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DESPEDIDA DE SEÑORES SENADORES QUE TERMINAN SU MANDATO
El señor PIZARRO (Presidente).- Conforme a lo acordado por los Comités, a continuación los Senadores que terminan su mandato el 10 de marzo podrán hacer uso de la palabra para entregarnos su mensaje.
Luego seguiremos con el Orden del Día, donde en el primer lugar figuran las observaciones del Presidente de la República al proyecto de ley sobre televisión digital.
Para comenzar, voy a dejar con la palabra al Senador señor Camilo Escalona.
A quienes también deseen intervenir les ruego inscribirse.


El señor ESCALONA.- ¿Puedo hablar de pie, señor Presidente?
El señor PIZARRO (Presidente).- ¿Su Señoría desea utilizar el podio?
El señor ESCALONA.- No. Mi idea es intervenir desde mi pupitre.
El señor PIZARRO (Presidente).- Muy bien. No hay problema.
El señor ESCALONA.- Estimados colegas, no es mi ánimo hacer una despedida con sabor a nostalgia ni mucho menos.
Quiero agradecer, en primerísimo lugar, a los funcionarios de la Corporación, por su trabajo, su colaboración, su esfuerzo. Son actores decisivos en la tarea legislativa, y creo que nunca será fatigoso reconocer que el Senado no sería posible sin la colaboración que, como trabajadores y trabajadoras del sistema legislativo, llevan a cabo cotidianamente.
Deseo expresar, con mucha sinceridad, que me hubiese gustado seguir siendo Senador. Las circunstancias no lo han permitido. La vida es como es y no como uno desearía que fuese.
Durante mi trabajo del Senado he podido profundizar mi condición de político. Esa es mi identidad. Sé que muchos hoy, siendo dirigentes políticos, no reconocen esa identidad. La política es una actividad que todos los días es menoscabada. No pocos huyen de su condición de políticos, hay quienes se disfrazan, que se presentan como voceros de la opinión pública, como representantes de movimientos sociales, como figuras independientes o apolíticas, pero son personas que legítimamente desarrollan la actividad política. Y creo que sería bueno, para la transparencia que ellas mismas reclaman, que se reconocieran como lo que son: personas con una vocación política que llevan a cabo desde diferentes instancias y tribunas y que pueden desarrollar desde un sindicato, desde una junta de vecinos, desde una federación estudiantil, desde el trabajo académico. En mi caso, en estos últimos años he podido desarrollar mi vocación política desde el Senado.
Me alegro de haber podido colaborar, por ejemplo, con el proyecto de ley sobre responsabilidad compartida de los padres, que recibió el nombre de "Amor de Papá".
--(Aplausos en tribunas).
Me alegra haber colaborado con el proyecto sobre identidad de género.
Me alegra haber presentado proyectos como el que impide que trabajadores despedidos sean reincorporados a sus puestos con sueldos más bajos, sin que se les reconozca el que tenían.
Estoy orgulloso de haber presidido la Comisión conjunta de Hacienda y de Trabajo que hace algunos años aprobó la reforma previsional y, en especial, la pensión básica solidaria.
Estoy agradecido del apoyo que recibí como Presidente del Senado. No pensé que iba a tener algún día esa responsabilidad. No entré a la política pensando en llegar a ocupar dicho cargo, pero estoy orgulloso de haberlo alcanzado.
Ahora bien, frente al debate público que ha surgido en el curso de las últimas horas, quisiera manifestar que, así como me hubiese gustado seguir siendo Senador, también autoricé al Presidente de mi Partido, Diputado Osvaldo Andrade, para que mi nombre fuera presentado dentro de las opciones al gabinete de la futura Presidenta Michelle Bachelet. No fui nominado en algún cargo de esa responsabilidad. Reconozco la entera atribución de la Primera Mandataria electa para nombrar a sus colaboradores. Lamentablemente, se ha especulado mucho en ciertos medios de prensa con relación a una eventual designación de mi persona en algún cargo técnico.
Debo decir, estimados colegas, que yo soy un dirigente político, no un técnico. Por eso, mi disposición personal no es asumir ninguna otra responsabilidad que no sea la emanada de mi condición, de lo que soy: un dirigente político. Esa es mi identidad. No podría tomar otra responsabilidad. No poseo la condición de técnico.
En el Estado existen muchas tareas que tienen una dimensión técnica, pero cuyo sentido principal, por ser una labor estatal, comprende también, primordialmente, una dimensión política. Para esas tareas me siento en condiciones y preparado. Pero no así para desempeñar una labor técnica, porque hay personas que se han capacitado para ello. No es mi caso.
A los 18 años tuve que partir al exilio; me dediqué al trabajo político, y luego de mi retorno, que en mi caso fue clandestino, pues tenía prohibición de regresar a Chile, me presenté en la primera elección parlamentaria el año 89, y posteriormente fui electo Senador.
He dedicado mi vida a la actividad política. No podría desempeñarme como técnico, porque no lo soy. Por lo tanto, no sería factible que aceptara una responsabilidad para la cual no tengo la preparación necesaria. Creo que ello denota un mínimo de coherencia conmigo y de responsabilidad con el país. No me puedo presentar como un tecnócrata cuando no lo soy.
Pero sí tengo la voluntad de seguir trabajando en el ámbito político. Considero necesario el debate más amplio de ideas. A nuestro país le hace falta más diálogo, con mayor profundidad e intensidad; también un mayor intercambio de opiniones. Creo que los caminos del futuro no están suficientemente meditados entre nosotros. Hemos cumplido un ciclo en el que Chile, lamentablemente hasta ahora, no ha sido capaz colectivamente de encontrar la manera de definir, pensando a 20 o 30 años más, su desarrollo futuro.
En nuestro país, el modelo económico de crecimiento hacia afuera o de exportación de materias primas ya ha tocado techo. Este generó logros, sin duda alguna, pero también cierto grado de desigualdad, lo cual ha provocado en la sociedad chilena tensiones, ondas dolorosas, un desgarro muy severo. Existe un sector de nuestra nación -que no es despreciable, por el contrario- que no cree en la política ni en el sistema político. Hay una franja de chilenos y chilenas que nos miran con distancia -por qué no decirlo: con desconfianza-, porque el sistema político no ha logrado responder en toda su dimensión al desafío nacional de estas décadas.
Fuimos capaces de resolver bien el retorno a la democracia, el problema de la transición. Nuestro país no sufrió ni una guerra civil ni una confrontación armada. Estuvimos en condiciones de soportar los quebrantos que experimentamos. Fue cruenta la primera etapa de la dictadura militar, pero luego recuperamos la democracia en forma pacífica.
Hubo acciones que causaron dolor a una parte de quienes están aquí, en esta Sala, a los camaradas de Jaime Guzmán, cuando fue asesinado. Yo siempre he compartido el dolor que ellos sintieron, porque perder a una persona muy cercana produce una herida muy profunda.
Pero, en lo esencial, nuestra transición democrática fue capaz de caminar con entereza en un mundo en el que muchas veces el cambio de la dictadura hacia la democracia generó desgarramientos, que trajeron a las sociedades costos muy altos. En este último tiempo lo hemos visto en el caso de Egipto, o incluso de Ucrania, por la situación que ahí se está viviendo; o de Venezuela, a propósito de las tensiones muy fuertes que se han producido en ese país.
La construcción de las democracias es una tarea que se debe realizar a diario, pero que también necesita un modelo inclusivo y solidario para que el sistema político no sea¿
El señor PIZARRO.- Ha terminado su tiempo, señor Senador.
¿Le alcanzan dos minutos para concluir?
Lo que pasa es que debo tomar el tiempo de las intervenciones, y ya lleva 12 minutos el señor Senador¿
El señor ESCALONA.- No me había advertido, señor Presidente.
El señor PIZARRO (Presidente).- Está bien, Su Señoría.
El señor GÓMEZ.- Déjelo hablar, señor Presidente.
El señor PROKURICA.- Concédale más tiempo.
El señor CHAHUÁN.- Todo el que sea necesario.
El señor PIZARRO (Presidente).- Es que ayer en la reunión de Comités planteamos entre siete y diez minutos para las intervenciones.
Pero dispone de tres minutos más, Senador señor Escalona.
El señor ESCALONA.- No lo molesto más, Presidente.
Muchas gracias.
El señor PIZARRO (Presidente).- Por favor, si a mí no me molesta.
El señor ESCALONA.- Muchas gracias.
El señor PIZARRO (Presidente).- No lo tome así, Su Señoría.
El señor ESCALONA.- Muchas gracias, Presidente.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Le pido disculpas, señor Senador.
Este asunto los vimos con los Comités ayer¿
El señor ESCALONA.- Pero nadie me avisó, Presidente.
El señor PIZARRO (Presidente).- Lo lamento.
El señor ESCALONA.- Nunca ha sido mi ánimo abusar del tiempo en el Senado.
El señor PIZARRO (Presidente).- Lo sé, señor Senador.
Se trata de una cuestión de orden nada más, Por eso le pregunté cuánto tiempo necesitaba. No hay problema.
Tiene la palabra el Honorable señor Kuschel.


El señor KUSCHEL.- Gracias, señor Presidente.
En primer lugar, quiero recordar que en esta Sala siempre se iniciaba nuestra labor con la frase "En el nombre de Dios", y en la Cámara, "En el nombre de Dios y de la Patria". A mi juicio, durante todos estos años hemos trabajado por Dios y por la Patria, la Patria grande y la Patria chica, que en mi caso corresponde al sur de Chile, que ha progresado y me siento muy orgulloso de ello.
Don Benjamín Franklin decía que había dos cosas seguras en la vida: la muerte y los impuestos. Me parece que en el caso chileno son tres: además de la muerte y los impuestos, están los trámites.
La muerte es como la vida: una misma cosa. Se puede morir solo después de haber estado vivo, y para eso hay que vivir y morir dulcemente. Y me parece que el mejor trabajo al que uno puede dedicar su vida es a la política. Yo también me considero un político, como dijo el Senador señor Escalona, con quien hemos compartido la representación de las tierras del sur.
En cuanto a los impuestos -ustedes me lo han oído muchas veces aquí-, soy partidario de que haya pocos, y lo más bajos y parejos posibles, para evitar distorsiones. Sé que está de moda aquí hablar a favor de subir los tributos, pero ellos deben pagarse. En este momento se dice que a fines de 2014 en la mayor parte de los países de Europa el pago de intereses por mora en impuestos será equivalente a la recaudación del presente año. Así está la deuda en ese Continente por las alzas en los tributos. Por eso, las dificultades económicas se pueden prolongar, ya que la recesión partió el año 2008.
No quiero eso para Chile. Nosotros tenemos pocas deudas. Estamos bien. Pero lo señalo porque esa es mi gran preocupación.
Y respecto a los trámites, me gustaría que fueran muchos menos en cantidad, más sencillos y más rápidos.
Como políticos, podemos ayudar con los impuestos y con los trámites, pero con la muerte no hay caso, aunque algunos Senadores nos han hecho muchas sugerencias para mejorar la salud. Sin embargo, no existe manera de resolver eso.
Desde un punto de vista político, recuerdo también lo que decía un poeta persa: "No me interesa el ayer ni el mañana: me interesa el hoy".
Como se lo he dicho a mis amigos de Renovación Nacional, con quienes hemos tenido muchas despedidas -seguramente, debido a ello ¡aumentaremos bastante la musculatura...!-, en política sí que nos deben importar el ayer y el futuro, así como el presente, por supuesto. Y nuestra misión como políticos es cuidar lo que hemos construido nosotros mismos, a mi juicio con éxito -porque, al ver a otros países, uno concluye que así ha sido-, pero, también, poner mucha atención al futuro y crear instituciones y políticas públicas llevaderas.
Gracias a Dios, Chile está muy muy avanzado y en excelente pie para iniciar otras tareas.
Mi posición política -Sus Señorías lo saben- es bastante clara.
¿Qué queremos para el futuro? Lo dijimos en el programa de doña Evelyn Matthei, nuestra candidata presidencial. Lo planteado allí es lo que deseamos como sector.
Yo solo quiero reiterar los agradecimientos -aquí ya se expresaron- a todos los funcionarios del Senado, y también a los de la Cámara de Diputados (hace varios años manifesté mi gratitud en dicha Corporación, pero ahora quiero iterarla).
Deseo poner de manifiesto mi orgullo por haber pertenecido a esta institución durante todos estos años; mi orgullo por ser chileno, por lo que hemos logrado como generación en todo este tiempo. Lo que hemos hecho se compara muy bien con nuestro propio pasado, con lo realizado por otras generaciones de chilenos, y se compara excelentemente bien con lo que se lleva a cabo en otros países.
Así que solo tengo sentimientos de gratitud.
Igualmente, deseo expresar mi agradecimiento a cada uno de mis Honorables colegas; a las personas de los distintos gobiernos con las que nos ha tocado trabajar; a los Presidentes de la República, a los Ministros, a todos los funcionarios. Porque a mi juicio, a pesar de las diferencias -aquí he expresado clarito lo que pienso en varias materias-, hemos alcanzado acuerdos y avanzado considerablemente. Y los resultados están a la vista.
Como dicen los campesinos: "Arrieros somos y en el camino nos encontramos". Yo creo que nos seguiremos encontrando -¡Dios lo quiera!-, ¡a menos que se nos presente el problema sin solución a que me referí...!
Les pido que conserven el buen ánimo; que tengan una sana convivencia; que trabajen en conjunto, unidos. A veces causa mala impresión la forma dividida como se actúa, pues la división debilita.
Eso es igual a lo que ocurre en una familia. Entonces, hay que cuidarlo.
Reitero mi orgullo por haber sido Diputado y Senador y por haber contribuido trabajando con Sus Señorías.
He aprendido a admirarlos, a quererlos, a respetarlos. Tengo la mejor opinión sobre todos, a pesar de las diferencias. Durante estos años se lo he hecho saber a cada cual, en la mejor forma que he podido. Y ahora lo digo públicamente una vez más: tengo gran afecto y enorme respeto por cada uno de ustedes.
¡Muchas gracias! ¡Que les vaya muy bien en todo!
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Eduardo Frei.


El señor FREI (don Eduardo).- Señor Presidente, quiero agradecer la oportunidad para despedirnos que nos da el Senado, a mi juicio institución fundamental de la república.
Tengo la íntima convicción de que en los dieciocho años en que estuve aquí y también en los seis en que ejercí la Presidencia de la República pude concretar gran parte de las metas que me propuse al ingresar al servicio público.
Al terminar este capítulo de mi vida, quiero recordar mis primeros años en el Parlamento.
Tuve la satisfacción de ser elegido Senador por la circunscripción Santiago Oriente. Primera mayoría: más de 600 mil votos.
Me integré a las Comisiones de Hacienda y de Vivienda, en una etapa muy especial, por las peculiaridades de nuestra transición, cuando se señalaba que teníamos desafíos complejos y algunos decían que vendría el caos.
Todas esas desconfianzas se fueron demoliendo, y supimos conducir el país.
En Vivienda, por ejemplo, en 1990 existía un déficit de cerca de un millón y medio de habitaciones.
Esa también era una tarea fundamental.
En 1992, siendo Presidente de la Democracia Cristiana, me correspondió presentar en nombre de nuestra bancada la primera propuesta de legislación ambiental, la que posteriormente recibió el apoyo del Presidente Aylwin. Así, a comienzos de 1994 fue aprobada esa primera iniciativa, traducida en la Ley de Bases del Medio Ambiente, que me tocó implementar en mi Gobierno.
Durante mi período como Presidente de la República me preocupé en todo instante de fortalecer las instituciones democráticas y siempre valoré la dedicación y acuciosidad con que el Congreso Nacional acogió y debatió los diversos proyectos que sometimos a su consideración.
Voy a citar solo algunos.
-Los relativos a reforma judicial, creación del Ministerio Público y cambio de composición de la Corte Suprema, que fueron apoyados prácticamente por unanimidad en el Parlamento. ¡Una de las transformaciones más grandes de la justicia en 100 años!
-Los destinados a beneficiar a la familia: filiación, adopciones, violencia intrafamiliar, delitos sexuales, maltrato al menor, y muchos otros.
-El atinente a jornada escolar completa.
-El tendiente a crear un nuevo marco regulatorio para las empresas sanitarias (en esta materia estamos hoy día entre los cinco mejores países del mundo).
-El relativo a la modernización de EMPORCHI.
-El concerniente a probidad administrativa.
-El que originó la Ley del Deporte.
-El conducente a crear el Servicio Nacional del Adulto Mayor.
Un proyecto que siempre concitó la atención de mi Gobierno fue el relativo a la auditoría interna -ella existe en todas las naciones desarrolladas-, para terminar con la corrupción.
Al margen de todas esas y otras iniciativas, quisiera resaltar la colaboración permanente que brindó el Congreso Nacional a los desafíos que asumimos en aquel entonces.
Dos grandes materias marcaron mi Administración.
En primer lugar, el proceso de integración de Chile a los grandes bloques comerciales del mundo.
Fue la época de los chistes: "Frei está en todas partes", decía "Coco Legrand". Se firmaron más de 56 tratados internacionales. En los viajes iban empresarios, parlamentarios, personeros del Poder Judicial, representantes de los medios de comunicación. Era Chile insertándose en el mundo global. Y todos mis Honorables colegas conocen el proceso pertinente.
En segundo término, las concesiones.
Le cambiamos el rostro a Chile con ese proceso. Lo iniciamos con las autopistas; seguimos con los aeropuertos, etcétera.
¡Para qué hablar de energía: térmica, hidroeléctrica!
Entre 2000 y 2005, producto de la política implementada, nuestro país registró los costos energéticos más bajos de su historia.
En fin: ¡tantas otras cosas!
Terminada mi gestión como Presidente de la República y cumplido mi período como Senador institucional, volví a postular a esta Alta Corporación.
El Presidente del Senado de la época, Gabriel Valdés, dejó su sillón y me invitó a competir en su circunscripción. Lo propio hicieron militantes y ciudadanos de Valdivia y Osorno, quienes en definitiva me eligieron su representante en la Cámara Alta.
Han sido años muy gratificantes, por la posibilidad de trabajar desde una región y conocer de cerca sus enormes potencialidades, las injusticias que sufren sus habitantes y, también, las precariedades con que conviven.
Pese a esas dificultades, ha sido motivo de satisfacción contribuir a la formación de la Región de Los Ríos -dimos los primeros pasos en mi Gobierno al crear gobernaciones de índole especial- y, también, al resurgimiento de Osorno, ciudad que estaba muy debilitada históricamente con respecto a Puerto Montt y Valdivia.
Quiero expresarles mi gratitud a los colegas que -lo destaco- me dieron la confianza para presidir el Senado durante dos años y entregarle la banda presidencial a la primera mujer Presidenta de Chile: Michelle Bachelet.
No puedo dejar de recordar una etapa muy fundamental que trabajamos entre todos: la de la Comisión de Seguridad.
Fue una labor seria, que duró casi un año. Revisamos toda la legislación internacional, y terminamos con un proyecto completo.
A mi entender, Chile no va a resolver su problema de seguridad mientras no tenga un Ministerio de Seguridad, medida que propuso la referida Comisión, instancia en la que participamos Senadores de todos los partidos políticos.
Ahí está el proyecto, estúdienlo. Me parece que fue un error crear una Subsecretaría. Y las cifras lo están demostrando.
Lógicamente, me voy satisfecho por la labor realizada. He tenido el privilegio de ser protagonista de lo que creo ha sido el período de mayor progreso en la historia de Chile y de haber contribuido a ello.
Pero, además -debo decirlo-, me voy preocupado por el desprestigio de la labor parlamentaria, del servicio público y de las instituciones democráticas en general.
Resulta inexplicable que la calidad de la política y el desarrollo de las instituciones se hayan deteriorado al tiempo que Chile evidenciaba grandes progresos en otros ámbitos.
En los últimos 24 años nuestro país creció como nunca; controló la inflación; disminuyó fuertemente la pobreza, y se insertó plenamente en la economía global.
Al mismo tiempo, se redujo la calidad de la política, al punto que hoy muestra graves señales de fatiga en cuanto a su representatividad y a su eficiencia para canalizar ideas, debates y soluciones.
Debemos hacer un trabajo serio y profundo para recuperar la credibilidad de esta actividad y de las instituciones republicanas, de manera que la ciudadanía sienta orgullo por nuestra democracia.
Reitero -lo he dicho públicamente- que esta no es mi salida de la política. Se trata de un cambio de rol. Seguiré participando. Y tengan la seguridad más absoluta de que en todas las grandes cuestiones de Estado y en las tareas nacionales siempre estaré dispuesto a dar mi aporte.
Me voy con la enorme satisfacción de recibir a diario el agradecimiento, el respeto y el cariño de la gente. A todos ellos, en especial a mis electores y a mi partido, les expreso mi gratitud por su apoyo y por haberme permitido desarrollar mi vocación de servicio público, a la que siempre me brindé con fidelidad a mis ideas y valores, con patriotismo y con respeto a quienes piensan distinto.
Perdónenme, Sus Señorías, por hacer una mención personal.
A lo largo de más de treinta años de trabajo en el servicio público, nunca he tenido un delito de cuentas; nunca he sido procesado por tribunal alguno; nunca he tenido conflictos de interés.
¡Eso me permite hoy día vivir con mi conciencia tranquila!
Quiero saludar también, con especial afecto, a mi familia: a mi señora, a mis hijas y a mis nietos, quienes me acompañaron en los desafíos que asumí y esperan que juntos emprendamos esta nueva etapa.
Al Senado
En primer lugar, expreso mi gratitud al Secretario General y, a través de él, a todos los funcionarios de esta Alta Corporación. Gracias a ellos hemos podido avanzar, enfrentar el trabajo de las Comisiones -yo soy ingeniero, así que la complementación ha sido muy beneficiosa-, en fin. Tenemos un personal profesional de gran capacidad y que ha sido un aporte sustancial en nuestras tareas.
En seguida, saludo a todos mis colegas. Como les dije durante la cena de anoche, a veces hemos tenido discusiones duras, pero siempre dentro del marco de la pasión que despiertan la actividad pública y el compromiso político.
Señor Presidente, quiero permitirme un minuto adicional para compartir una reflexión -ahora ella quedará registrada en la historia del Senado- que hice el día en que se colocó una pintura con mi imagen en la Sala de los Presidentes (edificio del Congreso Nacional en Santiago).
"La intensidad del debate político nos hace muchas veces perder la perspectiva de lo que hemos logrado como Nación. Desde la vuelta a la democracia, nunca hemos cedido a la tentación populista, que por el aplauso fácil del hoy compromete gravemente el mañana. Estamos lejos de las crisis y del alto endeudamiento fiscal que aquejan a varias naciones latinoamericanas y que van a afectar el bienestar de muchas generaciones. Tampoco hemos caído en la ambición personalista que usa la democracia para sus propios fines, vaciándola de su espíritu, dejándola en una mera fachada para encubrir caprichos autoritarios. Efectivamente, en estas décadas hemos avanzado con paso cierto y firme en un desarrollo integral. Y cuando hemos tenido diferencias, especialmente con nuestros vecinos, las hemos resuelto siempre en el marco del derecho y de la paz. En medio de un panorama mundial sacudido por luchas intestinas y conflictos armados, somos un lugar de refugio para muchos que buscan paz y seguridad.
"Todo ello es necesario tenerlo presente al entrar en un nuevo ciclo histórico, cuando nos aprestamos a resolver nudos cruciales de nuestro desarrollo político, social y económico. Lo hacemos con el aplomo que da la certeza de lo logrado. No venimos con un aventurerismo irresponsable. Por el contrario, sabemos de intensas jornadas de sacrificio y trabajo. Venimos con la voluntad de cuidar lo realizado, y desde allí, con madurez colectiva, asumir responsablemente los grandes desafíos que tenemos por delante y que Chile espera resolver.".
¡Gracias a todos ustedes! ¡Y seguiremos trabajando por nuestro país!
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Novoa.


El señor NOVOA.- Señor Presidente, si bien desde ayer sabíamos que había que despedirse, preferí no preparar un discurso sino anotar algunas ideas. Porque dieciséis años de vida merecen más bien una reflexión desde el punto de vista de los sentimientos. Y eso es lo que quiero hacer.
Después de dieciséis años, obviamente uno deja la función de Senador con sentimientos encontrados.
Primero, de cierta tristeza, no por la decisión tomada -hace un par de años resolví no repostular a la Cámara Alta; y no me arrepiento de ello-, sino porque sé que con el tiempo vendrá la nostalgia y echaré de menos esta Sala.
Siento legítimo orgullo por haber pertenecido a una institución tan importante como el Senado. Y tengo el sentimiento de haber cumplido con lealtad, con esfuerzo, con la mejor intención las tareas que me encomendó la ciudadanía.
Asimismo, siento mucha gratitud.
Gratitud a los electores de Santiago Poniente que me eligieron en dos oportunidades.
Gratitud a la UDI, que me permitió ocupar el lugar dejado por Jaime Guzmán.
Gratitud a todos ustedes, pues pudimos compartir momentos muy significativos para nuestro país.
Y, por cierto, gratitud a todos los funcionarios del Senado, quienes siempre nos han colaborado con dedicación y profesionalismo. En lo personal, en todo instante me he sentido muy apoyado por todos ellos.
También, en este momento de sentimientos quiero agradecerles a todos los Senadores; a todos los funcionarios de esta Corporación, y a todos los colegas que me brindaron el gran honor de ser elegido Presidente de la Cámara Alta.
Me voy, además, con un sentimiento de confianza.
Confianza en nuestro país y en las instituciones. Confianza en que la democracia, el diálogo, el respeto a los derechos -a los derechos humanos, a los derechos políticos, al Estado de Derecho- hacen de Chile un país que se distingue en el concierto de América Latina.
Me detendré brevemente en esos dos últimos conceptos. Y parto con la confianza en Chile.
Si miramos la historia de nuestro país concluiremos que los últimos treinta años han sido, probablemente, los más fructíferos; de hecho, hay estudios e indicadores que así lo demuestran.
Esos treinta años se traducen, más allá del crecimiento económico, en la posibilidad que ha tenido Chile de darles acceso a la educación superior a cientos de miles de jóvenes; de entregar viviendas dignas; de otorgar más trabajo, de que hoy día millones de personas cuenten con empleo estable.
Cuando uno observa el crecimiento y el desarrollo del país no puede quedarse solo en las cifras: debe mirar también a los seres humanos que hay detrás de ellas.
¿Y por qué esa confianza? Porque me asiste el convencimiento de que nuestra nación no se distingue tanto por las decisiones acertadas que puedan tomarse en el ámbito económico o en el administrativo: quizás la razón por la cual nos ha sido factible tener un ciclo virtuoso por un tiempo tan largo estriba en la institucionalidad política.
En mi concepto, ahí está la clave. Eso es lo que nos distingue de países latinoamericanos que, contando tal vez con una capacidad humana similar a la nuestra, disponiendo de más recursos que nosotros, no logran solucionar los problemas de sus habitantes porque les falta la institucionalidad política que nosotros sí tenemos.
Lo único que me preocupa es que dentro de ese ciclo tan virtuoso, habiendo gobernado la Concertación durante veinte años, algunos no se sientan orgullosos de lo que hicieron, no valoren su trabajo y muchas veces den la sensación de que Chile se encuentra en un momento de crisis y que es necesario modificarlo todo.
Hay muchas cosas que cambiar. Los países deben estar en constante evolución y perfeccionamiento. Pero no creo que sea prudente, que sea razonable, que sea justo desechar todo lo hecho, repudiar todo lo que en su momento se construyó con tanto sacrificio y pretender partir de cero. Los países crecen cuando van evolucionando. En ese sentido, espero que el nuevo Gobierno contemple con orgullo lo realizado por los cinco anteriores, cuatro de ellos del mismo signo que aquel cuyo período comienza el próximo martes.
Y con respecto a la fortaleza de las instituciones, permítanme mis Honorables colegas repetir un poco lo que dije cuando asumí la Presidencia del Senado. Soy un convencido de que la grandeza de ellas se apoya, más que en ningún otro valor, en el respeto. Y en esta Corporación es clave el que merecen la Constitución, la ley, nuestro Reglamento, nuestras tradiciones, la forma en que, durante décadas, siglos, hemos sabido llevar la política.
El respeto consiste, no solo en tolerar la diversidad entre nosotros, sino también en valorarla. Exige no atribuirse jamás una falsa superioridad moral e imputar una doble intención a las opiniones de los otros. Obliga a actuar sin dobleces, con la verdad. Aunque a veces esta resulte dura. Aunque sea la opinión propia. Uno cree en su verdad. No hay que pretender ser su dueño, pero sí abrigar la convicción de actuar conforme a ella.
Sostengo firmemente que si se pierde el respeto entre nosotros, al final se le pierde el respeto a la institución. Y me parece que el Senado es muy importante en la República como para que nos arriesguemos a ello.
Para finalizar, quisiera relatar una experiencia personal o por lo menos lo que siento. Siempre he sido muy claro en defender mis posiciones. Muchas veces he sostenido debates con quienes piensan distinto. Pero en dieciséis años he llegado a tener muchos amigos entre ellos. Eso es muy valioso.
Y a todos, especialmente a mis amigos, les doy las gracias.
Y le doy las gracias a mi bancada. Ellos saben que no me voy. Y temen que voy a estar llamando desde Santiago, molestando. La realidad es que, como lo dije, me voy del Senado, pero no de la política. Porque considero que esta es una labor muy noble, y es preciso mantenerla.
Y, por último, le agradezco a mi familia y les rindo un homenaje a las de todos ustedes, a las de todos los políticos, porque realmente son las que tienen que sufrir la parte más ingrata de nuestra labor.
Muchas gracias a todos.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Sabag.


El señor SABAG.- Señor Presidente, estimados colegas, quiero partir por exponer que llegué al Congreso por la voluntad de los ciudadanos electores.
Primero fue como Diputado por el distrito 42. Los recuerdo a todos, pero voy a nombrar solamente las comunas: San Carlos, Ñiquén, San Fabián de Alico, San Nicolás, Quirihue, Portezuelo, Trehuaco, Coelemu, Quillón, Bulnes, Ninhue, Ranquil, Cobquecura, Yumbel y Cabrero, de donde provengo.
Como Senador, he representado también los distritos 43, Talcahuano y Hualpén; 44, Concepción, Chiguayante y San Pedro de la Paz, y 45, Tomé, Penco, Coronel, Hualqui, Florida y Santa Juana.
Por supuesto, a ellos es a los que primero agradezco, porque son la base a partir de la cual he podido trabajar por mi país y por cada una de esas comunas durante 24 años.
Deseo brindar un reconocimiento a los funcionarios del Senado, al Secretario, a los secretarios de Comisión, al personal en general, porque siempre han sido un gran apoyo para el éxito de nuestras gestiones. Les estamos muy agradecidos. Sé que van a cumplir una gran labor por levantar el prestigio de la Corporación.
Quiero agradecer, por supuesto, a mi Partido, que me ha respaldado para acceder a cada una de estas instancias.
Le agradezco a mi familia. El ejercicio de la política hace que todos abandonemos nuestros hogares. Andamos por acá y en nuestras regiones, en cada una de las comunas. La familia está casi al final. Y ella ha sufrido con frecuencia -no en mi caso, pero me parece que sí en el de muchos de los presentes- el abandono y la falta de atención, a veces en los momentos más importantes.
Quiero agradecerles a todos mis colegas, con quienes hemos puesto juntos lo mejor de nuestro ser para aprobar las leyes y dar nuestra opinión pensando siempre en los superiores intereses de la patria.
¡Cuando uno llega a desempeñarse en estos altos cargos no debe actuar más que con generosidad y grandeza! ¡Eso es lo que involucra un lugar en el Senado de la República, que ha sido un gran honor ocupar, al igual que para todos sus demás integrantes! ¡Por eso, aquí las pequeñeces no deben existir!
Deseo consignar que siempre que me ha tocado votar, decidir o representar he tenido por norte los superiores intereses del país, de la patria. En este ámbito no se puede andar con mezquindades. Podemos mantener diferencias -y es evidente que así es-, pero jamás voy a reprocharle a un colega, de cualquier lado, por votar en conciencia y conforme a lo que le dicta su mejor parecer. También he exigido que se respeten mi conciencia y libertad para actuar. Lo único que hago presente es que siempre hemos intentado proceder con grandeza, pensando en nuestra patria.
Los Gobiernos desde 1990 en adelante han de encontrarse muy orgullosos de lo realizado. Es un sentimiento que por mi parte también experimento -lo expongo a propósito de lo manifestado por el Honorable señor Novoa-, y lo he señalado siempre.
¡Chile está arriba hoy día! ¡Provoca la envidia de muchas otras naciones! ¡Siempre se dirá: "Pero nos falta mucho"! ¡Claro que nos falta mucho! Pero ¿estamos comparando peras con manzanas o países con países? ¡Comparemos países con países! ¿Cómo están los otros? Ello ya se consignó: ¡endeudados! El Senador señor Kuschel hacía presente que lo que producen no alcanza siquiera para pagar los intereses.
Nosotros nos encontramos ante una importante deuda externa y empezamos a pagarla. Recuerdo que el Ministro de Hacienda señor Alejandro Foxley desembolsó más de 5 mil millones de dólares en un solo giro. Hoy día, Chile aparece debiendo 5 mil 200 millones, correspondientes a créditos que se otorgaron sin intereses por muchos años, generalmente en épocas en que se registraron terremoto o dificultades. Pero tenemos más de 30 mil millones de dólares en reservas. Si restamos la deuda, somos acreedores del mundo.
¡Qué ejemplo para las otras naciones!
¡Y cuánto hemos progresado, gracias a Dios!
¡Nos falta! ¡Claro que nos falta! Y, por eso, los programas de los Gobiernos se postulan, la gente los vota y tienen que llevarse a cabo en adelante.
Nosotros hemos sido partícipes de ese Chile. ¡No lo hemos destruido! ¡Qué habría pasado si hubiéramos enfrentado miles de huelgas y la situación de gente muriendo de hambre o haciendo colas por no encontrar una cosa u otra! ¿De qué estaríamos hablando aquí?
Este es el país que construimos con los Presidentes Aylwin, Frei Ruiz-Tagle, Lagos, Bachelet y, sin duda alguna, también Piñera. Hemos realizado una labor buscando lo mejor para nuestra patria y sus habitantes.
Al retirarme, sé que aquí se deciden muchas cosas. Y no me cabe duda de que esta Corporación va a continuar actuando con ponderación, con grandeza. La Cámara de Diputados a veces procede y vota políticamente, pero el Senado tiene otra posición, otra estatura, conforme a la cual debe ver las cosas desde ese otro punto de vista -aquí se hallan la prudencia, la sabiduría-, para que nuestra nación siga progresando y enalteciendo a cada uno de sus integrantes.
Ya no podré servir desde un cargo público. ¡Pero a la patria se le sirve de muchas maneras! ¡Los trabajadores, los obreros, las mujeres, los empresarios, los agricultores, que pagan impuestos, que producen, son también la patria! A ella se le sirve desde donde uno esté.
Estimados colegas, voy a seguir trabajando por Chile, por mi patria, y quiero que ustedes sigan actuando tan noblemente como lo han hecho hasta el día de hoy.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Carlos Larraín.


El señor LARRAÍN (don Carlos).- Señor Presidente, estimados colegas, alguien que pasa un tiempo relativamente corto en una institución no puede pretender un conocimiento muy refinado de lo que en ella ocurre y se desarrolla. Sin embargo, así y todo, he podido hacer algunas comprobaciones que me permito dejar "en acta", por así decirlo.
Desde luego, quiero hacer una muy especial mención de la corrección y profesionalismo con que trabaja el personal de la Corporación. Este ayuda mucho al desarrollo de la tarea legislativa, y pienso que eso es un puntal de la labor de Senado.
Asimismo, extiendo un agradecimiento muy sincero a quienes se han desempeñado, con una ecuanimidad y respeto invariables, en su Presidencia.
En el curso de los meses he constatado que el trabajo en Comisión permite un esfuerzo intelectual fructífero. En ese ámbito se observa, en buena forma, el criterio esencial de los cuerpos colegiados, cual es el intercambio de raciocinios de manera respetuosa y de buena fe.
El origen remoto de los órganos legislativos fue bastante modesto: se trataba de declarar la guerra o de aplicar impuestos. Los Parlamentos se han desarrollado de un modo mucho más sofisticado desde la Ilustración. El que sus integrantes se escuchen para un mejor resultado legislativo es básico. Ello representa el valor de la discusión.
En cambio -y ruego que nadie se enoje-, se observa a veces, en el curso del trabajo en la Sala, cierto ánimo de atacar o de defender al Ejecutivo y sus iniciativas como si esa fuera la razón y fundamento de la labor parlamentaria. En ciertos momentos se hace complicado dialogar y encontrar terrenos de acuerdo. Se aplican moldes muy rígidos, de los cuales es difícil zafarse.
Pienso que la función del Senado excede con mucho ese cuadro. La Corporación exhibe una larga historia y ha tenido la prestancia y el valor requeridos para custodiar y defender los derechos que le corresponden a la persona -sé que son lugares comunes, pero a veces se olvidan- por su propia condición y no por una concesión graciosa de la autoridad, más o menos arbitraria, o de leyes, más o menos bien hechas. Así es como se cuida y preserva el bien común de la sociedad.
Estimo que a esta ilustre institución le cabe, en la hora presente, una misión particularmente importante y, por lo demás, permanente: resistir al escepticismo, que es corrosivo y destructivo. Para conseguir derrotarlo, nada mejor que una labor valiente, provista de humildad y constancia. Son palabras de un humanista del siglo XVI -me estoy vistiendo con ropa ajena-, pero resultan pertinentes para el caso. De esa manera se puede enfrentar la prueba del escepticismo tan agudo que se registra hoy día, que todo lo pone en cuestión, que todo lo rige por el cartabón individual, que se olvida, a veces, de la patria, ponderada aquí con tanta elocuencia por otras personas.
Esa prueba y otras más se van a poder resistir si el Congreso efectivamente logra la autonomía que necesita. Con un grupo de amigos nos atrevimos a plantear la posibilidad de un sistema semipresidencial que le diera un rol incrementado. Eso causó un poco de efecto público. Creo que la idea sigue viva y habrá de cristalizar algún día, porque ciertamente en Chile tenemos un presidencialismo excesivo.
Me adhiero a lo que aquí se ha dicho en cuanto a que el país presenta una inercia positiva. Y hay que cuidarla. Los excesos presidencialistas se confunden de pronto con unas iniciativas refundacionales que eran buenas para 1830, quizás, pero no me parece que lo sean para 2014.
Considero que es preciso seguir esforzándose por reivindicar la política -aquí han intervenido al respecto personas con mucho más autoridad que el Senador que habla, aunque este también ha sido político en la esfera municipal durante muchísimos años-, desacreditada, desvalorizada, pero cada día más importante. Porque son los partidos -que cada uno de nosotros animamos- los que conectan con la ciudadanía y ordenan los problemas y los jerarquizan.
Los famosos "movimientos sociales", de generación espontánea, que surgen como callampas en terrenos de rulo después de las primeras lluvias, no constituyen la clave para gobernar un país.
Termino diciendo que hay que desechar la teoría, tantas veces ventilada, del pasado negro irredimible. Otros lo han hecho ya en este ratito. Porque si el pasado fue negro, el futuro ha de ser igual, a menos que nos creamos seres de nueva factura, producto de alguna probeta especial. En fin, hoy día se recurre tanto a ella...
Creamos en nuestro país. Hemos tenido una historia limpia. Hemos buscado la paz. Hemos ido a la guerra cuando ha hecho falta. Hemos defendido las instituciones de distintas maneras. Nuestro futuro, entonces, es muy bueno, precisamente porque Chile cuenta con instituciones como esta y con políticos que las animan, del valor de los que aquí quedan.
Me voy. Se habla de pie cuando se despide a un difunto ilustre y también cuando se deja el Senado.
Será porque puede ser un anuncio de muerte civil... Espero que no sea así en mi caso.
Les deseo a ustedes, a los que están sentados, mucho éxito en sus labores, y espero, en fin, que todos sigamos siendo amigos, porque tenemos un país estupendo que cuidar.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Muñoz Aburto.


El señor MUÑOZ ABURTO.- Señor Presidente, Honorables colegas, en mi última intervención en esta Corporación quiero comenzar agradeciendo la confianza de los magallánicos, quienes me permitieron representarlos por doce años en la Cámara de Diputados, primero, y luego, por un período en el Senado.
Ha sido para mí un gran honor hacerlo.
En lo político, me permitió colaborar en la aprobación de numerosos proyectos y apoyar decididamente los esfuerzos de los Presidentes Frei, Lagos y Bachelet y, también, colaborar lealmente con la actual Administración en iniciativas de bien para la nación.
Como socialista, valoro con especial cariño a mi Partido, que me nominó para representarlo; a los militantes y amigos que pusieron su empeño en que así fuera. Particularmente, recuerdo a muchos que han quedado en el camino y, ciertamente, a los miles que dejaron o arriesgaron su vida durante la dictadura para que el Parlamento reabriera sus puertas.
En lo social, me posibilitó ampliar mi capacidad de ayudar a miles de familias de mi región. Lo que hice siempre como abogado en la defensa de los intereses y derechos de miles de modestos pobladores, de sindicatos y trabajadores pudo llegar a bastante más gente. Miles de personas recibieron mi ayuda personal o de mi oficina parlamentaria, lo que me llena de alegría. Es un reconocimiento que va mucho más allá de los votos y que para mí ha sido un objetivo y desafío de vida.
En lo personal, ello ha representado un gran orgullo y responsabilidad para un hijo de modestos trabajadores chilotes que llegaron a la Región de Magallanes sin más bienes que sus sueños, ni más herramientas que sus manos y deseos de surgir.
Durante estos años he procurado servir a mis electores y defender a nuestra región, históricamente postergada y cuyos habitantes no reciben todo el apoyo que requieren, atendida la labor de soberanía que realizan.
Si se leen intervenciones de legisladores de Magallanes, observamos que desde los albores de la República se aprecian las mismas preocupaciones: el transporte y la conectividad, el abastecimiento de insumos, el fomento productivo, los servicios sociales, la educación, la salud. Es esta una tarea de largo aliento, una posta que se repite por generaciones.
Reitero mi convicción de que Magallanes necesita un trato especial. Solo una mayor autonomía le permitirá progresar. Así que espero que se aprueben las elecciones de intendentes como un paso de los numerosos que nuestra región y también las restantes requieren para zafarse del centralismo que agobia a Chile.
En el transcurso de estos años he contribuido con el aporte de iniciativas, muchas de las cuales se han convertido en leyes. Otras, como la que protege los derechos de los pasajeros aéreos, ya se encuentran en instancias finales. Así, contribuí a impulsar diversos proyectos, como la Ley de Fármacos, recientemente promulgada, o la Ley de Quiebras, a la que incorporé la insolvencia a nivel familiar.
En el plano educativo, pudimos extender la aplicación de la beca a los habitantes de Magallanes que cambian de provincia para estudiar; aprobar una iniciativa de ley, aún insuficientemente utilizada, que permite estimular la radicación de especialistas; conseguir diversos mejoramientos en materia laboral, como los dos domingos feriados al mes de que gozan los trabajadores del comercio, o la sanción, como proveedores del Estado, a quienes incurren en prácticas antisindicales. Y también contribuimos a facilitar aspectos prácticos, como la posibilidad de que las madres puedan obtener autorización judicial por dos años para sacar a sus hijos del país, en lugar de requerir esa gestión para cada viaje.
En este empeño procuré actuar en forma responsable y seria: no busqué el halago fácil ni la figuración mediática, sino el resultado efectivo. Quizás eso pasa la cuenta en esta sociedad de las comunicaciones. Pero creo que es la forma correcta de actuar.
Han sido años muy provechosos.
El paso por estas Salas permite advertir la importancia del Congreso Nacional como expresión genuina de la soberanía popular.
En tal sentido, es muy importante que en el futuro se sigan perfeccionando los canales de participación ciudadana, pero asimismo que se rompan los obstáculos que afectan su legitimidad, como el sistema binominal.
Ojalá los nuevos parlamentarios tengan la sabiduría para entender que más allá del resultado electoral y la calculadora está el interés superior de preservar la democracia y la representatividad de este Parlamento bicentenario.
El paso por estas Salas permite, además, reconocer la relevancia de la amistad cívica, esa que no se puede perder y que debe evitarnos hechos tan dolorosos como los vividos a partir del año 1973.
Agradezco la posibilidad que he tenido de conocer a muchos parlamentarios de diversos sectores, con quienes hemos forjado relaciones de afecto, amistad y respeto mutuo.
A los que dejan esta labor les deseo éxito en sus nuevas actividades.
Y respecto a los que permanecerán acá y a los que llegarán, obviamente también espero que puedan servir con dedicación a nuestro país y a sus electores.
En particular, les deseo éxito en su trabajo a quienes representarán desde el 11 de marzo a Magallanes tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.
Al terminar, agradezco la colaboración de todo el personal de esta Corporación: a su Secretario, a los secretarios de Comisiones, a los profesionales y técnicos, secretarias, administrativos, auxiliares y personal del servicio de comedores.
¡Gracias por su dedicación y gentileza, que permite hacer más grata y eficiente nuestra labor!
Señor Presidente, Honorables colegas, muchas gracias por lo aprendido en estos años.
¡Gracias por la amistad y el cariño!
¡Gracias a la ciudadanía de Magallanes por su confianza!
Tratemos de seguir perfeccionando cada día más este Congreso y nuestra democracia.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Gómez.


El señor GÓMEZ.- Señor Presidente, de repente a uno le dan ganas de preparar un discurso de despedida. Pero quiero ser superclaro y decir que estos ocho años de trabajo han sido interesantes desde las perspectivas política y humana.
¿Cómo no va a ser interesante que uno tenga la capacidad y la posibilidad de conversar con personas de pensamientos muy distintos y también con aquellos de pensamientos más cercanos?
¿Quién va a pelear con Ignacio Walker cuando yo deje de ser Senador -como Ministro es difícil hacerlo- o con Coloma¿? Porque Coloma dice "Z" y yo digo "A".
En el fondo, hemos tenido diferencias, pero desde la óptica política. Desde el punto de vista humano, del cariño, de la conversación de pasillos, de la discusión, el trabajo ha sido muy interesante.
En verdad, me siento muy contento de haber participado en esta Corporación.
Señor Presidente, yo no deseaba quedarme en el Senado. Había decidido irme, pero la Presidenta electa me llamó a trabajar en el Ministerio de Justicia. Y esa labor la voy a realizar con gran fuerza y, también, con el ánimo y el convencimiento de que recibiremos el apoyo necesario para hacer aquellas cosas que esperan los chilenos. Sé que aquí hay numerosos amigos que me ayudarán, que colaborarán conmigo para salir adelante con esta tarea, que es para todos los compatriotas.
Señor Presidente, quiero desearle felicidades y éxito a Víctor Pérez ¡y que sea Presidente de la UDI...! ¡Le he dicho que se ponga la banda¿! ¡Me estoy metiendo en elecciones que no debo¿! Con él también he tenido una muy buena relación, al igual que con Quintana, Tuma, Escalona.
¡Con todo lo que hemos peleado, Camilo, creo que hoy día por lo menos nos vamos los dos contentos, agradecidos¿! Hemos aprendido a generar un camino de amistad cívica importante.
También he tenido buena relación con Isabel, a quien felicito porque va a ser Presidenta del Senado. Ella, hija del Presidente Allende, le va a entregar a Michelle Bachelet la banda presidencial. Para mí eso es espectacular desde el punto de vista de la imagen, desde la perspectiva de la historia.
¡Así que, Isabelita, un abrazo grande!
¡A Pedrito, otro abrazo!
¡También a Ximena, con quien trabajaremos juntos en este nuevo desafío!
¡Y a Andrés, el más "vivo" de todos los Senadores¿!
¡A Lily!
¡A Hosaín, que se va también!
¡A Patricio Walker! Su lucha, que no comparto, será eterna. Pero él defiende sus principios también.
¡A Ignacio! ¡Para qué decir cuánto hemos peleado¿! Pero igual somos amigos.
¡A Carlos, un gran amigo! Creo que el norte, en verdad, se pierde a un gran Senador. Él, además, ha desarrollado su labor con esfuerzo y cariño.
¡A Marianito, que ha sido un maestro para todos nosotros!
¡Al Presidente Frei, un abrazo también!
¡A Baldo, con quien he trabajado harto tiempo!
¡A Antonio!
¡A Alberto!
En fin, la verdad es que lo único que quiero decir es que me voy contento.
¡Un inmenso abrazo para todos!
Que el próximo sea un gran Senado. Llega nueva gente, y espero que, teniendo en cuenta lo que hemos sido capaces de hacer, se pueda construir un mejor país.
Y, señor Presidente, he trabajado bastante con usted en la Mesa -dos años por lo menos-, y creo que la labor ha sido exitosa. ¡Así que un abrazo también!
También les hago llegar un abrazo a don Mario Labbé, a todas las secretarias y a los funcionarios que nunca olvido. Para ellos, un tremendo agradecimiento.
Un abrazo para todos y que el Chile siga siendo como es.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el querido Senador del norte grande don Carlos Cantero.
Su Señoría dispone de 5 minutos.


El señor CANTERO.- Señor Presidente, en las encrucijadas de la vida es bueno intentar hacer una reflexión que oriente cómo enfrentar los nuevos desafíos.
Termina para mí una etapa importante en la que he tenido el privilegio de formar parte de la institucionalidad republicana de nuestro país. Son 31 años de vida pública: 7 como alcalde en Sierra Gorda, Tocopilla y Calama; dos períodos como Diputado por el distrito 3; dos períodos como Senador por la Región de Antofagasta.
A nivel global, he representado a Chile en múltiples foros internacionales, en compañía de muchos colegas.
Llegamos todos muy jóvenes, esbeltos; algunos ya pintan canas y el tiempo nos ha ido cobrando la cuenta.
Al momento de hacer esta última intervención en el Senado, confieso que me siento contento y satisfecho, me voy pleno y realizado.
Hemos sido actores de una de las transiciones políticas más exitosas del mundo contemporáneo. Eso sí, tengo plena conciencia de que aún debemos seguir generando equilibrios políticos entre el mercado, el Estado y la sociedad civil. Es imperativo superar las desigualdades sociales, territoriales; particularmente la deuda eterna en materia de descentralización, los aspectos económicos, el déficit en la calidad de la educación, lo referido a la salud, e impulsar una economía basada en el conocimiento.
El servicio público es mi vocación. Lo entiendo como el más alto honor al que puede ser llamado un ciudadano para la promoción del bien público. Y la política es una acción colectiva, democrática, mutuamente respetuosa, de personas unidas voluntariamente por ideales para ejercer en lo público, sirviendo a la comunidad y a la humanidad, si es posible, en la gestión de políticas públicas.
Actué siempre fiel a mis propias convicciones, con autonomía e independencia, caracterizándome -y lo enfatizo- por la transversalidad política, buscando acuerdos con todos los sectores.
Desde el regreso a la democracia en 1990 participé y promoví importantes acuerdos en todos los ámbitos. Muchas de esas iniciativas hoy son leyes.
Esta conducta no fue siempre comprendida y generó dificultades con algunos miembros de mi propio sector. Fui visto con desconfianza, como disruptivo, como limítrofe. Pero declaro con total sinceridad que me habría gustado profundizar aún más en la transversalidad de la acción política.
Estos son tiempos en que se impone un nuevo valor de la diversidad, un desafiante valor del pluralismo. Hoy, más que nunca, el centro es más grande, más móvil, más independiente y desafiante políticamente.
El gran desafío de este tiempo consiste en impulsar una política de convergencia, no esa democracia de los acuerdos en la que yo participé, que solo se propuso -y lo logró al final- un empate amparado en el sistema binominal, sino una que construya lenguajes y visiones comunes, que sintonice a la ciudadanía con el Parlamento, que deje atrás el verticalismo partidista y de los grupos de interés económico para escuchar a la ciudadanía. En definitiva, una en que se alcancen acuerdos para romper las grandes inequidades y asimetrías que deja el modelo de desarrollo chileno.
Con relación a la reciente elección, una vez más se ha demostrado que el elitismo, la intolerancia, la falta de consideración arrojan malos resultados.
En lo personal he aprendido que se puede ganar en la derrota. No resulté electo, es cierto; pero mis ideas políticas ganaron y están más cerca que nunca de ser realizadas.
Menciono las que más me han motivado a lo largo de mi trabajo parlamentario: los anhelados cambios en la educación pública, para que sea más digna, más solidaria, de mayor calidad, gratuita para todos los compatriotas que así lo requieran, lo cual no se contradice con el sistema mixto. Y sigo el mismo criterio en materia de salud pública. Esta requiere ser recuperada y dignificada para los chilenos más postergados socialmente.
Siento que mi reclamo social sintoniza con la ciudadanía, y que la posibilidad de romper las grandes asimetrías sociales está más cerca que antes.
Hay una mayoría parlamentaria hoy, en lo que viene, para una reforma tributaria que haga realidad estos sueños de millones de chilenos. Es imperativo recuperar los bienes públicos, que son responsabilidad del Estado y que nuestro país ha entregado al mercado sin miramientos sociales, sin equidad y sin solidaridad.
No estoy en contra de que el Estado actúe en esta área. Lo que pido es que el Estado cumpla su rol, y hasta ahora no lo ha hecho con la dignidad que corresponde.
En tal sentido, durante estas dos décadas intenté cambiar las prioridades de la Derecha, aunque confieso que con poco éxito. Intenté constituir una Centroderecha con mayor compromiso social, menos polarizada en su discurso tecnocrático, con un sentido más horizontal y participativo, menos orientada a la competencia y más dispuesta a la colaboración, con menos egoísmo y más altruismo, con menos racionalidad y más emocionalidad; más centrada políticamente.
Está pendiente el desafío de constituir en Chile una opción de centro político laico, moderno, que sea capaz de hacerse cargo de las viejas injusticias y también de los nuevos desafíos.
Al alejarme de esta Corporación y mirar retrospectivamente, debo manifestar mis agradecimientos hacia los ciudadanos de la Región de Antofagasta, que en tantas ocasiones me honraron con su confianza para representarlos en el Congreso Nacional.
Agradezco también a los militantes de Renovación Nacional que me dieron la oportunidad de enfrentar exitosos procesos electorales, en otros tiempos de mayor fraternidad y respeto mutuo. Espero que tales valores sean recuperados en ese Partido.
Fui Diputado, Senador, Presidente regional y Vicepresidente nacional; contribuí al desarrollo de estrategias que nos permitieron alcanzar el poder con Sebastián Piñera; participé en la conformación de la Coalición por el Cambio y tengo historia para expresar una crítica: se requiere más carácter inclusivo y mayor énfasis social.
Terminé ajeno a esa militancia, paradójicamente sintiéndome más cómodo y más respetado fuera de ella.
Confieso que me ha dolido esta ruptura, pero he nacido a otros espacios de pluralidad, he ganado un compromiso más social y más transversal.
Quiero, además, agradecer a los funcionarios del Congreso Nacional, especialmente a los del Senado de la República de Chile, que con su vocación de servicio y amplia experiencia se han constituido en la memoria que facilita la labor legislativa. A los que han partido y a los que están hoy con nosotros: secretarios, administrativos, funcionarios y oficiales de Sala y de Comisiones que han apoyado nuestro trabajo, les agradezco por su esmero y excelencia inalterable.
Deseo también valorar el trabajo, respeto y amistad cívica de los carabineros de la guardia que cuida la seguridad de nuestro Congreso Nacional.
Quiero hacer una especial mención a la Biblioteca del Congreso Nacional, institución fundamental que constituye el paradigma que seguir por las bibliotecas del país. Es la gran ventana de las ventanas que nos aproxima el material bibliográfico y de hemeroteca que surge en todo el mundo, en su formato físico y, especialmente, en el digital. A lo largo de estos años he sido testigo de su gran dirección, excelentes profesionales y sobresaliente equipo humano.
Agradezco a ustedes, queridos colegas, por haberme honrado con la Vicepresidencia del Senado y con la Presidencia de diversas comisiones legislativas.
He servido a Chile en momentos complejos de nuestra historia, con honesta voluntad de servicio, respeto y transversalidad política, honrando los principios democráticos, la igualdad de oportunidades y la vigencia de las libertades.
Valoro vuestra amistad, fraternidad y respeto, lo que constituye para mí el mejor reconocimiento.
En este tiempo y espacio político-legislativo, se quedan vivencias racionales y emocionales, en dimensiones personales, familiares, nacionales y globales. Son muchos los nombres que vienen a mi memoria. Para todos ellos, mi homenaje, mi recuerdo y gratitud por la convivencia extraordinariamente enriquecedora y fraternal de que he gozado.
Expreso a quienes se quedan y a los que llegarán los mejores deseos de éxito para este nuevo ciclo en la historia de nuestro país, en que deberán enfrentar los profundos cambios que la sociedad chilena y global está experimentando. Espero que atinen en responder a lo que nuestros compatriotas quieren para sus vidas, para un Chile más justo, más digno, más equitativo y donde los ciudadanos puedan alcanzar niveles superiores de felicidad, realización y movilidad social.
Si por pasión o vehemencia alguna vez pude haber ofendido a alguien, pido humildemente perdón. Agradezco a quienes, más allá de fronteras políticas, territoriales o jerárquicas, me han brindado su amistad y cálida presencia. Gracias globales por todo ello.
Agradezco, lleno de emoción, a mi familia: a mi esposa, Mónica; a mis hijos, Pablo, Karla e Ignacio, y a mi nieto Pedrito, por su comprensión e infinito apoyo.
A todos quienes han constituido, por trabajo, por convivencia, por mérito, mi familia adicional -me refiero a mi equipo de apoyo-, muchas gracias, pero especialmente a Mónica Vargas y a Soledad Valle, que me han acompañado en estos veinte años.
Como última reflexión, quiero señalar algo que creo que vale la pena tenerlo presente.
Debo confesar que, a pesar de mi larga trayectoria política, nunca imaginé tener una convivencia tan maravillosa con mi adversario político José Antonio Gómez, mi amigo.
Con nuestras diferencias y discusiones, yo no pude haber tenido un mejor compañero de trabajo legislativo. A pesar de ellas, muchas veces discutimos si era pertinente instalar una sede conjunta en Antofagasta, para recibir como buzón las inquietudes de todos nuestros electores. Realmente ha sido una experiencia notable, José Antonio, y yo deseo que los demás parlamentarios puedan tener el privilegio de compartir su tarea con una persona capaz de mostrar la estatura que tú mostraste en nuestra relación. Nuestras diferencias no nos han separado, sino que nos han unido, y te lo agradezco.
Todo lo bueno tiene un final y este es un buen momento para este final. Con alegría, confianza y optimismo, les digo: ¡Muchas gracias a todas y todos! Que la vida y sus desafíos nos permitan fluir en armonía y felicidad. ¡Que así sea!
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra al Senador señor Uriarte.


El señor URIARTE.- Señor Presidente, Honorable Sala, queridos amigos:
Quiero que mis primeras palabras, en este momento de emoción y de reconocimiento en que concluye mi función parlamentaria, sean para agradecer a los habitantes de la Región de Coquimbo que tuve el honor de representar en el Senado, como también a los hombres y mujeres de las provincias de Melipilla y Talagante, que representé antes en la Cámara de Diputados.
Con ellos y con ustedes construí una parte importante e imborrable de mi biografía, una historia llena de recuerdos y de logros que jamás olvidaré.
En este momento guardo en mi mente tantos rostros, tantas manos extendidas, tantos kilómetros transitados, tantas palabras en ideas emitidas y tantas voces recibidas.
Nos correspondió no solo legislar -ya por sí misma es una noble y relevante actividad-, sino también ser parte de la generación que restauró la convivencia democrática, que logró que Chile consolidara su progreso económico y social y, por sobre todo, que fuese capaz de aprender a respetar la diversidad de los pensamientos y la libertad para expresarlos en este Hemiciclo.
Llevo y llevaré en mi alma para siempre a los dirigentes vecinales, a los agricultores y regantes, a las temporeras y a los campesinos, a los pescadores y a los comerciantes; al personal de la salud, a los funcionarios públicos, mineros, deportistas, músicos, artistas, folcloristas, empresarios, profesionales, religiosos y, por supuesto, a los vecinos y mujeres jefas de hogar de la Región de Coquimbo. A todos ellos, mi sentido agradecimiento por la amistad que me brindaron y, sobre todo, por la confianza que depositaron en este modesto servidor, que procuró desempeñarse en el servicio público con pasión, entrega y genuina dedicación.
Quiero también agradecer muy especialmente a mi secretaria, Paola Larraín; a los funcionarios del Senado y de la Cámara de Diputados con quienes compartí extensas jornadas de trabajo, primero como asesor del Senador señor Hernán Larraín, después como coordinador del Comité de mi bancada en la Cámara Alta, más tarde como Diputado y finalmente como Senador.
En seguida, deseo agradecer a los Senadores y Senadoras, sin excepción. Al señor Presidente, Jorge Pizarro, leal compañero de tantas luchas en la Región.
De ustedes aprendí que la gente no se divide solo por dimensiones políticas de Derecha, Centro o Izquierda. De ustedes aprendí que la única gran clasificación relevante en la vida se aloja en la calidad del alma humana.
Quiero también hacer un especial reconocimiento y expresar mi agradecimiento a mis compañeros de ruta, a mis hermanos de camino: los Senadores de mi bancada, quienes son parte de lo que ya es mi familia. Desde hace mucho tiempo hemos recorrido juntos un camino. Con ustedes compartí una de las tareas más nobles a las que puede aspirar un militante de la UDI: servir a Chile desde el Senado.
A todos, muchas, muchas pero muchas gracias.
Permítanme ahora una breve y modesta reflexión.
En los meses que siguieron a la elección de noviembre pasado, he repensado serenamente lo que fueron estos años de mi vida parlamentaria. Mis aciertos y mis errores ya son parte de la historia. Así como no creo que sea esta la ocasión para volver sobre ellos, tampoco me parece que sea yo quien deba juzgarlos.
Al dejar esta noble función, lo hago con la íntima convicción de haber procurado servir fielmente y en todo momento a quienes representé durante doce años en el Congreso Nacional.
Para nadie es un misterio que el Parlamento no goza del prestigio que todos quisiéramos que tuviera. Son demasiados los esfuerzos corporativos que realizan a diario nuestras autoridades institucionales para modificar tal realidad. Así y todo, seguimos estando muy abajo en cada medición que se hace sobre la función que desempeñamos.
He llegado al convencimiento de que no basta con decir que hay incomprensión hacia nuestro trabajo, ni mucho menos culpar a la prensa o a otros por nuestro descrédito.
Pienso que la razón más profunda de este innegable desencuentro que tenemos con la ciudadanía y que es una verdad del porte de una catedral, radica en la actitud que muchas veces tenemos para aproximarnos a las soluciones que la ciudadanía nos demanda.
Han pasado más de treinta años desde que se normalizó nuestra vida democrática y a ratos pienso que no hemos sabido estar a la altura de las exigencias que nos plantea una sociedad moderna y empoderada, donde las personas buscan sentirse protagonistas de su destino y exigen mucho más de sus autoridades.
¡Qué duda cabe que nuestro trabajo legislativo necesita de cambios y modernizaciones urgentes y profundas, pero antes que eso, de un cable a tierra en todos quienes quieran desempeñar una función pública!
Señor Presidente, al concluir esta maravillosa etapa de servidor público desde el Congreso de mi querido país, quiero dar gracias a Dios por haber podido servir a mi patria, pero también pedir perdón a mi familia -a Sofía, mi señora, y a mis cuatro hijos; a mi madre y a mi padre, que ya no están- por el tiempo que no les di, que les arrebaté y que probablemente nunca volverá.
Alego, sí, en mi defensa que no fue tiempo perdido, pues no hay mejor tiempo que el que la ética cristiana exige entregar al prójimo, y mejor aún si ese tiempo, esas ganas y esa pasión se dirigen a los más necesitados y a los que más sufren.
¡Muchas gracias y hasta siempre!
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- Doy fe plena de lo dicho por el Honorable señor Uriarte respecto de su trabajo y compromiso con la mencionada Región.
El Honorable señor Ruiz-Esquide me manifestó al inicio de la sesión que quería cerrar solemnemente este acto, ya que "la juventud tenía que hablar al final".
Tiene la palabra el señor Senador no solo para que nos exprese su punto de vista, sino, además, para que nos deje un mensaje y su palabra sabia en este Hemiciclo.


El señor RUIZ-ESQUIDE.- No sé si el señor Presidente hubiera sido un buen confesor, pues ¡me ha delatado en lo que solicité¿!
Deseaba, después de escuchar a mis colegas, terminar diciéndoles lo que han significado para mí estos años en el Senado.
Primero, al igual que todos los que se van junto conmigo, formulo un tremendo reconocimiento a mi familia, a mis hijos y a mi esposa, que ya no está. A mis hijos, que han sufrido en parte el costo de la política; a mis padres, que me permitieron tener una formación que me autorizó ante el pueblo chileno, en su tiempo, para ser concejal, Diputado y Senador.
Un saludo cordial, cariñoso, tremendo, desde lo más profundo del alma, a los funcionarios y funcionarias del Senado. A todos les envío un enorme, enorme abrazo y para las funcionarias, ¡un casto beso¿!
Gracias, amigas y amigos del Senado, porque ustedes han sido lo que Ortega y Gasset llama "nuestra circunstancia". Uno no llega a esta Corporación solo a hacer lo posible por Chile. No. Según mi experiencia, uno llega aquí a aprender. Y una de las cosas más maravillosas que he asimilado en estos 24 años ha sido el refinar, el precisar, el apuntar en un tejido fino lo que debemos hacer con la política.
Parto de la base de que la política, como ha dicho el papado, constituye el ejercicio más noble, exceptuando la religión. Y efectivamente es así.
¿Cómo lograr entonces que la gente no se quede con la sensación de que no tenemos un comportamiento que nos haga merecer el nombre de "políticos"? A través de pocas cosas, camaradas, compañeros, correligionarios, conciudadanos.
La primera, el respeto por la verdad. "Solo la verdad nos hace libres", dice el evangelio; y el Papa actual lo ha remarcado, para que sea siempre lo mismo lo que expresamos en la palabra, en el pensamiento y en el ejercicio de la vida; para que haya una consecuencia que permita un segundo paso superior a la política: hablar como se piensa, vivir como se habla; tener consecuencia con una moralidad y una ética de comportamiento que no hagan distinción entre lo privado y lo público.
¡No hay dos éticas ni puede haberlas en política si queremos que el Senado siga siendo la luz que a mi juicio representa para Chile! A pesar de lo que hacemos dentro o fuera de esta Corporación, en nuestra casa y en nuestras vidas, con todos los errores, con todas las veces en que hemos negado a Cristo (los que somos cristianos) y los intereses intelectuales de aquellos que no creen en Él, somos y seremos siempre la luz que alumbra a nuestro país.
Aprendí de todos ustedes que la política también es el arte de convivir, de considerarse realmente parte de una nación, de una sociedad y de un grupo de hombres y mujeres dispuestos -entramos aquí para eso- a dar la vida si es necesario, ya que esta no se entrega solo en un combate militar, sino también cuando debemos asumir errores generales de nuestro país, cuando tenemos que "dolernos" como decía también Ortega y Gasset. Unamuno señalaba: "Me duele España". También a nosotros en un momento nos dolió Chile, por años, aunque no es la hora de venir a señalar quién tuvo culpa y quién no.
Las dictaduras, cualesquiera que sean, son capaces de generar, de mostrar, poner de manifiesto la sima -con "ese"- de una sociedad o de un hombre o una mujer y la cima -con "ce"- como proyecto valeroso para defender ideas frente a la represión.
Esa es una historia pasada, que no queremos volver a vivir. Pero para evitar que eso ocurra, como correspondió hacerlo en su momento, tenemos que continuar también con algunas reglas en nuestro comportamiento esencial.
La primera es el trato. Aquí he aprendido que se puede llevar a cabo una política clara, dura, fuerte, con argumentos sólidos, con un trato de caballeros, con un trato de dama y con la exquisita amistad, que es lo que nimba la vida de todo ser humano.
Además he aprendido que se puede ser amigo de quien piensa distinto. Los que llevamos tantos años en política también caemos a veces en el exabrupto, en el desprecio y en la sensación de que la verdad solo pasa por nuestro ombligo, de que mi verdad es la única que vale. Y entonces se encona la discusión, se agravia al adversario, se termina la amistad y las palabras empiezan a fluir con odiosidad.
Aprendí, finalmente, que no hay tarea mayor o menor para el hombre o la mujer. Todo trabajo, todo lo que hacemos, tiene un valor inmenso.
Por eso, antes de concluir, permítanme saludar desde aquí a la Región que me ha elegido como su representante durante estos años y, asimismo, a las primeras poblaciones y lugares de Talcahuano donde comencé mi tarea política.
Permítanme decirles que me voy con la sensación de haber hecho amigos, no de una manera superficial, no solo con el palmoteo fácil: amigos de verdad, lo que significa saber que por ellos uno puede y debe dar la vida si fuera necesario.
Incluso, he aprendido a querer a mis adversarios, cosa que no es fácil para un vasco.
Además, me he sentido feliz de trabajar con los Senadores de mi Partido.
¡Ignacio, cuando me perdone, va a abrir el camino de su salvación¿!
--(Manifestaciones en la Sala).
En cuanto a mis amigos de otros Partidos, ¡el aprendizaje me ha posibilitado querer incluso a Víctor Pérez¿!
--(Manifestaciones en la Sala).
Y del mismo modo fuimos amigos con Mario Ríos y con otros representantes de nuestra Región.
A todas y a todos ustedes los llevaré en el corazón.
Y cuando ya no esté, quisiera que me recordaran como una persona que intentó hacer lo que señalé recién: vivir consecuentemente; vivir en amistad; vivir en fraternidad; vivir con cierta presencia de ánimo para que Chile siga siendo lo que es hasta la fecha, para que nunca más en ninguno de nosotros surja la idea de que el país nace junto con uno o de que solo quienes estamos en un lado de la vereda somos los verdaderos salvadores.
Este Senado, con toda su diversidad, será como esa luz de la que habló un poeta hindú e indio, quien dijo que la noche más oscura se abre a las estrellas más brillantes. Así será con la presencia de ustedes en nuestro país.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor PIZARRO (Presidente).- Gracias a usted, don Mariano.
¿Ve que tenía razón, señor Senador, al manifestar que era bueno que deseara hablar al final? ¡Estuvo muy bien hecha su solicitud!
Deseo agradecer a los miembros de esta Corporación que próximamente terminan su mandato: en primer lugar, al Honorable señor Camilo Escalona, a quien de nuevo le ofrezco disculpas por haber interrumpido su discurso haciéndole notar que había excedido el tiempo reglamentario; a Carlos Kuschel; a Carlos Larraín; a Jovino Novoa; a José Antonio Gómez; a Gonzalo Uriarte; a Eduardo Frei (ex Presidente de la República); a Hosaín Sabag; a Pedro Muñoz; a Carlos Cantero; al gran Mariano Ruiz-Esquide; a nuestra querida Soledad Alvear, que hoy no está presente, y también a Ximena Rincón, quien se va para cumplir otra responsabilidad, en la que sin duda va a expresar la vocación de servicio público que mostró como miembro de esta Corporación.
¡Gracias por el aporte realizado; gracias por el compromiso, gracias por la entrega!
Expreso lo anterior en nombre del Senado, de todos los funcionarios, de la gente con la que han convivido y trabajado aquí.
Es fácil desprender de las palabras que cada uno de ustedes ha pronunciado que el Senado debe seguir siendo la institución más potente de nuestro sistema democrático. Y digo "potente" porque debiera transformarse en el faro de luz que guíe las decisiones políticas del país en pos de ir mejorando la calidad de vida de nuestros compatriotas.
Años atrás se señalaba: "El Senado es la instancia de los acuerdos". Pero desde hace algún tiempo el hecho de llegar a acuerdos está siendo mal visto; es poco popular o impopular: a aquel que busca el acuerdo se le califica de pusilánime o de que no tiene perfil o convicción en las ideas. Por lo tanto, lo que a veces prima es el mensaje duro, el mensaje agresivo, el mensaje que polariza.
Si tuviera que hacer un resumen de lo que han dicho todos ustedes, diría que se resaltó justamente el rol del Senado como instancia donde la política chilena es capaz de dialogar, de convivir, de respetar el pluralismo de lo que cada uno de sus miembros representa y de llevar adelante ese diálogo con altura de miras, buscando el bien común de los chilenos.
Como muchos de ustedes han expresado, a veces, en la vorágine o el tráfago del debate, de la coyuntura, nos olvidamos de que las decisiones que aquí tomamos o dejamos de tomar tienen una incidencia en la vida diaria de nuestros compatriotas. En efecto, lo que aquí resolvamos afecta la vida cotidiana de cada uno de los chilenos.
En consecuencia, si actuamos con eficacia, si tomamos acuerdos, si somos capaces de diseñar políticas públicas, de Estado, que puedan permanecer en el tiempo, estaremos facilitando y mejorando la calidad de vida de toda la población.
De lo que he escuchado de ustedes en los años en que hemos estado juntos, les reconozco la voluntad de tratar de mejorar la política.
Nos quejamos de lo mal que estamos; nos quejamos del desprestigio de la política; nos quejamos de la falta de conducción de los partidos; nos quejamos de la falta de ideas. Pese a ello, queridos colegas y amigos, ¡me alegro mucho de que todos ustedes se hayan definido por esencia como políticos!
Como sostenía el Papa Juan Pablo II, no cabe duda de que para un cristiano hacer la política es la mejor forma de cumplir con el evangelio. Y eso depende mucho de nosotros.
Por eso, me alegro de que todos manifiesten su compromiso con la política: con la buena política, con la política transparente, con la política consecuente, con la política constructiva, con la política respetuosa.
Indudablemente, más allá de estar en el Gobierno o en la Oposición, lo que siempre ha animado el trabajo de cada uno de ustedes ha sido aportar lo mejor de sí, con ideas, con propuestas, con decisiones, buscando el mayor bienestar para Chile.
Antes de que termine esta fase de la sesión, me ha pedido hacer uso de la palabra el Ministro señor Larroulet, con quien el Senado ha tenido el privilegio y la "maldición" de entenderse durante cuatro años.
--(Manifestaciones en la Sala).
Señor Ministro, usted ha sido el blanco de todos nuestros reclamos, y nosotros hemos sido el blanco de todas sus urgencias. Pero, considerando el espíritu con que se ha trabajado en los cuatro años que usted ha tenido la suerte de representar al Gobierno en la relación con el Congreso, ha habido respeto, ha habido diálogo, ha habido capacidad de entendimiento y ha habido discrepancia, ¡y bastante!, como es lógico y natural. Pero entendemos que, en el Ejecutivo y en el Congreso, todos buscamos lo mismo.
Tiene la palabra, señor Ministro.

El señor LARROULET (Ministro Secretario General de la Presidencia).- Gracias, señor Presidente.
Quiero agradecer, en nombre del Presidente de la República, de cada uno de los Ministros de Estado, del mío propio y del equipo del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, el trabajo que todos los Senadores -tanto los que concluirán su mandato como los que continuarán aquí- hicieron para posibilitar el cumplimiento de las responsabilidades del Gobierno del Presidente Sebastián Piñera en estos cuatro años.
Agradezco a todo el personal que, como han dicho todos los Senadores que intervinieron antes, realiza un trabajo notable y hace una colaboración enorme para que el país cuente con una legislación adecuada.
También doy gracias a las distintas Mesas del Senado con que me tocó trabajar: a la que encabezó el señor Pizarro (en dos periodos), a la del señor Escalona, a la del señor Girardi, y a sus respectivos Vicepresidentes.
Señor Presidente, como usted ha sostenido, efectivamente ha habido, al margen de las diferencias políticas, una relación muy profesional entre el Senado y la Presidencia de la República.
Han sido cuatro años intensos de debates, de divergencias.
Voy a entregar un informe sobre lo logrado¿
El señor GÓMEZ.- ¡Mientras no falte a la verdad, está bien¿!
El señor LARROULET (Ministro Secretario General de la Presidencia).- Ustedes saben que me gustan las estadísticas: se aprobaron 296 leyes priorizadas por el Gobierno. Este es el resultado del trabajo de todos.
A propósito de la reflexión manifestada en esta Sala e, incluso, de las ironías que persistentemente hace un señor Senador, como yo vengo del mundo académico, no puedo dejar de mencionar que en estos años he aprendido el valor de la política y el valor de lo que cada uno de ustedes realiza en favor del país.
Quienes continúan en funciones políticas y quienes nos vamos a otros trabajos debemos persistir en la tarea de ensalzar la política, como dijo el Senador Ruiz-Esquide, fundamentalmente a través de las actitudes personales. Pero no solamente por esa vía, sino también por medio de nuestras labores futuras, en nuestro rol de luz -usando las palabras del evangelio que han sido largamente mencionadas- y sal del mundo.
Mi tarea y la de ustedes, sin lugar a dudas, es valorar el significado de la política y reconocer lo que se hace en este Congreso Nacional.
¡Cómo no recordar momentos difíciles, negociaciones duras, que finalmente permitieron al país tener mejores instituciones!
¡Cómo no recordar momentos compartidos con quien va a ser mi sucesora en el cargo, cuando negociamos la iniciativa que estableció el postnatal de 6 meses!
¡Cómo no recordar un asunto muy importante para el Senado y que constituye, como todos sabemos, un desafío para Chile: el acuerdo de la Comisión de Minería y Energía para sacar adelante la legislación en materia de concesiones de servidumbre eléctrica!
¡Cómo no recordar esas largas y extenuantes horas para despachar la Ley de Pesca y tantos otros proyectos que nos han tenido muy activos durante estos cuatro años!
Reitero, entonces, mi admiración por el trabajo que cada uno de ustedes realiza y mi agradecimiento por haberme permitido colaborar en esta función durante este tiempo.
Recuerdo que al principio estaba un poquito perdido. Algunos de ustedes me ayudaron en forma especial. Me asesoraron transversalmente en mis tareas legislativas.
Solo me queda agradecer y valorar el trabajo que hemos realizado, porque no cabe duda de que esa labor ha permitido que este país, en este período, sea un mejor lugar para vivir.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor PIZARRO (Presidente).- A usted, señor Ministro.