Click acá para ir directamente al contenido
CREACIÓN DE REGIÓN DE ÑUBLE Y PROVINCIAS DE DIGUILLÍN, PUNILLA E ITATA


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, nunca me opongo en forma cerrada a ningún proyecto. Siempre trato de destacar los elementos favorables que significan un avance. De hecho, pese a tener una posición contraria a la fragmentación de las regiones, en este proyecto en particular facilité la participación del Senador Harboe en la Comisión de Gobierno para que la posición de la Región del Biobío fuera debidamente recogida en el trabajo de la Comisión que me corresponde integrar, pues me gusta actuar con seriedad y con respeto.
Pero, a la luz de los debates recientes sobre elección de gobernadores y traspaso de competencias, se ha reafirmado la convicción que declaré durante la discusión general.
Estoy convencido de que, para profundizar la descentralización, debemos apostar decididamente por macrorregiones y no microrregiones; transitar hacia menos regiones en lugar de aumentar su número; construir pocas y más fuertes agrupaciones que se transformen en actores fundamentales del desarrollo de nuestro país.
Regiones más pequeñas y débiles contribuyen a la atomización de Chile y hacen inevitable el fortalecimiento de la centralización, que se justificará, una vez más, en las regiones que no cuenten con capacidades para autogobernarse.
En la discusión sobre elección de gobernadores regionales, mucho se dijo que no sería ningún avance si se elegía a las nuevas autoridades sin dotarlas de mayores atribuciones.
Pues bien, devuelvo ahora el argumento. ¿Qué nuevas atribuciones tendrán las autoridades de la flamante región?
Por otra parte, en el proyecto se crean tres nuevas provincias, en circunstancias de que todo el debate de la elección de gobernadores regionales se basó en la pérdida de importancia de este nivel de gobierno subnacional.
Además, la reforma que acabamos de aprobar establece que los delegados regionales presidenciales lo serán también de la provincia donde se encuentre la capital regional.
Pero aquí se aprueba una nueva provincia de Diguillín, con capital en la ciudad de Bulnes, que incluye a la capital regional Chillán.
Entonces, habrá un delegado regional presidencial con asiento en Chillán que para actuar como delegado provincial de Diguillín deberá trasladarse treinta kilómetros hasta la comuna de Bulnes.
El problema no es solo la duplicidad de gasto para el Estado, sino que para la gente, porque la mayoría de la población reside en Chillán y Chillán Viejo y cada vez que deba hacer algún trámite en la gobernación tendrá que viajar hasta Bulnes.
Además, este proyecto agrega trabas para que se produzca la elección de gobernadores regionales el año 2017. La nueva región nacería un año después de la aprobación de la ley, esto es, después de la elección. ¿Qué ocurrirá con la elección del gobernador regional de Biobío? ¿Votarán en ella los electores de la actual provincia de Ñuble, que pocos meses después dejarán de estar regidos por esta autoridad? ¿Qué pasará con el nuevo gobernador regional? ¿Se requerirá de una nueva reforma constitucional para habilitar una situación excepcional?
Quizás estos problemas son los que están detrás de la posición de quienes apoyan la creación de la nueva región, pero se oponen a la elección de sus autoridades.
Yo no comparto ese punto de vista.
Otro problema es lo que pasa con el sistema electoral. Después de más de 25 años logramos cambiarlo por uno más proporcional. Todavía no tenemos la primera elección con este nuevo sistema y ya lo estamos modificando, haciéndolo menos proporcional.
El artículo 5° del proyecto establece que la actual circunscripción del Biobío, que elige cinco senadores, se dividirá en dos circunscripciones, que elegirán tres y dos senadores, respectivamente.
Solo con este cambio se altera la representación popular en este Senado. Pero la situación es aún peor, porque la región que elige tres Senadores, que corresponde a las actuales provincias de Concepción, Biobío y Arauco, cuenta con más de un millón 600 mil habitantes, mientras que la nueva Región de Ñuble, que elegirá dos, tiene 400 mil habitantes. Es decir, una región elige un senador por cada 500 mil habitantes, y la otra, un senador por cada 200 mil.
Se dirá que esta desproporción ya existe con la actual división, pero no podemos profundizar este fenómeno, cuando lo que buscamos es dar mayor representatividad al sistema político.
El problema es aún más complejo si consideramos a la población indígena que mayoritariamente habita en las provincias de Arauco y Biobío. Para estas personas, la potencial representatividad en esta Corporación baja a menos de la mitad. O sea, será más difícil acceder a ser representados en este Senado, lo que, a mi modo de ver, obliga al Estado chileno a realizar una consulta indígena de acuerdo a los compromisos vigentes del Convenio 169 de la OIT.
Creo que este punto, que me ha sido planteado por personeros de la Región del Biobío, al menos amerita ser revisado por la Comisión de Constitución, para evitar una eventual impugnación de esta ley, por infringir un convenio internacional vigente.
Señor Presidente, Chile tiene pendiente una gran reforma del Estado, porque la actual estructura, heredada del siglo XIX y profundizada en el siglo XX, no está a la altura de los desafíos del siglo XXI.
Estoy convencido de que el impulso definitivo al desarrollo de Chile surgirá, por cierto, desde las regiones.
Para eso se requieren regiones más grandes y fuertes, y no más pequeñas y débiles.
Yo respeto la voluntad de las organizaciones de la provincia de Ñuble, de sus parlamentarios, alcaldes, consejeros regionales y concejales, incluso, probablemente, de la mayoría de su población, que han impulsado legítimamente este proyecto. Pero aquí estamos para dar leyes para todo el país. Y yo no quiero un país más fragmentado. Yo no quiero falsas ilusiones.
Por estas razones, no puedo apoyar este proyecto.
--(Manifestaciones en tribunas).