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MODERNIZACIÓN Y FORTALECIMIENTO DE CARÁCTER PÚBLICO Y DEMOCRÁTICO DE PARTIDOS POLÍTICOS


El señor QUINTEROS.- Señora Presidenta, después de la recuperación de la democracia, el sistema chileno de partidos destaca en América Latina como uno de los más estables, institucionalizados y programáticamente estructurados, como señala el Informe Auditoría a la Democracia, elaborado por el PNUD en 2014.
Sin embargo, el juicio general hoy es lapidario.
Según encuestas citadas por el mismo informe, los niveles de simpatía hacia los partidos políticos que se observan en Chile llegan tan solo al 14 por ciento de los encuestados, solo por encima de Guatemala en América Latina. Somos el país en el que más ha caído la confianza en los partidos.
Asimismo, la encuesta CEP indica que un 72 por ciento de los chilenos no se identifica con ningún partido, y en varios estudios de opinión figura como la institución menos confiable del país.
El informe del PNUD contrasta tales cifras con la mayor eficacia de nuestro sistema de partidos para formar y mantener gobiernos.
¿Cómo podemos entender entonces este proceso?
Resulta simplista asumir que todo lo que hacen los partidos está mal y todas las opiniones que se divulgan en las redes sociales están bien.
Es evidente que la creciente individualización o personalización de la política daña a esta y a todo el sistema democrático.
Pero, por otro lado, la ciudadanía se muestra contraria a las órdenes de partido y premia a quienes cultivan su propio perfil a costa de la necesaria unidad partidaria.
Otro tanto ocurre con el financiamiento de la actividad política: se critican duramente las gestiones de recaudación desde el sector privado, en especial provenientes de las empresas; pero, al mismo tiempo, hay resistencia a otorgar financiamiento público a la actividad. O bien, se critica al mecenazgo que opera en algunos partidos, aunque algunos valoran la supuesta independencia de los empresarios en política.
El debate, como se ve, está plagado de falsas premisas y contradicciones, y, en consecuencia, debemos saber avanzar en él, resguardando aquellas características del sistema político que han posibilitado la organización y el desarrollo de nuestro país y, a su vez, desterrando vicios y errores largamente incubados en los partidos mediante prácticas elitistas y antidemocráticas que perjudican al propio sistema.
El principio rector es introducir mayores niveles de transparencia y equidad dentro de los partidos.
¿Cuántas veces, en la designación de autoridades del territorio, han primado intereses centrales y no los de la región?
Yo milito en el Partido Socialista desde mi juventud y estoy muy orgulloso de su historia. Pero es indudable que se han cometido errores, especialmente en épocas en que primó el trabajo cupular, alejado de las bases.
Con todo, también debemos ser respetuosos de la historia de cada colectividad política. Mi Partido, por ejemplo, elige su directiva y sus autoridades personales con toda legitimidad por parte del Comité Central, lo que permite la integración de las tendencias minoritarias a la conducción partidaria.
No me parece que eso sea menos democrático que la elección directa de la mesa, que puede ser válida para partidos con otra tradición.
El Presidente de Estados Unidos es elegido en forma indirecta y nadie discute su calidad democrática.
Hay que tener presente que muchos de los cambios que se promueven requieren otra cultura política, la que no se modifica solo con una ley.
Distinto es el caso de la integración de sectores históricamente marginados, como el de las mujeres, el de los jóvenes o el de los pueblos indígenas. Los mecanismos de discriminación positiva o "acción afirmativa", como se les denomina ahora, se justifican porque existe un objetivo superior: la debida representación de estos sectores.
En cuanto al debate sobre los umbrales para la constitución y subsistencia de los partidos, creo que deben establecerse mayores exigencias en forma gradual. A pesar del sistema binominal, que imponía barreras para el surgimiento de nuevos partidos, en Chile existe un multipartidismo, con un número de colectividades políticas superior al promedio de América Latina.
Creo que ese valor debe resguardarse. Pero no podemos imponer restricciones exageradas a la existencia de tales organizaciones. Basta fijar condiciones para el acceso al financiamiento público.
Señor Presidente, los actores políticos, el Gobierno, los partidos y los parlamentarios estamos demostrando que hemos asumido la profundidad y gravedad de la crisis de confianza que afecta a nuestro país. Después de años en que varios proyectos de ley...
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Concluyó su tiempo, señor Senador.
Le doy un minuto más para que termine.
El señor QUINTEROS.- Gracias, señor Presidente.
Decía que después de años en que varios proyectos de ley no lograron avanzar en su tramitación, hoy estamos despachando dos iniciativas relevantes para el perfeccionamiento de nuestra democracia.
Ahora solo resta ser coherentes con el mayor nivel de exigencias que estamos aprobando. El país no entendería si nuevamente se generan situaciones de incumplimiento de la norma legal que terminen sin una sanción proporcional a la gravedad de la infracción.
La única manera de reincorporar a los despolitizados y a los escépticos es con más competencia, con más transparencia y con más equidad electoral.
Yo confío en que con los pasos que estamos dando nuestra democracia sabrá salir de esta crisis.
En definitiva, con este y otros proyectos, incluidos en la Agenda de Transparencia y Probidad impulsada por el Gobierno, estamos recuperando la democracia para los ciudadanos, y los partidos para los militantes.
Queremos una democracia en que la política la hagan las personas y no las empresas; en que prime la capacidad de convocar y convencer y no la de recaudar y gastar; en que lo importante sean las ideas y no el dinero.
He dicho.