La verdadera renovación en la política
Por Rabindranath Quinteros, senador por la región de Los Lagos
10 de marzo de 2017En las últimas semanas se han escuchado voces que cuestionan determinados liderazgos por su edad o porque serían parte de otra época. Llama la atención los juicios discriminatorios hacia las personas mayores en un país en que el promedio de edad sigue elevándose y en unos años serán mayoría en Chile.Para mí, es tan odioso desautorizar por la mayor edad como lo sería cuestionar por la juventud.
Pero más allá de estos juicios “políticamente incorrectos”, me preocupan más las descalificaciones por pertenecer supuestamente a “otra época”, pues esta crítica alcanza no solo a la persona sino que a lo que hizo todo un país en el pasado próximo.
En la actualidad, qué duda cabe, estamos viviendo un nuevo período histórico, que probablemente se inició hacia el 2011. Como toda nueva etapa, en sus inicios su identidad se define a partir de la negación de la anterior, que es la actitud que prima sobre todo en los más jóvenes, que no vivieron esa época, mientras que en otros despierta una defensa cerrada. Ambas posiciones, con el paso del tiempo, van decantando hasta llegar a un juicio más equilibrado sobre el pasado, y a un carácter más definido, sobre el presente.
Así pasó en los setenta, cuando el ímpetu de la Unidad Popular nos llevaba a criticar todo lo que venía del gobierno anterior, lo que a la larga se transformó en la mayor debilidad del proyecto político de la izquierda. Ese error le costó muy caro al país y a partir de ese aprendizaje nos quedó claro que para que los cambios fueran duraderos debían ser impulsados por sólidas mayorías políticas y sociales.
Ahora se juzga muy duramente la transición de la democracia -y a sus dirigentes- olvidando su contexto y sus avances y, lo que es más importante, perdiendo aliados para las grandes tareas transformadoras que están pendientes en el país. En consecuencia, detrás de estas descalificaciones, aparentemente de forma, se esconden errores de fondo en la visión del pasado y sobre la construcción del futuro.
El mundo de hoy nos pone desafíos gigantescos. Pese al pesimismo reinante, soy de los que está convencido que Chile tiene grandes oportunidades por delante, que podrán concretarse a partir de una sociedad más equitativa y más educada, y un Estado más moderno y transparente.
Para ello, hay que poner ladrillo sobre ladrillo. No se puede descartar lo hecho en la anterior etapa, ni podemos prescindir de los liderazgos que vienen de atrás, algunos de los cuales pueden traspasar su influencia a distintos períodos.
Celebro la aparición de nuevos dirigentes. Son hijos de esta época y sus respuestas son para esta etapa. Pero la renovación que Chile necesita no es un asunto de edad o de novedad.
La verdadera renovación pasará por definir adecuadamente los desafíos de la próxima etapa, sin desconocer lo avanzado y, a partir de esto, concluir los tipos de liderazgos que se necesitan.