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INDICACIÓN DE ORIGEN Y TIPO DE LECHE EN ENVASES DE PRODUCTOS LÁCTEOS


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, este proyecto de ley, que establece la obligación de etiquetar en los envases el origen y el tipo de leche, constituye una iniciativa especialmente necesaria, pues permitirá transparentar el tipo de productos que al día de hoy se están comercializando bajo el rótulo de leche a lo largo de todo el país y que, al mismo tiempo, permite poner en valor la producción lechera nacional, asentada especialmente en el sur de Chile.
El país necesita contar con una normativa que estandarice el tipo de información que deben presentar los envases de productos lácteos y que garantice el derecho de los consumidores en cuanto a saber qué están comprando cuando llevan una caja de leche a sus hogares.
Esta moción, a cuyos autores felicito, se hace cargo de una demanda que por años ha estado presente en la agenda de los productores lecheros del sur de nuestro país.
Sabemos que la situación que ellos viven a diario no es siempre positiva; que han debido enfrentar históricamente dificultades en la fijación del precio de su producto; que compiten muchas veces en desigualdad de condiciones con los grandes conglomerados de la industria láctea, y que deben hacerse espacio entre productos importados a muy bajo costo.
En los últimos años se ha venido presentando un notorio incremento de las importaciones de leche extranjera, las que aumentaron de un 24,2 por ciento, el año 2015, a un 41,7 por ciento, el 2017. Tal como señaló el Presidente de la Federación Nacional de Productores de Leche (FEDELECHE), don Eduardo Schwerter, durante la discusión del proyecto en la Comisión de Agricultura, el 80 por ciento de la leche en polvo entera que se comercializa hoy en nuestro territorio es importada.
Adicionalmente, solo el año 2017 se importaron 830 millones de litros de leche. Esta cifra, que quizás sea difícil de dimensionar, equivale a 1,3 veces la producción láctea del mismo año de la Región de Los Ríos, al 87 por ciento de la producción anual de la Región de Los Lagos, y al 33 por ciento del consumo nacional de productos lácteos. Si todos esos litros de leche que se importan se quedan en Chile, podemos afirmar entonces que uno de cada tres productos lácteos que se venden en el país es elaborado con leche extranjera.
¿Saben los consumidores que la leche o los productos lácteos que están comprando no tienen origen nacional? Probablemente, la mayoría desconoce su procedencia porque, en mayor o menor medida, todas las empresas que comercializan lácteos en Chile usan y abusan de la imagen del sur de nuestro país para promocionar sus productos y asimilarlos a un estándar de reconocida calidad.
Eso no puede seguir ocurriendo. Hoy, más que nunca, es imprescindible que el consumidor sepa de dónde viene la leche que está comprando: si es chilena; si viene de Argentina o Brasil; si es natural, reconstituida o recombinada.
Detrás de todo esto hay un hecho de fondo que resulta insoslayable, que es la necesidad de proteger nuestros productos y de alentar a quienes, con trabajo y dedicación, empujan muchas veces contra la corriente a la industria láctea nacional.
Recientemente fuimos testigos de una dura pugna entre las empresas transnacionales y las cooperativas locales, a las que se acusa, injustamente, de aprovecharse de su condición en el mercado. Efectivamente, las cooperativas no se rigen por las mismas reglas que regulan el funcionamiento de una gran compañía, sencillamente porque desde su origen operan de modo distinto.
Sin embargo, lejos de constituir un privilegio, como lo han sostenido algunos grandes empresarios de la leche en los últimos días, se trata de una fórmula que garantiza equidad.
Emparejar la cancha no consiste en bajar las exigencias para los más poderosos, sino en garantizar que los más pequeños tengan oportunidades concretas de competir en determinados mercados.
El proyecto que analizamos hoy apunta también en esa dirección. Al establecer una norma clara de etiquetado, estamos contribuyendo a emparejar la cancha, toda vez que se genera el marco para una competencia más equitativa, en tanto los productores tendrán la obligación de detallar en sus envases las características de aquello que están vendiendo.
Ya no se podrá omitir en el envase información elemental, como suele ocurrir en la actualidad, ni será posible comercializar como lácteos productos que no son tales, como determinadas bebidas de coco, almendra o soya que hoy se venden bajo la etiqueta de leche.
La decisión de compra siempre estará en manos de los consumidores. El precio final, claro está, es importante, pero también lo es que a la hora de adquirir algo tan elemental como un litro de leche dispongamos de toda la información necesaria para que dicha decisión sea la más adecuada.
Es lo mínimo que les debemos a los consumidores, y a los productores, que empeñan sus mejores esfuerzos en generar productos de calidad y que muchas veces ven su trabajo frustrado por una competencia que aprovecha en su beneficio vacíos legales como el que ahora estamos trabajando por revertir.
Por todo lo anterior, señor Presidente, mi voto es favorable al proyecto.