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REPÚBLICA DE CHILE
DIARIO DE SESIONES DEL SENADO
PUBLICACIÓN OFICIAL
Sesión Conjunta del Senado y de la Cámara de Diputados, en 21 de marzo de 1991, para recibir al Presidente de la República Oriental del Uruguay, Excelentísimo señor Luis Alberto Lacalle de Herrera
(De 16:19 a 17:9)
PRESIDENCIA DEL SEÑOR GABRIEL VALDÉS SUBERCASEAUX, PRESIDENTE DEL SENADO
SECRETARIO, EL DEL SENADO, SEÑOR RAFAEL EYZAGUIRRE ECHEVERRÍA
(Integran también la Mesa el Presidente de la Cámara de Diputados, señor José Antonio Viera-Gallo Quesney, y el Secretario de la misma Corporación, señor Carlos Loyola Opazo).
____________________
VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
I. ASISTENCIA
Asistieron los Senadores señores:
-Alessandri Besa, Arturo
-Cantuarias Larrondo, Eugenio
-Cooper Valencia, Alberto
-Díaz Sánchez, Nicolás
-Frei Bolívar, Arturo
-Frei Ruiz-Tagle, Carmen
-Frei Ruiz-Tagle, Eduardo
-González Márquez, Carlos
-Hormazábal Sánchez, Ricardo
-Huerta Celis, Vicente Enrique
-Larre Asenjo, Enrique
-Lavandero Illanes, Jorge
-Martin Díaz, Ricardo
-Mc-Intyre Mendoza, Ronald
-Páez Verdugo, Sergio
-Palza Corvacho, Humberto
-Papi Beyer, Mario
-Prat Alemparte, Francisco
-Romero Pizarro, Sergio
-Ruiz De Giorgio, José
-Soto González, Laura
-Sule Candia, Anselmo
-Urenda Zegers, Beltrán
-Valdés Subercaseaux, Gabriel
Y los Diputados señores:
-Acuña Cisternas, Mario Alberto
-Aguiló Melo, Sergio Patricio
-Alessandri Balmaceda, Gustavo
-Alvarez-Salamanca Buchi, Pedro P.
-Arancibia Calderón, Armando
-Araya, Nicanor de la Cruz
-Bartolucci Johnston, Mario Francisco
-Bayo Veloso, Francisco Leandro
-Bosselin Correa, Carlos Hernán
-Campos Quiroga, Jaime Alfonso
-Caraball Martínez, Eliana María
-Cardemil Alfaro, Gustavo Eleodoro
-Carrasco Muñoz, Baldemar
-Cerda García, Eduardo Antonio
-Coloma Correa, Juan Antonio
-Concha Urbina, Juan
-Cornejo González, Aldo Vicente
-Cristi Marfil, María Angélica
-Dupré Silva, Carlos Emilio
-Elgueta Barrientos, Sergio Benedicto
-Elizalde Heviá, Ramón Julio
-Estévez Valencia, Jaime Luis
-Fantuzzi Hernández, Miguel Ángel
-Faulbaum Mayorga, Dionisio Ventura
-Gajardo Chacón, Rubén
-Galilea Vidaurre, José Antonio
-García García, René Manuel
-García Ruminot, José Gilberto
-Guzmán Alvarez, José Pedro
-Hamuy Berr, Mario
-Horvath Kiss, Antonio Carlos
-Huenchumilla Jaramillo, Francisco S.
-Huepe García, Claudio Hto.
-Hurtado Ruiz-Tagle, Gerardo José M
-Jara Wolff, Octavio Selín
-Jeame Barrueto, Víctor
-Kuschel Silva, Carlos Ignacio
-Kuzmicic Calderón, Vladislav Dusan
-Letelier Morel, Juan Pablo
-Longton Guerrero, Arturo Luis
-Maluenda Campos, María Adela
-Martínez Sepúlveda, Juan Leonel
-Masferrer Pellizzari, Juan Alfonso
-Matta Aragay, Manuel José
-Matthei Fornet, Evelyn Rose
-Mekis Martínez, Federico Andrés
-Melero Abaroa, Patricio
-Molina Valdivieso, Jorge Guillermo
-Montes Cisternas, Carlos Eduardo
-Morales Adriasola, Jorge Carlos
-Muñoz Dalbora, Adriana Blanca
-Naranjo Ortiz, Jaime César
-Ojeda Uribe, Sergio Rodrigo
-Olivares Solís, Héctor Luis
-Ortega Riquelme, Eugenio Luis
-Ortiz Novoa, José Miguel
-Palestro Rojas, Mario
-Palma Irarrázaval, Andrés Jaime
-Palma Irarrázaval, Joaquín S.
-Pérez Muñoz, Juan Alberto
-Pérez Opazo, Ramón Segundo
-Pizarro Mackay, Bruno Sergio
-Prochelle Aguilar, Marina Victoria
-Prokurica Prokurica, Baldo Petar
-Reyes Alvarado, Víctor Fernando
-Ribera Neumann, Teodoro Javier
-Ringeling Hunger, Federico José M.
-Rocha Manrique, Jaime Fernando
-Rodríguez Cataldo, Claudio Julio
-Rodríguez Del Río, José Alfonso
-Rodríguez Guerrero, Hugo F.
-Rojo Avendaño, Hernán Roberto
-Rojos Astorga, Julio Werner
-Sabag Castillo, Hosaín
-Salas De la Fuente, Edmundo S.
-Seguel Molina, Rodolfo Samuel
-Smok Úbeda, Carlos Iván
-Sota Barros, Vicente Agustín
-Soto Morales, Juan Akín
-Taladriz García, Juan Enrique
-Tohá González, Isidoro Francisco
-Urrutia Ávila, Raúl Armando
-Valcarce Medina, Carlos Raúl
-Valenzuela Herrera, Felipe Ignacio
-Velasco De la Cerda, Sergio B.
-Viera-Gallo Quesney, José Antonio
-Vilches Guzmán, Carlos Alfredo
-Vilicic Karnincic, Milenko Antun
-Villouta Concha, Edmundo
-Yunge Bustamante, Guillermo
-Concurre, además, el señor Ministro de Agricultura.
-Actúa de Secretario el del Senado, señor Rafael Eyzaguirre Echeverría.
El Honorable Cuerpo Diplomático asiste representado por:
Embajadores: De la Orden de Malta, señor Corrado Zampetti; de Guatemala, señor Julio Gándara Valenzuela; de Australia, señor Malcolm Dan; de Países Bajos, señor Robert Fruin; de República Dominicana, señor Francisco Carias Dominice; de Nueva Zelandia, señor Paul Tipping; de Noruega, señor Frode Nilsen; de Austria, señor Wolfgang Jilly; de Italia, señor Michelangelo Pisani Massamormile; de India, señor Jawahar Lal; de Francia, señor Daniel Lequertier; de Israel, señor Daniel Mokadi; de Venezuela, señor Ignacio Arcaya; de Japón, señor Rikiwo Shikawa; de Suecia, señor Staffan Wrigstad; de El Salvador, señor Napoleón Díaz Nuila; de México, señor Horacio Flores de la Peña; de España, señor Pedro Bermejo Marín; de Costa Rica, señor Mario Garnier Borella; de Yugoslavia, señor Frene Krnic; de la República Popular China, señor Zhu Xiangzhong; de la República Federativa Checa y Eslovaca, señor Judr Román Roubal; de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, señor Yuri Pavlov; de Rumania, señor Constantin Tunsanu; de Corea, señor Chang Hwa Moon; de Polonia, señor Zdislaw Ryn; de Indonesia, señor Sukarno Hardjosudarno.
Por Encargados de Negocios Ad Interim: De Finlandia, señor Ilpo Manninen; de Bulgaria, señor Kiril Jankov Kiriakov; de Hungría, señor Endre Kismartoni, y de la República Federal de Alemania, señor Roland Kliesow.
Se hallan presentes, finalmente, el Comandante en Jefe de la Armada, Almirante señor Jorge Martínez Busch; el General Director de Carabineros, General señor Rodolfo Stange Oelckers; el Vicecomandante en Jefe del Ejército, General señor Jorge Lucar Figueroa; el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, General del Aire señor Ramón Vega Hidalgo; el Intendente de la Quinta Región, señor Juan Andueza , Silva; el Presidente de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Valparaíso, señor Jaime Rodríguez Espoz; el Comandante en Jefe de la Primera Zona Naval, Contraalmirante señor Osear Vidal Waitón; el Jefe de la II Zona de Carabineros, General señor Iván González Jorquera; el Comandante de la Guarnición de Ejército, Teniente Coronel señor Luis Watkins Guzmán; el Gobernador Provincial de Valparaíso, señor Luciano Valle Acevedo; el Alcalde de Valparaíso; señor Hernán Pinto Miranda; el Alcalde de Viña del Mar, señor Juan Luis Trejo Canessa, y altos funcionarios públicos civiles y militares.

LLEGADA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY
A las 16:16 llega al recinto del Congreso Nacional el Excelentísimo señor Presidente de la República Oriental del Uruguay acompañado por el Embajador del Uruguay en Chile, señor José María Alzamora Da Cámara Canto, por el Embajador de Chile en Uruguay, señor Enrique Rodríguez Ballesteros, por su Edecán Militar, Coronel Jack Martínez, y por su Comitiva Oficial, integrada por el Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, señor Álvaro Ramos Trigo; el Ministro Secretario de la Presidencia, señor Pablo García Pinto; el Diputado, señor Roberto Vázquez Platero; el Comandante en Jefe del Ejército, Teniente General señor Guillermo de Nava; el Comandante en Jefe de la Armada Nacional, Vicealmirante señor James Coates; el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Teniente General de Aviación señor Carlos P. Pache; el Director General de Secretaría de la Cancillería, señor Jorge Silva Cencío; el Director General para Asuntos Políticos, señor Juan Enrique Fisher; el Director General para Asuntos Económicos, señor Miguel Berthet; el Jefe de la Casa Militar, General señor Juan M. Rebollo; el Director de Protocolo, señor Alejandro Lorenzo y Losada, y el Subdirector de la Oficina de Prensa de la Presidencia, señor Miguel Mutto.
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En el acceso al Congreso Nacional el Presidente señor Lacalle es recibido por el Embajador señor Mariano Fontecilla de Santiago Concha y por la Comisión de Reja (compuesta por los Senadores señores Beltrán Urenda Zegers, Eugenio Cantuarias Larrondo, Enrique Larre Asenjo, Humberto Palza Corvacho y Anselmo Sule Candia, y por los Diputados señores Francisco Bartolucci Johnston, Sergio Elgueta Barrientos, Mario Palestro Rojas, Rodolfo Seguel Molina, y la señora Marina Prochelle Aguilar), que lo acompaña hasta la puerta principal del Salón de Honor, donde lo reciben la Comisión de Pórtico (integrada por los Senadores señores Alberto Cooper Valencia, Nicolás Díaz Sánchez, Carlos González Márquez y Vicente Huerta Celis, y por los Diputados señores Jaime Campos Quiroga, Octavio Jara Wolff, Juan Alberto Pérez Muñoz, Julio Rojos Astorga y Carlos Vilches Guzmán) y los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, señores Gabriel Valdés Subercaseaux y José Antonio Viera-Gallo Quesney, respectivamente, quienes lo conducen hasta el Asiento de Honor de la Mesa del Congreso Nacional.

II. APERTURA DE LA SESIÓN
--Se abrió la sesión a las 16:19, en presencia de 24 señores Senadores y 90 señores Diputados.
El señor VALDÉS (Presidente).- En el nombre de Dios, se abre la sesión.
III. APROBACIÓN DE ACTAS
Se dan por aprobadas las actas de las Sesiones Conjuntas del Senado y de la Cámara de Diputados, en 24 de julio, 28 de agosto, 18 de octubre y 6 de diciembre de 1990.

IV. RECIBIMIENTO A PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

El señor VALDÉS (Presidente del Senado).- Excelentísimo señor Presidente de la República Oriental del Uruguay, don Luis Alberto Lacalle de Herrera; Honorable señor Presidente de la Cámara de Diputados, don José Antonio Viera-Gallo Quesney; Honorables señores Senadores y Diputados; señores Ministros de Estado; Excelentísimo señor Decano del Cuerpo Diplomático; señores Embajadores y Jefes de Misión; señores Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden; señor Arzobispo Obispo de Valparaíso; autoridades del Poder Ejecutivo, del Poder Judicial y del Poder Municipal; señoras y señores:
Agradezco a Vuestra Excelencia que haya venido al Congreso Nacional de Chile. Es un reconocimiento de que aquí reside un Poder del Estado esencial para la vida democrática de nuestro pueblo. Esto es verdad para todos los pueblos donde todas las opiniones y todos los intereses de la nación tienen una expresión respetable. Es ésta la forma en que las leyes y los acuerdos políticos que regulan la convivencia democrática adquieren legitimidad.
Os doy la bienvenida a este recinto con el afecto que los chilenos tenemos por el noble y culto pueblo uruguayo.
En 1968 -esto es, hace casi 25 años- fue la última vez que un Presidente democrático del Uruguay fuera recibido por otro igualmente democrático en nuestra Patria. Eran otros tiempos, y su Nación y la nuestra compartían con Costa Rica el noble orgullo de ser las democracias más estables y consolidadas de América Latina.
Muchas cosas han pasado en estos cinco lustros. Nuestros pueblos se alejaron del camino democrático. El deterioro de la capacidad cívica y política de ambos países dio origen a procesos que demostraron la profundidad terrible de la crisis de América Latina. Hoy volvemos a mirar el futuro enriquecidos por el dolor y alentados por la esperanza de construir un mundo nuevo. Pero siguen vigentes aquellas inquietudes de antaño para robustecer la libertad, exigencia vital de nuestra cultura y de nuestro destino, por compartir con justicia los beneficios del desarrollo, por hacer de la Patria -como dijéramos en aquella ocasión- ese lugar donde podemos ser felices.
Usted, Excelentísimo señor, fue el Primer Presidente en tocar suelo chileno al asumir el Presidente Aylwin. Al pisar nuestra tierra fue también el primero en aconsejarle al pueblo de Chile que mirara directamente al futuro cuando reiniciaba su democracia. Nos lo dijo con el cariño inmenso de quien quería compartir una difícil experiencia por la que su propia Nación transitaba, con el éxito que admiramos. Frente a este mundo nuevo que nace por doquier y donde las oportunidades hay que encontrarlas y luchar por ellas, usted fue también el primero en responder a la Iniciativa para las Américas del Presidente Bush. Tomó la vanguardia para escribir a sus colegas del Continente en busca de acciones comunes para participar en esa Iniciativa.
¡Cómo preservar lo mejor de nuestros valores, aquellos que nos heredaron nuestros padres y nuestros abuelos, de amor por la libertad y la democracia, de vocación inclaudicable por la paz y la justicia, y cómo ser primeros, cómo ser partes, sin buscar protagonismos pero sin eludir responsabilidades, es el ejemplo que vemos en sus esfuerzos, señor Presidente!
Perdóneme usted, Excelencia, y ustedes, señores Parlamentarios, señoras y señores, que haga en esta ocasión un recuerdo personal. Durante la década de los sesenta, por lo menos tres veces al año, los Gobiernos latinoamericanos se juntaban en Montevideo, en la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, para organizar política y económicamente el esfuerzo de la Región a fin de salir del subdesarrollo y ser interlocutores válidos de los Estados Unidos y de la Europa que comenzaba su admirable proceso de unidad. Hoy, a la distancia, puede apreciarse la debilidad lamentable de la voluntad política de muchos Gobiernos anquilosados por una concepción de soberanía nacional del siglo pasado y cercados por problemas internos que los sobrepasaban. No era fácil comprender entonces que sólo audaces reformas conceptuales, que el olvido de viejas e inútiles rivalidades históricas y una unidad leal y activa, eran el único camino que podía darnos reglas uniformes para un crecimiento económico compartido entre nuestros pueblos y paz interna.
Hemos perdido mucho tiempo. Deberemos caminar rápido para no seguir siendo sólo el continente de los lamentos. La iniciativa de la Ronda de Uruguay, Excelentísimo señor, tan inteligentemente trabajada por su gran compatriota Enrique Iglesias, debe ser un factor de unidad del esfuerzo concreto que deberíamos hacer.
Sumidos casi todos los países de América en profundas reflexiones sobre el pasado; afectadas la mayoría de sus naciones por resultados económicos negativos -en 1990, por ejemplo, el incremento medio de los precios al consumidor, ponderado por la población, alcanzó un máximo cercano al 1.500 por ciento anual-, y angustiados nuestros Gobiernos por un futuro que deberemos diseñar con creatividad y valor, América Latina parece aún seguir dormida, señor Presidente.
Han callado nuestros poetas, quizá porque están desconcertados al ver que la esperanza y la pobreza aumentan juntas. Están en silencio nuestros músicos, quizá consternados por la fragilidad en tanta democracia. Nuestros empresarios aún sienten temores que pueden aprisionar su creatividad con la inercia del pasado. Hay miedo de que volvamos a ser incapaces para tomar decisiones que se adelanten a los acontecimientos. Para la denuncia, lo tuvimos todo: desde la sociología hasta el soldado; desde el periodista hasta el sacerdote; desde la huelga hasta la ocupación de fábricas y campos. Hemos aprendido de esta experiencia, porque cometimos tantos y tantos errores. Hoy necesitamos a todos para construir, para aportar: al empresario, para crear riqueza; al político, para abrir oportunidades y derribar fronteras; al joven, para crear futuro. Ayer, llegamos a hacer imposible la libertad; hoy, hagámosla indestructible.
En estos días la nación norteamericana, que aparecía profundamente herida por aquel viejo y doloroso trauma de Vietnam, reclama su reencuentro con el futuro, con la esperanza y con los ideales de siempre. Ellos también saben que no pueden cambiar el pasado, pero sí rediseñar el futuro. El mundo de hoy demanda hechos concretos, exige consecuencia entre la palabra y la acción. Por eso, 1a libertad para opinar debe ser la libertad para producir, debe ser la libertad para vender y comprar a través de las fronteras. La Iniciativa para las Américas debemos transformarla en un hito, en la ocasión para corregir rumbos. ¡Todos! ¡Porque todos hemos tenido alguna vez un Vietnam o un Afganistán en esta América! Rectifiquemos sin más retardo los errores del pasado. Hagamos una nueva reflexión, una síntesis para la libertad. Dejemos atrás todo lo que fue camisa de fuerza. Restricciones, autoritarismo, burocracia y corrupción deben dar paso a la grandeza de la libertad. Estoy convencido, señor Presidente, de que es posible marcar la diferencia en esta hora de la historia.
La única manera para que nuestros fracasos no se repitan cíclicamente, para que no nos transformemos en eternos llorones de la tragedia, es que seamos capaces de avanzar en la dirección de la libertad y de modernizar un Continente que en muchos aspectos es aún arcaico. Sin duda, es tiempo de mundo nuevo. No está hecho, sino por hacerse. Hacerlo no es reto para pusilánimes, para hombres con miedo al cambio, para quienes buscan refugio en el pasado, en sus dogmas y en sus privilegios.
Como nunca antes hay un reto a la creatividad; a demostrar que somos capaces de hacer diferente el mañana. Usted lo sabe bien, Excelentísimo señor: un día en la historia su abuelo don Luis Alberto de Herrera lideró su partido político en el pasaje desde "partido en armas" -lo que lo caracterizó en el siglo XIX- hacia "partido votante", propio del siglo XX. Él fue un creador de oportunidades y de progreso. Usted sigue sus pasos cuando conduce a su Patria hacia el siglo XXI.
Las cosas no pueden seguir igual, ni podemos perder más tiempo en agendas inducidas por la pasión de grupos minoritarios que quedaron atrapados en el rencor o en el fanatismo. Hay una enorme mayoría de latinoamericanos que quieren vivir su primera oportunidad para hacer caminar juntos la libertad política y la libertad económica. El deber de todos los políticos democráticos en esta hora es contribuir para que se abra la puerta ancha que quieren los hombres y mujeres libres de América. América tiene un destino y su personalidad en un mundo unido que queremos sin caudillos, sin guerras y sin barreras para nuestros productos. América no es sólo el Norte. Debe ser el Norte con el Sur, en una leal cooperación para mostrar al mundo que su vocación es la libertad, que somos capaces de ser eficientes para compartir la vanguardia con las grandes naciones del Continente. Quizá sea éste el único camino a esa Patria Grande con que un día soñaron O'Higgins, Bolívar y Artigas.
Bienvenido, señor Presidente.

El señor VIERA-GALLO (Presidente de la Cámara de Diputados).- Señor Presidente de la República Oriental del Uruguay; señor Presidente del Senado; estimados colegas Parlamentarios; autoridades civiles, militares y religiosas; miembros de la delegación del hermano pueblo del Uruguay; señores Embajadores:
Es para mí un honor darle la bienvenida, en nombre de la Honorable Cámara de Diputados, en esta sesión conjunta del Congreso Nacional. Lo recibimos en el mismo lugar en que usted, señor Presidente, como tantos otros dignatarios extranjeros, presenciaron el acontecimiento culminante de nuestra transición política, cuando asumió el mando el Presidente don Patricio Aylwin.
Muchos son los elementos históricos y culturales que unen a los pueblos de nuestra América Latina. Pero si hay dos naciones que entre sí tienen lazos de entrañable afecto, ésas son, sin duda, Uruguay y Chile.
Admiramos en el Uruguay su adhesión a los principios de libertad y democráticos que inspiraron la Independencia y que fueron tan claramente encarnados por Artigas. Esos principios dieron origen a una democracia estable que fue, por tantos años, orgullo de América.
Admiramos en el Uruguay su cultura, la labor de sus universidades, la reflexión de sus intelectuales y la expresión de sus artistas.
Evocamos desde aquí la figura insigne de José Enrique Rodó, de enorme influencia en la juventud hispanoamericana a comienzos de este siglo. Él fue un gran defensor de la libertad, del pluralismo y del respeto por el pensamiento ajeno.
Hoy, a pocos años del 2000, luego de variadas y trágicas experiencias totalitarias, el legado de Rodó está más vigente que nunca.
Evocamos también a la ilustre poetisa Juana de Ibarbourou, quien fue consagrada como "Juana de América" por la pureza de su canto y por prestigiar universalmente la lírica hispanoamericana. Quiero resaltar hoy una característica de su creación: su capacidad de renovación constante, su impulso a la originalidad, pues, como ella misma decía: "De lo contrario, el ser envejece doblemente y el verso caduca más pronto que la criatura humana".
Amor a la libertad y espíritu de cambio son dos mensajes que vienen de inmediato a la memoria cuando pensamos en el Uruguay.
Señor Presidente, admiramos de su país su equilibrada y moderna estructura social, donde predomina una clase media con altos niveles educacionales, sujeto principal de la transformación experimentada por la sociedad uruguaya durante el presente siglo.
Y de los procesos y acontecimientos contemporáneos, nos asombra la capacidad que tuvo y que tiene el pueblo uruguayo para impulsar una transición pacífica a la democracia, fruto del concurso de todas las fuerzas políticas y de las Fuerzas Armadas. Ustedes han sabido poner término a un pasado de división y enfrentamiento apelando a las mejores tradiciones democráticas y a la sabiduría que nace del dolor asumido.
En un mundo que cambia aceleradamente, la unión de los países de nuestro continente es, más que nunca, un imperativo ineludible. Por eso, saludamos como un hecho trascendente la formación del Mercado Común del Cono Sur, del cual usted, señor Presidente, ha sido un gran impulsor.
Esa iniciativa de integración de Uruguay, Brasil, Argentina y Paraguay -que no tiene sólo significancia económica, pues permitirá, además, la formación de instituciones políticas conjuntas en 1995- está concebida como un proceso abierto hacia otros Estados de la Región y sin ningún espíritu autárquico.
Esa visión amplia coincide con la de Chile. Y por eso estamos ciertos de que en un futuro no lejano nuestro país participará plenamente de esa iniciativa. Ese día se alcanzará en plenitud la proyección bioceánica de nuestra subregión; podrá existir un zona de libre circulación de bienes, servicios y personas; una zona donde imperarán la democracia política y la colaboración pacífica; una zona respetuosa de los equilibrios de la naturaleza y donde la justicia social pueda dar respuestas, audaces y adecuadas al desafío de la marginalidad y miseria.
Así imaginamos el Cono Sur de América Latina. Es una aspiración de futuro teniendo en cuenta -como señala Rodó- que "El porvenir es en la vida de las sociedades humanas el pensamiento idealizador por excelencia", y la tarea de construirlo es el esfuerzo permanente por proyectar la tradición.
Su presencia entre nosotros, en esta sesión conjunta del Congreso Nacional, señor Presidente, contribuirá a que esa perspectiva unitaria se vaya plasmando en medidas concretas y realistas de concertación económica y política.
Con este horizonte de futuro compartido, saludamos en su persona, con afecto, al querido, abnegado y valiente pueblo uruguayo.

El señor LACALLE (Presidente de la República Oriental del Uruguay).- Señor Presidente del Senado; señor Presidente de la Cámara de Diputados; señores integrantes del Cuerpo Diplomático; señores Ministros del Gobierno Oriental; señores Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas de mi país; autoridades civiles, militares y religiosas; señoras y señores:
Hace un año, en este mismo recinto, teníamos el privilegio de asistir a la transmisión del mando y de contemplar el pasaje de las instituciones de Chile hacia la plena y total vigencia de sus derechos y sus libertades.
En este mismo recinto, la Providencia nos permitió, sin lugar a dudas, ser testigos de un episodio de carácter histórico.
Pero hace 81 años, ante el Congreso de Chile, cuando al despuntar de la primavera de 1910 se conmemoraba el Centenario de la Independencia, otro oriental hizo uso de la palabra: José Enrique Rodó.
A sabiendas de que la comparación va a ser en mi desmedro, no puedo evitar, señor Presidente, leer uno de los párrafos del discurso de aquel príncipe del intelecto, que hablando de vuestra tierra la describe de manera impar e inigualable.
"Vuestra historia" -dice Rodó- "es una gran lección de energía y de trabajo. Vuestro desenvolvimiento nacional tiene la ascensión graduada y armoniosa de una amplia curva arquitectónica; la serena firmeza de una marcha de trabajadores en la quietud solemne de la tarde. Diríase que habéis sabido transportar a los rasgos de vuestra fisonomía moral ese mismo carácter de austera y varonil grandeza que el viajero siente imponerse a su ánimo, en la contemplación del aspecto y la estructura de vuestro suelo, férreamente engastado entre la majestad de la montaña y la majestad del mar; sellado por la expresión de la energía, más que por la expresión de la abundancia, de la voluptuosidad o de la gracia.".
Esa descripción de un Chile viril, de un Chile bravío, superándose a los condicionamientos de la geografía, era el párrafo central del discurso pronunciado por Rodó ante el Congreso de Chile.
Se vivía entonces en América la euforia del Centenario: 1810, 1811, el Congreso de Tucumán; luego, las sucesivas Independencias. Estaban siendo conmemoradas a cien años de distancia.
Y del resto del discurso de Rodó se extrae una suerte de optimismo vital que, lamentablemente, no fue.
Es quizás una diferencia generacional la que nos separa. Rodó es el maestro de nuestros padres, y nuestros padres, en la República Oriental, vivieron el país de la abundancia, de la paz y de la prosperidad.
Hoy, cuando estamos acercándonos al milenio, sabemos que aquellos vaticinios, tan optimistas, no lo fueron. Y es preciso que al dirigirme en mi condición -que mucho aprecio- de miembro de la clase política, de ex Parlamentario, y quizás de futuro Parlamentario, en esta Casa hable, no con la voz, no con el ritmo, no con la metáfora de Rodó, pero sí con el realismo crudo con que tenemos que analizar la situación de nuestras tierras.
Hoy existe un renovado sentido de qué es lo político. Y se le vincula -y se le debe vincular- en forma muy estrecha a lo económico. La visión de Rodó, la visión de nuestros padres, quedó en ese umbral de las libertades públicas, convencidos, quizás, de que bastaba con alcanzar éstas para que aquélla -la prosperidad- fuera nuestra. Y no era así.
Ha tenido usted la gentileza, señor Presidente, de citar al Doctor Luis Alberto de Herrera. Él, junto con tantos, a principios de siglo en Uruguay le abrieron las puertas al sufragio, proceso culminado en 1925, cuando se perfeccionan las formas jurídicas que estructuran la expresión de la voluntad popular.
Hoy, sin embargo, sabemos que ello no alcanza. Y ha sido nuestra preocupación constante hablar de la legitimidad, ¡sí! -elogiarla, también; quererla, desearla y defenderla, también-, pero asimismo advertir claramente (antes que a nadie, al Parlamento de nuestro país, el 1° de marzo de 1990) que el gran desafío democrático, aquí y en todo el mundo, no es la legitimidad del origen de nuestros poderes, sino la eficacia del sistema político para incidir en la vida real de nuestros conciudadanos. Si no encontramos ese camino, un día veremos que la legitimidad es huera; que es insubstancial; que es mera norma de procedimiento, y que, por otro lado, las fuerzas sociales buscarán la respuesta a preguntas tan acuciantes como son las relativas a la vivienda, al trabajo, a la inversión.
Siempre me ha impresionado, como político ya veterano, el acto de confianza que implica el voto. En la soledad del cuarto secreto, con todas las opciones abiertas delante de sí, los ciudadanos han preferido nuestros nombres. Nosotros no asistimos a ese contrato; nosotros no recibimos la adhesión de esos ciudadanos. Son ellos los que ponen, sin que lo sepamos, el poder en nuestras manos. Pero no lo hacen solamente para que nos gloriemos, en lo nacional; en lo internacional, de la legitimidad de nuestros actos, de la pureza del sufragio. No. Ponen en nuestras manos el instrumento con el que creen que vamos a incidir en la vida cotidiana.
Y en este caso, mejor que nunca, es preciso repetir aquella frase: "Que sea la cosecha la que se encargue de hacer el elogio de la semilla". Las instituciones se elogiarán en función de su idoneidad para transformar la vida de nuestros conciudadanos. Si no, no serán más que instituciones. Lo que queremos son herramientas.
-(Aplausos).
¡Tan fuerte y tan frágil nuestro sistema! Tan fuerte, como que es de todos y es de nadie. Inasequible, inencarcelable. Tan débil, como que depende solamente de la opinión para su defensa. Si pierde la opinión, caen sus murallas; si la conserva, es inexpugnable.
La reflexión, entonces, que nos cabe a todos los que estamos en esta tarea -dramática tarea; trágica en el sentido Unamuno- que es cargar con las penas de lo demás, cargar un rato con la cruz ajena, es el peligro de que la realidad sortee las instituciones republicanas y que un día estos palacios continúen funcionando, sigamos escuchándonos, disputando, mientras que por el costado de los edificios y -peor aún- por el costado de su significado, los países encuentren en el comercio, en la industria o en las corporaciones los verdaderos centros de poder.
No abogamos, ciertamente, por esa solución. Sí creemos que es indispensable dotar de contenido a nuestras acciones y a nuestros propósitos. Y ello nos lleva a la incidencia de lo político en lo económico. No porque, en contradicción con Rodó, prefiramos a Calibán frente a Ariel; pero, sí, en la certeza de que hay tanto Calibán como Ariel en todos nosotros.
El hombre económico. Hoy venimos de estar en la CEPAL. ¡Cuántas teorías se han elaborado allí en cuarenta y tantos años! ¡Cuántas buenas intenciones! ¡Y qué poco se han reflejado en la realidad!
El temor a la libertad en materia económica sigue siendo, en muchas partes de América, la gran rémora para el avance; el espíritu malsanamente conservador, el que se niega al cambio "in limine", sin analizarlo, o porque le teme o porque no lo comprende. Ahí está el desafío: que nuestras instituciones, incidiendo sobre la realidad, despierten las fuerzas verdaderas y auténticas de la sociedad.
En el pasado, todos pecamos de voluntarismo. Todos. Creímos por un tiempo que bastaba arrojar leyes a los problemas; que, aprobada la ley y promulgada por el Poder Ejecutivo, detrás quedaba el problema. Ya le habíamos dado una norma. ¡Qué vana ilusión la de creer que con papeles íbamos a poner dique a los acontecimientos!
Hoy es preciso que comulguemos una vez más con el principio esencial del pensamiento político de Occidente, que es el realismo, que no debe confundirse con el pragmatismo total, pero que sí debe ser la materia prima en la que amasemos el mañana. Nosotros no tenemos otra materia sobre la que trabajar que la realidad. Y si no trabajamos sobre ella, vanos serán nuestros intentos.
Ahí está el drama del gobernante: los planteos, las necesidades, los problemas y sus recursos.
El señor Presidente citaba al doctor Luis Alberto de Herrera. En su último discurso, en febrero de 1959, decía este compatriota, describiendo mejor que nadie -creo- la función pública y sus acechanzas: "Seductor el esfuerzo; lo difícil, darle carnadura, trasladar a los hechos lo que dicta afiebrado el pensamiento. De ahí la contienda y el devenir sin fin entre lo que nace y lo que muere, entre lo que se quiere y lo que se puede.".
Entre lo que se quiere y lo que se puede está nuestra tarea. Ahí está nuestro drama. Es mucho más lo que podemos; hace falta que realmente lo queramos. Y lo debemos querer en la medida en que sepamos que en nuestra actividad hay un tiempo electoral y un tiempo político. El tiempo electoral, el de la pasión, pasión en la que nos hemos criado, en la que nos amamantaron; pasiones que entre orientales y entre chilenos hemos derrochado. Pero sensación también de que la unidad nacional es la virtud máxima del sistema democrático y que, pasado el tiempo electoral, se abre el tiempo político, que es el de las realizaciones concretas, sin partido y con una sola patria.
-(Aplausos).
Y si no, ahí está el tema de la integración, que el señor Presidente, hombre de prestigio internacional, hombre conocedor del mundo y de su mecánica interna, ha mencionado.
La integración. Corremos el peligro de otorgarle poderes taumatúrgicos, milagrosos, porque nos apegamos a las palabras, porque las palabras son el camino fácil.
Hoy repetimos una vez más: la integración, cualquiera que ella sea, solamente es una oportunidad. No es una certeza. La vida no da certezas. Y en la ética judeocristiana, en la que hemos sido criados, es el individuo, en su posibilidad de ganar o de perder hasta su alma, el eje de la conducta. Y es la ética del riesgo, la de la aventura, la que debe regir nuestras conductas.
También las naciones operan así. Hoy, Chile es un ejemplo de preparación económica para el mundo en que se vive. Hoy, Chile ni necesita, ni teme, ni recela integración alguna. Comercia de igual a igual. Su empresariado tiene el sentido dinámico del empresariado del siglo XXI. Sus habitantes han comprendido que en este ejercicio de la libertad estaban los gérmenes de la prosperidad.
Este tema de la integración se vincula estrechamente a la Iniciativa para las Américas, también aquí mencionada.
¿Qué es lo importante, a nuestro juicio? ¿Por qué al día siguiente, el 28 de junio, levantamos el teléfono para llamar al Presidente Bush, en lo que creímos que era nuestro deber de reacción rápida, calurosa, en el momento en que él, desde la Casa Blanca, dirigía su atención -la del país más poderoso del mundo- hacia América? ¿Qué era lo que nos entusiasmaba? ¿Dónde estaba el quid? Pues, en un cambio cualitativo .de actitud: "No más préstamos. Socios en inversiones de riesgo. Oportunidades para ganar o para perder juntos". Y nos parece que allí está el tema del futuro de las relaciones interamericanas.
Si agregamos a esto la comunión en el desarrollo científico, en el "mercado común del conocimiento" que hemos propuesto ante la OEA como meta de esta década a fin de evitar la fuga de nuestros mejores jóvenes para, sin retorno, irse hacia el Norte, tenemos entre esos dos factores, el riesgo empresarial y el compartir el conocimiento técnico, los dos parámetros de conducta para el siglo XXI.
Claro está que el Parlamento tendrá que trabajar en la integración. Suya es la potestad de hacer el marco jurídico. Suya es la potestad de "aprobar actos-reglas, de dar imperium a la voluntad del país.
Pero ya han surgido voces para cuestionar la integración como si la misma fuera en desmedro de la nacionalidad.
Yo digo, estimados amigos, señores Legisladores: el nuevo nombre del nacionalismo es la prosperidad. Patria de la cual no hay que irse porque no hay trabajo es más patria. Patria donde hay más prosperidad para todos es más patria. ¡Ése es el nacionalismo! ¡Ése es el verdadero contenido que queremos dar al concepto! ¡Y -si quieren que lo diga en forma romántica- eso es lo que deseo que cubran los pliegues de una bandera!
-(Aplausos).
La intervención de los cuerpos intermedios de la sociedad en nuestros futuros pasos es indispensable. El empresariado y el sindicalismo. Quienes no creemos que exista la lucha de clases y sí la competencia de clases; quienes no creemos en un final catastrófico de la historia, sino en la búsqueda del punto omega -terrestre, en este caso-, del que hablaba Teilhard de Chardin, en los parámetros de complejidad creciente que nos enseñaba, que era la elevación del hombre, sabemos que esos pilares de acción, agentes económicos, son indispensables. Y, entonces, tenemos que llenar nuestros viejos conceptos decimonónicos de la democracia con el frecuente contacto con el empresario y con el sindicalista.
Laudamos siempre entre ellos. De ahí lo espinoso de vuestra y de nuestra tarea. Tener que optar entre dos males o entre dos bienes; suplementar lo que pueda tener de estrecha, en la visión del empresario o del trabajador, la visión nacional, complementarla: ésta es la nueva misión de la democracia.
El concepto liberal del ciudadano existe periódicamente; en mi país, quinquenalmente. Es un traje que se pone cada cinco años el ciudadano uruguayo, y cada tanto tiempo, el ciudadano chileno. Pero luego es ama de casa, trabajador, marino mercante, minero, arquitecto, sacerdote, rentista, empresario.
Aprehender la complejidad de ese mundo y reducirlo a normas que tengan la suficiente cantidad de materia prima real como para ser vigentes y sean lo suficientemente generales como para representar el bien común: he ahí la tarea de la renovación política.
Ya la legitimidad ha quedado atrás. Por delante queda la eficacia del sistema democrático, como su mejor defensa.
En esta tarea estamos en nuestros dos países.
Hoy tengo el orgullo de estar acompañado por un Diputado del Partido Colorado, por dos Ministros y por los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas. Es decir, les traigo en este puñado el Uruguay entero.
-(Aplausos).
Un país reconciliado consigo mismo, un país con la vigencia plena de sus libertades y un país mucho más dispuesto a avizorar el mañana, porque sabe que las urgencias son las del mañana. El ayer no tiene tiempo.
Señor Presidente, no estarían completas mis palabras si no tuviera, por vocación y por sentimiento, un lugar en ellas para la evocación histórica. Porque ella, la maestra de la vida, es la que nos debe seguir marcando el camino.
Son tantas las similitudes entre nuestras naciones, que se constituyen en verdaderas vidas colectivas paralelas. La fiereza de nuestros primeros habitantes, irreductibles para la civilización, que cultivamos como un lejano e improbable parentesco, pero que sí queremos como actitud de coraje, de virilidad y de altivez.
La labor magnífica en la etapa colonial de los cabildos. Prácticamente, es contemporánea la actitud del Cabildo de Santiago con la del Cabildo de Montevideo, cuando la caída de la Península en manos napoleónicas.
Alguna vez dijimos respecto de la nuestra que era mucho más tierra de cabildantes que de virreyes. Que en aquellas asambleas primeras aprendimos primero a decirle al Rey: "Se acata, pero no se cumple", y luego, a decir que rey no queríamos, porque sabíamos que podíamos gobernarnos.
Eran tan grandes la identidad de propósitos, la proximidad en los afectos y en las metas, que, producido el triunfo de Chacabuco, Bartolomé Hidalgo, el primer poeta oriental, le destinó unas pequeñas y muy ingenuas décimas que en todo Montevideo se cantaron.
Creo que hay pocas circunstancias independentistas que unan de manera tan fuerte a un país con otro como las que unen a Chile con el Uruguay.
Y yo, señor Presidente, para que no solamente quede en la memoria de los presentes, sino también en la Versión Taquigráfica de esta sesión, quiero repetir veintiún nombres que, como veintiún estampidos de salvas de honor, dicen de la letanía de los oficiales orientales que cruzaron con el Ejército de los Andes y pelearon como buenos en Cancha Rayada, en Chacabuco y en Maipú: Coronel Ramón Santos Buenaventura Alegre; General Pablo Alemán; Coronel Benito Álvarez; Sargento Mayor. Valentín Calderón; Coronel Juan Espinosa; Teniente Coronel Pedro Rafael Galup; Coronel Tomás Gómez; Teniente Coronel Justo Rufino Guaty; Brigadier General Enrique Martínez; Teniente Coronel Miguel Anacleto Martínez; Coronel Jaime Montoro; General Hilarión de la Quintana; Coronel Juan Ramírez de Arellano; Teniente Coronel Lino Ramírez de Arellano; Coronel Gregorio Sánchez; Coronel Antonio Saturnino Sánchez; Coronel Andrés Seguí; Coronel Ventura Vázquez Feijoo; Teniente Coronel Francisco Zelada; Coronel José Benito Martínez, y aquel soldado de soldados, el General Eugenio Garzón.
-(Aplausos).
Todos ellos, señores Legisladores, cruzaron el Ande para venir a pelear aquí, para confundir su sangre con la sangre chilena en la epopeya de vuestra Independencia.
Y la memoria histórica no conserva el nombre de los más pequeños, de los que sabían que no les esperaban el canto ni el bronce: los arrieros, los paisanos, que tienen que haber acompañado a estos oficiales.
Veintiún nombres de oficiales en la guerra de la Independencia de un país provenientes de otro son el mejor homenaje que hoy puedo tributar a Chile.
-(Aplausos).
Ese Chile admirado en la estructura incomparable de su Código Civil, en el que abreva Tristán Narvaja para redactar el nuestro, y que, por tanto, es el Chile de Andrés Bello. El Chile que de jóvenes nos enamoró el alma con el romanticismo de Arturo Prat. El Chile que rompe de un lado el salitre y del otro el hielo. El Chile permanente y perenne. Este Chile que además, señores Legisladores -y con esto termino-, ha sido el anfitrión de muchos de mis compatriotas. Hoy, de mañana, nos encontramos con ellos. Y lo que dijeron al final de la reunión fue: "¡Viva Chile!".
-(Aplausos).
El señor VALDÉS (Presidente).- Se levanta la sesión.
-Se levantó a las 17:9.
Manuel Ocaña Vergara,
Jefe de la Redacción.