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ESTABLECIMIENTO DE ESCAÑOS RESERVADOS A REPRESENTANTES DE PUEBLOS ORIGINARIOS EN ELECCIONES DE CONVENCIONALES CONSTITUYENTES


El señor QUINTEROS.- Gracias, Presidenta.
Votaré a favor del informe propuesto por la Comisión de Constitución que garantiza escaños reservados para representantes de los pueblos originarios en la Convención Constitucional que elaborará la nueva Carta Fundamental.
Pero, lamentablemente, creo que no se alcanzará el quorum requerido para aprobar esta reforma, simplemente porque no hay una visión común sobre lo que debe hacer el país con relación al grave conflicto que se arrastra con el pueblo mapuche, no desde hace décadas, sino que desde hace siglos.
Para algunos, lo que se requiere es solo hacer un gesto, un acto simbólico, nada muy profundo, y seguir con la vieja receta de los paquetes de medidas económicas de apoyo y agendas de seguridad.
Para otros, se necesita sentar las bases de un verdadero nuevo trato con el pueblo mapuche y las otras etnias del país, lo que supone su representación, como sujeto colectivo, en la Convención.
Tenemos, entonces, diferencias de fondo, que puede parecer que se refieren a quorum o el número de escaños, pero no es así.
Por otro lado, los pueblos tienen su propia diversidad, no tienen una organización ni una posición única. Incluso, algunos sectores no tienen interés en participar, por desconfianza, para no legitimar un esquema que limite sus reivindicaciones de autonomía o, simplemente, por priorizar otras demandas más urgentes.
En este escenario, Presidenta, lo único evidente es que se debe dialogar, dialogar y dialogar, única forma aceptable de resolver las diferencias que están desangrando una parte del país.
Lo lógico sería que dicho diálogo, o parte de él, tuviese lugar o se iniciara en el marco del proceso constituyente que está emprendiendo nuestro país.
Pero eso no está asegurado. Ni siquiera basta con los escaños reservados. Esto es solo el comienzo.
¿Seremos capaces, en nueve o doce meses, de redefinir nuestro Estado, nuestro sistema político, nuestra forma de gobierno, la forma como garantizaremos los derechos sociales; y, al mismo tiempo, sentar las bases de un nuevo trato con los pueblos originarios?
Tal vez, la nueva Constitución no sea la culminación del proceso, sino que el comienzo de uno nuevo, que permita efectivamente al país abordar los temas pendientes con los pueblos originarios, sin poderes de veto, sin imposiciones, sin miedos.
La hoja en blanco con los pueblos originarios debe, primero, hacerse cargo de la hoja negra y la hoja roja que se han escrito durante siglos; debe escribirse con otros tiempos, con otro ritmo, con otros idiomas.
No será fácil, sin duda, acordar las nuevas reglas para los ciudadanos del siglo 21. Pero será aún más difícil acordar las nuevas reglas para los pueblos cuyo presente y futuro se ancla en la historia desde hace siglos.
Además, el conflicto actual no se agota en los temas constitucionales: son numerosos los temas institucionales, económicos, sociales y culturales que deben resolverse.
Pero espero que sepamos aprovechar esta oportunidad de la elección de convencionales, para iniciar el camino de salida de este largo conflicto con el pueblo mapuche y llegar a un nuevo acuerdo con todos los pueblos originarios.
Algunos pueden esconder la cabeza como el avestruz, y evitar la discusión de los temas de fondo, refugiándose en argumentos formales o en los quorum supramayoritarios.
¿Me da treinta segundos, Presidenta?
Los mismos que han hecho planteamientos en materia de pensiones y de otros temas tienen la posibilidad de ser parte de la solución. Y ojalá que así sea.
Los que discutimos hoy no somos representantes de los pueblos originarios, en cuanto sujetos colectivos.
Y tal como decía ayer el Senador Huenchumilla en la discusión previa, somos solo representantes de ciudadanos y comunidades que habitan un territorio, incluyendo a integrantes de dichos pueblos. Pero tenemos en nuestras manos la obligación de hacernos cargo del problema de una vez por todas y de hacer una contribución, para abrir una nueva etapa en la relación del país con sus pueblos indígenas.
He dicho, Presidenta.