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NORMATIVA SOBRE MIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, estamos entrando a la discusión en particular de este proyecto sobre migraciones, que ha tenido una accidentada tramitación en más de siete años. En este plazo, se han sucedido importantes flujos migratorios de distinto origen, desconocidos en Chile, que de ser un país emisor ha pasado a ser un país receptor de población migrante.
Nuestra realidad y la del mundo son muy diferentes. Hace pocos años se advertía escasez de mano de obra en diferentes sectores de nuestra economía, mientras hoy tenemos las cifras más altas de cesantía de los últimos cuarenta años.
Ningún país pudo prever la crisis venezolana, sin precedente en nuestra región latinoamericana. No existía el discurso xenófobo y populista de Trump y de Bolsonaro, que ha calado hondo en diversas sociedades. Es natural, entonces, que no sea fácil la discusión sobre este tema. Existen fundadas aprensiones de unos y de otros.
Pero a veces, lamentablemente, algunos se dejan dominar por los prejuicios, tendencia que alcanza incluso a ciertas autoridades. Lo que se espera de un Gobierno es que promueva las confianzas y no los miedos.
Y lo que esperamos de la ley en proyecto son algunas cosas básicas:
Una ley de migraciones equilibrada, que estimule el ingreso regular y desincentive el ingreso irregular. ¿De qué sirve un sistema que disminuya los ingresos regulares, pero que aumente los irregulares? La suma total puede ser la misma, pero es muy diferente gestionar una población regular que una irregular.
Una ley sin ingenuidad, pero sí con pragmatismo, que dé facilidades para regularizar a quienes ya se han insertado en el mundo laboral.
Una ley que reconozca derechos, al menos los mismos que quisiéramos les fueran reconocidos a los chilenos que decidieron hacer sus vidas en el extranjero.
Una ley que sancione duramente a los inescrupulosos que lucran con el tráfico de personas, y que también sancione a los infractores, pero no a sus familias, y mucho menos a los niños.
Una ley que promueva el reconocimiento de los estudios y títulos universitarios, de manera que los profesionales y técnicos extranjeros puedan incorporarse rápidamente al mundo laboral, especialmente en salud, donde en estos últimos meses hemos constatado dramáticamente las carencias que existen.
-Un nuevo Servicio de Migraciones, moderno, que ponga fin a la tramitación innecesaria e indigna que enfrentan las personas que desean regularizar su permanencia.
-Una ley que también reconozca las facultades que debe tener cualquier gobierno para abordar eficazmente los cambios que se van produciendo en la economía o en el contexto internacional.
La pandemia nos ha dejado claro, una vez más, que nuestra suerte está ligada indisolublemente a la de nuestros vecinos. Nadie se salva solo. Tarde o temprano, así como promovemos la apertura de las fronteras para el libre tránsito de las mercaderías, también deberemos regular el libre tránsito de las personas, al menos el de quienes pertenecen a nuestra comunidad latinoamericana. Es la única manera de proyectarnos eficazmente en el actual contexto internacional. El mundo que viene es de mayor integración, aunque el camino para llegar a eso no será sin retrocesos parciales o temporales.
Nuestro país lo ha hecho muy bien en materia comercial, logrando una profunda inserción en el mundo. ¿Por qué no podría efectuarlo del mismo modo en la integración de extranjeros en Chile y de chilenos en el mundo? Hay todo un camino por recorrer en el ámbito de los tratados internacionales en esta materia.
Confío en que podremos llegar a acuerdos en esta discusión en particular. Se puede hacer sin prejuicios, pero también sin ingenuidad y sin miedos.
He dicho.