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La señora RINCÓN.- Señor Presidente; estimados colegas; señoras Laura Novoa, Dolly Castro, María Pía Silva, Valentina Fuente, Mónica Crepich que nos acompañan en este homenaje.
Hoy tengo el honor, en mi calidad de jefa de bancada de los Senadores democratacristianos y en representación de las bancadas de los Partidos MAS, Radical Social Demócrata, Por la Democracia y Socialista, de rendir homenaje a un destacado camarada, profesor y, por sobre todo, gran jurista, don Alejandro Silva Bascuñán, recientemente fallecido a la edad de 102 años.
No todos lo saben, pero mis primeros años de estudio los hice en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica sede Concepción, donde el nombre de don Alejandro era destacado por profesores y motivo de orgullo para quienes éramos oposición a la dictadura y militantes de la Democracia Cristiana.
El nombre de don Alejandro Silva Bascuñán es de común conocimiento para todos aquellos que nos hemos formado en el Derecho. Fue un gran académico, conocido por cualquier alumno de Derecho Constitucional que se precie de tal, y un jurista de los que marcan tendencia y que son citados en clases, como Casarino, Llanos, Ramos Pazos y tantos otros.
En particular, don Alejandro siempre tuvo una característica que admiré: su cariño por la enseñanza del Derecho Constitucional. Pero, por sobre todo, siempre me llamaron la atención su militancia política y el cariño por su Partido, mi Partido, la Democracia Cristiana.
En el mundo del Derecho cuesta encontrar profesores de los pergaminos, de la calidad y la lucidez de don Alejandro que adhieran y se la jueguen por movimientos y partidos políticos. Don Alejandro siempre fue la excepción a eso y pudo conjugar de manera magistral su militancia política, su cariño y respeto por la enseñanza del Derecho, actividades que, por lo demás, no son incompatibles y él lo demostró en los hechos y con creces.
En sus más de cien años de vida don Alejandro tuvo una destacada historia académica.
Fue un alumno de excelencia de la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. De hecho -y lo recordó el Senador que me antecedió en el uso de la palabra-, su tesis obtuvo distinción máxima y recibió el premio Tocornal al mejor alumno de su generación. Fue profesor de la Cátedra de Derecho Político y Constitucional desde 1934 en su universidad, la Pontificia Universidad Católica de Chile, y también en la Universidad de Chile.
Creo que una de las cualidades que más admiramos de don Alejandro fue su sencillez, que era producto, sin lugar a dudas, de su grandeza y sabiduría. Él no necesitaba fanfarronear ni vociferar para demostrar su profundidad de conocimientos y su envergadura como ser humano.
Lo anterior se reafirma en las palabras que pronunció hace algunos años otro profesor de Derecho, su amigo y militante democratacristiano al igual que él, don Patricio Aylwin Azócar, quien señaló: "Quiero resaltar mi admiración por la simplicidad y lógica del razonamiento jurídico con que Alejandro expone los temas y fundamenta sus juicios y opiniones. Suele darse la tendencia en el mundo académico, quizás para ostentar sabiduría, de `hablar en difícil'. Como signo sin duda de su admirable claridad mental, Alejandro logra exponer los problemas y fundamentar sus opiniones con gran sencillez y no por ello con menos profundidad".
Esa misma claridad y sencillez caracterizaron la conducta de don Alejandro Silva en los múltiples ámbitos de su incesante actividad.
En su trayectoria destaca haber sido miembro, por más de diez años, del Consejo General del Colegio de Abogados y Presidente del mismo organismo gremial entre 1964 y 1975, y Director de la Revista de Derecho y Jurisprudencia desde 1953 hasta 1964.
Integró la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, también llamada "Comisión Ortúzar", desde octubre de 1973 hasta fines de 1977, cuando la abandona por profundas discrepancias con la Junta Militar. Formó un año después, en 1978, el Grupo de Estudios Constitucionales, más conocido como "Grupo de los 24".
Fue fundador de la Falange Nacional y, luego, del Partido Demócrata Cristiano; miembro de su Tribunal de Disciplina; integrante de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Chile; abogado integrante de la Corte Suprema entre 1991 y 1994; miembro de la Acción Católica y Presidente del Consejo Nacional de Hombres de dicha institución, y destacado en el ejercicio de la profesión de la abogacía a lo largo de casi 70 años desde que se recibió en 1933.
La primera reacción que surge al recordar las múltiples actividades a las que consagró su vida don Alejandro Silva Bascuñán es preguntarse cómo pudo hacer tantas cosas además de sus clases universitarias, de la redacción y actualización permanente de su Tratado de Derecho Constitucional (quince ediciones del mismo), de su generosa participación en seminarios y reuniones a las que, con frecuencia, era invitado.
La incesante actividad, siempre sencilla y "quitada de bulla" de don Alejandro, y su estilo franco, directo y sin estridencias para decir lo que pensaba y hacer lo que él creía pertinente nos recuerdan los bellos versos del poeta José María Pemán: "La virtud más eminente es hacer sencillamente lo que tenemos que hacer".
Tal como expresé anteriormente, la vida de don Alejandro Silva Bascuñán no fue solo la universidad y las aulas. Tuvo una mirada política comprometida y se la jugó por eso. No permaneció ajeno a la política y la realidad de su época. Siempre mantuvo un compromiso irrestricto con la democracia. Tal convicción estuvo siempre presente en todos los ámbitos de su vida. Eso explica su participación en la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, o Comisión Ortúzar, encargada en 1973 de preparar un anteproyecto de nueva Carta, pues entendía que ello podía contribuir al restablecimiento del Estado de Derecho.
Sin embargo, con el paso del tiempo, su presencia en dicha instancia se fue volviendo insostenible.
Como recordaba el Presidente de la Democracia Cristiana en el homenaje que le tributó el día de sus funerales, a don Alejandro "Le resultaba cada vez más difícil conciliar sus convicciones republicanas y humanistas con lo que estaba pasando en Chile".
Ello obliga a don Alejandro Silva Bascuñán, por coherencia con sus más profundas ideas y ante la innegable imposibilidad de que se lograse el restablecimiento de las libertades democráticas, a renunciar a la ya referida Comisión.
Esas mismas convicciones lo llevaron a adoptar una postura opositora a la dictadura.
En 1978 participa en la fundación del Grupo de los 24, junto a destacados juristas, como Patricio Aylwin, Hugo Pereira, Francisco Cumplido y Jorge Mario Quinzio, profesionales todos convencidos de la necesidad de impulsar la recuperación de la institucionalidad democrática que tanto enorgullecía a los chilenos. Ellos promueven un Proyecto Alternativo al que finalmente se plebiscitaría en 1980.
El texto del Grupo de los 24 no fue considerado, pero sirvió de base a las reformas introducidas en el plebiscito de 1989, previo al retorno democrático definitivo, en 1990.
Durante el trabajo del Grupo de los 24, don Alejandro Silva Bascuñán estrecharía aún más los vínculos que lo unían, desde la década de los 50, con don Patricio Aylwin.
Esa relación no se fundaba solo en la común preocupación por el Derecho, sino que, además, tuvo alcances personales muy profundos.
Grandísima fue, por lo mismo, la satisfacción de don Alejandro al ver la forma como don Patricio, su querido amigo, desempeñaba con talento y sabiduría la enorme tarea de conducir la transición a la democracia.
Silva Bascuñán, Aylwin y otros formaron parte de lo que hasta hoy se conoce como Grupo de los Cardenales, el cual se reúne dos veces al mes, manteniendo viva la llama del socialcristianismo, no como una nostalgia del pasado, sino como un proyecto de futuro.
En dos oportunidades fui invitada a esas conversaciones. Recuerdo la sabiduría de los consejos de don Alejandro y sus palabras cariñosas.
Su destacada trayectoria le valió numerosos reconocimientos. Entre ellos, la condecoración del Papa Pablo VI con la Orden de San Silvestre; el otorgamiento, en 1991, del grado académico de Doctor Scientiae et Honoris Causa de la Universidad Católica de Chile, y la distinción del Rey Juan Carlos de España con la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, en 1999.
Don Alejandro Silva Bascuñán, según se manifestó hace algunos días, puede ser caracterizado en distintas facetas: como hombre de fe, como jurista, como demócrata, como militante y como profesor.
Con toda su historia de vida, don Alejandro nos ha enseñado que el conocimiento es una tarea -valga la redundancia- para toda la vida; que la juventud existe mientras haya proyectos por realizar, y que la profesión de abogado se respira para siempre.
Así fueron su vida y la enseñanza que nos deja con su historia.
Don Alejandro Silva Bascuñán no era un hombre cualquiera. Quizás ello explique que su llegada al mundo fuese un 31 de diciembre de 1910, para Nochevieja, al terminar el año, como no queriendo llamar la atención, pero irrumpiendo en la historia.
Y su partida se da justo un 11 de septiembre de 2013, a 40 años del quiebre democrático, como recordándonos que nuestros actos siempre tienen consecuencias y que, por lo mismo, nuestras acciones nunca son intrascendentes.
Muchas gracias.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).