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  No hay nada que temer en el voto voluntario

  Por Jorge Pizarro, Presidente del Senado

12 de noviembre de 2010

ImagenBuena parte de la convivencia democrática se basa en responsabilidades civiles y en derechos que otorga el ordenamiento jurídico. Eso es indudable y no podemos más que promover la participación responsable en todos los actos y debates que son importantes para la sociedad entera; así lo hemos planteado siempre, aunque sabemos que la democracia de los acuerdos que hemos practicado con la derecha, nos ha llevado a avanzar más lento de lo que quisiéramos y en menos áreas que las que habíamos presupuestado.

La profundización de nuestra democracia tiene escollos difíciles de salvar si es que en la Alianza no hay un convencimiento de que más democracia, más participación, más actores, es sinónimo de más bienestar, más responsabilidad social y de involucrar más a nuestra ciudadanía en los temas que nos importan como chilenos. Voto universal y realmente representativo, sin distorsiones de sistemas binominales o similares; voto de todos los chilenos sin distinción ni discriminación, independiente de dónde vivan, son dos elementos que faltan por sumar a nuestra estructura electoral.

Es cierto, como coalición hemos explicitado compromisos públicos con los chilenos para incentivar que la ciudadanía se sume a la discusión de los temas país y de promover su participación en las elecciones. No podemos seguir dependiendo de un padrón que envejece ni de jóvenes que simplemente no se sienten motivados a inscribirse. No hay nada que temer en el voto voluntario: la esencia de la democracia es aceptar lo que el veredicto popular diga, sea cual sea esa opinión.

Lo contrario es generar adicción al poder o simplemente hacer del Gobierno un sistema en donde no haya posibilidad de cambios reales. La Concertación no tiene miedo a lo que la gente tenga que decir en una elección. Menos aún si se trata de compatriotas, sea donde sea que vivan, dentro o fuera de las fronteras. No es sostenible bajo ningún punto de vista jurídico ni relacionado con nuestra idiosincrasia ni tradición cultural, que se hagan diferencias entre unos chilenos con más derechos y otros con menos derechos.

El Gobierno se equivoca rotundamente al plantear que nuestros connacionales pueden votar siempre y cuando tengan algún vínculo con la nación: el sólo hecho de ser chilenos, de haber nacido en esta tierra o de haber nacido de padres chilenos, ya los liga y les otorga un nexo con la patria. ¡Quiénes somos nosotros para descalificar a aquellos que han tenido que salir, forzada o voluntariamente, a buscar mejores horizontes! Al menos podemos darles esa opción de estar cerca de este suelo, de sus familias, del debate y los asuntos que nos importan como nación. Sin discriminación, sin requisitos, sin letra chica, sin dobles discursos.

La Concertación planteó en su programa de Gobierno la inscripción automática y el voto voluntario, así como otorgar derecho a voto a los chilenos en el exterior sin ningún requisito. Es nuestro deber cumplir la palabra empeñada con el electorado; sólo así seremos lo suficientemente coherentes para demandar más compromiso de la ciudadanía con los proyectos que nos unen como país.

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