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REFORMA CONSTITUCIONAL SOBRE REGULACIÓN DE VOTO DE CIUDADANOS CHILENOS EN EL EXTRANJERO


El señor PIZARRO (Presidente).- Corresponde continuar la discusión del proyecto de reforma constitucional, iniciado en moción de los Senadores señoras Allende y Alvear y señores Espina, Larraín (don Hernán) y Walker (don Patricio), en primer trámite constitucional, que regula el ejercicio del sufragio de los ciudadanos que se encuentran fuera del país, con informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento.
--Los antecedentes sobre el proyecto (9069-07) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de reforma constitucional (moción de los Senadores señoras Allende y Alvear, y señores Espina, Larraín Fernández y Walker, don Patricio):
En primer trámite, sesión 48ª, en 14 de agosto de 2013.
Informe de Comisión:
Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento: sesión 50ª, en 28 de agosto de 2013.
Discusión:
Sesión 55ª, en 10 de septiembre de 2013 (queda pendiente la discusión).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- Señores Senadores, en la sesión anterior quedó pendiente la discusión en general y la votación.
Están inscritos para hacer uso de la palabra los Senadores señores Zaldívar (don Andrés), Navarro, Lagos, Coloma, Gómez, Letelier y Walker (don Patricio).
La señora ALVEAR.- ¿Me permite, señor Presidente?
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra, Su Señoría.
La señora ALVEAR.- Señor Presidente, a mi entender, había un acuerdo para votar en primer lugar la designación de los integrantes del Tribunal Ambiental con sede en Valdivia y después el relativo al ejercicio de sufragio de los ciudadanos que se encuentran fuera del país.
El señor PIZARRO (Presidente).- Eso fue lo que solicitamos, Su Señoría.
Lo que ocurre es que ayer los Comités acordaron votar los tres proyectos. El orden de tratamiento de cada uno se halla establecido en la tabla.
Por eso, se solicitó, si la Sala lo tenía a bien, votar primero la designación de los miembros del Tercer Tribunal Ambiental; luego, la iniciativa que promueve la interconexión de sistemas eléctricos independientes, y finalmente continuar la discusión general del proyecto relativo al ejercicio del sufragio de los ciudadanos que se encuentran fuera del país, que es más largo.
No hubo unanimidad de la Sala, debido a la oposición de uno o dos señores Senadores.
Entonces, vamos a discutir la idea de legislar respecto de esta última iniciativa.
Lo que sí podríamos hacer sería ir adelantando -no se olviden de que contiene normas de quórum calificado- e iniciar la votación en general, pues ya se produjo un debate bastante largo ayer.
Si no hay objeción, se procederá de ese modo.
--Así se acuerda.
El señor PIZARRO (Presidente).- En votación la idea de legislar.
--(Durante la votación).
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra para fundamentar el voto el Senador señor Zaldívar.


El señor ZALDÍVAR (don Andrés).- Señor Presidente, voy a ser muy breve porque, después de esperar más de 20 años para lograr que se cumpla la norma constitucional, lo que debería hacer el Parlamento es despachar rápidamente esta modificación constitucional.
En lo personal, siempre estimé innecesaria una reforma constitucional para darles a los chilenos que viven en el extranjero el derecho a voto, puesto que este asunto se halla contenido expresamente en el artículo 13 de la Carta, que preceptúa quiénes son ciudadanos chilenos. Y lo son los compatriotas que viven en el extranjero. No dejan de ser ciudadanos.
Incluso, me parece que si en la actualidad, sin la existencia de ninguna legislación de este tipo, un chileno viene desde el extranjero el día de una votación, conforme a las disposiciones sobre voto voluntario va a aparecer -si no se ha equivocado el Servicio Electoral- en el padrón electoral de acuerdo al domicilio registrado en virtud de las normas legales vigentes, y podrá ejercer su derecho a sufragar.
Lo que se pretende es evitar una discusión por parte de un sector que no ha querido hacer realidad desde hace muchos años este anhelo.
Hemos llegado a un acuerdo con algunos sectores de Gobierno, en el sentido de reglamentar o fijar la forma como pueden ejercer ese derecho los chilenos que se hallan en el extranjero para lograr que se haga efectiva y se cumpla la norma constitucional.
Es decir, el Estado y el Parlamento chilenos, principalmente el primero, no han cumplido una obligación constitucional relativa a permitir que sus ciudadanos ejerzan el derecho a sufragio.
Por lo tanto, lo que hacemos ahora al aprobar esta reforma constitucional es habilitar ese derecho establecido en la Constitución.
Personalmente, creo que no vamos a seguir discutiendo cómo hacerlo. Considero que la forma en que ha sido redactada la norma en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento va en una línea procedente.
Por tales razones, estimo que debemos aprobar esta reforma y respetar una norma constitucional vigente desde hace muchos años cuyo cumplimiento hemos ignorado.
Por eso, señor Presidente, voto que sí.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Navarro.
No se halla en la Sala. Tampoco el Honorable señor Lagos.
Puede intervenir el Senador señor Coloma.


El señor COLOMA.- Señor Presidente, este tema no es nuevo ni en este Congreso ni en la historia de Chile. Se trata de un asunto histórico que cualquiera que haya estudiado el Capítulo II, NACIONALIDAD Y CIUDADANÍA, de la Constitución puede apreciar que es consustancial al tipo de concepto que uno tiene del país que construye.
Existen dos opciones en el mundo para entender quiénes son nacionales o ciudadanos de una nación: los que consideran que el ius sanguinis (la relación de sangre) es lo que importa y, por ende, genera el núcleo de la nacionalidad -los países europeos son muy partidarios de esa concepción- y aquellos que se inclinan por el ius solis, que tiene que ver con la pertenencia física de la persona a determinado lugar para ser acreedora a un conjunto de derechos ciudadanos (esto es más propio de naciones emergentes: países americanos, africanos, asiáticos).
En el caso de Chile, yo soy partidario del ius solis -y lo he sido siempre, no ahora a propósito de una ley-, porque creo que ahí se generan los vínculos para que las decisiones tomadas guarden directa relación con las responsabilidades que se asumen. Y, a mi juicio, esto es esencial.
A raíz de aquello, yo, por ejemplo, participo de la idea de que los extranjeros avecindados en Chile tengan derecho a voto rápidamente, pues se insertan como ciudadanos dentro del país y conforman una identidad que les permite sufragar.
En Suiza se realizó hace poco tiempo un plebiscito para impedir que votaran personas que llevaban tres generaciones en esa nación pero no eran de sangre suiza. Ellos siguen la lógica del ius sanguinis; nosotros, la del ius solis.
De ahí que, al menos desde mi perspectiva, uno deba velar por que este último principio se mantenga.
Señor Presidente, yo no objeto que otros planteen una forma distinta de comprender la sociedad. Pero esta es una discusión de fondo; no es una discusión en el sentido de que alguien diga que se opone o no a que se vote así o asá. Ella tiene que ver con el tipo de nacionalidad y ciudadanía que uno construye.
Don Alejandro Silva Bascuñán -aprovecho la oportunidad para rendirle un homenaje, porque fue un gran jurista- era partidario, al igual que don Enrique Evans, de que en la Constitución se estableciera el ius solis.
La historia constitucional de Chile, pues, era partidaria del ius solis. Y este se relaciona precisamente con el hecho de que quienes toman decisiones deben tener aquella vinculación.
Se dice que esto es ahistórico, señor Presidente.
¡Hay 80 países que solo permiten el voto de las personas que viven dentro de su territorio! Y no son antidemocráticos. Se trata de naciones perfectamente democráticas que buscan esa fórmula para los fines de la toma de decisiones, pues les importa que ante ellas los ciudadanos que sufragan tengan el conocimiento y la preparación debidos. Y eso me parece fundamental.
Otros piden vínculo -también lo considero esencial-: Inglaterra, Nueva Zelanda, Alemania, que no son países antidemocráticos. Suecia, por ejemplo, dispone que, para tener derecho a sufragio, el ciudadano no debe haber estado más de cierto tiempo fuera del territorio nacional.
Señor Presidente, lo que planteo no tiene que ver con un problema político contingente, sino con el tipo de nación que entre todos estamos construyendo.
En este orden de ideas, sigue pendiente un debate, pues algunos sostienen que en un lado están los buenos y en el otro los malos.
Aquí no existe una lucha entre buenos y malos. Hay quienes tienen cierta concepción en torno al ius sanguinis, en cuanto a que importan la sangre, la historia, los antepasados, lo que es propio de los países europeos.
Veo que en Chile varios se están europeizando. ¡Puede ser una fórmula el creer más en la sangre azul...! No sé. Pero a mí no me gusta tal concepto. Yo creo más en la responsabilidad de los sufragantes.
Señor Presidente, interrumpo mi exposición para hacerle un planteamiento.
Cuando se propuso abrir la votación, di mi acuerdo en la confianza de que iba a disponer de diez minutos para fundar mi pronunciamiento. Sin embargo, observo que se me restringió el tiempo.
Yo concurrí de buena fe al acuerdo pertinente. Pero si se limita mi fundamentación a cinco minutos, nunca más accederé a la apertura anticipada de una votación.
El señor PIZARRO (Presidente).- Prosiga su argumentación, señor Senador.
El señor COLOMA.- Señor Presidente, decía que otros gobiernos tienen una visión completamente distinta de la que señalé.
¿Qué pienso yo?
En mi concepto, cualquier modificación que tenga efectos electorales -porque los hay- debe prever la existencia de un vínculo directo reciente de la persona con los efectos de su decisión electoral.
Señor Presidente, muchos familiares míos se han ido de nuestro país, voluntaria o involuntariamente -¡para dejarlo clarito!-, y se sienten chilenos; y yo considero que lo son. He discutido este punto con ellos: varios me han encontrado razón; otros, no tanto, como es normal.
En el fondo, yo pregunto lo siguiente: cuando se toma una decisión importante, como la de elegir al Presidente de la República, ¿puede alguien que se fue al extranjero hace 20 años y no ha vuelto nunca más participar con igual objetividad que quien vive en Chile?
Proyectando la situación, el día de mañana podría tratarse incluso de un nieto de chileno.
¿Pueden tomar una decisión de aquella índole personas que no conocen -voy a ser franco- la realidad de la delincuencia ni la del Transantiago, como tampoco los problemas de falta de regionalización y de carencia de oportunidades, propios de una sociedad emergente?
Quiero ir más al fondo del asunto, señor Presidente.
Este no es un debate cualquiera: tiene que ver con quienes toman decisiones.
Desde mi perspectiva, esas personas deben estar en directa relación con el tipo de país que se está viviendo en la hora actual.
Ahora, eso no hace perder la nacionalidad al que no vota.
En Chile hay una diferencia entre nacionalidad y ciudadanía. Esto se discutió en 2005. Lo debatieron ampliamente juristas de primera nota con motivo de la Constitución de 1980. Y se hizo la distinción.
Reitero: no se pierde la nacionalidad si en determinado momento no se ejerce el derecho a voto.
Yo no soy partidario de esta norma, pero por razones profundas; no por razones de conveniencia o inconveniencia, las que pueden ser importantes.
En Italia, hace poco tiempo, los ciudadanos que estaban en el extranjero resolvieron qué candidato iba a ser el Presidente de ese país.
Dicho sea de paso, Berlusconi ganó la elección, pero por los votos del exterior -que quede claro-, no por los del interior, donde perdió. ¡Ganó gracias a los votos emitidos fuera de Italia!
Yo no soy partidario de este proyecto, señor Presidente, porque creo mucho más en el ius solis y en el vínculo directo.
En todo caso, para el evento de que se apruebe, pido, conforme al Reglamento, que se fije plazo para formular indicaciones, porque presentaré una en el sentido de que las modificaciones deben considerar la existencia de un vínculo, lo que no aparece en la disposición consignada en el primer informe.
Señor Presidente, lo entrecortado de mi intervención, que no es de su responsabilidad, obedece a que algunos colegas que tienen otras urgencias piden abrir anticipadamente las votaciones y no se interesan por nada ni por nadie.
En ello, a Su Señoría no le cabe ninguna responsabilidad. Esta es una autocrítica respecto a decisiones que tomamos nosotros en algunas oportunidades.
Me parece que este tema es muy relevante para nuestro país. Empero, no somos muchos los que escuchamos lo que se dice en la Sala. Y ello se debe a que se abren en forma anticipada las votaciones de proyectos que de verdad importan.
Esta es una de las materias más discutidas en todas las Constituciones que ha tenido Chile. Entonces, no se trata de llegar y resolver.
Aquí hay una cuestión de fondo. Se puede pensar de modo diferente. Lo acepto. Pero yo por lo menos tengo una visión. Y, como quiero plasmarla en una indicación, pido que se fije el plazo reglamentario.
En todo caso, señor Presidente, no apruebo este proyecto.
El señor PIZARRO (Presidente).- Le corresponde el uso de la palabra al Senador señor Gómez.


El señor GÓMEZ.- Señor Presidente, tengo la convicción más profunda de que ser chileno es parte de una condición humana, personal, vinculada más al corazón y a las emociones que al hecho de estar instalado o no en determinado lugar.
Hoy día recordamos una fecha dolorosa. A partir de ella, numerosos compatriotas perseguidos políticamente debieron, para salvar su vida, vivir exiliados en otras naciones. Y muchos mantuvieron siempre relación directa con Chile.
Algunas personas se fueron al extranjero por razones económicas. Otras se encuentran fuera por motivos personales. Pero no termina el vínculo ni se deja de querer al país por estar viviendo lejos de él.
Hay un caso que conocemos bastante y que hemos planteado varias veces: el de una gran cantidad de habitantes de Tocopilla que emigraron de Chile; y hay una parte del mundo llena de tocopillanos que viven preocupados de su país.
Entonces, darles o no derecho a voto a los chilenos que se encuentran en el extranjero no es un tema menor.
En tal sentido, concuerdo con el Senador Coloma cuando afirma que nosotros nos cercenamos los tiempos para hablar de materias relevantes, de fondo y que deben quedar en la historia de la ley.
Yo soy un convencido de que en el caso que nos ocupa no debiera mediar una reforma constitucional. La Carta Fundamental señala quién es ciudadano y cómo se pierde esta calidad. Por lo tanto, el ciudadano debe tener derecho a voto, al igual que numerosos extranjeros. Y en Chile, cuando hay elecciones en sus respectivos países, vemos cómo sufragan los peruanos, los franceses, o sea, todos aquellos que están involucrados con una comunidad internacional que se respeta.
Entonces, pienso que no deberíamos tener ninguna dificultad, pese a los tantos años en que se ha discutido esta materia, para que los chilenos ejercieran su derecho a sufragar, máxime si ahora el voto es voluntario.
La situación es curiosa: hoy día, quienes habitan en nuestro país no están obligados a votar y los chilenos que viven en el extranjero quieren hacerlo.
En consecuencia, se requieren normas comunes y razonables.
A mí no me gusta, señor Presidente, el texto que se plantea. En él se establece una obligación que considero excesiva.
Se dice que los chilenos residentes en otro país que quieran votar en una elección o en un plebiscito tendrán que dirigir una solicitud al Servicio Electoral, la que podrá presentarse en nuestro país o a través de los consulados de Chile en el exterior y deberá señalar dónde se ejercerá tal derecho. Y luego se hace referencia a determinadas regulaciones que habrá de contener una ley orgánica constitucional.
Me parece que en su momento acordamos -y yo participé en las conversaciones con el Gobierno- que bastaba que los chilenos se inscribieran en el extranjero, que no fuera necesario cumplir trámites ni requisitos adicionales.
Ahora, es obligación de nuestro Estado dar las condiciones indispensables para el ejercicio del derecho a voto.
A lo mejor es razonable sufragar en un lugar y no en todos los consulados nacionales.
¡Por favor! ¡Es inadmisible establecer condiciones y criterios como los explicitados!
Yo, por lo menos, voy a presentar una indicación para eliminarlos.
Aquí hay defensores a muerte de la Constitución. Y, en el artículo 13, esta dispone claramente que "Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva.".
Más adelante, el artículo 17 señala en qué circunstancias se pierde la calidad de ciudadano, la cual confiere el derecho a votar:
"1°. Por pérdida de la nacionalidad chilena;
"2°. Por condena a pena aflictiva, y
"3°. Por condena por delitos que la ley califique como conducta terrorista", etcétera.
Esas son las razones por las cuales se deja de ser ciudadano. Y entre ellas no figura la de vivir en el extranjero.
Lo contrario significa quedarse en el pasado, en el siglo antepasado.
Nosotros tenemos la obligación de disponer que a los chilenos les asiste el derecho a votar y que nuestro Estado debe establecer las condiciones para su ejercicio.
Por supuesto, aprobaré la idea de legislar, pero presentaré las indicaciones necesarias para evitar la imposición de condiciones y exigencias que no se avienen con el texto constitucional ni se condicen con el hecho cierto de que los chilenos se consideran tales porque se sienten parte de nuestra patria.
Tengo familiares que viven fuera de Chile. Y pueden venir a nuestro país. ¿Por qué? Porque están en situación de pagar un pasaje. Pero hay miles de personas impedidas de hacerlo. Y eso envuelve diferencias inaceptables.
Como anticipé, voy a aprobar en general el proyecto, pero presentaré una indicación que permita hacer los cambios necesarios para que Chile establezca con los compatriotas que están fuera del territorio nacional una relación de igualdad y exenta de criterios que los hagan sentirse ciudadanos de segunda categoría.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Letelier.


El señor LETELIER.- Señor Presidente, el Senador Coloma organizó su argumentación a base de principios jurídicos propios, a mi juicio, del siglo pasado y del antepasado y que se relacionaban con la determinación de si el vínculo tenía que ver con la sangre -con la descendencia directa- o con el hecho de vivir en determinado territorio, que son las dos formas de transmitir nacionalidad.
Tales conceptos eran muy válidos para los siglos XIX y XX, pero no lo son para el XXI.
En el siglo actual hay un mundo globalizado, donde la movilidad de los seres humanos es absolutamente distinta; donde las comunicaciones son muy diversas y rápidas, y donde el interés nacional es muy disímil (los desafíos que Chile enfrenta hoy son muy diferentes de los de otra época).
En mi opinión, producto de tales fenómenos, el argumento del colega Coloma se debilita.
Yo soy de aquellos que creen que nuestra cultura isleña, de un aislacionismo relativo, es una de las debilidades que atentan contra el desarrollo nacional.
Tenemos una cultura isleña, y se refleja, entre otras cosas, en este debate.
Aquí no está en discusión el impacto electoral directo del hecho de que los chilenos que viven en el exterior voten. Nosotros no somos Italia; no constituimos el fenómeno de esa nación, que tiene a millones de sus habitantes viviendo en Suiza, en Grecia o en Francia, en una Europa integrada. Somos un país con otro historial.
Estoy seguro de que una de las fortalezas de los muchos chilenos que residen en el extranjero -y deberíamos considerarlo una bendición- es su arraigo a este país pequeño, aislado y distante.
Y, pensando en las cuestiones de interés nacional, me asiste la convicción de que hacer partícipes del quehacer nacional a los conciudadanos que habitan en distintos continentes es una forma de fortalecer el desarrollo de nuestro país, de potenciarnos; una manera de entender que Chile no es solo el territorio delimitado por fronteras terrestres, marítimas o aéreas.
En el siglo XXI, la nación es mucho más que eso. Y el potenciamiento de toda ella se logra, entre otras cosas, generando mecanismos para la participación de quienes tienen identidad con nuestro país en este mundo globalizado y desean afianzar el vínculo a través de la votación.
Eso ya es ganancia para Chile. Es ganancia para el desarrollo nacional. Es ganancia para un país cuyo desenvolvimiento depende de su relación con las restantes naciones del mundo.
¿Exportamos la mitad de lo que producimos? ¿Dos tercios de lo que producimos?
El modelo de desarrollo chileno depende de nuestros vínculos con el exterior. Y no cabe duda de que el generar la posibilidad de que los cientos de miles de chilenos que habitan en diferentes tierras se vinculen con nuestro territorio es una forma de fortalecer a Chile.
No es solo una modernización de la democracia: porque lo es. No es solo el hecho de que muchas otras naciones lo hacen: porque lo hacen.
Para nosotros en particular, como país pequeño, aislado en el planeta, es de tremenda importancia estratégica que esos chilenos mantengan el referido vínculo.
Si algunos, por haber vivido mucho tiempo fuera del país, no tienen interés en votar, es una pena. Pero la generación de este espacio resulta muy positiva para nuestra nación.
Podremos ver, como lo planteó el Senador Gómez, los procedimientos específicos. Pero es bueno para Chile que se ejerza la nacionalidad.
Aun más: soy partidario de que, adicionalmente, reconozcamos con mayor frecuencia la situación de hecho de la doble nacionalidad.
El señor PIZARRO (Presidente).- Perdón, señor Senador, pero concluyó su tiempo.
Su Señoría dispone de un minuto adicional.
El señor LETELIER.- Muchas gracias.
Como decía, señor Presidente, soy partidario incluso de que nuestro país avance hacia el reconocimiento más pleno de los fenómenos de la doble nacionalidad existentes. Muchos chilenos tienen doble nacionalidad. Entre ellos, señores Senadores y señoras y señores Diputados. Y creo que eso le hace bien a nuestro país.
Estamos en el siglo XXI. El fenómeno de la globalización es irreversible. Debemos entender el escenario donde nos desenvolvemos como nación.
Por ello, posibilitar que quienes están fuera de nuestras fronteras voten sin tener que viajar a Chile -porque si lo hacen, votan- es sumamente positivo para nuestro país, independiente del impacto electoral que pudiera provocar.
Por tales razones, voto que sí.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Tuma.


El señor TUMA.- Señor Presidente, la calidad de ciudadano da la oportunidad o, más que eso, el derecho a elegir y a ser elegido.
La misma disposición constitucional vigente expresa que "Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva.
"La calidad de ciudadano otorga los derechos de sufragio, de optar a cargos de elección popular y los demás que la Constitución o la ley confieran.".
En ninguna parte se dice que es preciso encontrarse en Chile. Es cierto: nunca en la historia nacional se les ha dado a los chilenos en el extranjero la posibilidad de ejercer el derecho a voto. Pero ¿por qué tenemos que entender que no pueden hacerlo?
En el pasado era muy raro salir del país. Hoy día es muy frecuente. Ello tiene que ver con el cambio experimentado en Chile y el mundo, con el modo en que nos hemos globalizado y con los nuevos derechos, entonces, de los ciudadanos. Y qué duda cabe que a estos últimos les corresponde el de elegir y ser elegido, sin importar donde se hallen.
¿Por qué negamos los derechos y mantenemos las obligaciones a pesar de que la persona puede permanecer en el extranjero?
El dueño de una propiedad debe cancelar las contribuciones. ¿O la obligación será suspendida si se ha ido al exterior? Igual le cobrarán y le rematarán el inmueble si no paga.
Es decir, a los ciudadanos les asisten derechos y obligaciones, y no es posible pensar que la Constitución solo les exige aquello a lo que están sometidos, sin considerarse el ejercicio de sus facultades.
Es más, la norma vigente dispone que pueden elegir y ser elegidos, y no distingue si ello dice relación con plebiscitos o con elecciones presidenciales o parlamentarias. Nosotros solos estamos haciendo la discriminación ahora que les permitiremos materializar el derecho a voto.
¿Y por qué hemos debatido tanto el respecto durante los últimos veinte años? Si no hubiera tenido lugar la cantidad de chilenos en el exilio que se registra, estoy seguro de que la disposición correspondiente, como en otros países, se habría aprobado de manera natural y fluida, sin reparos. La oposición presenta un sesgo ideológico, porque la mayoría de los exiliados entre 1973 y 1990 se encontraron en esa condición prácticamente por motivos políticos. Y de ahí, entonces, la resistencia permanente de la Alianza a innovar y a otorgar el derecho a sufragio a nuestros compatriotas en el extranjero.
Creo que las señales de reconciliación que han dado algunos personeros de la Alianza deberían estimularla a compartir nuestro interés en permitir hoy, por la vía de nuestra aprobación, que estos chilenos ejerzan su derecho a participar en elecciones ojalá de toda índole. Resulta deseable lograr los votos para ello, pero nadie nos dice que es algo terminal, que se trata de la única reforma que se llevará a cabo en materia de derechos de estas personas. Sin perjuicio de ello, estimo que constituye un paso importante.
A mi juicio, los chilenos en el extranjero merecen el reconocimiento que nos ocupa, la posibilidad de ejercer su derecho, y, por tanto, voy a votar a favor.
El señor PIZARRO (Presidente).- Puede intervenir el Senador señor Carlos Larraín.


El señor LARRAÍN (don Carlos).- Señor Presidente, soy integrante de la Comisión de Constitución, calidad en la que me pronuncié en contra del proyecto, y en esta oportunidad quisiera reproducir al menos algunas de las razones que me movieron a hacerlo.
Estimo que la iniciativa no hará a Chile más democrático. Existen países considerados republicanos y democráticos según todos los estándares conocidos y que regulan la situación de manera más completa, más matizada. Por ejemplo, Alemania exige una residencia de al menos tres meses para poder votar, sin que sea posible hacerlo en el caso de más de 25 años de ausencia. Canadá pide la inscripción en un registro especial y no extender el derecho más allá de cinco años de residencia en el extranjero. Australia también dispone la inscripción en un registro, la que el interesado debe solicitar dentro de un año de su salida del país. En Nueva Zelandia no pueden ser considerados electores los ausentes del territorio por más de tres años.
Constituyen simples ejemplos. Y nadie puede afirmar que tales naciones no son democráticas.
Cuando en la Comisión me pronuncié en contra de la propuesta, quise contribuir a que se viera de qué manera iba a operar el ejercicio del derecho, tan próximo a la esencia de la condición de ciudadano.
Pregunté si acaso era natural que pudiera votar una persona que no iba a sufrir los efectos de hacerlo. El voto responsable exige estar en situación de sufrir o de gozar las consecuencias de la propia opción.
Me parece que una especie de superciudadanía no tiene que ver con el reconocimiento de alguna condición humana particular. Un ciudadano que habite en Mónaco o en Estocolmo y que va a decidir sobre una elección presidencial o a participar en un proceso plebiscitario -ello también se incluyó- en Chile, ¿sufrirá las consecuencias de la vida en su país? ¡Difícilmente! El Senador que habla, por lo menos, no tendría pudor de votar en las elecciones de Francia si se sustrajera de los efectos de su resultado. No creo que exista la noción de superciudadanía.
Ahora, me permito consignar que se registra bastante equivocación en quienes hacen cálculos electorales, porque, por lo pronto, la mayor parte de los chilenos residentes en el extranjero se encuentran en Argentina y los interesados en votar lo hacen en Chile. Ciertos partidos que formulan grandes declaraciones de fe democrática impoluta organizan la venida. Basta con revisar los registros de los pasos fronterizos en época de elecciones para ver que miles de personas vuelven con el objeto de sufragar.
Durante la discusión, también hice presente -a mi juicio, ello sí provocó un efecto plausible- la necesidad de definir en qué condiciones efectivas se va a votar. Y brevemente traeré a colación algunas de ellas.
¿Cómo se hace propaganda en el extranjero?
¿Cómo se limita el gasto? Porque en el país existe una regulación al respecto.
¿Qué aportes se podrán recibir? Los partidos políticos del sector al cual adscribo enfrentan serias dificultades de financiamiento para las elecciones locales. Y francamente no sé cómo Renovación Nacional haría campaña en Estocolmo¿
¿Cómo se va a vigilar en cuanto a la comisión de delitos electorales? ¿Nuestros compatriotas condenados por ilícitos en el extranjero van a poder votar o quedarán sometidos a la regla chilena que los descalifica? ¿Cómo se va a reclamar de delitos electorales? ¿Ante quién?
Me contaba hace pocas horas una persona que había "votado" en las elecciones sirias recientes. ¿Por qué? Porque¿
El señor PIZARRO (Presidente).- Dispone de un minuto para concluir, Su Señoría.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Gracias, señor Presidente.
Decía que una persona había "votado" en comicios sirios porque el representante local de ese país lo hizo en su lugar. No mencionaré el cargo de este para no agravar la cuestión.
En Estados Unidos, el voto del ausente es causa de un sinnúmero de controversias.
¿No estaremos creando una situación que deslegitime los resultados electorales?
Fíjense los señores Senadores que en Francia, país respecto del cual normalmente se dice que reside el espíritu democrático fundacional, ha ocurrido algo completamente notable: la Constitución, vigente desde 1958, fue definida por quienes habitaban en ultramar. O sea, los franceses de la metrópolis se rigen por una Carta Fundamental resuelta en Polinesia.
No vaya a ser que nosotros, en un próximo plebiscito,¿
El señor PIZARRO (Presidente).- Cuenta con otro minuto más, señor Senador.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Gracias, señor Presidente.
No vaya a ser que los chilenos residentes en Mónaco por razones tributarias terminen imponiendo en nuestro país, por ejemplo, un conglomerado político que permita practicar el aborto. Porque parece que allá este último es posible.
Lo estoy inventando.
En fin, puede que personas que verdaderamente no tienen ninguna relación con lo que pasa en Chile -o remota- vayan a decidir sobre cosas que sí van a tocarnos muy de cerca.
Por supuesto, comprendo el alegato nostálgico. Nuestra nacionalidad es una condición que no perdemos nunca. A los chilenos nos gustaría -a mí, por lo menos- que más chilenos votaran. Una de las maneras de lograrlo es que nuestros compatriotas en el extranjero vengan al país, sin una votación facilitada que puede redundar en menos incentivos para viajar, interesarse en Chile y sufragar acá.
Por esa razón, voy a votar que no.
El señor PIZARRO (Presidente).- Tiene la palabra la Honorable señora Lily Pérez.


La señora PÉREZ (doña Lily).- Señor Presidente, anuncio mi pronunciamiento favorable al proyecto. Me siento sumamente orgullosa de poder concurrir a su aprobación, y de que ello tenga lugar, además, bajo nuestro Gobierno, de Centroderecha, que contribuye a una facultad que todos nuestros ciudadanos siempre debieron ejercer. Para la Senadora que habla, es una cuestión de principio. Me parece que dicha condición resulta suficiente para elegir a quien se quiere que sea Presidente de la República.
Asimismo, juzgo que esta es una lección para todos los que han dicho que el Gobierno permanentemente se ha negado a permitir el voto de los chilenos en el exterior.
Una gran cantidad de compatriotas se encuentran fuera del país por razones de estudio o de trabajo o por haberse casado con alguien que vive en el extranjero. A mi juicio, esas personas pueden y deben tener el derecho de ejercer su voto cuando corresponda, trátese de plebiscitos o de elecciones presidenciales.
Considero que esta es una gran noticia para ellos, sobre todo en un día tan emblemático como el de hoy, que tendría que acercarnos más que separarnos; que tendría que ser mucho más una señal de reconciliación y reflexión que de división. Estimo que se hace un tremendo gesto de unidad, como una señal del Senado de la República en el sentido de que podrán ejercer su derecho al tener la nacionalidad chilena.
He dicho.
El señor PIZARRO (Presidente).- El Honorable señor Chahuán no se encuentra presente.
Tiene la palabra el Senador señor Espina.
El señor ESPINA.- Señor Presidente, permítame usar de ella después.
El señor PIZARRO (Presidente).- Puede intervenir el Honorable señor Hernán Larraín.


El señor LARRAÍN.- Señor Presidente, lo que estamos discutiendo no es si los chilenos que viven en el extranjero tienen o no derecho a voto, porque ya cuentan con este, ciertamente, en la medida en que reúnan los requisitos necesarios, como cualquier nacional: inscribirse, no hallarse afectados por restricciones y cumplir con las normas de la Carta. Lo que estamos determinando es la posibilidad de que el ejercicio del derecho se materialice fuera del país.
Algunos han estimado que sería inconstitucional que no lo tuvieran, porque no estarían en igualdad de condiciones con los otros chilenos, lo que no es efectivo. Muchos derechos de nuestros compatriotas residentes en el territorio nacional no se les otorgan a aquellos que viven en el exterior, como el relativo a la salud o a la educación. A Chile le resultaría muy difícil proveerles educación pública gratuita a los hijos de estos últimos. Ello sería altamente oneroso y no estaría dentro de nuestras posibilidades. Y ello no significa un grado de desigualdad o de discriminación.
Por lo tanto, aquí realmente se está haciendo un esfuerzo adicional para incorporar a estos chilenos a nuestra vida política. No es algo fácil. Porque, en general, lo razonable es que quienes ejercen el derecho a voto enfrenten las consecuencias de su decisión. Y probablemente la mayoría de los que están fuera no regresarán a vivir en Chile, por lo que no van a sufrirlas. Eso es lo que hace discutible el punto.
Sin embargo, también es cierto que la comunidad chilena en el extranjero sigue integrada de una manera muy vital al país. Vivimos en un mundo distinto, interconectado, situación completamente posible gracias a las comunicaciones e Internet, entre otros factores. Es más, probablemente ello mantiene con mucha fuerza algún grado de ligazón de esas personas.
Muchas de ellas, además, envían remesas producto de su trabajo y ayudan a la mantención de familiares, no en la proporción con que ello se registra en Centroamérica, pero sí en forma significativa.
Lo que estamos haciendo, entonces, es acoger esa voluntad.
Luego de un amplio debate en la Comisión de Constitución, he concurrido con mi firma al proyecto como una señal de búsqueda de acuerdos para que decisiones de esta naturaleza sean reflejo de todos.
Hay quienes creen que algunos rechazan esta decisión por razones políticas o de cálculo electoral. Me parece que esa es una equivocación. Los que se han opuesto -el mismo Senador que habla se ha incluido entre ellos durante mucho tiempo- desean establecer una vinculación real que garantice la conexión de nuestros compatriotas en el extranjero con lo que ocurre en Chile.
La vinculación quizás es débil en el proyecto, pero juzgo que refleja la necesidad de que quien está o va a estar fuera tenga interés en el país, porque deberá registrarse cada vez para ejercer su derecho a voto. Y este último le servirá para una sola elección, de carácter nacional: la presidencial o un plebiscito. Por lo tanto, se contempla una exigencia.
No hay restricciones. El Honorable señor Gómez planteó una inquietud por hacer referencia el texto a "requisitos formales". No es algo limitativo: simplemente es preciso llenar un tipo de formulario. En la historia de la ley quedó claro que los únicos requisitos exigibles son los constitucionales.
Y me parece importante destacarlos. ¿Cuáles son? Los incluidos en los artículos 13, 16 y 17 de la Carta.
Deseo mencionar la primera de esas disposiciones, porque son chilenos, de acuerdo con la modificación constitucional de 2005, los nacidos en territorio extranjero hijos de padre o madre chilenos. Pero, para que puedan ejercer su derecho a sufragio, al tenor del artículo 13, deberán registrar un año de avecindamiento en Chile. Es decir, habiendo nacido en el extranjero, el hijo de un chileno puede ser ciudadano si se avecinda un año en el país. Ello va a asegurar su vinculación con este. Solo en tal caso, si viaja fuera del territorio, podrá votar allá.
De esa manera se cautela tal situación. De lo contrario, se empieza a producir la desconexión de chilenos que se van a vivir al extranjero, que a lo mejor hablan otro idioma, que nunca vienen a Chile y que de repente pueden ejercer afuera el derecho a sufragio.
Eso no pareciera tener sentido.
La norma constitucional limita tal derecho a esas personas mediante la exigencia del requisito de haber estado avecindado aquí por más de un año.
En definitiva, se establece una restricción menor, pero por lo menos hace sentido para lograr un compromiso de interés hacia nuestro país por parte de quienes viven en el extranjero.
Asimismo, se facilita a las personas que van a estudiar o a trabajar en el exterior el poder ejercer el derecho a sufragio mientras estén afuera.
Considero que se trata de un buen proyecto y, por cierto, estoy abierto a discutir eventuales indicaciones para mejorarlo, porque todas las cosas son perfectibles.
He dicho.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Orpis.
El señor ESPINA.- Yo iba a intervenir a continuación, señor Presidente.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- ¿Altiro?
El señor ESPINA.- Cuando corresponda.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Podrá hacerlo inmediatamente después del Senador señor Orpis, a quien ofrezco la palabra.


El señor ORPIS.- Señor Presidente, Honorable Senado, yo me inscribo dentro de la tesis que ha planteado el Senador Coloma.
Es fundamental e importante que quienes tengan derecho a sufragar mantengan un vínculo real con el territorio. Porque a esas personas les van a afectar directamente las decisiones que se adopten a partir tanto de la elección de quien va a presidir los destinos de la nación como de los plebiscitos.
Teniendo presente lo anterior, me he puesto en el escenario del voto de chilenos en el extranjero. Y creo que se dan dos circunstancias distintas, motivo por el cual he presentado una indicación sustitutiva a la norma en debate.
La primera situación dice relación con las personas que residen fuera de Chile por razones de trabajo, de estudio u otra de carácter transitorio. La indicación anunciada permitirá a aquellas ejercer su derecho a sufragio en los respectivos consulados, porque el vínculo con el país se va a mantener, pues regresarán después de que terminen su cometido.
Sin embargo, cuando un ciudadano chileno, en forma voluntaria, decide vivir permanentemente en el extranjero, no me parece apropiado que, habiendo perdido el vínculo con nuestra tierra, mantenga el derecho a sufragar desde allá.
Por eso, señor Presidente, en la línea de lo realizado por otras naciones, sugiero en la referida indicación que dicho ciudadano, transcurridos cinco años desde que fijó su residencia en el exterior, perderá el derecho consagrado en la propuesta legislativa de votar en el extranjero.
A mi juicio, para sufragar, resulta muy importante que las personas tengan un vínculo real con el territorio, porque a ellas les van a afectar las decisiones que tomen nuestras autoridades.
Formularé la indicación simplemente para reafirmar el concepto establecido en el artículo 14 de la Constitución, mediante el cual los extranjeros que viven en nuestro territorio podrán ejercer el derecho a votar, no en términos inmediatos, sino después de cinco años de avecindamiento.
El legislador consagró "cinco años" en dicha disposición porque persigue que los extranjeros tengan un arraigo con nuestro país, que vayan generando raíces en él. A partir de entonces les otorga derecho a sufragio.
En la misma línea, planteo en la indicación sustitutiva que, transcurridos cinco años, dado que ese vínculo se va diluyendo, los chilenos que en forma voluntaria hayan fijado residencia fuera del país perderán el derecho a sufragar desde donde se encuentren. Si quieren venir a Chile para ese efecto, no tendrán ningún tipo de inconveniente.
Señor Presidente, como la reforma propuesta implica un cambio absolutamente radical, en la cual el vínculo con el país es indiferente, pues se permite ejercer el derecho a sufragio desde el extranjero por el solo hecho de ser chileno -criterio que en lo personal no comparto-, presenté la indicación que he descrito. En ella sugiero resolver dos situaciones: la de los chilenos que residen temporalmente y hasta cinco años en el exterior, y la de aquellos que en forma voluntaria se avecindan de manera permanente fuera del país.
He dicho.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Espina.


El señor ESPINA.- Señor Presidente, yo voy a votar a favor de la posibilidad de que los chilenos sufraguen desde el extranjero, fundado en los siguientes antecedentes.
En primer lugar, nuestra Constitución Política establece que tienen derecho a voto todos los chilenos que hayan cumplido 18 años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva; o sea, todos los ciudadanos.
En segundo término, la Carta señala que todos los chilenos mayores de 18 años quedan inscritos automáticamente en los registros electorales, sea que vivan en Chile o en el extranjero.
Por lo tanto, en este momento no estamos analizando si los chilenos que viven en el extranjero pueden votar o no, sino el que tales compatriotas no tengan que viajar a Chile para sufragar, permitiéndoles que ejerzan tal derecho desde el país donde residen.
Explicito el punto, porque su derecho a voto ya está consagrado en la Constitución, tanto en la norma sobre inscripción automática como en la que otorga ese derecho a todos los ciudadanos, esto es, a los chilenos mayores de 18 años que no hayan sido condenados a pena aflictiva.
Entonces, cabe preguntarse: un chileno que se encuentra en el extranjero y que posee derecho a voto ¿tiene la obligación de venir al país físicamente para sufragar o puede hacerlo desde allá?
¿Qué comprobamos hoy? Que muchos chilenos residen temporalmente fuera del territorio por razones laborales; por acompañar a su cónyuge, a su pareja o a sus padres; por hallarse estudiando o en viaje de turismo. Hay muchísimos connacionales que se encuentran en el extranjero el día de una elección, y nada justifica, en un mundo globalizado, que, por esa sola circunstancia, no puedan ejercer su derecho a sufragio.
Asimismo, hay chilenos que, pese a vivir en el extranjero de forma permanente, mantienen vigente su interés por nuestro país. Y para que ese interés se exprese, hemos planteado la obligación de que se inscriban, ya sea en Chile, cuando prevén que viajarán en la fecha de los comicios, o en el extranjero, donde se encuentren residiendo.
Por lo tanto, lo lógico y correcto es que a ese compatriota se le permita votar y expresar su voluntad si demuestra, mediante el acto de inscribirse para cada elección presidencial o plebiscito, que tiene interés en los asuntos nacionales.
Dudo que alguien que esté desligado de lo que sucede en nuestro país acuda a sufragar al consulado o al lugar que se determine para ese efecto.
En consecuencia, estimo que la reforma propuesta es correcta, pues se orienta a posibilitar que la mayor cantidad de compatriotas vote en las elecciones mencionadas. Y el interés de ellos se manifestará en el instante en que se inscriban con el propósito de sufragar.
Además, estimo de gran importancia aclarar que en este ámbito no constituye un buen argumento lo relativo a si se pagan o no impuestos en Chile. Mucha gente que vive en el país y que participa en los comicios no tributa debido a su edad. Por tanto, tal circunstancia no puede inhabilitar a nadie para sufragar en las elecciones presidenciales.
Señor Presidente, en vista y considerando los antecedentes que he expuesto, me pronuncio a favor de la iniciativa.
Me alegro de que, mediante esta reforma, se les dé a los chilenos que residen en el extranjero la oportunidad de votar desde allá y no deban viajar con ese propósito.
Finalmente, hago presente que en el informe constan los principios sobre los cuales se establecerán todas las disposiciones de la ley orgánica respectiva, para asegurar que la participación de los chilenos desde el extranjero se realice en forma transparente; para regular los recursos que se utilicen en las campañas; para establecer quiénes garantizarán que la elección sea absolutamente imparcial, y para determinar el modo de demostrar la verdadera voluntad de los votantes a fin de no distorsionar el proceso por factores de otra naturaleza.
Por esas razones, voto a favor.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Pérez Varela.


El señor PÉREZ VARELA.- Señor Presidente, siempre es bueno recordar, como lo hizo el Senador Espina, que hoy todos los chilenos mayores de 18 años son ciudadanos y tienen derecho a voto, y que pueden ejercerlo en cualquiera de las elecciones a las que somos convocados.
Señalo lo anterior, porque en este debate da la sensación de que hay compatriotas que están impedidos de sufragar o que carecen de ese derecho. Si esto fuera cierto, sería muy injusto, pues algunos chilenos no podrían votar y otros sí; unos podrían concurrir a sus lugares de votación y a otros se les impediría hacerlo.
Pero no es así.
Todos los chilenos, en el lugar en que se encuentren, solo por haber sacado cédula de identidad o pasaporte, se hallan inscritos en el Registro Electoral y tienen asignada una mesa de votación en el territorio nacional, de acuerdo a la dirección que dieron en el momento de requerir alguno de esos documentos.
En consecuencia, la totalidad de los chilenos, ya sea que vivan en Estados Unidos o en alguna nación de Europa, África, Asia, o estén desarrollando actividades en Argentina, Perú, Bolivia o en cualquier lugar del mundo, tiene derecho a votar. Todo aquel que se encuentre inscrito en una mesa de votación puede sufragar.
Es fundamental expresar este punto con absoluta claridad, a fin de no generar un debate ficticio con la idea de que a algunos chilenos se les estaría cercenando un derecho.
La pregunta es si a los chilenos en el exterior se les debería exigir, como requisito mínimo para votar, venir a Chile.
Ese es el problema que tenemos que dilucidar y debatir.
A mi juicio, la mínima exigencia que se puede hacer a una persona que participará en tomar una decisión que tendrá efectos en el territorio nacional es que, por lo menos, concurra a sufragar en el lugar donde está inscrita. El Estado -o sea, todos los chilenos- no debiera establecer un sistema o procedimiento e implementar todo un apoyo logístico para que los chilenos voten en cualquier parte del mundo en que se encuentren.
Las decisiones que se toman en una elección causan efectos en el país. Lo mínimo que se puede pedir a un ciudadano que desea sufragar, cuya determinación significará el respaldo a una u otra idea política y el desarrollo de un programa de gobierno, es que venga a Chile a ejercer tal derecho.
Ese es el elemento central de la discusión.
Por eso creo que lo planteado por el Senador Coloma no es una discusión jurídica del siglo pasado, como aquí se expresó, sino que, conceptualmente, conlleva el aspecto medular para poder votar de manera informada una materia de esta naturaleza.
Todo chileno, cualquiera sea su situación actual, tiene derecho a sufragio si se encuentra inscrito en una mesa de votación.
Ante ello, el argumento relativo al tema económico -fue esgrimido aquí, entre otros, por quien preside la sesión en este momento- no se resuelve con posibilitar el proceso de votación en un consulado. Imagino que, por ejemplo, en Estados Unidos no tendremos la capacidad para colocar mesas receptoras en todos los estados con el objeto de asegurar que los chilenos en ese país puedan votar. En consecuencia, algunos de estos igual deberán incurrir en gastos para trasladarse a los lugares de sufragio. Y en otros países va a pasar exactamente lo mismo.
Por lo tanto, el Estado de Chile puede exigir a sus ciudadanos algo absolutamente mínimo: que quien desee votar viaje a Chile a ejercer un derecho que está consagrado por la Constitución y para el cual se halla inscrito en el Registro Electoral.
Lo mismo se pide a cualquier ciudadano que reside en el país. Por razones de trabajo, los chilenos a veces se trasladan a distintos lugares dentro del territorio; pero, si quieren sufragar, deberán ir al sitio donde se encuentran inscritos y votar en la mesa que les corresponde.
En consecuencia, voto en contra de esta reforma constitucional.
Todos los chilenos tienen derecho a votar; pueden emitir su voto. Lo mínimo que cabe solicitarles a los que residen en el extranjero por voluntad propia es que el día de la elección concurran a sufragar a Chile y asuman el compromiso de la decisión que tomen, porque el resultado de la votación afectará a todos los que permaneceremos en suelo nacional.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Novoa.


El señor NOVOA.- Señor Presidente, anuncio mi voto en contra del proyecto, tanto por el texto que se somete a nuestro conocimiento como por los argumentos que se han dado en la Sala.
Al igual que en el debate de la reforma constitucional aprobada ayer, una cosa es lo que ahora votamos y otra, lo que la mayoría interpreta con su pronunciamiento favorable.
¿Por qué señalo que los argumentos que se han esgrimido me motivan a rechazar la iniciativa?
En primer lugar, porque no tienen nada que ver con la realidad.
Se arguye que, si nosotros no facilitamos a los compatriotas que residen en el exterior el ejercicio del voto desde allá, los estamos privando de su ciudadanía. Eso es absolutamente falso. No es así. Ningún chileno pierde su ciudadanía por el hecho de vivir en el extranjero.
Lo que pasa es que una persona no podrá ejercer todos sus derechos ciudadanos si se encuentra fuera del país. Uno de ellos es votar, porque las elecciones se realizan en Chile. Y es probable que, por lo mismo, no le sea posible acceder a otros beneficios que se entregan a los compatriotas que viven en territorio nacional.
Pero eso no significa ni discriminación arbitraria, ni abuso, ni pérdida de la ciudadanía, como aquí se señala.
En segundo lugar, se dice que esta reforma representa un primer paso, porque después se espera que, desde el extranjero, se pueda votar en todas las elecciones.
Ante ese planteamiento, pensemos bien cuál es la naturaleza de las elecciones. Si se trata de comicios comunales, ¿podrán votar las personas que no residen en Chile y que, por tanto, no viven en ninguna comuna del país? ¡Ni siquiera nosotros podemos movernos a voluntad a votar en otro lugar!
Sabemos que el traslado de electores, que es un delito, se hace mucho aquí. Por eso me gustaría ver cómo se desarrollarían las campañas electorales en el exterior. Tal vez los compatriotas que se hallan fuera del país podrían votar todos en la comuna de Santiago para una elección municipal o en la Región de Coyhaique para una parlamentaria. A lo mejor con 5 mil, 6 mil u 8 mil personas que manifiesten su voto se podría alterar la voluntad ciudadana.
Y el texto propuesto ¿qué dice en realidad? Que los chilenos que residen en el extranjero podrán sufragar desde el exterior, cosa a que a mí, en principio, no me parece mal bajo ciertas condiciones (por ejemplo, el tiempo que llevan viviendo afuera). ¡Es posible imaginar veinte razones sobre el particular! Sin embargo, la norma planteada establece el ejercicio del derecho "por el solo hecho de solicitarlo". Por tanto, la ley no podrá estipular ningún requisito de tiempo ni exigir relación de vínculo con el país.
Ese es el texto que se está aprobando.
En consecuencia, no me parece razonable aprobar tal propuesta, aun cuando uno fuera partidario de permitir el voto de los chilenos en el exterior si se cumplen ciertas condiciones de tiempo o características de vínculo, por cuanto el texto que se está acogiendo expresa algo contrario a esa noción.
¿Y a qué obedece la exigencia del vínculo? A que parece lógico que las personas que emiten un sufragio puedan beneficiarse o perjudicarse de la decisión que toman. Es muy fácil votar si uno no tiene que sufrir la desgracia del Transantiago o los problemas del hospital de Talca, por señalar dos casos que han sido recurrentes como demostración de malas políticas en el último tiempo.
Entonces, es perfectamente razonable plantear una condición de vínculo, que no se consigna en el texto que se nos somete a consideración.
Por eso, había un acuerdo muy generalizado en el sentido de otorgar el derecho a sufragar desde el exterior a los chilenos en la medida en que se estableciera un vínculo o se cumplieran ciertas condiciones. Y en la reforma constitucional que se nos propone ello no existe.
Esa es la razón por la cual votaré en contra de este proyecto.
Finalmente, quiero hacer una reflexión para esta o cualquiera otra reforma constitucional sobre la materia.
En Chile disponemos de un Servicio Electoral independiente, que da garantía en los procesos eleccionarios. No tengo la misma confianza en los consulados, porque las designaciones en ellos pueden ser políticas, y podrían no contar con la misma tradición de esa institución.
Voto que no.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Rossi.


El señor ROSSI.- Señor Presidente, parece bastante simbólico que un día como hoy, 11 de septiembre, a 40 años del golpe de Estado que trajo el horror a nuestro país y la violación de los derechos humanos de tanta gente, estemos discutiendo esta materia, relacionada con el voto de los chilenos en el exterior.
Y hay mucho vínculo, porque, en efecto, a partir del 11 de septiembre de 1973, comenzó en Chile una política sistemática de violación de los derechos humanos, asesinatos, torturas, cuerpos desaparecidos o lanzados al mar, prisión política, exoneraciones y exilio.
Desde el mismo momento en que volvimos a la democracia en 1990 y durante muchos años se realizaron intentos por reparar el daño causado, al menos en parte, a las personas -me voy a referir a uno de los grupos de víctimas de violaciones a los derechos humanos- que debieron abandonar el país de manera forzada, simplemente por pensar distinto.
Ese fue uno de los argumentos esgrimidos por muchos parlamentarios, en particular de los partidos de la Derecha, para no avanzar en esta materia. Porque, con calculadora en mano, sostenían: "Probablemente, muchos de los que hoy día podrían votar conforme a esta ley, son del Gobierno, o de Izquierda, lo que podría afectarnos desde el punto de vista electoral".
Posteriormente, la historia y la evidencia nos han demostrado que en estos días no se da tal relación.
Efectivamente muchas personas no volvieron a Chile por distintas razones; o si lo hicieron se encontraron con un país distinto; o sus hijos, que vivieron una realidad tan dramática, finalmente decidieron no retornar. Pero ello, sin duda alguna, no debe hacernos perder el objetivo de un proyecto como este, que no es otro que hacer cumplir la Constitución.
La Carta Fundamental dispone claramente que tienen derecho a voto los ciudadanos chilenos que cumplan 18 años y que no hayan sido condenados a pena aflictiva. No agrega ninguna otra disposición respecto del territorio en donde habiten.
Por lo tanto, me parecía desde un principio que el negar el derecho a voto a los compatriotas que viven en el extranjero constituye una vulneración de las garantías que se hallan establecidas en la Ley Suprema.
Pero quiero retrotraerme para demostrar que antes también hubo discriminaciones tan odiosas como esta. Recordemos que en el pasado en los comicios solo votaban las personas que tuvieran determinado patrimonio y ciertas virtudes morales o patrióticas definidas por una elite, la cual establecía un registro electoral tremendamente reducido.
Después vino la discriminación a la mujer, la cual pudo votar recién en las elecciones presidenciales de 1952.
Por lo tanto, así como otrora se discriminó a los pobres y a la mujer, hoy día lo hacemos contra los chilenos de acuerdo al territorio en que viven.
Es falso decir que un chileno radicado en el exterior carece de vínculos con el país. Equivaldría a pensar que una persona es autómata, pues, al irse del territorio, inmediatamente rompería los lazos familiares, afectivos, raíces, historia, valores, etcétera.
Por eso considero tan importante aprobar este proyecto. Lo intentamos muchas veces. Con la Senadora señora Allende, como Diputados, presentamos una moción en tal sentido, la que se rechazó.
Hoy, 11 de septiembre, sobre todo pensando que estamos ad portas de celebrar un aniversario más de nuestra nación, es muy trascendente aprobar la iniciativa en debate, para reivindicar a tantos chilenos en el ejercicio de sus derechos.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora señora Von Baer.


La señora VON BAER.- Señor Presidente, cuando uno busca el significado de democracia en la literatura de la ciencia política, se encuentra con muy diversas definiciones y concepciones.
Si uno tratara de encontrar una definición más acotada de democracia, diría que es una forma de Gobierno en la cual los ciudadanos participan de modo directo, o a través de sus representantes, en la proposición, en el desarrollo o en la creación de leyes.
Básicamente, la democracia es un sistema de solución de los conflictos y diferencias en una sociedad; un medio pacífico para encontrar reglas que rijan a todos quienes viven en un mismo territorio.
Por lo tanto, aquí tenemos un mecanismo de definición de reglas en determinado lugar respecto de los que viven en él. Y a quienes les asiste el derecho de decidir esas reglas son precisamente aquellos sobre los cuales recaen sus efectos.
Es una forma de verlo, señor Presidente. Uno puede entender esta materia desde otra perspectiva, pero ninguna de esas miradas puede desacreditar a las otras. Simplemente hay distintas definiciones.
Entonces, si seguimos ese modo de argumentar, finalmente señalaremos que la democracia es un sistema a través del cual quienes son afectados por las reglas son justamente aquellos que también las definen; o, dicho de otro modo, son a quienes les afectan esas reglas o leyes los que eligen a aquellos que las definen, esto es, a sus representantes.
En tal sentido, los que habitan en determinado territorio son los que sufren o gozan las consecuencias de las decisiones que toman el día de las elecciones: si resuelven bien o si eligen buenos representantes; o, por el contrario, si no son tan buenos representantes no toman resoluciones muy acertadas.
Alguien que vive fuera del territorio nacional no gozará ni tampoco va a sufrir directamente las consecuencias de las leyes que rigen para todos aquellos que residen en el país.
Entonces, la pregunta que nos debemos hacer es si nos parece bien que los que se radican en el extranjero -por tanto, no sufren ni gozan las consecuencias de las decisiones que van a tomar las autoridades de su país natal- deben ser parte de la decisión y definiciones que tomarán los representantes que dictarán las leyes. Finalmente, a esas personas no les afectarán esas decisiones o, por lo menos, no directamente.
En mi concepto, esa es la interrogante que tenemos que hacernos.
De hecho -esto se ha repetido varias veces- no es que a las personas que viven fuera del territorio les estemos negando el derecho a voto, pues pueden sufragar igual que quien se halla radicado en Arica y mantiene su inscripción electoral en Punta Arenas. Sin embargo, la pregunta que cabe hacer es si ese elector tiene todavía un vínculo con tal ciudad, porque las decisiones de su alcalde se van a aplicar a sus habitantes y no a los de Arica.
Entonces, no es que una definición de democracia o que una mirada sobre el particular sea más legítima que la otra, porque ambas son igualmente válidas, aun cuando podamos tener diferencias de opinión al respecto.
Respetar las diferencias de opinión es tremendamente importante; y no es admisible sostener que una visión es más democrática que otra. ¡No! Son simplemente dos maneras de apreciar un problema.
De hecho, si revisamos la literatura sobre democracia, vamos a encontrar con que ambas miradas son igualmente legítimas. Nosotros somos los que tenemos que resolver por cuál nos vamos a inclinar. Y estamos acá para tomar esa decisión.
Pero -reitero- todas las miradas son igualmente legítimas.
En ese sentido, voto que no.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Girardi.


El señor GIRARDI.- Señor Presidente, muchos debates interesantes y trascendentes puede llevar a cabo el Parlamento, en especial el Senado. Este es uno de ellos, porque, al final, habla de asuntos esenciales, que recogen las visiones valóricas reflejadas en las distintas posturas.
Estamos hablando de lo que significa ser chileno; de lo que implica tener un sentido de pertenencia cultural, una identidad territorial y una determinada concepción del Estado-nación; de formar parte de una comunidad y de mantener una empatía con un sector de la sociedad planetaria.
Por eso, en mi opinión, el ser chileno no solo tiene que ver exclusivamente con el hecho de vivir en el país, sino también con emocionarse al escuchar la Canción Nacional, con la nostalgia que se siente cuando uno se encuentra en el extranjero, con el hablar de las circunstancias que ocurren en el país, con el comer empanadas y tomar vino tinto y con muchos otros aspectos culturales.
Esa es la verdadera chilenidad, la cual no tiene fronteras ni una definición territorial.
Lamentablemente, algunos sectores quieren menoscabar ese derecho a algunos compatriotas, tanto o más chilenos que nosotros, que viven con mayor profundidad nuestra identidad nacional y nuestras costumbres, que celebran con más emoción el 18 de septiembre y que sienten con mayor nostalgia los procesos vinculados con eventos patrios relevantes cuando se encuentran en otro país.
Sin embargo, aquí se les quiere impedir a algunos compatriotas la posibilidad de ser chilenos al negarles un elemento a mi juicio esencial: el ejercicio del voto, o al pretender establecer trabas y transformarlo en un voto censitario, volviendo a antiguos tiempos, cuando solo sufragaban los que tenían dinero y regía un modelo conforme al cual solo podía votar aquel que estaba en condiciones de pagar un avión y viajar al país. ¡Claro! ¡Algunos podrán hacerlo!
Esa visión forma parte de esa cultura dominante, de esa mirada un poco patriarcal del dueño de fundo, que siempre ha existido en un sector de nuestra sociedad.
Por lo tanto, a mí me parece que debemos devolver a esos compatriotas la posibilidad de ser chilenos en cualquier lugar en que se encuentren.
Conozco franceses que votan en las elecciones de su país después de que varias generaciones se han radicado en una nación distinta de la suya.
Además, los chilenos en el exterior son como embajadores del país en diferentes territorios del mundo, toda vez que ponen nuestra cultura y nuestra identidad en el espacio molecular en diversos lugares del planeta.
He encontrado a chilenos en Vietnam, en China, en India que promueven nuestras Fiestas Patrias, nuestro folclor, nuestra cultura, nuestra economía. ¡Y qué importantes son!
Ahora, todo esto tiene un inicio que, en un día como hoy, no es admisible dejar de lado.
Se dice que este es un día de respeto. Sí, pero, para mí significa la falta de respeto que hubo de parte del país cuando tomó la decisión, no por la vía democrática, sino por medio del horror, del terror y la dictadura, de resolver los conflictos de nuestra sociedad.
Estamos hablando de cuando miles de personas fueron torturadas, masacradas, exiliadas, desaparecidas. Estamos hablando del día en que murió Salvador Allende, el Presidente mártir -ahí empezó el exilio-, que se anticipó a su tiempo, un líder de trascendencia mundial que -quiérase o no- pasará a la historia como uno de los grandes demócratas, frente a un tirano que será recordado como uno de los peores criminales de la humanidad.
¡De eso estamos hablando! ¡Ahí empieza esta tragedia!
Por ese motivo, devolver el derecho a voto a esos chilenos que se encuentran fuera del país forma parte de la responsabilidad de todos nosotros en la línea de reparar los daños y de pedir perdón, sobre todo aquellos que deben hacerlo y que todavía no lo hacen, máxime cuando les corresponde una responsabilidad histórica desde el momento en que apoyaron un régimen del terror.
En consecuencia, devolverles parte de la nacionalidad a quienes están fuera de Chile es un mínimo acto de reparación.
Y quiero rendir un homenaje a todos los caídos, particularmente a aquellos que murieron por sus convicciones, por sus ideas.
¡De eso estamos hablando!
Por todo lo anterior, hoy es un día muy importante.
Opino que, al respecto, debe mediar un juicio de la sociedad. Serán los jóvenes de hoy los que deben llevar adelante la memoria tan necesaria de estos hechos, para que nunca más vuelvan a ocurrir.
Pero mientras algunos, por pocos que sean, no quieran pedir perdón y, de cierta manera, justifiquen y avalen los sucesos acaecidos, ese "nunca más" no será posible.
Cuando se dice que el golpe militar y la dictadura eran inevitables, a través de tal justificación, están legitimando los elementos más brutales para la destrucción de la vida, la masacre, la violación de los derechos de las personas y los fundamentos mismos de la convivencia.
Por eso para mí devolver parte de la nacionalidad a esos chilenos es un paso más en la reparación. Hemos actuado en esa línea, pero todavía quedan muchos actos por hacer.
En ese sentido, considero importante que terminen los códigos o los pactos de silencio, porque el estándar del perdón lo deben establecer las víctimas. Ojalá llegue el día en que los que sufrieron violaciones de derechos humanos puedan sentirse satisfechos, porque encontraron tranquilidad y hubo un perdón verdadero. Si no lo hay, ese "nunca más" no será posible y, finalmente, se convertirá en un karma con el que tendrá que vivir la sociedad chilena.
Por tales razones, me parece tan importante hoy día votar a favor de esta reforma constitucional, pues significa una revancha ética y democrática para devolver a aquellos que fueron despojados de un derecho básico y fundamental, casi universal -el derecho a ser chilenos sin importar el territorio- la posibilidad de volver a participar en las votaciones de su país.
En consecuencia, voto que sí en homenaje a esos caídos y en un gesto de reparación y de reivindicación a uno de los líderes más importantes de Chile, que será recordado como uno de los grandes personajes de la historia: el Presidente Salvador Allende.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Chahuán.


El señor CHAHUÁN.- Señor Presidente, Honorable Sala, en la actualidad todos los chilenos mayores de 18 años que no hayan sido condenados a pena aflictiva, esto es, cuya condena sea inferior a 3 años y un día de privación de libertad, son ciudadanos. Y tal calidad les otorga el derecho a voto, a optar a cargos de elección popular, como asimismo los demás derechos que les concedan la Constitución Política y las leyes.
De igual modo, en la actualidad el ejercicio del derecho a voto es absolutamente voluntario, pero solo se materializa en nuestro territorio nacional, no pudiendo efectuarse en el extranjero.
El libre ejercicio del voto que hoy nos rige ha provocado fenómenos bastante interesantes, como el que se tradujo en la alta abstención producida en las elecciones municipales del año pasado, que superó con creces el índice que normalmente se registraba, y que, como efecto colateral, generó que los sistemas predictivos erraran en gran medida sus pronósticos. A su vez, cuando en el presente año se realizaron las elecciones primarias para candidatos a la elección presidencial y se preveía también un grado de abstención importante, se registró, sin embargo, un número de votantes muy superior a los vaticinados.
Ahora bien, respecto al voto que en forma voluntaria puedan emitir los chilenos que se encuentran residiendo o permanecen en forma transitoria en el extranjero, creemos necesario consagrar el ejercicio de este derecho en nuestra Carta Fundamental, como lo propone esta moción reformatoria. Y consideramos de suma importancia que en esta oportunidad se apruebe, ya que con anterioridad ingresaron otras iniciativas similares que lamentablemente no llegaron a buen término.
En tal sentido, quiero señalar que el único proyecto que estaba en tramitación sobre este particular era justamente uno que presentamos un grupo de Diputados de Renovación Nacional, con el apoyo de algunos democratacristianos -como ocurrió en el caso de la reforma que aprobamos ayer-, y que finalmente logramos que se tramitara en la Cámara Baja.
Junto con establecer el derecho a voto de los chilenos en el extranjero con vínculo -había que definir cuál era-, contemplábamos la necesidad de una reforma constitucional que dispusiera que los embajadores serían propuestos en una terna al Senado para que este resolviera. Ello, a fin de que las embajadas no se transformaran en definitiva en agencias de uno u otro candidato oficialista. Por eso nosotros decíamos: "Relacionemos ambas materias. Generemos la posibilidad de que los embajadores sean propuestos por el Ejecutivo y designados por el Senado, y conjuntamente con aquello establezcamos el derecho a voto de los chilenos en el extranjero, con un vínculo determinado".
Ese proyecto de reforma constitucional todavía está tramitándose en la Cámara de Diputados y durmiendo en la Comisión de Constitución.
La reforma que ahora nos convoca limita este derecho a las elecciones presidenciales y a los plebiscitos nacionales, y se ejercerá mediante un trámite, que esperamos que sea simple. Y ojalá la ley orgánica que lo regule no obstaculice mayormente su procedimiento, que consistirá en la solicitud que al efecto se presente para cada elección o plebiscito, en los consulados de Chile en el extranjero, indicando en cuál de ellos se ejercerá.
Es indudable que la regulación del ejercicio de este derecho concitará un arduo debate, ya que resulta obvio que un acto electoral realizado en el extranjero, para que tenga resultados en Chile, debe presentar características especiales, por lo cual la materia deberá ser analizada exhaustivamente.
Este fue un tema que se discutió en la legislatura anterior en la Cámara de Diputados. Y, en efecto, uno de los puntos que se analizaron decía relación justamente con las condiciones que debían requerir los consulados para que dichos votos tuviesen validez, así como para dar certeza acerca de la pulcritud del proceso.
Así, por ejemplo, habrá que regular todo lo relativo a los consulados que estarán habilitados para dicho efecto: lo referente a las mesas receptoras, con sus urnas, útiles electorales, cámaras secretas de votación; quiénes serán sus integrantes; si se permitirán apoderados; en fin, una serie de detalles destinados a cautelar y resguardar al máximo el libre ejercicio del sufragio para dichos ciudadanos en el extranjero.
Entre otras materias, también deberá considerarse la mantención del orden y la seguridad en los recintos de votación que funcionarán al interior de los consulados, teniendo en cuenta que por razones obvias no podrán asumir dicha labor las Fuerzas Armadas.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Ha concluido su tiempo, señor Senador.
Tiene un minuto adicional.
El señor CHAHUÁN.- Gracias, señor Presidente.
Decía que por razones obvias no podrán asumir dicha labor las Fuerzas Armadas de nuestro país.
Cada cierto tiempo presenciamos, incluso con sana envidia, cómo ciudadanos extranjeros provenientes de diversos países pueden ejercer con mucho entusiasmo y en un clima absolutamente pacífico el derecho a voto en las elecciones de las naciones de donde son oriundos, por lo cual creemos que con buena voluntad estaremos en condiciones de llegar al mismo nivel de práctica plenamente democrática en la elección de nuestra máxima autoridad.
Un aspecto importante dice relación con el vínculo. Y, efectivamente, yo sostengo que debe existir un vínculo de los chilenos que se encuentran en el extranjero para los efectos de votar en las elecciones.
En mi caso, me voy a pronunciar a favor de esta reforma constitucional. Pero creo que es posible abrir un plazo para formular indicaciones a fin de establecer cuál será ese vínculo. Uno de ellos apunta a que por lo menos exista la voluntad de inscribirse en un registro especialmente elaborado para ese efecto, es decir, que el chileno residente en el extranjero al menos manifieste su intención de querer participar en el proceso. Habrá que buscar una fórmula.
Voto a favor.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Quintana.


El señor QUINTANA.- Señor Presidente, tal como lo señalaron los Senadores Girardi y Rossi, es bastante simbólico que estemos aprobando esta reforma constitucional el día de hoy, a 40 años del golpe, así como ayer aprobamos otra reforma muy importante, que permite sacar el cerrojo a un sistema electoral que ha sido uno de los enclaves fundamentales de la dictadura cívico-militar durante estas últimas décadas, especialmente en los 23 años desde el retorno de la democracia.
Y lo que ahora nos ocupa, como algunos señores Senadores han mencionado en un debate bastante largo, es una gran noticia para quienes viven en el extranjero, para los connacionales que se encuentran en otros países. Y, desde luego, el voto favorable de nuestras bancadas es un homenaje a esas personas.
Como se manifestaba también, cuando se aprueba la inscripción automática, se genera este vacío normativo, esta discriminación, donde se otorga un derecho, la calidad de ciudadanos a estos compatriotas, pero que en la práctica es imposible de ejercer. Por lo tanto, lo que hoy estamos brindando, en estricto rigor, es la satisfacción plena del derecho a sufragio. Como se sabe, la calidad de ciudadano muchas veces está caracterizada, revestida por esta condición. En el mundo entero el derecho a voto refleja la condición de ciudadano.
Valoro que haya sectores de la Derecha que, aunque minoritarios, aprobarán esta reforma. Por supuesto, reconozco el rol que han desempeñado, en todo este proceso, Senadores de la Nueva Mayoría como Soledad Alvear, Patricio Walker, Isabel Allende. Y valoro también que el Gobierno haya flexibilizado los criterios. Porque en un comienzo, cuando esta discusión se inició, hace algunos años, se contemplaba la necesidad de venir a Chile un número importante de veces para poder votar. Hace un rato la Senadora Von Baer señalaba que el problema se resolvía de manera simple: viajando al país y votando aquí, porque eso generaba un vínculo. La verdad es que eso constituye una contradicción. Incluso, algunos sectores que se oponen, fundamentalmente de la UDI, sostienen que en una democracia -no sé cuál es el concepto de democracia que tiene ese partido; sería bueno partir precisando eso- los alcances de las políticas de los Gobiernos solo se limitan al territorio nacional. En verdad, eso no resiste ningún análisis, porque muchas de las decisiones que adopta una Administración generan efectos en los connacionales que viven en el extranjero.
Lo que me preocupa es que tengamos una mirada disímil en temas tan importantes como este.
Yo valoro -reitero- que ayer algunos Senadores de la Derecha, fundamentalmente de Renovación Nacional, hayan apoyado el cambio constitucional para eliminar el guarismo "120", que recién abre paso a la discusión sobre el fin al sistema binominal. Sin embargo, hoy tampoco está toda la Derecha a favor de esta modificación. O sea, existen dos miradas, lamentablemente. Y eso preocupa, porque el Presidente de la República hace dos días quería realizar un acto con todos los sectores políticos. Pero no podemos dejar de considerar que tenemos diferencias en aspectos tan elementales como el derecho a voto de nuestros connacionales en el extranjero, incluso más allá de los temores políticos que algunos sectores manifiestan, por el exilio, en fin. La verdad es que, del millón cien mil compatriotas que se estima que viven en el extranjero -no en opinión del INE, al cual ya no le podemos creer mucho, sino de otros organismos que también manejan cifras-, el grueso está afuera por razones de estudio, de trabajo, y solo un porcentaje bastante minoritario se ha quedado en otros países a consecuencia del exilio.
Además, quiero señalar que a los Estados modernos, en general, les interesa mantener vínculos con sus nacionales en el exterior, porque con su presencia y su actividad contribuyen a acrecentar lo que se denomina el "soft power", y los Senadores que conocen más el tema de las relaciones exteriores lo saben perfectamente. Porque, por una parte, está el "poder duro", que representa a muchas naciones grandes, las potencias, fundamentalmente en el ámbito del poder del dinero y militar. Pero también se habla de este "poder blando", que es muy útil, muy importante en términos de la influencia que ejercen algunos países, incluso algunos pequeños, como Suiza, por razones culturales; o Costa Rica, por su estilo de democracia, o Uruguay. Y Chile también contribuye en ese sentido. De hecho, en el Perú de hoy, el segundo ingreso de divisas después de la minería es fruto de las remesas que envían los peruanos que se encuentran fuera del territorio.
Desde esa perspectiva, nosotros estamos en deuda con esos chilenos y también con el mundo.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Ha concluido su tiempo, señor Senador.
Dispone de un minuto adicional.
El señor QUINTANA.- Señalo que estamos en deuda con el mundo porque otras naciones que han sufrido dictaduras -lo digo ahora, a 40 años del golpe militar-, dentro de sus políticas de reparación, han logrado superar tales cuestiones. En Argentina, Brasil, México, que han tenido regímenes autoritarios, este tema ya no es motivo de discusión desde hace muchos años, cuando les entregaron el derecho a voto a sus ciudadanos en el exterior por un acto de justicia.
¡Cómo no va a ser positivo para personas que se encuentran en el extranjero, por razones culturales, por razones artísticas, o para futbolistas como Arturo Vidal, que juega en Italia, o Alexis Sánchez, que milita en un club español, poder ir a votar a un consulado después de un día de práctica deportiva!
Estimo que ahí se extiende la patria. Y ahí se entiende, especialmente en momentos tan simbólicos como los de este mes de la chilenidad, la esencia de ser chileno.
Por eso, el mejor homenaje que hoy les podemos rendir a las víctimas de la violencia, a Salvador Allende (que fue Presidente del Senado), es darle aprobación a esta reforma constitucional, que regula el derecho a voto de los chilenos que viven en el exterior.
He dicho.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora señora Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, en verdad esta es una fecha oportuna para una reforma de este tipo. No voy a repetir las expresiones de mis colegas, pero creo que constituye una bonita oportunidad para reencontrarnos todos y todas, recordando lo que ella significa, desde el dolor.
He escuchado intervenciones que plantean que se requiere un vínculo para poder ejercer un derecho ciudadano. Y algunos Senadores señalan que basta con venir al país. Quizás para ellos resulte fácil desplazarse desde el exterior a Chile, pero muchos están afuera de la patria por razones de estudio -incluso becados-, realizando tremendos esfuerzos, o trabajando, porque no han podido encontrar una ocupación dentro del territorio nacional; otros -ya probablemente los menos a la fecha actual- se encuentran en el extranjero producto de una decisión que no tomaron voluntariamente.
A mi juicio, el sufragio es un derecho de todo ciudadano y, siendo así, me parece que la circunstancia de que algunos no puedan ejercerlo por razones físicas no corresponde.
En la primaria presidencial que llevamos cabo en la Democracia Cristiana -y aun en las elecciones internas de nuestro partido-, hemos comprobado cómo la Región de Magallanes se ha transformado en un verdadero ejemplo cívico en cuanto a lo que puede significar el desplazamiento de la tecnología al servicio de los ciudadanos. Ahí daba lo mismo estar en Punta Arenas o en Puerto Natales: se podía votar igual, justamente porque se puso la tecnología al alcance de las personas.
Sin ir más lejos, en la última elección de nuestro partido, en la misma primaria entre Claudio Orrego y quien habla, y en la primaria de los candidatos a Diputados de la Nueva Mayoría, se ocupó idéntico sistema. ¿Cuál fue el resultado? Una gran concurrencia de hombres y mujeres de Magallanes que fueron a expresar su preferencia.
¿Por qué menciono lo anterior? Porque, si nosotros colocáramos la tecnología al servicio de la democracia y no impusiéramos barreras ficticias en nuestro territorio -y, por cierto, tampoco afuera-, muchos más se sentirían parte de la democracia y llamados a contribuir, con su opinión, a decidir quiénes son las personas que han de gobernar, ya sea a nivel comunal o nacional.
La iniciativa presentada por nuestros colegas -a quienes felicito- materializa un derecho ciudadano fundamental que durante muchos años hemos negado. Y ello, gracias a una lucha que también han dado distintas comunidades y organizaciones de compatriotas que se encuentran viviendo fuera del país. Varios de los que hemos tenido la posibilidad de viajar al extranjero nos hemos reunido con el conjunto de chilenos residentes en el exterior y hemos escuchado su demanda por la concreción de dicha posibilidad.
Más de 800 mil chilenos viven hoy en el exterior. Y lo hacen por razones de trabajo o de estudio. Solo un 13 por ciento, a la fecha, corresponde a exiliados políticos, según datos del último Censo, realizado el año 2002, para no ocupar estadísticas que no sean exactas.
Nuestra Carta Fundamental reconoce el derecho a voto a todos los ciudadanos, sin distinción de su lugar de residencia. Y la reforma constitucional en debate lo viene a materializar. Considero que es una iniciativa que debemos respaldar con nuestra votación. Argumentos como los que hemos oído hoy en la Sala representan solo un entorpecimiento para un derecho que es de todas y de todos, y que constituye un deber del Estado garantizar.
Sin lugar a dudas, hoy es un día histórico, por la aprobación de esta reforma, que tantas veces se negó en el pasado y que significó una promesa electoral de quien ahora gobierna: el Presidente Sebastián Piñera. Pero no por ello podemos dejar de resaltar que en la iniciativa que el Primer Mandatario envió al Parlamento puso todo tipo de trabas, obstáculos o requisitos que en verdad hacían inviable su consecución.
Por eso, celebro que se haya avanzado en el sentido correcto, manifestando a mis colegas que no me parece adecuado que los chilenos en el exterior tengan que volver a inscribirse para cada elección, pues lo justo es que su voto sea considerado igual que en nuestro territorio: como un derecho adquirido y ganado.
Gracias.
El señor GÓMEZ (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Navarro.


El señor NAVARRO.- Señor Presidente, tengo en mis manos copia de la sesión 13ª, en martes 16 de noviembre de 1971, en donde se da cuenta del proyecto de reforma constitucional enviado por el Presidente mártir Salvador Allende, que en uno de sus preceptos señala:
"Artículo segundo.- Agrégase la siguiente frase final al inciso final del artículo 7° de la Constitución Política del Estado:
"Asimismo, la ley dispondrá los requisitos, forma y condiciones en que se ejercerá el derecho a sufragio por los chilenos residentes en el extranjero".
Señor Presidente, yo no obtuve la beca de Pinochet. Soy miembro de la generación del 80, que luchó por recuperar la democracia, que derrotó a los rectores militares en las universidades intervenidas, y que fue parte de una juventud gloriosa, que encabezó la recuperación democrática en Chile.
Muchos jóvenes dieron la vida. Y cada año de la década del 80, el 11 de septiembre era un día de mucho simbolismo.
Rindo homenaje en esta Sala del Senado, donde Salvador Allende fue Presidente, en el día cuando el Presidente mártir entregó su vida en La Moneda.
Cuesta recordar que Salvador Allende fue presidente de la FECH (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile); que fue Ministro de Salud de Pedro Aguirre Cerda; que fue Diputado por Valparaíso; que fue Senador por Magallanes, y que fue Presidente de la República, elegido por todo el pueblo.
Los 40 años desde aquel 11 de septiembre nos revelan que las heridas aún están abiertas. A los 30 años del golpe militar, la figura de Allende surgió y caló en la juventud. Los jóvenes en Chile descubrieron quién era Salvador Allende. Más allá de sus ideas, de sus aciertos, de sus errores, fue un Presidente consecuente. Y la consecuencia es valorada por la juventud.
A los 40 años viene el tema de las responsabilidades pasivas, de la participación de los civiles en el golpe de Estado.
Señor Presidente, hoy buscamos aprobar una reforma constitucional que devuelve un derecho a cientos de miles de compatriotas que están en el extranjero. Es el mismo derecho que les fue arrebatado el 11 de septiembre de 1973, y por 17 años, a todos los chilenos. El Congreso fue cerrado; no funcionó. Se instaló una Junta Militar con tres Generales y un Almirante.
Por lo tanto, el debate de una reforma constitucional que permite el voto de los chilenos en el extranjero es un hecho que va a quedar consignado en la historia de este Senado.
Yo solo digo: podemos estar en presencia, una vez más, de una reforma con letra chica, como la que ayer votamos para eliminar el guarismo "120" en la integración de la Cámara de Diputados y dejar atrás el sistema binominal.
Una ley orgánica constitucional determinará los "requisitos formales que deberá contener" la solicitud de sufragio.
Queda claro que la UDI, que ha sido defensora acérrima de la exclusión de estos chilenos por un temor no sé a qué, va a generar -así lo espero- condiciones para que esta iniciativa se discuta, pero seguramente seguirá poniendo objeciones.
Los chilenos y chilenas en el extranjero tienen los mismos derechos que nosotros a participar en la elección de Presidente de la República y en los plebiscitos nacionales, y yo confío en que el debate el próximo año no sea la letra chica para regular y estrangular lo que hoy día estamos aprobando como una reforma importante con el objeto de establecer un derecho en la Constitución de la República, una Constitución -reitero- nauseabunda.
¡Va a ser otra la Carta Fundamental que va a tener esta reforma! ¡Otra! ¡Así espero y para eso estamos trabajando!
Esta Constitución agotada, monárquica, presidencialista, pero sobre todo ¡ilegítima!, deberá fenecer. ¡Es una Constitución agónica!
Señor Presidente, voy a votar a favor de esta reforma constitucional porque creo que los chilenos en el exterior han esperado demasiado tiempo. Ellos tienen derecho a elegir Presidente de la República y deberán aguardar cuatro años más para ejercerlo. Sin embargo, creo que el texto que votamos hoy día constituye un avance, y espero que la letra chica no sea parte de él.
Voto que sí.
¡Patagonia sin represas!
¡Nueva Constitución, ahora!
¡No más AFP!
El señor PIZARRO (Presidente).- Bueno, estamos finalizando la votación de este proyecto importantísimo. Yo quiero dejar constancia, brevemente, de que valoro el acuerdo que se ha logrado en torno a la propuesta de las Senadoras Isabel Allende y Soledad Alvear, y de los Senadores Patricio Walker, Alberto Espina y Hernán Larraín. Creo que es un avance y, sin duda, reconoce los derechos que tenemos todos los ciudadanos a participar en nuestros procesos eleccionarios, independientemente del lugar en que estemos viviendo de manera coyuntural.
Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor PIZARRO (Presidente).- Terminada la votación.
--Se aprueba en general el proyecto (26 votos a favor y 9 en contra).
Votaron por la afirmativa las señoras Alvear, Pérez (doña Lily) y Rincón y los señores Bianchi, Cantero, Chahuán, Espina, Frei (don Eduardo), García, Girardi, Gómez, Horvath, Kuschel, Larraín (don Hernán), Letelier, Muñoz Aburto, Navarro, Pizarro, Quintana, Rossi, Ruiz-Esquide, Sabag, Tuma, Walker (don Ignacio), Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votaron por la negativa la señora Von Baer y los señores Coloma, García-Huidobro, Larraín (don Carlos), Novoa, Orpis, Pérez Varela, Prokurica y Uriarte.
El señor PIZARRO (Presidente).- Se sugiere como plazo para la presentación de indicaciones el lunes 30 de septiembre, a las 12.
¿Les parece?
--Así se acuerda.