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Yasna Provoste asume como la tercera mujer a la cabeza del Senado

Su mensaje al ser investida como Presidenta de la Corporación el 17 de marzo de 2021

17 de marzo de 2021

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Quiero agradecer el honor y la confianza que ustedes y sus bancadas han depositado en mí al nombrarme Presidenta del Senado de la República, porque esta responsabilidad envuelve una expectativa muy importante de la ciudadanía que nos ha elegido para ser un poder al servicio y a la escucha de quienes más lo necesitan.

 

Quiero también agradecer a los senadores y senadoras de la bancada de mi partido, la Democracia Cristiana, con quienes comparto las fuentes de inspiración y la vocación humanista de servicio a Chile.

 

Quiero, en lo más íntimo de mi corazón, agradecer a mi familia, que hoy me acompaña y que siempre ha sido un soporte crucial e incondicional. Y quiero, asimismo, agradecer a las personas de la querida región de Atacama que me eligieron como su representante en el Senado. Reciban una vez más, en esta ocasión tan especial, todo mi cariño y lealtad.

 

Por mi propia historia de convicciones ciudadanas, por la memoria originaria y colectiva que represento, y por el ideal humanista que me sirve de guía, soy consciente del enorme valor que entraña esta decisión y de las responsabilidades inherentes a ella.

  

SOBRE EL CARGO

Entiendo muy bien las expectativas fijadas en mi desempeño. Las asumo como una mujer que ha querido poner siempre a la persona humana y a las comunidades por sobre el individualismo materialista y autocomplaciente.

Como una mujer que, a través de su compromiso político, ha buscado el bien general por sobre los intereses corporativos y puramente económicos.

 

Como una mujer que, poniendo en el centro de la acción política las necesidades de los más débiles y desamparados, no ha dejado un día de pensar en los desafíos urgentes y futuros de la sociedad chilena, que aún debe madurar —y mucho— para progresar en justicia social, políticas de igualdad y sentido de inclusión.

 

Providencialmente esta nominación ha coincidido con la apertura de un nuevo ciclo histórico en Chile; cuando comenzaremos a escribir una nueva Constitución.

 

La primera carta elaborada por una cuota paritaria de convencionales mujeres y hombres y por una representación proporcionada de pueblos originarios. También se inaugura la etapa en que el Senado de la República es presidido por una mujer de ascendencia diaguita.

 

Confío estar a la altura de la actual transición democrática.

 

Asumo este deber como lo que soy: mujer, profesora, madre y esposa, humanista y cristiana, nacida en Vallenar, descendiente diaguita e hija de una familia trabajadora de clase media. Será este mismo talante el que lucirá en la investidura que hoy se me confiere.

 

Creo que una sociedad fundada en la solidaridad y la colaboración es el motor más potente para conquistar la justicia y la dignidad que anhela nuestro país.

 

Creo que el desarrollo es más que el puro crecimiento económico, pero que no hay desarrollo sin crecimiento.

 

Creo en la dignidad intrínseca de las personas, más allá de su origen, su condición o sus creencias, y por eso no veo un valor más encumbrado en la Constitución que el de la persona y sus derechos.

 

Creo en el Bien Común como un estado muy superior a la mera suma de los bienes individuales y, por cierto, más humano y real que los promedios estadísticos.

 

No quisiera confundir a nadie, y por eso, en lo que sigue procuraré ser lo más nítida y pausada posible.

 

Sé que como Presidenta del Senado asumo una función de Estado y cumpliré a cabalidad con este rol. Mi palabra es garantía de ello. Parte de esta función consiste en relegitimar, en volver cierta, genuina y verdadera nuestra institucionalidad a los ojos de la ciudadanía, comportándonos de manera honesta con los chilenos y chilenas.

 

Soy opositora al gobierno del Presidente Piñera. Creo que nuestro país merece más de lo realizado por su gobierno. Por eso haré todos los esfuerzos que estén en nuestras manos para contribuir a lograr la más amplia unidad de la oposición para recuperar la confianza de la gente y construir un gobierno de mayoría a la altura de las necesidades del país y de sus aspiraciones de paz y estabilidad.

 

COYUNTURA HISTÓRICA

Nos encontramos en una coyuntura histórica excepcional, que se extiende desde los episodios de violencia en el Wallmapu que culminaron en la muerte del comunero mapuche Camilo Catrillanca, que se agudizaron durante el estallido social de octubre, y se agravaron con la crisis sanitaria, social y económica que no ha dejado de golpearnos.

 

En este periodo el país se ha visto fuertemente conmovido por graves y generalizadas violaciones de derechos fundamentales, documentadas por observadores honestos y fidedignos, y registradas en miles de causas judiciales aún en curso.

 

Permítanme detenerme en un solo testimonio, el de una mujer, una docente. Ella se encontraba de pie con un cartel en Plaza Baquedano. Quería decir que era profesora, que trabajaba en un liceo y que no era floja, como injustamente imputó a maestras y maestros un ministro de este gobierno.

 

Ella se sentía amparada en derechos civiles que no habían sido suspendidos por el estado de excepción, como la libertad de pensamiento y de expresión. No portaba elementos incendiarios. No lanzó una piedra, ni gritó una consigna. Solo estaban ahí ella y su cartel. Pero recibió un perdigón en su cara que la dejó con trauma ocular.

 

Esto no sucedió en octubre de 2019, ni en octubre de 2020. Ocurrió hace pocos días, en febrero de este año. Ocurrió tras reiterados informes de derechos humanos, abusos policiales, y acusaciones constitucionales.

 

Es algo desconcertante.

 

No me siento humillada, ni creo estar rebajando la investidura de este cargo, cuando pido que esta barbaridad insensible e institucionalmente naturalizada, termine de una vez.

 

Es mucho lo que ha sufrido el país y es mucho el sacrificio que sigue sobrellevando en una lucha incesante contra amenazas que aún le acechan.

 

Se han acentuado las incertidumbres del diario vivir. No son pocas las dificultades para hallar un trabajo y un ingreso estables. No es fácil desentrañar las claves del retorno presencial a clases. Menos todavía, adivinar la marcha futura de la economía a fin de organizar los propios planes personales y familiares.

 

A estos recelos se han sumado los temores derivados de la pandemia, que se ha llevado la vida de cerca de veintidós mil compatriotas de todas las clases, edades y condiciones. Nuestros sentimientos, mis sentimientos, están con su memoria y con sus familias.

 

Pocas veces en nuestra historia tantos miedos e incertidumbres de sectores medios y populares se agolparon en las puertas de las instituciones públicas en busca de alivio.

 

Ellos han develado, sin duda, las insuficiencias del Estado en garantías de salud, educación, régimen interior y seguridad social. Pero, al mismo tiempo nos han mostrado que es el Estado el único capaz de dar respuesta a las necesidades de las personas.

 

Por ejemplo, sin la red de salud pública construida por decenios en nuestro país, hubiese sido imposible acoger a los cientos de miles de contagiados, e implementar el potente plan de vacunación que se está llevando a cabo y que todos valoramos.

Sin nuestras universidades públicas la realización de exámenes hubiese sido un sueño.

 

Sin el esfuerzo de nuestros profesores del sistema público, desatendidos y sometidos a un permanente descrédito, nuestros niños y niñas más vulnerados habrían caído en el más completo abandono de su proceso educativo.

 

Pido con respeto que miremos la realidad. Especialmente se lo pido a quienes han predicado por décadas la reducción del Estado al mínimo; que apuestan por privatizarlo todo; que entregan al mercado hasta las dimensiones más sensibles de la humanidad; a quienes suelen abordar los problemas de Chile pensando en menos Estado y menos protección social.

 

Les pido que entiendan que el lucro de unos pocos no puede jamás estar por sobre el Bien Común y el bienestar de las grandes mayorías.

 

He reflexionado mucho sobre los temores, miedos y sentimientos más profundos de las personas, y creo que si estamos aquí y ahora es porque debemos ser más fuertes, resistentes y perseverantes.

 

Y que si aspiramos servir realmente a nuestro país y a su gente, debemos fomentar la resiliencia y la seguridad, y apostar por un Estado moderno y fuerte y por un orden social donde las personas ―no las corporaciones privadas ni las agencias estatales― manejen sus vidas y su futuro. Es también la esperanza que ciframos en la Convención Constitucional.

 

La recesión económica es un flagelo que ha empobrecido hogares y destruido empleos, mientras el peso de la reactivación ha seguido descansando sobre los hombros de las familias trabajadoras, como lo confirman dos retiros de fondos previsionales equivalentes al 11% del PIB, frente a tardías, mezquinas y  precarias, medidas del Ejecutivo para salir del drama social y humano.

 

La ciudadanía ha debido sobrellevar un estado constitucional de catástrofe que, sin haber logrado frenar la propagación de la pandemia, su principal objetivo —y, por el contrario, la ha retrotraído a su peor momento—, ha suspendido derechos civiles y políticos.

MI COMPROMISO CON UN CHILE LIBRE, SOBERANO Y DIVERSO

No solo esto. Durante más de un año de vivir bajo estados de excepción se han lesionado derechos inderogables. Las observaciones del Instituto Nacional de Derechos Humanos formuladas en este Senado son una prueba candente de que hoy no existe verdad, justicia, reparación ni garantías de no repetición. La impunidad latente en este diagnóstico debiera hacernos reflexionar.

 

Mi compromiso está con un Chile libre, soberano, diverso y democrático. Y, por eso, a esa ciudadanía que quiere y exige opinar, expresarse y ejercer su libertad religiosa y de culto, comprometo mi lealtad.

 

Pese a las dificultades anotadas, miro el futuro con optimismo. Pienso que Chile está preparado para salir de su actual estado de vulnerabilidad, de esta cadena de privaciones que socava la paz, la estabilidad y el desarrollo sostenible. Creo que contamos con la madurez y la resiliencia necesarias para inaugurar este nuevo ciclo.

 

Dentro de este marco, es nuestra voluntad abrir un espacio amplio de diálogo para la construcción de la estabilidad social y política.

 

Todos lo sabemos, especialmente los empresarios e inversionistas, que la certidumbre jurídica y política, así como la paz social y la gobernabilidad que hemos perdido en el curso de la actual administración, debemos recuperarla y para ello debe seguir estando a la base el cumplimiento de las normas laborales y ambientales, de una mayor equidad social, y de una mejor distribución del ingreso.

 

Queda menos de un año de gobierno y, sin embargo, todavía es posible remontar el vuelo rasante. Este año debemos ofrecer certezas a chilenas y chilenos. La seguridad de no haber sido abandonados a su propia suerte y de que se han tomado medidas sanitarias, sociales y económicas, suficientes y oportunas, que les apoyan.

 

Para eso lo primero que debemos hacer es restablecer la confianza, la credibilidad y la autoridad de las instituciones del Estado. Lo cual se inicia con la dignificación del cargo, con el respeto por las investiduras, que son la representación imaginaria de la república democrática, de su pasado, de sus luchas, de su identidad y de su proyección histórica.

 

Chile necesita un equilibrio de poderes que no paralice la acción perentoria del Estado en favor de la protección y el empoderamiento de las personas. Porque, si es cierto que para gobernar el Ejecutivo debe estar dotado de facultades, es inobjetable que aquel gobierno solo puede ser exitoso si tiene al frente una oposición fuerte, representativa y legitimada en la población. Una oposición clara en los propósitos que le son comunes y, al mismo tiempo, férreamente unida para actuar con eficacia en defensa de los intereses de las grandes mayorías.

Una oposición maciza y proactiva es garantía de presente y futuro.

INVITACION AL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA

Por ello, quiero hoy hacer una invitación muy concreta al Presidente Sebastián Pïñera.

 

En este Congreso queremos legislar. Queremos dialogar. Queremos solucionar los problemas del Chile real. No deseamos una disputa permanente e inconducente sobre atribuciones del Ejecutivo y del Congreso relativas a urgencias y proyectos.

Con convicción y disposición, en representación de la mayoría de este Senado, proponemos avanzar hoy, no mañana, en materias que no deben seguir esperando y que permitirían mejorar la vida de millones de chilenas y chilenos:

 

•En primer lugar, proponemos legislar para contar en nuestro país con una Renta Básica Universal, que permita dar certidumbre a las familias, simplificar procesos y asegurar la dignidad de todas las familias, sobre todo en momentos tan difíciles como éste.

 

•En segundo lugar, pedimos no demorar más los cambios profundos que requiere Carabineros. Más allá de si es modernización, reforma o refundación, la ciudadanía necesita desde ya una policía que realmente la proteja de la delincuencia. Necesita que los millones de dólares que se invierten en seguridad, cuyo presupuesto todos los años aumentamos en este Congreso, tenga resultados efectivos. Necesita que las personas y los hogares se sientan más seguros, y que desterremos de una vez la corrupción. Un paso en esta dirección es terminar con el modelo de doble escalafón, donde unos entran para mandar y otros para ser mandados toda su vida, y establecer un mando civil real de la policía.

 

•En tercer lugar, Presidente, lo alentamos a recoger la propuesta que le hiciéramos en enero de 2019 para terminar de una vez por todas con el CAE e incluir la condonación de al menos parte importante de las deudas.

 

• Por otra parte la pandemia que consume al mundo ha demostrado que se requiere de más y mejor calidad de la salud pública. En Chile, Fonasa es la entidad que mejor ha respondido a los altos estándares de prestaciones y servicio. Fonasa, donde se atienden más de catorce millones de personas, ocho de cada diez chilenas y chilenos. Pero se precisan más recursos que aseguren una oportuna atención para todas y todos. Su propuesta de reforma de Fonasa, va en sentido contrario. Hagamos ahora la reforma que corresponde para fortalecerla y no privatizarla. Esto es lo que necesitan quienes se atienden en el sistema público.

 

• En quinto lugar, Presidente, estamos preparados para concluir la tramitación de la ley de adopciones. Porque en nombre de ningún principio es aceptable que miles de niños y niñas deban mantenerse por años en las residencias del Sename existiendo personas buenas y honestas que esperan la oportunidad de construir una familia junto a esos niños. Son esos niños y niñas las que tienen el derecho a una familia, y es este derecho el que nuestro país niega hoy.

 

• En sexto lugar y último punto, después de 10 años de tramitación, de bloqueo legislativo, debemos concluir la tramitación de la reforma al Código de Aguas, de manera de asegurar su uso y acceso prioritario para el consumo de las personas. El agua no puede ser un bien que se trance el en mercado y con el que se pretenda lucrar. Debe consagrarse como un derecho humano fundamental.

  

EL PROCESO CONSTITUYENTE

 

La nueva etapa que se inaugura debe su originalidad histórica al hecho de incorporar por primera vez al pueblo, a las culturas originarias y a las mujeres en condiciones paritarias, a la deliberación pluralista y democrática que veremos en la Convención Constitucional.

 

Entiendo la Convención como una extensión de la soberanía popular, donde cristalizan las grandes esperanzas republicanas y democráticas de chilenos y chilenas, acrisoladas por nuestra plurinacionalidad, nuestra diversidad étnica y cultural, y nuestra variedad de creencias y tradiciones.

 

Los hombres y mujeres convencionales que sean electos sepan desde ya que las puertas de esta antigua casa se abren para brindarles acogida y apoyo, en un ambiente de respeto hacia la investidura y autonomía de sus cargos, y con la mirada puesta en el horizonte de nuestro país.

Haremos todo cuanto esté en nuestras manos para facilitar el trabajo de los futuras y futuros constituyentes, en una relación institucional virtuosa con este Senado, realzando la labor institucional asignada a cada cual, a partir de los espacios de colaboración y amistad cívica que demandan los chilenos y chilenas.

 

Caminaremos juntos este trayecto. Lo haremos a través de una geografía a ratos desconocida; Pero tengo la convicción de que al final de esta travesía, cuando saludemos al Gobierno y al Parlamento que elegiremos en noviembre, ahora con la totalidad de sus representantes, habremos descubierto los alcances de nuestra propia voluntad de ser.

 

Muchas gracias.

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