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El señor COLOMA.- Señor Presidente, en nombre de la Unión Demócrata Independiente, quiero rendir sentido homenaje en memoria del ex Senador don Jorge Martínez Busch.
Muy joven, a los 15 años de edad, ingresó a la Escuela Naval Arturo Prat, iniciando en ese momento una carrera brillante que lo llevó a la cúspide de esa Fuerza Armada solo 39 años después. En 1990 fue nombrado Almirante y asumió la Comandancia en Jefe de la Armada de Chile, sucediendo al Almirante José Toribio Merino.
Se dice que de inmediato se notó el contraste de estilos entre ambos: mientras su antecesor era famoso por su humor, Martínez Busch era más bien circunspecto, más académico; demostraba mayor interés en temas estratégicos, geopolíticos, de filosofía e historia.
En efecto, en su carrera profesional en la Armada, se destacó y especializó en ámbitos como el Estado Mayor, torpedos, armas antisubmarinas y minaje. Además, fue uno de los más reconocidos expertos en Chile en geopolítica, logística y seguridad nacional.
Fuera de la Armada también hizo muchas cosas: fue profesor de Guerra Naval en el Ejército y en la Fuerza Aérea, y de Geopolítica en la Universidad Técnica Federico Santa María; completó estudios de Magíster en Historia Mundial en la Universidad Católica de Valparaíso; fue profesor investigador en la Universidad de Chile; miembro de la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile; Presidente del Instituto Geopolítico de nuestro país, y Director del Instituto de Estudios del Pacífico de la Universidad Gabriela Mistral, entre muchas otras actividades.
Parte de tales conocimientos los volcó en dos libros muy notables, que, en mi opinión, van a ser de lectura obligatoria en los años que vienen: Cuenca del Pacífico: la puerta del desarrollo (2002) y Oceanopolítica: una alternativa para el desarrollo (1993).
Voy a detenerme en este punto porque considero que aquí hay uno de los aportes más valiosos que don Jorge Martínez Busch entregó a Chile.
En el último libro mencionado él señala que "el mar no es un ambiente fácil al hombre y, precisamente por serlo, para adentrarse en él es necesario conocerlo bien".
El mismo don Jorge nos describe, con notable profundidad y originalidad, la relación que Chile debería tener con el mar, señalándonos que no podemos desconocer la existencia de un océano gigantesco frente a nuestra tierra.
Nos enseñó que en el hemisferio norte, en el que está concentrado gran parte del territorio mundial, la geopolítica -con razón- centra prácticamente todo su quehacer en torno al dominio de la tierra, considerando al mar como una vía expedita de comunicaciones, situación que es diametralmente distinta en el hemisferio austral, donde predominan las aguas del Pacífico, Atlántico e Índico por sobre los territorios.
En el hemisferio sur, por tanto, la influencia de los océanos es permanente en los Estados, por lo cual aquellos no podrían ser considerados simples vías de comunicación. Ello hace que la concepción geopolítica del hemisferio norte deba ser distinta de la del hemisferio sur. Y por esa razón profunda propuso que la relación entre el mar y los Estados en este lado del mundo se denominara "oceanopolítica".
Así, nos enseñó que es la oceanopolítica la que debe permitir a los gobernantes la búsqueda del bien común. Para ello, cabe concebir el mar y los espacios oceánicos como un área de desarrollo y crecimiento del Estado.
Además, esta política debe llevar a los países del hemisferio austral a una defensa y conservación del océano y a establecer normas que cautelen mejor los intereses de los Estados que confían su desarrollo en el mar.
Aplicando su teoría de la oceanopolítica a Chile, don Jorge nos señaló que, siendo nuestra patria un país marítimo por excelencia, cuya supervivencia depende en última instancia de cómo se haga uso del mar para el desarrollo y el crecimiento, debemos cambiar nuestro enfoque en cuanto a la relación que existe entre la tierra y el mar para convertirlo en una relación del mar con la tierra. En consecuencia -nos dijo-, cualquier decisión que se tome, tanto en el ámbito público como en el privado, debiera considerar la existencia del océano, porque este se hará presente tarde o temprano.
Dentro de Chile, don Jorge dio especial importancia a las aguas antárticas. Nos enseñó que la geopolítica mundial lleva a postular que el próximo campo disponible para las acciones que permitan el crecimiento sostenido de los Estados será, en el siglo XXI, el de las aguas antárticas. Estimaba, con extraordinaria clarividencia, ya hace muchos años, que estos espacios marítimos serán factores de enorme relevancia para el desarrollo de una gran parte de la humanidad.
También quiero recordar a don Jorge Martínez Busch en la otra etapa de su vida, como servidor público, cuando asumió como Senador institucional en 1998, cargo que ejerció hasta el año 2006.
Durante todo su período parlamentario, integró la Comisión de Relaciones Exteriores y fue Presidente de la Comisión de Intereses Marítimos, Pesca y Acuicultura.
Puedo y quiero decir con propiedad, porque lo conocí y compartí con él durante cuatro años en esta Corporación, que fue un gran Senador. Fue un hombre serio, diligente, trabajador; leía todo lo que había que leer y aportaba con acuciosidad cada vez que era necesario agregar algo original a una iniciativa legal o un proyecto de acuerdo.
Cuando alguien dedica parte de su vida al servicio público, es bueno recordar los méritos que tuvo en el ejercicio de su cargo y que sirven de modelo respecto de la forma de ejercer las distintas instituciones.
Su retiro del Senado en marzo de 2006 coincidió con el fin de los Senadores institucionales, como consecuencia de la reforma constitucional aprobada el año anterior.
Evoco con especial emoción las últimas palabras que pronunció en esta Sala, sentado allá al fondo, cuando expresó el honor que le significó haber sido parte del Congreso Nacional durante ocho años.
Él creía firmemente en esta Corporación y sentía -hasta el final lo dijo- que como Senador institucional había cumplido -cada vez que pudo- con el importante papel de establecer entre la Oposición y el Gobierno equilibrios que hicieron posibles las transiciones y los cambios sin llegar a situaciones extremas, contribuyendo así a la estabilidad del sistema político chileno y al progreso permanente sin tensionar los extremos.
Lograr el paulatino avance del perfeccionamiento de nuestra institucionalidad implicó avalar consensos. Don Jorge muchas veces lo hizo pues consideraba que estos prestigiaban e identificaban a la vida política nacional en los años de la transición.
En efecto, don Jorge nos decía que los sucesivos Gobiernos de la Concertación contaron con Senadores institucionales que con sus ideas fueron, sobre todo, leales con los chilenos, leales con el país, leales con la necesidad de asegurar el desarrollo paulatino, armónico, organizado y estable de Chile.
Y frente al futuro, nos señaló dos desafíos que se hallan plenamente vigentes.
En primer lugar, planteó la necesidad de que la Cámara Alta asuma de manera permanente el imperativo de cambiar la percepción de la ciudadanía sobre la clase política. Estimaba que la imagen que proyectemos debiera ser la preocupación fundamental en los próximos años como un factor principal de prestigio de la función política que aquí se ejecuta.
En segundo término -era un hombre adelantado-, consideró que el Senado debía estar más involucrado en la tarea de ser parte del proyecto país que será necesario establecer hacia el futuro. Esta Corporación debiera transformarse en un gran lugar de reflexión y, al mismo tiempo, a través de la labor legislativa, formar parte del diseño país, asumiendo un rol más activo y directo con el Poder Ejecutivo.
Estimados Senadores, no puedo terminar mis palabras -sé que don Jorge habría apreciado escuchar esto antes que cualquier otro comentario- sin nombrar en este homenaje a la familia que él formó: a su esposa, Carmencita, y a sus tres hijos, Jorge, María Soledad y Gonzalo.
Habiendo sido un hombre profundamente cristiano y bondadoso, no nos cabe duda de que ellos tienen el mejor de sus legados. Del mismo modo, para él su familia fue el mayor éxito, mucho más que los notables cargos que llegó a ejercer.
Por eso, con la partida de don Jorge Martínez Busch, no solo su familia, sino también Chile, la Armada y el mar pierden a uno de sus grandes defensores.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).