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ADMISIÓN DE ESTUDIANTES, ELIMINACIÓN DE FINANCIAMIENTO COMPARTIDO Y FIN A LUCRO EN ESTABLECIMIENTOS CON APORTES ESTATALES


El señor QUINTEROS.- Señora Presidenta, no pensaba intervenir. Pero, por lo que se ha señalado durante el transcurso de esta sesión, me he dado cuenta de que al parecer no hemos entendido por qué se puso en el tapete el debate del lucro y cuáles han sido sus consecuencias.
Para la Oposición el lucro es el centro de este proyecto.
Si bien la crítica se hace en nombre de la calidad de la educación o de la libertad de enseñanza, la verdad es que en la discusión queda al desnudo un único argumento: la libertad económica, es decir, la libertad de crear una empresa con fines de lucro y con giro comercial.
Se ha abundado en argumentaciones con respecto a los efectos negativos del lucro en la educación -casi todos lo han manifestado-, pues se destinan los recursos públicos a fines distintos, se maximizan los beneficios y se minimizan los costos.
Quiero apuntar a otro fundamento: para mí, el fin del lucro tiene que ver con recuperar confianzas.
Recordemos que la demanda para acabar con esta práctica surgió en gran medida a partir del abuso del lucro en la educación superior, donde está prohibido desde los tiempos de la dictadura militar, si bien todos sabemos que ello se ha burlado de manera escandalosa.
Durante años fuimos testigos de cómo las universidades privadas lucraban mediante todo tipo de mecanismos, no solo a través del arriendo.
Hace pocos días, conocimos los antecedentes de una sociedad creada para explotar el merchandising de una universidad privada, que además se prestaba para el fraude tributario. No había escrúpulos. Todo valía para acreditar una casa de estudios privada, incluso el soborno. Es decir, la ambición rompió el saco.
¿Qué ha pasado entonces? La sociedad se ha empoderado y ya no acepta pasivamente los abusos, especialmente en educación.
La imaginación y la innovación de los empresarios, tan beneficiosa en otros ámbitos, no son aceptables en la educación, porque se ha demostrado que se reduce, en la generalidad de los casos, a inventar mecanismos para retirar utilidades o reducir los costos, con perjuicio de las condiciones laborales de los profesores y del equipamiento que requieren los estudiantes.
Todo eso, señora Presidenta, ha provocado un daño enorme en el tejido social. Nos hemos transformado en un pueblo desconfiado. Todas las instituciones se hallan cuestionadas, y es difícil hacer una reforma a la educación sin tocar este punto.
Es cierto que hay colegios con lucro que han hecho bien su pega. Pero cuentan con todos los incentivos para seguir cumpliendo su labor, si de verdad tienen vocación de servicio.
Poner fin al lucro se halla relacionado con despejar todas las sombras del sistema; eliminar las aprensiones que se encuentran fuertemente incorporadas en la gente; cerrar todas las posibilidades a que se desvíen recursos públicos destinados a la educación. De esta manera, los colegios solo estarán preocupados por la calidad del servicio que prestan y no por la última línea del balance comercial.
Con el fin del lucro, la selección y el copago los estudiantes recuperarán la confianza en que la escuela estará efectivamente concentrada en proveer la mejor educación, y los padres podrán elegir realmente el colegio en que estudiarán sus hijos sin temor a ser excluidos por los ingresos que perciben o su nivel educacional.
Por cierto, existen otras tareas y para eso están anunciados proyectos de ley. Pero con esta iniciativa habremos dado un gran paso para recuperar la confianza de la gente en la educación, es decir, en la posibilidad de surgir a partir de sus propias capacidades.
He dicho.