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CREACIÓN DE MINISTERIO DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y EL PATRIMONIO


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, tal como lo decía el Senador De Urresti, la cultura constituye nuestra forma de vida y, como en ella, hay elementos que se conservan y otros en permanente cambio.
La cultura lo abarca todo y, por lo tanto, no puede ser vista en forma compartimentada o sectorial.
Está presente no solo en las artes y tradiciones: se expresa en la educación, en la salud, en la vivienda.
Es un componente de la vida social de carácter transversal; no puede ser visto sectorialmente.
Por eso, no es fácil definir una institucionalidad pública para la cultura. Mientras la educación y la salud dependen fundamentalmente de lo que haga o no haga el Estado, la cultura seguirá viviendo aun sin ninguna intervención de este.
Por supuesto, nadie defiende en estos tiempos un rol absolutamente pasivo del Estado en materia cultural; incluso esa pasividad incidiría en ella. Pero tampoco podemos promover un rol exclusivo o preeminente del sector público en la cultura.
A la hora de rediseñar la institucionalidad cultural, la tarea es compleja, porque aquí no se trata de levantar organismos y darles presupuestos.
Aquí se pone a prueba la flexibilidad del Estado; su capacidad de adaptarse, de actuar intersectorialmente, de generar espacios para la participación, de separar las funciones de formulación y ejecución de políticas, y, de manera particular, de descentralizarse.
Ya he llamado la atención en otras ocasiones sobre la necesidad de una reforma integral del Estado. Pero aun sin ella, parece obvio que el Ministerio de la Cultura no puede tener la misma estructura jerárquica del Ministerio de Defensa o de Hacienda.
En este plano, si bien estoy de acuerdo con la creación de un ministerio dentro de la actual estructura estatal, pienso que se podría haber sido un poco más audaz al momento de rediseñar su institucionalidad.
En algunos aspectos se rompe la tradición -que es relevante cuando se habla de cultura-, y en otros se echa de menos una mayor audacia e innovación, también esenciales en la cultura.
Por ejemplo, no estoy de acuerdo con que se niegue el rol de la Universidad de Chile en la cultura del país. Ya se la ha ninguneado en la educación superior y ahora se elimina su rol en todo el proyecto, incluyendo los jurados de los premios nacionales.
Me imagino que detrás de ello puede haber un criterio correcto desde el punto de vista tecnocrático, alegando imparcialidad u objetividad. Pero la tradición también es importante. ¿A quién se le ocurriría exigir un cambio en la academia sueca para dar mayor imparcialidad y objetividad a los premios Nobel?
Adelanto que sobre esta materia presentaré indicaciones.
Pero los mayores reparos los tengo en cuanto a la descentralización de la nueva institucionalidad.
La ley actual da atribuciones en materia de promoción del desarrollo cultural a las municipalidades y a los gobiernos regionales, pero prácticamente nada se dice de estos niveles en el proyecto de ley.
Los consejos regionales de cultura asesorarán al intendente, en cuanto representante del Presidente de la República, y no en cuanto jefe del Gobierno regional. Es más, este último solo designa un representante en dicha instancia, sin participación del Consejo Regional.
¿Cómo puede explicarse que miembros del consejo regional de cultura sean designados por el ministro y ninguno por el CORE?
Los mayores aportes a la cultura, las artes y el patrimonio del país han surgido desde regiones y no desde el centro del país.
En Santiago pueden estar las principales instituciones culturales, como la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional o los museos nacionales, pero la cultura de este país ha nacido, se ha conservado y desarrollado fundamentalmente desde las regiones.
La cultura del campo, del mundo minero o del mar; las culturas de nuestros pueblos originarios; los principales exponentes de la literatura, la música, el arte y el folclore, hasta nuestros sitios que son Patrimonio de la Humanidad, como la Isla de Pascua, los cerros de Valparaíso o las iglesias de Chiloé, han nacido y se conservan desde los más diferentes rincones del país.
Por otra parte, tampoco estoy de acuerdo con la forma de financiamiento de la actividad cultural. Mientras algunas instituciones tienen financiamiento asegurado desde la Ley de Presupuestos, casi todas ellas con domicilio en Santiago, las personas y agrupaciones de regiones deben concursar por recursos, sometiéndose a largas tramitaciones.
¿Por qué el sitio arqueológico de Monteverde, que es el más antiguo de América y que se encuentra en los alrededores de Puerto Montt, aún no cuenta con financiamiento para sus instalaciones e investigaciones?
Hay actividades culturales y sitios patrimoniales en regiones que tienen categoría nacional, como las Semanas Musicales de Frutillar, los Temporales Teatrales de Puerto Montt, el Festival Costumbrista de Castro o los sitios de Monteverde y de Pilauco en Osorno, pero deben hacer ingentes esfuerzos para poder optar a recursos públicos.
Yo creo que esto tiene que cambiar.
Apoyo la idea de crear un nuevo Ministerio de las Culturas, pero esta nueva institucionalidad debe nacer descentralizada.
He dicho.