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OCTOGÉSIMO ANIVERSARIO DE ARRIBO DE BUQUE WINNIPEG A CHILE. HOMENAJE Y ENTREGA DE DISTINCIONES


La señora RINCÓN.- Permítanme y excúsenme las autoridades, pero parto por saludar a los familiares y amigos de España residentes en Chile que arribaron a nuestro territorio a bordo del Winnipeg hace ochenta años.
Señora Dolores Delgado García, Ministra de Justicia de España; señora Consuelo Valdés Chadwick, Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de nuestro país; señor Teodoro Ribera Neumann, Ministro de Relaciones Exteriores; Excelentísimo Embajador de España en Chile, señor Enrique Ojeda Vila; señor Antonio Gutiérrez Limones, Presidente de la Comisión de Asuntos Extranjeros de España; señor Rafael Garranzo, Director General de Iberoamérica; señor José Tomás Vicuña, Director Nacional del Servicio Jesuita a Migrantes; Excelentísimo Embajador señor Mariano Fontecilla de Santiago Concha; señores Presidente y Vicepresidente de este Honorable Senado; todas y todos mis colegas.
Hoy es un día especial para España y para nuestro país. Hoy se cumplen ochenta años de la llegada a Valparaíso de más de dos mil trescientos exiliados republicanos españoles migrantes, a bordo del buque Winnipeg, quienes arribaron al puerto un 2 de septiembre de 1939 y descendieron a tierra la mañana del 3.
"Momento estelar de la humanidad", como señala Stefan Zweig, que nos hace recordar un valor fundamental: el respeto a los derechos humanos. En este caso, el valor del respeto a los migrantes que, tal como reza nuestra política exterior, posee un importante componente de vocación de paz.
Este es un elemento fundamental cuando se trata de respetar la vida, las relaciones internacionales y el desafío migratorio, el cual ha generado en la actualidad un gran debate en el marco del surgimiento de los populistas nacionalistas, que predican el odio contra el migrante.
Por sobre todo, lo más maravilloso de esta empresa denominada "Winnipeg", o como la llamaba Neruda, "su más bello poema", es que frente a la oposición que tuvo el Presidente Pedro Aguirre Cerda, se impusieron la nobleza de su Canciller, Ortega Aguayo, quien no estuvo dispuesto a tolerarla, y la convicción de Neruda que lo hizo perseverar. Ello le dio al Presidente de la República el blindaje necesario para no ceder a las presiones de quienes en Chile eran más conservadores y no querían en sus tierras a los republicanos que estaban siendo expulsados de su propia patria.
Por lo mismo, es muy relevante recordar la frase de nuestro Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, gran gestor de la llegada del Winnipeg a este bello puerto, Patrimonio de la Humanidad, quien señalaba que "la tierra es tierra en todas partes, pero la patria es la libertad".
¿Cuántos hermanos latinoamericanos hoy están siendo cobijados en Chile? ¿Cuántos migran de su patria, pues ella se encuentra en una situación de fragilidad e inseguridad tal que vulnera sus derechos humanos al no ser capaz de garantizarles la vida o el sustento económico básico, y son asilados por nuestro país para construir su propia patria?
Esa libertad permitió alcanzar la paz interior para muchas familias que sufrieron los horrores de la España en la Guerra Civil y tocar la vida en el caso de Agnes y Andrés, dos bebés que nacieron en el gran barco de los exiliados: Andrés, de origen catalán, y Agnes, de origen vasco.
Agnes y Andrés son hijos del Winnipeg, buque que -como hemos dicho- en 1939, tras la Guerra Civil, llevó a no menos de 2.365 españoles desde Francia a Chile, el mayor contingente de pasajeros en la historia del exilio español.
Al evocar tan maravillosa historia, quiero citar las palabras de José Balmes, quien dijo: "Nunca jamás, ni siquiera al final de mi vida voy a hacer lo suficiente por agradecer el hecho de estar en este país y de ser ciudadano chileno, gracias justamente a Pablo Neruda. Como alguien dijo alguna vez, `las deudas de amor no se terminan de pagar nunca', y esta es una gran deuda que yo tengo con él todavía".
Este hito de la historia de la humanidad constituye el inicio de un camino por el cual es fundamental luchar siempre sin ningún asomo de duda: la dignidad humana y el derecho a migrar.
Es una mirada que, según el español Manuel Castells, en su libro La Reconceptualización del Desarrollo en la Era Global de la Información, activa "el deseo de la solidaridad" por sobre la "agresividad individualista".
Son valores comunes que unen al mundo y que deben relevarse al máximo y hasta el límite, porque la dignidad humana y los derechos de mujeres, de hombres, de abuelos y abuelas, de niños y niñas forman un patrimonio que Chile y España sembraron y que han vivido de manera recíproca durante la historia de ambas naciones; pero que deben cosechar en las buenas y en las malas, porque la migración es un derecho fundamental que se debe hacer respetar, lo que no obsta a que ello lo hagamos siempre de la mejor manera para garantizar a todos, al migrante y al que lo cobija, el acceso a los bienes públicos y las seguridades en todas sus formas.
En ese plano, y en nombre de mi bancada, la de los Senadores de la Democracia Cristiana, destaco la proeza Winnipeg y emplazo a todos los sectores políticos representados en nuestro Congreso Nacional y fuera de él a trabajar por los migrantes y los nacionales, para que todos y cada uno nos sintamos amparados, protegidos y promovidos, pues la migración bien hecha les hace bien a las naciones, al mundo y, por cierto, a nuestra patria.
Y perdonen la referencia personal a mis abuelos. Soy nieta de tres migrantes. Mis abuelos paternos y mi abuelo materno son migrantes españoles: Adolfo Rincón de la Cruz, Isaías González Gómez, ambos castellanos, y Dolores Iglesias Agromayor, gallega. Todos ellos llegaron de distintas maneras y en otros barcos a Chile, arrancando del hambre y la guerra, y fueron cobijados en nuestra patria: mis abuelos paternos acá, en Valparaíso, donde se conocieron y casaron y donde nació mi padre; y mi abuelo materno en Talca, donde conoció a mi abuela sanjavierina.
Soy nieta de la migración, y agradezco que mi patria haya sido, como decía Neruda, la libertad de mis abuelos. Ellos nunca dejaron de amar a España; transmitieron su amor a sus hijos, y estos, nuestros padres, a nosotros. En nuestra mesa más de una copla, una tortilla de patatas y un paso doble amenizaron las reuniones familiares. Y yo les he tratado de transmitir también ese amor a mis hijos.
Hoy este Parlamento evoca la gesta humanitaria y de sentido sublime al recordar los ochenta años de una historia coronada por la vida, la esperanza; la migración que colmó a nuestra patria de talento en todas sus expresiones, donde Agnes y Andrés nos muestran dos historias de migrantes que con trabajo y esfuerzo se abrieron paso en Chile y que recobraron aquí los derechos que sus padres habían perdido. Dos almas que compartieron el milagro de sobrevivir en el vientre de sus madres mientras cruzaban los Pirineos y también mientras estuvieron internadas en campos de concentración franceses; y en el barco compartieron, asimismo, el milagro de nacer en condiciones más que precarias, en una habitación tan grande como dos sillones de esta Sala, en que solo había tres jeringuillas y algunos instrumentos de cura.
Neruda, siempre Neruda, profundo y sabio: "la tierra es tierra en todas partes, pero la patria es la libertad". Sí: tras ocho décadas es importante mirar al futuro a través de los ojos del corazón.
Por lo mismo, hay que ser enfáticos en señalar que los migrantes no son cifras o problemas. Los migrantes son familias, seres humanos, niñas y niños. Y prueba de ello es el Winnipeg, ya que traía agricultores, pescadores, metalúrgicos, albañiles, panaderos, trabajadores textiles (como mis abuelos), estudiantes, bebés, técnicos, poetas e intelectuales como José Balmes, destacado pintor; o Leopoldo Castedo, el historiador; o Roser Bru, nuestra pintora, a quien ayer destacaba el Presidente del Senado.
Hoy, más que nunca, en las tribulaciones de Chile y el mundo, termino citando a nuestro poeta parralino, Neruda, quien un 4 de agosto de 1939 dijera: "Que la crítica borre toda mi poseía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie".
¡Esa es la historia, y la historia desafía el presente!
Colegas, invitados, que la crítica borre todas nuestras acciones, si le parece. Pero no podrá borrar nunca las buenas decisiones. Y yo espero que este Parlamento esté lleno de buenas decisiones que desafíen al futuro.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).