Click acá para ir directamente al contenido
HOMENAJE A UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN EN SU CENTÉSIMO ANIVERSARIO
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- El Congreso Nacional rinde homenaje al centenario de la Universidad de Concepción.
Reitero el saludo a don Carlos Saavedra Rubilar, Presidente del Directorio y Rector de la Universidad de Concepción; a don Alfredo Meneses Olave, Director de la Corporación de la Universidad; a las autoridades invitadas, y a las Presidentas de las federaciones de estudiantes tanto del campus Los Ángeles, como del campus Chillán, presentes en las tribunas.
Bienvenidos al Senado de la República.
Para comenzar el homenaje, en el tiempo del Partido por la Democracia tiene la palabra el Senador señor Araya.


El señor ARAYA.- Señor Presidente, para mí es motivo de especial alegría hacer uso de la palabra esta tarde en representación de las Senadoras y los Senadores del Partido por la Democracia, para rendir solemne homenaje al centenario de la Universidad de Concepción.
Es también una responsabilidad especial cuando he recibido este encargo de parte del señor Felipe Harboe, Senador por el Ñuble, quien no puede estar presente hoy, como hubiera querido, ya que se encuentra representando a nuestro país en un importante foro internacional sobre transparencia y probidad en Europa.
Estimados colegas, distinguido Rector, directivos, docentes, trabajadoras, trabajadores, alumnas y alumnos de la Universidad de Concepción que nos acompañan en las tribunas y público que sigue esta transmisión:
No es posible hablar de la fundación de la Universidad de Concepción sin hacer referencia a sus promotores y al contexto histórico y social en el cual se gestó la idea y el proyecto de construir la primera universidad laica en la Región del Biobío.
En efecto, desde 1840, esto es en pleno periodo de formación de la Primera República, Concepción y su entorno directo, marcado por la existencia de los puertos de Talcahuano, Tomé y Lirquén, viven un acelerado proceso de desarrollo económico determinado por la agricultura y la minería, especialmente por el cultivo y la exportación del trigo y del carbón mineral, que darían lugar a un primer proceso de modernización capitalista, que sería clave para dejar atrás a la sociedad tradicional y posibilitar el nacimiento de una clase burguesa, que fundaba su liderazgo social, económico, político y cultural en el desempeño individual, en su educación y en su talante, con un marcado sentimiento regionalista y anticentralista.
Desde los tiempos del Ejército del Sur, al frente del General Ramón Freire, los penquistas dejaron en claro su posición crítica en relación con los permanentes intentos de las élites capitalinas de hacer del sur de Chile un granero subordinado a los intereses metropolitanos.
Mientras en Santiago sus clases dirigentes eran capaces de dotarse de medios formativos y académicos, en el sur del país seguía siendo indispensable el traslado de los jóvenes hasta la zona central para poder realizar sus estudios superiores. Muchos, como era lógico, tras su paso por Santiago, no retornaban a sus ciudades de origen, lo que obviamente limitaba la capacidad regional de generar sus propios cuadros técnicos y profesionales que se hicieran cargo ya no solo de la dirección política de la ciudad, sino también de poder impulsar los procesos productivos que se necesitaban.
Lo anterior motivó a un grupo de precursores, inspirados la gran mayoría de ellos en las doctrinas de la Orden Masónica, a crear una universidad propia que fuera capaz de formar a una nueva intelectualidad local, que, inspirada en los valores ilustrados, pudiera llevar a cabo los cambios indispensables para conformar una sociedad local y regional, con un marcado espíritu crítico, libertario, inclusivo y solidario, única manera de asegurar el bienestar general y el progreso social y económico de la zona.
Esta clase de ideas fueron las que enarbolaron pensadores y hombres de acción, como el recordado primer Rector de la Universidad, don Enrique Molina Garmendia.
No se puede hablar de la Universidad de Concepción sin hacer referencia a su campus, el barrio universitario, que se hace uno con la ciudad.
Visitar la Universidad y contemplar el Campanil, el Arco de la Facultad de Medicina o el Foro Abierto permiten apreciar la fortaleza de su proyecto institucional. Hay pocos paseos más agradables que recorrer sus parques, el entorno de la Laguna de los Patos, por donde jóvenes y estudiantes se prestan a una conversación profunda. Se respira la vida, la comunidad y un espíritu que termina marcando un ethos colectivo que distingue a los profesionales penquistas que han sido formados en las aulas de esa casa de estudios.
La Universidad de Concepción, por su apertura a la ciudad y a la comunidad, es única en el país. Las familias penquistas la reconocen con un genuino sentido de pertenencia y su sola existencia es motivo de legítimo orgullo colectivo.
Sin embargo, la vida de la Universidad, como no podía ser de otra forma, no siempre ha sido sencilla, ni su campus ha sido un lugar de alegría. Ella también vivió en su seno las pasiones, los errores y los horrores de los tiempos convulsos que ha vivido nuestra patria.
El espíritu crítico de sus docentes y de sus alumnos dio lugar en los años sesenta y a principios de los años setenta a un acalorado debate de ideas sobre el sentido profundo de la misión de la Universidad y la responsabilidad social que debía asumir en los procesos de transformación profunda de la sociedad chilena y de lo que ocurría en el Gran Concepción. En su seno, el debate sobre la reforma universitaria se hace fuerte, a ratos controversial e, incluso, disruptivo.
¡Cómo no recordar que en sus aulas y parques un grupo de jóvenes funda el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el MIR!
Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen y Luciano Cruz son recordados aún como los líderes que llevarán desde el sur de Chile a todo el país las banderas de un modelo insurreccional que buscaba acelerar los cambios políticos y sociales, apelando a las experiencias libertarias y revolucionarias que había en América Latina.
Esta experiencia sería definitiva a la hora del triunfo de la insurrección militar. Tras el golpe de Estado de 1973, la Universidad de Concepción, como todas las otras del país, fue intervenida: sus directivos fueron reemplazados por rectores militares delegados.
Pero en la Universidad de Concepción la represión se ensañaría con muchos de los suyos. En la calle Víctor Lamas, un memorial recuerda a cientos de profesores y alumnos víctimas de los vejámenes cometidos durante la dictadura militar.
Pero la Universidad, como el país, recuperó la autonomía, su democracia interna, y nuevos aires le han permitido retomar su senda de desarrollo y hacer de ella una de las más recordadas por su labor docente, pero también como un gran centro de investigación a nivel nacional e internacional.
No podemos dejar de mencionar el aporte del ex Rector que también ocupó un sillón en esta Sala, don Augusto Parra, el querido y recordado don "Chucho" Parra. Este brillante abogado y orador iluminó con su sapiencia y su bonhomía los debates de esta Corporación entre los años 1998 y 2006.
Tampoco es posible no nombrar a don Sergio Lavanchy, quien, sin duda, es uno de los autores del proceso de modernización de la Universidad, que le permite hoy día no solo ocupar un lugar en los ránquines universitarios, sino también proyectar su ser más íntimo, el de una universidad con vocación pública, laica, democrática y, sobre todo, estrechamente vinculada con el proceso de desarrollo social, cultural y económico de la región y el país.
Sin embargo, la Universidad de Concepción es parte no solo de la historia de Chile, sino también de su futuro.
La Universidad va a ser un actor clave para llevar a nuestro país a insertarse en los desafíos que el mundo del siglo XXI nos impone, un mundo con grandes cosas y con grandes cambios, como la inteligencia artificial, el big data, la neurociencia, el dataflow; pero también un mundo que vive una profunda crisis producto del cambio climático, de la migración forzada de los seres humanos, de la crisis política y de las instituciones, del reemplazo del trabajo tradicional por la automatización y del hiperindividualismo, todo lo cual ha llevado, sin duda, a replantear el rol de la humanidad como especie.
En ese campo la Universidad de Concepción cumple un rol clave, aportando con su reflexión, con la ciencia, con su análisis y con su pensamiento crítico.
Así las cosas, es destacable el nuevo centro científico y tecnológico Pacyt, que será pronto una realidad, instancia que permite agrupar esfuerzos públicos y privados orientados a la innovación y la creatividad a nivel mundial, o el centro EULA, que desde 1990 constituye una unidad académica multi e interdisciplinaria orientada a la investigación, la formación continua, la asistencia técnica y la extensión en temas medioambientales.
Por último, quiero terminar saludando nuevamente al señor Rector, don Carlos Saavedra, a las autoridades del gobierno universitario, y a los docentes, trabajadores, alumnos y alumnas de la Universidad. Y, desde esta tribuna, reconocer, a nombre de los Senadores y Senadoras del Partido Por la Democracia, la gran trayectoria que tiene la Universidad de Concepción, así como formular votos para que ella siga trabajando por el desarrollo del espíritu libre
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor DE URRESTI (Vicepresidente).- A continuación, a nombre de la bancada del Partido Demócrata Cristiano, tiene la palabra la Senadora Ximena Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, saludo a la Universidad a través de su Rector y su equipo docente y estudiantil, a toda su comunidad universitaria.
Hace ya cien años se fundó la Universidad de Concepción.
Ha pasado el tiempo y esta casa de estudios no deja de sorprendernos: por su historia, por su comunidad, por su belleza, por su aporte, por sus luchas, por estar permanentemente desafiándonos, por ser el alma mater de quienes forjaron el carácter de hombres y mujeres que, años más tarde, pelearon para construir una sociedad más justa, enfrentándose a la dictadura militar que vivía nuestro país.
No puedo dejar de recordar esos años y mis primeros pasos por la Universidad.
Las primeras marchas contra la dictadura las hicimos desde el sur. Muchas de ellas se organizaron y partieron desde el Campanil Universitario y su tan famoso Foro Estudiantil.
El espíritu forjador que inspiró hace ya cien años, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, a los intelectuales de la época, entre los que estaba el Rector del Liceo de Concepción, don Enrique Molina, es el que marca a hombres y mujeres hasta el día de hoy. Ellos, en su primera reunión, el 23 de marzo de 1917, fijan como propósito dos objetivos claros y complementarios:
Uno: la creación y construcción de una universidad para la ciudad.
Y dos: la construcción de un hospital clínico.
El hospital sería necesario para los estudiantes de la Facultad de Medicina, que era parte del sueño de la Universidad.
Para dar vida a esos objetivos, se crea una comisión de treinta y tres notables personalidades, presididas por don Enrique Molina y secundadas en sendas vicepresidencias por don Virginio Gómez y don Esteban Iturra, contando, entre sus diez directores, a don Edmundo Larenas, nombres que podemos reconocer en las calles de nuestra querida ciudad de Concepción o en las facultades de sus campus universitarios.
Finalmente, y luego de las gestiones que se hicieran frente el Parlamento, un 14 de mayo de 1919 se funda la Universidad de Concepción, con las carreras de Dentística, Farmacia, Química Industrial y Pedagogía en Inglés, que más tarde daría origen a la Facultad de Educación.
En los años 1954 y 1962 se da vida a los campus de Chillán y Los Ángeles, respectivamente (hasta 2009, Los Ángeles fue solo una unidad académica).
Pero volvamos un poco atrás.
En 1931, la Universidad de Concepción le encargó al urbanista austríaco Karl Brunner el diseño de su campus central. Años más tarde, el arquitecto Emilio Duhart continuaría con la obra de Brunner.
Ellos dan vida a una obra material que no por nada hace que su campus sea declarado, el año 2016, Patrimonio Nacional por el Consejo de Monumentos Nacionales de Chile, convirtiéndose en la primera y hasta ahora única universidad de nuestro país en poseer este reconocimiento, debido a su diseño y estilo arquitectónico.
Sus grandes áreas de parques hacen que el sector sea conocido como el "barrio universitario", y son, a la vez, un maravilloso paseo para los habitantes de Concepción y todos quienes las visitan. En su recorrido destaca la Casa del Arte, la que se engalana con el mural Presencia de América Latina, creado por el artista mexicano Jorge González Camarena. Su Pinacoteca tiene actualmente una colección de 2.068 obras pictóricas; es común ver en sus salones espectáculos del Coro y la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción. Su Arco y el Campanil son sellos indiscutidos de la Universidad, la ciudad y la región. Posee el Museo de Arte Chileno más completo de nuestro país. Y no puedo dejar de mencionar que posee once bibliotecas, una de ellas con más de 10 mil metros cuadrados y 100 mil volúmenes a disposición de su comunidad.
Junto a su bella arquitectura y su grandioso parque, el Campus Concepción también destaca por la fuerte actividad cultural que genera durante todo el año. Espectáculos al aire libre, presentaciones literarias y pictóricas, obras de teatro, mesas redondas, seminarios y congresos, entre muchas otras actividades, son ofrecidas gratuitamente a la comunidad universitaria, como también a la comunidad en general.
Sin lugar a duda, la Universidad de Concepción tiene características que la hacen única e inigualable.
Así, desde su belleza espacial, la Universidad surge de lo público y lo colectivo, surge de la férrea decisión de la comunidad. Su convicción era tan preclara, que sus fundadores crean una universidad con características propias; tan propias, que no se pueden meter dentro de ningún patrón establecido.
Es una universidad que se define autónoma del Estado.
Es una universidad privada pero pública: privada desde el punto de vista jurídico, pero pública en su convicción y génesis.
Es una universidad que apela a la libertad.
Por el desarrollo libre del espíritu
universitarios arriba, arriba, de pie
la idea es antorcha que enciende las almas
y es flecha que toca los astros, la fe.
Siempre en las alturas puesto el pensamiento
arca de heroísmo hecho el corazón.
¡Cantemos! ¡Cantemos!
Y llenen la boca del viento
las líricas voces de nuestra canción.
El himno universitario, cuya letra pertenece a Víctor Domingo Silva, y la música, a Wilfried Junge, no puede definir de mejor manera lo que la Universidad de Concepción representa, inspira y quiere de su comunidad universitaria.
La Universidad de Concepción surge de esa comunidad cansada de esperar al centralismo agobiante. Pareciera que hoy necesitamos comunidades como aquella.
Virginio Gómez señaló, de manera sabia y magistral, que la Universidad de Concepción no es una "nueva universidad", sino una "universidad nueva", cuyo aporte al desarrollo de nuestro país será y sigue siendo fundamental, no solo en el ámbito de la ciencia y la tecnología, sino también en lo social, las artes y la cultura en su conjunto.
La Universidad de Concepción es, sin lugar a duda, una maravillosa expresión de lo que debe ser una universidad. No en vano por sus campus han transitado más de 57 mil alumnos titulados y está considerada dentro de las mejores universidades de nuestro país y de Latinoamérica.
Quizás por ello no sea casualidad que Violeta Parra haya hecho clases en ella y hoy exista la cátedra Violeta Parra.
O que desde sus aulas, como se ha recordado en estos días, Corina Vargas sea reconocida como la primera decana de Chile y Latinoamérica.
O que Inés Enríquez Frödden, ex alumna de la Universidad de Concepción, haya sido la primera mujer Intendenta de nuestro país y la primera Diputada de la República. Yo solo puedo decir que fui la primera penquista en ser la primera mujer Intendenta de Santiago y la primera mujer Senadora en el Maule, la tierra de mis abuelos maternos.
O Hilda Cid Araneda, la primera Doctora en Ciencias Exactas en Chile.
O que nuestra Diputada Karol Cariola sea la primera mujer en alcanzar la presidencia de la FEC.
O que aquí, en nuestro Senado, tengamos entre nosotros, como colegas, a la Senadora Jacqueline van Rysselberghe y al Senador Alejandro Navarro, ambos ex alumnos de la Universidad.
O que Elicura Chihuailaf, poeta mapuche, uno de los poetas más connotados de nuestro país, sea ex alumno de la Universidad de Concepción.
Sin lugar a duda, la Universidad ha sembrado y ha dejado huella en nuestro país y lo seguirá haciendo, pues su belleza mayor ha sido saber congregar entre sus aulas la diversidad y el respeto, lo público y lo privado, la ciencia y las artes, a hombres y mujeres, y supo entender, desde su fundación, que una universidad se debe a su comunidad y, a través de ella, se engrandece y la engrandece.
Unamuno decía: "Lo que Natura non da, Salamanca non presta". Es cierto que no basta una buena educación, pero ella es fundamental para transformar el mundo, y es deber de hombres y mujeres prepararse para conquistarlo. Y no hay duda de que en la Universidad de Concepción se forjan espíritus, corazones y razones.
Finalizo mi homenaje, que hago a nombre de la bancada de la Democracia Cristiana, en los cien años de la Universidad de Concepción, esa universidad que me albergó en sus aulas en 1985, con un verso de Chihuailaf:
La Palabra surge de la Naturaleza
y retorna al inconmensurable Azul
desde donde nos alegra y nos consuela.
Cuando la Palabra cree/imagina
interrogarse
no es sino lo innombrado que la interroga
para sacudirla
para desempolvarla, para intentar
devolverle su brillo original.
¿Para qué entonces el deseo
de decirlo todo
si, como en un tejido, el Ahora
-en el tiempo circular-
existe y se completa
con las hebras del ayer
y del mañana?
Así nos dice el tiempo que sueña y
que nos sueña. Que soñamos.
¡Por eso, en este Parlamento debemos soñar y trabajar para que otros, como los de ayer y hoy, puedan seguir soñando!
No puedo dejar de nombrar a quien es responsable de al menos el 50 por ciento de mi carácter: ¡mi padre, el abogado y Presidente del Colegio de Abogados durante tantos años y que hoy ya no está con nosotros, Ricardo Rincón Iglesias, quien también se formó en la Universidad de Concepción!
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor QUINTANA (Presidente).- Muchas gracias, señora Senadora.
Hay que destacar también, dentro de los ex alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Concepción, al Senador señor Víctor Pérez Varela.
En el tiempo del Comité Renovación Nacional, se suma a este homenaje el Senador señor Allamand.


El señor ALLAMAND.- Señor Presidente, autoridades de la Universidad de Concepción:
Participo en este homenaje en representación de los parlamentarios de Renovación Nacional, y la verdad es que no hay mejor ocasión que la celebración de su Centenario para expresar nuestro reconocimiento a los fundadores de la Universidad y a todos aquellos que durante largo tiempo han impulsado su proyecto con dedicación, lealtad y compromiso a una institución cuyo único norte ha sido el servicio a la comunidad regional y nacional.
Tal como se ha recordado, el inicio de sus labores académicas se remonta a marzo del año 1919, oportunidad en que se dictaron las primeras clases en las cuatro carreras que recién partían.
El decreto N° 1.038, del Ministerio de Justicia, mediante el cual se otorgó la personalidad jurídica y se aprobaron los estatutos de la Corporación Universidad de Concepción, fue promulgado el 14 de mayo de 1920.
Tal antecedente jurídico, señor Presidente, no es un simple detalle: la Universidad de Concepción, hasta hoy una corporación de derecho privado, es la mejor demostración de que lo estatal no tiene el monopolio de lo público.
Ahora bien, en su nacimiento la Universidad debió superar un obstáculo, originado en la desconfianza acerca de la capacidad que podía tener una ciudad como Concepción para llevar a cabo tan desafiante tarea. En tal época existían solo dos universidades en el país: la Universidad de Chile y la Universidad Católica. De más está decir que la ciudad y sus ilustres fundadores estuvieron a la altura del magno desafío.
Señor Presidente, toda universidad que pretenda trascender debe, obligatoriamente, tener una impronta, un rasgo que le confiera identidad, una naturaleza que la diferencie de otros proyectos académicos. Pues bien, desde sus inicios la Universidad de Concepción asumió un sello propio que la distingue en su tarea formadora en el universo del saber y el conocimiento, plasmado en el significado profundo de su lema, grabado a perpetuidad en todas sus generaciones: "Por el desarrollo libre del espíritu".
Esa matriz laica, respetuosa de todos los saberes, le ha permitido contribuir con excelencia al progreso de la cultura de la sociedad chilena, considerando las grandes transformaciones que nuestro país y el mundo han experimentado durante este Centenario.
Así, el deber fundamental de la Universidad, de transferir el conocimiento no solo en sus aulas, se proyecta en las más variadas actividades de la comunidad regional y nacional. La Universidad de Concepción ha contribuido decididamente al desarrollo nacional en el ámbito científico -en la que es pionera en actividades tan distintas como la oceanografía o temas espaciales-, las ciencias sociales, la educación, la literatura, la protección del medio ambiente, el derecho, el arte, la música y el deporte.
Sin embargo, la Universidad no solo ha transferido conocimiento, sino que ha generado importante nuevo conocimiento mediante una investigación sólida, prolija e innovadora.
Su labor ha sido extensa y duradera, y ha marcado profundamente la historia de Chile a través de los miles de profesionales que, orgullosos, exhiben la dimensión valórica, individual y social que la Universidad les inculca.
Señor Presidente, la Universidad de Concepción, en un rasgo muy apreciado en nuestros días, mostró siempre apertura a la incorporación de la mujer a su quehacer. En la primera generación de la carrera de Química y Farmacia se titularon catorce de ellas. En el año 1923 se titularon tres dentistas y dos profesoras de inglés. Casi tres décadas después, doña Corina Vargas fue elegida la primera decana de una facultad de Educación en Latinoamérica. Y, como se ha mencionado, es imposible no recordar a doña Inés Enríquez Frödden, primera Diputada de la República.
En la actualidad, la Universidad de Concepción tiene 25 mil alumnos de pregrado que cursan 91 carreras dictadas en sus tres campus, con investigación de alta calidad y amplia extensión hacia la comunidad. Tiene, asimismo, 29 programas de doctorado, donde se gradúan más de 100 doctores por año, y 73 programas de magíster.
Una de sus grandes iniciativas es el Parque Científico y Tecnológico (Pacyt), que el Gobierno de la Región del Biobío aprobó el año 2014. Después de superar obstáculos administrativos y diversas trabas, el Pacyt ya está en ruta y será un enorme avance para la ciencia, la tecnología y la innovación, con un trabajo mancomunado de la Universidad, el sector productivo y las múltiples organizaciones de la sociedad civil.
Por último, un logro significativo con lo que la Universidad recibe el Centenario ha sido la acreditación institucional por el máximo de 7 años en todas las áreas, constituyendo un merecido reconocimiento a toda la comunidad universitaria.
Señor Presidente, es recurrente la pregunta acerca de qué factores son necesarios para alcanzar el esquivo desarrollo; a no dudarlo, la tarea de nuestra generación. La respuesta, también recurrente, es que Chile requiere, entre otros factores, una profunda descentralización; el empalme entre las ciencias básicas y las actividades productivas; el aumento del capital humano, institucional y cultural; una mirada atenta a los fenómenos propios de la globalización; en fin, una vocación firme hacia la innovación y la comprensión de los veloces cambios y tendencias que otorgan fisonomía a la sociedad contemporánea.
Pues bien, la Universidad de Concepción destaca en todos estos ámbitos y se perfila como una institución principal para el desarrollo del país, el incremento de su acervo cultural, el cuidado de las bases de su gobernabilidad democrática y el aporte a su necesaria cohesión social.
Gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor QUINTANA (Presidente).- En el tiempo del Comité Independientes, le ofrezco la palabra al Senador señor Navarro, también ex alumno de la Universidad de Concepción.


El señor NAVARRO.- Gracias, señor Presidente.
Sin duda, es un orgullo poder ser parte de este homenaje a los cien años de la Universidad de Concepción, el cual quiero iniciar saludando a quienes nos acompañan en las tribunas esta tarde de día miércoles:
Al señor Carlos Saavedra Rubilar, Presidente del Directorio y Rector de la Universidad de Concepción.
¡Bienvenido Rector a la casa de la democracia, al Senado de Chile!
A don Alfredo Meneses Olave, Director de la Corporación Universidad de Concepción.
A las autoridades universitarias que nos acompañan: Verónica Madrid Valdebenito, Directora de Servicios Estudiantiles; Lucía Saldaña Muñoz, Directora de Equidad, Género y Diversidad -cargo que da cuenta de la preocupación de la Universidad por los temas de género-; Tabita Moreno Becerra, Directora de Comunicaciones; Patricia Echeverría Carrillo, Directora de Personal; María Inés Picazo Verdejo, Directora de Vinculación Social; Moira Délano Urrutia, Directora de Relaciones Institucionales; Ronald Menickent Cid, Director de Investigación y Creación Artística; Rodrigo Piracés González, Director de Extensión; Marcelo Troncoso Romero, Secretario General; Jaime Soto Barba, Jefe de Gabinete; Viviane Jofré Aravena, Decana de la Facultad de Enfermería; Margarita Marchant San Martín, Decana de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas; Soraya Gutiérrez Gallegos, Decana de la Facultad de Ciencias Biológicas; Raúl González Ramos, Decano de la Facultad de Medicina; Eduardo Pereira Ulloa, Decano de la Facultad de Ciencias Químicas; Roberto Riquelme Sepúlveda, Decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas; a Patricio Rojas Castañeda, Decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias; a Guillermo Wells Moncada, Decano de la Facultad de Agronomía; a Rodolfo Walker Díaz, Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales; a Mauricio Rondanelli, Subdirector del Campus Universidad de Concepción-Los Ángeles; a Alejandro Bancalari Molina, Decano de la Facultad de Humanidades y Arte; a Carlos Baquedano Venegas, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas; a Juan Alberto Barrera, Subdirector del Campus Universidad de Concepción-Chillán; y a Mariela Aravena, periodista, y a don Claudio Concha, parte del equipo que hoy día nos visita.
Quiero también saludar muy especialmente a Belén Cid Sobarzo, Presidenta de la FEC Campus Los Ángeles, y a Annais Barrera Letelier, Presidenta de la FEC Campus Chillán.
Señor Presidente, señor Rector, señores Decanos, Directores y Directoras, claramente es un tremendo orgullo poder compartir estos cien años. Cuando ingresamos a la universidad, allá por 1982, los cien años se veían lejanos, pero no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague.
Claramente el tiempo avanza, y es un orgullo rendir este homenaje contando también con la presencia en la Sala del Senador Víctor Pérez Varela y de la Senadora Jacqueline Van Rysselberghe, exestudiantes de la Universidad de Concepción en tiempos algo agitados, en los 70 y en los 80, quienes aquí estamos, habiendo tenido la hermosa posibilidad de ser formados política, social y humanamente en esta casa de estudios superiores.
La Región del Biobío, y en particular la ciudad de Concepción, se siente orgullosa de tener a la Universidad de Concepción como su principal centro de educación superior. Por mucho que se diga, la principal, mejor y más destacada universidad de la Región del Biobío es la de Concepción, que fue fundada gracias al espíritu independiente y rebelde de los penquistas, espíritu que hasta el día de hoy, afortunadamente, la acompaña.
El 23 de marzo de 1917, se reunieron en la alcaldía de Concepción intelectuales y respetados vecinos de la ciudad con el objeto de lograr la materialización de aspiraciones a diversas demandas del siglo anterior, como la creación de la Universidad y del Hospital Clínico para Concepción. Fue una cita de carácter universal y transversal.
Allí se reunieron personalidades y líderes de todos los credos y de todas las corrientes políticas. Y estos promotores pensaron en un plan de educación superior autónomo, con personalidad jurídica, y como centro de irradiación de cultura y progreso para el sur del país, la mitad exacta de Chile, allá en Coronel.
En esa oportunidad, se dio un intercambio de ideas acerca de la necesidad de establecer ese centro universitario que sirviera a todo el sur de Chile, y se acordó designar un Comité Ejecutivo pro universidad y hospital clínico, creyéndose conveniente unir las dos ideas, porque se pensaba que la primera no podía subsistir sin la segunda, que sería la base de la futura Escuela de Medicina.
Se acordó, así, formar un Comité Ejecutivo pro UDEC, en el que tendrían mucha preponderancia los antiguos rectores del Liceo de Concepción e intelectuales penquistas.
Solo quiero destacar a 3 de ellos.
Primero, a don Virginio Gómez González, médico e intelectual chileno, fundador de la medicina moderna en Concepción y Director del antiguo Hospital San Juan de Dios. Uno de los institutos profesionales más importantes de Concepción lleva hoy día su nombre.
Segundo, a don Edmundo Larenas Guzmán, abogado, notario, profesor del Liceo de Hombres de Concepción, luego primer Decano de la Universidad. Fue, además, un autodidacta en ciencias, aficionado a la astronomía y una de las primeras personas en estudiar la teoría de la relatividad, de Albert Einstein. Fue también bombero, llegando a ser superintendente de esa institución, entre 1917 y 1922.
Y, tercero, en forma muy particular, a don Enrique Molina Garmendia.
Cuando llegué a la Universidad, la oficina de don Enrique estaba intacta, y era un lugar de visita sacramental de todos los mechones. Lección uno: "No pisar el escudo del Arco de Medicina". Lección dos: "Ir a conocer la oficina de don Enrique Molina" (que se mantiene intacta), a inspirarse en el fundador, a ir a las raíces, a intentar ser como él: educador, filósofo, profesor y Rector del Liceo de Concepción (que lleva su nombre), y quien no solo sería elegido como Presidente del Comité Ejecutivo, sino que se convertiría también en el primer Rector de la Universidad. El campus universitario de Concepción lleva su nombre y apellido.
Hay quienes, desde la Masonería, llaman a don Enrique Molina Garmendia "el masón sin mandil", por los valores que impulsaba, por cierto, transversales y universales, hoy día con plena vigencia en la sociedad chilena.
Sería, por tanto, don Enrique Molina, con su espíritu independiente y descentralizador, que forma parte del ADN de los penquistas -esperamos que siga haciéndolo-, quien iría a hablar directamente a Santiago con el entonces Presidente de la República, Juan Luis Sanfuentes, a fin de solicitar apoyo estatal para la creación de la Universidad de Concepción.
No han cambiado mucho los tiempos: hace cien años había que ir a Santiago a pedir permiso para crear una universidad. Pero, entonces, en las palabras del propio Enrique Molina: "El Presidente apoyaba el proyecto, pero lo estimaba viable para algunos años más" -me suena- "considerando las dificultades de carácter económico que por el momento hacían imposible su realización".
Esta es una respuesta que hemos venido escuchando de manera transversal en todos los gobiernos, no solo en el actual. En los cinco o seis gobiernos que han venido, esta respuesta pareciera calcada.
Por cierto, no hubo apoyo inmediato para la universidad. Cien años, y nada parece haber cambiado. La lucha contra el centralismo, contra la monarquía presidencial, tenía vigencia en 1900, y la sigue teniendo hoy de manera plena y absoluta.
Burocracia para los proyectos de las regiones, como el Metro para Concepción o el tercer dique de Asmar. Se trata de peticiones que muchos hemos realizado, y que siguen pendientes.
Por tanto, ante aquella demora en la tramitación de los permisos para la fundación de la Universidad, este grupo de intelectuales penquista decidió una vez más rebelarse, tal como un siglo atrás lo hiciera Juan Martínez de Rozas, en la Primera Junta de Gobierno, o Bernardo O'Higgins cuando proclamó la Independencia de Chile en la principal plaza de Concepción, la Plaza de la Independencia.
Por ello, sin esperar más, un 14 de mayo de 1919 hicieron lo que debían hacer: fundaron la Universidad de Concepción.
El propio Enrique Molina, en su discurso de 1929, hace 90 años, en el décimo aniversario de la universidad, declaró:
"Fueron muchas las diligencias realizadas y luego de diversas conversaciones, el Comité se convenció de que el Gobierno no crearía, quién sabe en cuánto tiempo, la Universidad. No eran solo penurias financieras lo que lo impedían, había también de por medio rivalidades, temores políticos y sectarios, y no faltaba tampoco la menguada entrega de alguna pequeñez humana. Por tal motivo, el Comité se cansó de esperar y, en un gesto de audacia, de fe, resolvió, sin más, abrir la Universidad a principios de 1919".
De ahí en adelante, la historia la conocemos: vino la creación de los símbolos: el Arco de Medicina, el Campanil, la Casa del Deporte, íconos hoy día de Concepción y de la región. Luego, el campus de Chillán y de Los Ángeles (nos acompañan sus directores); las facultades y carreras de pre y posgrado, que han permitido formar a miles y miles de hombres y mujeres, sin dejar de mencionar su importante contribución científico-tecnológica, que ha incrementado el acervo social y cultural de Chile.
El lema "Por el desarrollo libre del espíritu" no nació de forma gratuita. Representa el primer motor de la misión universitaria. Y hasta el día de hoy es la fuente en la cual la institución nutre el futuro de nuestra región y de nuestro país. "Por el desarrollo libre del espíritu". Una consigna de 1919, que hoy día, en el 2019, tiene plena vigencia.
El camino no ha sido fácil, ha habido tiempos de oscuridad, como el período militar. Durante esa etapa, carreras como Periodismo y Sociología fueron cerradas, y muchos estudiantes que luchábamos por recuperar la democracia fuimos suspendidos y expulsados en variadas ocasiones.
La Universidad de Concepción fue el primer plantel universitario en aprobar la reforma universitaria, en 1968.
Esta universidad tiene el primer parque tecnológico en marcha y en construcción. Por tanto, podrá ser la tercera a nivel nacional. Pero, sin duda, será la primera de Chile en tener un parque científico y tecnológico a disposición de la Región del Biobío y del país.
En ese camino se avanza: ¡en el legado de los fundadores!
Y, por cierto, quiero hacer un reconocimiento a todos los que han formado el directorio de la universidad, penquistas de corazón -¡de la clase penquista!-, hombres y mujeres de todas las condiciones sociales, políticas y también económicas.
Solo me permito recordar, en presencia del rector y de quienes nos acompañan, que corría el año 1985 -por ahí está Moira- cuando nos encadenamos en el Teatro de Concepción en pos de la reunión del directorio de la universidad y los increpamos duramente con Carlos Almanza, reclamando más democracia.
Hoy día formamos parte de la Asamblea de Socios. Estamos en el Senado. Los tiempos han cambiado. Pero sigo pensando que esta asamblea tiene que ser un elemento fundamental, y su directorio la expresión de ella para los cambios y el desarrollo de la universidad en los nuevos tiempos.
Esos tiempos eran de dictadura y protestábamos por la democracia. Hoy día estamos en democracia y protestamos por un mejor futuro para la región y para Chile, de la mano de la universidad.
Los que egresamos de la Universidad de Concepción estamos repartidos por todo Chile, en el mundo entero. Está la colonia de ingenieros metalúrgicos allá en Calama, en la minería. La verdad es que son muchísimos. Forman una verdadera colonia esos profesionales de la Universidad de Concepción, altamente demandados y altamente calificados y muy bienvenidos.
La universidad tomó la decisión de irse a Chillán, a Los Ángeles, a Lota-Arauco con el CFT, y esperamos que siga creciendo.
Esta es una universidad que tiene un rol de carácter nacional, y en él todos tienen cabida.
Es por ello que quiero hacer una mención a la memoria del exrector de la Universidad de Concepción, don Edgardo Enríquez, en cuyas memorias se constata que la Masonería tuvo un importante rol en la fundación de la Universidad de Concepción. Y Sebastián Jans, actual Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, refiriéndose a este tema -y lo cito textual-, señala: "la Masonería es inseparable, histórica, emocional e intelectualmente, de la Universidad de Concepción, y creemos que, en su desarrollo y en su cotidianeidad, la Universidad es inseparable de aquellos masones que han colaborado o participado en sus proyectos y en la implementación de sus planes institucionales, en distintas épocas y circunstancias".
Me consta que la Masonería ha sido parte de un gran esfuerzo laico, de fe, transversal en lo político, ciudadano.
La universidad es motivo de orgullo para quienes hemos estudiado en ella porque fue la primera casa de estudios creada en la zona centro-sur. Su campus Concepción fue declarado patrimonio nacional en 2016 por el Consejo de Monumentos Nacionales, lo que la convierte en la primera y, hasta ahora, única universidad en poseer este reconocimiento.
También la Universidad de Concepción jugó un rol pionero -ya lo señalé- en las reformas de la década del 60, en la participación y en la gestión universitaria.
Pero no ha sido un camino fácil.
Siempre ha tratado de luchar contra el perpetuo centralismo, y en épocas duras ha logrado salir adelante.
La Universidad ha contado siempre con el apoyo de Concepción y de su gente. Es una institución laica y privada, pero con un profundo sentido de lo social. No es una universidad como las privadas que conocemos: mercantiles, economicistas y de lucro. Y eso lo acreditan los miles y miles de alumnos que han pasado por los hogares estudiantiles en alguna ocasión, aprovechando las becas y las facilidades que nuestra casa de estudios siempre se ha esmerado en ofrecer.
¡Bueno! Los estudiantes nunca estuvimos conformes y siempre demandábamos más. Demandábamos recuperar las cabinas; demandábamos recuperar los hogares, porque las necesidades eran enormes.
La Universidad de Concepción ha logrado conservar a través del tiempo principios básicos: pluralismo religioso, político y filosófico; autonomía del Estado, de la Iglesia y de cualquier sector político. Es decir, ¡no la manda nadie! La mandan sus académicos; la manda la comunidad universitaria; la mandan su asamblea de socios y su directorio. Allí está concentrado el valor de la administración. Y eso le da un valor adicional. No depende de un consorcio económico ni de un conglomerado internacional, sino del espíritu de lucha de aquellos que la fundaron y de quienes hoy día le dan vida.
Es por eso que, desde esta perspectiva laica y democrática, su centenario la sorprende con nuevos desafíos. Y tengo la más absoluta certeza de que quienes nos acompañan en las tribunas, los principales responsables del futuro, de los próximos cien años de la Universidad de Concepción, podrán y deberán asumir dicha tarea, con fuerza, con entusiasmo y, particularmente, con mucha entrega y capacidad.
El Parque Científico y Tecnológico es un enorme desafío. De verdad, no nos cabe sino apoyar tal iniciativa, pues, con generosidad, la universidad ha invitado a participar al resto de las casas de estudio de la región, haciéndolas parte de este proyecto hermoso, que ha contado con la contribución de los gobiernos y, por cierto, de la región.
Concepción tiene una universidad para sentirse profundamente orgullosa. Además, se ubica en medio de la ciudad y es un campus abierto. No sé si los colegas lo conocen -creo que sí-, pero es el primer campus abierto, no cerrado, sin rejas.
A pesar de las dificultades que ello tiene, es una tradición que se ha mantenido y que siguió la Universidad del Biobío -otra institución estatal de la región-, que hoy día también tiene un campus abierto.
Y la verdad es que me siento orgulloso de que, pese a los problemas y a los desafíos que plantea tener un plantel educacional superior dentro de la ciudad -el campus es parte de Concepción-, su edificación se mantiene con esfuerzo, con seguridad, con inversión.
Concepción y su universidad han tenido muchas mujeres destacadas. Lo ha planteado también la Senadora Ximena Rincón.
Quiero recordar a una muy especial: Hilda Cid Araneda, profesora de Física y Matemáticas, bióloga y la primera mujer en obtener un doctorado en el área de las ciencias exactas en Chile. Tuve el honor y el privilegio de conocerla, de compartir, de luchar juntos por la recuperación de la democracia en la Universidad de Concepción.
Cuando ingresé -ya se ha dicho- en 1982, había 10 mil estudiantes. Hoy día hay 27.606, de los cuales 14.309 son mujeres, es decir, el 51,8 por ciento del universo estudiantil. Eso, por cierto, es motivo de orgullo también para nuestra casa de estudios.
Además, quiero contarles que cuando entré en 1982, aparte de la Casa Don Enrique Molina -en ese entonces iba hacia la parte más política y ya pasaba de la anécdota-, el otro sitio de peregrinaje era la Facultad de Economía, donde se fundó el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Y peregrinábamos por esas salas para tratar de auscultar el pasado en una relación casi mítica con la que otrora pudo haber sido llamada "la universidad roja de Sudamérica".
Por cierto, también estaba Patria y Libertad.
Nuestra casa de estudios expresaba un sentir político transversal, como debe ser y como lo ha sido siempre: la expresión amplia de la transversalidad política. ¡Todo el pensamiento, todas las ideas!
Cuando ingresé a la Universidad de Concepción tenía 23 años -fue algo tardío- y había trabajado en Chiloé. Rendí mi Prueba de Aptitud Académica -así era en ese entonces; los que están en las tribunas también lo hicieron- en el Liceo de Castro y me fui en un transporte especial entre Chaitén y Castro, porque no había modo de cambiarla.
La primera vez que llegué a Concepción, cuando fui a matricularme, había una neblina que no dejaba ver nada. La ciudad no tenía entrada -no existía la calle Carrera como la conocemos hoy día; Concepción se ha desarrollado- y los buses para quienes venían de regiones, que eran muchos, tenían su paradero en los tribunales de justicia. Ahí hacían filas los estudiantes los viernes para volver a sus hogares y regresar los días lunes.
Para mí fue una experiencia maravillosa, aunque resultó difícil para muchos adaptarse a la humedad de Concepción, ¡porque toda la ropa se humedecía...! ¡Los zapatos se humedecían...! Sin embargo, era un clima maravilloso, porque además era y es una universidad maravillosa.
Estudié Filosofía.
Siento un profundo orgullo de haber estudiado Filosofía en la Universidad de Concepción. En los 80, una generación que dio la batalla por recuperar la democracia, mi carrera duraba cuatro años, ¡pero me demoré nueve años en salir...!
La Senadora Van Rysselberghe decía: "Cuando llegó Navarro a la universidad yo estudiaba medicina. Y cuando me fui y terminé mi carrera, que es larga, ¡todavía Navarro seguía en la universidad...!".
Yo aprovecho esta ocasión para expresarles que jamás reprobé un ramo -y lo podrán decir mis profesores-, que me expulsaron dos veces y me suspendieron tres veces.
Pero son los gajes del oficio.
¿Rencor? Con nadie. Al contrario: ¡alegría! Porque con los que ayer nos enfrentamos hoy día compartimos: somos parte de la necesaria unidad nacional para sacar adelante nuestro país.
Solo me cabe señalar que en esa generación de los 80, que a mi juicio fue decisiva para la Universidad en un período que va desde 1980 a 1990, fuimos muchos quienes afrontamos ese desafío.
No nos acompañan hoy día, pero forman parte también de la asamblea de socios: Cristian Cornejo, biólogo marino y primer Presidente de la FEC; Jony Villanueva, médico, lo fue en 1984; Sergio Micco, abogado, en 1985; Pedro Cisternas, ingeniero químico, en 1986; el Senador que habla, en 1987, y Andrés Stuardo, profesor de filosofía y hoy también agrónomo.
Una generación que dedicó su vida a hacer realidad aquello que nuestra nación necesitaba: democracia. Pero la democracia plantea nuevos desafíos, en que los académicos son importantes.
Ya lo he señalado: existe un vacío, un puente roto entre la academia y la política. No puede ser que académicos y científicos quieran un mundo, una sociedad, un Chile mejor; que sepan qué se debe hacer, pues han estudiado, se han preparado toda su vida para ello, y que no tengan conexión con quienes tomamos las decisiones: Senadores, Diputados y Gobierno.
Claramente la universidad, por su característica, por todo lo que hemos dicho acá, debe ser un puente entre la academia, la ciencia y la política en la búsqueda de la felicidad, en la lucha contra el cambio climático, en la batalla por la construcción de un país mejor.
En tal sentido, debo decirles que hemos conversado con muchos profesores de filosofía, como Eduardo Núñez, Patricio Oyaneder, Enrique Munita, Felicitas Valenzuela, Claudio Troncoso, Miguel da Costa, Rosa Oyarzún, Augusto Pescador, Marco Antonio Ramis, Jorge Concha, Marco Antonio Allende, Edison Arias. Con ellos hemos reflexionado sobre estos temas, como debe hacerse en el ámbito de la filosofía.
Yo siempre he expresado: "Filosofía para la acción".
Por lo tanto, solo me resta manifestarles al Rector de la Universidad de Concepción, señor Carlos Saavedra; a su Secretario General, señor Marcelo Troncoso, que hay quienes hoy día tenemos la calidad de exestudiantes pero que pretendemos ser parte de la Universidad.
Entonces, el desafío es cómo se integra a los exalumnos.
En la conmemoración de estos cien años debe haber un punto de inflexión para que esta casa de estudios superiores crezca orgullosa como lo hacen las grandes universidades del mundo, en que sus exalumnos se transforman en actores determinantes de su crecimiento. Hay que aprovechar ese capital humano, forjado en el crisol de la Universidad. No hay que negarse a él.
Creo que esa decisión ha sido tomada por su Rector y su cuerpo académico.
Yo aspiro a una Universidad de Concepción de carácter nacional e internacional, de futuro y que integre a todo Chile; a una Universidad que esté presente a lo largo de nuestro territorio; a una Universidad con presencia internacional, con el desafío generoso de trabajar desde la Región del Biobío por nuestra nación.
Ahora y siempre firmes y adelante: por el desarrollo libre del espíritu; universitarios arriba, arriba, de pie, ¡hoy más que nunca!
A todo el cuerpo directivo y académico que nos acompaña esta tarde, ¡muchas felicidades por los cien años de la Universidad de Concepción!
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor QUINTANA (Presidente).- En el tiempo del Comité Partido Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra el Senador señor Pérez Varela, quien también es exalumno de la Universidad de Concepción.


El señor PÉREZ VARELA.- Señores Presidente y Vicepresidente del Senado; señor Rector, señores docentes y directivos de la Universidad de Concepción, hoy nos reunimos para expresar nuestra adhesión y reconocimiento por cien años de historia. Así que a nuestros invitados les doy la más cordial bienvenida a esta Alta Corporación.
Indudablemente, me siento orgulloso de haber sido alumno, de ser abogado salido de las aulas de la Universidad de Concepción. Porque, a mi juicio -y lo digo desde mi experiencia personal-, ella me enseñó a mirar nuestro país de determinada manera; a conocer la heterogeneidad de la sociedad chilena; a discutir mis ideas con personas que pensaban absolutamente distinto; a compartir, en esa diferencia, el que era un objetivo común: contribuir a la grandeza de Chile, a que fuera una nación mejor.
Lo que aprendí de esta Universidad, que ha sido parte fundamental en mi vida política y profesional, nace de lo que sus fundadores tuvieron presente al formarla. Porque la establecieron en Concepción, sobre la base de una visión regional.
Mirar al país desde una región no es tarea sencilla: no lo fue ayer ni tampoco lo es hoy día. Pero a mi juicio ellos demostraron que era posible. Y se unieron personas de la más distinta naturaleza para crear esta Universidad. No debe de haber sido simple.
Ya alguien citó al propio Enrique Molina Garmendia, quien señaló que cuando fue a hablar con el Presidente de la República con el fin de pedirle ayuda para crear la Universidad este le expresó que no había recursos.
¡Cuántas iniciativas en nuestro país, en nuestra sociedad, en nuestro mundo abortan por falta de recursos!
Sin embargo, esos penquistas siguieron expresando la necesidad de que existiera en Concepción una universidad; una fuerza que permitiera recoger toda la riqueza latente en esta Región para proyectarla a todo nuestro territorio.
Además, esas personas hicieron algo que me parece extraordinariamente significativo: no crearon la Universidad de Concepción como una contrapartida de la Universidad de Chile o de la Universidad Católica, que ya tenían cierta trayectoria y representaban a lo mejor elementos de la sociedad bastante nítidos; no se trataba de una competencia contra esas universidades, sino de la necesidad de que una región y Concepción se pusieran de pie para que una universidad, a través del desarrollo libre del espíritu, se convirtiera en el centro de creación intelectual más importante al objeto de lograr influir en el resto del país.
No hay duda de que la Universidad de Concepción ha logrado aquello, pues hoy día es mirada con respeto.
Quienes vivimos en la Región del Biobío, quienes originalmente somos penquistas queremos que la trayectoria de nuestra Universidad persevere con más fuerza aún.
Digo aquello también desde mi experiencia política actual. Porque uno ve la influencia de la Universidad de Concepción en Los Ángeles y particularmente en Chillán, capital de una nueva región, que vio en ella un acompañamiento, una mano, una mirada absolutamente necesaria e indispensable. Tan así es que, cuando se empezó a plantear en serio la creación de la Región de Ñuble, fue esta Universidad la que analizó el asunto y le dijo al país: "Tiene estas fortalezas y estas debilidades".
Por ello, tal como lo expresó el Senador Navarro, la Universidad de Concepción debe tener el carácter de nacional, debe ser expresión de nuestro territorio. No puede circunscribirse solo a Concepción. Ya los penquistas se sienten orgullosos de la Universidad no solo por su trayectoria, sino también por su configuración.
La Universidad de Concepción es un paseo obligado. Cuántas veces hemos llevado al barrio universitario a amigos, a extranjeros que vienen por primera vez a esta ciudad. Es una visita absolutamente ineludible, en que a lo mejor uno ve edificios, un parque; pero detrás de ello hay toda una creación académica, intelectual y cultural que trasciende y que hace verdaderamente grandes a la Región, a la Universidad y a quienes la conforman y a los que hemos sido alumnos de ella.
Decir que soy abogado de la Universidad de Concepción para mí es sinónimo de respeto y de prestigio.
Por eso, en esta ocasión quiero recordar a muchos de mis profesores, quienes fueron fundamentales en mi formación profesional y política. Algunos siguen vivos; otros ya nos dejaron, pues debo decir que entré a esta casa de estudios superiores diez años antes que el Senador Navarro, en 1972, en que había una situación extraordinariamente conflictiva en nuestro país y que, por supuesto, la Universidad la vivió y que yo también la sentí. Fueron años duros y difíciles, a no dudarlo, hasta los inicios de la década de los 90.
Sin embargo, la Universidad de Concepción, a pesar de la dureza de esa época, mantuvo el concepto, el principio del desarrollo libre del espíritu, y los profesores me transmitieron siempre la diversidad de posiciones; la heterogeneidad social; la importancia de respetar y de juntarse con el otro; la necesidad de contribuir al desarrollo de nuestra nación.
Tuve profesores realmente extraordinarios, reconocidos a nivel nacional e internacionalmente, en algunos casos: Ramón Domínguez, en Derecho Civil; Alberto Goldberg, en Derecho Penal; Héctor Oberg, en Derecho Procesal, quienes ya no están con nosotros. También deseo mencionar a Alejandro Abuter, en Derecho Procesal; a Telmo García, en Instituciones Políticas.
Son tantos los nombres que se me vienen a la mente y que fueron fundamentales en los cinco o seis años en que estuve estudiando en la Universidad para ser abogado. Pero al final no se trató solo de convertirme en un abogado, en alguien que supiera algo de Derecho, con un título otorgado por la Corte Suprema, pues salí de ahí con una concepción política; con un pensamiento acerca de la sociedad y de la ciudadanía; con una mirada de país.
Entonces, creo que la Universidad de Concepción tiene el mérito de formar a personas tan distintas unas de otras.
Señalo aquello porque en el Senado hay tres profesionales provenientes de las aulas de la Universidad de Concepción: la Senadora Jacqueline van Rysselberghe, quien me pidió que expresara su adhesión a este homenaje; el Senador Alejandro Navarro, y el Senador que habla: ¡más distintos no podemos ser...!
Pero ello demuestra que dicha casa de estudios tiene la capacidad, el mérito, la competencia académica, la fortaleza intelectual para cobijar a personas que piensan distinto y que pueden hacer una verdadera contribución a nuestra nación.
Eso es lo que hace grandes a los países.
Cuando uno ve de repente universidades o institutos superiores extraordinariamente homogéneos en lo social, en lo académico y en lo cultural es muy difícil que a sus alumnos les sea factible aportar realmente al engrandecimiento de nuestra nación.
El conocimiento y el análisis intelectual de la realidad, de las ciencias jurídicas en este caso, posibilitan, a través de ese estudio, que uno haga una contribución significativa.
La Universidad me entregó momentos muy especiales e importantes. Estar en el barrio universitario, para quienes no lo conocen o no lo han visitado, es un agrado. Creo que ahí se desarrolla libremente el espíritu, al juntarse estudiantes de diversas carreras.
Efectivamente, lo del Senador Navarro fue un peregrinaje. Nosotros, en los inicios de los años 70, realizamos otro, en que se confrontaban diversas fuerzas políticas. Pero, al final, la casa de don Enrique Molina Garmendia fue siempre un elemento central. Además, yo tuve el privilegio de haber estudiado en el Liceo Enrique Molina Garmendia.
Esa impronta, esa visión y esa voluntad de querer construir me permitieron llevar adelante mi vida política, mi vida en sociedad y mi vida profesional.
Sin duda, la Universidad de Concepción, en estos cien años, debe tener la absoluta certeza, la total convicción de que ha creado, de que ha construido, de que ha sido un elemento fundamental para el desarrollo no solo de la Región del Biobío, sino también de nuestro país.
Los profesionales de esta casa de estudios nos hallamos en distintos lugares, y nos sentimos orgullosos cuando nos juntamos.
Nuestra Universidad tiene un desafío fundamental, donde su Rector y cada uno de sus académicos -quiero saludar al Decano de mi Facultad, la de Ciencias Jurídicas y Sociales, don Rodolfo Walter, quien se encuentra en las tribunas- juegan un rol extraordinario: hacer que estos cien años que ya vivimos, que ya se construyeron, que ya se levantaron constituyan la base de un futuro mucho mejor tanto para la Región del Biobío como para aquellas regiones en que se debe tener mayor presencia e influencia. Así podremos lograr que la Universidad de Concepción sea de todos los chilenos y para el desarrollo libre del espíritu.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor QUINTANA (Presidente).- En el tiempo del Comité Partido Socialista, tiene la palabra el Senador señor De Urresti.


El señor DE URRESTI.- Señor Presidente; Honorable Sala; señores Rector, cuerpo académico y dirigentes estudiantiles de la Universidad de Concepción, para mí es un gusto tener a nuestros invitados en las tribunas de esta Alta Corporación.
En nombre de los Comités Partido Socialista y Partido Revolución Democrática, es un privilegio hacer uso de la palabra en este homenaje al centenario de la Universidad de Concepción, cumplido el pasado 14 de mayo.
No tuve la oportunidad de ser alumno de dicha casa de estudios superiores, pues el pensamiento laico me llevó un poquito más lejos, a la Universidad de Chile. Pero tengo los mejores recuerdos de esa universidad, de haberla recorrido; de haberla acompañado en la década de los 80 en la lucha por la recuperación de la democracia; de haber conocido a mi compañero y amigo Alejandro Navarro -creo que fue en la época en que estaba suspendido; ahí estaban Jano y muchos otros compañeros, amigos y profesores-; de haber visitado sus campus y participado en los debates que allí se realizaban; de haber conocido su bohemia, en fin.
Desde mi punto de vista, hay dos hitos que identifican absolutamente al mundo penquista. Y digo esto desde el sentimiento. Por ello felicito a mis colegas Víctor Pérez Varela y Alejandro Navarro, porque sus discursos nacieron del corazón. Durante esta semana, mientras se preparaban para rendir este homenaje, hablábamos de la cantidad de vivencias, experiencias y anécdotas que tuvieron en su paso por esta Universidad, las cuales realmente marcan.
Y me refiero a dos instituciones que son de la esencia del corazón penquista: una es esta centenaria Universidad, y la otra -permítanme decirlo con mucha fuerza-, el Club Deportivo Ferroviario Almirante Arturo Fernández Vial, el "Vial", club popular que se halla en el corazón de la gente sencilla de ese territorio.
Y qué mejor que hablar a través de las propias palabras de don Enrique Molina Garmendia, fundador y Rector de esta casa de estudios, publicadas el 29 de mayo de 1929 en la ahora nonagenaria revista Atenea, bajo el título: Los diez primeros años de la Universidad de Concepción.
En ese texto, Molina reconoce que "el nacimiento de esta universidad fue como la fructificación de una buena semilla en un terreno largamente preparado", agregando que "por ese tiempo no concebíamos que la universidad pudiera existir de otra manera que fundada por el Estado".
Sin embargo, ello no fructificó: "El Comité se cansó de esperar y en un gesto de audacia y de fe resolvió, sin más, abrir la Universidad a principios de 1919. Iniciaron sus trabajos entonces las Escuelas de Farmacia, de Dentística, de Química Industrial y de Educación con un curso de inglés", enfatizó Molina.
Este paso, que hoy conmemoramos, el fundador de la Universidad de Concepción no duda en calificarlo de "heroico y temerario", añadiendo de inmediato: "Dificulto que universidad alguna en el mundo haya nacido en cuna más humilde y desamparada." -en eso se parece al Fernández Vial- "La opinión pública de Concepción estaba preparada para querer una Universidad, pero no contaba con los medios ni para empezar a mantenerla".
En esa primera década se titularon 292 estudiantes: 136 farmacéuticos; 61 dentistas; 27 profesores de inglés; 7 profesores de francés; 28 profesores normalistas; 29 ingenieros químicos, y 4 químicos analistas. A esta fecha también 49 estudiantes ya habían superado el tercer año de Medicina.
La visión de los fundadores, como señala Molina, permitió "agregar a Concepción, a sus blasones de villa histórica, la diadema de ciudad universitaria".
Gracias a esa característica, según el texto de la revista Atenea, "cabe anotar el mayor desarrollo de muchas ramas del comercio y el mejoramiento de las librerías. Además, la población aumenta, especialmente la de gente joven que en las aulas, en las calles y en las plazas nos brinda constantemente, en mayor proporción que en otras partes del país, el alegre encanto de la primavera de la vida".
Molina agrega su convencimiento de que "más allá de la acción local y regional vinculada a ella, la obra de la Universidad reviste caracteres de importancia nacional, pues nuestros alumnos acuden desde Iquique hasta Chiloé".
Esa energía vital trasunta en la mirada de futuro del fundador de la Universidad, donde expresa con plena nitidez lo que constituye la síntesis del pensamiento de la casa de estudios que hoy homenajeamos: "Nos transportamos a los días venturosos en que los recursos universitarios permitan que en cada facultad, en cada instituto, en cada laboratorio haya investigadores consagrados, en competencia y colaboración con los sabios del mundo entero, a ir descubriendo poco a poco los secretos de la ciencia y a mejorar la condición de los hombres".
Pero Molina no se queda ahí y nos comparte, desde el pasado, una visión absolutamente vigente de lo que debe ser una universidad pública cuando agrega: "Y como coronamiento de esta mansión de ideas nos imaginamos aulas en que resuene en especulaciones desinteresadas el verbo independiente de la filosofía. A las puertas de esas aulas se deberá poner como divisa: `Por el desarrollo indefinido y libre del espíritu'. Pensamos en galerías y museos destinados a mantener el culto de la belleza plástica y en salas en que se oiga el lenguaje alado de la música, que es la expresión de lo inefable para la palabra".
¡Qué visionario fue el fundador!
La Universidad como eje de la ciudad es una idea que Molina seguirá desarrollando. En 1930, en otro de sus textos enfatiza que "Concepción tiene los perfiles de una ciudad universitaria. Santiago es la capital, es el centro de conversión de todas las actividades del país, empezando por las administrativas, políticas y diplomáticas. Valparaíso es la metrópoli comercial. Concepción carece de estos motivos de estimación. Se valoriza por su Universidad. A la metrópoli sureña la envuelve un ambiente de ciudad propicia para el estudio. Tiene muchas condiciones de las pequeñas ciudades europeas y estadounidenses. Calles apacibles y silenciosas, atmósfera límpida los más de los meses: además una noble tradición cívica y educacional, blasones y recuerdos que la vinculan a la historia patria".
Ciertamente, la historia de la creación y el desarrollo de lo que hoy conocemos como la Universidad de Concepción pasa por aquella primera reunión realizada el 23 de marzo de 1917, efectuada en la sala de sesiones de la municipalidad penquista, donde participaron numerosos vecinos, que designaron a Enrique Molina, entonces Rector del Liceo de Hombres que hoy lleva su nombre, presidente de esta asamblea.
Pero también tiene que ver con el impacto que su creación generó no solo en la región, sino en parte importante del país. De hecho, fueron a lo menos 35 los municipios desde Maule al sur los que comprometieron aportes económicos para su fundación y funcionamiento.
Sin ir más lejos, la semana antepasada, en una reunión que tuve con un alcalde de la Región del Maule, nos señalaba que había concurrido al centenario. Y le pregunté: "Pero, alcalde, usted es de otra región. ¿Qué hacía allá?". Nos dijo precisamente: "Reconociendo, homenajeando a quienes, desde ese municipio, desde ese territorio de la Región del Maule habían estado presentes en la fundación".
También es importante relevar la incorporación de destacados profesionales y científicos chilenos y extranjeros, ejemplificados en el caso del doctor Alejandro Lipschutz, sabio de renombre europeo, que encabezó las investigaciones y publicaciones del naciente Instituto de Fisiología. Lipschutz, quien fue el primero en recibir, en 1969, el Premio Nacional de Ciencias, precisamente en 1927 había participado en la fundación de la Sociedad de Biología de Concepción y también había asumido como decano de la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción.
Pero no fue lo único en lo que la Universidad de Concepción destacó desde sus primeros días. Ya entonces sus carreras nacieron con una marcada presencia de alumnas en sus aulas. La Universidad de Concepción lideró el aporte de la mujer en el ámbito académico y político del siglo XX -y es bueno reconocerlo en estos tiempos-, con Corina Vargas, de la Facultad de Filosofía y Letras, como la primera decana elegida por sus pares en Latinoamérica.
Otro ejemplo de ello es que esta casa de estudios pudo ser testigo de la obtención del título profesional de farmacéuticas alcanzado por las catorce alumnas que rindieron satisfactoriamente, en 1921, los exámenes correspondientes.
El propio Enrique Molina, en una entrevista en el diario El Sur de Concepción en 1948, valoró la participación femenina en la Universidad, afirmando: "La mujer está capacitada para ejercer derechos y participar en todas las actividades que constituyen las fuerzas vivas del país. Tengo fe en las mujeres. Soy un convencido feminista y admirador de ellas. En la Universidad he podido valorar desde hace mucho tiempo el fruto del trabajo de la mujer a través de las diversas facultades, ya sea en el personal docente o en el administrativo. La Biblioteca Central funciona solo en manos de mujeres y está en excelente pie. La Universidad de Concepción es la primera que nombró a una mujer como Decano. Todo lo cual revela que la cultura, responsabilidad y eficiencia de la mujer no es inferior a la alcanzada por el hombre".
En esta misma línea, para la Universidad de Concepción también es motivo de orgullo que en el año 1938 Inés Enríquez Frödden se haya titulado como abogada, que dos años más tarde fuera nombrada abogada de la Intendencia y que en 1950 se convirtiera en la primera mujer en asumir la Intendencia de Concepción, por algunos meses, para ser electa en marzo del año siguiente Diputada por Concepción, convirtiéndose en la primera mujer chilena en llegar a un cargo en el Congreso. Una sala de la Cámara de Diputados lleva su nombre en homenaje a estos hechos.
Pero el plantel que hoy homenajeamos también ha destacado por su rol -y quiero señalarlo- en el debate político pluralista y diverso, que cuenta entre algunos de sus hitos haber recibido la visita de Fidel Castro en sus campus, que congregó a más de tres mil estudiantes en el Foro del campus penquista, en noviembre de 1971; haber sido visitada también, seis años antes, en noviembre de 1965, por el entonces senador por Nueva York y líder demócrata Robert Kennedy, quien se reunió con los estudiantes en la Casa del Deporte.
¡Los Senadores Navarro y Pérez no estaban en aquella época...! ¡Seguramente habrían estado debatiendo si hubieran sido alumnos en aquel tiempo...!
Pero el pluralismo también es institucional. Y quiero destacarlo porque me lo ratificaba el Senador Pérez, quien estuvo presente en lo que voy a relatar. En las elecciones de rector del 27 de diciembre de 1968, en las que ganó el doctor Edgardo Enríquez Frödden, por primera vez votaron académicos, trabajadores y estudiantes.
El Rector Enríquez se caracterizó por tener una administración amplia y transversal. Prueba de ello fue la elección, en 1972, de Carlos von Plessing, del Frente Universitario, como Rector de esa casa de estudios. La alternancia de las mayorías era considerada una prueba del pluralismo que imperaba en aquellos años en la Universidad de Concepción, lo que solo se vio opacado durante la dictadura con la designación de cuatro rectores delegados.
Le quiero agradecer a Víctor Pérez por haberme relatado que estuvo presente en ese proceso electoral, una justa democrática, una justa en la cual se elegía rector y se cambiaba claramente de signo.
En noviembre de 1983, y en el contexto de una serie de movimientos sociales y culturales que se venían dando en Chile, más de cinco mil estudiantes eligieron la primera directiva de la Federación de Estudiantes de Concepción desde el año 1973, siendo la primera, además, en hacerlo en el país.
Esa directiva fue encabezada por el estudiante de Biología Marina -lo ha recordado el Senador Navarro- Cristián Cornejo, a quien acompañaron Paulina Veloso -un reconocimiento para ella- como Vicepresidenta; Alejandro Navarro, Senador, compañero y amigo presente en la Sala, como Secretario General (posteriormente, Presidente de la Federación); Jaime Pino como Secretario de Finanzas, y Carlos Cruz como Secretario de Actas.
Por último, y cumpliendo la visión de Enrique Molina, es necesario referirse al valor patrimonial. Es algo que la universidad nunca ha desechado, sino que ha puesto en valor el patrimonio que representa su hermoso campus. Un patrimonio que, como han indicado los expertos, es vital proteger y conservar para las futuras generaciones. De hecho, el polígono compuesto por las calles Chacabuco, Edmundo Larenas y avenida Augusto Rivera fue distinguido como monumento histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales en febrero de 2007. Y algunos ya promueven su postulación a Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En el sector se sitúan los edificios Arco, Anatomía y Pinacoteca, entre otros, y comprende el eje central que va desde el Foro hasta la Biblioteca Central.
Creo que sería un lindo desafío para los próximos años promover esa zona como Patrimonio de la Humanidad.
Termino, estimados colegas, señor Rector, señalando que sin duda no podemos dejar pasar -me corresponde como Senador socialista- la sombra que la dictadura dejó en esa universidad, que se llevó consigo a 54 estudiantes y egresados de la Universidad de Concepción: 22 de ellos murieron o desaparecieron en 1973. Los más jóvenes tenían 19 años; el mayor, 44; 6 eran mujeres, y 37 de ellos siguen, hasta el día de hoy, como detenidos desaparecidos. Creo que ese debiera ser un desafío para toda nuestra sociedad, para que algún día aparezcan y se haga justicia.
Finalmente, como Senador por la Región de Los Ríos, agradezco que esta fuerza fundacional de la Universidad de Concepción sirviera también para aportar a la creación de la Universidad Austral de Valdivia, el año 1954, pues su primer Rector, don Eduardo Morales Miranda, era exalumno de la Universidad de Concepción.
¡Vaya similitudes de dos universidades, de dos territorios, de dos ciudades que en el ámbito universitario, en el ámbito austral se parecen!
Nuestro saludo y congratulaciones a toda la comunidad de la Universidad de Concepción a través de su Rector, don Carlos Saavedra Rubilar, esperando que el reconocimiento como universidad pública no perteneciente al Estado -una tarea aún inconclusa- sea un logro a alcanzar en un cercano horizonte.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor QUINTANA (Presidente).- Muchas gracias, señor Senador y Vicepresidente de la Corporación, don Alfonso de Urresti.
De esta manera, el Senado de la República ha rendido este sentido homenaje a los cien años de la creación de esta importantísima casa de estudios, como es la Universidad de Concepción.
Saludo, una vez más, a los miembros del Directorio y de la Corporación de la Universidad de Concepción que nos han acompañado en este homenaje del Senado: a don Carlos Saavedra Rubilar, Presidente del Directorio y Rector de la Universidad; a don Alfredo Meneses Olave, Director de la Corporación Universidad de Concepción, y a todas las autoridades universitarias que se han dado cita en este momento tan importante para la vida de esta casa de estudios y también para la vida de este Senado, que siempre está observando lo que ustedes realizan. De hecho, hace pocos días se entregó un reconocimiento a varios investigadores por su aporte a la ciencia.
Muchas gracias por acompañarnos en esta ocasión y quedan, por supuesto, en su casa.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).