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REGULACIÓN DE MATRIMONIO DE PAREJAS DEL MISMO SEXO EN IGUALDAD DE CONDICIONES


La señora RINCÓN.- Señora Presidenta, comenzamos el estudio de un proyecto de ley sobre un tema que hace al menos una década ya debimos haber zanjado en nuestro país. ¿Por qué? Porque habla sobre la libertad de las personas, sobre la libertad de conformar una familia y con alguien que se ama y con el que se desea compartir la vida en común. Amar es amar, así, sin más.
Hoy nos acompañan las organizaciones que han estado en esta lucha: Rolando Jiménez, del Movilh; Isabel Amor, de Iguales; el Servicio Jesuita, en fin.
Hace más de trece años, el 2008, Adriana Muñoz, Ramón Farías, Alfonso de Urresti, entre otros Diputados -algunos de ellos, actuales Senadores-, presentaron un proyecto de ley sobre matrimonio igualitario. Luego del ingreso de otros proyectos, se logró instalar un debate serio y permanente sobre este tema.
Primero avanzamos en el acuerdo de unión civil. Yo era Ministra de la Segprés y Álvaro Elizalde era Ministro de la Secretaría General de Gobierno cuando la Presidenta Bachelet decidió que avanzáramos en esa línea, para comenzar a instalar definitivamente una institucionalidad que empezara a equiparar la cancha.
Finalmente, en los últimos meses del segundo Gobierno de la Presidenta Bachelet se presentó el proyecto de matrimonio igualitario, que discutimos actualmente en esta Sala, como un paso más en el reconocimiento de la unión de parejas del mismo sexo, en el entendido de que el acuerdo de unión civil era un estatuto insuficiente y que no daba las garantías de igualdad para todos y todas.
La discusión del matrimonio igualitario en nuestro país ha sido por vía legislativa, debido a la renuencia, tanto del Poder Judicial como del Tribunal Constitucional, a reconocer esa situación de hecho y otorgar un estatuto de protección, a diferencia de lo que ocurre en otros países en donde el Poder Judicial ha reconocido, mediante sentencias interpretativas de la legislación, el derecho que tiene toda persona adulta de unirse a otra sin importar su sexo.
Un sector histórico de este Senado ha rechazado esta iniciativa poniendo una barrera de entrada, diciendo que es un tema valórico, con un supuesto argumento de proteger a la familia, ya que existen estatutos que protegen la unión de las familias diversas, entre otros distintos argumentos que tienen poco sustento real y más prejuicio y discriminación.
Así lo han demostrado las consultas y encuestas que se han hecho a la ciudadanía sobre este tema, en donde el 74 por ciento está de acuerdo con permitir a personas del mismo sexo conformar una familia en común. Incluso, un 65 por ciento de las personas que se identifican dentro del espectro político de Derecha está a favor de iniciativas como las que actualmente discutimos.
Precisamente, Presidenta, ese es el objetivo que muchos de nosotros tenemos en mente al apoyar este proyecto de ley: proteger a la familia, ¡no a un tipo de familia, sino que a todas las familias!
En pleno siglo XXI es ilógico que los hijos de parejas del mismo sexo tengan un estatuto diferenciado y una menor protección que aquellos hijos que nacen dentro de una familia conformada por un hombre y una mujer. La existencia de familias diversas es una realidad en nuestro país. Cualquier intento de frenar el debate y la visibilización de ellas es un golpe deshumanizador basado solamente en dogmas considerados inquebrantables, desconocimiento e ignorancia de la situación que viven miles de familias en nuestro país.
A diferencia de lo que otros podrán pensar, con esta iniciativa no buscamos desnaturalizar las uniones entre seres humanos, sino todo lo contrario: buscamos reconocer que existe una realidad callada durante años y de la cual el Estado debe hacerse cargo, ya que la igualdad ante la ley y la dignidad de las personas no solo es un mandato de la razón, sino una obligación exigible legalmente sobre la base de la Constitución y el ordenamiento internacional.
Pero ¿qué es el matrimonio? Algunos dicen que es un contrato, reduciendo la decisión de dos personas de formar un camino de vida en común a un pedazo de papel. Otros sostienen que el matrimonio es una institución hecha solamente para determinada manera de amar, de un hombre con una mujer, otorgándole reconocimiento legal y social solo a una forma de amor.
La realidad siempre ha sido distinta. Y a pesar de los intentos históricos de acallar que existen diferentes formas de amar, la realidad finalmente se ha impuesto.
Para nosotros, la esencia del matrimonio es la unión de dos personas adultas que deciden caminar juntas, a la cual la sociedad y el Estado han de reconocer en sus derechos y también en sus obligaciones.
Los eventos recientes nos han hecho ver, una vez más, que nuestro país ya no es el mismo. En efecto, Chile ya no es el mismo, pero para bien. La ciudadanía nos ha hecho saber que el estándar hoy es más alto. Tengo esperanza en que el proceso constituyente en el que nos hemos puesto de acuerdo como sociedad para construir un nuevo camino incorporará las diferentes visiones de este nuevo Chile, en donde no cabe la menor duda de que la igualdad de la persona y su dignidad tendrán un lugar preponderante al sentar las nuevas bases institucionales que nos regirán por las próximas décadas.
Como representantes de la ciudadanía, debemos estar a la altura de un nuevo desafío que nos han impuesto nuestros mandantes y por fin dejar de limitar la participación de la diversidad y de las disidencias en la vida nacional.
Aprobaremos el presente proyecto, no solo por la dignidad y la libertad de las personas en la que creemos y de la cual hemos hecho nuestro compromiso en diversas iniciativas, sino que también para proteger a los niños, niñas y adolescentes. Hay que honrar la obligación de reconocimiento que tiene el Estado respecto tanto de sus ciudadanos que desean unirse a otra persona como de los matrimonios celebrados en el extranjero, que en nuestro país no son reconocidos con las mismas garantías que en el país de origen, sino como un mero acuerdo de unión civil, dejando en la indefensión tanto a los contrayentes como a los hijos de esas parejas.
Presidenta, apruebo esta iniciativa por mí, por mis hijos, por un nuevo Chile que les debemos a las nuevas generaciones y para que por fin en nuestro país la discriminación por sexo u orientación sexual deje de ser un tema y reconozcamos que el amor es amor y no puede estar protegido solo para algunos.
Nosotros, los Senadores y Senadoras, no tenemos más privilegios que cualquier ciudadano: nos podemos casar en tanto lo hagamos con alguien de distinto género. Y si alguno de los que están acá o alguno de nuestros hijos quisiera casarse con alguien del mismo género, ¿qué le diríamos?
Recuerdo, a raíz de esta reflexión, una conversación con mi padre años atrás. Él no era partidario del matrimonio igualitario. Conversando sobre este punto le dije: "Papá, ¿y si alguno de tus hijos te dijera que está enamorado de una persona del mismo género y quiere casarse, qué le dirías, que no puede, que eso es solo para hombres y mujeres? ¿Le negarías poder contraer matrimonio?". Mi padre, Presidenta, me miró a los ojos, con esos ojos azules que tenía, tan transparentes que te atravesaban, y con ellos, llenos de lágrimas, me dijo: "Tienes razón".
En su memoria, hoy día apruebo este proyecto de ley.
Gracias, Presidenta.