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REAJUSTE DE MONTOS DE INGRESO MÍNIMO MENSUAL Y DE DIVERSOS BENEFICIOS


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, voy a hablar en nombre de la bancada del Partido Socialista, y anuncio desde ya nuestro voto favorable al nuevo proyecto de reajuste de ingreso mínimo que ha enviado el Gobierno.
Pero, más allá de referirme al resultado final de este proceso, que valoramos, creo que es útil dar cuenta del fatigoso camino que se ha transitado para llegar a este acuerdo final.
Ha sido un camino difícil, áspero, en que el Ejecutivo ha intentado, con soberbia, imponer su punto de vista sin considerar la opinión de los trabajadores ni de las mayorías representadas en este Congreso.
La posición defendida por el Ejecutivo no es una novedad. Refleja la baja valoración de este Gobierno para atacar la desigualdad como problema fundamental de nuestra sociedad.
No es esta la prioridad del Gobierno.
Ese pensamiento se expresa en otras iniciativas que estamos viendo en estos días, como su proyecto llamado de "modernización tributaria", que revierte el principio de progresividad en los tributos, por el cual los que ganan más deben contribuir más, principio base sobre el cual se construye cualquier política que vaya en contra de la desigualdad.
Los socialistas pensamos que el mercado ha demostrado que no resuelve todos los problemas, en especial la distribución de los ingresos. Si los solucionara, no estaríamos discutiendo un ingreso mínimo.
La desigualdad en educación, en salud y en previsión no se resuelve con más mercado.
El trabajo por sí solo no resuelve el tema de la pobreza.
Por eso, los Senadores socialistas hemos formulado propuestas dejadas por escrito y entregadas como contribuciones al debate a través de dos publicaciones.
Por lo tanto, nadie se puede sorprender de las posiciones que defendemos, de la importancia que les asignamos a la organización sindical, a la negociación colectiva para el mejoramiento de las condiciones de los trabajadores.
Nadie puede pretender que nos sea indiferente que los trabajadores pasen tres años sin negociar y que ello se pueda cambiar por un punto más o un punto menos de reajuste.
Tenemos una posición, pero ello no significa que no podamos lograr acuerdos.
Nos queda claro el rol del Gobierno. Ideológicamente, no cree en el salario mínimo, y puesto en la obligación de fijarlo por ley, desde su perspectiva, su determinación debe subordinarse a otras variables macroeconómicas.
No compartimos esa visión. Pero, a pesar de ello -insisto-, siempre hemos privilegiado un acuerdo, entre otras cosas, porque de no haberlo no existiría reajuste alguno para los trabajadores.
Pero lo más preocupante que nos deja este proceso es la actitud que ha tomado el Gobierno frente a la Oposición.
Primero, intentó dividir, llegando a acuerdos con los Diputados estrictamente necesarios para despachar el proyecto.
Segundo, intentó imponerse insistiendo en un veto cuyo único objetivo era doblegar a la Oposición.
Y tercero, cuando ningún recurso le dio resultado, en forma casi desesperada, intentó trasladar los efectos negativos de sus decisiones, descalificando y agraviando a la Oposición, llamándola "antipatriota" por no aprobar sus proyectos.
Este gesto es de la mayor gravedad. No es un mero recurso retórico, propio de la contienda política.
El accionar del Gobierno refleja en su conjunto un profundo desconocimiento y hasta desprecio por la democracia.
¡Eso es lo más preocupante que nos deja este proceso!
Podemos entender el sesgo ideológico con que el Ejecutivo y los partidos que lo apoyan abordan la negociación del ingreso mínimo. Es coherente con lo que siempre han postulado. Pero no podemos entender ni aceptar que se intente destruir, sojuzgar o aplastar a la Oposición sobre la base de la división, los vetos y la injuria.
¡Esa no es la política que se merecen los chilenos!
¡Este no es el Gobierno de Unidad Nacional a que llamó el Presidente!
El Ejecutivo se ha victimizado con el discurso de un supuesto bloqueo a su gestión por parte de una supuesta Oposición obstruccionista.
Y quiero ser claro: ¡no existen tal bloqueo ni esa Oposición obstruccionista!
Ese es un enemigo imaginario que se ha levantado al objeto de esconder sus propias ineptitudes, sus propias incapacidades para satisfacer las promesas que formuló durante la campaña y que ahora no puede cumplir.
¡Claro que somos Oposición! ¡Ese es el rol que nos asignó la voluntad popular en las últimas elecciones!
Sin embargo, hay que leer completo el mensaje de la ciudadanía.
Ella dictaminó que fuéramos Oposición, pero también que junto a otros opositores formáramos una mayoría en el Parlamento.
Eso significa que no nos corresponde gobernar, pero sí velar por el mayor equilibrio en la formulación de las políticas públicas.
La gente no se pierde. El gigantesco poder económico, comunicacional y político que detenta la Derecha en nuestro país necesita contrapesos, balances.
Nuestro papel es representar la visión, los valores, los intereses de aquella proporción relevante de la población que siente que Chile debe enfrentar decididamente la lucha contra la desigualdad.
Además, representar a aquellos a los que no les ha ido bien con el duro sistema económico vigente, y asimismo, a aquellos a quienes les ha ido mejor pero sienten que no es justo ni conveniente que vastos sectores de la población no concurran a los beneficios que produce la sociedad.
¡A ellos nos debemos!
No para llevar adelante un programa, pues son otros los que gobiernan.
No para obstruir la acción del Gobierno.
Sí para apoyar todo lo que signifique avanzar en la lucha contra la desigualdad y la discriminación.
Sí para llegar a acuerdos en un amplio abanico de materias en las cuales no hay diferencias profundas en el arco político.
Sí para defender las conquistas obtenidas que significan beneficios para la gente.
Sí para equilibrar el Programa del Gobierno en todo lo que no se oponga a nuestras convicciones.
Señor Presidente, votaremos a favor de este proyecto con la convicción de que, si bien no nos representa a cabalidad, sí constituye un avance en las condiciones actuales.
No obstante, queremos expresar nuestra profunda preocupación por la forma en que enfrentó este proceso el Ejecutivo.
Así como hay que cuidar nuestra estabilidad económica, también debemos cuidar nuestra convivencia democrática y la amistad cívica.
¡Y el Presidente de la República debe ser el primer garante de ello!
La patria es un patrimonio de todos. Cada uno desde su rol, confrontándonos en todo aquello en lo que no estemos de acuerdo, pero siempre con respeto y lealtad.
¡Así serviremos de mejor manera a nuestro país!