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SUPRESIÓN DE CONSENTIMIENTO DE REPRESENTANTE LEGAL PARA EXAMEN DE DETECCIÓN DE VIH EN MENORES DE 18 AÑOS


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, tal como dijo la Senadora Goic, este es un proyecto sencillo, pero no por ser sencillo pierde importancia.
Entre las metas sanitarias que se han impuesto los países miembros de la Organización Mundial de la Salud está la que pretende que al año 2020 se haya diagnosticado y tratado el 90 por ciento de los casos de VIH.
Con ese objetivo en mente, valoro enormemente este proyecto de ley, que busca que los adolescentes de entre 14 y 18 años se realicen exámenes de detección sin que deba mediar el consentimiento del representante legal.
Que nuestras leyes y políticas disminuyan las barreras que existen actualmente para el acceso de los adolescentes a la prueba del VIH es un objetivo importante que siempre debemos apoyar.
Se trata de una epidemia que, lamentablemente, continúa en crecimiento. Se estima que en nuestro país cerca de 45 mil personas viven con el virus en comento.
Aunque el grupo de mayor riesgo continúa siendo la población de entre 20 y 49 años, los adolescentes presentan uno de los mayores incrementos porcentuales en la prevalencia.
Si tomamos en consideración la tasa de notificación de VIH para el grupo etario de entre 15 y 19 años, podemos observar que ambas cifras se han duplicado entre los quinquenios 2004-2008 y 2009-2013.
Pese a que esas cifras ya revelan la gravedad de la situación, se estima que el número de adolescentes infectados es mucho mayor que el oficialmente pesquisado.
¿Por qué sucede aquello? En parte, por el importante obstáculo que deben enfrentar los jóvenes al tener que contar con el consentimiento de su representante legal para acceder al examen de detección.
Tal requerimiento no guarda relación con las normas que establecen la edad de consentimiento para iniciar relaciones sexuales sin que medien consecuencias penales.
Quien inicia su vida sexual a los 14 años y puede hacerlo sin el consentimiento de sus padres no debería tener que esperar hasta la mayoría de edad para acceder libremente a exámenes de detección del VIH, porque es en este período cuando los adolescentes son más vulnerables a contraer infecciones de transmisión sexual, incluida la que provoca el VIH.
Dicho lo anterior, me parece relevante agregar que en Chile la edad de consentimiento para las relaciones sexuales homosexuales es mayor que la edad de consentimiento para las relaciones sexuales heterosexuales.
Dicha diferencia supone discriminación por orientación sexual y, naturalmente, puede constituir una barrera para la atención a parejas homosexuales, por temor a las consecuencias penales en que puedan incurrir.
A mi modo de ver, los obstáculos que actualmente se les presentan a los jóvenes se traducen en una vulneración de sus derechos en salud y constituyen una barrera de acceso a servicios sanitarios disponibles y garantizados.
Las directrices y acuerdos de organismos internacionales rectores en temáticas sobre salud sexual, VIH e infecciones de transmisión sexual apuntan a la autonomía de las personas como una condición esencial para la prevención y el control.
Los marcos normativos jurídicos internacionales y nacionales vigentes consideran a los adolescentes sujetos de derechos capaces de tomar decisiones en distintos ámbitos, entre los cuales se cuentan los relativos a su salud. Asimismo, reconocen su capacidad para asumir responsabilidades y deberes cuando adoptan libre e informadamente tales decisiones.
Por otra parte, además de la eliminación del consentimiento del representante legal, me parece importante -como aquí ya se ha dicho- definir qué sucederá con el menor diagnosticado con un resultado positivo y cómo se realizará la notificación a quien se hará responsable de él.
Teniendo en cuenta que los menores aún no han adquirido todos los derechos que les corresponderían como mayores de edad ni tienen la autonomía necesaria para iniciar el tratamiento de una patología de carácter crónico, estimo necesario que se formule un nuevo protocolo, donde se trate con especificidad la situación de los adolescentes que acceden al examen de detección del VIH.
Finalmente, me gustaría señalar que, si bien la generación actual de jóvenes es generalmente más sana y mejor educada que las generaciones del pasado, hay varios aspectos relacionados con la salud sexual y el VIH que se pasan por alto.
El aumento en las tasas de infección en jóvenes de entre 15 y 19 años de edad es un indicador altamente inquietante.
Tomando en cuenta esa realidad, considero necesario implementar una política definida para combatir el VIH en Chile, que no solo incentive a ese grupo etario a someterse a exámenes de detección, sino que también cuente con un enfoque sobre cómo prevenir la enfermedad. Esta política debe considerar programas actualizados al escenario sanitario que hoy se constata en Chile.