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REGULACIÓN DE MATRIMONIO DE PAREJAS DEL MISMO SEXO EN IGUALDAD DE CONDICIONES


El señor QUINTANA (Presidente).- En seguida, corresponde ocuparse en el proyecto de ley, en primer trámite constitucional, que modifica diversos cuerpos legales para regular, en igualdad de condiciones, el matrimonio de parejas del mismo sexo, con informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento.
--Los antecedentes sobre el proyecto (11.422-07) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En primer trámite: sesión 42ª, en 5 de septiembre de 2017 (se da cuenta).
Informe de Comisión:
Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento: sesión 74ª, en 20 de noviembre de 2019.
El señor QUINTANA (Presidente).- Tiene la palabra en señor Secretario.
El señor GUZMÁN (Secretario General).- El principal objetivo del proyecto es modificar el Código Civil y otros cuerpos legales para permitir el matrimonio de parejas del mismo sexo y regular los derechos y obligaciones que adquirirán quienes lo celebren.
La Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento discutió este proyecto solamente en general y aprobó la idea de legislar por la unanimidad de sus miembros presentes, Senadores señores De Urresti, Harboe y Huenchumilla.
Cabe tener presente que los artículos 7o y 8o son de quorum calificado, por lo que requieren para su aprobación 22 votos favorables.
El texto que se propone aprobar en general se transcribe en las páginas 82 a 92 del primer informe de la Comisión y en el boletín comparado que Sus Señorías tienen a su disposición.
El señor QUINTANA (Presidente).- En discusión general el proyecto.
El señor ARAYA- ¿Puede abrir la votación, señor Presidente?
El señor QUINTANA (Presidente).- Han pedido abrir la votación.
¿Habría acuerdo para abrirla después de que el Presidente de la Comisión de Constitución entregue su informe?
Acordado.
Tiene la palabra, a continuación, el Senador Felipe Harboe.


El señor HARBOE.- Señor Presidente, corresponde iniciar el estudio en general del proyecto de ley, en primer trámite constitucional, que modifica diversos cuerpos legales para regular, en igualdad de condiciones, el matrimonio de parejas del mismo sexo.
Esta iniciativa tiene su origen en un mensaje de la ex Presidenta de la República, señora Michelle Bachelet Jeria, y su propósito principal es modificar el Código Civil y otros cuerpos legales para permitir el matrimonio de parejas del mismo sexo y regular los derechos y obligaciones que adquirirán quienes lo celebren.
Para su estudio, la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento contó con la presencia de autoridades de Gobierno, de académicos y de organizaciones de la sociedad civil que presentaron sus puntos de vista sobre la conveniencia de legislar sobre la materia.
Al fundamentar esta iniciativa, la ex Presidenta de la República, Michelle Bachelet, hizo presente que la evolución del derecho de familia chileno muestra un avance constante en la noción de igualdad, principio político que ha inspirado las reformas más significativas que se han producido en este ámbito en las últimas tres décadas.
Recordó que en las postrimerías de la dictadura militar se promulgó la ley N° 18.802, que puso fin a la incapacidad relativa de la mujer casada en sociedad conyugal; agregó que cinco años después, en 1994, por medio de la dictación de la ley N° 19.335, se creó el régimen patrimonial de participación en los gananciales.
Igualmente, en 1998, por medio de la dictación de la ley N° 19.585, se puso fin a la discriminación entre hijos legítimos e ilegítimos, reconociendo así la plena igualdad entre todos los niños, niñas y adolescentes.
Asimismo, se recordó que en el año 1999 la ley N° 19.617 despenalizó la sodomía consentida entre dos personas adultas, resaltando el valor de la autonomía en una esfera tan íntima como la del ejercicio de la sexualidad.
En el año 2004 se publicó la ley N° 19.947, que introdujo una nueva regulación del matrimonio civil y que, entre otras materias, permitió el divorcio, ya fuera por voluntad conjunta de los cónyuges o bien por causa imputable a uno de ellos.
La igualdad entre hombres y mujeres vivió un significativo avance el año 2013, con la entrada en vigencia de la ley N° 20.620, que reconocía la corresponsabilidad parental, esto es, la atribución de iguales derechos y responsabilidades al padre y la madre para participar de la crianza de sus hijos e hijas.
Finalmente, todos estos cambios concluyeron con la publicación, en mayo de 2015, de la ley N° 20.830, que creó el acuerdo de unión civil. Mediante esta normativa se reconocieron y regularon las uniones afectivas en convivencia, entre las que se incluyó a parejas del mismo sexo. Dichas parejas gozan ahora de la titularidad de derechos de carácter patrimonial y, por último, de reconocimiento público de su proyecto común frente a toda la comunidad.
En concordancia con lo anterior, se explicó que este proyecto de ley da un paso adicional hacia la consecución de la igualdad al interior de las familias. Con él se da el mismo nivel de reconocimiento a todos los proyectos familiares, realzando el valor de la autonomía personal y del derecho fundamental de cada ciudadano y ciudadana de este país a decidir cómo vivir su vida.
De igual manera, la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento tuvo presente que este proyecto de ley se enmarca en el cumplimiento de obligaciones internacionales, surgidas, por ejemplo, en el caso "Atala Riffo y niñas versus Chile", donde la Corte Interamericana de Derechos Humanos determinó que Chile incumplió sus obligaciones relativas a la no discriminación, la protección de la vida privada y la familia.
Asimismo, se recordó que el Estado de Chile suscribió un acuerdo de solución amistosa con diversos peticionarios y el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh). Dicho acuerdo puso término al caso planteado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, reconociendo "Los hechos que dieron origen a la denuncia" y comprometiéndose a velar porque la legislación promueva la dignidad de todas las personas sin distinción de orientación sexual o identidad de género.
A la luz de estos antecedentes se presentó y consideró por la Comisión esta iniciativa de ley.
El proyecto que ahora conoce la Sala se divide en diez artículos permanentes y dos normas transitorias. Mediante ellas se realizan determinadas modificaciones al Código Civil y a la ley N° 19.947, que establece la nueva ley de matrimonio.
Además, se introducen enmiendas al Código del Trabajo; a las leyes Nos 14.908, 20.830, 4.800, 16.620 y 16.744, así como también al decreto con fuerza de ley N° 150, del Ministerio del Trabajo y Previsión Social, de 1982, que fija el texto refundido, coordinado y sistematizado sobre las normas del sistema único de prestaciones familiares y sistema de subsidio de cesantía para los trabajadores y trabajadoras del sector privado y público. Todas estas enmiendas tienen por propósito adaptar la legislación que se pretende aprobar a la normativa que permitirá el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Finalmente, este proyecto incluye dos artículos transitorios.
El primero establece que las parejas del mismo sexo podrán acceder al régimen de sociedad conyugal una vez efectuadas las adecuaciones a este. Y el segundo estatuye un período de vacancia de la ley a efecto de poder realizar las adecuaciones y capacitaciones que las instituciones públicas requieran para implementar las nuevas disposiciones.
Señor Presidente, la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento aprobó esta iniciativa en general, por la unanimidad de sus miembros presentes, y, por tanto, recomienda a la Sala proceder en el mismo sentido aprobando la idea de legislar de este proyecto.
He dicho.
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Antes de dar la palabra al Senador Quintana, debo decir que los integrantes de la Comisión de Constitución deberemos constituirnos para retomar el debate del proyecto que establece escaños reservados, especialmente para pueblos afrodescendientes.
En consecuencia, pido autorización a fin de sesionar en paralelo con la Sala y, de ser necesario, para que la Senadora señora Rincón me reemplace en la testera cuando ello ocurra.
Acordado.
Si le parece a la Sala, se procederá a abrir la votación.
--Así se acuerda.
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- En votación.
Tiene la palabra el Senador Quintana.
--(Durante la votación).


El señor QUINTANA.- Señor Presidente, tengo la profunda convicción, al igual que muchos de ustedes, de que durante esta legislatura la Sala del Senado debe aprobar el proyecto de ley de matrimonio igualitario. El acuerdo de unión civil fue un gran avance legislativo, pero hoy estamos en condiciones de dar un salto final para garantizar los derechos de todas y todos.
Ello porque en Chile no hay grupos ni personas privilegiadas: todos tenemos los mismos derechos, especialmente cuando se trata de algo tan importante como el derecho a amar y a formar familia con quien cada uno quiera.
Aprobar el matrimonio igualitario es un paso civilizatorio, un paso necesario si de verdad queremos hablar de derechos humanos sin exclusiones, sin discriminaciones.
Estas palabras las mencioné hace exactamente diez meses, en marzo pasado, cuando asumimos junto con el Senador De Urresti la Mesa de esta Corporación.
Entre ese momento y el día de hoy muchas cosas han ocurrido. Aceleramos el trámite de este proyecto, que fuera ingresado por la ex Presidenta, Michelle Bachelet, el año 2017, y luego aprobado en general, como se ha dicho. Y quiero agradecer el trabajo realizado por la Comisión de Constitución, informado recién por el Senador Harboe.
También sabemos que nuestro país ha vivido momentos de gran tensión a partir del estallido social de octubre pasado.
En esta misma Sala hemos sostenido intensos debates sobre la agenda social, las medidas de seguridad y también sobre el proceso constituyente que la ciudadanía y este Congreso Nacional lograron abrir para el país.
En este contexto, durante esta semana he recibido no pocos comentarios relativos a que habría otras prioridades de los chilenos y chilenas, y a que esta iniciativa de matrimonio igualitario podría esperar un tiempo más antes de continuar su trámite.
Señor Presidente, frente a eso quiero ser muy claro: la mayor demanda de los chilenos es por dignidad, ¡dignidad! Hasta se le cambió el nombre a una plaza.
Esto tiene que ver con agenda social, por supuesto, pero también con derechos y libertades, especialmente para aquellos grupos que han sido constantemente discriminados. En pleno siglo XXI no hay razones que justifiquen que unas personas puedan optar al matrimonio y otras no. Chile debe ponerse al día en esta materia.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, disposición que la Constitución Política hace suya en forma íntegra, asegurando en el artículo 19, N° 2º, la igualdad de todas las personas ante la ley. Sin embargo, en los hechos, vemos que a las parejas homosexuales se les impide ejercer derechos que se les reconocen a los demás integrantes de la sociedad, como el matrimonio. No resulta aceptable en el mundo de hoy que exista una institución a la cual ciertas personas no puedan acceder en razón de su orientación sexual. Así lo han entendido, en las últimas décadas, países como Alemania, Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Colombia, Puerto Rico, Reino Unido y muchos otros más.
Sabemos que el Acuerdo de Unión Civil representó un gran avance en el reconocimiento y protección de los derechos de las familias homosexuales, pero todavía existen aspectos relevantes sin resolver, como los derechos filiativos.
Incluso, aun cuando este acuerdo permitiera acceder a los mismos derechos que el matrimonio, consideramos que de todas formas se estaría vulnerando la igualdad ante la ley, ya que el matrimonio no solo produce efectos jurídicos, sino que, además, tiene un valor simbólico.
Por ello, el presente proyecto busca reconocer el derecho de todas las personas a esta institución, sin discriminaciones odiosas.
Señor Presidente, no puedo terminar sin destacar y valorar el tremendo esfuerzo de las agrupaciones -aquí hay algunas de ellas: Movilh, Fundación Iguales, entre otras- que han venido por largo tiempo impulsando y apoyando esta iniciativa, así como a muchas personas individuales de la sociedad civil.
Quiero ver un Chile donde nadie se sienta discriminado por querer a otro ser humano. Quiero ver un Chile donde nadie se sienta excluido; donde para ningún niño o adolescente sea un problema "salir del clóset", porque sigue viendo que en nuestra legislación algunas instituciones están previstas solo para personas heterosexuales. Quiero ver un Chile donde el amor camine libre, y de la mano, en cualquier lugar.
Nos hemos tardado numerosas décadas. No ha sido fácil avanzar frente a los dogmas conservadores que por bastante tiempo impusieron sus posiciones.
Pero aquí estamos, otra vez, y con más esperanza que nunca, porque al final del día, el amor siempre se impondrá al odio.
Voto a favor.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene, a continuación, la palabra el Senador Moreira.


El señor MOREIRA.- Señor Presidente, el matrimonio es el cimiento de la familia; y la familia, a su vez, como la define nuestra Constitución y algunos lo han señalado cuando la invocan, es el núcleo fundamental de la sociedad.
Martin Luther King decía: "No hay una relación, comunión, o compañía más hermosa, amistosa, y encantadora, que un buen matrimonio".
Quienes tenemos posiciones valóricas cristianas creemos firmemente que el matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer, así como defendemos que la vida comienza con la concepción y rechazamos conceptos como "identidad de género" y "autonomía progresiva" de la voluntad en los menores.
Desde que fui elegido parlamentario, el año 1993, he mantenido la misma conducta, la misma posición, y es la que sostendré en este Senado en temas como el matrimonio de personas del mismo sexo. La conciencia, los valores, la coherencia y la consecuencia son los motores de mi actuación.
Con tolerancia, con respeto al otro, a sus características y a su historia, a sus valores y creencias. Con la tolerancia que la Izquierda no tiene con nosotros, porque por manifestar nuestras diferencias se nos cataloga de homofóbicos o agentes de la intolerancia religiosa. Cierta Izquierda tiene la peligrosa tendencia a conductas totalitarias de absoluta intolerancia con el que piensa distinto.
Respecto del proyecto, se esgrime como argumento que el matrimonio entre personas del mismo sexo sería un derecho humano.
Sobre el particular, hay un pronunciamiento del año 2002 del Comité Internacional de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que sostiene: "la norma del artículo 23 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos que reconoce el derecho de los hombres y las mujeres a contraer matrimonio, se refiere únicamente a la visión tradicional del matrimonio y no es posible extenderla más allá de esa interpretación".
Para los que siempre miran hacia Europa como parámetro, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha manifestado desde el año 2010 que los Estados no tienen la obligación, fundada en la garantía de la igualdad ante la ley, de incluir el matrimonio entre personas del mismo sexo en sus respectivas legislaciones.
También se argumenta para justificar la incorporación del matrimonio igualitario en nuestra legislación que existiría una garantía de igualdad presuntamente afectada; sin embargo, la igualdad solo se puede dar entre dos que estén en la misma condición, no entre diferentes.
Otro argumento recurrente es que muchos países lo han aprobado. Efectivamente, en América hay varios que por diversas vías, ya sea legislativa, judicial o constitucional lo han aprobado; pero en el mundo menos del 10 por ciento de los Estados lo han reconocido, por lo que tal argumento solo es una falacia ad populum.
Incluso, del artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que aborda el matrimonio, y del artículo 23 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos sobre igual materia se desprende que, en términos jurídicos, las obligaciones estatales terminan con la protección del acceso al matrimonio desde una perspectiva tradicional.
Lo fundamental es que nosotros creemos que el matrimonio solo debe ser entre un hombre y una mujer. Los que creemos en el matrimonio heterosexual consideramos a la institución del matrimonio como el espacio natural para la generación y el cuidado de la vida; ese es su fin esencial, así como el cuidarse, protegerse y amarse uno al otro por el resto de la vida terrenal...
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Señor Senador, estamos en votación.
Son cinco minutos para intervenir.
El señor MOREIRA.- Señor Presidente, ¡yo exijo mis diez minutos!
¡Al Senador Quintana se los dio!
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Estoy yo presidiendo, y la Secretaría indica que son cinco minutos.
El señor MOREIRA.- Es en general, y no es justificación del voto.
Hemos dado todas las facilidades, señor Presidente, para el buen desarrollo de la discusión.
La señora RINCÓN.- Señor Presidente, dele más tiempo.
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Señor Senador, no hay inconveniente para que usted intervenga por diez minutos. Pero le quiero señalar que, reglamentariamente, al abrirse la votación, se puede intervenir por cinco minutos.
Si usted quiere hablar diez minutos, está bien, no hay problema.
Tiene cinco minutos más.
El señor MOREIRA.- Es lo que habíamos conversado con el Presidente titular.
Continuando con mi intervención, la naturaleza del matrimonio es tal que el origen de la expresión se halla en el latín, y significa "protección a la madre". Ampliar su uso es desnaturalizarlo para aplicarlo a casos que no corresponden.
Señor Presidente, con la humildad que nos da ser hijos imperfectos de Dios, y por ello reconocernos falibles, sostenemos que el matrimonio, por esencia e historia, fue, es y debe ser exclusivamente un pacto entre un hombre y una mujer. La moderación, la tolerancia y la justicia rigen el corazón y desarman el descontento.
Si la Oposición, la Izquierda y alguien más quiere votar a favor de este proyecto, ¡que lo haga, está en su derecho!, y democráticamente respetamos su postura. Pero, asimismo, exijo respeto por nuestra visión, la de miles de personas, de millones de chilenos que piensan que el matrimonio no es un contrato más, sino una institución única y fundamental, que por su naturaleza se debe preservar como el vínculo entre un hombre y una mujer.
Si ustedes quieren cambiar el rumbo y nosotros no estamos de acuerdo en la dirección que proponen, tenemos el derecho y el deber de expresar la diferencia y buscar evitar lo que consideramos un error.
No es parte de un hecho mediático, pero si tienen mayoría, pueden cambiar la Constitución. Pero nunca, ¡nunca jamás!, podrán alterar lo que es importante para el mundo cristiano: la Biblia. Quienes somos parte de ese mundo tenemos la obligación de ser consecuentes y de actuar con convicción. ¡Eso es lo que estamos haciendo!
Aquí se habla de igualdad, de dignidad. Pero ello es solamente para un sector, dados los bajos niveles de tolerancia que suelen expresarse, aunque afortunadamente hoy no se han dado, porque precisamente hemos otorgado todas las facilidades a la Mesa para discutir este proyecto. Si yo hace unos minutos hubiese querido colocar alguna cortapisa a este debate, habría bastado con pedir segunda discusión, con no autorizar -sí lo permitieron nuestras bancadas- la votación en general.
Por lo tanto, si este Hemiciclo y este Congreso aprueba el matrimonio igualitario, es la democracia; tenemos que respetarla. Pero las convicciones no pasan por un voto más o un voto menos, o por lo que pueda hacer una mayoría circunstancial.
Hoy día es un miércoles negro. Hoy día quien pierde es nuestra sociedad, a la cual tenemos que fortalecer con valores y principios. Hoy día pierde el alma, el espíritu de una parte importante de la sociedad.
Nosotros vamos a seguir defendiendo esos principios y valores con fuerza y con dignidad.
Por eso, señor Presidente, voto que no.
--(Manifestaciones en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Por favor, les pido a las tribunas abstenerse de efectuar manifestaciones a favor o en contra. Hay que respetar cada una de las intervenciones.
Tiene la palabra la Senadora Isabel Allende.


La señora ALLENDE.- Señor Presidente, pienso que el amor, el afecto, la familia no tienen género, raza, religión ni sexo. Por eso los legisladores debemos hacer un trabajo para reconocer los distintos tipos de familia. Por lo mismo, es fundamental que la legislación chilena establezca -espero que lo podamos hacer esta tarde- el matrimonio igualitario, ya que las familias homoparentales son una realidad.
Tenemos que terminar con todo tipo de exclusión contra las personas homosexuales, quienes, en un 64 por ciento, han afirmado haber sufrido algún tipo de discriminación.
Ello, a mi juicio, ya no es solo un imperativo ético, sino nuestro deber como Estado.
En la actualidad, además, hay una obligación internacional para empujar y reconocer las relaciones homoafectivas, en virtud del Acuerdo de Solución Amistosa, que firmó el Movilh el 2017 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el marco de la demanda que presentó esta organización contra el Estado el 2012, por la discriminación de que era objeto la población LGTBI.
Como se ha dicho, ese compromiso llevó al Gobierno de la Presidenta Bachelet a presentar el proyecto que hoy discutimos. Luego, el Gobierno del Presidente Piñera desechó el referido Acuerdo al asumir, pero incluso la Contraloría ha indicado que es vinculante y legal.
Por eso, el Senado ha empujado este mensaje, y espero que esta tarde lo logremos aprobar.
No podemos negar los avances que en el último tiempo ha habido en materia de reconocimiento a la diversidad. El acuerdo de unión civil es un ejemplo, como también la Ley de Identidad de Género, que hace poco comenzó a tener aplicación.
Pero nos quedan temas pendientes, como el derecho a filiación de hijos o hijas de parejas del mismo sexo, iniciativa respecto de la cual espero que pronto se dé una segunda votación en este Senado, para poder aprobarla.
A nivel internacional, desde el 2001, como lo expuso la Fundación Iguales, se ha avanzado en reconocimiento del matrimonio igualitario, siendo Holanda el país precursor. Actualmente, veinticuatro países del mundo lo han reconocido por vía legislativa y diez, por vía judicial. En América hay seis casos: Canadá, Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos y Colombia.
La Convención Americana de Derechos Humanos establece como un derecho esencial de la persona el matrimonio, principio que es replicado en nuestro matrimonio civil. Así, la Comisión Interamericana emitió una opinión frente a la consulta de Costa Rica: "es necesario que los Estados garanticen el acceso a todas las figuras ya existentes en los ordenamientos jurídicos internos, incluyendo el derecho al matrimonio, sin discriminación".
Por eso, creemos que vamos a lograr algo muy importante esta tarde si somos capaces de superar los prejuicios; si somos capaces de entender que existe la diversidad; si somos capaces de dar dignidad al ser humano; si somos capaces de evitar la discriminación; si somos capaces de comprender que la familia chilena ha ido evolucionando acorde a la realidad y al contexto social que se ha desarrollado; si somos capaces de asumir que el matrimonio es un derecho humano, un derecho esencial inherente a la persona, por lo cual no existe justificación alguna para que haya discriminaciones.
Por lo mismo, tenemos la obligación de dar protección a quienes forman parte de la sociedad y de responder a sus necesidades en igualdad de condiciones, lo que solo podrá alcanzarse a través del matrimonio igualitario.
En consecuencia, señor Presidente, hoy día, más que nunca, tenemos que adecuar el lenguaje del matrimonio para parejas del mismo sexo. Por eso tenemos que hablar de "cónyuge", para recoger la realidad de los distintos tipos de vínculo.
A su vez, esperamos se les otorgue a estos matrimonios la posibilidad de adoptar niños o niñas, además de recoger la adopción por integración, que es cuando se adopta al hijo del cónyuge.
Asimismo, este proyecto aborda la reproducción asistida, materia que también se encuentra regulada en el proyecto sobre derechos filiativos, que está pendiente.
Señor Presidente, es muy importante que seamos capaces de dar este paso. Tenemos que garantizar acceso igualitario al matrimonio, de la misma manera como hoy día está contemplado para las parejas heterosexuales.
Creemos que vamos a mejorar como sociedad, como país, si somos más inclusivos; si entendemos este derecho humano; si somos capaces, como lo dije inicialmente, de asumir que el matrimonio, el afecto, la familia no tienen género, sexo, raza ni religión.
Por eso, señor Presidente, anuncio mi voto a favor.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora Ximena Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, la verdad es que hemos ido avanzando en nuestra legislación poco a poco en esta materia.
¿Por qué el Estado de Chile ha actuado de manera discriminatoria contra aquellas personas cuya orientación sexual se aparta de lo que algunos establecen como "normalidad"? ¿Por qué hemos sido tolerantes con los intolerantes?
¿Qué nos hace distintos ante la ley? Absolutamente nada.
Hoy es un día que puede marcar la historia de nuestro país, como ha sucedido en el pasado con el acuerdo de unión civil, con el reconocimiento de la igualdad de todos los hijos ante la ley, con el reconocimiento a los evangélicos y con una serie de normas en que hemos ido avanzando en igualdad y en libertad.
Hoy, señor Presidente, yo voto "apruebo".
Cuando hay amor, cariño, madurez y responsabilidad, no puede haber nadie, absolutamente nadie...
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Senadora, un segundo, por favor.
Pido silencio en la Sala para escuchar la intervención de la Senadora.
La señora RINCÓN.- Cuando hay amor, cariño, madurez y responsabilidad, no puede haber nadie que coarte la posibilidad de formalizar un lazo afectivo.
Nos podrán decir que, a partir de ello, nadie hoy prohíbe la existencia de relaciones del mismo sexo; pero, lamentablemente...
Les pido a mis colegas, en verdad, silencio para poder hablar. Si no, salgan afuera a conversar.
Decía que nos podrán decir que, a partir de ello, nadie hoy prohíbe la existencia de relaciones del mismo sexo; pero, lamentablemente, señor Presidente, y dado nuestro ordenamiento jurídico, debemos dejar expreso que el matrimonio sí puede ser un contrato entre dos personas del mismo sexo.
En el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Atala Riffo versus Chile, se establece lo siguiente: "La noción de igualdad se desprende directamente de la unidad de naturaleza del género humano y es inseparable de la dignidad esencial de la persona". Frente a ello, continúa el fallo, "es incompatible toda situación que, por considerar superior a un determinado grupo, conduzca a tratarlo con privilegio; o que, a la inversa, por considerarlo inferior, lo trate con hostilidad o de cualquier forma lo discrimine del goce de derechos".
En una sociedad democrática, señor Presidente, es inaceptable que existan instituciones a las que no puedan acceder ciertas personas en razón de su orientación sexual; más aún, cuando se reconoce en el artículo 2º de la ley Nº 19.947, que establece Nueva Ley de Matrimonio Civil, que la facultad de contraer matrimonio es un derecho esencial inherente a la persona humana.
Diversos estudios nos muestran que el matrimonio igualitario concita un apoyo ciudadano considerable:
-La Encuesta Bicentenario de la Universidad Católica del año 2018 señala que 51 por ciento de los encuestados aprueba dicho vínculo y solo un 31 por ciento lo rechaza.
-La encuesta Cadem-Plaza Pública indica que 65 por ciento aprueba y 52 por ciento apoya la adopción en familias homoparentales.
-La encuesta CEP arroja un 40 por ciento de respaldo y 38 por ciento de rechazo.
-Criteria Research y Laboratorio Constitucional de la Universidad Diego Portales compararon los resultados de la ciudadanía con las pretensiones de las y los parlamentarios. El matrimonio igualitario fue la iniciativa de mayor coincidencia entre ambos sectores encuestados: es respaldada por el 66 por ciento de la ciudadanía y por el 65 por ciento de las y los parlamentarios.
Señor Presidente, el presente proyecto, que es importante y que -insisto- marcará un antes y un después, nos deja desafíos para el debate en particular: en materia de derechos filiativos -lo ha señalado la Senadora Isabel Allende, quien me antecedió en el uso de la palabra- respecto de ambas madres o padres, de los hijos ya existentes y de los que nacerán; en cuanto a las garantías de las parejas del mismo sexo para poder adoptar a menores, independientemente de la orientación sexual de la pareja, y en relación con las técnicas de reproducción asistida, asunto sobre el que hay una moción de la cual soy autora.
El debate de que somos iguales ante la ley no lo podemos sostener solo para aquellas situaciones donde tenemos interés creado; por tanto, debemos avanzar en pilares de igualdad en todos los ámbitos. Y en este caso en particular, no podemos invisibilizar y callar una discusión que hemos aguantado en el vacío durante tantos años.
Señor Presidente, creo que la sociedad nos exige que nos pronunciemos y que respaldemos la posibilidad de que todos y cada uno tengan efectivamente libertad e igualdad.
He dicho.
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador Ricardo Lagos Weber.


El señor LAGOS.- Señor Presidente, voy a apoyar este proyecto de ley con entusiasmo.
No creo ser el Senador que haya presentado más mociones en su trayectoria política, pero sí me pone muy contento que una iniciativa propia, en una materia tan importante, finalmente pueda ver la luz.
En agosto del 2010 presenté una moción sobre el particular junto a los Senadores Girardi, Navarro, Fulvio Rossi y la Senadora Isabel Allende. Han pasado más de nueve años, y espero que con el transcurso del tiempo la sociedad chilena haya madurado -cuando digo "sociedad chilena" me refiero a quienes la representamos- y se pueda aprobar este proyecto de ley en general.
Sé que estamos ante un tema debatible, opinable, pero no es algo que se le imponga a nadie.
La definición de "matrimonio" del Código Civil de don Andrés Bello puede haber sido buena para su época: "Un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente".
Al menos dos conceptos en esa definición han quedado desfasados en el tiempo.
El primero es la exigencia de un hombre y una mujer para poder formar un proyecto de familia. En realidad, este se construye como uno lo estime pertinente, lo cual es el reflejo de la autonomía y voluntad de cada uno y, al mismo tiempo, del derecho fundamental a vivir la vida que uno quiere, sin ofender a nadie.
Lo otro es la expresión de que un matrimonio tenga el objetivo exclusivo de procrear.
Por lo demás, hay otras instituciones familiares que hemos ido modificando en el tiempo. Hizo referencia a ello el Presidente de la Comisión, don Felipe Harboe, y la Senadora Ximena Rincón, quien me antecedió en el uso de la palabra.
No es posible dejar de mencionar tantas y tantas modificaciones que se han realizado en esta materia, las cuales no necesariamente hablan de que la sociedad chilena era injusta. Eran las normas que nos dimos en su oportunidad. Algunas no nacieron como injustas, seguramente; pero con el tiempo devinieron en injustas.
Hablo, por ejemplo, de la norma que hacía de la mujer casada bajo sociedad conyugal una persona relativamente incapaz; de la que establecía un régimen patrimonial limitado y en perjuicio de la mujer casada; de la que discriminaba a los hijos no nacidos dentro del matrimonio, aunque fueran del mismo padre.
Esa era la sociedad chilena.
Y todo eso lo hemos ido cambiando, entendiendo que la familia la definimos nosotros. No está escrito cómo tiene que ser.
Otra cosa es que uno quiera seguir un determinado concepto de familia. Ahí seremos los primeros en defender esa opción, en el caso de aquellos que quieran asumir o seguir una confesión religiosa o ciertos valores.
Entonces, señor Presidente, al final del día, este proyecto restablece un mínimo de equilibrio para permitir que el afecto, el amor, el cariño y el compromiso puedan ser reconocidos dentro de una institución tan importante y antigua como el matrimonio, donde uno recibe afecto y protección, y se constituye en una instancia que ayuda, resguarda y reconoce una relación, con derechos y obligaciones.
Eso se persigue con la presente iniciativa.
Y lo digo así: con tranquilidad, sin sacar a colación inconsistencias del pasado o votaciones odiosas que han ocurrido en este Senado, no hoy día en esta Sala, sino en el pasado.
Sí debo señalar que hoy tenemos una tremenda oportunidad.
Ojalá que quienes no comparten esta visión como opción de vida no les cercenen a otros chilenos y chilenas la opción que prefieren para darse afecto, asumir compromisos, ser reconocidos institucionalmente en ese cariño y, por qué no decirlo, ser objeto de reconocimiento de derechos por parte del Estado de Chile.
Seguramente por los tiempos que estamos viviendo y por muchas otras consideraciones, en otra oportunidad habríamos tenido muchísima gente arriba en las tribunas para la aprobación de este proyecto en general.
Quiero reconocer a todos aquellos que se la han jugado por esta iniciativa: a los chilenos y las chilenas anónimas que han sufrido la discriminación y, en particular, a las organizaciones de derechos por la diversidad, como el Movilh, que aquí nos acompaña, Acción Gay y otros, con los cuales hemos trabajado por años.
Quiero decirles que la votación de hoy día -nos estamos pronunciamos por la idea de legislar y, seguramente, el proyecto va a recibir indicaciones- constituye un tremendo salto hacia delante.
Quiero agradecer la fuerza de aquellos que lo empujaron mucho antes que nosotros y de quienes nos van a acompañar con el sí. Y a aquellos que no comparten esta visión les pido la capacidad de entender que hay chilenos que piensan distinto, pero que también merecen ser tratados con respeto.
Muchas gracias.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora Carolina Goic.


La señora GOIC.- Señor Presidente, quiero justificar mi voto a favor de esta iniciativa.
Buscaba qué aportar al debate y encontré un texto de la filósofa Hannah Arendt titulado Reflexiones sobre Little Rock, que parte con la imagen de una niña negra que es perseguida y acosada por sus compañeros blancos y va protegida por un amigo blanco de su padre, a pesar de que la Corte Suprema en Estados Unidos ya había acabado con la segregación entre blancos y negros en las escuelas.
En el estudio ella hace una reflexión y se pregunta: por qué, pese a que está aprobado el que no exista segregación, se sigue produciendo tal fenómeno. Y eso era porque había sido impuesto.
Y llega a la conclusión de que el asunto no tiene que ver con lo que determina la Corte Suprema, sino con el matrimonio entre blancos y negros. Hasta ese momento, y mucho después en el Estado de Virginia, se consideraba que el matrimonio entre blancos y negros era inmoral y antinatural.
Entonces, si no se terminaba con esa exclusión, que además se sustentaba en justificaciones religiosas, difícilmente se iba a poder avanzar en la integración de esa niña negra con sus compañeros de otro color de piel.
Aquello es tan parecido a este debate. La filósofa Hannah Arendt escribió estas Reflexiones sobre Little Rock casi diez años antes del fallo de Virginia que reconoce la posibilidad del matrimonio entre una persona blanca y una persona negra.
Eso tiene que ver con reconocer los derechos de todas las personas; con reconocer el matrimonio como un derecho humano elemental, tal como lo es entrar a una sala de clases.
Hoy día acá, en el mismo Hemiciclo en que discutimos el proyecto de ley antidiscriminación y hablamos de tolerancia, de ver a la persona y garantizar sus derechos y sus libertades, yo digo: "¡Miremos también la historia!".
Yo no era parlamentaria cuando se debatió sobre la nueva ley de matrimonio civil, que estableció el divorcio; pero no tengo dudas de que si revisamos las actas respectivas, también constataremos la existencia de muchas expresiones tales como: "Aquí hay un Dios que esto no lo permite".
Se hace referencia a Dios, señor Presidente.
Yo que soy creyente, en quien creo es en un Dios de amor, uno que reconoce la capacidad de amar de las personas, que no nos discrimina en eso y que también nos pide tolerancia y respeto. La sociedad a la que avanzamos -entiendo que cuesta adaptarnos; sobre todo desde el mundo conservador es difícil asimilar cánones distintos- pone a las personas en igualdad.
Eso es lo que debe garantizar, además, nuestra Constitución. ¿Cómo voy a tener derecho a negarles a personas que se aman a cumplir con un rito, a cumplir con un contrato por su orientación sexual?
A mi juicio, hemos ido avanzando en una sociedad que reconoce la tolerancia. Asimismo, hemos ido avanzando en una legislación que garantiza el no ser discriminado por la orientación sexual.
Hemos ido aceptando aquello, y, además, con muy buen ánimo y en discusiones que nos conectan con la ciudadanía.
Por eso, creo que hoy día es tiempo de dar este paso; es decir, no solo concederles a las personas del mismo sexo la posibilidad de celebrar el acuerdo de unión civil, sino también la factibilidad de contraer matrimonio, y así terminar con una discriminación impuesta por formas culturales que me alegra que estemos en disposición de ir cambiando.
Ello tiene que ver con el amor; con el reconocimiento de la persona, y, también, con cómo nuestra legislación le abre paso a lo que se va generando en la sociedad. Es dejar atrás ataduras que muchas veces nos impiden proteger a la familia, esa de distinto tipo, que no es la estructurada sobre la base de un hombre y una mujer; de un papá, una mamá y niños.
Podemos dar tantos y tantos ejemplos al respecto.
A esa familia diversa, a esas personas que tienen derecho y que cuentan con igual dignidad quiero defender hoy día votando a favor de esta iniciativa.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- A continuación, tiene la palabra el Senador Felipe Harboe.


El señor HARBOE.- Señor Presidente, en verdad, da algo de vergüenza estar en el año 2020 e iniciar recién la tramitación de un proyecto de ley que termina con una discriminación legal que viene del año 1857.
En 1857 teníamos otra sociedad. Don Andrés Bello probablemente pensó en la institución del matrimonio constituida por un hombre y una mujer, porque el contexto era muy distinto: la iglesia y el Estado no estaban completamente separados; había una influencia muy fuerte de principios religiosos en nuestra legislación.
Estamos en el 2020; nos hallamos en una sociedad democrática. ¿Cuál es la razón para impedir que dos personas del mismo sexo puedan tener una relación de familia? ¿Por qué circunscribir el concepto de familia a un hombre y a una mujer?
Alguien dijo por ahí, en la Comisión de Constitución: "Oiga, lo que pasa es que el matrimonio tiene como uno de sus fines principales el procrear". ¡Ah! Entonces, eso quiere decir que no se pueden casar los adultos mayores, a quienes no les es factible procrear, o las personas infértiles.
¡Perdónenme: la familia es mucho más que la procreación! Tiene que ver con un concepto abstracto que a muchos se les impide reconocer: el amor, el cariño, la voluntad; el afecto de formar familia, de establecer un núcleo, de crear una trascendencia.
¿Por qué eso lo vamos a circunscribir solo a un hombre y a una mujer?
¿Quién le dio la potestad al Parlamento para prohibir que un grupo de personas, hombres o mujeres, puedan constituir una familia si pertenecen al mismo género?
Señor Presidente, hay aquí legisladores que han esgrimido razones religiosas para impedir aquello.
Al respecto, quiero recordar a un octogenario Primer Ministro francés, muy católico, promotor de la Ley de Divorcio y de la Ley de Aborto, que enfrentado al Papa, quien le señaló "Usted es un católico, no puede promover el aborto", le respondió: "Mire, las creencias son personales; las leyes son de todos y de todas".
Como legisladores, por muy legítimas que sean nuestras convicciones religiosas, no tenemos por qué imponerlas cuando prohíben. Cuando ellas orientan lo podemos hacer, porque tenemos una visión.
¿Qué es la ley sino la manifestación de una visión de sociedad con vocación de estabilidad en el tiempo? Eso es. Y cuando uno cuenta con una visión de sociedad, tiene una ideología, una creencia religiosa, que es legítimo plasmarla cuando orienta, pero no cuando prohíbe, pues, en este caso, se cercena la posibilidad de que alguien ejerza legítimamente un derecho. Y para mí formar una familia constituye un derecho de toda persona, indistintamente de su género.
Por eso, señor Presidente, en primer lugar, quiero pedirles disculpas a todas las organizaciones y a las personas naturales, chilenas y extranjeras, que lamentablemente han tenido que irse de Chile para contraer matrimonio porque este país les ha impedido celebrarlo acá.
Creo que es hora de enmendar tal discriminación.
Por eso voté a favor de esta iniciativa en la Comisión de Constitución. Promovimos su discusión, a pesar de que algunos legisladores y el Gobierno no querían este proyecto; lo sacamos adelante, pues estamos comprometidos con una visión liberal que reconoce a cada persona su derecho a formar familia, indistintamente de su género.
Señor Presidente, voto a favor del matrimonio igualitario, porque es un aumento y un reconocimiento de libertades; porque es entender y aceptar el derecho de cada persona a formar familia.
Espero que pronto podamos discutir esta iniciativa en particular.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador Felipe Kast.


El señor KAST.- Señor Presidente, sin lugar a dudas, hoy es un día especial, en que quedan atrás años de discriminación y marginación.
De verdad, y más allá de que siempre es legítimo pensar distinto, me cuesta entender los argumentos de quienes se oponen a un proyecto de ley que busca permitir que dos seres humanos se puedan amar y jurar compromiso, que quieran unirse y acompañarse de por vida.
Insisto: en esta tradición religiosa -y yo soy creyente-, que busca promover el amor al prójimo, me cuesta comprender que nos demos el derecho, desde el Estado, de impedir mayor fidelidad, mayor compromiso, mayor lealtad, sobre todo a partir de un instrumento civil, que no es religioso.
Por eso creo que hoy es un día especial. Y espero que de forma transversal demos un paso para dejar atrás estos años de discriminación y marginación.
Con mucho respeto a quienes piensan distinto, pasemos a revisar algunos de los argumentos que se dan para votar en contra de esta iniciativa.
Algunos dicen: "Esto destruye la familia".
Perdónenme, pero he pensado en qué parte se destruye la familia, cuando hoy en día casi nadie se quiere casar y vemos que lo que falta en nuestra sociedad es más compromiso, más familia, más amor.
Entonces, por más que me esmero en buscar en esa afirmación el vínculo entre matrimonio igualitario y destrucción de la familia, no lo encuentro. Y lo digo con mucho respeto a quienes piensan distinto.
Hay otros que señalan: "No; lo que pasa es que esto no es natural". Y eso también duele. El que a una persona le digan que no es natural su realidad porque es diferente, ¡pucha que duele! Por esto mismo es tan difícil no haber entendido a tiempo la importancia del respeto, y no solo eso, sino también la valorización de la diversidad.
Esa es la realidad que vive hoy día una persona homosexual que desea contraer matrimonio. Pero no es la única diversidad que tenemos en nuestra sociedad: somos un planeta, una sociedad, una humanidad llena de colores.
En consecuencia, que se diga con soberbia "esto no es natural" es algo que duele. Porque, además, es una falta de respeto contra la misma naturaleza. Si la naturaleza se da ese derecho y tiene la riqueza para generar diversidad, pero a la persona le dicen que lo suyo no es natural, me parece una acción tremendamente soberbia.
Por ello es tan importante que entendamos que esta no es una batalla entre conservadores, liberales, religiosos, ateos, agnósticos. Se trata de una normativa que hace algo mucho más fundamental: valorar y respetar el amor y, claramente, la diversidad.
En este punto el liberalismo no se pierde, pues considera que la verdad está en las personas y no en aquellos que buscan dictarla desde un púlpito afirmando: "Yo soy el único dueño de la verdad, y, por lo tanto, todos ustedes deben comportarse como yo digo".
Esto no significa decir que no hay valores. Por el contrario, creemos en valores básicos de la humanidad, como el compromiso, el amor y el respeto.
Por esa razón este es un día especial. Espero que este proyecto de ley cuente con un apoyo transversal, para que seamos un mejor país. Nos ha tomado tiempo dejar atrás muchas de nuestras trancas y entender de verdad que no podemos simplemente ser liberales en lo económico, como a algunos claramente nos gusta ser, sino que debemos serlo también en lo cultural y en lo social.
No se sostiene el que uno diga: "Sí, tengo libertad para emprender, para sacar adelante mi negocio, para mover a la sociedad desde el mundo económico, pero no cuento con la libertad de poder amar a quien deseo, de hacer familia y generar un compromiso con quien realmente amo".
Así que voto no solo con convicción, sino además con mucha alegría a favor del matrimonio igualitario.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora Luz Ebensperger.


La señora EBENSPERGER.- Señor Presidente, sin duda, esta es una materia relevante, en que ninguno de quienes nos hallamos acá va a convencer al otro.
Creo que todos, por distintas razones, cuentan con una opinión formada sobre el particular. Yo la tengo y dudo que me la vayan a cambiar, pues acá de repente se desprecia a la religión con estos fundamentos.
Soy católica practicante. Y, por cierto, el matrimonio, desde ese punto de vista, tiene cimientos importantes y naturales. Esos principios y valores que lo sustentan, por mucho que cambie una sociedad, no se van a modificar: son inmutables en el tiempo. Pero también considero que hay argumentos que no se hallan basados en la religión. Porque para tener valores y principios uno no necesita una religión, sino convicciones y pensar.
Acá se ha dicho, por ejemplo, que el amor, el afecto y la familia no tienen sexo. Eso es verdad, y nadie discute que puedan existir distintas formas de familia. Pero la institución del matrimonio sí ha de ser entre un hombre y una mujer. Y debe ser entre un hombre y una mujer porque tiene fines primarios y secundarios.
El fin primario es la procreación, la generación o regeneración de la humanidad.
Aquí hay algo que nunca podremos cambiar: la procreación es la unión del espermio y el óvulo, y aquello ocurre necesariamente entre un hombre y una mujer.
Si creemos que eso no es importante, sin duda estamos avanzando hacia el fin de la humanidad.
Se ha dicho también que hay una discriminación arbitraria, pues se le niega contraer matrimonio a dos personas del mismo sexo.
Esa afirmación tampoco es efectiva. Porque si la finalidad del matrimonio solo fuera el afecto, no tendríamos por qué estar hablando sobre el particular. ¿Por qué un Estado, un país tendría que dictar leyes para regular el afecto, el cariño, el amor entre las personas?
Señor Presidente, el fin del matrimonio -lo reitero una vez más- es la procreación. Y esa no discriminación arbitraria ha sido reconocida por nuestra Corte Suprema, por nuestro Tribunal Constitucional y también por la Corte Internacional de Derechos Humanos.
La Corte Suprema, por ejemplo, ha declarado que la actual definición de matrimonio "no puede estimarse que constituye una diferencia arbitraria o caprichosa, sino fundamentada en las diferencias entre varón y mujer, que la ley legítimamente ha considerado relevante" (CS, rol N° 12.635-2011).
Por su parte, el Tribunal Constitucional expresó el año 2014 que reconocer el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer "resulta coherente con las bases de la institucionalidad contenida en el capítulo I de la Carta Fundamental" (rol N° 2.681).
Y la Corte Europea de Derechos Humanos volvió a reiterar hace poco que no existe violación a los derechos a la no discriminación y a contraer matrimonio cuando un Estado opta por definir el matrimonio como históricamente se ha entendido (caso Chapin y Charpentier, mayo del 2016).
Finalmente, también deseo señalar otro argumento que se halla muy relacionado con lo que estoy planteando: la tan de moda paridad.
Todos los sectores políticos hemos sostenido que es importante la presencia del hombre y de la mujer en todos ámbitos de la sociedad, porque tenemos visiones distintas. En la medida en que confluyan hombres y mujeres y aporten las visiones y sensibilidades distintas que poseen, construiremos una mejor sociedad.
Y tienen razón en ello.
¿Pero por qué, entonces, aquellos defensores a ultranza de la paridad quieren negarles a los niños el derecho a tener un padre y una madre? ¿Por qué para un niño no es importante la paridad? ¿Por qué un niño puede tener dos padres o dos madres?
Ahí hay una respuesta que salta rápidamente: para esa formación necesitamos un padre y una madre; necesitamos que la sociedad y la humanidad sigan avanzando en el matrimonio entre un hombre y una mujer; necesitamos que el fin prioritario de aquel siga siendo la procreación.
Y vuelvo a decir: ello no significa desconocer naturalezas y realidades distintas; no significa dejar de reconocer que pueden existir otros tipos de familia. Pero el matrimonio, natural y jurídicamente, debe ser entre un hombre y una mujer.
Voto en contra de este proyecto.
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador Juan Pablo Letelier.


El señor LETELIER.- Señor Presidente, estimados colegas, yo soy de una generación en la cual nos enseñaron que el tema de género era más bien producto de los debates de la generación de mi madre. Se hablaba mucho de la lucha y las contradicciones de género y de los derechos de las mujeres.
En el tiempo se ha puesto sobre la mesa no solamente la contradicción de género y las discriminaciones que existen en nuestras sociedades, sino también lo que son las orientaciones que uno tiene o por las cuales opta y las decisiones que toman las personas para desarrollarse plenamente.
Es cierto, a mí me educaron en una lógica donde el concepto "matrimonio" -así nos decían- venía de "matriz", de "maternidad". Y se lo consideraba como un contrato entre un hombre y una mujer porque estaba definido etimológicamente así. Pero era evidente que estaba definido así porque quien redactó el Código Civil en su tiempo, Andrés Bello, vivía en otra época histórica, donde no se reconocían los derechos de las personas como se deben reconocer.
Yo recuerdo cuando hace unos años -no sé si estaba Rolando, del Movilh, u otros- hubo esta discusión.
Señor Presidente, por cierto, voy a votar a favor de este proyecto. Pero el debate lo voy a plantear en el siguiente sentido.
Yo entiendo a aquellos que, como un Senador de las bancas de enfrente, se oponen a este proyecto por razones religiosas. Es curioso. Él es de esa orientación religiosa por la que fue discriminado por la Iglesia católica; es del mundo religioso de aquellos que tiraban a la calle porque no se les permitía entrar a los cementerios católicos. Porque los evangélicos, que fueron tan perseguidos en este país, vinieron aquí, al Congreso, a pedirnos una ley de igualdad, de respeto a los diferentes credos religiosos. ¡Ellos vinieron acá! Yo no soy evangélico, pero por cierto que me pareció natural que los apoyáramos en una ley de igualdad de culto. Por tanto, me sorprende que sean ellos los que más hayan vociferado en contra de que otras personas ejerzan sus derechos.
Eso quiero dejarlo consignado.
Por otro lado, yo valoro la evolución -parcial- que ha tenido la Iglesia católica. Cuando al Papa Francisco se le abordó en un momento de debates sobre orientaciones sexuales, él dijo: "Mire, somos todos hijos de Dios, y Dios nos hizo a todos", planteando que no era legítima la discriminación. Quizás la Iglesia no ha evolucionado todo lo que uno quisiera, pero lo cierto es que la historia está del lado de quienes van a votar a favor de esta ley. Porque la evolución histórica va en la línea de reconocer los derechos de las personas.
Yo siempre he dicho que las leyes son más lentas que los cambios culturales. Por eso, en lo personal, no creo que esta ley tenga que ver con amarse, porque la gente se ama con o sin ley; que tenga que ver con constituir familia, porque la gente constituye familia con o sin ley. Esto tiene que ver con cómo la sociedad trata a las personas de forma igualitaria cuando firman un contrato, y no se les discrimina. Y si se ha planteado lo del matrimonio igualitario como un paso siguiente a la unión civil es porque se quiere que no haya más discriminación.
Valoro profundamente lo que se va a hacer hoy.
Invito a las colegas y los colegas de enfrente, que se resisten a este fenómeno, a solamente mirar el pasado y que se den cuenta de que están haciendo un esfuerzo inútil que va a ser derrotado por la historia, porque algo que la humanidad ha aprendido, en particular en este último siglo, es que los derechos de las personas, los derechos humanos más básicos y fundamentales son previos al Estado. Y el derecho al trato igualitario es previo al Estado, a pesar de que este quizás se demore en reconocerlo. Nosotros nos hemos demorado; otras sociedades se van a demorar aún más. Pero la historia va en este camino.
En ese sentido, yo quiero reconocer y valorar a todas las organizaciones que han estado empujando este proyecto, porque el Parlamento no es más que un instrumento de una demanda que ellos levantaron, de una lucha social y cultural que han desplegado.
Por eso, creo que hoy, al aprobar esta iniciativa, lo que hacemos es reconocer que hay derechos que son previos al Estado y que este debe decir cuándo es el momento en que tiene la madurez para valorarlos.
Hoy voto, con tremenda satisfacción, por una ley de igualdad.
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora Ximena Órdenes.


La señora ÓRDENES.- Señor Presidente, cuando hablamos de "género", yo diría que estamos hablando de una variable que ha estado en la base de múltiples discriminaciones a lo largo de la historia. Y no es casual que hayamos tenido que hacer algunas reformas o cambios en el derecho chileno en el ámbito de la familia.
La ley que terminó con la incapacidad relativa de la mujer casada en la sociedad conyugal quería poner fin a un tipo de discriminación. La ley que creó el régimen patrimonial en el matrimonio con participación en los gananciales tenía el mismo propósito, y por eso se reconoció la posibilidad de los cónyuges de compartir sus bienes en igualdad de condiciones y en mutua protección. La Ley de Filiación, de 1998, terminó con la discriminación entre hijos legítimos e hijos ilegítimos, como si la maternidad tuviera dos caras o dos espacios: uno que se reconocía y otro que abría nuevos pasos a la discriminación. Y la Ley de Divorcio estableció una de las formas de poner término al matrimonio.
Ciertamente, podemos tener visiones distintas, pero lo que no podemos permitir es que haya una legislación que imponga a otros algo que restringe sus libertades y no garantiza el principio de igualdad.
Creo que el proyecto de ley que estamos discutiendo hoy día, sobre matrimonio igualitario, es tremendamente relevante.
Hice una breve mención a estas leyes porque siempre que se discute este tipo de legislación aparecen temores, aparecen prejuicios y aparecen argumentos que lo único que hacen es pretender avalar que algunos grupos continúen en un espacio de discriminación, como ha sido históricamente.
Hoy día tenemos la oportunidad de cambiar eso, de reconocer la diversidad de las familias en Chile.
Yo espero que a futuro se abran también espacios para la adopción; pero hoy estamos discutiendo el matrimonio igualitario. Esto no es lo mismo que el pacto de unión civil, porque se quiere reconocer un derecho, se quiere reconocer que familia es familia, que amor es amor.
Y por eso voy a votar a favor de esta iniciativa.
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador Durana.
Pero antes solicito autorización para que el Senador Letelier me reemplace en la testera por un momento.
Acordado.
--Pasa a presidir la sesión, en calidad de Presidente accidental, el Senador señor Letelier.


El señor DURANA.- Señor Presidente, el matrimonio es una institución que se define en razón de sus propósitos, porque logra la subsistencia de la sociedad y su proyección, destacando nuevamente la importancia de la familia para la sociedad.
El matrimonium, en latín, tiene relación con el "oficio de ser madre", y, en términos simples, alude al contexto de protección en que debía desarrollarse la maternidad.
Es por ello que nuestro Código Civil, coherentemente con la naturaleza del término, estableció que el contrato de matrimonio tiene como elementos de su objeto "vivir juntos, auxiliarse mutuamente y procrear".
En el caso específico del matrimonio, el derecho no lo reconoce por motivos afectivos, sino que su regulación busca proteger y promover específicamente la complementación entre lo masculino y lo femenino, donde se aseguran la procreación y el recambio generacional, bienes que son fundamentales para el alcance del bien común.
Sin duda, hoy nuestra sociedad, y en consecuencia nuestro ordenamiento jurídico, han reconocido otras formas de convivencia entre una diversidad de parejas y es por ello que, independiente de mi opinión personal al respecto, en nuestra legislación se incorporó el acuerdo de unión civil para regular materias de convivencia y sucesorias, entre otras.
El matrimonio y el acuerdo de unión civil no son contratos civiles ordinarios como el de compraventa u otro. Son contratos que tienen particularidades especiales, puesto que dicen directa relación con la institución de la familia, la cual, independientemente de sus formas e integración, es el núcleo fundamental sobre el cual se construye nuestra sociedad.
Es por ello que no podemos pretender asimilar o integrar el concepto del matrimonio a otro tipo de relaciones de pareja, que gozan de reconocimiento y regulación por parte del Estado.
Si lo que se pretende es ampliar los efectos del acuerdo de unión civil, eso es lo que debemos discutir y acordar. Pero llamar "matrimonio" a lo que no es matrimonio es un despropósito ideológico y una incoherencia que no podemos incorporar a nuestra legislación.
Hoy nos encontramos discutiendo en general el presente proyecto de ley, el cual sin duda, en caso de ser aprobado, será objeto de indicaciones como, por ejemplo, la que propone el artículo 102 del Código Civil y que pretende establecer que cuando "dos personas", independientemente de su sexo, celebren el contrato solemne del matrimonio deben tener por fin el procrear.
Por otra parte, el proyecto reconoce que la sociedad conyugal solo puede darse en los matrimonios que sean celebrados entre un hombre y una mujer, excluyéndose a parejas del mismo sexo, independientemente de si estos han sido celebrados en Chile o en el extranjero.
Finalmente, se incorporan en esta iniciativa normas que buscan regular en el contrato matrimonial el derecho a la filiación en el contexto de parejas del mismo sexo, lo cual no estoy dispuesto a aprobar en los términos planteados.
Rechazo el presente proyecto de ley.
Gracias, señor Presidente.
El señor LETELIER (Presidente accidental).- Le ofrezco la palabra al Senador Alfonso de Urresti.


El señor DE URRESTI.- Señor Presidente, en primer lugar, saludo a las organizaciones que hoy día nos acompañan -Fundación Iguales, Movilh-, así como también a distintos dirigentes que han estado durante mucho tiempo bregando no solo por un principio de igualdad y de justicia, sino también -y me ha tocado conocerlos- por la defensa de derechos que durante largo tiempo han sido francamente pisoteados y desconocidos.
Hago esta introducción porque aquí lo que estamos haciendo es justicia, llegando a una etapa importante -no de término, porque hoy día nos encontramos votando solo la idea de legislar-, reconociendo una trayectoria de trabajo, de lucha, de muchos dolores.
He participado muchas veces con ustedes en distintas instancias y es estremecedor ver y oír testimonios de discriminación y de situaciones que en un país democrático, libre, que busca la igualdad de todos, no tendrían por qué producirse.
Parto haciendo ese reconocimiento.
Durante mucho tiempo nuestra sociedad se ha negado a legislar, a mirar y enfrentar distintas circunstancias que debieran ir adecuando nuestra legislación.
Se recordaban desde los orígenes del Código Civil, desde la promulgación de la Ley de Matrimonio Civil situaciones que significaron una tremenda lucha. Y esas discusiones, si uno revisa las actas respectivas, también se daban a propósito del matrimonio civil.
Aquí había una sacrosanta institución llamada "Iglesia católica", que es referida por muchos, que le impedía a aquel que no profesara esa religión suscribir un matrimonio. Eso se le negaba, se le impedía. Y ahí no se trataba de la orientación sexual, sino simplemente de la opción religiosa.
Hacíamos la referencia -y alguien lo consignaba con mucha profundidad- que países hoy día desarrollados, como Estados Unidos, impedían el matrimonio entre personas de distintas razas. No existía jurídicamente la posibilidad de contraer matrimonio entre negros y blancos. ¡Imposible! No se podía y constituía un delito.
Entonces, creo que en la vida uno tiene que entender la evolución de la sociedad, ver a su alrededor, respetar y ser tolerante.
Aquí nadie está imponiendo un estilo de vida, una forma.
Esto es lo mismo que discutíamos a propósito del divorcio, cuando decían: "Con esto se va a destruir la familia". ¡Por el divorcio! El que quiera divorciarse podrá disponer de esa facultad; el que no quiera, simplemente no recurrirá a ella.
¿Y por qué vamos a restar igualdad de derechos a personas del mismo sexo que quieran contraer matrimonio? ¿Cuál es la razón? ¿Cuál es la justificación jurídica, de igualdad que permita hacer esa discriminación?
Y los mismos conservadores de siempre que hace cien, ciento veinte años decían que solo los católicos podían contraer la institución del matrimonio, son los que hoy día, repitiendo de generación en generación ese conservadurismo y esa visión cerril de la vida, sostienen que el matrimonio igualitario no es aceptable, que va contra natura y contra distintos aspectos.
Pienso que hay que abrirse a nuevas discusiones; hay que darles derechos a hombres y mujeres para que puedan unirse en este contrato, llamado "matrimonio", con quien deseen. Si la pareja es del mismo o distinto sexo, eso lo definirán el amor, el cariño, la voluntad de querer hacer familia y de estar con un ser querido, con la persona que se ama y con quien se desea formar una familia y tener un espacio para compartir.
El acuerdo de unión civil avanzó bastante, porque permitió entender y demostrar el desamparo de aquellas parejas que, fallecido uno de los convivientes, quedaban prácticamente en la calle, dado que no existía capacidad sucesoria alguna ni tampoco la posibilidad de adquirir bienes en común.
Y yo valoro que en esa materia se abrieron los sectores conservadores, muy representados en las bancas de enfrente.
Pero es difícil. Hay que seguir bregando.
Creo que hoy día la sociedad va a determinar democráticamente quiénes están por un cambio, por reconocer libertades, derechos a cualquier hombre o mujer que quiera ordenar su vida como a él o ella le parezca, y unirse a través del matrimonio -recordemos que es un contrato establecido en nuestro Código Civil hace ya más de cien años- de la forma que lo desee, sin que el Estado, ni la Iglesia tampoco, se estén metiendo en sus decisiones.
¡Vaya que la Iglesia católica durante largo tiempo se estuvo entrometiendo y determinando lo que era bueno, lo que era malo, lo que era pecado, lo que no era pecado!
Y hemos visto las consecuencias.
En resumen, señor Presidente, aprobaré esta iniciativa, porque creo que hace un país más justo, más igual y le permite a cualquier hombre y a cualquier mujer, que ama y que quiere, suscribir el contrato matrimonial para vivir juntos y tener una vida en común con quien él o ella elija.
Voto a favor y reitero mi compromiso, como Presidente de la Comisión de Constitución a partir de marzo, de tramitar en particular este proyecto hasta que se convierta en ley de la república.
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador señor Coloma.


El señor COLOMA.- Señor Presidente, cuando se afirma que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer no se está indicando un posible significado de matrimonio, sino el significado que le es propio.
"Matrimonio" es justamente la palabra que por milenios ha significado la unión estable, comprometida, abierta a la procreación -no necesariamente, si eso es imposible- y base de la familia.
Lo voy a plantear al revés, gráficamente: ¿qué pasa cuando un hombre y una mujer buscan actuar, en la medida de lo posible, indisolublemente, con el fin de procrear y vivir juntos? Eso se llama "matrimonio".
Y yo vengo aquí a defender esa exacta dimensión de lo que significa la palabra "matrimonio". Vengo a ratificar mi posición de defensa del matrimonio en su concepción natural, es decir, la unión legal, protegida de un hombre y una mujer para la procreación, la ayuda mutua, la formación de los hijos dentro de la sociedad. Abierto a eso, no es obligatorio.
Y es un deber del Estado cuidarlo y protegerlo, porque de alguna manera también es la base de una sociedad.
Dicen que los tiempos cambian. No sé si todos los cambios son positivos. Yo a ratos veo la sociedad y no sé si es más feliz; no sé si es más igualitaria; no sé si de alguna manera, a través del vértigo de hacer todo distinto, se considera que esa sociedad es en algo mejor. Y creo que cuando uno empieza a desnaturalizar las instituciones y a llamar a una cosa como otra, o a otra como una, lo que va perdiéndose son justamente los principios, que son los grandes faros que siempre deben alumbrar a los países en momentos buenos, malos, tumultuosos, tormentosos, felices.
Eso es lo que yo siento que hoy día se debilita notablemente.
Esto no es contra alguien. Nosotros fuimos parte de una larga discusión acerca del acuerdo de unión civil. Y yo planteé en ese debate lo importante que era, en el evento de aprobarse -y justamente se aprobó-, que estuviera concentrado en parejas homosexuales, porque me parecía que era una buena forma de hacer carne un sentimiento que, si bien yo no comparto, es perfectamente legítimo, por lo que no lo combato. Pero pasar de ahí a decir que, en función de eso, las cosas ya dejan de ser lo que son y pasan a explicarse o a tener significados distintos no es menor, porque eso genera una forma de ver la sociedad también cambiante y distinta.
Y cuando se habla de matrimonio igualitario, la primera pregunta que me hago es por qué se le pone ese nombre. ¿Por qué no se hace referencia a permitir el matrimonio homosexual? Probablemente -estuve mirando la legislación comparada de distintos países-, puede ser más amable el término "igualitario", pero no es más correcto. Y a veces las cosas, sin atacar a nadie, hay que plantearlas en su exacta dimensión.
Cuando hablan de igualitario me surgen también otras dudas. Este es un debate que se dio, particularmente en Brasil, donde se acaba de generar un escenario al respecto, en el sentido de que igual pueden ser dos, tres, cuatro -yo lo he visto- personas que no tienen una relación unívoca y que pueden sentirse más de una familia, pero no tienen por qué ser una pareja.
Entonces, en la búsqueda de acomodar sentimientos legítimos que uno pueda tener -yo no combato a nadie-, creo que se altera el sentido exacto de las instituciones. Y eso, a mi juicio, debilita el sentido de una sociedad.
Adicionalmente, en particular con relación a los hijos, aquí se plantea el hecho de que deja de existir un padre y una madre: puede haber unos padres o unas madres. Por tanto, lo que se está haciendo es reemplazar la biología por la psicología. Puede que algunos digan que los tiempos modernos son estos. A mí me sigue inspirando también la biología. Y no sé por qué la psicología tiene que prescindir de ella.
Señor Presidente, me hubiera gustado que a este debate se le destinara mucho más tiempo. Me sorprende que al final hayamos terminado con estos cinco minutos, como acelerados, para el proyecto probablemente más importante que tendremos que debatir.
Yo, de verdad, y con respeto a todos, defiendo el sentido del matrimonio; defiendo el sentido institucional. Las instituciones tienen alguna explicación, no son entidades a las que uno puede o no aspirar; aquí se plantea como que todos tuviéramos derecho a todo. Yo soy abogado, estudié el Código Civil, y puedo señalar que hay instituciones que tienen su naturaleza, su momento y su sentido, y por eso se arman desde una perspectiva institucional.
Entonces, cuando uno dice: "Es que aquí ahora esto que era así va a ser asá", no nos desentendamos de los efectos de cambiar "así" por "asá".
Eso es lo que pido.
Y en cuanto a esta suerte de euforia por decir que formamos parte de algo distinto, llamo a la reflexión. Aquí lo que estamos haciendo es terminar con una de las instituciones más importantes no de Chile, sino del mundo, y dándole un significado completamente distinto, que genera una relación de familia y con los hijos completamente diferente.
¿Eso asegura una mayor felicidad?
¿Tiene eso que ver con el amor?
No, señores.
El amor no se legisla. No hay norma que obligue a amarse o a no amarse. Si alguien cree que ese es el significado, se equivoca. Ese no es el sentido de la institución, sino generar condiciones de estabilidad, de respeto, de ayuda, y está obviamente inspirado también en una concepción familiar.
¿La única familia que existe es la matrimonial? ¡No!
¿Pero puede ser deseable aspirar, en la lógica del Estado, en la lógica de la especie, a buscar fórmulas de responsabilidades mutuas respecto de los hijos y entender que la biología es parte de nuestra sociedad? Yo creo que sí.
Por eso, frente a discursos medio eufóricos, como si aquí hubiéramos roto cadenas, ¡cuidado! Aquí no estamos rompiendo cadenas. Aquí estamos entrando a otro escenario, que a mí no me garantiza que dé ni mayor felicidad, ni mayor seguridad, ni mayor estabilidad.
Por lo expuesto, con convicción, con serenidad, pero con firmeza, voto en contra de este proyecto, porque atenta, a mi juicio, contra un elemento central de la sociedad y de la familia.
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador Rabindranath Quinteros.


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, hemos asistido a un debate en que algunos han utilizado aspectos filosóficos y otros, aspectos religiosos.
La verdad es que yo voy a usar el principio de la dignidad, porque las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos.
De la dignidad esencial de toda persona se desprende la igualdad ante la ley y, en consecuencia, es deber del Estado no discriminar.
Esto, que es muy evidente en muchos derechos, no lo ha sido para reconocer el derecho de toda persona a formar familia en sus diversas concepciones.
La Constitución protege a la familia, núcleo de la sociedad, pero no a una determinada institución que, por su esencia, evoluciona junto con la cultura y la misma sociedad.
Nuestro ordenamiento falla si no reconoce las diferentes formas de familia. Ello significa que las instituciones se ponen por encima de las personas.
En la actualidad, la única manera de compatibilizar la dignidad de toda persona y la protección de la familia como núcleo de la sociedad es precisamente reconociendo el derecho de toda persona a acceder a una forma de familia, constituida a partir del matrimonio, en igualdad de condiciones, eliminando la exclusión que afecta a las personas del mismo sexo.
La dignidad de todas las personas es el pilar de nuestro orden social.
No siempre centramos nuestra atención en esta calidad intrínseca del ser humano. Los derechos políticos y sociales a veces concentran el debate de la sociedad.
Pero hay instantes en que debemos volver a lo esencial, recordar lo que es fundamental, y en estos momentos la dignidad ocupa el lugar prioritario que siempre debiese tener.
Es el caso de estos tiempos, de estos últimos meses, en que la dignidad ha pasado a ser el centro de las preocupaciones de todos los chilenos.
No es casualidad, creo yo, que sea este el momento histórico en que ratifiquemos dicho valor, esta idea fundamental de la dignidad, y en este caso, votando a favor del derecho de todas las personas a contraer matrimonio.
He dicho.
El señor LETELIER (Presidente accidental).- Por último, tiene la palabra el Senador Álvaro Elizalde.


El señor ELIZALDE.- Señor Presidente, a veces nos preguntamos qué se entiende por progreso, desarrollo, o evolución. Si miramos en perspectiva lo que representa realmente la evolución humana, el progreso y el desarrollo, no tienen que ver con el avance de las tecnologías, que por cierto revisten importancia, sino con la forma en que nos relacionamos entre las personas y con el establecimiento de relaciones más simétricas, más igualitarias, sobre la base del reconocimiento a la dignidad y los derechos de todas y todos.
En ese contexto, la humanidad ha sido testigo, y también protagonista, de causas emblemáticas. En siglos pasados, por ejemplo, para erradicar la esclavitud. Hoy, muchos se preguntan cómo pudo haber personas en su tiempo que se oponían a erradicar, a prohibir la esclavitud. En la mente de una persona del siglo XXI resulta inconcebible una institución de esa naturaleza.
Lo que estamos votando hoy día tiene un rasgo similar. En muy poco tiempo más habrá quienes se preguntarán cómo hubo en Chile personas que se opusieron a que existiera el matrimonio igualitario.
Como Ministro de la Presidenta Bachelet me tocó encabezar una ley emblemática, que estableció el Acuerdo de Unión Civil, lo que fue un primer paso. Era la primera legislación que no discriminaba. Lo menciono porque había quienes planteaban que esta debía ser una institución solo para las parejas homosexuales. Y hubo quienes sostuvimos que era necesaria una institución para todo tipo de parejas, sin distingo entre unos y otros, precisamente como una señal de que en Chile debíamos erradicar toda forma de discriminación.
El matrimonio igualitario posee un sentido similar.
Se relaciona con cómo reconocemos la diversidad como el principal valor de nuestro país, y cómo avanzamos hacia una forma en que respetemos esa dignidad; no solo en que se tolera la diferencia, sino que se constituye en un elemento de respeto.
Sin lugar a dudas, este es un avance civilizatorio, fundamental, para construir una sociedad más humana, en que aprendamos a respetarnos de mejor forma entre unos y otros.
Y este paso no sería posible sin la lucha que durante décadas han dado precisamente los movimientos vinculados a la diversidad. Al principio, incomprendidos; al principio, sin contar con el apoyo explícito de ningún sector político, y que poco a poco han sido capaces de generar consciencia y un cambio cultural fundamental para establecer relaciones, insisto, de carácter más humano.
Por eso, yo quiero hacer un reconocimiento a los grupos que representan esa diversidad que hoy día nos acompañan. Su coraje y su valentía sin duda han sido admirables, y, sobre todo, su perseverancia para ir promoviendo este cambio cultural.
Hoy Chile da un pequeño paso, tal como se dio a fines de los noventa cuando se puso fin a la distinción entre los hijos concebidos dentro y fuera del matrimonio. Había quienes argumentaban que esa distinción tenía sentido, como si hubiera que responsabilizar a los niños por el acto de procreación del cual ellos no habían formado parte, al que no habían sido invitados, del cual no habían sido partícipes.
En este país se llegaba al absurdo de que un hijo concebido fuera del matrimonio no podía estudiar en la Escuela Militar, que lleva el nombre de un hijo natural: el General Libertador Bernardo O'Higgins.
Y después vino la Ley de Divorcio. También hubo quienes se opusieron. Senadores que en su condición de Diputados votaron en contra -¡lo que son las cosas de la vida...!- poco tiempo después contraían segundas nupcias. La vida les enseñó que su intolerancia no tenía sentido, y aprendieron de su propia experiencia luego de oponerse a legislar respecto del divorcio.
Pues bien, hoy damos un paso en ese mismo sentido.
Por eso, y lo digo con convicción, yo voto a favor, y estoy orgulloso de la señal que hoy día va a dar el Senado de la República a nuestro país.
Hay muchas tareas pendientes. Todavía somos víctimas de prejuicios. Tenemos que abrir nuestra mente y superar, sin duda, a través de cambios culturales, estos prejuicios de los cuales todos somos parte.
Pero el paso que hoy día damos es importante para construir una nueva forma de relacionarnos entre unos y otros.
Reitero la felicitación a los grupos que han encabezado esta causa y, sobre todo, quiero agradecerles lo que han hecho. Les agradezco los años de lucha en esta materia, porque han ayudado a que Chile cambie; han ayudado a que todos, todas, todes cambiemos. Por tanto, creo que merecen un reconocimiento ante la importante decisión que el Senado de la República está adoptando esta tarde.
Voto a favor del matrimonio igualitario.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Presidente accidental).- Tiene la palabra la señora Secretaria.
La señora SILVA (Secretaria General subrogante).- ¿Alguna señora Senadora o algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor LETELIER (Presidente accidental).- Terminada la votación.
--Se aprueba en general el proyecto (22 votos a favor, 16 en contra, 1 abstención y 1 pareo).
Votaron por la afirmativa las señoras Allende, Goic, Muñoz, Órdenes, Provoste y Rincón y los señores Araya, De Urresti, Elizalde, Guillier, Harboe, Huenchumilla, Insulza, Kast, Lagos, Latorre, Letelier, Montes, Navarro, Quintana, Quinteros y Soria.
Votaron por la negativa las señoras Aravena, Ebensperger, Van Rysselberghe y Von Baer y los señores Castro, Chahuán, Coloma, Durana, Galilea, García, García-Huidobro, Moreira, Ossandón, Pérez Varela, Pugh y Sandoval.
Se abstuvo el señor Prohens.
No votó, por estar pareado, el señor Allamand.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Presidente accidental).- En la próxima sesión se fijará el plazo para presentar indicaciones.