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LÍMITE A REELECCIÓN DE SENADORES, DIPUTADOS, CONSEJEROS REGIONALES, ALCALDES Y CONCEJALES


El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Proyecto de reforma constitucional, en segundo trámite constitucional, para limitar la reelección de las autoridades que se indica, con informe de la Comisión Especial encargada de conocer proyectos relativos a probidad y transparencia e informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento. La urgencia ha sido calificada de "suma".
--Los antecedentes sobre el proyecto (4.115-07, 4.499-07, 8.221-07, 7.888-07, 4.701-07 y 4.891-07, refundidos) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de reforma constitucional:
En segundo trámite, sesión 55ª, en 16 de octubre de 2012 (se da cuenta).
Informes de Comisión:
Especial encargada de conocer proyectos relativos a probidad y transparencia: sesión 19ª, en 19 de mayo de 2015.
Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento: sesión 65ª, en 5 de noviembre de 2019.
Discusión:
Sesiones 23ª, en 20 de mayo de 2015 (queda para segunda discusión en general); 24ª, en 2 de junio de 2015 (se solicita nuevo informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento); 67ª, en 11 de noviembre de 2019 (queda pendiente la discusión en general).
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor GUZMÁN (Secretario General).- Cabe recordar que este proyecto de reforma constitucional requiere para su aprobación tres quintos de los Senadores en ejercicio, esto es, 26 votos favorables.
Quedaron inscritos para hacer uso de la palabra los Senadores señores Elizalde, Quinteros, Araya, Coloma; Senadora señora Ebensperger; Senadores señores Letelier, Huenchumilla; Senadoras señoras Órdenes y Muñoz, y Senadores señores De Urresti e Insulza.
Es todo, señor Presidente.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Continúa la discusión general del proyecto.
Hago presente a la Sala que los Comités acordaron votar esto hoy. Si les parece, abriremos la votación y se continuará con las intervenciones, conservando los tiempos.
La señora RINCÓN.- Sí, abra la votación.
El señor COLOMA.- No, votemos después.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Bueno, no hay inconveniente. El Senador tiene todo el derecho a pedir que se vote después. Igualmente, estamos obligados a votar al final del Orden del Día, hayan o no hayan hablado todos.
La señora RINCÓN.- Señor Presidente, tengo una propuesta.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Senadora Rincón, tiene la palabra.
La señora RINCÓN.- Entiendo que el Senador Coloma está proponiendo que votemos al final.
¿La sesión a qué hora termina?
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- A las 14 horas.
La señora RINCÓN.- Entonces, pido que a las 13:45 se abra la votación.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- ¿Tendría inconveniente, Senador Coloma, en acceder a la solicitud de la Senadora Rincón? Es difícil negarse, ¿no es cierto?
El señor COLOMA.- Ni un problema; es razonable.
El señor MONTES.- Está bien.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Así lo acordamos.
Tiene la palabra el Senador señor Elizalde.


El señor ELIZALDE.- Señor Presidente, respecto de este proyecto quisiera plantear la importancia de que demos una señal como Corporación ante la sensación que tiene la ciudadanía, y que muchas veces es expresión de realidad, sobre los privilegios que tenemos los parlamentarios.
Yo tengo dudas conceptuales respecto del tema de la reelección -lo señalo con mucha claridad- por lo que se ha visto en los países en que se ha restringido. Pero creo que efectivamente se ha instalado en Chile, sobre todo por la situación de la dieta, esta percepción de que los parlamentarios, los políticos somos parte de un grupo privilegiado.
Por tanto, se desconoce el sentido fundamental de la política, que es una labor de servicio. A mi juicio, eso debiéramos recuperarlo, dando señales potentes en esta materia.
Por lo anterior -reitero-, teniendo dudas conceptuales, voy a votar a favor de esta iniciativa. Pero aquí hay que abordar un tema más de fondo, que dice relación con lo que está aconteciendo hoy en día en las calles, el descontento que se expresa ante situaciones de abusos y cómo el sistema político es capaz de dar respuestas.
Al respecto, varias reflexiones.
La primera, como Presidente del Partido Socialista quiero reiterar la solidaridad que hemos expresado públicamente ante los hechos de violencia de que han sido víctimas nuestros adversarios políticos
La semana pasada se atentó contra la sede de la UDI. Yo llamé a la Senadora Van Rysselberghe para expresarle nuestra solidaridad. Y junto a otros presidentes de partidos de Oposición manifestamos nuestro rechazo a ese hecho de violencia. Y, también, respecto del incendio -ya es el tercer atentado- de la sede del Senador Coloma.
El Senador Coloma es de mi circunscripción. Tenemos profundas diferencias; acostumbramos a votar en un sentido contrario; argumentamos en un sentido contrario, pero a mí me parece necesario dar una señal de que nada justifica la violencia y de que en democracia debemos saber respetarnos.
Es altamente probable que respecto de esta coyuntura incluso tengamos posturas radicalmente opuestas con las que ha expresado la Unión Demócrata Independiente. Nosotros creemos que aquí se ha producido una brecha entre la ciudadanía y el sistema político y que, por tanto, hay que dar una señal de apertura democrática que nos permita avanzar hacia una nueva Constitución en que los ciudadanos sean protagonistas. Por eso, hemos planteado en concreto el mecanismo de la asamblea constituyente. Pero nuestras diferencias no pueden significar, bajo ninguna circunstancia, que seamos ambiguos respecto de hechos de violencia que en el pasado llevaron a una polarización inaceptable en nuestro país, con las consecuencias dramáticas que todos conocemos.
Por eso, creo que en esto no es posible que uno tenga ambigüedades. Cuando se defienden principios, se defienden siempre.
Nosotros no creemos en la violencia como método de acción política. Creemos profundamente en la democracia y creemos profundamente en los derechos humanos. Por tanto, en esta materia no puede existir doble estándar.
Y reitero en esta sesión la solidaridad con nuestros adversarios políticos que han sido víctimas de hechos de violencia que son inaceptables. Sepan que el Partido Socialista en esta materia tiene una conducta y un compromiso indubitados. Y ese compromiso se expresa en declaraciones y en acciones que ratificamos, obviamente, en este Hemiciclo.
Ahora, es evidente que la brecha que existe entre la ciudadanía y el sistema político exige que este último esté a la altura de las demandas ciudadanas. Y por eso nosotros hemos expresado la importancia de, en primer lugar, impulsar una ambiciosa agenda antiabusos. Porque la verdad es que los chilenos se están movilizando ante el hastío, ante el malestar que generan las situaciones de abuso de que son víctimas permanentemente.
Creo que es importante que demos una señal clara al respecto y, en segundo lugar, que iniciemos una apertura democrática que nos permita avanzar hacia una Constitución de la que todos nos sintamos parte.
Nosotros lo decimos con mucha claridad: la actual Constitución, que fue impuesta en dictadura, que ha recibido reformas importantes -no las vamos a desmerecer-, sigue siendo una Constitución que da cuenta de una mirada del país. Una mirada legítima, pero que es solo la de un sector. Y las Constituciones, por ser normas fundamentales, deben ser expresión de amplios consensos y responder a la mirada compartida del país que tienen los distintos sectores políticos.
Bajo esta Constitución, nuestras ideas, las ideas al menos de la mitad de los chilenos -y diría que incluso de más de la mitad- son inconstitucionales. De ahí que consideremos que es una Norma Fundamental que no responde a lo que debe ser una Constitución.
Y el planteamiento que hemos hecho es que aquí no debe ser reemplazada una Constitución conservadora o de Derecha por una Constitución de Izquierda. Aquí lo que necesitamos es una Carta Fundamental de la que todos nos sintamos parte y en la que todos nos sintamos interpretados. Ese es el planteamiento que estamos formulando.
En efecto, la idea es que respecto del marco regulatorio que existe como Norma Fundamental, todos podamos señalar con orgullo el día de mañana: "Esta es mi Constitución, es nuestra Constitución, es la Constitución de Chile".
Y eso no acontece hoy día. Lamentablemente, no acontece.
Yo entiendo que haya temor de parte de los sectores conservadores ante los cambios que estamos impulsando. Pero lo decimos con toda claridad: aquí no se trata de reemplazar una Constitución de un signo por la Constitución de otro signo.
Y será el pueblo el que soberanamente decidirá, el día de mañana, la orientación que siga el país. Si elige a quienes son partidarios de un Estado subsidiario o de políticas neoliberales, podrán llevar adelante su programa porque cuentan con el mandato del pueblo. Pero si eligen a quienes creemos en un Estado social de derecho, debemos poder llevar adelante esas iniciativas sin que a priori se declare que nuestras ideas son inconstitucionales. Porque resulta inadmisible que en una democracia como la nuestra las ideas de un sector de la sociedad -reitero- a priori sean consideradas inconstitucionales. Eso no da cuenta del consenso que requiere una Norma Fundamental en esta materia.
Y respecto de la brecha que existe con la sociedad, con la ciudadanía, considero que es necesario dar señales. Nosotros tenemos como partido voluntad de diálogo y entendimiento, qué duda cabe. Pero se lo hemos dicho al Gobierno: si alguien cree que una foto de las máximas autoridades del país con los representantes de todos los partidos políticos va a ser suficiente para dar una señal a la ciudadanía sobre lo que está pasando, nosotros pensamos que no va a ser suficiente.
Aquí se tiene que dar una señal de cambio. Y esa señal de cambio implica una apertura democratizadora, un salto que nos permita contar con un nuevo pacto social y un nuevo pacto político donde efectivamente los ciudadanos, cualquiera sea su corriente de pensamiento, sientan que forman parte de una comunidad que se llama Chile y que, por tanto, entre todos debemos preservar la convivencia.
Por cierto, cuando rechazamos la violencia, estamos diciendo que aquellos que cometen delitos tienen que ser detenidos por la fuerza pública y responder ante la justicia. Pero no nos parece que sea una buena señal que se criminalice la protesta per se o, lo que es peor, que se repriman manifestaciones pacíficas.
Estamos viviendo momentos muy difíciles, que requieren que todos actuemos con altura de miras y también con un importante grado de generosidad.
Por eso, nosotros, como partido de Oposición, reiteramos nuestra disposición a dialogar todo lo que sea necesario para buscar una fórmula de salida, pero que esa fórmula de salida no solo sea suficiente para quienes estamos representados en este Hemiciclo, sino también para los ciudadanos que hoy día se expresan en las calles, para los ciudadanos que han manifestado su malestar, lamentablemente, ante las formas de abuso de que son permanentemente víctimas.
Porque no cabe duda de que cuando la pensión no alcanza para llegar a fin de mes, cuando la pensión no alcanza a garantizar que nuestros jubilados tengan un nivel mínimo de vida, eso genera malestar. Y un malestar profundo.
Yo he visto hoy cómo adultos y jóvenes se manifiestan, por ejemplo, con carteles que dicen: "Estoy aquí por mi padre, estoy aquí por mi abuelo, porque su pensión no alcanza para llegar a fin de mes".
Sin ir más lejos, el Presidente del principal partido del oficialismo señaló en un programa de televisión donde ambos participamos que su padre percibía una pensión de 180 y tantos mil pesos. Y que él entendía que por eso su hijo era parte de los que se estaban manifestando en las calles.
Pues bien, debemos acoger esa demanda con políticas responsables, no con populismo; con propuestas serias, que permitan dar solución a esta deuda social. Pero, sobre todo, con un sistema democrático que canalice las demandas y que les dé respuesta. Y que la gente sienta que cuando vota, su voto pesa y hace la diferencia; no como se siente hoy día, donde da lo mismo quien gane porque al final todo sigue igual y nada cambia de manera sustantiva.
Eso va a permitir, obviamente, mayores niveles de participación, va a incentivar la incorporación de los jóvenes a la actividad política y nos va a conducir a una democracia de mayor calidad.
Es un desafío que tenemos como sociedad. Y todos debemos contribuir de la misma forma a enfrentarlo, poniendo lo mejor de nosotros y, por cierto, actuando con todos los grados de generosidad necesarios, pero entendiendo que aquí hay una demanda mayor y nuestra deuda no es entre nosotros, sino con la sociedad que está afuera, la ciudadanía que siente que el sistema político no le está dando respuesta.
Y ante esa demanda tenemos que estar a la altura, dando una respuesta de fondo.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra la Senadora Luz Ebensperger, hasta por diez minutos.


La señora EBENSPERGER.- Señor Presidente, voy a votar a favor de esta reforma constitucional que limita la reelección de los Senadores, por una vez; de los Diputados, por dos períodos sucesivos; de los alcaldes, consejeros regionales y concejales, por dos veces consecutivas. Y lo voy a hacer como una señal, efectivamente, frente a lo que hoy pasa en nuestro país.
Sin embargo, creo que se trata de un tema absolutamente discutible.
Todas las autoridades a quienes hoy día se les pretende limitar la reelección son elegidas por el pueblo, por la ciudadanía. Y no permitirle a la gente seguir eligiendo a las autoridades que ellos quieren me parece a mí que es atentar contra la soberanía.
Dicho eso, y no estando, en el fondo, de acuerdo con la modificación propuesta, pero entendiendo que constituye una señal importante, votaré a favor. Sin embargo, creo que si vamos a avanzar en esta materia, me parece impresentable y un engaño para la ciudadanía lo que se establece en el artículo transitorio, que señala: "Para los efectos de los límites a la reelección (...) se considerará su actual período como el primero".
Si queremos dar una señal, demos una señal de verdad. No con letra chica, no tratando de avanzar pero sin hacerlo en definitiva.
Me preocupa ese artículo transitorio. Estimo que hay que reestudiarlo.
De la misma forma, me preocupa sobremanera la limitación de la reelección de los concejales, sobre todo en comunas rurales pequeñas, muy acotadas en habitantes, donde es muy difícil encontrar personas dispuestas a asumir esos cargos.
Respecto de lo que hoy día pasa en el país, y que señalara el Senador que me antecedió, todos hemos escuchado a esa gran cantidad de ciudadanos que están en las calles, que quieren que se conozcan sus carencias, sus dolores, que mejoremos su calidad de vida, pero también hemos escuchado a esa gran cantidad de personas, y probablemente muchas más en número, que están en sus casas asustadas con la violencia desmedida que ocurre en las calles.
Y esas personas, que hoy día nos piden a gritos restablecer el orden público y vivir en paz, disponen del mismo derecho a ser escuchadas que aquellas que se encuentran en la calle manifestándose.
En lo que no nos podemos equivocar es en repudiar la violencia. ¡No puede ser legitimada bajo ninguna circunstancia!
Estos días hemos visto cómo se quema y se destruye nuestro país. Las noticias y la televisión muestran lo que sucede en Santiago, Valparaíso, Concepción; pero eso no ocurre solo en estas ciudades, sino también en las más pequeñas, las cuales, precisamente por ser pequeñas, se destruyen inmediatamente en su totalidad.
Creo que Chile requiere con urgencia restablecer el orden público. Hecho eso, sin duda podremos avanzar en todas las demás reformas políticas y sociales que la ciudadanía exige, dándoles prioridad, por cierto, a las políticas sociales.
Modificar hoy día la Constitución no les mejorará el sueldo a las personas; no les ayudará a tener una mejor pensión; no les ayudará a tener una mejor salud. No digo que no sean necesarias las modificaciones políticas. Lo son, y estamos dispuestos a conversarlas dentro de un margen de institucionalidad.
Y a aquellos de las bancadas del frente que nos quieren sacar a la pizarra como si fuéramos los principales responsables, les recuerdo, aunque les duela, que esto no es responsabilidad solamente de este Gobierno o de este Congreso, sino de todos los gobiernos anteriores y de todos los parlamentarios que han pasado por acá.
Ustedes, que hoy exigen y ponen condiciones para dialogar, gobernaron veinticuatro años. Y sé que les duele que uno les diga eso, pero es la verdad; es la historia. Chile no comenzó hace de dos años.
Por lo tanto, el llamado es a entender la historia de nuestro país, a asumir nuestras responsabilidades y a actuar en consecuencia con lo que la gente quiere y necesita. Y la gente quiere y necesita que seamos responsables, que restablezcamos con urgencia el orden público y que avancemos en buscar las soluciones a sus necesidades: que reciban pensiones dignas; que tengan una mejor salud; que nadie muera porque no fue atendido; que los remedios tengan un precio razonable, en fin; que los adultos mayores sean protegidos por una política pública coherente y que vivan los años que les quedan de manera digna, porque el país hoy día es lo que es, gracias al trabajo que hicieron ellos por muchos años.
Y avancemos también -vuelvo a decirlo- en las modificaciones políticas que se requieren, pero siempre en un ambiente de orden público y dentro de la legislación e institucionalidad vigentes.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador Rabindranath Quinteros.


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, la sesión que estamos realizando grafica muy bien la tragedia de este país.
Estamos discutiendo poner límite a la reelección de las autoridades con un problema diagnosticado una y otra vez durante años. Conocemos sobradamente la opinión de la gente y, sin embargo, estamos llegando tarde.
A estas alturas, ¿alguien valorará este avance?
Es la expresión nítida de lo que ocurre en Chile.
Las tensiones sociales se han acumulado hace años y hace cuatro semanas se han tomado las calles, sumiendo al país en la mayor crisis de los últimos treinta años. Pero no bastan las millones de personas reclamando sus demandas.
Adicionalmente, el orden público está sobrepasado por las expresiones de violencia aguda y delincuencia pura y simple a niveles nunca vistos. Y, sin embargo, escuchando anoche las palabras del Presidente de la República, siento que una vez más llegaremos tarde.
Pero, en este caso, la responsabilidad es exclusiva del Presidente de la República. De él depende destrabar este conflicto que está desgarrando al país; de él depende tomar decisiones para llegar a un acuerdo concreto y sin ambigüedades para una salida política entre todos los sectores. Pero lo más importante, de él depende enviar una señal clara a la ciudadanía respecto de que efectivamente se ha escuchado su voz y se cambiará el rumbo, posibilitando que se imponga el camino de la paz.
Algunos colegas, con mucha buena disposición, tratan de leer entre líneas para encontrar voluntad para el acuerdo en las palabras o en el silencio del Presidente.
¡Pero la ciudadanía es la que necesita un mensaje claro! Es la gente la que no encuentra respuesta, la que no ve una salida y se debate entre la angustia de que las cosas no cambiarán, mientras que la violencia y el descontrol seguirán aumentando.
Señor Presidente, estamos debatiendo una reforma constitucional que necesita de un alto quorum para ser aprobada. Se nos ha achacado acá que gobernamos durante muchos años y no hicimos los cambios necesarios. ¡Y precisamente no se hicieron por los altos quorum que nunca logramos!
No es fácil alcanzar un quorum elevado. Confío en que hoy día lo lograremos. Sin embargo, ante la gravedad de la crisis que vivimos, esta reforma parece casi intrascendente.
El proyecto tomó casi seis años en la Cámara de Diputados para ser aprobado y lleva siete más en este Senado. En el intertanto, varias autoridades han sido una vez más reelegidas en sus cargos. Y seamos francos, si hoy no estuviésemos en la situación de cuestionamiento y crisis en que nos encontramos, probablemente este proyecto seguiría congelado.
Podría mantener íntegramente mi intervención de hace cuatro años, la primera vez que debatimos esta iniciativa en general. En aquella oportunidad señalé que la limitación de la reelección permitía prevenir focos de caudillismo que, lamentablemente, están instalados en todas las regiones y en todos los partidos, incluidos mi región y mi partido.
Tal vez lo único que tendría que cambiar es que en aquella oportunidad me referí a la necesidad de hacernos cargo de la "crisis de confianza ciudadana en el sistema político". Hoy esa crisis es general, política y social, la más grave que hemos vivido en los últimos treinta años.
Por cierto, no habríamos desactivado este estallido si hubiésemos aprobado este proyecto en su tiempo.
Pero esta crisis, que tiene múltiples responsables, es el resultado de una sumatoria de muchos errores, de muchas omisiones, en los planos político, económico, ambiental y social. Y este es uno de ellos.
El elemento común que exhiben todas estas fallas es que, al momento de tomar las decisiones políticas, económicas, ambientales o sociales, muchas veces no se ha considerado la voluntad de la mayoría, y hace mucho tiempo que esa mayoría es partidaria de poner límites a la reelección.
En la actualidad,...
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Les pido silencio a los señores Senadores, por favor.
El señor QUINTEROS.- Que me deje terminar el Presidente de mi partido.
En la actualidad, no hay explicación que justifique este desfase de las instituciones con el sentir ciudadano.
Los altos quorum que establece la Constitución, que supuestamente aseguraban la estabilidad del país, al transformarse en un tapón para los cambios, han sumido a Chile en la inestabilidad.
Este proyecto requiere para su aprobación tres quintos de este Senado. Confío en que contaremos con esos 26 votos para resolver este aspecto puntual.
Pero esta no es una solución definitiva ni mucho menos. Esa solución de fondo para devolverle la legitimidad al sistema político la hará un plebiscito y una nueva Constitución. Para ello se requieren dos tercios: 29 votos. Espero que no nos demoremos otros cuatro años, ni siquiera cuatro meses o cuatro días, para llegar a un acuerdo. La situación del país demanda reaccionar con responsabilidad y con urgencia.
He dicho, señor Presidente.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Les voy a pedir a los colegas que tratemos de no interrumpir a quienes están haciendo uso de la palabra.
El señor PÉREZ VARELA.- ¡Sobre todo si son del mismo partido...!
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador Juan Antonio Coloma.
¡Espero que la Presidenta de su partido lo respalde y lo deje hablar tranquilo, Senador...!


El señor COLOMA.- Nuestro partido es muy respetuoso, señor Presidente.
Quizá por la experiencia que tengo, la misma que esta reforma trata de impedir -a mi juicio, equivocadamente-, no voy a caer en la tentación, aunque la tengo, de referirme a la contingencia, pues soy de los que creen que las historias de las leyes al final importan y quedan reflejadas. Alguien las leerá en un futuro y dirá: "¿Por qué estas instituciones, que eran A, B o C, se modificaron?".
Por ello, quiero señalar dos breves comentarios, aunque son muchos los que me gustaría hacer.
Antes, quiero agradecerle -por su intermedio, señor Presidente- al Presidente del Partido Socialista por lo que ha planteado en materia de solidaridad frente a los atentados de que hemos sido objeto. Lo valoro y le manifiesto lo mismo con relación a los atentados en contra de su partido. He visto que en Valdivia han saqueado la sede del Partido Socialista, al igual que la de la Democracia Cristiana. Encuentro que son hechos lamentables y claros reflejos de que estamos ante una situación que va mucho más allá de una política partidista. Eso es violencia política, que amenaza con destruir la convivencia social.
¡Eso agrede, eso duele, eso afecta!
Si no somos capaces entre nosotros de dar una señal de comprensión de aquel fenómeno, quiere decir que estamos fuera de sintonía con lo que está ocurriendo en Chile.
Brevemente, quiero decirle -también por su intermedio, señor Presidente- al parlamentario que señaló que la responsabilidad aquí era excluyente del Presidente de la República que no comparto esa inquietud. Creo que este es un problema mucho más global, que no partió el día que el Presidente prestó juramento; es algo que se arrastra de antes. Y sentirse siempre acreedores de las soluciones es un mal consejero en política pública.
Ahora me hago cargo, señor Presidente, del proyecto que estamos discutiendo.
La primera reflexión que quiero hacer apunta a dilucidar si existe una directa relación entre la reelección de parlamentarios o la antigüedad de estos con los problemas que tiene Chile. Y me bajó una duda metodológica. ¿Acaso nuestro país tiene un porcentaje de reelección extraordinariamente superior al de otros países? Más aún, ¿la modificación de caras es casi inexistente como para ameritar una norma de este tipo?
Hice una pega que no sé cuántos la harían. Les cuento que, para bien o para mal, si uno compara la conformación del Senado de hace diez años con la que actualmente se halla en ejercicio, nota que hay solo un 32 por ciento de caras iguales. En el mismo período en la Cámara de Diputados, el porcentaje de reelección fue solo de 27 por ciento.
Si usted compara esos datos -porque en la vida hay que ser serios- con los de países latinoamericanos o los de la OCDE, que es el nuevo referente, se dará cuenta de que somos la nación que presenta más cambios de caras en materia política.
Entonces, a quienes plantean con una liviandad simplemente brutal que aquí habría poco espacio para el recambio, les quiero dar una noticia que no sé si los va a alegrar o a amargar: Chile es uno de los países donde se da la renovación de caras más importante a nivel político. No sé si ese antecedente pesa sobre la reflexión de algunos de los que están presentes aquí.
Esa primera teoría no existe, no es verdad, es falsa. Es mentira que el sistema electoral o que la lógica electoral vigente no garantiza que haya renovación. ¿Saben por qué? Porque es difícil ser elegido. Yo que he sido candidato lo puedo decir: ¡no es fácil! Aquel que crea que es simplemente un ejercicio, está equivocado. Es difícil. Hay que tener responsabilidad y capacidad para creer en el electorado.
Entonces, humildemente, por lo menos quiero cambiar ese argumento.
Segundo, yo creo que esto no le hace bien a la democracia, entendida como la capacidad que tiene el elector para elegir lo mejor. Yo no veo ninguna razón por la cual en Chile le restemos oportunidades a la gente para elegir. No lo logro entender. Para mí la democracia es la capacidad de elegir entre las máximas opciones posibles.
Voy a hacer referencia a un alcalde que ha sido muy importante en Chile y que no es de mi bancada. Estoy pensando, por ejemplo, en el alcalde de Quillota, Luis Mella, quien, según entiendo, es de la Democracia Cristiana y ha sido -así le he oído decir a todo el mundo- un muy buen alcalde.
El señor QUINTEROS.- ¡El alcalde Ojeda!
El señor COLOMA.- A Mella es al que yo conozco. Pueden haber otros más.
Pues bien, el día de mañana, en virtud de esta futura ley, los quillotanos, a quienes conozco poco pero valoro, van a decir: "Podemos elegir a cualquiera, menos al mejor". Lo encuentro raro. Lo encuentro curioso. Lo encuentro debilitante del derecho a elegir.
Como me gusta la democracia más amplia, no entiendo bien esta lógica de eliminar opciones para poder tomar decisiones. Me agravia. Me parece un error. Y creo que va a tener, sobre todo en comunas chicas -porque esto no se refiere solamente a los parlamentarios-, un costo grande.
Por lo tanto, desde un punto de vista democrático, para mí esto no significa ningún avance. Es quitar opciones de elección. ¡Digámoslo en su exacta dimensión!
Pensé que esta idea podía tener -porque siempre se dice- una referencia mundial. Me di la lata -porque es latoso, señor Presidente- de revisar todos los parlamentos del mundo, labor en la que me ayudó la Unión Interparlamentaria: de 196 países que cuentan con un sistema democrático, dos no tienen reelección. ¡O sea, están todos equivocados! ¡Son todos unos ineptos! ¡Nunca han pensado! No sé cómo calificar a la democracia francesa, a la inglesa y a la americana, porque a ellas no se les ha ocurrido esta solución "fantástica", que consiste en decir: "¿Sabe qué? Elimine las opciones para poder tomar decisiones".
Tercero, estudié la legislación comparada y los autores sobre la materia, y todos señalan algo bien sorprendente: la falta de experiencia en el congreso o los "parlamentos noveles", como se les dice en doctrina, es el sueño de cualquier gobierno, porque no hay nada más cómodo para un gobierno que tener un parlamento que no signifique contrapeso. Y a mí nadie me va a discutir que en esto la experiencia ayuda a generar contrapeso, ayuda a tener gobernabilidad, ayuda a abrir espacios de entendimiento con reglas del juego claras.
Entonces, ¿contribuye eso a fortalecer el rol de nuestro Parlamento? ¿Contribuye a una democracia decir "tengo un contrapeso adecuado"?
A mi juicio, con el cambio permanente vamos a tener debilidades permanentes.
Yo sé que a los gobiernos -a este, al anterior- les encantaría no tener buenos contrapesos. Como no soy de aquellos que creen que los únicos que hacen la pega son los gobiernos, pues los parlamentos también aportan, me duele que con esta iniciativa se esté disminuyendo el rol del Congreso en esta instancia.
En cuarto lugar, creo que ello genera una irresponsabilidad en el ámbito político. El hecho de ser o no reelecto no es una cosa semántica; implica tener la capacidad, cuando uno tiene vocación -porque no es obligatorio- de medirse con el electorado, para saber si lo ha hecho bien o mal.
Yo sé que desde afuera se ve fácil, pero les digo una cosa: es muy difícil. Son muchos más los que van cayendo, que los que van quedando, porque ser reelegido supone tener capacidad de representar, supone tener humildad, supone tener terreno, supone tener sensibilidad, supone estudiar las leyes, supone saber lo que está ocurriendo hasta el último rincón, supone recorrer el territorio. Y eso, señor Presidente -no me lo explique nadie-, va a disminuir.
Si una persona no tiene opción de volver a ser elegido, para exhibirse, para plantear si ha hecho bien o mal el trabajo, obviamente vamos a caer en una irresponsabilidad. Y eso ha ocurrido en los dos países donde se ha empleado este procedimiento, que, dicho sea de paso, son Costa Rica y México. Y México -de hecho, está cambiando el sistema- es uno de los países que presenta la mayor corrupción política. ¿Por qué? Porque una vez electa la persona -lo he hablado con los mexicanos-, como ya no tendrá ni una posibilidad de volver a preguntarle a su electorado si lo ha hecho bien o mal, simplemente hace lo que le da la gana: deja de preguntar, deja de tener contactos, deja de tener responsabilidad y se transforma en un caudillo personal.
Entonces, señor Presidente, si eso es lo que se quiere, ¡bienvenido! No lo voy a discutir; a estas alturas cada país toma la decisión que quiere. Pero quiero que quede constancia de que a lo menos un parlamentario no se avergonzó de haber sido reelecto. Y considera que eso fortalece la democracia, que eso fortalece la responsabilidad, que eso da capacidad de contrapeso a los Gobiernos y que constituye la capacidad de dar dignidad a algo que está muy desprestigiado, que es la política.
Por eso yo, al menos, no voy a aprobar el proyecto.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador señor Huenchumilla.


El señor HUENCHUMILLA.- Señor Presidente, he escuchado atentamente los distintos discursos y sobre todo el del Senador Coloma, quien me acaba de preceder en el uso de la palabra.
Entonces, me pregunto de qué estamos hablando cuando tramitamos una ley que limita la reelección.
A mi juicio, es un error pensar que lo que estamos discutiendo es la bondad o no de los parlamentarios, si hay buenos o malos parlamentarios, o si algunos son más preparados que otros, con sus distintas especialidades.
Me parece que es un error conceptual ya que todos los parlamentarios política y jurídicamente son iguales. ¿Por qué? Porque, independientemente de la especialidad o capacidad que puedan tener, ese parlamentario fue electo con el fin de ejercer una cuota de poder para tomar decisiones obligatorias en el Estado. Esa es la característica del parlamentario. Y ese voto es igual, cualquiera que sea su capacidad.
Por lo tanto, cuando hay una elección, se está haciendo operativa la democracia representativa, no la democracia directa de los griegos. Es la democracia moderna que actúa mediante el sistema de representación.
Lo que está eligiendo la gente es la forma como el Estado toma decisiones obligatorias para la colectividad. Esa decisión es la ley.
A ese parlamentario elegido se le da la plenitud de esa cuota de poder para concurrir a la formación de la voluntad colectiva, que es la ley. Pero debemos mirar en perspectiva cómo funciona esto.
En el fondo, de lo que estamos hablando es de cómo se ejerce el poder en una sociedad. Y esto es nuevo. La democracia moderna tiene 250 años, con la revolución francesa, con la revolución americana, que establecieron la democracia representativa. Pero antes de eso, ¿qué había? ¡Antes de eso existía la concentración del poder, pues! El poder era hereditario, no había el tipo de representación que existe aquí, no había dispersión del poder. La humanidad vivió miles de años en que una sola persona tenía el poder absoluto y te mandaba a la hoguera o te cortaba la cabeza. Y la diferencia de la democracia es que el poder se reguló.
Por lo tanto, la reelección de los parlamentarios es la regulación de la concentración del poder y no un juicio de mérito respecto de sus capacidades personales para ejercer esa cuota de poder.
Eso nace con los nuevos estados modernos territoriales. Acuérdense de que entre los principales autores que tratan el tema se encuentra Thomas Hobbes, el autor del Leviatán, que habla de la concentración del poder absoluto que le damos todos al Estado, renunciando a nuestra libertad.
Pero el Estado democrático significa que tú le pones límites al poder. ¿Y cuáles son esos límites? El primero es la división de poderes, el contrapeso entre los distintos poderes. Tú repartes el poder. Es al revés del anterior Estado absolutista, en el que el poder estaba concentrado.
Tú a esta nueva democracia y nuevo poder le pones "Estado de derecho". La ley regula y limita su poder. "Usted solamente puede hacer lo que indica la ley".
Ahí están los artículos 6º y 7º de nuestra actual Constitución. El Estado de derecho y la alternancia en el poder. Tú no puedes eternizarte en el poder, como los antiguos reyes absolutistas, que gobernaban desde que nacían hasta que morían. En la democracia no es así, aunque seas un excelente Presidente, un excelente mandatario. Porque de acuerdo con los criterios que aquí se han dado, si alguien es excelente podría gobernar toda la vida. ¿Por qué no puede gobernar toda la vida un excelente mandatario que pudiera existir? Porque la ley y la democracia resguardan previamente el ejercicio del poder para que no se vea expuesto a distorsiones. Por eso se regulan el dinero y la política, con todos los problemas que nosotros tuvimos acá.
Por último, hoy día, en el Chile del siglo XXI, y en el contexto que estamos viviendo, tenemos un problema con la crisis de representatividad. Actualmente todos nosotros estamos cuestionados, independientemente de los muchos méritos personales que tienen todos los que estamos aquí, desde el punto de vista de su formación intelectual, de su probidad, del aporte que hacen en cada una de las leyes. No es ese el problema. El problema es que la democracia necesita colocar límites. Porque si no, tú ganas en redes sociales, en conocimiento de todos los que ejercen el poder en el Estado, en los poderes económicos.
De eso se trata la reelección; de darle ventilación al sistema, para que tú no vayas acumulando poder. Porque en la medida que estás uno, dos, tres, cuatro o cinco períodos, evidentemente estás acumulando poder en el conocimiento que te dan todas las redes del Estado para tomar decisiones que afectan a numerosos ámbitos de la economía, de la sociedad y de la política.
En consecuencia, esa es la filosofía que existe para colocar límites a la reelección: evitar la concentración del poder, que nos ha hecho mal. Porque todo lo que pasó en estos años en los que tuvimos el poder, en el caso de la Policía, por ejemplo, significó un tremendo problema con dineros del Estado, porque algunos pensaban que no existía un control del poder; o en el Ejército, o en la política, porque no había regulación.
Entonces, de lo que se trata es de ventilar el sistema. Eso es lo que nos está pidiendo la gente hoy día. Las personas nos están diciendo: "No creo en ustedes". Aquí existe un problema de legitimidad del sistema político. Y la ciudadanía, que está en la calle, nos está cuestionando.
Por lo tanto, la respuesta que podríamos decir es: "Mire, no. Tengo tanta experiencia, que quiero seguir aquí indefinidamente".
No considero que eso vaya en la línea correcta de lo que el país necesita. Debemos tener un sistema transparente, dar posibilidades de que venga otra gente, con nuevas ideas, en que no concentremos el poder.
De esa forma, la democracia estará ahí, jugando entre nosotros, como es la filosofía que imbuye al sistema de convivencia llamado "democracia", que cuenta con un poco más de doscientos cincuenta años y que debemos perfeccionar en Chile.
Me parece que es una buena señal que nosotros con generosidad, en virtud de los problemas que tenemos, le digamos a la gente: "Estamos disponibles para que el soberano elija a quien va a estar aquí, en estos organismos colegiados para tomar decisiones obligatorias, como son las leyes".
Esa es la filosofía que está en este proyecto, señor Presidente. Por eso, votaré favorablemente.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador señor Pugh.


El señor PUGH.- Señor Presidente, nos encontramos frente a una situación que nunca habíamos presenciado en nuestra historia, en la que, de alguna manera, estamos yendo al fondo de lo que es nuestro Estado.
El Estado de derecho, como muy bien han indicado los Senadores y las Senadoras que me antecedieron, requiere la separación del poder.
Por eso debemos respetar esta institucionalidad y reforzarla. El reforzamiento viene no solo por la falta de representatividad de la que hoy se nos acusa, sino también de legitimidad. Y la legitimidad tiene su origen en los procesos constituyentes. El proceso constituyente más importante que ha tenido nuestro país es el del plebiscito del año 88. Porque en ese momento se decidió qué se quería hacer. Ese proceso es lo que da validez y legitima lo que estamos haciendo en estos momentos.
Por esa razón es tan importante que en este minuto estemos discutiendo precisamente una reforma constitucional, que nos regula a nosotros mismos, a los parlamentarios, a quienes fuimos electos.
También deseo recordar que quienes ingresamos a este Parlamento, hace un año y medio, lo hicimos con nuevas reglas del juego, cuando decidimos incorporarnos con el estándar europeo. Y quizás esto no se ha considerado en la actual discusión. Hubo una reforma tremenda, que eliminaba un sistema que tenía particularidades y defectos, pero también virtudes, para pasar a uno de mucha más representatividad.
Por lo tanto, me extraña que haya quienes nos acusen de que nos falta representatividad; porque quizás como nunca antes el Parlamento tiene esa representatividad tan anhelada.
Primer argumento, entonces.
Hemos sido capaces de expandirnos. ¿Y con qué? Con más parlamentarios. ¿Y por qué? Porque eso permite más representatividad en territorios que son difíciles de cubrir y, también, dar mucha más apertura en cuotas de género, que hoy son tan necesarias.
Así que el nuevo sistema de elección que tenemos, que les permite entrar a la política a aquellos que quieran venir a servir al país y no a servirse del cargo que puedan ostentar, es lo primero que debemos postularnos.
Hoy nuestra crisis no es económica; es moral, es ética, es de fundamento, de esencia, de familia.
Eso es lo que estamos viendo en la calle, en las discusiones, en el odio que se ha instalado, en la destrucción de unos a otros. ¿Por qué? Porque no se concibe cómo vamos a destruir lo que nos da progreso; cómo vamos a destruir las empresas; cómo vamos a destruir el Metro; cómo vamos a destruir todas aquellas cosas que nos permiten recaudar recursos para precisamente ir en beneficio de los más necesitados.
Esta crisis, entonces, no es de representatividad. Y, por consiguiente, quienes hoy tenemos la importante función de definir los cambios trascendentes de nuestra forma de ser, de nuestro Estado, estamos hoy aquí convocados y sentados en el lugar que corresponde: en sede legislativa, donde se tiene que producir la discusión necesaria. Además, es preciso entender los argumentos de aquellos que sostienen que la experiencia y el voto popular, que democráticamente ejercen las personas cada cuatro años para elegir Diputados y cada ocho años para elegir Senadores, es lo que manda.
Pero asimismo está el sentimiento de cómo poder limitar y generar espacios incluso para otros. Porque no podemos desentendernos de que hay personas que también tienen talento y que lo único que esperan es una oportunidad.
¡Esa es la verdadera reflexión que en este minuto estamos enfrentando!: el tener igualdad de oportunidades para que las personas con talento puedan acceder a lugares en los diferentes ámbitos y no solo en el político.
Ese es el dilema ético de fondo que hoy estamos discutiendo.
Valido el sistema democrático, y estoy convencido de que las urnas es lo mejor que un país puede tener. Porque fue el plebiscito del año 88 lo que le dio precisamente la constitucionalidad y la legitimidad a todo nuestro sistema. Y por eso estamos hoy sentados aquí.
Valoro también que se haya puesto en discusión este proyecto de ley, que nos involucra a nosotros para que seamos capaces de sincerar nuestras posiciones y así poder apoyar una u otra opción: o seguir el modelo mundial en el cual las urnas deciden quiénes siguen o empezar definitivamente a construir otro modelo en donde nos limitemos. ¿Para qué? Para permitir la participación a otros.
Y yo quiero en ese sentido explicar qué es la generosidad: esta significa dar no lo que sobra, sino lo que a uno más le duele. El padre Alberto Hurtado nos decía: "Dar hasta que duela". Bueno, llega un minuto en que aquellos que están en el servicio público y que realmente se encuentran convencidos del servicio público tienen que estar conscientes de que en algún momento deben dejar ese espacio tan valioso para que otra persona, un hombre o una mujer, se pueda incorporar.
¡Eso es limitarse! Y podemos definir desde qué momento y por cuánto tiempo.
También es preciso reconocer que quienes estamos sentados hoy día aquí tenemos que hacernos cargo de otras personas, no solo de los parlamentarios, me refiero a los alcaldes, como también instalar, desde ya, la discusión. ¿Por qué a los alcaldes se les va a limitar fijándoles un periodo menor que a los Senadores? Para estos últimos, ya se dijo, se quiere que sean dos periodos: dieciséis años. ¿Y por qué para los alcaldes no pueden ser también dieciséis años? ¿Por qué no pueden tener un poco más de tiempo? ¿Por qué tiene que ser igual?
Esos son los temas de fondo que debemos abordar.
Ya se mencionó aquí: efectivamente las urnas demuestran que hay alcaldes de un color político y que toda la comuna vota por ellos. Porque lo que vale es la persona.
Eso es lo valioso: que en las elecciones se pueda decidir quién queremos que continúe y por cuánto tiempo. Porque también hay gente talentosa, que tiene capacidades y todos los méritos, y lo único que espera es una oportunidad. Insisto: quienes se quieren incorporar al servicio público no vienen a servirse de él; vienen a servir.
Quizás, ese es el criterio con el que tenemos que formar a esta nueva sociedad, una sociedad basada en el respeto y en la dignidad, que es lo que nos está faltando. Porque si no nos respetamos unos a otros, nos vamos a destruir. Y la dignidad de las personas es lo primero.
Por lo tanto, no solo debemos tener acuerdos de paz y una agenda de justicia social, sino también entender que ello está en lo esencial, en lo básico, en la ética, en lo que corresponde hacer.
Este es un buen debate para dar en sede legislativa, y por eso yo estoy abierto a esa discusión, a ver los pros y los contras, a determinar qué es lo mejor para el país en las condiciones actuales, entendiendo que lo más frágil que tenemos es precisamente nuestra democracia, la cual hemos armado de a poco y hoy ha sufrido un sismo de una naturaleza que la tiene con una fractura tremenda.
Entonces, debemos hacernos cargo de esa realidad y entender que ya no es el mismo edificio que teníamos treinta años atrás; que ahora es preciso reforzarlo, y reforzarlo de verdad.
Y por eso esta discusión aquí, en sede legislativa, se hace en el momento adecuado, en el lugar adecuado y con las personas adecuadas. ¡Porque ustedes, Senadoras y Senadores, tienen toda la legitimidad! Y, por favor, no pierdan eso de vista.
Esa legitimidad se dio hace treinta años y esa legitimidad es la que tienen porque fueron elegidos. No nos dejemos llevar por encuestas de percepción ciudadana. Dejémonos ver por nuestro trabajo, por la seriedad con que lo hacemos.
Señor Presidente, creo sinceramente que este es el momento apropiado para comenzar a construir un Chile nuevo, un Chile distinto, basado en hechos concretos, en evidencias, en datos, y de saber si efectivamente las medidas que hemos tomado son las correctas.
La calidad de las leyes se debe medir: primero, viendo si efectivamente el nuevo sistema de elección que tenemos es el adecuado, y además, si nos representa a todos en la forma que queremos. Porque las minorías deben tener representatividad, pero hay que aceptar los votos de las mayorías, porque esos son los que finalmente permiten encontrar acuerdo en este lugar.
Valoro -por su intermedio, señor Presidente- las palabras del Senador Álvaro Elizalde, quien se hizo cargo de condenar la violencia. Esta no se puede aceptar. Porque si se pierde el respeto y la dignidad de las personas, Chile, por más que cambie su Constitución, de la forma que sea, no va a llegar a ningún lado.
Tenemos que ir a las esencias, a las bases del porqué estamos aquí sentados, del porqué estamos debatiendo y qué queremos construir.
Y somos nosotros, no otra gente, quienes tenemos las facultades para hacerlo, no solo por la experiencia acumulada de algunos de los que están acá o por las múltiples experiencias de vida de otros, sino porque hemos sido elegidos para esto. ¡Y debemos estar a la altura de las circunstancias!
El país, más que nunca, demanda ese compromiso. No hay que abandonarlo. Tenemos que debatir, pero con respeto. Y ese respeto es el que yo he visto en este lugar.
Aprecio y valoro todas las medidas de confianza que se han podido demostrar, especialmente hoy, un día después de ocurridos hechos vandálicos y actos que superaron la imaginación, poniendo en peligro incluso cuarteles militares, pues fueron asaltados.
Los militares están dentro de sus cuarteles cuidando sus armas. No han salido. Por eso los civiles no pueden ingresar a esos recintos. Si entendemos esto, el respeto básico y la esencia, protegeremos nuestro Estado de derecho.
Estoy convencido de que ha llegado el momento de comenzar a construir este Chile nuevo aquí, en sede legislativa. Y por eso voy a estar disponible para votar a favor en general y para discutir posteriormente cuáles serán la forma y los términos en que esto concluirá.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra la Senadora Ximena Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, seré muy breve.
Yo creo que los hechos de estas últimas semanas, ya casi un mes, imponen generosidad. Porque uno podría rebatir cada uno de los argumentos que se han dado.
Conversábamos con la Senadora Provoste y coincidíamos con el Senador Coloma en orden a que todo el mundo piensa que es fácil llegar acá. Pero en general no lo es. A algunos les podrá salir más fácil producto del resultado de su lista. Sin embargo, reitero, no es fácil; es muy difícil.
Como decía, obviamente, uno podría cuestionar cada uno de los argumentos que se dan para no apoyar esta idea; por ejemplo, el que la experiencia es un argumento válido, necesario, importante. Y la verdad es que el primer Parlamento, producido el retorno a la democracia, tenía mucha inexperiencia en el mundo legislativo, pero contaba con experiencia en el mundo de lo social, de lo económico, de lo político, todo lo cual era un aporte.
Pienso que hoy día se imponen gestos, generosidad, y hay que entender que el mundo y nuestro país cambiaron, que no podemos seguir llegando tarde y con poco. Lo digo porque este proyecto, si no lo aprobamos, va a llegar tarde, aunque no sea poco.
Por lo tanto, con todos los antecedentes que tenemos, con toda la discusión legislativa que hay detrás, con todos los años que han pasado, pero por sobre todo con la urgencia y el llamado de la ciudadanía, considero que se impone que aprobemos esta iniciativa y que vayamos por los otros temas que también se nos están imponiendo desde la ciudadanía, desde la sociedad civil como prioritarios.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Tiene la palabra la Senadora señora Van Rysselberghe.


La señora VAN RYSSELBERGHE.- Señor Presidente, ante todo, no quiero entrar de lleno en lo que es la contingencia, pero sí deseo referirme a un par de puntos que se tocaron previamente en esta Sala...
El señor PIZARRO (Presidente accidental).- Les ruego a Sus Señorías guardar silencio.
Puede continuar, señora Senadora.
La señora VAN RYSSELBERGHE.- Decía, señor Presidente, que quiero referirme básicamente a los hechos de violencia que hemos vivido, no solo a la violencia política de la que nuestro partido ha sido víctima, sino también a la violencia generalizada que uno ha visto en las calles.
En efecto, se han registrado ataques a la sede nacional de la UDI y a nuestras sedes en distintas regiones del país; se han producido agresiones directas a vehículos de nuestros parlamentarios.
Ante esas situaciones de violencia hemos recibido la solidaridad de casi todos los partidos -me habría encantado que hubiesen sido todos- representados en el Congreso.
Pero ojalá pudiéramos dar un paso más. Acá no basta con decir: "Lo sentimos". Debemos avanzar; hay que controlar.
La gente que está en las calles quemando iglesias; atacando sedes políticas; saqueando e intimidando a la población; generando violencia, no es la que salió a cacerolear al comienzo. Estas personas son violentistas que no buscan el fortalecimiento de la democracia, y tampoco creo que les importen mucho las demandas sociales que estuvieron en algún minuto en la calle: les interesa la violencia por la violencia y hacer daño.
Entonces, me gustaría que no nos quedáramos en la condena solo de palabra, sino que avanzáramos en el respaldo explícito a medidas tendientes a controlar esta violencia. No es posible que las personas no se hagan responsables de los actos que cometen y anden encapuchadas para cometer delitos.
¡Apoyemos la ley pertinente!
Seamos capaces de lograr cosas que sustenten las declaraciones públicas. De lo contrario, vamos a seguir viendo violencia en las calles en cada una de las regiones.
¡Cómo es posible que quemen las intendencias, independientemente del Gobierno de turno! ¡Cómo es posible que quemen las gobernaciones! ¡Cómo es posible que la Fiscalía, por estos delitos graves en que se provocan incendios, tenga apenas dos formalizados!
Si de verdad creemos que vamos a controlar la violencia haciendo declaraciones, que son valiosas, pero que no pasan de ser de buena crianza, sin que exista una actitud real detrás para combatirla, no vamos a lograr avanzar en algo que a mi juicio está solicitando a gritos la comunidad.
Sinceramente, pienso que las personas desean vivir tranquilas. ¿Quieren mejoras sociales? Sí. ¿Quieren vivir en paz? Sí.
Ya escuchamos a la gente. Ahora queda oír también al resto de los chilenos que no están saliendo a la calle y que esperan continuar con su vida y salir adelante con el fruto de su trabajo.
Con respecto a este proyecto, señor Presidente, quiero respaldar lo que planteó el Senador Coloma.
Es mi primer período como parlamentaria -ni siquiera como Senadora, sino como parlamentaria, pues nunca fui Diputada-, y, por lo tanto, en principio la ley en proyecto no me afecta.
Y digo en principio porque cuando llegué, al comienzo, probablemente por no haber sido parlamentaria antes, de verdad fue un aporte contar con la visión y experiencia de Senadores antiguos de distintos sectores.
En tal sentido, recuerdo al Senador Zaldívar y al propio colega Letelier, con quien tengo muchísimas diferencias; sin embargo, para quienes no pertenecíamos a este mundo, ellos han sido un aporte sobre todo al principio, cuando llegamos a esta Alta Corporación.
Entonces, me cuesta entender esto, sobre todo porque los parlamentarios no son nominados a dedo, sino que elegidos democráticamente. En verdad, creo que acá necesitamos poner en valor la experiencia. Para que alguien sea reelecto debe hallarse validado en su comunidad. No es fácil que una persona sea elegida con el desprestigio que tienen los políticos; además, está el factor de las redes sociales.
Cuando un parlamentario es reelecto es porque de alguna manera la ciudadanía opina que a lo menos él está haciendo bien su trabajo. Por otro lado, debo decir que nuestro Parlamento registra una renovación altísima.
Por lo tanto, como ya lo señaló un Senador de manera previa, aquí el poder de un parlamentario no puede estar concentrado, pues somos un poder colectivo. La gente decide, y las mayorías políticas se ven reflejadas en el Congreso. De modo que es imposible la concentración del poder, porque lo que hoy día tenemos en el Parlamento es definitivamente la manifestación de la voluntad popular.
Si creemos que puede decirse que alguien va a seguir indefinidamente en el poder, debo señalar que eso tampoco es efectivo. Ello, porque estamos sometidos a elecciones, y si la persona no ha hecho bien su trabajo, no la reelegirán. Eso ha pasado muchísimo, y la gente dice: "¡Nunca más!".
Asimismo, si esto lo hacemos extensivo a los alcaldes, debo decir que me parece grave. Yo fui alcaldesa durante dos períodos y medio. Y, en verdad, no es fácil en el caso de los alcaldes, pues se necesita una gran mayoría de votos para ser elegido. Son muchos los alcaldes que han sido derrotados en las urnas. ¿Por qué? Porque no hicieron una buena gestión.
Entonces, me llama la atención que hoy día digamos que la ciudadanía tiene la capacidad para elegir bien solo la primera vez y la segunda no; o sea, no va a poder decidir si quien los representa lo ha hecho bien o mal, pues no tendrá la opción para ello.
Me parece que eso de verdad debilita la democracia. También se debilita hoy día porque, en lugar de plantear lo que pensamos, nos hacemos eco de las encuestas.
Yo creo que la experiencia es un valor. Lo digo con responsabilidad y, además, porque -reitero- la ley en proyecto no me afecta para la próxima elección. Valoro la experiencia de la gente que estuvo antes, independientemente de la bancada de que forme parte. Para quienes llegamos por primera vez al Parlamento -ese fue mi caso al menos-, ello constituyó un activo, pues nos dio la posibilidad de aprender distintas cosas, de tener diferentes miradas, cuestión que se cultiva con la experiencia.
En consecuencia, lo que estamos haciendo acá no me parece correcto. A mi juicio, dejarse llevar en este tipo de cosas deslegitimando a una institución y a personas que muchas veces fueron un aporte, porque han sido capaces de plantear con respeto y responsabilidad las distintas miradas de una sociedad, y no darle a la gente la posibilidad de elegir, lo considero un error.
El señor QUINTANA (Presidente).- Conforme al acuerdo que adoptamos, correspondería abrir la votación.
El señor NAVARRO.- Pero respetando los tiempos, señor Presidente.
El señor QUINTANA (Presidente).- El Senador Navarro intervino ayer. Y estamos discutiendo la misma materia en esta sesión. Pero Su Señoría tiene derecho a fundamentar su voto.
El señor LETELIER.- Pido la palabra para un punto de reglamento, señor Presidente.
El señor QUINTANA (Presidente).- Entonces, abriremos la votación.
El señor LETELIER.- ¡No, Presidente!
El señor QUINTANA (Presidente).- Hay acuerdo para abrirla, Senador Letelier.
El señor LETELIER.- ¡Pero antes de eso, señor Presidente!
El señor QUINTANA (Presidente).- No puedo pasar por sobre los Senadores: había un acuerdo para abrir la votación.
Tiene la palabra el Senador señor Letelier para un punto de reglamento.
El señor LETELIER.- Señor Presidente, no me opongo a la apertura de la votación; quizás no me expresé bien o se me entendió mal. Lo que pido es que respecto de quienes no hemos usado de la palabra aún dispongamos del mismo tiempo que tuvieron aquellos que ya han intervenido.
Una cosa distinta es que alguien quiera fundamentar su voto para hablar nuevamente.
El señor QUINTANA (Presidente).- Tendría todo el derecho a hacerlo.
Entonces, los Senadores que no han usado de la palabra en esta materia tendrán diez minutos para intervenir; y quienes quieran fundamentar el voto y ya hablaron dispondrán de cinco minutos.
En votación general el proyecto.
--(Durante la votación).
El señor QUINTANA (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Letelier, hasta por diez minutos.
Antes de que intervenga Su Señoría, solicito la autorización de la Sala para que me reemplace en la testera la Senadora Ximena Rincón.
El señor HARBOE.- Sí.
El señor QUINTANA (Presidente).- Acordado.
--Pasa a presidir la sesión la Senadora señora Rincón, en calidad de Presidenta accidental.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Tiene la palabra el Senador señor Letelier.


El señor LETELIER.- Señora Presidenta, estimados colegas, la democracia en nuestro país es representativa, donde hemos optado porque la soberanía popular, que radica en los ciudadanos, se delegue temporalmente para funciones específicas. Ello, a nivel local, en los concejales, en los alcaldes, en los consejeros regionales y, por cierto, en el Parlamento.
Aquí algunas personas han querido cuestionar o replantear nuestra democracia representativa.
En el primer nivel de la discusión teórica de la Ciencia Política, en muchos países se ha debatido y se ha probado delimitar el ejercicio de la delegación de la representación del soberano; pero ello ha fracasado y ha llevado a malas prácticas.
Sin embargo, más allá de la Ciencia Política; más allá de que se trata de una discusión acerca de la democracia representativa, y más allá de lo que han planteado varios colegas con respecto a la experiencia, yo no le voy a decir, por ejemplo, a un actor que debe bajarse del escenario porque le ha ido bien y sigue siendo exitoso, ni tampoco le señalaré a un médico, que es una eminencia en su área de especialización, que no puede continuar operando porque no nomás.
Hay algunos a los que les molesta o no comparten una dimensión de la democracia representativa, que tiene que ver con que la actividad política conlleva la existencia de partidos políticos y de personas que se dedican a esta actividad de por vida.
En materia de democracia puede que aquello les guste a algunos y a otros no.
Se trata de un debate legítimo.
En nuestra democracia -como se señaló- ha habido un proceso de rotación y de experiencia. Y está demostrado tanto respecto de la rotación como de la experiencia que, por regla general, el proceso de elección no tiene por qué limitarse.
¿Pero qué ha ocurrido? Y aquí quiero explicar por qué tengo un reparo con la ley en proyecto.
Voy a partir de un juicio personal.
Yo primero fui elegido fuera del binominal: le gané a ese sistema. En cada elección de diputados en que participé posteriormente siempre aumenté mi votación: estaba dentro de las primeras tres mayorías nacionales.
En las elecciones para el cargo de senador en 2005 obtuve más de 120 mil votos. He sido de los pocos Senadores que han ido a la reelección y que han aumentado su votación a más de 150 mil votos. El que me siguió tuvo 98 mil votos.
Si eso se halla vinculado con la representatividad o no, no lo sé.
Lo cierto es que hay un debate más allá del hecho de que mi presencia en el Congreso se encuentre relacionada con el respaldo de la gente, por cuanto existe en la ciudadanía un cuestionamiento a la legitimidad del Parlamento. Quizá ello tenga que ver con que acá no existe voto obligatorio. Lo planteo como un primer punto a discutir, porque tal vez está votando el 40 o el 50 por ciento de la población y hay otro porcentaje de compatriotas que no se sienten representados.
Algunos dirán: "Bueno, es culpa de ellos, porque no fueron a votar".
Sin embargo, pienso que ahí nosotros tenemos responsabilidad, y parte de lo que debemos asumir es reponer el voto obligatorio para enfrentar lo relativo a la legitimidad.
Yo he dicho -y en la zona que represento ha causado sorpresa- que en estas condiciones no voy a la reelección.
La gente que conoce mi región sabe que no tengo ninguna dificultad para salir reelecto. Es más, sistemáticamente he sido centro de ataques -y no quiero que me entiendan mal mis colegas de enfrente, pues eso forma parte de la política-, porque yo soy el objeto para evitar que la Oposición de hoy, la Centroizquierda, saque dos de los tres Senadores que se van a elegir. Y entiendo perfectamente que por eso a uno le pegan más; es parte de la actividad en que estamos.
No obstante, he señalado que estoy disponible para dar un paso al lado si el propósito de la ley en proyecto es crear un saneamiento, buscar una salida a la crisis política en que estamos.
No estoy -y me van a perdonar los Senadores Navarro y Guillier- con aquellos que dicen: "¡Adelantemos las elecciones!".
¡No, señor Presidente!
Tiene sentido dar un paso al lado si logramos un nuevo pacto constitucional; tiene sentido no presentarse a la reelección si acaso resolvemos la crisis.
Yo no deseo ir a la reelección con la misma Constitución, sin que haya un proceso constituyente participativo. No: porque no resolvemos la crisis.
Pero si queremos hacer esto en serio, bueno, entonces que nadie que tenga cierta cantidad de períodos en sus cargos vaya a la reelección, no importa que sea Diputado o Senador.
Porque cuando uno ve la arquitectura de este proyecto, se da cuenta de que está hecha para que algunos Diputados sean Senadores.
Eso tampoco es sano, pues no se está abordando el tema sustantivo, si es que deseamos hacer un saneamiento.
Estoy disponible para ayudar a salir de la crisis.
No creo ser el problema, y lo digo humildemente. Y tampoco pienso que lo sean el Senador Pérez Varela, quien ha estado en el Congreso por varios años, pues ha sido reelecto en elecciones sucesivas, o el Senador García, quien también ha enfrentado varios procesos electorales -me refiero a las bancas de enfrente-, porque tienen legitimidad, porque han recibido el respaldo ciudadano.
El señor PÉREZ VARELA.- Gracias.
El señor LETELIER.- Planteo aquello porque el debate de este proyecto de reforma constitucional requiere que se sepa qué queremos resolver.
¿Es cambiar nuestra democracia representativa? ¿O, como lo conversé con el Senador Latorre, airear, dar oxígeno?
¡Qué es eso!
La representación política no es un problema de oxígeno, sino de representatividad.
Yo no sé si lo que están planteando algunos aquí es simplemente cambiar un modelo para acomodar ciertos intereses particulares.
Señora Presidenta, no tengo ningún problema para votar esta iniciativa en general; no tengo ningún problema en dar un paso al lado si esto es para resolver la crisis que vivimos.
Pero si es para fines subalternos y no nos hacemos cargo de que necesitamos una nueva Constitución, de que requerimos reponer el voto obligatorio para que nuestra democracia tenga efectivamente más representatividad y, por sobre todo, legitimidad; si es solo una operación para dejar contentos a algunos, no va a servir, no va a ayudar.
Por ello hago un llamado a que tengamos esta conversación más plenamente.
¿Por qué en otros países se abandonó esto de restringir el proceso de la reelección -y también lo quiero decir- y se volvió (en el caso de México) al sistema que posibilita a las personas ser reelegidas? Para evitar que los parlamentarios dejen de tener compromiso para trabajar; para impedir que se generen malas prácticas. Porque si uno resulta electo por un período y no tiene ningún incentivo para seguir trabajando, se distancia absolutamente de su electorado, lo deja de representar desde el minuto en que sale elegido.
Creo que el proyecto da pie para que discutamos acerca de nuestro modelo político, de nuestro sistema de representación. Es indispensable que lo debatamos abiertamente. Pero, si vamos a limitar la reelección para sanear a cualquiera que haya estado más de dos períodos, da igual que sea Diputado o Senador, demos el paso al lado. Si es necesario que todos demos el paso al lado, hagámoslo si es eso lo que realmente va a permitir el nuevo pacto constitucional que Chile requiere.
En ese sentido, señora Presidenta, yo me abro al debate, desprendidamente, porque debemos hacer algo para resolver esta crisis, que, sobre todo, es política y social. De nosotros depende cómo dar los siguientes pasos.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Tiene la palabra la Senadora Muñoz.
La señora MUÑOZ.- Yo me borré, señora Presidenta.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Entonces, puede hacer uso de la palabra el Senador Insulza.


El señor INSULZA.- Señora Presidenta, en realidad esta no es una discusión menor, sobre todo por el día y las circunstancias en que se está dando.
Además, he escuchado muchos argumentos relacionados con esas circunstancias. El Senador Elizalde, por ejemplo, dijo que esta era una forma de mandar una señal a la sociedad en cuanto a que nosotros no estamos aquí para quedarnos de manera permanente. Creo que tiene razón: es una buena señal.
Otros han argumentado, muy correctamente además, a mi juicio, respecto de que, si la gente lo quiere elegir a uno, ¿por qué no va a poder hacerlo? Y, si lo quiere elegir ocho veces, pues que lo elija ocho veces.
Considero importante, señora Presidenta, decir desde el comienzo que yo soy partidario de esta reforma -que, en mi opinión, ha llegado bastante tarde- y, por alguna razón, del principio que ella quiere exponer.
Soy de aquellos que creen que la democracia debe tener límites. La tendencia natural de las personas, de los seres humanos, es a perpetuar su permanencia en el poder. Y es algo que se da mucho en nuestra región.
En América Latina, en general, la idea es que, mientras alguien lo haga bien, mientras sea exitoso, que se quede. En los países anglosajones existe un sistema algo más restrictivo. Se fijan más en el respeto a la norma que en el respeto al resultado. Por lo tanto, el que está y le toca irse, se va, le haya ido bien o le haya ido mal. Cumple su período y se va. Para mí, es una sana práctica. Yo estoy convencido de que el que se puede quedar se queda. ¡Por lo general!
Por eso existen los límites. A algunos les gustan, a otros no. En mi caso personal, para decirlo claramente, fui Secretario General de la OEA dos veces y me vine de vuelta a Chile el mismo día en que terminó mi mandato, porque quería mandar la señal de que era hasta por dos veces y punto.
Otros prefieren una manera distinta. En Bolivia todavía se está viviendo un drama. El Presidente Morales fue elegido por cinco años. A los cuatro cambió la Constitución y prometió que, si postulaba de nuevo -y lo hizo de inmediato: perdió un año-, iba a ser su única y última reelección. Cuatros años después, cuando ya llevaba nueve y la economía boliviana andaba muy bien y todo el mundo estaba muy contento, dijo "¿por qué no de nuevo?", dejando de lado la promesa que había hecho. Como la Constitución no tenía límites, se volvió a elegir. Y poco después pasó lo mismo.
¿Había en ello algo de ambición? No. En nuestro continente es habitual la actitud de "no he terminado mi tarea", "el pueblo me confirió un mandato y no he terminado de hacer lo que tengo que hacer". Y nos quedamos para siempre.
Yo creo que eso está mal, señora Presidenta. Lo digo muy francamente. Creo que el incumbente, sea que estemos hablando de un alcalde, un Diputado, un Senador, un gobernador, tiene una ventaja: el que se presenta contra ellos no tiene la disposición del cargo para seguir haciendo el bien, entre comillas.
Por lo tanto, la tendencia a la reelección es, desgraciadamente, una cosa natural; nace en las personas; todos creen que la próxima vez lo van a hacer mejor que la vez anterior; está en el ser humano.
Soy de aquellos que creen que la democracia tiene cierta cantidad de defectos. Una es que estimula determinadas pasiones y entusiasmos en el ser humano que deben ser limitadas.
Por esa razón, soy partidario, no de que no haya reelección. ¡Si aquí hay reelección! ¡Por favor! Un Senador se va reelegir una vez, y un Diputado, dos veces. Pero no sigamos con un sistema, en general, en el cual las reelecciones indefinidas al final terminan anquilosando la democracia y provocando reacciones como las que ha provocado en nuestros países en muchas oportunidades.
Gracias.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Tiene la palabra el Senador señor Navarro, por cinco minutos.


El señor NAVARRO.- Señora Presidenta, he insistido y lo vuelvo a hacer: claramente, nos hemos abocado al debate de proyectos de ley que en nada inciden en la demanda ciudadana.
En este proyecto no hay paz, no hay justicia, no hay nueva Constitución, que fueron las peticiones que anoche nos hizo el Presidente de la República: paz, justicia y nueva Constitución.
¿Y qué hace el Congreso? Debate una minúscula parte de lo que tiene que ser una nueva Constitución y que no le importa a nadie. ¿O ustedes creen que a quienes están en las calles, a los pequeños comerciantes saqueados, a la gente que ha visto arder la propiedad de al lado, a la gente que se manifiesta en la calle, ¡millones!, les importa algo si un parlamentario dura un período más o un período menos? ¡No les importa nada!
Esto me revela que no hemos entendido nada. Este Congreso no ha entendido nada. Este Senado ¡no ha entendido nada de nada de lo que está pasando en la calle, en la mente, en el corazón, en el estómago, en la pasión de millones de chilenos, que esperan de nosotros respuestas para salir de la crisis! Y lo que ofrece esta Corporación es discutir si los Senadores seguimos un período más o un período menos. ¡Absurdo! ¡Ridículo! ¡Una vergüenza!
¡"La orquesta del Titanic"! Tradujeron mi artículo al italiano, al francés.
Lo que debiéramos estar debatiendo ahora es una ley sobre plebiscito. Me hubiera encantado que el Senador Harboe me hubiera hecho caso cuando la semana pasada le pedí que discutiéramos el lunes -estamos a miércoles- los tres proyectos de ley existentes sobre la materia, a fin de convocar este 15 de diciembre a la ciudadanía a salir de la calle y marchar por el voto, para votar dos cosas: una nueva Constitución, o reforma a la Constitución en definitiva; y el mecanismo: congreso constitucional, como lo ha indicado el Presidente Piñera, que no sé lo que es; convención constitucional, que tampoco sé lo que es... ¡Sí sé lo que es una asamblea constituyente! Se han realizado veinticinco en el mundo y la ONU ha entregado un informe estricto, categórico, de cómo funcionan con la idiosincrasia propia. ¡Asamblea constituyente en Chile! ¡No en Islandia, no en Venezuela, no en Ecuador, no en Bolivia! ¡En Chile!
Por lo tanto, debiéramos estar discutiendo un proyecto de ley para hacer realidad un plebiscito que posibilite realizar una consulta sobre si Chile quiere voto obligatorio. Hoy el voto es voluntario. ¡No! Los trece o catorce millones de chilenos debieran votar. ¿Queremos nueva Constitución o queremos reforzar la actual, parcharla? ¿Queremos que esto se haga a través de una asamblea constituyente, un congreso constituyente, una convención constituyente? Y estarle preguntando a la ciudadanía para que, antes de que finalice el año, podamos tener una salida, una luz al final del túnel, que es lo que la gente pide porque está angustiada. Pero no, discutimos si duramos un período más o un período menos.
Lo único posible hoy día es una nueva Constitución.
¿Y por qué este proyecto no sirve? Porque yo quiero saber cuántos períodos tiene que durar el Presidente, cuántos años. ¡Cuatro son insuficientes!
¿Por qué seguimos con un Senado y una Cámara de Diputados? ¿Por qué no un régimen parlamentario donde el Presidente electo tenga mayorías en las Cámaras para gobernar?
En definitiva, debe haber una nueva Constitución, una transformación constitucional y no una mera "reformita", como este proyecto de ley sobre períodos parlamentarios y en donde ya estamos claros: no tenemos la mejor solución.
Yo no quiero que decida el Congreso. Yo no quiero que decida el Senador Letelier si él puede continuar o no. Yo no quiero que decida el Senador Navarro si puede continuar o no. O el Senador Pérez. ¡Que decida la gente! La ciudadanía puede decidir cuánto quiere que duren los parlamentarios, el Presidente de la República, cuál debe ser el régimen político-institucional, cuáles las instituciones que vamos a fortalecer, cuál será la participación ciudadana, el reconocimiento a los pueblos originarios, la defensa del medio ambiente y nuestros recursos naturales. En definitiva, que defina todo a través de un plebiscito y una asamblea constituyente para tener una nueva Constitución.
¡Eso debiéramos estar discutiendo!
Sin embargo, señora Presidenta, voy a votar a favor de este proyecto de ley. Que nadie piense que queremos continuar. Lo he dicho: "Pongo mi cargo a disposición ahora. ¡Renunciemos todos!".
Si Piñera no es capaz de sacarnos de esta crisis, ¡que renuncie! ¡Y que renuncien también los Diputados y los Senadores y tengamos un nuevo Congreso!
Lo hemos dicho. Porque la gente no aguanta más, el país no soporta más. ¡Chile está en llamas!
Se requiere generosidad, decisión y conducción. Y hoy un Presidente que no conduce ha hecho una propuesta. Yo espero la respuesta de la Oposición.
¡Patagonia sin represas!
¡Nueva Constitución, ahora!
¡No más AFP!
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Tiene la palabra el Senador Soria, por cinco minutos.


El señor SORIA.- Señora Presidenta, colegas Senadores, les voy a hablar muy poquito.
La voluntad de los pueblos se expresa en las urnas. Por eso todos estamos acá.
La mejor experiencia que les puedo dar es mi vida misma.
Yo, desde 1963, he ganado las elecciones normalmente con la primera mayoría nacional porcentual.
¡Qué mayor respeto al pueblo y a la democracia que el voto de la gente! Por lo tanto, yo no puedo quitarle el derecho a alguien de reelegirse diez, quince, veinte veces. ¡Que haga lo que quiera! ¡Es su vida! ¡Es la democracia! Quien lo pone -de alcalde, concejal, Diputado, Senador- es el pueblo.
Hay que buscar la mejor ecuación para que el pueblo pueda expresarse. Pero no diciendo "vas a ser Senador dos veces y vas a ser Diputado otras dos", pudiendo yo ser dos veces Diputado y de ahí me voy a Senador, y ahí estoy dos veces más y luego me devuelvo al cargo anterior. ¡Ese es un juego! Seamos sinceros y respetemos al pueblo.
El pueblo siempre ha querido elegir él. Debemos seguir igual que siempre. Lo otro lo podemos arreglar. ¡Lógico! Podemos poner mil ejemplos, como he escuchado. Me he educado esta mañana sobre cómo eligen en el mundo. Eso no lo sabía. Y me da la razón en cuanto a lo que les estoy diciendo, de ir por el camino de la democracia plena. El pueblo vota por uno y, si lo quiere tener cincuenta años, por algo será.
Muchas gracias, colegas.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Tiene la palabra el Senador Alejandro García-Huidobro.


El señor GARCÍA-HUIDOBRO.- Señora Presidenta, varios años atrás estuvimos analizando y discutiendo, pero no votando, el tema que aborda este proyecto, compuesto por varias mociones que vienen tanto de Diputados como de Senadores.
Lo primero que quiero consultar entre nosotros, a nuestra propia conciencia, es saber efectivamente por qué estamos aquí. ¿Por qué tomamos esta decisión de vida?
Y yo los miro a la cara y veo, por ejemplo, al Senador Pizarro, a quien recuerdo que conocí cuando fuimos dirigentes en la Universidad de Chile. Tenía vocación política. Y la vocación política es algo muy profundo, que cada uno tiene en su corazón en cuanto a entender por qué está en este mundo y para qué quiere adelantar el mejoramiento de la calidad de vida de todos los chilenos.
Todos nosotros, señora Presidenta, tenemos vocación de servicio, porque la felicidad en la vida se da cuando el corazón se siente contento por servir a otros y, sobre todo, por servir a otros en su representación.
He escuchado, con toda franqueza, distintas visiones. Escuché al Senador Letelier, que planteó algo que no le había escuchado: que está disponible para dar un paso al costado, en circunstancias de que tuvo la posibilidad de romper el binominal en su primera elección, algo que yo también puedo decir, señora Presidenta, pues rompí el binominal en mi segunda elección. ¿Por qué nos eligieron? Porque tratamos de hacer un trabajo honesto, cercano a la comunidad. Y así hemos sido reelegidos.
Me pregunto: la manera moderna de sacar a los parlamentarios, a los alcaldes, a los concejales, a los consejeros regionales, ¿será por secretaría?
Y quiero ir más allá. Hay que entender que por una reforma constitucional vamos a impedirles a muchas personas que se han dedicado a servir -por ejemplo, a su comuna- a ser candidatos, cuando han realizado una muy buena gestión, cuando han sido, a lo mejor, reelectos varias veces, y cuando han sido personas que han levantado a su comunidad.
¿Se lo vamos a impedir por secretaría?
Lo entiendo, pero en México y en otros países vienen de vuelta.
Considero lamentable -quiero ser superfranco- que muchas veces se le impida a una persona seguir desarrollando su vocación de servicio. ¡Eso sí que atenta contra los derechos humanos, sí que atenta, también, contra la decisión de un pueblo de elegir a quien estima que es el mejor, sea para concejal, alcalde, parlamentario o core!
Y me preocupa, señora Presidenta, que esto vaya a ser así de aquí para adelante. Es decir, lo que haya para atrás no cuenta.
Seamos sinceros: si no se quiere que se reelijan después de dos elecciones los parlamentarios, los alcaldes, los concejales, eso partirá de aquí para adelante. Pero hay indicaciones que dicen algo distinto. Y quisiera ver cómo las van a votar tanto en la Cámara como en el Senado.
Llamo a la reflexión al respecto.
Yo quiero que el pueblo sea el que decida, siempre. Si una persona ha dedicado su vida entera a servir a su gente, me parece impresentable que nosotros les estemos quitando la posibilidad, a esa persona y a ese pueblo, de designarla vía elecciones.
Sé que este tema se está viendo por la presión circunstancial que hay. ¿Profunda? Sí. ¿Por mucha responsabilidad que tenemos todos? Sí. Pero lo que se está haciendo aquí, de alguna manera, es atentar contra la democracia; contra una democracia libre, señora Presidenta, en que el pueblo resuelve quiénes son sus representantes. Y como esta es una democracia representativa, al estar impidiéndoles a los representados elegir a las personas que les corresponde creo que no vamos en el camino correcto.
Señora Presidenta, creo que estamos, tal como lo han planteado varios colegas, en un momento difícil. Pero tenemos que llamar a la serenidad. Debemos ser todos responsables, en cuanto a que una cosa es lo que pensamos y otra distinta lo que tenemos que manifestar, sobre todo, respecto de la tranquilidad que requiere nuestro país.
No podemos seguir alentando en forma indirecta, y algunos de manera directa, la delincuencia, el saqueo, lo que se está haciendo hoy día para destruir todo el esfuerzo que ha hecho esta democracia para que nuestro país esté en el primer lugar en calidad de vida en Latinoamérica. No podemos echar eso por la borda.
No es cierto que una asamblea constituyente y una nueva Constitución vayan a solucionar todos los problemas de este país. Podemos reformarla, podemos mejorarla con amplios acuerdos. Pero pensar que aquí se aprieta un botón y los problemas se solucionan es nuevamente engañar a la gente, es nuevamente seguir vendiendo humo.
La responsabilidad que tenemos todos nosotros es justamente al revés. Las políticas públicas dependen fundamentalmente de lo que podamos hacer entre todos nosotros. Pero, por ningún motivo, ¡no sentirnos legítimos representantes del pueblo! ¡Lo peor que puede existir en nuestra democracia es no saber asumir como corresponde lo que el pueblo mismo nos indicó cuando nos eligió!
¿Podemos mejorar? ¡Mucho!
Pero, primero que nada, debemos entender que si no hay paz social, si no hay paz en las calles, si no hay orden público, esta democracia puede dejar de existir, y nos vamos a ir, posiblemente, a los extremos que este país no quiere. ¡A los extremos que este país no quiere! ¡Porque el extremismo no lleva a ninguna parte!
Yo creo que todos tenemos que ser muy responsables. Nos conocemos, y yo confío en la calidad moral y en la calidad ética de todos los Senadores de mi país.
Señora Presidenta, este tipo de proyectos, que se ponen en discusión por decisión de la Mesa y -me imagino- también de los Comités, no van a solucionar ningún problema, los van a fomentar.
Creo que si nos preocupamos fundamentalmente de los temas sociales, de la agenda social, de lo que nosotros también queremos para Chile, estamos en el camino correcto.
Todo lo demás, muchas veces, es vender ilusiones, y el día de mañana las consecuencias van a ser peores.
He dicho.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Tiene la palabra el Senador De Urresti.


El señor DE URRESTI.- Señora Presidenta, Honorable Sala, estamos llamados a pronunciarnos sobre un proyecto de ley que, precisamente, busca limitar la reelección de las autoridades.
Y el debate apunta a escuchar qué está sucediendo en este país, por qué hay cansancio, por qué hay aburrimiento, por qué hay malestar.
Yo difiero de lo que ha señalado el colega que me antecedió en el uso de la palabra. Tenemos que preguntarle a la ciudadanía, efectivamente, pero preguntémosle de todo. Para eso hemos propuesto que se hagan plebiscitos y que sea el soberano, que sea el pueblo el que en esta tesitura, en esta situación, plantee si quiere una nueva Constitución.
Pero queremos consultar para determinados temas y para otros, no.
A mi juicio, nosotros debemos garantizar, a través de instrumentos constitucionales, la posibilidad de consultar permanentemente al pueblo. Y creo que los plebiscitos son buenos. Los plebiscitos para estas grandes coyunturas, para estas grandes crisis, permiten destrabar situaciones difíciles. Por eso hemos insistido en el plebiscito.
Creo que este proyecto avanza en el camino correcto. Hay que hacer precisiones, pero pienso que avanza.
Me parece que uno, al ser electo, tiene la legitimidad y el respaldo de la ciudadanía. En todos los que estamos acá ha confiado un conjunto de ciudadanos, un conjunto de electores, quienes han dicho: "Usted está investido para tal o cual posición".
Puedo hablar desde mi experiencia personal: soy el único Senador que pasó por primarias, donde votaron más de diez mil personas para que yo llegara hasta acá. En todas las elecciones en que he participado he sido primera mayoría, en mi distrito como Diputado y también en mi circunscripción como Senador. En la última elección fui segunda mayoría nacional.
Pero uno debe estar dispuesto también a ceder y a entender que, precisamente, la ciudadanía quiere un reemplazo, quiere que no se eternicen en los cargos. Y no lo digo por el Senado o por la Cámara de Diputados. Sé que hay colegas que llevan largo tiempo y tienen una tremenda trayectoria y hay un acumulado, hay experiencia. Pero yo siento que no es bueno eternizarse en los cargos.
Y así como esto es importante en la Cámara Alta y en la Cámara de Diputados, creo que también es relevante en materia municipal.
La eternización en un cargo termina profesionalizándolo y desvinculando muchos aspectos fundamentales para la rotación, para la oxigenación y también, a veces, hace que se incurra en determinadas malas prácticas.
Yo valoro la oportunidad de haber llegado al Senado, luego de ser ocho años Diputado, y de conocer la experiencia.
Aquí hay Senadores y Senadoras a los que, precisamente, el transcurso del tiempo, su trayectoria como funcionarios, como altas autoridades, como Diputados y como Senadores les permiten tener capacidad y una técnica legislativa que no se aprende si no es estando acá.
Sin embargo, considero que dieciséis años en el Senado es un tiempo suficiente, lo mismo que estar doce años en la Cámara de Diputados, doce años en un municipio o en los consejos regionales.
Creo que esto es parte, precisamente, de la capacidad de renovar -como lo sostuvieron algunos colegas que me antecedieron en el uso de la palabra-, de ceder y de entender que debe haber recambios. Uno no puede profesionalizarse, no puede institucionalizarse donde está.
Las elecciones periódicas son la prueba de fuego, la nota, la evaluación que hace la ciudadanía respecto a si una gestión ha estado buena o mala.
Pero pienso que lo planteado para las elecciones de Diputados en los tres períodos que se consideran; de Senadores, con una reelección para completar dieciséis años; de alcaldes, de concejales y de consejeros regionales, va en el camino correcto.
Tengo un par de aprensiones del debate que estimo importantes.
¿Qué ocurre cuando se tiene una norma de entrada y se sabe que alguien no va a ser reelecto? ¿Cómo se asegura eso, cómo se focaliza con rendimiento? Porque se dirá: "Soy electo para este período, pero ya sé que, aunque quiera, no voy a poder postular para ser reelegido".
Pienso que ahí tiene que haber una discusión.
Recuerdo haber conversado sobre esto con parlamentarios de Costa Rica, de México, donde se ha establecido esto. Y, a mi juicio, hay que considerar una fórmula para que, en definitiva, no exista un desincentivo, ya que inmediatamente de elegido en un cargo ya se sabe que no se va a repostular. Ahí se debe buscar una fórmula...
El señor GARCÍA-HUIDOBRO.- ¿Cuál?
El señor DE URRESTI.- Creo que hay que mejorar un sistema político, un sistema que permita volcar lo que uno ha aprendido en otras experiencias.
Vamos a tener los gobiernos regionales, con un gobernador regional como una instancia de participación. Y, en mi concepto, ahí se debe contar con una mirada más integral.
Pero estoy de acuerdo con este principio.
Por otra parte, cuando se produce la perpetuación en el cargo, la capacidad de control baja y la imposibilidad de acceso a ese cargo por parte de otros no incumbentes es más alta. Y en eso debemos ser claros.
Quien se reelige tiene mayor capacidad de conocimiento de su zona, de su territorio, de sus electores, lo cual tiene un valor por la cercanía, pero también puede significar una situación de eternización en el cargo.
Creo que también debe haber un estudio del modelo de elección.
Valoro, y ojalá que también se ponga en discusión, una norma, que se corrigió precisamente con el nuevo sistema electoral proporcional, respecto de quienes ingresan con baja representación.
Me parece que un parlamentario debiera tener un respaldo suficiente, una cantidad de miles de electores, un guarismo que diga: "A usted lo apoyó tal porcentaje de la ciudadanía".
Yo siempre lo señalo: el parlamentario que no hace su pega no es reelecto; el que no hace un buen trabajo no tiene asegurado su cargo, y más aún hoy día considerando la enorme competencia, porque -y esto también hay que valorarlo- entendemos que la reforma al sistema binominal, con sus aciertos y sus defectos, ha permitido mayor diversidad y mayor competencia. En el sistema binominal era uno y uno, y prácticamente estaban predeterminados los elegidos.
Entonces, a mi juicio, tiene que haber un profundo debate al respecto.
Otro punto, que no se ha formulado en esta discusión -lo planteé en la Comisión; no es la idea matriz del proyecto que nos ocupa-, dice relación con la eternización de cargos en otro tipo de entidades, por ejemplo, las gremiales.
En esa materia también debiéramos sostener una discusión.
El señor CHAHUÁN.- Está presentado el proyecto.
El señor DE URRESTI.- ¡Qué bueno! Si está presentado, pienso que sería bueno sumarlo a la discusión para que no se produzca la repetición de las mismas caras de siempre, contando con un conjunto de elementos que nos permitan dinamizar los distintos cuerpos gremiales y sociales.
Ahí también debe prevalecer este mensaje, este principio.
Asimismo, quiero hacer presentes dos elementos que en mi opinión son tremendamente importantes y que debieran quedar claros en la discusión.
Yo no soy partidario de las sillitas musicales. En buen chileno, esa práctica significa que el Diputado de determinado distrito cumple su período en él y se va al del lado. Esto ocurre principalmente en la Región Metropolitana, donde hay numerosos distritos.
Veo en este Hemiciclo a muchos colegas con los que fuimos compañeros en la Cámara de Diputados. Es sabido que uno en su región tiene uno o dos distritos y ahí pertenece. Y los que hemos hecho el trabajo saltamos a la Cámara Alta, pero desde nuestro territorio.
A mí no me gusta que se eludan estas normas yéndose a otro distrito o a otra región. Creo que eso es burlar el objetivo del proyecto.
Los Senadores tienen una identidad territorial regional; los Diputados, proporcional en la representación.
Uno tiene que construir identidad territorial, identidad con sus electores, sobre todo con sus regiones, más aún hoy día cuando hemos establecido que cada región corresponde a una circunscripción.
Podrá haber cinco, tres o dos, dependiendo de cómo haya quedado el guarismo, pero ese es el lugar de representación y es ahí donde el parlamentario debiera desplegar su capacidad.
Otra discusión que también se ha planteado -y creo que es necesario señalarla- se refiere a si habrá Senadores nacionales, es decir, entender este dinamismo y plantear que hay figuras que tienen una representación nacional. Hagamos esa discusión, pero no sigamos con este trasvasije de "Soy Senador en esta región. Para no infringir la norma, me voy a otra y así no me corre el plazo".
Por último, me parece importante aclarar algo respecto de la retroactividad.
Creo que aquí tenemos que ser claros.
Si nosotros no establecemos una norma retroactiva, estos plazos van a ser in aeternum: de aquí a dieciséis o veinte años. Y eso significaría burlar el objetivo que está detrás de esta reforma constitucional.
Por esas razones, voto a favor.
Pienso que tenemos que hacer esa discusión para un mejor sistema político, para que efectivamente seamos representantes de nuestros electores, de nuestros territorios y, en definitiva...
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Concluyó su tiempo, señor Senador.
Dispone de un minuto adicional.
El señor DE URRESTI.- Gracias, señora Presidenta.
Decía que, en definitiva, se debe tener la capacidad de ganar las elecciones con el respaldo genuino, popular de quienes creen y confían en nosotros.
Y los procesos electorales, con las limitaciones que se han mencionado, precisamente sirven para evaluar a los parlamentarios con una nota: si hizo el trabajo, es reelecto; si hizo bien el trabajo, será promovido de Diputado a Senador o a otro cargo que quiera cumplir.
Creo que el debate tiene que ser un poquito más amplio, pero el principio, sobre todo con lo que está sucediendo en nuestro país y con lo que hemos escuchado de la sociedad, debe ser avanzar.
Termino señalando que, si le consultamos a la ciudadanía, tenemos que hacerlo en lo local, en lo regional y en lo nacional. Y para eso necesitamos avanzar con un plebiscito que le posibilite a la ciudadanía definir una nueva Constitución para nuestro país.
He dicho.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- No hay más inscritos.
Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor GUZMÁN (Secretario General).- ¿Alguna señora Senadora o algún señor Senador no ha emitido su voto?
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Terminada la votación.
--Se aprueba en general el proyecto (36 votos a favor y 4 en contra), dejándose constancia de que se cumple el quorum constitucional requerido.
Votaron por la afirmativa las señoras Allende, Aravena, Ebensperger, Goic, Muñoz, Órdenes, Provoste, Rincón y Von Baer y los señores Allamand, Castro, Chahuán, De Urresti, Durana, Elizalde, Galilea, García, Girardi, Guillier, Harboe, Huenchumilla, Insulza, Kast, Lagos, Latorre, Letelier, Montes, Moreira, Navarro, Ossandón, Pérez Varela, Pizarro, Prohens, Pugh, Quinteros y Sandoval.
Votaron por la negativa la señora Van Rysselberghe y los señores Coloma, García-Huidobro y Soria.
La señora RINCÓN (Presidenta accidental).- Se deja constancia de la intención de voto favorable del Senador señor Quintana.
Si le parece a la Sala, se fijará plazo para presentar indicaciones hasta el jueves 28 de noviembre, a las 12 horas.
--Así se acuerda.