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MODERNIZACIÓN DE SISTEMA DE RELACIONES LABORALES


El señor QUINTEROS.- Señora Presidenta, ha pasado a ser una costumbre que, ante cada reforma, surjan anuncios catastrofistas. Así sucedió con la reforma tributaria y luego, con la educacional. Pero no se ha producido ninguno de los efectos desastrosos que se señalaron.
Ahora es el turno de las modificaciones al sistema de las relaciones laborales.
Se acusa que no están dirigidas a incorporar más jóvenes y mujeres al mundo del trabajo; que no se potencia la capacitación.
Sin embargo, esos objetivos, que todos compartimos, no son propios del derecho colectivo del trabajo, sino de otro tipo de medidas, ligadas a la capacitación y a los cambios posiblemente estructurales que debemos hacer para generar un nuevo impulso en productividad y competitividad.
Se argumenta que se trata de una reforma sindical. Yo creo que eso no tiene nada de malo.
Por cierto, es mucho más que una reforma sindical. Constituirá un avance para los trabajadores sindicalizados, que contarán con reglas más justas para negociar colectivamente con sus empleadores. Y, a través de la extensión de los beneficios obtenidos con sus negociaciones, también podrán favorecer a los trabajadores sin afiliación sindical.
Sin duda, hay un sector de la sociedad que siempre ve amenazas en el horizonte. Para él, los sindicatos son hoy la amenaza. Pero, en verdad, el temor es al diálogo, a enfrentar nuestras diferencias. En el fondo, es el miedo a la democracia.
Yo le digo a ese sector que un país que desconfía no avanza, mucho menos si la desconfianza recae sobre los millones de chilenos que constituyen la masa laboral.
Se pretende generar una distancia, un divorcio, entre trabajadores y sindicatos, apelando al clima de desconfianza que prima en el país.
Pero así como no hay política sin partidos políticos, tampoco hay negociación colectiva sin sindicatos fuertes.
¿Queremos sindicatos débiles e incapaces de negociar?
Se ha pretendido instalar la imagen de que los sindicatos adquirirían un poder ilimitado, lo que se transformaría en fuente de abusos contra las empresas e, incluso, sus propios afiliados o los trabajadores no sindicalizados.
Ahora los abusadores serían los trabajadores.
¿Por qué se presume que los sindicatos, con un poco más de poder, se aprovecharán de su posición? ¿Por qué se piensa que los sindicatos pueden tener interés en afectar su propia fuente laboral?
Las empresas son unidades económicas en que confluyen trabajadores, ejecutivos y dueños. Todos tienen interés en el éxito de ellas, especialmente los primeros porque representan su fuente de empleo.
Es más, en la estructura predominante de la economía de hoy, de las sociedades anónimas, muchas veces el compromiso de largo plazo resulta mayor en el estamento de trabajadores que en los capitales volátiles, que entran y salen de las compañías.
¿Por qué se presume entonces la mala fe de los trabajadores?
Podríamos citar muchos casos de dueños y ejecutivos que, por ambición o por privilegiar intereses propios, han realizado acciones riesgosas o dañinas contra sus empresas, arrastrándolas incluso hasta la quiebra.
¿Alguien podría mencionar aquí un solo ejemplo en que el sindicato haya perjudicado las actividades de la empresa al punto de provocar su quiebra?
Señora Presidenta, existen partidarios de la autorregulación total, pero ello no es sostenible en el ámbito laboral. También hay otros que quisieran que el Estado lo regule todo. Sin embargo, ninguno de estos extremos parece razonable. Lo que espera una sociedad moderna es que el Estado cumpla un rol regulador y fiscalizador, y que trabajadores y empleadores tengan espacio para acordar una serie de materias por sí mismos, de manera proactiva.
¡Eso es lo que pretende esta reforma!
No solo se podrán negociar salarios y beneficios. La idea es que, a través de la negociación, se concuerde un conjunto de materias de interés común de la empresa, como las medidas destinadas a conciliar el trabajo con la vida familiar; la elaboración de planes de igualdad de oportunidades y de equidad de género; la capacitación y reconversión productiva; el desarrollo de mecanismos de solución de controversias.
Para una verdadera negociación, es esencial reconocer la huelga como la principal herramienta de presión de los trabajadores, lo que supone la prohibición del remplazo durante la paralización.
Con lo propuesto, no se va más allá de lo que señala la jurisprudencia de la propia Corte Suprema en sus últimos fallos, con el actual Código del Trabajo.
Para una verdadera negociación, se requiere consagrar, asimismo, la titularidad sindical, que no es sino reconocer que lo que han ganado los trabajadores a través de sus sindicatos les pertenece a ellos y no es una concesión graciosa del empleador.
Mucho se habla del premio al esfuerzo. ¿Qué pasaría si en una carrera, luego de que el ganador cruzara la meta, el organizador del torneo resolviera otorgar medallas de oro a todos los competidores? ¿Se consideraría una falta de respeto al triunfador?
Al respecto, basta recordar que, a propósito de la reforma educacional, se apeló reiteradamente al debido reconocimiento al esfuerzo. Se dijo que no podía tratarse igual a un estudiante de esfuerzo que a uno que no efectuaba sacrificio alguno.
Hasta ahora los empleadores extienden beneficios a trabajadores no sindicalizados de acuerdo a su propio criterio, desconociendo el esfuerzo de los trabajadores durante la negociación. No debe olvidarse que la huelga también tiene costos para estos.
Pero el principal obstáculo de toda reforma es el cambio cultural.
Para muchos empleadores, sigue siendo expresión de satisfacción el que no exista sindicato dentro de su empresa. Muchos gerentes de recursos humanos son valorados por su capacidad de muñeca para mantener controlados a los dirigentes sindicales, sin importar con qué métodos.
Es doloroso decirlo, pero eso también ocurre en empresas estatales.
Señora Presidenta, el eje central del Gobierno de la Presidenta Bachelet es la equidad. En este caso, equidad en la negociación.
Estamos por el diálogo, no por el enfrenamiento. Sin embargo, para que aquel sea verdadero, se requiere sindicatos con poder.
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).