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SITUACIÓN DEL PAÍS POR COVID-19 Y ANÁLISIS DE MEDIDAS ANUNCIADAS POR EJECUTIVO


El señor QUINTEROS.- Gracias, Presidenta, seré muy breve.
La verdad es que el viernes recién pasado recibimos con sorpresa el oficio gubernamental que instruía el reintegro de los funcionarios a los servicios públicos de todo el país, y, simultáneamente, se promovía la reapertura del comercio y el retorno a clases, hablándose de una "nueva normalidad".
¿Qué pasó en esta última semana para que el Gobierno haya cambiado de opinión?
Es cierto que en algún momento debemos retomar nuestra rutina. Pero para hacerlo es imprescindible garantizar que la pandemia está bajo control. Y la verdad es que eso no se puede asegurar.
Estábamos preparados, nos dicen. Tan preparados que un empresario donó un millón de mascarillas porque en Chile no había y todavía los funcionarios de la salud denuncian escasez de suministros. Tan preparados que aún no hay claridad respecto de los quinientos ventiladores mecánicos de los que se ha hablado aquí.
El Gobierno ha dejado su interés por la prevención y la cautela. Ha preferido tomar el camino de la osadía y declarar que la curva ha comenzado a declinar.
Puede que, en efecto, la curva de la crisis esté comenzando a aplanarse. Pero no es posible afirmar que sea una tendencia definitiva.
Lo más importante es que en momentos en que el país necesita unidad de acción, el Gobierno prescinde de consultar a los expertos; cuando se requiere más claridad en la información, el Gobierno no transparenta los datos; cuando urgen las certezas, el Gobierno, deliberadamente o no, promueve la confusión.
El Presidente afirma que ha consultado a los expertos, pero tanto gremios profesionales como científicos y académicos han manifestado sus reservas frente a la idea de relajar las medidas de prevención.
A nivel regional, muchas de las unidades de epidemiología no cuentan con profesionales médicos. La autoridad sanitaria (las seremías), que debiera cumplir un rol central en este cuadro, se encuentra debilitada.
A nivel local, la respuesta ha subestimado el rol de la atención primaria.
En lo económico y social, el desempeño gubernamental también está en deuda.
No se puede usar como excusa una supuesta obstrucción de la Oposición, porque, como se ha dicho acá, todos los proyectos han sido aprobados, aunque algunos los consideráramos insuficientes.
La radicalidad de las medidas sanitarias que se pedían a la población obligaba también a una radicalidad en las medidas sociales de auxilio ante la reducción o falta total de ingresos que sufriría buena parte de la ciudadanía.
Las largas filas de trabajadores firmando finiquitos o tramitando su seguro de cesantía son la mejor expresión de que aquello no ha ocurrido.
La alerta sanitaria y el estado de catástrofe otorgan al Presidente de la República facultades suficientes, pero, en lugar de hacer uso de ellas, ha optado por pedir gestos de buena voluntad.
Las isapres subieron sus planes de salud y él, en vez de dejar sin efecto el alza, pidió la postergación por tres meses.
Se propone suspender los cortes de servicios básicos, como agua y electricidad, pero se conforma con un acuerdo para prorrogar el pago.
Ahora las medidas sanitarias exigen el cierre de los centros comerciales, pero el Gobierno prefiere dejar tal decisión al arbitrio de sus dueños.
En lo político, el Gobierno se ha enfrascado en continuas polémicas con este Congreso, con los alcaldes, con los colegios profesionales, con funcionarios públicos y ahora con la prensa.
Señora Presidenta, hace una semana el Jefe de Estado utilizaba su expresión favorita para definir al COVID-19. "Es un enemigo poderoso e implacable", decía. Pero ahora, más enfocado en los resultados de la economía, enfatiza que hay que convivir con este enemigo en una nueva normalidad.
No, señor Presidente. No queremos esta normalidad. Entre los pliegues de esa normalidad se esconde ese enemigo poderoso e implacable que usted suele invocar: en los abusos de las AFP y las isapres, en las injusticias laborales, en el hacinamiento de las cárceles, en la precariedad de la educación pública, en los hogares del Sename, en los hospitales públicos endeudados, en el empobrecimiento endémico de los adultos mayores.
Allí se esconde el enemigo. ¡Allí está el enemigo, señor Presidente!