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CREACIÓN DE PLAN DE FORMACIÓN CIUDADANA PARA ESTABLECIMIENTOS EDUCACIONALES RECONOCIDOS POR EL ESTADO


El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Proyecto de ley, en segundo trámite constitucional, que crea el plan de formación ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado, con informe de la Comisión de Educación y Cultura y urgencia calificada de "suma".
--Los antecedentes sobre el proyecto (10.043-04) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 50ª, en 8 de septiembre de 2015.
Informe de Comisión:
Educación y Cultura: sesión 60ª, en 13 de octubre de 2015.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- El objetivo de la iniciativa es crear un plan de formación ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado que integre y complemente las definiciones curriculares nacionales, el cual deberá considerar los objetivos que se detallan.
La Comisión de Educación y Cultura discutió este proyecto solamente en general y acordó la idea de legislar por la unanimidad de sus miembros presentes: Senadores señora Von Baer y señores Letelier, Quintana e Ignacio Walker.
El texto que se propone aprobar se transcribe entre las páginas 30 y 32 del primer informe de la Comisión.
Cabe tener presente que el artículo único permanente y el artículo segundo transitorio tienen el carácter de normas orgánicas constitucionales, por lo que para su aprobación se requieren 21 votos favorables.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- En discusión general.
Antes de darle la palabra al Presidente de la Comisión de Educación consulto a la Sala si habría acuerdo para abrir la votación.
El señor PIZARRO.- Sí.
El señor MATTA.- Conforme.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Acordado.
En votación.
--(Durante la votación).
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Quintana.
El señor QUINTANA.- Señor Presidente, previo a entregar un breve informe sobre el proyecto, le solicito que recabe la autorización de la Sala a fin de fijar plazo para presentar indicaciones -como se conversó en la Comisión- hasta el próximo martes 10 de noviembre, a las 12.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- ¿Habría acuerdo para establecer ese plazo?
El señor GUILLIER.- Sí.
--Así se acuerda.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Puede continuar, Su Señoría.


El señor QUINTANA.- Señor Presidente, tal como lo mencionó el señor Secretario, esta iniciativa, que se encuentra en segundo trámite constitucional, recibió el apoyo unánime de los miembros de la Comisión de Educación del Senado.
Se trata de "el" proyecto del ámbito de la Educación que contempla la Agenda de Probidad y Transparencia, y recoge un sinnúmero de mociones presentadas en distintos momentos por señores Senadores y Diputados en relación con la incorporación de la formación ciudadana y de la formación cívica, aunque corresponden a conceptos distintos.
Su objetivo principal es crear un plan de formación ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado que integre y complemente las definiciones curriculares nacionales.
Hoy existen tales definiciones -así lo planteó con mucha claridad el Consejo Nacional de Educación-, pero se encuentran dispersas y se hace necesaria su integración. Y eso busca precisamente la creación de este plan de formación ciudadana.
Dentro de los contenidos de esta iniciativa se dispone que los establecimientos antes señalados deberán incluir ese plan de formación en los niveles de enseñanza parvularia, básica y media.
En el caso de la educación parvularia, el plan se hará de acuerdo a las características particulares de este nivel y su contexto (por ejemplo, través del juego).
Entre los objetivos más específicos que se detallan se encuentran los siguientes:
a) Promover la comprensión y el análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella.
b) Fomentar en los estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica y responsable.
c) Promover el conocimiento, comprensión y análisis del Estado de Derecho y de la institucionalidad de nuestro país.
d) Fomentar el conocimiento y la comprensión de los derechos humanos por los alumnos y su compromiso con este punto (se discutió arduamente y se recibieron algunas observaciones de la Directora del Instituto Nacional de Derechos Humanos).
e) Promover en los estudiantes la valoración de la diversidad social y cultural de Chile.
f) Fomentar su participación en temas de interés público.
g) Garantizar una gestión y una cultura democrática y ética en la escuela.
h) Fomentar una cultura de la transparencia y la probidad.
Este plan deberá considerar la implementación de acciones concretas que permitan cumplir con tales fines, entre las cuales se pueden considerar:
a) Una planificación curricular que visibilice de modo explícito los objetivos de aprendizaje transversales que refuerzan el desarrollo de la ciudadanía, la ética y una cultura democrática en las distintas asignaturas del currículum escolar.
b) La realización de talleres y actividades extraprogramáticas en los cuales haya una integración y una retroalimentación de la comunidad educativa.
c) La formación de docentes y directivos específicamente en esta área. Al respecto, se entregó la información de que hay pocos profesores especializados en esta materia, y corresponden básicamente a docentes de Historia y Geografía. Pero pienso que se hace necesario permear al conjunto de ellos la especialización en este importante ámbito.
d) El desarrollo de actividades de apertura del establecimiento a la comunidad.
e) Actividades para promover una cultura de diálogo y de sana convivencia escolar.
f) Otras que el sostenedor en conjunto con la comunidad educativa consideren pertinentes.
El último punto puede ser uno de los motivos por los cuales el Ejecutivo necesita presentar algunas indicaciones: eso no puede quedar muy abierto, debe ser objeto de un rol especial del Estado. No es posible que cada comunidad educativa vea cómo se las arregla en una materia tan relevante como la de promover la formación ciudadana y la formación cívica.
Por otra parte, dentro de las observaciones se encuentran que Chile está bastante lejos en comparación con otros países y que nuestros estudiantes se hallan muy por debajo de lo que en ellos ocurre en esta materia.
La evidencia es clara: Chile tiene una brecha muy importante en cuanto al avance en esta área y ese es nuestro desafío pendiente.
La presente ley en proyecto entrará en vigencia al inicio escolar del año 2016.
El artículo segundo dispone que el Ministerio de Educación impulsará, a más tardar durante el año 2017, la incorporación de una asignatura obligatoria de formación ciudadana para los niveles de tercero y cuarto medio. Esto, por supuesto, requiere también mayor preparación del Ministerio de Educación, de conformidad al procedimiento contemplado en el artículo 31 del decreto con fuerza de ley N° 2, de 2009, que permite establecer precisamente las bases curriculares.
Por todo lo anterior, nuestra Comisión de Educación solicita a la Sala respaldar esta iniciativa.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Se me ha pedido que recabe la autorización para el ingreso a la Sala de la Subsecretaria de Educación, Valentina Quiroga.
¿Habría acuerdo?
--Se accede.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra la Honorable señora Von Baer.


La señora VON BAER.- Señor Presidente, en primer lugar, quiero derribar algunos mitos.
Primero, se ha dicho varias veces en esta Sala -y se ha repetido con insistencia a través de los medios de comunicación- que nosotros, como Centroderecha, estaríamos en contra de que se impartan cursos de educación cívica.
¡Nada más lejos de la realidad!
Creemos que es tremendamente relevante -y lo afirmo también como cientista política- que en escuelas, colegios y liceos se entreguen contenidos de formación cívica.
Creemos que es muy relevante que los alumnos aprendan sobre nuestras instituciones políticas: cómo funcionan y cuáles son sus tareas.
Creemos que es muy relevante, además, que aprendan a discutir ideas y a respetar la opinión de los demás, incluso cuando esta es absolutamente contraria a la propia.
Creemos que es muy relevante que se fomenten conductas tendientes a comprender y representar visiones diversas dentro de los establecimientos educacionales.
Eso sí, pensamos que no es el camino correcto -por eso votamos en contra en algún minuto- el establecimiento de un curso en esta materia por ley.
Para agregar un curso -y este asunto fue conversado con la Ministra del ramo en la Comisión de Educación-, debemos apegarnos a la institucionalidad vigente en el país. La que rige actualmente determina los planes de estudios que se impartirán y la definición de currículum. Esto lo propone el Gobierno y luego pasa por el Consejo Nacional de Educación.
Tal medida no se debe concretar de cualquier manera.
A los parlamentarios nos puede parecer muy bueno que se aumenten las horas de Educación Física; o que en las escuelas, como se discutió hace un par de semanas, se destine cierta cantidad de horas para hablar sobre el consumo responsable de alcohol y los efectos dañinos de las drogas; o que se forme a los alumnos en otros temas, como lo relativo al cuidado del medio ambiente. Pero, si cada parlamentario empieza a impulsar mociones para incluir distintos cursos mediante ley, vamos a generar un currículum completamente desequilibrado en Chile.
Por algo existe un sistema, una institucionalidad para incorporar diferentes tipos de cursos a la malla curricular.
En verdad -y lo planteamos en la Comisión-, hoy los niños pasan hartas horas en clases estudiando muchos contenidos. La pregunta es si es necesario tanto contenido. ¡Y nosotros estamos agregando uno más!
Nosotros siempre hemos planteado que se debe respetar la institucionalidad; por tanto, hay que pasar por el Consejo Nacional de Educación. Nos preocupa que se agreguen más horas, más cursos, más contenido sin que haya un estudio detrás. Hay profesionales en dicho organismo que se dedican específicamente a la generación de currículum. Ellos saben cuántas horas se debe estudiar qué cosa; cuáles son los contenidos, etcétera.
Insisto: esta materia debe ser vista por dicho Consejo.
La inquietud planteada por nosotros en el órgano técnico, en orden a no incorporar de manera desordenada distintos cursos de formación en nuestro país, aumentando cada vez más la cantidad de horas que los niños pasan en clases, fue reconocida por la Ministra de Educación.
Dejo derribado ese primer mito.
El segundo también quiero echarlo abajo al principio de este debate en la Sala para evitar que entremos luego en las descalificaciones.
La asignatura de Educación Cívica fue eliminada del currículo educacional por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle en 1998. Sí, ¡por Eduardo Frei en 1998!; por tanto, por un Presidente de la Concertación.
Nosotros, como Centroderecha, nada tuvimos que ver con la supresión de dicho ramo. ¡Ojo!, cuidado con lo que se diga, porque lo que sostengo es la verdad.
Y se lo pregunté a la Ministra: ¿por qué el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle eliminó el curso de Educación Cívica en 1998? Y la respuesta que recibí fue la siguiente: "Porque había un currículo muy pesado y se quiso alivianarlo".
Señalo esto para aclarar algo que escuché muchas veces en esta Sala hace un par de semanas. Entonces el Senador Lagos Weber -por su intermedio, señora Presidenta- nos echó la culpa a nosotros de la supresión de dicha asignatura. Y resulta que, en realidad, esa decisión fue tomada por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, perteneciente a la Concertación.
En verdad, teníamos dudas respecto de aprobar este plan de formación ciudadana.
¿Por qué? Porque puede suceder que, en virtud de una decisión política ante una urgencia expresada por la opinión pública -quizás, pasajera-, nos empecemos a llenar de planes educacionales. O sea, lo que en algún momento ocurrió con una cantidad mayor de cursos ahora podría repetirse con planes.
En la actualidad, se imparten el de Convivencia Escolar y el de Sexualidad y Afectividad. Ahora se propone uno de formación ciudadana. Tal vez mañana se nos ocurran otros para un montón de otras materias.
Una de las preguntas que les formulamos a la Subsecretaria y a la Ministra fue: ¿Por qué fijar esto por ley? ¿Por qué no lo resuelve solo el Ministerio de Educación? Basta que envíen los contenidos al Consejo Nacional de Educación y, luego de ello, queda aprobado el plan.
¿Por qué no lo decide directamente el Gobierno? ¿Por qué pasa por el Congreso? Para este asunto no es necesaria una ley.
De hecho, el Ejecutivo debe mandar -se comprometió a hacerlo pronto- los contenidos de educación cívica para tercero y cuarto medio, a efectos de cumplir con el trámite frente al Consejo Nacional de Educación. Nuevamente se observa que esto tiene que ver con el Gobierno.
Incluso, la Subsecretaria del ramo reconoció que los contenidos de formación cívica ya están contemplados en las bases curriculares de nuestro país: en los ramos de Historia y Geografía, de Ciencias Sociales y de Orientación.
Tercer mito: se dice que esto no se pasa en las escuelas. ¡Sí se pasa! La Subsecretaria lo admitió.
Entonces, señora Presidenta, ¿por qué establecer esto por ley?
¡Ojo! Si lo hacemos, ¡podemos llenarnos de planes!
Según la explicación del Ejecutivo, es muy relevante en este minuto fijar dicho plan en forma transversal. La idea es no solo conocer la institucionalidad en ciertos cursos, sino también abordarla en distintas modalidades, de modo que cada escuela, colegio y liceo, según sus propias realidades, puedan establecer su plan de formación ciudadana. Ello, respetando siempre -lo dijo la Subsecretaria- la autonomía que la ley le reconoce a cada establecimiento educacional.
La Subsecretaria y la Ministra dijeron que era muy importante fijar por ley este instrumento de formación para darle una importancia, una impronta especial, dado el momento político que estamos viviendo.
Nosotros acogimos ese argumento y, por eso, apoyamos la iniciativa en general.
Creemos que son fundamentales los objetivos que se plantean para este plan: promover la comprensión y el análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella; fomentar en los estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica y responsable; impulsar el conocimiento, la comprensión y el análisis del Estado de Derecho y la institucionalidad...
La señora MUÑOZ (Vicepresidenta).- Terminó su tiempo, señora Senadora.
Le doy un minuto adicional para que concluya.
La señora VON BAER.- Gracias, señora Presidenta.
Pensamos que ello es esencial. Por eso votamos a favor de la idea de legislar.
También consideramos muy relevante que el proyecto establezca que cada escuela podrá proponer su propio plan de formación ciudadana. El Ministerio se va a ocupar de revisar que dicho plan exista. En tal sentido, cada establecimiento educacional tendrá libertad para fijar los contenidos; no habrá una imposición desde el MINEDUC a ese respecto.
Ello nos parece tremendamente importante.
Por esa razón, señora Presidenta, apoyamos en general la iniciativa del Ejecutivo.
Sin embargo, reitero la aprensión que planteé en la Comisión de Educación: espero que no nos vayamos a llenar de planes. Eso puede ocurrir.
Por último, insisto en que esta discusión, y también las declaraciones en los medios de comunicación, no deben basarse, nuevamente, en caricaturas que no son reales.
La señora MUÑOZ (Vicepresidenta).- Tiene la palabra el Senador señor Quinteros.


El señor QUINTEROS.- Señora Presidenta, comparto plenamente los objetivos de este proyecto.
Esta es una necesidad para la calidad y la proyección de nuestra democracia.
Nuestro sistema político requiere ciudadanos formados e informados. Es una ingenuidad esperar que nuestros niños y jóvenes, los futuros ciudadanos, se formen espontáneamente.
En nuestra historia, la educación pública cumplió un rol central en esta materia desde su origen. Las escuelas preparaban para el trabajo, la vida social y la participación ciudadana. Los liceos eran el semillero de los servidores públicos.
El Instituto Nacional es un símbolo en ese ámbito. Además de la larga lista de los exalumnos que han asumido posiciones de liderazgo en la historia de nuestro país, como el ex Presidente Ricardo Lagos, destacan también eminentes maestros, como el ex Presidente Patricio Aylwin, quien fue profesor de Educación Cívica y Economía Política por casi veinte años en dicho establecimiento.
Pero ese rol de formador no estaba limitado a las escuelas y los liceos. El movimiento sindical nació en el siglo XX al calor de la lucha reivindicativa, gracias a que se otorgó una especial importancia a la formación cívica de los trabajadores, lo que permitió su incorporación masiva a la vida política y social de Chile.
Lo mismo pasó con el movimiento estudiantil, con el de mujeres y con el movimiento social en general.
El ejercicio de la ciudadanía entonces, restringido a una élite a comienzos del siglo XX, surgió desde las aulas públicas y se masificó y reprodujo en las asambleas de sindicatos y organizaciones.
Todo este proceso se truncó con la dictadura militar. En los liceos ya no se podía hablar de estos temas, y el movimiento social estaba proscrito. Seguramente el año 98 se suspendieron las clases de Educación Cívica, pero yo no recuerdo que desde el 73 en adelante se enseñara dicha asignatura.
Hago esta referencia histórica porque, sin perjuicio de valorar el presente proyecto de ley y considerarlo imprescindible, sobre todo para las generaciones más jóvenes, creo que la tarea de contar con un plan nacional de formación ciudadana no puede restringirse a la educación escolar.
¡Es una labor de todos!
Desde luego, alcanza a la educación superior en todas sus modalidades. De hecho, la iniciativa que crea institutos tecnológicos estatales recoge también esta misión.
Pero creo que este objetivo debe exceder a la educación formal.
La democracia los comprende a todos, incluidos los millones de chilenos que se formaron en dictadura y que nunca tuvieron acceso a educación cívica alguna.
Por ello, pienso que este proyecto de ley u otro debe contener las medidas destinadas a promover la ciudadanía en todos los sectores sociales, en todos los segmentos etarios y en todos los rincones del país.
Asimismo, dicha tarea no es solo de la Cartera de Educación. En tal objetivo deberán participar, en particular, el Ministerio de la Mujer, la Subsecretaría de Derechos Humanos -ambos organismos nuevos-; el Consejo Nacional de Televisión, los municipios. Pero, si miramos el panorama en general, todos los servicios públicos tienen un rol que jugar en la formación de los ciudadanos a partir de la relación que generan con sus propios usuarios.
En efecto, el Estado ha establecido diversas normas para asegurar información mínima en muchos ámbitos.
Así, por ejemplo, respecto de los alimentos, se exige información nutricional en sus envases. En cuanto a los cigarrillos y, ahora, al alcohol, se incluyen mensajes de advertencia. Y a algunos servicios, como los bancarios, se les impone la obligación de informar sobre los límites de la garantía estatal.
De la misma manera, todos los bienes y servicios públicos deberían entregarse con información general que permitiera conocer a los ciudadanos para qué sirven y qué hacen las diversas instituciones del Estado.
Por cierto, no hablo de propaganda ni de la caricatura que siempre se hace sobre la publicidad estatal como un derroche de recursos o mero proselitismo.
Me refiero a información pública destinada a formar ciudadanos; a promover el conocimiento acerca de la acción de los distintos órganos del Estado; a incentivar la participación en sus diversas instancias, y a generar una masa crítica que pueda servir de contraparte para las rendiciones de cuentas de las diferentes instituciones.
Así como el SERNAC promueve un consumidor informado, también hay que avanzar hacia la idea de un ciudadano informado, lo que no se limita a dar transparencia a los actos públicos, especialmente de aquellos más complejos que se encuentran sujetos al riesgo de corrupción.
Se trata de llegar hasta el ciudadano más humilde o al que habita el territorio más alejado, con información básica que explique en palabras simples la ley que le otorgó el beneficio, los poderes que participaron en ella, los objetivos de la política pública respectiva.
Señor Presidente, estoy seguro de que, en el mediano o largo plazo, nuestro país superará la crisis de confianza que afecta a toda la institucionalidad. Probablemente, con otros actores y -lo más importante- con otros ciudadanos, más formados y más informados; más conscientes de sus derechos y deberes; más tolerantes y más participativos.
Espero que, cuando se mire hacia atrás, esta ley -además del cambio al sistema electoral y del proceso constituyente- sea vista como un hito dentro de un proceso, gracias al cual la ciudadanía recuperó el lugar central que le corresponde en el sistema democrático.
He dicho.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Letelier.


El señor LETELIER.- Señor Presidente, estimados colegas, como lo manifestaron la Ministra de Educación y la Subsecretaria, quienes nos acompañan en la Sala, y como lo indicó la Presidenta de la República al anunciar la importancia de este proyecto, que crea el Plan de Formación Ciudadana para los establecimientos educaciones reconocidos por el Estado, lo que está en juego, entre otras cosas, es la cohesión social, los patrones y las normas de convivencia, que se guían por ciertos principios, como el respeto, la tolerancia, la probidad.
Una Senadora que me antecedió, a quien no veo ahora en la Sala, dijo estar preocupada de que el Congreso acuerde la realización de muchos planes formativos, imponiéndoselos al Ministerio de Educación. A mi juicio, es ligera tal afirmación, por cuanto, si el Parlamento aprueba planes, es porque la mayoría ciudadana así lo demandó a través de sus representantes.
Hoy el Senado debate si debe haber un plan de formación ciudadana y si este debe tener como eje cierto conjunto de valores, como los referidos al respeto a la democracia y a los derechos humanos.
Evidentemente, este es el primero de muchos pasos.
La Senadora hizo referencia a lo que sucedió en los años 90, cuando en nuestro país se desarrolló un debate sobre la Ley General de Educación, entre otras.
Sin ánimo de ser polémico, es bueno recordar lo siguiente respecto de aquello que en los años 90 se pensó que era suficiente, que se impulsó con el Presidente Frei Ruiz-Tagle a través de la jornada escolar completa, y creyendo que los establecimientos educacionales serían capaces por sí solos de llevar adelante una acción responsable en la formación ciudadana.
Los estudios internacionales acerca de los programas de formación ciudadana implementados hasta la fecha, en comparación con el resto de países de nuestro tipo, indican lo siguiente: respecto a la pregunta específica de cuánto saben los estudiantes chilenos de octavo básico sobre educación cívica y formación ciudadana se observa que nuestros alumnos están por debajo de todas las otras naciones participantes, y, por cierto, después de los países de América Latina.
Es decir, se trata de una asignatura en la que hemos fallado. Y eso se demuestra en los comportamientos de los ciudadanos.
Nuestra sociedad exhibe un déficit de tolerancia, de convivencia, de respeto a la diversidad. A tal punto, que la desconfianza se nota aquí mismo, en el Parlamento, cuando una Senadora habla de que se le impondrán materias de educación cívica a otros y enfatiza la importancia de la libertad de los planes de estudio en este ámbito.
Como decían los radicales del siglo pasado, el Estado somos todos.
Y este Poder del Estado es el que está definiendo parámetros dentro de los cuales queremos que los establecimientos eduquen a la juventud, y en particular en una disciplina tan importante como la educación cívica.
Señor Presidente, por cierto, queremos partir con este primer paso, construyendo un consenso societal, con un Plan de Formación Ciudadana. Y lo que viene con posterioridad es que el Consejo Nacional de Educación valide el curso propiamente tal de Educación Cívica y Derechos Humanos, que en nuestra sociedad hace falta.
Espero que en este tema no haya dos voces, pues la educación cívica, más allá de los cursos existentes en cierto período en nuestro país, requiere en el siglo XXI una aplicación, una dedicación, un desarrollo por parte de especialistas, para que tengamos normas de convivencia y comprensión de nuestra institucionalidad.
Como indicaba el Senador Quinteros, se precisa que esto se haga coetáneamente con otras discusiones relativas a la forma en que nos organizamos como sociedad.
El debate constitucional que viene significa una tremenda oportunidad para todos los ciudadanos, no solo niños y jóvenes, más allá de cuál sea la conclusión de ese proceso y de los mecanismos empleados. Permitirá que entre todos los ciudadanos construyamos consenso respecto a las instituciones en torno a las cuales vamos a organizar nuestra convivencia; a cuáles son los principios y valores que la inspirarán; a cuáles son los derechos fundamentales de todo ciudadano que habite nuestro país.
En ese contexto, la bancada del Partido Socialista aprobará el proyecto de ley que crea los Planes de Formación Ciudadana.
Hago un llamado a que el Ministerio de Educación, en el plazo más breve posible -tomando en consideración lo planteado por comisiones especiales-, recoja propuestas para que el Consejo Nacional de Educación establezca qué cursos o materias se podrán desarrollar en tercero y en cuarto medio.
Y termino con lo siguiente.
Algunos creen que los temas de educación cívica son de relleno. Consideran más importantes las Matemáticas y el Lenguaje. Piensan que es más relevante que uno sepa de ecuaciones de primer y de segundo grado, de diferenciales, de integrales antes de salir de cuarto medio.
Está bien esa formación en las matemáticas y el desarrollo del pensamiento lógico.
Pero resulta más importante que seamos capaces de formar ciudadanos y ciudadanas que compartan un conjunto de valores de convivencia cívica, de apego a las normas básicas de tolerancia y de respeto a nuestra diversidad; que reconozcan que los derechos humanos son un denominador mínimo de la convivencia de la humanidad, y que la defensa de ello en el siglo XXI nos permitirá como sociedad que este país que se llama Chile se destaque frente a otras naciones.
Reitero nuestro voto a favor.
Para finalizar, invito a que no caigamos en polémicas estériles en este debate.
En materia de educación cívica se requiere que estén presentes todos los puntos de vista, no enseñar solo uno. Lo digo porque entiendo que algunos colegas tienen más aprensión en este aspecto.
Creo en la educación cívica pluralista, en que se enseñen todos los juicios, pues queremos que cada ciudadano pueda tomar su opción a partir de su buen entender y saber basado, eso sí, en ciertos valores de convivencia, que están tremendamente ausentes. Por desgracia, los estudios internacionales indican que en esto último nos encontramos al debe.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Coloma.


El señor COLOMA.- Señor Presidente, el Senador que me antecedió en el uso de la palabra -yo lo entiendo- dice que tratemos de no generar un debate respecto de algo que para algunos puede ser muy importante y para otros, menos: la historia en materia de educación cívica.
Lamentablemente, contra lo que él piensa, haré el punto exactamente a la inversa, pues creo que la verdad nos hace libres.
Cuando uno revisa y lee lo que plantea la Biblioteca del Congreso Nacional en cuanto a lo ocurrido en materia de educación cívica, uno se encuentra -lo mencionó la Senadora Von Baer en forma muy adecuada- con historias que no siempre se explican.
Y admiro a las bancadas de enfrente por generar siempre, particularmente la Izquierda, su historia y después transformarla en verdad oficial. Y si uno se aparta un milímetro de ello pasa a constituirse en sospechoso de no ser fiel a lo acontecido en un país.
Y eso, por lo menos conmigo, no corre.
Puedo equivocarme. Pero mis errores serían de interpretación, no de hechos. Porque estos, como decía Churchill, no son unos para un lado y otros para otro: son hechos. Y eso es lo que corresponde.
La Educación Cívica establecida en 1912 como asignatura independiente, subsumida en 1967 en el ramo de Ciencias Sociales, incorporada en 1980 como Educación Cívica y Economía, desaparece en 1997.
¡Y qué voy a hacer yo si esos son los hechos!
Eso es lo que nos dice la Biblioteca del Congreso Nacional, que es la instancia que nuestro Parlamento utiliza para acceder a información oficial sobre hechos determinados.
Entonces, primera verdad: no es cierto que la Educación Cívica se acabó en el Gobierno militar. ¡No es verdad! Terminó, para bien, para mal o para más o menos, en 1997.
Ello podrá haber ocurrido a propósito de la implementación de la jornada escolar completa, podrán existir explicaciones variopintas. Pero ese es el hecho objetivo acerca de lo sucedido.
En 1997, cuando desaparece la asignatura, se incorpora adicionalmente el concepto de formación ciudadana. Y este permanece hasta hoy.
Yo tengo muchos hijos. Y les he preguntado qué tipo de cosas aprenden.
Por lo menos a los míos les enseñaban en quinto básico cómo funcionaban determinadas instituciones. Y en educación media ocurría lo mismo. Más de una vez fui invitado a dar charlas en muchos lugares respecto de cómo podía mejorarse el acercamiento y el aprendizaje de este tipo de institución.
Por lo tanto, no partimos de cero, sino de lo que se llama "formación ciudadana".
Y este proyecto no pretende -yo lo comparto- establecer un programa de educación cívica, sino un plan de formación ciudadana, que para mí es diferente, pues tiene la lógica de integrar y complementar definiciones.
Así, los objetivos de la iniciativa son:
"Uno) Promover la comprensión y análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella.
"Dos) Fomentar en los estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica y responsable.
"Tres) Impulsar el conocimiento, comprensión y análisis del Estado de Derecho y la institucionalidad nacional.
"Cuatro) Activar el conocimiento, comprensión y compromiso de los estudiantes con los derechos humanos.
"Cinco) Valorar la diversidad cultural del país.
"Seis) Fomentar la participación de los estudiantes en temas de interés público.
"Siete) Garantizar una gestión y cultura democrática y ética en las escuelas.
"Ocho) Aumentar el grado de valoración de la transparencia y de la probidad.".
Y se han de implementar acciones concretas que permitan cumplir con esos objetivos.
Pero ello se hace en la perspectiva, en la lógica de la autonomía que puede tener un establecimiento educacional. Por eso se denomina "Plan de Formación Ciudadana", que es distinto de una especie de curso único en materia de educación cívica.
Yo los invito -por su intermedio, señor Presidente- a que lean lo que dijo Jorge Correa Sutil en una entrevista publicada el domingo en El Mercurio. Nadie podría sospechar que él pertenece a estas bancadas; creo que no le gustaría que se señalara eso. Jorge Correa sostiene que hay que tener mucho cuidado con estos cursos únicos de formación cívica. Lo hacía en referencia a este engendro que están inventando en materia constitucional, de armar varios esquemas. Hacía mención de lo peligroso que es exactamente lo que algunos minimizan: que el concepto de su interpretación de la historia se imponga en Chile, más allá de la diversidad o de las legítimas diferencias, como algunos señalan.
Era él quien planteaba el domingo lo difícil que resultaba que los países con historias políticas recientes complejas trataran de establecer ahí la verdad única. Y eso obviamente tiene que ver con una lógica ideológica.
Jorge Correa Sutil señaló algo que considero bien notable: "No hay educación cívica neutra". ¡No existe! Porque, obviamente, esta tiene una visión de la sociedad, de la vida, de los sueños, de los fracasos, de las razones, de las causas.
Si no nos ponemos de acuerdo acerca de lo que sucedió en los 50 años anteriores, ¡cómo vamos a tener una educación cívica neutra! Y es peligroso también cuando se abandona el derecho a pensar distinto y se asumen, como en los regímenes totalitarios, las verdades únicas y se piensa que las cosas pasan solo por una razón.
¡Ahí radica la complejidad!
Esa es la legítima inquietud que a uno le asiste cuando ve una lógica curricular obligatoria, con libros obligatorios, con un tipo de pruebas obligatorias, con visiones obligatorias. Esa es la antítesis de la libertad. Y eso no dice relación con formar valores ciudadanos, sino con hacer proselitismo. Y creo que hay que tener mucho cuidado en no entrar en esa lógica a propósito de la educación.
Apruebo esta iniciativa en el entendido de que se trata de un plan de formación ciudadana con la autonomía suficiente, que es algo diferente. En este caso no hay manual único, no hay prueba única, no hay programa único, no se exige lo mismo curricularmente, sino que hablamos de principios en los que los establecimientos tienen que ir formando.
En mi concepto, ahí encontramos la ecuación del ciudadano libre, aquel que recibió elementos, que cuenta con información y que después puede decididamente participar votando de la manera que le parezca adecuada.
Yo también quiero dejar claro algo en lo personal, porque a mí me importa cómo va quedando escrita la historia de las intervenciones (y veo siempre que los taquígrafos ayudan a definir esta verdad, lo que considero muy sano para el estudio).
En su momento hubo un proyecto relativamente similar, que planteó el Gobierno anterior. Yo no lo aprobé porque básicamente estaba vinculado al cambio del sistema de voto, de uno obligatorio a uno voluntario. ¡Este tipo de voto que tanto daño le ha causado a Chile! Entonces, se planteó que el voluntario, además, debía considerar un plan de formación ciudadana.
Como yo tenía un problema más de fondo, y esto venía en un paquete, no me pareció coherente ni consistente aprobar ambos temas. Y como yo no era partidario del voto voluntario, me parecía prudente también ser consecuente con ese plan.
Vamos a aprobar la iniciativa. Pero advierto de que esto también tiene cierto riesgo. Porque ¿cómo buscar algo que es deseable y sano y -ojo- no tan ajeno a los intereses actuales de los alumnos y los profesores? Porque a veces oigo hablar como si tuviéramos millones de chilenos jóvenes en el limbo. Y yo veo una juventud a la que le interesan las cosas, que pregunta. Me ha tocado, al igual que a otros colegas, ser jurado de muchas competencias de debates interescolares, muchos de los cuales son muy profundos en temas cívicos, en los que existe una capacidad de desplante, de información, de conocer la historia con precisión.
Entonces, no soy apocalíptico respecto de hacer un análisis acerca de dónde partimos. Entiendo que comenzamos de un sistema que ha ido mutando pero que tiene que ver con la formación ciudadana, respecto de la cual queremos dar un paso adicional: que esto sea asumido con un plan y que, por tanto, sea obligación de los establecimientos asimilarlo.
Pero ello no puede ser la historia única, la educación cívica única, el totalitarismo único. Han de existir ámbitos de libertad, de diversidad, como es Chile. ¡Si nuestro país no es unicolor; es multicolor! Y también lo es políticamente.
Entonces, no tratemos por esta vía de allanar votos a una idea. Ellos deben conquistarse con conceptos y no con una forma de educar.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Ignacio Walker.


El señor WALKER (don Ignacio).- Señor Presidente, formar personas debiera ser el objetivo final de la educación. Y formar ciudadanos es el objetivo de este proyecto.
Creemos que el centro del proceso educativo debe ser la formación de personas y el centro de nuestra vida como comunidad ha de ser la formación de ciudadanos. Y pienso que en esa perspectiva tiene que insertarse esta iniciativa.
Aquí se toma una opción, que se ha discutido por muchos años. Recordemos que a fines de los 90 se eliminó el curso de Educación Cívica. Pero eso tenía una razón de ser: resultaba insuficiente para hacer frente a los desafíos en materia de formación ciudadana.
Desgraciadamente, han pasado 15 a 17 años y no hemos sabido llenar ese vacío. Y este proyecto apunta en esa dirección.
Por lo tanto, más que un curso de Educación Cívica, aquí se propone un Plan de Formación Ciudadana, que obviamente es mucho más ambicioso, mucho más comprensivo.
En la Comisión llegamos a establecer una triple dimensión sobre la base de la experiencia acumulada, de los objetivos de los expertos, según nos relataron en las audiencias respectivas. Entre ellos se incluye, por ejemplo, a Lorena Fries, del Instituto Nacional de Derechos Humanos.
¿Cuál es la triple dimensión?
1) Educación cívica. Evidentemente, esa es una dimensión importante, que existió en nuestro currículo y que tiene su historia y su razón de ser.
2) Formación ciudadana. Se trata de un concepto más amplio que educación cívica; va más allá de lo curricular.
3) Como nos dijo muy bien Lorena Fries, educación en derechos humanos. Se trata de algo todavía más amplio. Porque, evidentemente, desde el punto de vista de la formación ciudadana, de la educación cívica, tal vez el contenido fundamental es la educación en derechos humanos en un sentido más amplio, recogiendo todo el bagaje cultural, jurídico, por lo menos de los últimos 60 años, después de la Segunda Guerra Mundial.
Pero hay toda una historia detrás de aquello.
Por otro lado, se halla lo relativo a la educación cívica como parte de un currículum.
Hoy se habla de "agobio laboral". Creo que los profesores tienen mucha razón cuando se refieren a ello.
Pero algunos hemos hablado también de "agobio escolar". Porque muchas veces los alumnos están estresados por una sobreexigencia, una sobrecarga curricular que no les deja tiempo para las cosas más importantes, como saberse miembro de una comunidad, educarse en el espíritu cívico, etcétera.
Por lo tanto, esto de la educación cívica como parte de un currículum es estrecho y puede ser estresante en ese contexto más amplio e insuficiente.
Ayer hablábamos incluso de un "agobio institucional" en educación, cuando observamos, por ejemplo, las exigencias que se les están haciendo a la Comisión Nacional de Acreditación o al CPEIP, desde el punto de vista de la formación en la carrera docente.
Con relación a este proyecto de ley, creemos que hay que distinguir, en primer lugar, los objetivos del plan de formación ciudadana, que se consignan en el artículo único.
En segundo término, las orientaciones. Y será rol del Ministerio de Educación, como se señala al final del referido artículo, poner a disposición de los colegios las orientaciones. Para ese efecto, deberá dictar un reglamento.
Es, pues, una segunda dimensión.
Y, en tercer lugar, el plan. Es decir, cada establecimiento educacional tendrá que definir, sobre la base de los objetivos que fija la ley en proyecto, de las orientaciones que entregará el Ministerio de Educación -ojalá recojan un acuerdo lo más transversal posible, con el menor sesgo ideológico de un sector respecto de otro- el plan de formación ciudadana, que es más ambicioso que simplemente un curso de educación cívica.
En tal sentido, yo quiero resaltar los dos primeros objetivos de este plan, contenidos en el artículo único del proyecto que nos ocupa.
La letra a) del referido precepto señala: "Promover la comprensión y análisis del concepto de ciudadanía" -el derecho a elegir y ser elegido, eso desde el punto de vista constitucional; pero el concepto es mucho más amplio, es sentirse parte de una comunidad- "y los derechos y deberes asociados a ella.". Subrayo la palabra "deberes", pues vivimos en una cultura, en una sociedad muy consciente de derechos, pero bastante poco consciente de deberes y responsabilidades.
Aquí se citó, con mucha razón, la eliminación del voto obligatorio y lo devastador que puede llegar a ser en una comunidad que quiera ejercer la ciudadanía. Ya vimos que en la última elección presidencial y parlamentaria votó solamente el 40 por ciento del electorado potencial.
Ahora bien, ciudadanía, derechos y deberes en el contexto de una república democrática, como lo define el artículo 4° de la Constitución: Chile es una república democrática.
Y muchos aspiramos a qué: a ejercer una ciudadanía de alta intensidad.
En la Ciencia Política se distingue entre ciudadanía de baja intensidad y ciudadanía de alta intensidad.
Una de sus manifestaciones es justamente el comportamiento electoral. Pero no es la única.
Hemos visto estos días que en Argentina ha votado más del 80 por ciento del electorado.
En Chile votó el 40 por ciento en las últimas elecciones.
En Colombia sufraga el 40 por ciento; en Guatemala, el 40 por ciento; en Estados Unidos, escasamente el 40 por ciento.
En Argentina, en Uruguay, en Brasil, donde el voto es obligatorio, sufraga el 80 a 90 por ciento del electorado.
Ciudadanía de alta intensidad.
Hay que elevar los niveles de ambición en un plan de formación ciudadana como el que se plantea, y más allá de este proyecto de ley.
En seguida, la letra b) dice: "Fomentar en los estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica y responsable.". Yo diría "crítica, abierta y responsable".
En ese contexto, quiero resaltar dos conceptos.
Primero, el desarrollo de las virtudes cívicas. Es decir, contribuir a la formación de ciudadanos virtuosos, viejo objetivo desde el tiempo de los griegos, el cual dejamos de lado, pues hemos privatizado la vida: solo existen individuos que interactúan en el mercado, en una lógica de oferta y demanda.
Eso es lo que hay en nuestra cultura, señor Presidente.
Nos hemos alejado de los grandes objetivos de los griegos, de la polis, de la ciudadanía: formar ciudadanos virtuosos.
Y, segundo, el valor de la tolerancia, del pluralismo y del respeto, cuestiones que se han quedado atrás. Estamos viviendo una cultura, una sociedad agresiva, violenta, intolerante, en la que se ha perdido el respeto.
Me refiero a la tolerancia como la definió ese gran filósofo chileno que falleció hace algunos meses, don Humberto Giannini (algunos fuimos sus alumnos en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile), quien decía que la tolerancia no debía entenderse en un sentido pasivo, como solemos pensarla en la concepción liberal de sencillamente tolerar al otro, sino que había que comprenderla en un sentido activo, esto es, buscar la parte de verdad que existe en el otro.
Esa es la auténtica tolerancia, ese es el verdadero pluralismo, que significan asignarle un valor a la diversidad, no como un hecho o una fatalidad.
Eso es pluralismo; en eso consiste la tolerancia; así debiera entenderse el respeto.
Esas son algunas de las coordenadas.
Por lo tanto, el Ministerio de Educación no va a obligar a nada: pondrá a disposición de los colegios orientaciones, las cuales, además, se consignarán en un reglamento sobre la base de los parámetros de los referidos objetivos, que sí estarán en la ley.
Habrá tiempo durante la discusión particular para mejorar, perfeccionar esta iniciativa sobre formación ciudadana.
Una última nota, señor Presidente, casi de pie de página.
Lo metodológico va a ser lo más importante: cómo hacer que estos planes de formación ciudadana sean algo entretenido en los establecimientos educacionales.
Yo sugería que en cada colegio -en su momento presentaré la indicación pertinente- se escogiera a un profesor o profesora con condiciones de liderazgo, que tenga ascendiente sobre los alumnos, que le entretenga despertar el apetito sobre lo que es aprender a vivir en comunidad.
Creo que se trata de un proyecto interesante, ambicioso, más allá del curso de educación cívica. Y si hacemos de este un verdadero plan de formación ciudadana, habremos enriquecido la educación en nuestras escuelas.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Horvath.


El señor HORVATH.- Señor Presidente, creo que esta es una materia más que relevante, y también tiene su historia en nuestro país. Pero fundamentalmente debemos entenderla en el contexto de la sociedad que hoy vivimos.
Porque si uno ve los hitos de la educación cívica en el siglo XX, se dará cuenta de que en 1912 se establece esa asignatura en el currículum escolar de 5° y 6° año de Humanidades.
En 1955 se mantiene la educación cívica; en 1967, se elimina.
Después, en 1980 y 1981 se restablece la educación cívica y pasa a ser una asignatura independiente.
En 1998 -tal como se ha dicho acá-, se hace desaparecer como asignatura independiente, pero se incorpora el concepto de "formación ciudadana".
En el año 2007 se vuelve a revisar esta materia. Lo mismo durante la implementación de la Ley General de Educación.
Los estándares orientadores para la formación de profesores de Historia, Geografía y Ciencias Sociales también se refieren a la formación ciudadana.
Es decir, se trata de una constante.
De hecho, en la última reforma, del año 2014, incorporamos no solo la educación ciudadana o la formación ciudadana, sino también la educación ambiental, sustentable y la formación integral.
Y aquí hago justamente el énfasis en algo que enfoca no solo a la educación ciudadana o a la formación ciudadana, sino también al modelo de sociedad que tenemos y al sistema educativo que prepara gente para vivir en ella.
Estamos hablando de un sistema centralista al extremo y, asimismo, concentrado en lo económico. Por lo tanto, influyen las autoridades políticas, todos los miembros del Estado y, además, los medios de comunicación.
Entonces, esa sociedad es la que impide que un ciudadano ejerza lo que le corresponde: ser un miembro activo.
En tal sentido, creo que este proyecto va en la línea correcta, pero debemos trabajarlo también en otras instancias, como la reforma constitucional. No podemos tener Poderes del Estado tan disparejos, como es hoy en día el Ejecutivo respecto del Congreso.
Según los resultados, por ejemplo, del Estudio Internacional sobre Educación Cívica y Formación Ciudadana ICCS 2009, Chile queda bajo la media con respecto al resto de los países del mundo en cuanto a lo que saben nuestros estudiantes acerca de educación cívica y formación ciudadana
Sin embargo, con relación a los países latinoamericanos, donde en el mencionado Estudio del ICCS salimos favorecidos, en materia de participación juvenil en las elecciones también estamos dentro de las democracias con las tasas más bajas: 27,2 por ciento.
Por lo tanto, la cuestión no es solo referirse a los planes, textos y a los elementos de la educación. También hay que apuntar a una reforma más integral, y no únicamente a una formación de carácter competitivo.
Hoy en día, incluso las carreras profesionales son literalmente carreras de vallas, en las que los alumnos van codo a codo superándose unos a otros. Y tenemos un sistema que hace que la participación ciudadana, además, no sea vinculante. Por lo tanto, genera frustración en los ciudadanos.
O sea, si no miramos esta materia desde un punto de vista integral, no resolveremos el problema solo incorporando esto en la educación.
Sugiero leer el libro ¡Crear o morir!, de Andrés Oppenheimer, quien señala que los países muy ricos en recursos naturales, si no logran esa mentalidad colaborativa y no generan las instancias de innovación, jamás van a ser desarrollados.
Por todas esas razones, y porque el proyecto apunta en la línea correcta (aunque se requiere mayor integralidad), desde luego voy a votar a favor.
Sin embargo, quiero hacer presente que hoy el conocimiento ciudadano con respecto a las atribuciones y funciones de los distintos Poderes del Estado, en particular del Congreso Nacional, es casi nulo.
A los parlamentarios se les piden cuestiones que son propias del ámbito de los alcaldes, de los directores de servicios, de los ministros. Y, en verdad, no podemos ejercer nuestra función en plenitud.
Ahora bien, si un ciudadano o un alumno visita el Congreso y se da una vuelta por las Cámaras -son miles las personas que vienen para acá-, pienso que sale más frustrado, pues no entiende el quehacer parlamentario, ni cómo se forma una ley, ni de qué manera se establece una política pública.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Larraín.


El señor LARRAÍN.- Señor Presidente, desde luego, comparto lo que se ha dicho respecto a la relevancia de la formación ciudadana, de la educación cívica en la juventud de nuestro país.
Sin lugar a dudas, la sociedad contemporánea ha abierto espacio a una cantidad de alternativas, de escenarios diversos que se transmiten por los medios de comunicación y que de alguna forma hacen que nos sintamos más partícipes de una comunidad universal.
Sin embargo, no siempre existe claridad acerca de la identidad personal y de los valores culturales propios. Y el proceso de inserción en la nueva sociedad debe realizarse con mucha fuerza -porque nadie puede quedar al margen de la historia-, pero, al mismo tiempo, siempre revalorizando y fortaleciendo los aspectos esenciales de nuestra cultura.
Parte de esa identidad está dada por nuestro compromiso como ciudadanos de un Estado, de una nación, donde debe primar ese compromiso como valor cultural.
Sin lugar a dudas, este se ha perdido.
Probablemente, la ausencia de la juventud votando -tanto cuando el voto era obligatorio como ahora, cuando es voluntario- es una demostración de que el compromiso cívico se ha perdido. Y, a mi entender, es muy importante recuperarlo.
Esto tiene que ver con lo que se ha hecho en la educación escolar.
Efectivamente, en los años 97-98 se suprimió el curso de educación cívica, pero en su remplazo se creó el concepto de formación ciudadana, que debía enseñarse en ramos como Historia y Geografía, Ciencias Sociales y Orientación. Es decir, no se trataba de un curso específico, sino de contenidos que se debían transmitir en diversas áreas de la educación escolar.
Lamentablemente, nada de eso ocurrió.
Algunos señalaban que preferían el Plan de Formación Cívica y el curso. Pero el curso por lo menos abría la oportunidad para hacer que los estudiantes reflexionaran sobre estas materias.
Desaparecido el curso, no quedó nada. Y esto ha coincidido en un momento en que la juventud se aleja de los compromisos ciudadanos.
Es importante, por lo tanto, recuperarlo.
Sí, me asalta una duda.
Estando ya incorporado en el currículo el concepto de formación ciudadana, que se debe entregar a través de diversos contenidos, en distintas asignaturas, ¿por qué es necesario que mediante una ley se establezca un plan de formación ciudadana?
En verdad -en este minuto no se halla presente la Subsecretaria de Educación-, estoy sorprendido. Esto no requiere ley, desde mi punto de vista. Bastaría con que un decreto del Ejecutivo pusiera en marcha la referida obligación y de alguna forma implementara la obligación de dar formación ciudadana a través de distintas asignaturas. Y puede hacerlo de la misma manera como se plantea en este proyecto: por medio de un plan que desde distintas perspectivas aborde conceptos como los que se reiteran en esta iniciativa de ley.
Aquello, señor Presidente, no tiene una explicación clara. Pienso, por lo mismo, que es necesario esclarecerlo. Porque lo que se está haciendo al incorporar por ley el mencionado concepto puede inducir (ya lo decía la Senadora Von Baer; y probablemente lo señalarán muchos otros colegas) a tener una sobrecarga curricular muy significativa.
Porque no faltan los creativos, quienes, respecto de cada situación que vaya ocurriendo dirán: "Oye, deberíamos enseñar esto a los niños. Y deberíamos enseñar esto otro. Y deberíamos enseñar aquello". Vamos a terminar, entonces, llenos de materias por enseñar, en circunstancias de que la enseñanza no tiene que ser enciclopédica ni debe pretender abarcar todo el universo de contenidos, sino que ha de ser formativa de conceptos, de criterios, de valores, de disciplina, de método. Pero ello se pierde cuando se avanza hacia una educación enciclopédica que pretende abarcar todos los contenidos del saber.
En tal sentido, pienso que no es un buen precedente lo que aquí está ocurriendo.
Ahora, sin perjuicio de ello, debo manifestar que los conceptos integrados en este plan de formación ciudadana son valiosos y relevantes.
La "comprensión y análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella", a mi juicio, son un concepto central.
La noción de Estado de Derecho es base de nuestra cultura democrática. Y, anexo a ella, la institucionalidad existente.
Si algo distingue a nuestro país de muchos otros en el contexto de la región es la fuerza de las instituciones. Y cuando estas se han perdido, el volver a tenerlas y su estabilidad han sido un anhelo y un clamor de nuestra historia, pues la vocación de Chile es precisamente institucional.
Se agregan a aquello el conocimiento y la comprensión de los derechos humanos; el reconocimiento de la diversidad social y cultural de nuestra nación.
Incentivar la participación ciudadana: este es un tema crucial.
Muchas veces se cuestiona lo que hacen los organismos de autoridad porque no consultan; porque no aprovechan los medios electrónicos, que les permitirían a los ciudadanos participar con más frecuencia, con más actividad y con más intensidad en las decisiones, opinando, participando.
Hay un énfasis en ello.
Esto de "Garantizar una gestión y cultura democrática y ética en la escuela" también avanza en la dirección correcta.
Y hay algo que yo valoro de manera especial.
Con el Senador Guillier y un grupo de Diputados estuvimos recientemente en la Tercera Asamblea de la Alianza para el Gobierno Abierto, organización a la que nuestra nación pertenece.
Hay 66 países que se encuentran entre los que más fomentan y hacen presentes los valores de la transparencia y de la probidad en el mundo.
Chile acaba de integrarse al Comité Directivo de la referida organización.
Ahora bien, uno de los temas que se conversaban, además de implementar -como hemos intentado hacerlo en nuestro Congreso o desde nuestro Congreso mediante una moción que incluyó en el artículo 8° de la Carta los principios pertinentes, los que ahora estamos extendiendo a través de una nueva reforma constitucional- el concepto (no sabía que estaba por aquí la señora Ministra: le doy la bienvenida), fue el de la transparencia y probidad desde la educación.
Porque se trata de cambios culturales que ha costado mucho implementar.
La defensa del secretismo es algo que va un poco en la inercia de los hábitos institucionales. Estamos acostumbrados a trabajar entre cuatro paredes.
Afortunadamente, hemos cambiado de manera gradual esos hábitos. Pero todavía nos queda mucho por recorrer.
Sería más fácil implementar una verdadera cultura de la transparencia, que garantice el acceso a la información pública -incluso, en algunos ámbitos, a la información privada que tiene repercusiones o impacto en lo público- y que permita por esa vía expandir los horizontes de esta cultura nueva que se está instalando de la mano con principios de integridad o de ética en el comportamiento que son esenciales en el desempeño de cualquier función que se realice en la sociedad.
Por lo tanto, desde el punto de vista de los contenidos, valoro esta forma de desarrollarlos: a través de distintas asignaturas.
Empero, señor Presidente, sigo con la inquietud en mi mente en cuanto a que aquí estamos avanzando en algo que ya se encuentra instalado en el currículo escolar, que ya está en las asignaturas; a que existe la formación ciudadana, con este mismo nombre, y a que no se requiere ley para avanzar en ello: bastaría un decreto de Educación a los efectos de implementar y llevar adelante esos mismos objetivos de distinta forma, abriendo los espacios para que los establecimientos escolares se expresen de manera autónoma, de acuerdo a sus propias realidades, a su propia vocación educativa.
Voy a acompañar este proyecto. Pero -reitero- puede ser un precedente del que tal vez nos arrepintamos, porque, por un lado, es factible que mediante tal vía sobrecarguemos el currículo escolar, y por otro, se recurre a la ley, en circunstancias de que existe la posibilidad de implementar los contenidos en cuestión a través de un decreto de Educación.
Voto que sí.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Guillier.


El señor GUILLIER.- Señor Presidente, en el año 2009 se publicaron resultados de estudios que, entiendo, después se han seguido aplicando -y marcan una tendencia- a estudiantes de octavo básico de varios países. Y los chilenos demostraron un déficit o por lo menos niveles de conocimientos muy inferiores a los de muchachos de la misma edad de otras naciones, medidos en encuestas internacionales.
Entonces, efectivamente, tenemos un problema.
En seguida, la caída abrupta de la participación ciudadana también es motivo de alarma.
Por lo tanto, este proyecto, en lo general, me parece correcto. Y corrige o rectifica errores de los años 90 y 2000, cuando en la formación de los jóvenes se suprimieron la Filosofía y la Historia, a las que, literalmente, se las fue arrinconando como asignaturas inferiores a Matemáticas y Lenguaje y Comunicación.
Error grave, porque la formación sólida no es solo de conocimientos, sino también de actitudes, de valores, de disposición, de capacidad de afectos. Y eso es lo que llamamos "educación integral con sentido".
Por consiguiente, espero que esto sea una rectificación de fondo a concepciones unilaterales de la educación impuestas en años no muy lejanos.
En segundo lugar, la formación cívica no solo hay que entenderla como doctrinaria como se hace habitualmente, que es conocer autores, textos, escuelas, lo que se presta para ideologizarla dentro de determinadas concepciones de la sociedad, y del hombre, y del Estado, en vez de ser esencialmente libertaria, es decir, un espacio de formación, pero basado no solo en qué se enseña, sino también en cómo se aprende, mediante una formación transversal que abarque el conjunto del plan y del programa, de manera que el joven, en la convivencia escolar, pueda practicar los derechos y garantías que la sociedad le va a ofrecer cuando sea adulto; desarrollar pensamiento crítico; trabajar en equipo; tomar liderazgo en ciertas situaciones; ser capaz de formular críticas a los trabajos de sus compañeros; actuar con estos en equipo; generar ideas y ponerlas a disposición.
O sea, las dinámicas pedagógicas son tan importantes como los contenidos. Y eso nos asegura no caer en los dogmatismos o en las estrecheces que preocupan a algunos y, más bien, lograr que en el colegio se haga un ejercicio sobre el tipo de sociedad en que se espera que los mismos jóvenes participen a futuro.
Por otro lado, también considero relevante tener presente el tamaño de la carga curricular. No olvidemos que cuando se desarrolló la jornada escolar completa la idea era complementar con una metodología de enseñanza diferente de la aplicada en las clases tradicionales, con el profesor al frente, y avanzar en otras formas de aprendizaje de materias, contenidos y objetivos de las mallas curriculares, que aludieran a actividades más proactivas, con un rol más activo, más incisivo del propio estudiante. Ello, en la línea más bien del "aprender haciendo" que del "hacer aprendiendo".
En consecuencia, es necesario no solo poner el eje en las llamadas "áreas específicas" -como los cursos que parecen de Historia, o de Geografía, o de Ciencias Sociales, hoy bastantes disminuidos-, sino también considerar ejes transversales que se reflejen en la convivencia del colegio, en la participación activa del alumno en las clases mismas y en la vida normal del colegio, y a la vez, entre los propios profesores y directores de los establecimientos, de modo que garanticen que en su interior se está realizando una convivencia que expresa lo que se espera para una sociedad democrática adulta.
Por consiguiente, doy mi apoyo a este proyecto. Pero lo entiendo como una rectificación. Y espero que el error cometido en las dos décadas anteriores se corrija no solo en esta materia, sino asimismo en muchas otras.
¡La educación no es solo Matemáticas y Lenguaje!
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra la Senadora señora Goic.


La señora GOIC.- Señor Presidente, para respaldar este proyecto se han entregado aquí argumentos que dan cuenta de la necesidad de avanzar en esta materia más allá de su incorporación como contenido curricular.
Es parte de los resultados, de las recomendaciones y de las propuestas del Consejo Asesor Presidencial, creado por la Presidenta Michelle Bachelet y encabezado por Eduardo Engel, para aportar en un debate que hoy día está en medio de la opinión pública: cómo aportamos a la transparencia de la política en el contexto del fortalecimiento de nuestra institucionalidad; de las formas de representación que hemos asumido, y, también -lo más importante-, de nuestra democracia.
Efectivamente, hoy está como contenido curricular. Pero aquí se han señalado estudios que dan cuenta de que eso no es suficiente para el objetivo de que nuestros jóvenes incorporen los contenidos.
Sin embargo, no solo se trata de contenidos. Hay asimismo un concepto más amplio: el de formación ciudadana.
Según el Examen Internacional sobre Educación Cívica y Formación Ciudadana del año 2009, un 16 por ciento de nuestros estudiantes se halla por debajo del umbral mínimo de conocimientos y destrezas y un 33 por ciento se ubica en un nivel mínimo.
Entonces, uno dice: "No quedamos en buena posición en el ranking de los países con medición válida en el Examen Internacional: lugar 24 entre 36 naciones".
Se asocia a aquello un rango de conocimientos desigualmente distribuido entre jóvenes de niveles socioeconómico y de género diferentes. El puntaje obtenido es mayor cuando el nivel socioeconómico es más elevado. Y esto tiene que ver también con la forma como avanzamos en equidad en nuestras prácticas cotidianas.
El proyecto que nos ocupa establece un Plan Nacional de Formación Ciudadana y Derechos Humanos con diversas acciones: planificación curricular; realización de talleres y actividades extraprogramáticas; formación de docentes y directivos específicamente en el área de que se trata; desarrollo de actividades de apertura del establecimiento a la comunidad; actividades para promover una cultura de diálogo y sana convivencia escolar. Y lo hace no solo reforzando -por eso es necesario que esta iniciativa sea ley de la república-, sino asimismo garantizando su continuidad en el tiempo.
Probablemente, eso nos va a permitir tener mejores argumentos para ver cómo evaluamos el resultado de la incorporación de los contenidos y de los planes específicos, e igualmente, los recursos asociados a ellos.
Queremos reforzar el sentido de la formación ciudadana, pues nos interesa sobre todo llegar a los más pequeños, a quienes se están formando hoy día. Ojalá que ellos cambien la actual tendencia -señalada acá durante las diversas intervenciones- a una escasa participación al momento de cumplir los 18 años y adquirir derecho a participar en las elecciones; ojalá que tengan mayor confianza en la institucionalidad.
El concepto de formación ciudadana es continuo. Y por eso la importancia de incorporar en lo que sucede al interior de la sala de clases no solo a la comunidad escolar, sino además a los padres, a las familias, pensando que esto nos acompaña en todo el ciclo de nuestra vida como ciudadanos.
Me parece muy significativo que lo que se plantea vaya acompañado también de prácticas concretas al interior de los establecimientos educacionales.
Recuerdo que, durante la revolución de los pingüinos, en la Cámara de Diputados debimos presentar más de una iniciativa para respaldar el fuero de estudiantes a los que expulsaron por haber participado en movilizaciones, o bien, porque nos encontramos con reglamentos que no permitían la formación de centros de alumnos.
Eso atenta contra la existencia de espacios en que los niños o los jóvenes aprenden en la práctica lo que significa participar en las decisiones de su entorno más cercano.
Debo destacar, señor Presidente, que usted fue importante en la generación del Torneo Delibera, que es expresión justamente de buenas prácticas de formación ciudadana.
La semana pasada estuve con los ganadores del Colegio Alemán de Punta Arenas, y vi cómo a través de instancias como esa los educandos aprenden lo que implica el trabajo parlamentario.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Su Señoría dispone de un minuto adicional.
La señora GOIC.- Señor Presidente, mecanismos como aquel demuestran que hay formas entretenidas, atractivas para los jóvenes, que además son muy muy efectivas para entusiasmarlos. El Torneo Delibera, por ejemplo, les permite conocer el trabajo parlamentario en todo su dimensión: no solo en el ámbito de los contenidos legislativos, sino también desde lo que significan la generación de acuerdos, la tarea de representación, las actividades de comunicación. Son experiencias como muchas otras que probablemente se están desarrollando hoy día y que a partir de la aprobación de la ley en proyecto se podrán potenciar.
Por eso, respaldamos con entusiasmo este proyecto.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Prokurica.


El señor PROKURICA.- Señor Presidente, son muchos los argumentos que se han dado en esta Sala para apoyar la iniciativa que nos ocupa esta tarde.
Renovación Nacional va a votar a favor, pues nos preocupa lo que está ocurriendo, especialmente en el segmento de los jóvenes.
La Séptima Encuesta del Instituto Nacional de la Juventud, de 2012, dice que 19 por ciento de los jóvenes se sienten interesados en la política, y 81 por ciento, poco o nada.
Pero hay algo preocupante: solo 16 por ciento de nuestros jóvenes están satisfechos con la democracia en Chile. Sin embargo, 55 por ciento afirma que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno.
Y todo eso se da por diversas razones.
Ya se dijo aquí que en 1998 se terminó con la educación cívica.
De otro lado, se ha planteado acá, en reiteradas ocasiones, que tenemos una generación de jóvenes que solo obedecen a la oferta de los derechos y no a las obligaciones recíprocas que deben asumir, a los compromisos que han de tener con la comunidad.
En tal sentido, con distintos parlamentarios presentamos en el año 2014 un proyecto de acuerdo para incorporar la educación cívica, la que jamás debió desaparecer.
En 2006 Renovación Nacional, entre las distintas propuestas que le hizo al Gobierno de la época para perfeccionar nuestra democracia, sugirió reponer la Educación Cívica en los colegios, atendida la importancia que esta asignatura reviste para ellos.
Ahora, creemos que este proyecto, que no incorpora un ramo sino que establece un plan de formación ciudadana para los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado, va a ayudar.
Sin embargo, por supuesto que tenemos preocupaciones, porque siempre en estas materias hay suspicacias y porque el ser humano sustenta sus opiniones.
En mi concepto, dicho plan ha de considerar las distintas opciones, el pluralismo existente en nuestro país. Además, debe instruir en torno a los diversos roles asignados a cada cargo previsto por el sistema democrático. Porque quizás una de las razones del desprestigio del Parlamento deriva de que muchas personas no distinguen entre los trabajos de ministro, de concejal, de alcalde o de parlamentario, y, por lo tanto, siempre están exigiéndole al Parlamento la realización de pegas de otras personas.
Sin duda, si tuviéramos una juventud más educada en estas materias dispondríamos de una alternativa para ser mejor medidos y mejor evaluados.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Chahuán.


El señor CHAHUÁN.- Señor Presidente, Honorable Sala, es evidente que estamos ante una crisis de confianza, una crisis de credibilidad en las instituciones. Y se trata de una crisis de confianza interpersonal.
No es menor que, de acuerdo a un informe de la OCDE, hoy día Chile sea un país donde solo 13 por ciento de los habitantes confía en su vecino.
Esa desconfianza interpersonal se ha transformado también en desconfianza institucional.
Desde el año 1990 en adelante la confianza en las instituciones se ha ido a pique, a tal punto que en 2011 se produce un quiebre, fundamentalmente con las iglesias, con la empresa y también con la política.
En ese contexto, tenemos una política que ha estado centrada en los conflictos de corto aliento, en una batalla de trincheras, con incapacidad para diseñar y soñar el Chile de los próximos veinte a treinta años.
En ese contexto, es muy importante sostener la necesidad de la formación cívica y de que la gente pueda visualizar y dignificar la política como un instrumento de mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes.
Ciertamente, desde el Gobierno del Presidente Frei Ruiz-Tagle, al eliminarse la Educación Cívica en los colegios, se generó una complejidad.
Eso, adicionado con la disminución de las horas de Historia. Hoy día existe poco conocimiento de nuestra historia, de la forma en que Chile se ha construido como nación.
Y cuando eso ocurre, finalmente hay incapacidad de proyectar el futuro.
En igual sentido, hemos insistido en la necesidad de que la educación cívica vuelva a los colegios. Y sobre el particular hemos presentado varios proyectos de acuerdo.
En último término, la Comisión Engel puso este tema sobre la mesa y la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, envió el proyecto de ley que nos ocupa en este instante.
Algunos podrán sostener que no era necesaria la mediación de una ley. Yo sostengo lo contrario. Y era necesaria precisamente para dar una señal política potente en términos del interés del Estado en la formación cívica de los ciudadanos.
Se han tomado todas las salvaguardas para que los propios colegios puedan aterrizar los planes de Educación Cívica, de acuerdo a los programas, a los sellos educativos de cada establecimiento.
Por tanto, yo diría que hoy estamos dando un paso decisivo. Porque no solo vamos a conseguir cambiar el clima de desconfianza, de falta de credibilidad en las instituciones con más horas de educación cívica. Por supuesto, ello pasa también porque seamos capaces de dar desde el Parlamento, desde los cargos de representación política, señales respecto al comportamiento en la vida cívica.
Eso implica que la política deje de mirarse el ombligo y sea capaz de visualizar los desafíos que el país tiene para los próximos veinte a treinta años.
Eso es lo primero.
Lo segundo: asimismo, la política debe ser capaz de generar, y con fuerza, un proceso de dignificación de la función pública.
Y cuando uno habla de vocación por lo público está también aludiendo a una situación bastante compleja: Chile es la segunda nación más individualista del mundo, de acuerdo a informes de universidades norteamericanas y británicas que aluden al punto.
Se ha construido en nuestro país una política del metro cuadrado, la que también es compleja.
Si uno analiza las distintas reivindicaciones sociales de los últimos años verá que aluden justamente a reclamaciones individuales y que el proyecto colectivo de país se ha ido perdiendo, se ha ido desdibujando.
Ahora, los proyectos colectivos se van desdibujando cuando hay proyectos refundacionales que creen que la historia hay que construirla de nuevo sobre una hoja en blanco y que todo lo edificado atrás es material de desecho.
Yo quiero reivindicar en esta ocasión la circunstancia de que Chile ha construido un país con sacrificio, con acuerdos. Y los gobiernos democráticos -los de la Concertación, el del Presidente Piñera- han hecho un esfuerzo importante. Por tanto, nuestra nación se ha ido edificando paso a paso.
Los países no se construyen sobre una hoja en blanco como algún ministro quiso señalar a propósito del proceso constituyente que se espera abrir.
En esa línea, el llamado es a entender que hoy día debemos encontrar espacios para el diálogo, espacios para construir juntos una nación mejor. Y, en este sentido, la educación cívica es fundamental.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Zaldívar.


El señor ZALDÍVAR.- Señor Presidente, seré muy breve.
Creo que este es un proyecto muy relevante, sin perjuicio de que algunos opinen que un plan de educación cívica podría establecerse por la vía administrativa y no por un cuerpo legal. Por mi parte, estimo importante hacerlo en virtud de una ley, porque de ello deriva el rango de una enseñanza de esa índole en la ciudadanía.
La Ministra señora Delpiano me hacía una reflexión en la que tiene toda la razón: la generación que viene de los setenta, en dictadura, dejó de tener formación cívica hasta ahora.
Mi Honorable colega Prokurica lo expresó muy bien. La gente, muchas veces, no sabe cuál es la función que cumplen determinadas autoridades, sea en el Poder Legislativo, sea en el Poder Judicial, sea en el Poder Ejecutivo.
No ha habido educación cívica. Se podrá decir que se suprimió el ramo en 1990 o en 1995, o en otra fecha. Ha habido muchos intentos -y he escuchado con frecuencia intervenciones en tal sentido- de contemplarla nuevamente a nivel escolar.
¿Y cuál es la situación hoy día? Es mucho más delicada, porque los padres de los estudiantes no recibieron una instrucción al respecto.
En mi generación, por lo menos, nuestros progenitores habían tenido formación cívica y nos la transmitían y nos comentaban sobre el particular. Hoy día no sucede algo parecido.
Y por eso también es que, con un modelo tan individualista, además de la ausencia de educación cívica, tenemos el resultado que se observa.
En virtud de las consideraciones anteriores, es trascendental la aprobación de la iniciativa en debate -más vale tarde que nunca- y que el ramo se incluya en los niveles parvulario, básico y medio, para que el día de mañana cada uno de los ciudadanos derechamente conozca cada una de las instituciones del Estado y cuál es su función, y participe activamente en las decisiones públicas.
Me felicito, en consecuencia, de que el proyecto haya sido presentado por la Primera Mandataria.
Repito que me parece bien proceder por intermedio de una ley.
Ojalá se trastroque el hecho de que el ciudadano no recibe esta información. Al obtenerla, juzgo que se registrará una mucha mejor participación de la gente en los asuntos de interés común.
Voto que sí.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Puede intervenir la Senadora señora Allende.


La señora ALLENDE.- Señor Presidente, quiero pronunciarme también a favor y felicitarme de que contemos en este momento con la posibilidad de discutir la iniciativa aunque sea en general, porque es extremadamente importante.
Tenemos que garantizar y devolver a los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado un plan explícito para abordar la formación ciudadana de los estudiantes, como se ha dicho aquí, no solo porque fue dejada de lado y después de la dictadura nunca más volvió a hacerse referencia a ella, sino también porque ni siquiera la recibieron los padres de las actuales generaciones, como decía muy bien el Honorable señor Zaldívar.
No se trata, por lo tanto, de hogares con una formación republicana en que se han realzado los valores cívicos y, además de ser ella profunda, conceptos más solidarios. Pienso que en nuestra sociedad se observa mucho la carencia de un "nosotros"; de una colectividad; de un saber escuchar; de una no discriminación; de una no imposición; de una más pacífica, democrática, plural y diversa convivencia.
Y hago referencia a todos los planos, señor Presidente, porque nos ha tocado muchas veces tener que denunciar, por ejemplo, lo triste que resulta la falta de respeto al ciego que recurre a perros guías -a estos animales no los dejan entrar a un restaurante, porque ello a algunos les molesta o no les parece adecuado- o a quien ocupa un estacionamiento para inválido.
A lo anterior se suma la gente que tira la basura en cualquier lado.
A mi juicio, con la educación cívica precisamente se pretenden reforzar los valores democráticos de derechos y deberes, con relación a los cuales el límite se halla justamente en los derechos de los demás. Esa es la verdadera esencia de la democracia, donde se lucha, pero para que todos podamos tener derechos y deberes, y no solo derechos para unos a costa de otros.
Creo que ello es hoy día más necesario que nunca. No puedo dejar de relacionarlo con la experiencia de colusión que acabamos de vivir. No ha sido el primer caso que hemos tenido que presenciar, pues ya se han registrado varios. No afirmo que se trate de todos los empresarios, ni mucho menos, pero algunos, llevados por un afán de codicia, han sido capaces de romper todas las normas básicas propias de una sana competencia y ganar dinero a costa de la fe ciudadana, en virtud de la cual se cree comprar un producto realmente hecho de una manera decente, a diferencia de lo que ha sucedido. Es doloroso considerar que tal situación ha tenido lugar con remedios, con alimentos, y ahora con relación a necesidades básicas en la higiene personal.
Más allá de que tendrá que haber justicia, de que será preciso investigar, de que será necesario legislar profundamente y de manera efectiva -juzgo que se trata de un delito y que debieran enfrentarse sus consecuencias propias-, ha sido lamentable que algo semejante siquiera acontezca. ¿Y por qué? Porque pareciera que nos encontramos en una sociedad tan individualista que todo vale. O sea, el fin justifica los medios: lo que importa es cómo voy en la parada, cuánto gano y en qué monto incremento mi capital, qué me reportará la colusión, y no pensar en las personas, en lo que significa que, durante once años, en el caso de que se trata, simplemente hayan sido esquilmados su fe pública y su bolsillo.
Espero que no solo haya justicia, sino también una reparación, un resarcimiento por el delito económico cometido en contra del país y de los ciudadanos.
Estoy convencida de que una buena educación cívica ayudaría a contar con límites éticos desde muy niños, a aprender lo necesario en relación con deberes y derechos. No es posible alejarse de la conducta apropiada y que el individualismo nos lleve a justificar cualquier otra.
Por eso es que estimo tan importante que el proyecto, de un artículo único, contenga un plan de formación ciudadana. Eso nos ayudará a acciones más colectivas, a mejorar el conjunto de la sociedad, y nos perfeccionará. En definitiva, simplemente constituye algo fundamental para lograr una democracia más sana, más transparente, que es lo que todos estamos pidiendo y lo que las personas también nos solicitan a nosotros.
Así que con mucho gusto me pronuncio a favor de la iniciativa, felicito porque la estemos discutiendo y votando, y espero que se convierta en ley lo antes posible.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Alguna señora Senadora o algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Terminada la votación.
--Se aprueba en general el proyecto, dejándose constancia, para los efectos del quórum constitucional exigido, de que se registran31 votos a favor.
Votaron las señoras Allende, Goic, Muñoz, Lily Pérez, Van Rysselberghe y Von Baer y los señores Allamand, Araya, Chahuán, Coloma, Espina, García, Girardi, Guillier, Harboe, Horvath, Lagos, Hernán Larraín, Letelier, Matta, Moreira, Ossandón, Pérez Varela, Pizarro, Prokurica, Quintana, Quinteros, Tuma, Ignacio Walker, Patricio Walker y Andrés Zaldívar.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Tiene la palabra la señora Ministra de Educación, a quien aprovecho de saludar.


La señora DELPIANO (Ministra de Educación).- Señor Presidente, les agradezco a los señores Senadores y señoras Senadoras, por su intermedio, una unanimidad que nos permite, a mi juicio, cumplir con un anhelo muy antiguo, expresado en muchas mociones que buscaban reponer estos temas.
Se trata, además, de una necesidad que se observa a partir del sistema educativo.
Estamos dando cumplimiento, asimismo, a uno de los compromisos establecidos con la Comisión Engel en materia de educación, transparencia y formación cívica.
Me parece que el proyecto nos abre la posibilidad de implementar una política que, bien planteada, bien llevada, debiera realmente permitirnos empezar a efectuar un cambio en cada uno de los establecimientos. No solo nos estamos obligando hoy a presentarle al Consejo Nacional de Educación una asignatura de educación cívica en el marco de la reforma curricular aún pendiente en tercero y cuarto medio, sino que también se contempla, por sobre todo, el plan de formación, que cada plantel tendrá que aplicar y que, al existir como tal, de acuerdo con el propio proyecto educativo, permitirá que su cumplimiento sea fiscalizado por la Superintendencia.
Pienso que se da un paso muy importante para llevar a cabo una cultura de respeto, de formación ciudadana, dentro de los establecimientos.
Agradezco el trámite que en el Senado se le dio al proyecto.
Ya nos veremos con motivo de otros.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).- Muchas gracias a usted, señora Ministra.