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Discurso del Presidente del Senado, Juan Antonio Coloma

Instalación de la nueva mesa de la Cámara Alta

15 de marzo de 2023

Estimadas Senadoras y Senadores,

Señoras y señores Ministros de Estado,

Señoras y señores Diputadas y Diputados,

Autoridades, Alcaldes, Concejales,

Amigos de toda una vida:

 

Sean mis primeras palabras para reiterar nuestro homenaje al último mártir de Carabineros de Chile, el cabo primero Álex Salazar, cuya muerte violenta y prematura enluta hoy a nuestra Patria. Nuestro homenaje y condolencias sinceras y sentidas a su familia y a su noble institución va acompañada del compromiso de impulsar, de manera prioritaria, las herramientas legales para que las policías puedan realizar eficazmente su labor de servicio y que ya no admiten dilaciones, por su urgencia e interés público.

 

Asumo hoy la noble tarea de presidir el Senado con sincera emoción y un profundo sentido de responsabilidad.

 

Con sincera emoción, no sólo porque he dedicado la mayor parte de mi vida al servicio público, sino porque entiendo el rol profundo de liderazgo que este Senado ha tenido en la historia de nuestra Patria

 

También con profundo sentido de responsabilidad, porque la esencia de la política consiste en desentrañar lo que nos une como Nación, para proyectarlo a una mejor convivencia y a construir un mejor y próspero futuro para todos. Ello representa un enorme desafío, que resulta indispensable acometer con absoluta dedicación, con sentido de Estado y con la conciencia de que, especialmente hoy, el país requiere encontrar caminos de unidad, para superar las divisiones del pasado y abordar lo que la realidad nos requiere en el Chile de 2023.

 

Como he confesado haber vivido mucho tiempo en el servicio público, he aprendido una de sus grandes enseñanzas: saber agradecer.

 

Agradecer a mi partido, la Unión Demócrata Independiente, a cuyo servicio e ideales he dedicados los mejores años de mi vida. He recibido de la UDI confianza y cariño para representarla desde diversas responsabilidades y hoy desde este cargo. Quiero expresar mi especial gratitud a la Directiva y a los senadores de mi partido.

Vaya también mi recuerdo personal a quien nos convocó a muchos aquí al camino del servicio público: el exsenador Jaime Guzmán.

 

También agradezco a los senadores y senadoras de EVOPOLI y Renovación Nacional, quienes nos acompañaron con especial afecto en este paso, donde algunos fueron incluso más allá de los compromisos contraídos. Valoro sinceramente a aquellos que, desde las tiendas de Demócratas, la Democracia Cristiana, el Socialismo Democrático, Apruebo Dignidad e independientes, honraron su compromiso -por difícil que debió haber sido- para acreditar el valor de la palabra empeñada y transitar por el camino de la responsabilidad y sentido republicano que impera en este Senado.

 

Quiero también agradecer a la mesa saliente de Álvaro Elizalde y Luz Ebensperger, quienes con generosidad y altura de miras supieron conducir este Senado en uno de los periodos más difíciles y complejos de su historia.

 

Agradezco, asimismo, a los miles de ciudadanos de la Región del

Maule, tierra de personas nobles, de parras y bosques, de cerezas y sandías, de ríos y montañas, de cuecas y tradiciones, que hicieron tres veces posibles mi elección como Senador y con quienes tengo un compromiso perenne de lealtad y gratitud eterna.

 

Es esta también una oportunidad para reconocer al Secretario del

Senado, a sus funcionarias y funcionarios, a las secretarias y secretarios y asesores que, con su esfuerzo, hacen que el trabajo legislativo sea posible y con quienes esperamos seguir trabajando con la misma cercanía y profesionalismo que caracteriza el trabajo de la Cámara Alta.

 

Quiero que me sea permitido extender este reconocimiento a quienes son parte de nuestra oficina parlamentaria y de la bancada de Senadores, cuyo esfuerzo, no siempre reconocido, resulta fundamental para el cumplimiento de nuestras obligaciones como legisladores.

 

Finalmente, y en forma muy especial y desde el fondo de mi alma, debo agradecer a mi familia, a Cecilia mi mujer sin cuyo apoyo, cariño, compañía, paciencia e inteligencia todo se me hubiera hecho imposible. A mis hijos Juan Antonio, María de los Ángeles, Paz, Felipe, Cecilia, Jaime, María José y Catalina, de cuyo amor incondicional en momentos difíciles soy agradecido y emocionado testigo, y un recuerdo especial a mis padres, que espero desde el cielo me estén alentando junto a mi abuelo Juan Antonio, que sirvió a este Senado hasta el momento de su último suspiro.

 

Senadoras y senadores:

 

A cada generación le corresponden roles y visiones distintas en la tarea permanente de construcción de la Patria. La historia es la suma de los esfuerzos colectivos por lograr una vida mejor, una sociedad más integrada y feliz. El tiempo finalmente juzga si cada generación ha estado o no a la altura de ese desafío.

 

Ese espíritu fue el que nos hizo aglutinarnos para lograr la

Independencia y construcción del Chile naciente y fue la inspiración de los momentos estelares que hemos tenido en estos más de 200 años de vida republicana, con sus muchas luces y logros, pero también con nuestras divisiones y errores.

 

La unidad como Nación es lo que nos ha permitido superar los desafíos más complejos de nuestra historia, que lamentablemente incluyen guerras civiles, luchas fratricidas, deterioro y destrucción de la convivencia, de la amistad cívica y de la democracia y, también, de las libertades. La secuela de dolor y división causada por nuestras crisis, debiera generar los aprendizajes necesarios para no repetir ni sus causas, ni sus efectos.

 

Hoy, tengo la convicción de que el Senado es, y debe ser, un instrumento para superar las divisiones del pasado, aplicando la simple máxima de estimular y respaldar todo lo que une, y rechazar y desestimar todo aquello que desune al alma nacional.

 

Desde todos los sectores políticos de las últimas décadas hemos escuchado el mismo planteamiento, que cuesta poco verbalizar, pero mucho poner en práctica: la mejor versión de Chile es aquella que se logra cuando nos unimos en torno a objetivos comunes, por sobre nuestras diferencias y discrepancias.

 

Si creemos efectivamente en aquello, este principio inspirador debe presidir la solución de los variados desafíos que enfrentamos: el primero de ellos es la inseguridad que afecta ya hace varios años a nuestra patria, con su secuela de delincuencia, narcotráfico y legitimación de la violencia.

 

Este flagelo afecta a todas las personas transversalmente, sin distinción social, geográfica, generacional ni económica. Todos los estudios demuestran que no existe una prioridad mayor en la población chilena que no sea pedir al Estado que le garantice que podrá volver sano y salvo a su casa luego de salir a trabajar, a estudiar o realizar cualquier actividad de la vida cotidiana.

 

Hace demasiado tiempo que las policías piden seguridades. Hace mucho tiempo que también la ciudadanía pide orden y paz, requisitos indispensables para el progreso de las personas y para la existencia de una democracia sana y legítima.

 

En nuestro país se debilitó a la autoridad y el indispensable concepto del legítimo uso de la fuerza para asegurar el Estado de Derecho y recuperar esa concepción virtuosa del imperio de la ley, nos resulta a todos aquí prioritarios.

 

Creo que ha llegado el momento de unirnos para superar nuestras diferencias y despachar sin pausa ni demora la agenda legislativa pendiente que otorgue las herramientas que las policías reclaman, que fortalezca nuestras instituciones, que sea capaz de construir la infraestructura y dotar a los organismos del Estado de los medios y el personal suficiente para enfrentar este, el principal problema que afecta al País. Propongo formalmente un fast-track legislativo para despachar, en noventa días, aquellos proyectos de ley que nos permitirán enfrentar con decisión la delincuencia, el narcotráfico, la violencia, el miedo y la inmigración ilegal y clandestina que nos afecta. Me propongo hacer todo lo que esté a mi alcance para conseguir este noble y necesario cometido.

 

Una de las principales razones que justifica nuestra presencia aquí es la voluntad imperativa de levantar al caído, recoger el herido, consolar al que sufre y dar las herramientas para que se persiga implacablemente al delincuente y así devolver la esperanzar a un país que aguarda ansioso volver a caminar libre y seguro.

 

Estoy seguro que la Cámara de Diputados compartirá este desafío y que el Gobierno del Presidente Gabriel Boric -que tiene un rol insustituible en la materia- será el principal interesado en el éxito de este urgente e insoslayable desafío.

 

Nada hay más importante hoy en Chile que lograr que todos los habitantes de nuestro país tengan la seguridad para vivir y trabajar sin miedos, con la certeza de que quien cometa un delito violento será detenido, juzgado y encarcelado. Así de claro.

¡Si recuperamos la seguridad, recuperamos lo mejor del alma de Chile!

 

Avanzar en resolver el problema prioritario de delincuencia e inseguridad, nos permitirá avanzar en las otras aspiraciones de la gente: retomar el crecimiento y el desarrollo económico; superar los efectos de la cruel pandemia que nos ha afectado, abordar una pobreza que no retrocede, salarios reales estancados, proyectos paralizados por la burocracia y la realización de una buena y sostenible reforma de pensiones y de salud, entre otros anhelos de la sociedad chilena.

 

Por último, es evidente que la sociedad contemporánea vive una crisis innegable que afecta a la solución política que occidente desarrolló bajo la forma del Estado Democrático de Derecho. Esta respuesta al problema político, fundada en la proscripción de toda forma de violencia; en el reconocimiento de la dignidad superior de todos los seres humanos; en el control del poder por parte de los ciudadanos mediante elecciones periódicas y el rol de los partidos como eje del debate de ideas, parecen hoy por sí mismos insuficientes.

 

Las personas demandan más cercanía y más rapidez en la resolución de sus problemas, mediante soluciones que se ajusten en mayor grado a las necesidades específicas de los distintos proyectos de vida. Y en esa fragilidad propia de la democracia y los peligros que la acechan converge, además, la era de la desinformación, donde las fake-news y la polarización alimentan y contribuyen a la configuración del debate público y donde los problemas que ésta plantea, bien pueden servir de pretexto a los enemigos de la libertad de expresión, a abrazar la intransigencia y el dogmatismo, que finalmente terminan desarmando la posibilidad de entablar debates mesurados y constructivos.

 

Entre los desafíos adicionales al de encontrar soluciones efectivas para el flagelo de la inseguridad que afecta al país, está el de resolver en la mayor medida posible las necesidades sociales, económicas y laborales de nuestra población. En esto permítanme una reflexión: como miembro de la Comisión de Hacienda he revisado muchos informes y documentos, y por ello creo que de verdad lo que nos está pasando, hace ya una década, es que padecemos lo que algunos llaman la trampa de los ingresos medios, para otros, "el malestar del éxito". Parafraseando al ex Senador Alejandro Foxley en su libro sobre este tema, "Chile es el país del futuro y siempre lo será”. Al mismo fenómeno de estancamiento de España y Portugal se le denomina "la crisis de la periferia de Europa". En fin, diferentes nombres que reflejan un pesimismo e incapacidad de alcanzar la prosperidad para sus pueblos.

 

Según la vasta literatura que existe sobre "La trampa de los países de ingresos medios", ella no es otra cosa que la incapacidad que han tenido muchas naciones de transitar de un país pobre a uno próspero.

 

El año 1975 éramos la economía más cerrada de Latinoamérica. El 2003 logramos el ingreso per cápita de los denominados "países de ingreso medio" y el año 2013 superamos los US$ 19.000 de ingreso per cápita, medido en paridad de poder adquisitivo, pasando a ser el país de mayor ingreso per cápita de América Latina. La pregunta es ¿qué pasó después?

 

Como soy optimista, tengo también la convicción que se están dando las condiciones para consensuar un camino que nos permita recorrer "la otra mitad" al pleno desarrollo. Por lo mismo, los quiero invitar a superar ese medio camino e identificar las coincidencias que eviten a nuestros compatriotas la frustración que ya han sentido millones de personas en las naciones que fracasaron.

 

El mundo le ofrece a Chile hoy un sinnúmero de oportunidades para un crecimiento sostenible, donde podamos volver a liderar en el cobre, pero también la electromovilidad y el fortalecimiento de las energías verdes son una oportunidad inmejorable para avanzar en litio e hidrógenos verde, por medio de la innovación, la ciencia y la formación de capital humano avanzado.

 

Como el desafío anterior requiere transitar y perseverar durante muchos años, quiero proponer una “Comisión Especial para el Desarrollo de Chile”, que busque consensuar las medidas que se requieren para llegar a un país más próspero, desarrollado e integrado y evitar así "la trampa de los países de ingresos medios".

 

Sé que en estas materias es más difícil el acuerdo que el disenso, más simple el contrapunto que la armonía, más popular lo polarizado a lo asociado, pero también tengo la absoluta conciencia que es más valioso para Chile hacer un esfuerzo en entenderse que dejarse llevar por la infecunda inacción. Expreso mi absoluta disposición para ser parte de ese necesario dialogo democrático que busque destrabar esos nuevos caminos que nos permitan mirar de otra forma lo que hoy frena nuestro desarrollo.

 

Quiero concluir expresando que el desafío de fortalecer nuestra democracia se hace ya acuciante y urgente. Puesta en jaque esa democracia durante el estallido social y de violencia, creo que a pesar de los variados caminos que se propusieron, hubo sabiduría, al buscar resolver esos problemas de la democracia con más democracia, y espero que habiendo aprendido de los errores refundacionales del primer proceso constituyente, el país se dé ahora normas que permitan una mejor convivencia y tolerancia por muchas décadas, para progresar, crecer y vivir en paz y seguridad.

 

Para recuperar el respeto y la confianza es obvio que nuestro sistema político requiere de modernizaciones, que fortalezcan la participación organizada de la sociedad en lo público, preferentemente a través de los partidos políticos, que requieren también una urgente actualización.

 

Pero quizás el mejor aporte a esa reivindicación de la democracia sea dar el ejemplo en el respeto y seriedad con que acometamos nuestra tarea, porque sí es verdad que las ideas son las que inspiran, son los ejemplos los que arrastran y multiplican. Y es aquí, en este Senado, este mismo Senado que tiene hoy un renovado respaldo de legitimidad, lo que nos compromete más a responder a esa tarea y confianza.

 

Senadoras y senadores:

 

Tengan la absoluta confianza de que junto al Senador Francisco Huenchumilla, demócrata que conozco hace muchos años, tendremos el honor de dirigir la mesa con absoluta lealtad, responsabilidad y espíritu republicano, haciendo nuestros mayores esfuerzos para enfrentar los desafíos de estos tiempos cambiantes y turbulentos.

 

El Senado de la Republica ha sabido aportar en nuestra historia un lugar de encuentro, debate y diálogo serio y responsable, para buscar así caminos de solución a nuestros problemas, en un clima de respeto y armonía. Su rol institucional -aunque algunos hayan intentado eliminarlo- ha sido siempre de fidelidad democrática y de rechazo categórico a la violencia. Este Senado fue y siempre será trascendente en la tarea de consolidar la democracia en nuestro país.

Hoy -con decisión- debemos honrar esta tradición democrática de la República de Chile.

 

Los invito a reforzar nuestro rol de ser, pese a las adversidades, riesgos e incomprensiones, un lugar de encuentro, de tolerancia y unidad. Un lugar de diálogo serio y responsable y no de polarizaciones ni extremos. Una instancia de soluciones a los problemas reales del país y no de pequeñeces partidistas ni menos de temor a los violentistas.

 

A estas tareas estamos llamados hoy. Sin renunciar a los principios y valores que inspiran a cada uno, pero estando dispuestos a dejarse convencer por las ideas del otro, si ellas son fuente de paz social, de progreso y desarrollo para que las chilenas y chilenos vivan mejor, sean cada vez más felices y plenos y, por sobre todo, miren el futuro con esperanza y confianza en días mejores.

 

A esa tarea de unidad, de propósitos los invito con el mejor espíritu, al asumir la Presidencia de nuestra histórica Institución.

¡Muchas gracias!

 

Valparaíso, 15 de marzo de 2023

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