Click acá para ir directamente al contenido

  Aprendamos las lecciones que nos deja el terremoto o tendremos un terremoto social y político

12 de marzo de 2010

No puedo dejar de confesar  que he dejado el  Senado con sentimientos encontrados. Porque, porImagen cierto, permanecer 20 años, compartir amistades, diferencias políticas, acercamientos políticos, visiones compartidas o no compartidas, generan algún tipo de relaciones que son producto de la sana convivencia humana que hemos tratado de construir aquí, en Chile, y particularmente en el Senado.

Nostalgia, por cierto, por el timbre a las 4:10 de la tarde, que nos convocaba a las sesiones; por el ruido de las campanillas; por las palabras de los Presidentes que, a veces, nos han endilgado por el buen camino cuando nos hemos descarriado, en fin. Son nostalgias propias, y es lo más humano que uno también viva de la nostalgia.

Pero también vive de los desafíos. Y creo que lo que tenemos ahora es un nuevo desafío en nuestras vidas. Ya los hemos podido enfrentar en otras oportunidades. Yo por lo menos de la magnífica Secretaría General de una universidad pasé a unas cárceles y supe que la vida no la tenía comprada permanentemente.

Y, en consecuencia, era perfectamente posible que de repente los destinos a uno le cambiaran la existencia. No sé si estoy preparado para la nueva vida. Se lo he dicho a algunos de mis colegas. Porque no es fácil. Lo que nos depara la vida no está en ningún libro. Las transformaciones que la vida nos entrega la aprende uno solamente con su existencia. Pero tengo confianza, mucha confianza en la manera como podemos enfrentar tanto los desafíos personales como los desafíos más colectivos, los desafíos políticos.

Yo soy un convencido de que los que hemos permanecido en el Senado, los ciento y tantos Senadores, somos una generación, por denominarla de alguna manera, privilegiada. No existe Senado de la República que haya tenido que enfrentar una transición, porque no tuvimos en la historia de nuestro país una dictadura de 16 años.

Tuvimos momentos dictatoriales, tuvimos situaciones dictatoriales, pero no una dictadura del tipo que vivió el país, por distintas razones que no es del caso señalar. Y fuimos privilegiados, porque nos correspondió jugar un papel, que creo yo que lo jugamos en general correctamente, de reconstruir la convivencia de los chilenos, profundamente trastocada, profundamente quebrada.

Yo recuerdo perfectamente, el día que Jaime Guzmán nos pidió que pudiéramos conversar para poder ver si era posible tener un entendimiento para la primera Mesa del Senado. Y debo confesar, y creo que a más de alguno de nuestros adversarios de la UDI se lo he dicho, no fue fácil ir a sentarse con Jaime Guzmán. Porque él había sido el símbolo exactamente de lo contrario de lo que uno había vivido y pensado durante tantos años.

Y, sin embargo, nos dimos cuenta de que era un ser humano, un hombre inteligente -como todos lo reconocimos- y una persona con la cual podíamos conversar. Y creo que desde ese mismo momento nos dimos cuenta de que si conversábamos -cosa que se había perdido en Chile como parte de nuestra cultura cívica-, si poníamos al tanto lo que pensábamos, lo que queríamos, más allá de las diferencias, era posible que jugáramos un papel positivo.

Aprender de las diferencias y a respetar las diferencias, saber que otros pueden pensar distinto a uno y respetar a esos unos que piensan distinto a lo que uno piensa, es una de las cosas que hemos aprendido.

Eso no fue parte de la vida chilena, de la vida cívica y política de Chile entre el 70 y el 73. Porque todos poseíamos la verdad; porque todos éramos parte de la verdad. Y de tanto manosear nuestras verdades terminamos en un desastre para todos los chilenos.

Yo creo que el hecho de que en el Senado hayamos aprendido a discrepar sin claudicar de nuestros principios... Yo no siento que porque la transición se hizo de esta determinada manera yo haya dejado de pensar como lo que pensado siempre. Sigo siendo socialista; sigo siendo un demócrata convencido; soy un libertario; pienso en la libertad superior del ser humano. Pero, en fin, más allá de esas diferencias, yo creo que lo importante, sin embargo, es que hemos hecho una transición decente, una transición que, felizmente, este país se lo merecía; nuestro país se lo merecía. Y creo que hemos sido privilegiados porque hemos participado de ella, con nuestros defectos.

Es posible que yo no esté satisfecho, porque mis sueños eran otros. Pero no porque mis sueños sean otros no dejo de reconocer que hemos hecho una transición que nos pone, a lo mejor, en los umbrales de un país ya no solamente desarrollado desde el punto de vista económico, sino que fundamentalmente en los umbrales de un país en donde la convivencia sea cada vez más civilizada; en donde la política con "P" mayúscula efectivamente se practique de la manera como debiéramos practicarla. En Chile todavía practicamos la política con "p" minúscula.

A mí me preocupa, porque todavía la política sigue siendo, más que un campo en donde el entendimiento y el desarrollo del pensamiento es fundamentalmente un campo de beligerancia, es cosa que recordemos nuestras propias campañas electorales.

Por eso que, al recordar a Jaime Guzmán y al recordar al que fuera Vicepresidente del Senado, Senador Beltrán  Urenda, a Eugenio Cantuarias, a Mario Ríos, con los cuales, como muchos de mis pares tuve la posibilidad de compartir, estoy señalando como ejemplo que era perfectamente posible, como yo lo sentí, hacer esta transición de la manera como lo hemos hecho.

Por eso, también debo recordar a Gabriel Valdés, con el cual compartí la Mesa del Senado, como Vicepresidente de esta Institución, del cual aprendí muchísimo, no solamente de relaciones internacionales, sino que aprendí también de la bonhomía de una persona inteligente y sabia, como Gabriel Valdés.

Recuerdo también a Anselmo Sule, que se sentaba adelante mío, con el cual me unía una amistad muy grande, al punto de que lo asistí pocas horas antes de que prácticamente nos dejara.

Y, por cierto, también quiero agradecer a los funcionarios, a los Secretarios de Comisiones, a toda la gente que durante todo este tiempo nos soporto, y a quienes nos atendieron aquí durante todo este tiempo; a la gente de todas las entidades e instancias que tiene el Senado, por el trabajo que ellos hicieron para que pudiéramos servir mejor a la causa que nos habíamos abocados; a la Biblioteca del Congreso, que creo que también nos ayudó muy particularmente a mejorar nuestra calidad intelectual para poder enfrentar muchas veces materias en las cuales no estábamos formados.

Yo soy un republicano,  tal vez, distinto de Diego Portales; tal vez distinto a Manuel Montt; más parecido a Balmaceda, más parecido a Aguirre Cerda, más parecido a Allende. Pero vida republicana al final. Y creo que podemos reconstruir la República. Pero ojalá una República superior, una República infinitamente mejor que la que tenemos.

Me voy con la satisfacción de haber representado bien a Atacama y al pueblo trabajador de mi país, a mi partido, al Partido Socialista, del cual he sido Presidente en varias oportunidades.

Me voy satisfecho por lo que hemos hecho. Pero me voy con mucha preocupación. Y me voy con la preocupación de que el terremoto puede ser un terremoto que no solamente afecte las estructuras físicas, la arquitectura de nuestro país, la composición y la manera como se construyen nuestras ciudades.

Si nosotros no aprendemos bien del terremoto y de sus lecciones, perfectamente puede ser un terremoto que también se transforme -como ya lo percibimos- en un terremoto social y político de grandes magnitudes.

Porque la unidad nacional -es cierto- se expresó el otro día en un programa de televisión, que todos nos sentimos muy satisfechos. Pero eso no se expresa en la realidad muchas veces en muchos lugares del país. Y hay todavía un rechazo a la política, a la vida pública; los políticos no son bienvenidos en muchos lugares. Los políticos no son bienvenidos hoy. Y es malo para la democracia, y es malo para la convivencia.

No conozco otra disciplina más elevada que la política; pero a condición de que la política esté dotada de principios morales, éticos superiores y de pensamientos y visiones compartidas. Pero tal cual como lo tenemos en la actualidad la política no necesariamente es hoy bienvenida, y los partidos políticos tampoco.

Reconstruir aquello es parte esencial para preservar la democracia, para hacerla mejor para todos.  Quiero ser más optimista, por cierto. Y creo que hay suficiente fuerza intelectual, política y moral en el país como para que esta reconstrucción en todos los ámbitos sea efectivamente lo mejor para Chile.

Yo me voy con la satisfacción de la tarea cumplida. Veinte años ya es bastante. No estoy con esto diciendo que quienes tengan más de veinte años de Senadores deben dejarlo, ni mucho menos. Pero yo sentí que veinte años ya era lo suficiente. Y quiero decirles -sobre todo a quienes se quedan- que les deseo éxito; que les deseo la máxima capacidad para entender este nuevo ciclo en la historia del país; que les deseo capacidad de entendimiento en los términos en que hemos podido ir reconstruyendo.

Y, ojalá, que podamos seguir por la senda de hacer un país más justo, más digno, más equitativo, en donde los chilenos efectivamente ojalá alcancen niveles superiores de felicidad.

Imprimir