
El primero de ellos -presentado por el Senador Escalona- propone retrotraer la legislación al estado previo a la modificación del Código Sanitario -esta se realizó escondidamente en 1989, y no en el Parlamento, porque no existía, y prohibió en su artículo 119 la realización de cualquier acción cuyo fin sea provocar un aborto-, de manera tal que se pueda "interrumpir el embarazo solo con fines terapéuticos, mediante intervención médica, cuando esta sea documentada por dos médicos cirujanos".
La segunda iniciativa -del Honorable señor Girardi y del ex Senador señor Ominami- propone, también a través de una modificación del Código Sanitario, la interrupción del embarazo con fines terapéuticos, eugenésicos o ético-sociales establecidos en el mismo proyecto; es decir, en caso de que esté en riesgo la vida de la madre o no haya otros medios para evitar dicho riesgo; cuando el feto presente o se establezca clínicamente que presentará graves taras o malformaciones físicas o síquicas; cuando el embarazo sea consecuencia de un hecho constitutivo del delito de violación (dentro de las primeras doce semanas de gestación).
Finalmente, el proyecto de la ex Senadora señora Matthei y del Honorable señor Rossi propone, básicamente, modificar el Código Penal de modo de excluir del delito de aborto dos situaciones: en caso de producirse la muerte del feto como consecuencia de una intervención, tratamiento o administración de algún fármaco que sea indispensable para salvar la vida de la madre, y cuando se haya certificado la inviabilidad fetal.
En resumen, señor Presidente, en las iniciativas citadas se puede identificar, a lo menos, cinco potenciales causas para permitir el aborto: primera, el riesgo de la vida materna; segunda, razones de salud de la madre en general; tercera, inviabilidad fetal; cuarta, graves taras o malformaciones físicas o síquicas del feto, y quinta, ser el embarazo producto de una violación.
Evidentemente, cada una de las propuestas de ley, y específicamente cada una de las causas potenciales para permitir el aborto, merecen un análisis particular. Sin embargo, es necesario establecer algunas consideraciones generales que sirvan de marco de referencia a partir del cual se pueda realizar ese estudio.
En primer lugar, la norma constitucional vigente garantiza "el derecho a la vida y a la integridad física y síquica de la persona", incluyendo explícitamente el que "La ley protege la vida del que está por nacer". Asimismo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos señala que "...cada persona tiene el derecho a que se le respete su vida. Este derecho será protegido por la ley, y en general, a partir del momento de la concepción".
En segundo término, tengo la convicción de que el valor de la vida de la madre y del feto resultan iguales desde el momento en que ambos son seres humanos en esencia, únicos e irrepetibles, en condición y estado de desarrollo distintos, entendiéndose que la vida es un continuo desde la fecundación hasta la muerte.
Tercero, formo parte de un Partido -la Democracia Cristiana-, en cuyo V Congreso Ideológico y Programático, en referencia al derecho a la vida como uno de los principios que inspiran al Partido, se señala: "Reconocemos la naturaleza espiritual y trascendente del ser humano, concebimos la vida como una identidad continua desde la fecundación hasta la muerte natural. La libertad e igualdad en dignidad y derechos con que nacen todos los seres humanos es compartida por los seres humanos que están por nacer. Por eso, defendemos su vida. El aborto es un atentado al derecho a la vida de cada ser humano. Frente al llamado aborto terapéutico, postulamos que es innecesaria una legislación que abra las puertas a la definición desde el Estado acerca de cuáles seres humanos pueden existir y cuáles no. Propiciamos la existencia de mecanismos de discernimiento para resolver los casos excepcionales y complejos que se presentan desde el punto de vista médico. La sociedad debe procurar que cada niño sea aceptado aun en las condiciones más difíciles para sus padres.".
La posición establecida en el V Congreso Ideológico y Programático del PDC revela algunos elementos doctrinarios esenciales y permanentes y otros que son temporales y que deben estar constantemente sujetos a revisión, entre los cuales se encuentran las modificaciones de leyes. Por tanto, plantearse la interrogante acerca de la necesidad o conveniencia de legislar o no sobre el aborto, es absolutamente válido y necesario al enfrentar este debate en el Senado, como ya lo he expresado.
El riesgo vital de la madre.
Las estadísticas de salud demuestran que Chile registra una de las tasas más bajas del mundo en materia de mortalidad materna asociada al aborto: entre 0,8 y 1,6 muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos, lo que equivale a decir que cada año fallecen de dos a cuatro mujeres por causas relacionadas con el aborto, lo cual incluye tanto los abortos "espontáneos" como los "provocados".
No se puede afirmar que la rigidización de la legislación chilena haya sido un factor determinante para lograr ese resultado, pero tampoco se debe señalar que un cambio legal más permisivo podría mejorar aún más los logros obtenidos durante las últimas décadas. Esto se explica más bien por el éxito de los programas de planificación familiar y por las prácticas adecuadas a la lex artis de los médicos chilenos, lo que significa que de hecho se están realizando interrupciones de embarazos, que tienen como consecuencia la muerte fetal, en aquellos casos en que la vida materna está en riesgo.
Efectivamente, cada año se producen alrededor de 15 mil egresos hospitalarios asociados a embarazos que terminan en aborto -¡15 mil!-, entre los cuales se puede identificar la mayoría de aquellas situaciones donde la no interrupción del embarazo conduciría a la muerte materna; por ejemplo, el embarazo ectópico, que da cuenta de alrededor de 3 mil 500 egresos hospitalarios al año.
¿Qué pasa con estos casos desde el punto de vista legal? Las situaciones de conflicto de vida entre madres e hijos estarían cubiertas por la figura legal de la "no exigibilidad de otra conducta". El problema con ello es que se opera jurídicamente a nivel de la culpabilidad y no de la ilicitud. Sin embargo, el reciente incorporado número 11 del artículo 10 del Código Penal, amplía de manera significativa el estado de necesidad como causal de justificación, en términos de incluir, concurriendo las exigentes condiciones que allí se indican, tanto la vida como la salud de otra persona.
En conclusión, señor Presidente, sobre este punto debemos reconocer que no existe el imperativo de modificar la legislación desde el punto de vista médico. Pero es ética y jurídicamente lícito plantear la adecuación de la legislación para situar esta práctica médica de nuevo en el plano de la licitud.
Así, pues, si al iniciar mi discurso señalaba que no podemos negar este debate y ser indiferentes frente al dolor, votaré aprobando la idea de legislar porque creo que la ley debe ser explícita y clara con relación a la licitud de la conducta asociada al llamado "aborto terapéutico", esto es, cuando existe riesgo vital de la madre.
Inviabilidad fetal y violación
Para quienes creemos que la vida no se limita tan solo a aquella física, sino también a su trascendencia espiritual, es importante entender que su defensa implica ambos componentes, y que en el transitar de nuestra historia la defensa de la vida física no debe ser un todo en sí mismo, más aún cuando este entra en contradicción con otro valor fundamental, como es la dignidad humana; dignidad humana, señor Presidente, que por Dios que es necesario defender todos los días de la vida.
Evidentemente, existen situaciones dolorosas que afectan la dignidad de uno de los componentes del binomio madre-hijo. ¿Cuál es el efecto de imponer coercitivamente la imposibilidad de definir frente a un embarazo embriopático o uno resultante de una violación? Estas causas podrían ser consideradas como de concientia perplexa -aquella condición en que un hombre o una mujer a veces se encuentra enfrentando situaciones que hacen incierto el juicio moral y difícil la decisión-, por lo que cabe cuestionarse si como sociedad queremos perseguir penalmente a las personas que se hallan en tales circunstancias.
Al respecto, el Diputado Víctor Torres, en su carta abierta, nos recordaba las palabras del Cardenal Carlo María Martini en su diálogo con Ignazio Marino, médico y Senador italiano, a propósito del aborto, donde Martini, entre otras cosas, ilustrativamente responde:
"Existe por tanto una dignidad de la existencia que no se limita a la sola vida física, sino que mira a la vida eterna. Dicho esto, me parece que incluso sobre un tema de las características antes descritas como lo es el aborto (que, como dice Ud. -refiriéndose a Marino-, representa siempre un fracaso) sea difícil que un estado moderno no intervenga al menos para impedir una situación salvaje y arbitraria. Y me parece difícil que, en situaciones como las nuestras, el Estado no pueda poner una diferencia entre actos punibles penalmente y actos que no es conveniente perseguir penalmente".
Sobre el particular, consideremos la sabiduría de las palabras de quien ha vivido la experiencia de un embarazo embriopático, en un país que sí autoriza la interrupción de este tipo de embarazos: "Nunca pensamos en la posibilidad de abortar, pero fue muy importante poder tomar la decisión, porque te da la fuerza para vivir el embarazo, que no es fácil".
Así pues, mi postura en esta materia, al comenzar el presente debate, se distancia de los dogmas que dan génesis al dilema liberal-conservador. Creo en la vida de la madre y el feto y su dignidad; rechazo el aborto como mecanismo de control de natalidad, producto de una opción exclusivamente inspirada en la autonomía sexual de la mujer, la que, a mi juicio, se ejerce en la decisión de mantener una relación sexual y el uso de mecanismos anticonceptivos, incluida la anticoncepción de emergencia.
Pero, con la misma convicción, debemos reconocer y regular situaciones que, debido a su complejidad, deben dejarse a la deliberación personal, sin coerción estatal ni categorización punitiva, entendiendo que el valor de la vida no se antepone al de la dignidad humana.
Esto es lo que debemos debatir, señor Presidente.
Por ello, quisiera terminar mi discurso con las palabras de Elie Wiesel, que compartía con todos ustedes en el comienzo: "¿Es posible considerar la indiferencia como una virtud? ¿Es necesario, en ocasiones, practicarla para mantener la cordura, vivir con normalidad, disfrutar de una buena comida y una copa de vino, mientras el mundo que nos rodea sufre unas experiencias desgarradoras?".
No podemos evadir este debate. Por eso, señor Presidente, anuncio mi voto favorable a la idea de legislar sobre el aborto terapéutico.
He dicho.
--(Aplausos y manifestaciones en tribunas).