La sociedad no quiere disolverse en la globalización
Por Camilo Escalona, Presidente del Senado.
23 de agosto de 2012En el curso del año 2011, la defensa de la Educación Pública por parte de un multitudinario movimiento ciudadano, encabezado por el estudiantado, repuso el valor de un patrimonio compartido, en medio de la oferta de salvación individual, predominante en la difusión mediática de la sociedad chilena de hoy.
Efectivamente, vivimos en una etapa en que las personas y los hogares están sumergidos en la constante tensión de la búsqueda del éxito individual; vemos a qué extremos se llega en los programas de farándula, en que todo vale para figurar, captar la atención y alzarse con el "rating", no importando el costo que sea. Las figuras mediáticas se auto-menoscaban y se subsumen en una proto-cultura de un exhibicionismo morboso, de ataques y contraataques verdaderamente delirantes, en lo que menos importa es la dignidad de cada cual.
De la sociedad que hacía de la dignidad personal un orgullo, de lo íntimo un espacio necesario de cautelar y de la honra un bien sumamente valioso, nos hemos deslizado, casi sin darnos cuenta, a un espacio en que ya no hay respeto a los demás ni a sí mismo, que los "cuernos" son una humorada, que el ejercicio de saltar de catre en catre por algún beneficio no es prostitución, sino que simple travesura.
Hemos vivido además, en medio de quiebras fraudulentas, precios especulativos, escandalosas colusiones, estafas a los clientes, repactaciones brujas y abusos financieros de todo tipo, es decir, en el desenfreno de ganar dinero como sea, engañar al prójimo y el que más desfachatez tiene, pasa a convertirse en el recto emprendedor exitoso.
Es en este contexto social y cultural que irrumpieron quienes, en un número incalculable, demandaban Educación Pública para equilibrar la cancha en que se desenvolverán sus familias en el futuro. Había allí apoderados, alumnos, padres y profesores que, impulsados por una fuerza inesperada, solicitan un nuevo camino. Otra perspectiva, se podría afirmar; un nuevo destino como sociedad.
Ese movimiento ciudadano se irguió como un verdadero plebiscito, el mismo que no existe en nuestra Constitución Política. La recuperación de la Educación Pública unió a Chile. El gobierno no ha sido capaz de comprender el alcance y dimensión que cobró esa voluntad nacional.
El país tomó la Educación Pública como una causa transversal, sin distinciones partidistas, apuntando a reinstalar un mínimo de "cemento", de cohesión e identidad en las nuevas generaciones que posibilite que la creciente disgregación del cuerpo social no nos empuje a un tipo de sociedad marcada exclusivamente por sus antagonismos, conflictos y controversias, sin los sellos que inspiran la existencia de una patria común.
La sociedad no quiere disolverse en la globalización; el país requiere rasgos identitarios que lo definan. En la reflexión del gobierno no se han incorporado ninguno de los ingredientes con que millones de chilenos se han definido a favor de la Educación Pública y, nuevamente, se reagrupan con ese propósito; no para suprimir el sector privado, sino que para configurar una columna vertebral en un sistema hoy atomizado y en, desafortunadamente, paulatino debilitamiento.
La autoridad sólo sabe de rentabilidades, ganancias más, ganancias menos, no repara en que sus propios antecesores, los gobiernos del siglo XIX, mayoritariamente de origen oligárquico, no obstante ello, trabajaron por un sistema formativo que garantizara al país los mínimos esenciales de nivel cultural, científico y profesional, como para que avanzara y se desarrollara. Si entonces hubiese sido hegemónico el libremercadismo, como ocurre ahora, el país no hubiese sido capaz de consolidarse como nación independiente y asegurar su futuro.
Por eso, es tan fuerte el reclamo desde la sociedad; se sabe y se conoce que un país progresa cuando el Estado les asegura a todos quienes formen parte de la comunidad nacional los mínimos civilizatarios que hoy son posibles y no condena a los más humildes a la segregación y la marginalidad.
El mercantilismo del siglo XXI no es del mismo criterio. Por eso la confrontación ha vuelto a las calles. Otra vez resuena la demanda de una Educación Pública, gratuita y de calidad. Ojalá la autoridad lo comprenda algún día.