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HOMENAJE EN MEMORIA DE SEÑOR ROBERTO MATTA ECHAURREN


El señor GIRARDI (Presidente).- Vamos a iniciar la sesión con un homenaje en memoria de quien fue uno de los artistas más relevantes en la historia de nuestro país: don Roberto Matta Echaurren.
Aprovecho de saludar a doña Germana Ferrari de Matta, quien se encuentra en tribunas y ha venido desde Italia para asistir a este homenaje.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Ella le ha donado al Senado una escultura maravillosa -se puede apreciar en la fotografía que aparece ante Sus Señorías-, que envió desde su país y de la cual iba a hacernos entrega hoy día. Sin embargo, por problemas logísticos llegará recién la próxima semana.
En esa oportunidad procederemos a instalarla, en un acto que también contará con la presencia de la señora Germana.
Se trata de un homenaje del pintor y su esposa a nuestro Senado.
En lo personal, me parece muy relevante que nuestra Corporación tenga a perpetuidad una escultura de este insigne artista nacional, pues representa un alto honor para nosotros.
Acompañan a doña Germana Ferrari el Embajador de Chile en Portugal, señor Fernando Ayala, quien ha facilitado esta relación, y la señora Silvia Wetermann, viuda de Sergio Castillo, quien fuera otro gran escultor chileno, del que ojalá el Senado también pueda contar con alguna creación suya más adelante.
Asimismo, aprovecho la ocasión para saludar a los estudiantes del Colegio Vimagio de La Unión, cercana a la ciudad de Osorno, quienes nos visitan en las tribunas.
Les damos la bienvenida a esta Alta Corporación y los invitamos a participar del homenaje que le rendiremos a un artista tan trascendente como Matta.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Primero intervendré yo, en nombre del Senado, y luego daré la palabra a los Comités que deseen intervenir.
¿Por qué Matta y no Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren? Porque así lo bautizó su amigo Salvador Dalí, en París, cuando lo conoció. Y desde entonces siempre pidió ser llamado "Matta".
Cuenta la historia que el joven arquitecto, a quien le gustaba dibujar, salió de Chile en 1934 con rumbo a Francia para luego irse a vivir a Madrid, poco antes del inicio de la Guerra Civil Española, a casa de sus parientes, el diplomático chileno Carlos Morla Lynch y su esposa Bebé Vicuña.
Ahí, en la famosa residencia de calle Alfonso XII, que fue uno de los centros de reunión de artistas e intelectuales de la época, Matta conoció, entre otros, a Federico García Lorca, a quien le mostró sus dibujos.
Así se inició una cadena maravillosa de encuentros que condujo a Matta a París cuando Lorca ya había sido asesinado.
Llevaba una carta que el poeta granadino le había escrito a su amigo Dalí para presentarle al artista chileno. Dalí, a su vez, lo llevó a la galería de arte de André Breton, quien lo reconoció como uno de los suyos. "Eres un surrealista", le dijo, y le compró un par de dibujos. Dalí, entonces, en el momento de la despedida y ante la dificultad de retener ese largo rosario de nombres y apellidos tan típicamente chilenos que lanzaba su nuevo amigo, le sugirió que dejara su nombre en "Matta" no más, un apellido que devino en nombre y apelativo, en el sello firme de una de las producciones artísticas más originales y renovadoras del siglo pasado.
Pero la historia no termina ahí, ya que Matta entró luego en contacto con Le Corbusier, pintor y arquitecto, quien le ofreció trabajo. Matta aceptó y trabajó durante dos años en el que pasaría a ser uno de los estudios de arquitectura moderna más importantes del planeta.
Del mundo del arte seguramente muchas personas fueron importantes en la vida de Matta, pero hoy quiero citar solo a tres: Le Corbusier, André Breton y Marcel Duchamp.
Todos ellos buscaban nuevas formas de expresión y se rebelaban contra el arte tradicional, los conceptos y la estética conocida hasta esos años. Eran hijos de un siglo que comenzó con grandes avances y descubrimientos en todos los planos, donde parecía no haber límites para nada, pero que de la noche a la mañana había sido testigo de los horrores de la Primera Guerra Mundial.
En esas condiciones de hastío y rebelión florecieron las vanguardias de variados signos, que renovaron profundamente la manera de vivir la condición artística y su expresión en obras que cada vez más se adentraban en los secretos de la condición humana y en los misterios del mundo.
Matta fue, tal como señaló Breton, un surrealista, parte de un movimiento de tormentosa historia del cual fue formalmente expulsado por el mismo Breton, aunque ello no afectó en nada la esencia de su arte.
Su paso por el movimiento fue importante debido a su amistad con personajes como Marcel Duchamp, con quien mantuvo una especial cercanía intelectual. Con relación a su obra, el artista francés señaló en 1945: "Su aporte más destacado fue el descubrimiento de regiones del espacio inexploradas hasta ese momento en el mundo del arte. Sigue a los físicos modernos en su búsqueda de un nuevo espacio que no debe confundirse con el ilusionismo tridimensional. A pesar de que todavía es joven, Matta es el pintor más profundo de su generación".
Así como Le Corbusier buscaba cambiar el mundo a través de la arquitectura, Matta intentó hacerlo a través de su pintura y de escritos de los que se sabe muy poco pero que reflejan un estado del alma que, más allá de una concepción estética particular, era profunda y enriquecía su época.
Matta experimentó formas y nuevas aproximaciones al ser humano en su dimensión sicológica, en su ubicación en la sociedad, en relación a la naturaleza, al espacio y el universo. Por eso creo que es considerado un artista en el sentido total del término.
Su legado más tangible en la historia del arte está dado en su influencia en el Expresionismo Abstracto, desarrollado desde los años de inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta finales de los años cincuenta en Nueva York, ciudad a la cual se trasladaron muchos artistas desde la Europa sumergida en la guerra.
Matta, Dalí, Max Ernst y tantos otros marcaron para siempre la historia artística de esa ciudad -también la del mundo- que sigue siendo hasta el día de hoy uno de los centros más importantes de la pintura mundial contemporánea.
Allí dejó su huella e influencia en artistas como Gorky, Motherwell, Pollock, Gottlieb, Rothko y varios otros que reconocieron su talento, su influencia y la profundidad de su pensamiento.
Pero permítanme destacar una faceta en la que Matta fue un adelantado en su tiempo. Tal vez fue uno los primeros ecologistas que marcaron la historia del planeta con su preocupación por la tierra, por su evolución, por su destino.
Una de sus telas más reconocidas se llama "La Tierra es un Hombre", pintada en 1941, que pertenece a la colección del Art Institute de Chicago en Estados Unidos. Ahí vemos su preocupación por el origen de la vida, de la energía inicial, del orden en el caos. Matta dirá años después que "la Tierra, al igual que un hombre, se puede enfermar y, si se puede enfermar, puede morir". Tal vez una palabra absolutamente anticipatoria de lo que está pasando hoy día ante nuestros ojos; un mensaje o, más bien, un manifiesto para que tomemos conciencia del daño que podemos causarle a la casa común de la raza humana.
Matta no fue un imparcial ni un indiferente a los problemas de su tiempo. Tempranamente definió una posición política del lado de los oprimidos y perseguidos, seguramente marcado por la Guerra Civil Española y los posteriores horrores del nazismo. Había recibido la nacionalidad estadounidense -y esta es una anécdota que, en mi opinión, lo retrata de cuerpo entero-, pero, al enterarse de la caza de brujas que lideraba el senador McCarthy, hizo pedazos su pasaporte y lo envió por correo a la embajada de dicho país, renunciando a ella.
Nunca fue militante partidario, pero se identificó, sin la menor duda, con las luchas de liberación del mundo: en Vietnam, Argelia, África y naturalmente en América Latina, en especial con la revolución cubana y con el Presidente Salvador Allende -de quien fue muy amigo- y el Gobierno de la Unidad Popular, con el que mantuvo estrecha cercanía.
Denunció los crímenes y las violaciones a los derechos humanos cometidos por la junta militar, razón por la que fue privado de la nacionalidad chilena hasta que el retorno a la democracia se la devolvió, distinguiéndolo además con el Premio Nacional de Artes en 1990.
Y si de premios se trata, también recibió el Príncipe de Asturias de las Artes en 1992 y el Praemium Imperiale en 1995, tal como lo recibieran Willem de Kooning, Antoni Tápies o Rauschenberg, por citar a algunos.
A fines de los años sesenta, Matta encontró en una exposición de Milán a quien nos acompaña hoy día en las tribunas, Germana Ferrari, quien pasó a ser su compañera, su esposa y la madre de su última hija, Alisée, hasta su partida el año 2002.
Fueron más de 30 años de amor, de creación, de viajes, de complicidades compartidas, de diversión. Porque cada día, como ha dicho Germana, la vida era una sorpresa para él. Trabajaba hasta las 6 de la tarde, hora en que la invitaba a ver sus creaciones del día y a compartir un aperitivo, solos los dos. Así fue hasta el final, hasta que tuvo fuerzas para tener un pincel en sus manos.
Nunca quiso dejar entrar a la prensa a su casa. Matta era un solitario que huía de la publicidad y dio muy pocas entrevistas, pero disfrutaba compartir con su mujer, sus hijos y sus amigos.
Con Germana vivieron en Londres, en París y en el convento de La Bandita en Tarquinia, donde, además de pintar, creó cerámicas, esculturas, diseños de muebles, joyas, platos, lámparas, mesas, camas y tantas otras cosas de una riqueza que aún permanece desconocida.
Su obra se halla más presente que nunca en el mundo. Este año se organizaron grandes muestras de Matta en Valencia, Madrid, Bilbao y Santiago. El próximo año proseguirán en Lisboa, Hamburgo y Roma. En el 2013 se inaugurará con Matta la capital de la cultura europea en Marsella, mientras sigue creciendo el interés por sus escritos.
Estimo que debiera ser una obligación de Estado para nosotros, como Senadores, comprometernos a llevar adelante la iniciativa, que yo valoro, de nuestro Senador Hernán Larraín para construir un museo de arte contemporáneo que lleve por nombre "Matta", a fin de permitirnos atesorar parte de su obra. Con ello no solo haríamos justicia a uno de los más grandes artistas contemporáneos, sino que también enriqueceríamos de manera notable nuestro patrimonio cultural.
Germana, no es necesario que te digamos que Chile es también tu patria, tu casa, al igual que para los hijos y nietos de Matta. Sabemos de tus preocupaciones por las víctimas del terremoto en Dichato y por el país, de tus deseos de colaborar y ayudar. Sé que no te gusta que se hable de ti, pero es necesario que se sepa que apenas ocurrido el terremoto de febrero de 2010 viajaste de inmediato a Chile y fuiste a las zonas más golpeadas para cooperar.
Creo que hay pocas personas que puedan resumir en una historia de vida la experiencia maravillosa, artística, humana, personal, política, social de alguien como Matta. Y tú, hoy día lo representas y eres su heredera.
Además, es un honor para mí informarle al Senado que Germana ha donado una hermosa escultura de Matta, llamada Aphridione, que pasará a formar parte del patrimonio de este Congreso Nacional. Por eso, en nombre de cada uno de nosotros, te lo agradezco muy sinceramente.
Muchas gracias, Germana; un abrazo grande. ¡Matta estará siempre con nosotros!
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Chahuán.


El señor CHAHUÁN.- Señor Presidente; Honorable Sala; estimada Germana Ferrari; Embajador Fernando Ayala, quien también nos acompaña:
Tengo el honor de rendir homenaje, en representación del Comité Renovación Nacional, al afamado pintor, poeta, arquitecto y filósofo, don Roberto Matta Echaurren, o simplemente, como decía el Presidente, "Matta".
Matta nació en Santiago hace casi cien años: el 11 de noviembre de 1911, que en cifras numéricas se resume como 11/11/11 y que el artista usaría con frecuencia en su carrera. Curiosamente, el Senado le hace un homenaje a este gran hombre a días de que se repita ese mismo código: 11/11/11.
Hijo de don Roberto Matta Tagle y de doña Mercedes Echaurren Hermoso, estudió en el Colegio de los Sagrados Corazones de Santiago, y posteriormente cumplió su servicio militar obligatorio en el desaparecido Regimiento de Caballería "Coraceros", de Viña del Mar. Más tarde, ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Desde su época escolar, destacó por sus excelentes calificaciones en caligrafía y dibujo, que lo llevaron a inclinarse por el cultivo de las artes plásticas. En esa época, adhirió a ideas de avanzada, participando en diversas manifestaciones políticas contra el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, lo que lo distanció de su familia. Posteriormente, se opuso al Gobierno del Presidente Arturo Alessandri Palma.
En forma paralela a sus estudios universitarios, asistió a clases de dibujo en la Escuela de Bellas Artes, donde fue alumno del destacado profesor Hernán Gazmuri. Asimismo, trazó planos arquitectónicos basados en desnudos femeninos, lo cual fue muy bien acogido por sus maestros, que lo calificaron como un artista dotado de mucha imaginación y creatividad.
En 1932, ya titulado de arquitecto, y por sus ideas antagónicas al régimen político de la época, decidió irse a Francia, donde conoció a Salvador Dalí, René Magritte, André Breton y al famoso arquitecto Le Corbusier, integrándose al movimiento surrealista y trabando amistad también con Picasso.
En 1938, pasa del dibujo a la pintura al óleo, lo que le da fama, y se va a residir a Estados Unidos, donde permanece hasta 1948. De esa época data su famosa obra Invasión nocturna.
Su estilo pictórico se caracterizó por el uso de patrones difusos de luz y gruesas líneas sobre fondos particulares. Y en los años siguientes su arte reflejó el atormentado estado de la política internacional. Posteriormente, añadió arcilla a sus obras, lo que les agregó una dimensión especial.
Por causas que se desconocen, en 1947 se le marginó del movimiento surrealista, siendo readmitido en él solo en 1959, por lo cual su fama fue adquirida en forma exclusivamente personal, por su talento, por su forma de interrelacionar en su arte sus emociones, sus sueños y su posición particular sobre la política.
Posteriormente, volvió a Europa, donde visitó diversos países y montó varias exposiciones. En 1956 pintó para la UNESCO el cuadro Las dudas de tres mundos. En los años 1970 y 1972 viajó a nuestro país, donde trabajó en diversos murales colectivos.
En 1990 recibió el Premio Nacional de Arte y se efectuó una exposición retrospectiva de su trayectoria artística en el Museo de Bellas Artes, en la cual nuestro país le rindió homenaje a uno de sus más grandes creadores.
En 1992 se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Durante sus últimos años vivió en la ciudad italiana de Civitavecchia, donde falleció el 23 de noviembre del 2002, acompañado de su esposa, Germana Ferrari, una mujer extraordinaria que tuve la suerte de conocer en Italia junto con el Presidente del Senado, el señor Girardi. Se trata de una persona de una distinción especial, de una sensibilidad excepcional y también de un espíritu solidario. Y quiero recalcar que, tal como lo señalaba el señor Presidente, cuando ocurrió el terremoto en Chile fue una de las primeras en venir, en forma totalmente voluntaria, a ver en qué podía colaborar con las víctimas.
Cabe destacar que el 17 de noviembre de 2006 se publicó la ley N° 20.132, que autorizó erigir un monumento en memoria de Matta en la ciudad de Santiago, otorgándose un plazo de cinco años para materializarlo. Sin embargo, este expira el 17 de este mes, sin que hasta la fecha se haya constituido la comisión especial encargada de cumplir el objetivo de esa normativa.
Por lo tanto, creo que como legisladores, junto con rendir el merecido homenaje de esta tierra a uno de sus grandes, debemos asumir el firme compromiso de modificar dicho texto legal de modo que se pueda erigir un monumento en memoria de este gran artista chileno, que ha sido considerado como el mejor pintor vanguardista del mundo y que ha dado un verdadero lustre a las artes nacionales, pero que, como en muchos otros casos, adquirió mayor fama fuera de nuestras fronteras.
Hago llegar a su familia mis más sinceros y cordiales saludos, con un especial reconocimiento a Germana, su mujer, a quien admiro con leal y verdadera sensibilidad. Y, adicionalmente, con motivo del centenario del nacimiento de Matta, que estamos conmemorando, creo que quienes tenemos el legítimo orgullo de preservar su legado artístico debemos no solo brindar este homenaje, sino que también modificar el texto legal al que me referí.
Cabe señalar que uno de los integrantes de nuestra bancada, el Honorable señor Horvath, conoció a Matta cuando él estudiaba en la Escuela de Bellas Artes. Antonio lo admira, como lo admira también el Senador que habla, y realmente queremos decirte, Germana, que esta Corporación, este Congreso, tiene una deuda con su obra, con la huella que dejó en nuestro país, con un artista extraordinario.
En tal sentido, señor Presidente, quiero que tomemos el compromiso de modificar rápidamente el texto legal aludido, a fin de concretar ese gran monumento que se sumará al museo que ha propuesto el Senador Hernán Larraín.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Rossi.


El señor ROSSI.- Señor Presidente, estimada Germana Ferrari, embajador don Fernando Ayala, estimados colegas:
El Senado de la República rinde hoy día un sentido homenaje a la figura de un gran pintor, un gran artista chileno: don Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren -"Matta", como bien decía nuestro Presidente-, quien nació en Santiago el 11 de noviembre de 1911. Él fue un hombre capaz de inventar un lenguaje visual único y propio, reconocido a lo largo y ancho de todo el mundo y fuente permanente de influencia para cientos de artistas.
Permítanme a este respecto reflexionar en un punto, que me parece no menor, para entender la vida de este gran pintor contemporáneo.
Hoy no estamos conmemorando la fecha de su muerte, sino, por el contrario, de su natalicio. Y lo celebramos porque sabemos de su historia; de su aporte a la plástica chilena; de su arte, que se mantiene vivo, vigente. Su legado hoy goza -y estoy seguro de que seguirá haciéndolo- de perfecta salud.
Con Chile él tuvo siempre una relación muy especial, quizás de lejanía física, pero de mucha cercanía en lo creativo, que es en el fondo la gran herencia que nos deja este pintor.
Vivió hasta temprana edad en nuestro país, donde se tituló de arquitecto. Se trasladó a Europa, y en ese momento pasó a ser un ciudadano del mundo. En el Viejo Continente compartió con artistas de la talla de Salvador Dalí, André Breton y muchos otros.
Un momento decisivo para la carrera artística de Matta se produce en 1938, cuando del dibujo pasa a la pintura al óleo, y se transforma en un pintor de clase mundial. Este período coincide con su viaje y residencia hasta 1948 en Estados Unidos.
Sus primeras obras, entre las que destaca Invasión nocturna, nos indican la ruta artística tomada por el pintor. El uso de patrones difusos de luz y gruesas líneas encima de un fondo particular se transformaría en uno de sus sellos característicos.
Pero más que quedarme en la figura del gran pintor, me gustaría destacar en este Senado el gran aporte de Matta por el respeto a los derechos humanos y su lucha por la paz.
En 1939 Matta abandona París y se refugia en los Estados Unidos. Su estadía en el país del norte y también, por cierto, las atrocidades vividas durante la Segunda Guerra Mundial lo marcan de manera muy profunda no solo en lo artístico, sino también en lo social.
Es en ese período de la historia cuando Matta toma nota de la cruda realidad de Latinoamérica. Surge de ahí, de ese contexto, de esa realidad, una decisión de mucha trascendencia: la necesidad de aportar desde el arte al desarrollo de dos países hermanos como Cuba y Chile.
Durante esa época de cambios mundiales asumió posiciones de izquierda; denunció en sus obras la tortura, la injustica y la guerra de Vietnam.
En ese mismo período realizó la serie sobre América Amaneceres, que incluye obras como Nacimiento de América, en la que reflejó su profunda inquietud como americanista.
En 1956 pintó para la UNESCO el mural La duda de los tres mundos.
A comienzos de la década de los setenta regresó a Chile invitado por el Presidente Salvador Allende, y trabajó en murales colectivos con la Brigada Ramona Parra.
En 1973 participó en una exposición en Bolonia en protesta contra el Régimen de Pinochet, con la obra La vida Allende la muerte.
Una vez recuperada la democracia en Chile, volvió a visitar nuestra tierra en 1991, inaugurando en El Salvador su mural alegórico del Descubrimiento de América, dentro del marco de la conmemoración de los 500 años de la llegada de Colón a América.
Más allá de sus posiciones políticas, el gran pintor nos muestra así nuevamente con claridad su intención de no buscar el reconocimiento, de no ser políticamente correcto, sino, por sobre todo, tremendamente fiel a sus ideales.
Sus numerosos premios internacionales hablan por sí solos de su gran calidad artística. El Premio Nacional de Arte se le otorgó recién en 1990; pero, sin lugar a dudas, luego del retorno a la democracia fue el mejor nombre para recibir el galardón que brinda nuestro país a los artistas.
Hoy, el Senado de la República le rinde un homenaje a nuestro pintor contemporáneo más importante del siglo XX. Su aporte en distintos ámbitos de la vida pública es por todos conocido y admirado.
En esta oportunidad estamos celebramos los 100 años de su nacimiento, y estoy convencido de que su legado seguirá con nosotros durante muchos años más.
¡Por mi parte, cada vez que entro a mi casa gozo profundamente con un bello grabado del gran Matta!
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Hernán Larraín.


El señor LARRAÍN.- Señor Presidente, estimada señora Germana Ferrari de Matta, señor embajador don Fernando Ayala, estimados amigos, Senadoras y Senadores:
Como se ha dicho, Matta nació en Santiago el día 11 de noviembre de 1911 (11.11.11), hace casi un siglo. Ya esta fecha singular quizás anunciaba algo muy especial: la llegada de uno de los más grandes artistas chilenos y uno de los más importantes del siglo XX.
En efecto, aunque esto sea anecdótico, el número 1, según dicen expertos en numerología, se identifica con los líderes, con personas de gran fuerza, entusiastas, creativas, originales, que accionan para que sus ideas sean productivas. Aparentemente, la faceta más marcada de la expresión del número 1 se centra en la búsqueda de la perfección.
Su deceso, ocurrido el 23 de noviembre de 2002, extrañamente, también suma 11.
Sus estudios los realizó en el Colegios de los Sagrados Corazones de Santiago. Probablemente, esa formación católica influyó en sus primeras pinturas. Descripciones de su trabajo señalan que "las primeras obras de Roberto Matta, en su temprana juventud, revelan ya un gran trasfondo místico-espiritual, guardan relación con un ámbito religioso específico, como la serie Crucifixiones".
Como se dijo anteriormente, luego cursó Arquitectura en la Universidad Católica de Chile, recibiéndose como arquitecto en 1933, mientras asistía a clases vespertinas de dibujo en la Escuela de Bellas Artes.
Esa formación, sin lugar a dudas, influyó en toda su pintura. En efecto, la espacialidad e imagen de ciudad que le dio tal profesión se ve reflejada en la espacialidad de algunos de sus paisajes urbanos.
Pero no solo sus estudios repercutieron en sus obras. Lo que más influyó, tal vez, fue su genio y sus profundas cualidades humanas, espirituales e intelectuales.
Por eso, si bien el espacio fue uno de sus temas protagónicos, él mismo decía que se trataba de una "idea metafísica del espacio". Es a través de sus pinturas del espacio como Matta intenta dar respuesta a todos los enigmas, considerándolo el punto donde reposaría la comprensión humana del universo.
Cuando integró el movimiento surrealista, aparecieron en sus obras seres humanos, en los que se refleja la angustia, el dolor, la soledad, junto a la infinidad del espacio: el hombre solo, perdido en el espacio.
También hubo una época en que sus cuadros reflejaron el dolor de los seres humanos oprimidos, a veces esclavizados, demostrando así su preocupación por el hombre y por la sociedad que lo rodeaba.
Al final del día, los temas que siempre inspiraron su trabajo fueron la abstracción, la metafísica, el espacio, la búsqueda, la transparencia, el permanente movimiento de las cosas, la energía constante y sin fin, la potencia creadora del universo.
Las obras artísticas de Matta son extraordinarias porque, sin duda, él era un genio artístico, un gran pintor. Pero ello no siempre es suficiente para alcanzar el nivel de reconocimiento mundial que él logró como artista. Tampoco lo es para ser el inspirador central de un estilo de pintura, como el expresionismo abstracto, ni para ser el último representante de otro movimiento, el surrealismo, y desarrollarlo en toda su extensión. Tanto es así que, después de él, nadie pudo seguir haciéndolo.
Matta volcó en sus obras todo el potencial que tenía. Sin embargo, la razón por la cual alcanzó su nivel artístico se debió a que él, como persona, era un hombre extraordinario y singular, profundamente místico, eterno buscador de respuestas, intelectual, preocupado por el hombre como tal, por la sociedad. Casi se podría decir que él vivía en el espacio que dibujaba, tratando de observar la tierra desde una visión diferente, con cierta altura de miras, para tratar de encontrar respuestas distintas de las ya obtenidas desde otros ángulos, desde otras perspectivas.
Especial valor cobra, además, el hecho de que él nunca se vio como un personaje especial o superior. Por el contrario, tenía un gran sentido del humor para reírse de sí mismo y, a la vez, un gran sentido de responsabilidad. Y, probablemente, sus pensamientos más críticos fueron hacia su misma persona, cuando, después de estar abstraído por completo en un mundo distinto, se daba cuenta de que había causado daño a terceros o de que en alguna ocasión no había participado en la forma que de él se hubiese esperado.
Su constante búsqueda lo llevó a cambiarse continuamente de país y a darse el tiempo para contactarse con muchos otros grandes artistas, genios e intelectuales.
Solo un año después de titularse de arquitecto, Matta se fue a Europa, donde, como se ha recordado, entró a trabajar en el taller de Le Corbusier, de quien aprendió su amor por las matemáticas, las proporciones y la geometría.
En París, además, pudo conocer a artistas como Dalí, Magritte, Bretón, Picasso y Duchamp. Los artistas surrealistas Dalí y Bretón lo introdujeron en este movimiento, que surgió en los años 30 a 40, y del cual fue una de sus grandes figuras. Matta se mantuvo en el Surrealismo -con las interrupciones que se han recordado- hasta el día de su muerte, y se le considera mundialmente como el último representante de esa corriente artística.
También vivió un tiempo en Inglaterra, donde trabajó con artistas e intelectuales británicos; en España, donde conoció a Alberti y a García Lorca; en los Estados Unidos, donde ingresó a los círculos artísticos y culturales de Nueva York junto a Duchamp y Tanguy, obteniendo una excepcional aceptación entre los jóvenes artistas de la época Pollock, Motherwell y Gorka, y donde se convirtió en el inspirador decisivo del movimiento expresionista abstracto norteamericano; en Portugal, donde tuvo una breve estadía invitado por la poetisa chilena Gabriela Mistral; para terminar, finalmente, viviendo sus últimos días en Italia, en Tarquinia y en Civitavecchia.
Su obra causó el más profundo impacto en los genios que conoció.
El Presidente del Senado ya recordó lo que decía Duchamp, lo que es un hecho muy singular. Según este artista, Matta introdujo una contribución única a la pintura surrealista, y la más importante: el descubrimiento de regiones del espacio, desconocidas hasta entonces en el campo del arte.
Bretón dijo: Matta "está ya al frente de una producción pictórica deslumbrante. Cada uno de sus cuadros es una fiesta donde se juegan todas las posibilidades, una perla que se convierte en bola de nieve, en la que se incorporan todos los fulgores, tanto físicos como mentales.".
Nos preguntamos: ¿Habrá logrado en esta búsqueda obtener una respuesta? Aparentemente, sí.
Poco antes de morir, en su última aparición pública, Matta dijo: "la muerte no existe".
También expresó: "toda historia es redonda, como la tierra, se necesita un ojo redondo al centro de esta redondez para ver todo lo ocurrido".
Al definir qué se entiende por "buscar", señaló: "ver lo que ocurre enfrente, en ese lugar de enfrente, en esa pared, no basta... porque estamos rodeados de lugares, todas las paredes que nos rodean son lugares de los cuales nos vienen cosas que nos ocurren, que transforman nuestra ocurrencia, son todos manantiales por donde nos ocurren, que transforman nuestra ocurrencia,... ver toda la verdad desde adentro, no dejar pasar la ocasión de agarrar la redonda historia vista desde el centro de su esfera".
En 1981 escribió: "invito a quien venga a contemplar estas cosas a participar en una experiencia única: penetrar en su propia mente, en la fantasía, en la fanta-ansia verbal. El verbo no es solamente gramatical, es también morfológico. Todo el mundo vive un vocabulario, a veces repetitivo, impuesto por la fatiga humana. Debes empezar desde ahora a explotar el propio vocabulario, para consignar la cantidad de signos erróneos que afloran a tu mente. Las palabras desaparecen, de la misma manera que los pueblos se despueblan del sentido popular. El corazón está situado a la izquierda, y se dice que el ojo izquierdo es el que ve el interior de la persona, en tanto que el derecho sólo ve su provecho. Así, del corazón al ojo, del ojo a la boca se maneja el timón de todo el cuerpo y se llega a la conclusión de que el mundo se ve con el cuerpo. El cuerpo es un ojo y quien ha hecho mapamundi de la conciencia de su propio cuerpo podrá, a imagen y semblanza, hacer un mapa-cuerpo de su mundo...".
La verdad es que esas palabras nos llevan más allá de una mera imagen, de un mero objeto de arte.
Otra respuesta maravillosa: "todas las calles son curvas, los mares son curvos y los ríos son curvos, y nadie puede bañarse dos veces en el mismo Heráclito. La curva de lo desconocido es inquietante, pero esta inquietud es la verdadera prospectiva de la perspectiva".
Podría decirse que Roberto Matta, además de ser uno de los más grandes artistas, era un filósofo, que volcó en sus pinturas todo su intelecto, su mística, su poesía, su sentido del humor, sus profundas observaciones, sus cuestionamientos y las respuestas que pudiere haber alcanzado a encontrar.
Por supuesto, Matta obtuvo un reconocimiento mundial a su obra mediante innumerables premios y distinciones, como aquí se ha recordado.
En Chile su trabajo también ha sido destacado. El principal galardón fue el otorgamiento -tardío, por cierto, como corresponde a una "cierta tradición cultural chilena"- del Premio Nacional de Arte en 1990.
Sin embargo, nuestro país podría hacer aún más para preservar la memoria de este artista y convertirla en legado cultural para las futuras generaciones.
Como recordaban los Honorables señores Girardi y Chahuán, hemos propuesto desde el Senado la creación del "Museo Matta", idea que cuenta con una legislación (del 2006) que la avala y que la haría posible, pero que no se ha implementado por el actual Gobierno. Tal vez a la hora del recuerdo, esta Corporación podría requerir al Ministro de Educación, a quien le corresponde implementar esta iniciativa, tenga a bien poner el máximo esfuerzo para convertir tal idea en realidad.
Hace poco rato conversé esta situación con el Ministro Felipe Bulnes, quien desconocía la legislación y las competencias de la Comisión de Monumentos Nacionales, la cual está facultada para crear un museo. Él me manifestó su total y entera disposición.
Por tanto, señor Presidente, sugiero que se envíe un oficio a dicho Secretario de Estado, en nombre del Senado, para que promueva la referida iniciativa.
En Francia, país de profundo arraigo cultural, los presidentes se esmeran en dejar una obra que, junto a su nombre, deje testimonio vivo de su compromiso con la cultura. Bien podríamos acoger esa costumbre en Chile. El Presidente Piñera podría inaugurar esa tradición -de alguna manera ya la han hecho suya otros Mandatarios, por distintos caminos- al impulsar la creación de un museo en tributo a este gran artista chileno.
Así lo hicieron en Francia los últimos presidentes: Pompidou creó el famoso Centro del mismo nombre; Mitterrand levantó la Biblioteca Nacional de Francia y el Arco de la Defensa, y reformó el Louvre con la Pirámide, que hoy es uno de los símbolos más significativos del museo; Chirac, siguiendo la misma senda, fundó el Museo de Arte no Europeo de Quai Branly.
Es una tradición que esperamos se haga realidad en Chile.
Al terminar estas palabras, quiero expresar, en nombre de los Senadores del Comité UDI, nuestra gratitud por todo lo que heredamos de este artista y que hoy hacemos efectiva a través de los miembros de su familia que nos acompañan.
Gracias, Roberto Matta, por el legado que nos has dejado.
Cada vez que estemos frente a una de tus obras, no sólo estaremos observando un objeto bello: estaremos frente a una fuente de sabiduría, ante una obra que nos llevará a hacernos preguntas que van mucho más allá de lo cotidiano; tal vez a cuestionarnos nuestra vida, a observar al ser humano, a revisar dónde está puesta nuestra energía y adónde desearíamos llegar. Estaremos frente a una fuente que probablemente nos hará más místicos o más sabios; en consecuencia, más humildes y, ojalá, más generosos.
Porque la belleza, en su raíz más profunda, es siempre bien y verdad, y por ello, cercanía de Dios.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra la Senadora señora Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, el diario "El País" tituló el 25 de noviembre de 2002 lo siguiente: "Muere Roberto Matta, el último surrealista", a los 91 años de edad.
No puede ser casualidad que el pintor chileno más trascendente en la historia de nuestro país haya nacido en fecha tan singular. Sí, como ya lo han dicho todos quienes me han antecedido en el uso de la palabra, el 11 de noviembre de 1911 nace en Santiago don Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren, vecino de Nemesio Antúnez.
Permítanme precisar que Matta no celebra su centésimo natalicio. No. Matta está de cumpleaños, porque con su arte se mantiene vivo, vigente y actual. Es un mozalbete de 100 años que enseñó, enseña y enseñará a millones de personas en el mundo entero y, ojalá, también en Chile, la tierra que amó entrañablemente a la distancia.
Digo "ojalá", porque siento, señor Presidente, que Chile no ha tenido la capacidad de tomar ni adueñarse del inmenso aporte cultural y artístico de Roberto Matta, como sí lo ha hecho, tanto por la vía de las políticas públicas como por la osmosis social, con el legado de un Neruda, una Mistral o una Violeta Parra. Ya lo señalaba el Senador Hernán Larraín al recordar la ley que posibilita la creación del referido museo, el que aún no somos capaces de materializar.
Ciertamente, hay que partir diciendo que Matta es un pintor, como dijo el Senador Rossi, de clase mundial, al igual que Neruda, Mistral, Huidobro o Nicanor Parra lo son en la poesía. Pero ¿por qué a nuestros niños el nombre Roberto Matta no se les viene de inmediato a la mente cuando preguntamos por un pintor chileno notable como sí les ocurre con Neruda o Mistral cuando se consulta por un poeta de fuste?
No quiero convertir este homenaje a Roberto Matta en un nuevo caso del llamado "pago de Chile". Su potencia, como sucede con la mayoría de los grandes artistas, no está en lo que pide o anhela para sí, sino en lo que es capaz de entregar. Más allá de su pintura, Matta tiene actualidad en su vida, en su búsqueda interna, que -claro- es trascendente para el Chile de hoy.
El maestro perfectamente pudo haber hecho carrera y fortuna con su título de arquitecto, un bien escaso en el Chile de los 30. Pudo ser como aquellos que, tanto ayer como hoy, se conforman con lo básico y amasan fortunas mediante el ejercicio de su profesión. Pero la suma de la contingencia social y política de la época y su permanente búsqueda interior lo llevó a emigrar para explorar nuevos destinos, a no definir límites para su vida y sus capacidades.
Así fue como dejó el camino seguro de la arquitectura y se aventuró en la pintura. Cambió no solo su profesión por un oficio, sino también su país, primero, por Europa, y después, por Estados Unidos.
Estuvo con Gabriela Mistral en Portugal.
Pero fue en Francia, como ya se ha mencionado, donde el influjo de artistas de la talla de Magritte, Pablo Picasso, Miró, André Bretón, Marcel Duchamp, entre otros, marcó a fuego su talento no para influenciarlo, sino para transformarlo en piedra basal del expresionismo abstracto, tendencia que renovó el surrealismo que profesaban los creadores que lo influyeron.
Hay aquí un hecho de trascendencia notable: el pintor no sigue la huella que le marcan sus amigos, pero se nutre de ellos. Es capaz de buscar su rumbo, de hacer su propio camino, lo que ayer, hoy y mañana será el más difícil, pero también el más fecundo.
Hoy, cuando la explosión estudiantil nos llama a cambiar de paradigma, a encontrar un modelo que proyecte a nuestros jóvenes y a sus familias, parte importante del mundo político se resiste a tomar un nuevo sendero. Prefiere lo conocido, lo estable y no escoger un rumbo distinto. Después de un año de crisis, bien valdría mirar con los ojos de Matta el conflicto educacional, porque necesitamos ideas, influencias y no dogmas ni imposiciones.
Para poner fin a ese conflicto, requerimos lo mejor del ser humano. Al respecto, el pintor sostiene desde el inicio de su actividad artística la tesis de la evolución del hombre: de la barbarie, pasó a su actual condición racional. De hecho, su obra se nutre de lo más profundo de la psiquis humana, así como de la tremenda riqueza del mundo de los sueños.
Así como creía en el hombre, en su intelecto y en sus sueños, Roberto Matta también apostó por la paz. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1939 abandonó París y se refugió en Nueva York, donde su originalidad y profundidad lo transforman en un referente para los jóvenes artistas norteamericanos que más tarde formarían la Escuela de Nueva York.
Sin embargo, su estadía en ese país tendría un plus no artístico, sino profundamente social. En ese período Matta toma nota de la cruda realidad latinoamericana. Surge así su decisión de aportar desde el arte al desarrollo de Chile, para lo cual organizó exposiciones murales de sus obras durante gran parte del Gobierno del Presidente Allende.
Más allá del sesgo político, este gran pintor nos muestra nuevamente su capacidad de ir más allá del reconocimiento, de no ser políticamente correcto, sino tremendamente fiel a sus ideales y convicciones.
Ese es otro legado totalmente vigente del maestro Matta, un artista que a cien años de su nacimiento sigue joven y fuerte, un artista del que Chile debe apropiarse para proyectarlo a sus jóvenes como una muestra de que talento, humanismo y compromiso social pueden y deben ir de la mano.
Lo hemos dicho: Matta era un nómade, un ciudadano del mundo, pero no por ello, menos amante de su patria. Porque Chile fue siempre su gran fuente de energía: el combustible para su inconmensurable capacidad creativa.
¡Qué vigencia cobra nuevamente la vida de un hombre que pocas veces volvió al país, pero que nunca pudo despegarse de él! Hoy, cuando el voto de los chilenos en el exterior es un anhelo que cada día vemos más cerca, su historia debe servir de ejemplo para comprender que no es necesario venir a Chile, a la patria, de manera periódica para mantener los vínculos con ella; que para quienes se encuentran fuera, más importante que poner los pies en esta tierra, es tenerla siempre y a cada instante en el corazón.
Y en eso el maestro no transó.
Hago este homenaje en nombre del Comité de la Democracia Cristiana y, en su representación, saludo a la viuda de Matta, Germana Ferrari; al Embajador de Chile en Portugal Fernando Ayala, y a la hija del pintor, Alisee, a quien le dicen con cariño "Urraca", quien no pudo llegar hoy. Viaja mañana.
Antes de terminar mi intervención, quiero hacer un par de reflexiones.
Matta fue un hombre de equipos, una persona que se nutrió de las visiones culturales y artísticas de muchos creadores, pero también fue capaz de entregar sus conocimientos y pensamientos a otros tantos. No acumuló sabiduría: la regaló.
Asimismo, cabe valorar su búsqueda permanente, aun en el otoño de su vida. La vejez no fue obstáculo para seguir creciendo, seguir creando, seguir experimentando. Hoy, cuando en el país existe un número creciente de adultos mayores, Matta nos muestra con su vida que, más que mera fuente de consulta, las personas de la tercera edad son protagonistas, líderes a los que se debe valorar y potenciar.
Finalmente, deseo manifestar que, entre otros reconocimientos, Roberto Matta recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes Españolas en 1985; el Premio Príncipe de Asturias en l992, año en que también le entregaron el Premio Herbert Boeckl en Austria. El Premio Nacional de Arte en Chile lo recibió recién en 1990. Podemos discutir si debía ganarlo antes, pero resulta innegable que no había mejor artista que él para recibir el primer Premio Nacional de Arte el año del retorno a la democracia, una democracia que él propició a su manera, con su original mirada del país y su gente.
Ya se cumplieron 100 años de su nacimiento. Pasarán 100 más, señor Presidente, y Matta seguirá siendo aquel veinteañero que subió a un barco para viajar a Inglaterra, y de ahí iniciar un largo recorrido por España, Francia, Estados Unidos e Italia.
Muchos lugares, muchas culturas marcaron su figura universal y su arte futurista de múltiples lecturas, que, sin embargo, siempre confluyeron en la búsqueda de raíces, las que nunca escondió y que marcaron su tremenda originalidad.
Al respecto, alguna vez el maestro dijo: "Yo busco lo original porque tiene que ver con los orígenes. A mí lo nuevo no me interesa. Lo que me interesa son las raíces. Toda mi cuestión está referida a las raíces".
Pues bien, ha pasado un siglo y podemos decir que las raíces de Roberto Matta fueron, son y serán tan firmes que sus frutos serán deleite de estas y de futuras generaciones.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra la Senadora señora Allende.


La señora ALLENDE.- Honorable Senado; querida Germana; Embajador Fernando Ayala:
Como dice Cecilia Valdés, fue inseparable el artista del hombre. Como surrealista, ambas facetas se entrecruzaban. Ello descolocaba a muchos, y hacía creer a otros sus frases al pie de la letra. Eso no era conocer a Matta. Él mismo decía: "No hay que creerle todo a un surrealista como yo. Puedo estar comiéndome una manzana y darle un mordisco y puedes preguntarme si me gustan las manzanas y diré: las odio".
Matta es un personaje excepcional y, como él mismo se autodenominaba, un "vertor". Señaló: "Lo que a mí me interesa es el verbo ver, no pintar, y entonces soy más bien algo como un `vertor'. Trato de detectar dónde están los escándalos, las cadenas, las trampas. Y no se trata de pintarlas: la gente debe aprender a abrir los ojos, no a mirar pinturas".
Su propia fecha de nacimiento (11 del 11 del 11) es un juego de imaginación numérica. Y la conmemoración del centenario de su natalicio nos ofrece un espacio para disfrutar su originalidad y su maravilloso arte, que nos abre a la infinitud, eliminando los puntos de fuga y la línea del horizonte, y nos hace observar la realidad desde los más diversos puntos de vista, como él mismo decía, "para ver la realidad misma del fenómeno".
Gaspar Galaz, conocido artista y académico, nos dice: "No es fácil definir categorías en el arte de Matta. No lo es, porque supone fijar y delimitar una pintura que reivindica lo ilimitado y móvil".
"Yo no sé nada de nada. Yo no comprendo nada de la estética. Soy un inocente. Yo no soy un insecto y detesto que me clasifiquen entre los insectos. No me gusta que me nombren, ni siquiera que me llamen Roberto", decía Matta en 1961.
Para mí es un honor haberlo conocido, a raíz de su visita en los años 70.
Posteriormente, compartimos con él un par de ocasiones en Tarquinia, Italia.
No puedo dejar de mencionar la emoción con que nos mostraba los cojines que había hecho con las arpilleras que le habían enviado desde Chile familiares de detenidos desaparecidos. Tampoco esos gestos que era capaz de realizar. ¡Cómo olvidar aquella ocasión en que mi madre se encontraba en Inglaterra y llegó un paquete al hotel donde se alojaba! Era de Roberto Matta, quien le había enviado un abrigo probablemente al darse cuenta de que en aquel momento ella no se hallaba lo suficientemente abrigada para el clima de Inglaterra.
Son pequeños detalles, pero que hacían ese hombre que era Roberto Matta.
Fue un artista solidario, que siempre entregó su apoyo a las causas como la libertad, la igualdad, la paz.
Sus visitas a nuestro país entre 1970 y 1973 posibilitaron que muchos jóvenes muralistas tuvieran la oportunidad de trabajar y aprender con él. Es famoso el primer mural que pintó con la brigada de Ramona, llamado "El primer gol del pueblo chileno", que fue literalmente borrado durante la dictadura y recuperado muy recientemente.
Se encuentra ubicado en la comuna de La Granja.
Asimismo, artistas, intelectuales, políticos, dirigentes sociales también pudieron reunirse y dialogar en ese período de su imaginación y elocuencia sin fin.
La amistad de Matta con Tencha, continuó sobre todo durante el exilio y hasta hoy su cariño hacia la figura del Presidente Allende se expresa en las obras donadas al Museo de la Solidaridad, que forman parte de su colección permanente.
Y, lo más importante, la amistad, cariño que por muchos años Germana le entregara particularmente a Tencha. No había un viaje de Germana a nuestro país en que no saliera corriendo en el primer taxi a visitar a su querida Tencha, a su inolvidable Tencha.
Gracias, Germana, por ese cariño que supiste mantener y que alguna vez Matta había expresado a través del abrigo y otros gestos.
Roberto Matta es de los artistas más originales, creativos y reconocidos en el mundo que tenemos el orgullo de saberlo chileno, aunque tal como una vez dijo, se había puesto chileno después del golpe de 1973, por la solidaridad que había generado en el mundo la tragedia del Palacio de La Moneda. Él decía: "No me siento solo chileno, a mí me viene una cosa patriótica respecto de todos los países en los que matan a la gente. Yo tengo más bien un amor matrio, me interesa identificarme con esas cosas que van a procrear y crear valores".
Matta es un artista para el cual ver significa todo, porque según él esa es la única manera de abrir la conciencia y reponer el asombro en el ser humano. Para Matta, el espectador tiene que liberar su imaginación y poseer el cuadro, y que cada quien se dé cuenta de que tiene un "ojo-ser" que le permite mirar la realidad del mundo. Tal como declaraba: "Yo no pinto, yo veo en las manchas un cosmos. Yo parto de las manchas. Como la gente ve vacas en las nubes, yo veo mundos en las manchas".
Cuando murió su gran amigo y gran artista Nemesio Antúnez, nos cuenta Cecilia Valdés que se le pidió que se manifestara. Envió un poema con geniales dibujos que hizo en homenaje a su querido amigo. Esos expresivos "monos" aludían a lo musical. Lo tituló "Nos-otros te cantamos", y decía:
"¡Hermanador Nemesio!, y amor nuestro.
Y esto es lo que se sabe.
Que tu historia ha sido para todos nos-otros,
el encantador y re-organizador en Chile,
de un concepto nuevo de las trompetas y de la Artillería
el arte de hoy, en hoy y para hoy.
El Cosmo-now
Con un poderoso abrazo en la fuerza invencible de tus ojos.".
Nos sentimos orgullosos de haberle entregado el Premio Nacional de Arte a Roberto Matta recién retornada la democracia, como se recordó acá.
La propia Cecilia Valdés nos cuenta, en el cuerpo de Reportajes de "El Mercurio", que habló con él.
Eran cerca de las 8 de la noche en Europa. Su voz era juvenil y chilena, a pesar de sus más de 50 años en el exterior.
Empezó riéndose, pero una vez que le pregunta qué siente al haber recibido el premio, lanzó: "Yo no sé recibir premios. Nunca, por principio (propio de los surrealistas). ¿A quién se lo puedo pasar? Me gustaría cedérselo a un artista joven que valga la pena. Lo vamos a dar. Porque soy una especie de subdesarrollado que se ha desenrollado y se ha desarrollado. Hay que darle un valor al alma. Gracias por esto, pero yo no recibo premios. No quiero honores en la vida. Me voy para no tenerlos. Siempre me he escapado". En forma repentina cambió de tema.
Matta es un orgullo para Chile y todos nosotros. Siempre tendremos presente ese espíritu fresco, su originalidad, su humor, su genialidad, su rapidez para inventar frases, expresar lo que sentía, con la plena conciencia de que en todo momento estaba apostando por la utopía cotidiana.
Quiero saludar nuevamente, con un abrazo muy afectuoso, a Germana, felicitándola por todos esos años de compartir con Matta, recordando estas palabras de nuestro gran artista, con las que deseo finalizar este homenaje en nombre de nuestra bancada: "Yo creo que lo que se puede decir es que la utopía se parece al sueño en la vida corriente: si tú no duermes, te vuelves loco, de manera que tienes que dormir. Tiene que haber un sueño, tiene que haber un proyecto común que corresponda al sueño, que corresponda a soñarse en una cosa formidable que te saca del dolor cotidiano".
Querida Germana, estás en tu casa, y con el cariño de todos nosotros.
¡Matta, siempre presente!
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Por último, tiene la palabra el Senador señor Gómez.


El señor GÓMEZ.- Señor Presidente, intervengo en nombre de la bancada del Partido Por la Democracia y del Partido Radical Social Demócrata.
Roberto Matta, a sus 22 años, decide viajar a Europa, en una ruptura con su entorno, y tras recorrer varios países decide instalarse en París. Allí trabajó con el gran arquitecto Le Corbusier y conoció a los poetas Rafael Alberti y Federico García Lorca, en Madrid.
Tres años más tarde se instala en Londres, donde trabajó con connotados pintores ingleses; también se relacionó con otros artistas e intelectuales británicos.
Durante ese año Matta tuvo una breve estadía en Portugal, invitado por la poetisa chilena Gabriela Mistral, quien despertó en él su interés por la poesía del cubano José Martí y los postulados del mexicano José Vasconcelos en torno a la creación de brigadas culturales.
Entre 1937 y 1940, Matta definió su vocación artística. Conoció a Salvador Dalí, a través del cual también conoce a André Breton, quien tras ver sus dibujos lo invitó a formar parte del grupo surrealista. Comenzó a participar en importantes exposiciones, como la Exposición Internacional del Surrealismo en la Galería de Bellas Artes de París. Realizó sus primeros óleos surrealistas, a los que llamó "Morfologías Sicológicas".
La obra de este connotado artista se extiende desde los años 30 hasta hoy.
Fue partícipe y renovador del surrealismo y personaje decisivo en el grupo de artistas del expresionismo abstracto de los años 40.
En los inicios de su labor artística, sus obras reflejaron sus preocupaciones metafísicas, la importancia de creaciones religiosas. Dibujos figurativos que con el tiempo fueron evolucionando hacia una abstracción, con referencia de artistas de la época, como Dalí y Picasso, y la influencia de El Greco.
Elementos como el humor, el erotismo, la reflexión, el pensamiento, estuvieron presentes en estos inicios.
Comienza a inquietarlo la idea del espacio, que tendrá un papel protagónico en todo el desarrollo de la obra del artista. Este, entendido no como recinto de la materialidad, sino -él mismo lo dice- como un espacio de la especie, idea metafísica del espacio.
Luego desarrolló una etapa ligada al surrealismo, tendencia de la que participó y cuyas influencias se dejaron ver en obras posteriores.
Entre 1942 y 1944, aparecieron los primeros personajes en las obras de Matta, lo que acerca su pintura al humanismo. Buscó una representación del hombre que expresara su esencia contradictoria. Aparecieron la angustia, el dolor, la soledad y la incomunicación como temas recurrentes, y la infinitud del espacio se transformó en la soledad del hombre, situación que quedó expresada en varios de sus cuadros: un hombre perdido en el espacio eterno, con múltiples posibilidades y direcciones, sin que ninguna sea una verdadera salida.
De su estadía en Italia, alejado del grupo de artistas norteamericanos, surgieron una serie de cuadros, intentos de representación de un espacio multidimensional (abrir el cubo y encontrar la vida). Fue un intento por representar la idea del espacio total, del espacio tal como se muestra en la vida. Esta representación multidimensional se halla figurada en la obra del artista por medio de la abertura del cubo, que muestra de una sola vez sus seis caras.
En esta etapa de Matta en Italia, su trabajo intentó ser una denuncia de los poderes maquinales que esclavizan al ser humano en la sociedad moderna. Hubo una notable influencia del arte primitivo, especialmente de África y Oceanía.
En esa época, la crítica política influye en el contenido de su obra, la revolución cubana, como factor social, sin dejar de lado su preocupación por el hombre y la sociedad que lo rodea.
Durante los años sesenta reapareció la figuración de sus primeras obras, pero la expresión dramática se transformó en una glorificación a la vida y a sus transformaciones.
En la siguiente década, sus pinturas, de grandes dimensiones, abandonan paulatinamente la temática política para dar paso nuevamente a los temas metafísicos y a un cauce profundo.
Durante los ochenta se generaron dos líneas de trabajo: una cercana a la representación realista, que recrea la mitología mediterránea con escenas de la vida de los dioses o imágenes de personajes inventados, y otra, con una tendencia más abstracta, en la que alcanzó sus más altos niveles de expresividad metafísica.
El trabajo artístico de Matta ha sido extensamente estudiado y analizado en un intento de acercamiento y comprensión del universo que su obra alcanza. En tal sentido, han sido varios los calificativos propuestos para caracterizar su pintura, aludiendo a la abstracción, a la espacialidad, a la relatividad, a la transparencia, al movimiento y energía constante y sin fin, a la poesía, a la reflexión, al pensamiento.
Sin duda que su muerte, en el año 2002 en Italia, nos golpeó fuertemente. Quizás el sentimiento más importante que invadió a la sociedad chilena fue nuestro poco conocimiento de un genio del arte mundial.
No sé si a Matta le hubiese gustado que hoy estuviésemos aquí homenajeándolo. Sí puedo leer lo que él le señaló al diario El Mercurio en el año 1990, como lo recordara la Senadora señora Allende: "No, gracias, yo no recibo premios. Nunca, por principio. No quiero tener honores en la vida. Me voy para no tenerlos. Siempre me he escapado". Pero aun cuando no le gustaran los homenajes, nos asiste la obligación de rendírselos a un gran pintor como él.
Soy de aquellos jóvenes que lo conocieron por allá por los años 70 a 71, época que rememorara la Senadora señora Allende. Me tocó estar con él, aunque no puedo decir que fui su amigo. Era una persona impactante, desde el punto de vista de su mensaje, de sus conocimientos, de su forma de expresarse. Éramos todos jóvenes militantes de la Unidad Popular en un momento convulsionado en que el país atravesaba por dificultades. Pero ahí aprendimos mucho de una gran persona, de un gran artista como Roberto Matta.
Hace unos días, Televisión Nacional dejó a todo Chile emocionado con un hermoso documental titulado Inti Matta. Allí logramos ver, además del artista, al chileno universal que Matta representaba. Al joven diciendo Ven Seremos (con "s" y no con "c"). Al abuelo despertando la inventiva de su nieta. Al padre que abría ventanas al mundo a sus hijos.
Chile tuvo el honor de ser el lugar -en el sentido más profundo de la palabra "lugar"- donde nació Matta. Aquí tuvo a sus maestros y fundó parte esencial de su futura obra creativa.
Que estos actos que hoy hacemos sirvan para poner en las escuelas básicas más obras de arte, más muestras itinerantes de Matta y de otros artistas, más documentales como Inti Matta en la televisión pública.
Termino mi intervención, señor Presidente, saludando a Germana Ferrari y al embajador Fernando Ayala. Y en el centenario de Matta, en representación de las dos bancadas que he mencionado, le digo al maestro: "Ven Seremos".
Gracias.
El señor GIRARDI (Presidente).- Al concluir el homenaje que el Senado le ha querido brindar al pintor Roberto Matta, quiero agradecer la presencia de Germana Ferrari de Matta y de quienes la acompañan.
Para despedir a sus familiares y amigos, voy a suspender la sesión por cinco minutos.