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REAJUSTE DE INGRESO MÍNIMO


El señor LETELIER (Vicepresidente).- Proyecto de ley, en segundo trámite constitucional, que reajusta el monto del ingreso mínimo mensual, con informe de la Comisión de Hacienda y urgencia calificada de "discusión inmediata".
--Los antecedentes sobre el proyecto (7737-05) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 27ª, en 21 de junio de 2011.
Informe de Comisión:
Hacienda: sesión 28ª, en 22 de junio de 2011.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- El proyecto despachado por la Honorable Cámara de Diputados eleva a contar del 1o de julio el monto del ingreso mínimo mensual, para los trabajadores mayores de 18 y hasta 65 años, de 172 mil a 181 mil 500 pesos.
Asimismo, se establecen los nuevos valores, a contar del 1o de julio, para las asignaciones familiar y maternal del Sistema Único de Prestaciones Familiares y para el subsidio familiar.
La Comisión de Hacienda aprobó en general la iniciativa por la unanimidad de sus integrantes, Senadores señores Escalona, Frei, Kuschel, Lagos y Novoa.
En cuanto a la discusión en particular, la Comisión rechazó los cuatro artículos del proyecto por 3 votos en contra de los Senadores señores Escalona, Frei y Lagos y 2 a favor de los Honorables señores Kuschel y Novoa.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- En discusión general.
Antes de dar la palabra al Senador señor Tuma, solicito el asentimiento para que ingrese a la Sala el Subsecretario General de la Presidencia, don Claudio Alvarado.
--Se accede.
La señora RINCÓN.- Señor Presidente, que se abra la votación.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Se ha pedido abrir la votación, pero hay Comisiones autorizadas para sesionar en paralelo con la Sala.
El señor GÓMEZ.- Pero se votará primero en general.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Efectivamente.
El señor WALKER (don Ignacio).- Que se inicie la votación, pero manteniendo los tiempos.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- En la votación en particular, se requiere la presencia de todos los señores Senadores en la Sala.
¿Habría acuerdo para abrir la votación?
Acordado.
En votación general el proyecto.
--(Durante la votación).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Tuma.


El señor TUMA.- Señor Presidente, todos los años ponemos en tensión a los trabajadores, a sus familias, al Ejecutivo, al Congreso Nacional, respecto de cuánto será el aumento del salario mínimo, cuál debe ser el ingreso mínimo justo y cómo debería reajustarse este.
Y, repetitivamente, en cada oportunidad, se argumenta más o menos lo mismo desde todas las bancadas: que hay que considerar la inflación -la pasada; la futura-; la productividad; el crecimiento (el Banco Central sostuvo recientemente que fluctuará entre 6 y 7 por ciento), y el factor equidad.
Cuando conocemos la cifra con que el Ministro de Hacienda logró aprobar por escasos votos en la Cámara de Diputados este reajuste -a nuestro juicio, insuficiente-, nos damos cuenta de que nada tiene que ver con las expectativas de crecimiento. Y los trabajadores manifiestan que, pese a que el país crece, sus sueldos no lo hacen en la misma medida. Si Chile está creciendo al 7 por ciento y la estimación del Banco Central fluctúa entre 6 y 7 por ciento, ¿cómo otorgar menos?
El Ministro ingresa un proyecto de reajuste con 4,2 por ciento, recomendado por la comisión conformada al efecto. Después lo sube a 5,5 por ciento. Pero aún resulta insuficiente respecto de las expectativas de crecimiento y de equidad.
Nuestra economía y el modelo, que han sido tan exitosos para algunos, no lo son tanto para los trabajadores, y mucho menos cuando revisamos la distribución del ingreso. Chile posee uno de los peores índices en este aspecto, si se hace una comparación con el resto del mundo. Resulta grotesco el hecho de que cada vez quienes ganan mayor cantidad se diferencian más de los que ganan menos. No obstante en los últimos veinte años la pobreza ha ido disminuyendo y los pobres son menos pobres, siempre hay una gran diferencia entre los que más reciben y los que obtienen menos. Y este es un factor decisivo; este es el momento de hacer equidad, el momento de mejorar la distribución del ingreso.
Por eso, en mi opinión, el porcentaje propuesto resulta insuficiente. Cuando uno mira lo que está ocurriendo con la canasta de los alimentos y los servicios básicos, comprueba que el que menos aumenta (el pan) lo hace en un 4,8 por ciento. El resto está sobre el 10, el 15 o el 20 por ciento. Me refiero al agua, la luz, y ni hablar de los combustibles (el kerosene, el petróleo), los fletes, en fin.
Aquí hay un efecto multiplicador que ocasiona daño a las familias de menos recursos, porque deben destinar una mayor proporción de sus ingresos a productos de consumo básico, que son los que más han subido.
Entonces, resulta inequitativo y a veces inexplicable hablar de un país en desarrollo, exitoso, que exporta, que gana, que presenta altas expectativas de crecimiento y no actuar en consonancia cuando se trata del reajuste del salario mínimo que reciben los más afectados.
Se argumenta que la mayoría de los que perciben el sueldo mínimo están contratados por mipymes, que oponen resistencia a pagar más. Pero, si es así, si se trata del éxito de las micro, pequeñas y medianas empresas, entonces reduzcamos a la mitad aquel salario.
Sin embargo, el asunto no tiene que ver con eso, sino con el nivel de ingreso mínimo que los trabajadores y sus familias necesitan y que no se alcanza siquiera con el anunciado sueldo ético.
Y, en cuanto a las mipymes en particular, lo que faltan son instrumentos adecuados para permitir que ellas puedan desarrollar en buena forma sus actividades, sin que su éxito dependa de tener que pagar remuneraciones más o menos dignas. Su situación se relaciona con las tasas de interés, con los créditos, con cómo acceden a estos en igualdad de condiciones en los sectores que los ofrecen. Y la verdad es que no hay nada de eso. Se crearon las sociedades de garantía recíproca, las cuales han servido de muy poco; no han producido ningún impacto. No hemos entrado al fondo de la cuestión, que pasa por revisar totalmente el sistema crediticio, el sistema de garantías y los instrumentos con que el Estado cuenta para ayudar a las pequeñas y microempresas.
Por lo tanto, la excusa de que la mayor parte de los trabajadores que ganan el sueldo mínimo pertenece a las mipymes no debe ser obstáculo para, a ellos, darles un aumento digno, y a ellas, resolverles sus problemas a través de más y mejores instrumentos desde el Estado, desde los bancos y desde la legislación. Así tendrán éxito no solo dichas empresas, sino también la inmensa mayoría de quienes viven con el salario mínimo.
Hoy en la mañana celebramos una sesión especial donde se debatió la crisis de La Polar. Y, a pesar de las medidas de regulación que se puedan tomar, del establecimiento de comisiones, de mayores facultades al SERNAC o a la Superintendencia, algunos pensamos que la solución no va por ahí. Eso, para nosotros, constituye simplemente pirotecnia. El punto radica en las altas tasas de interés; en el cobro de intereses sobre intereses; en la mantención de un régimen de depredación de los sueldos de los trabajadores que permite quitarles, por un lado, el 20 por ciento que se lleva a las administradoras de fondos de pensiones, y por el otro, la parte que corresponde a intereses usurarios, metiéndoles la mano en el bolsillo.
De tal manera que, cuando analicemos el sueldo mínimo, tenemos que darnos cuenta de que también es necesario modificar un conjunto de cuerpos legales. Y, respecto al tema que analizamos en la mañana, relativo al escándalo de La Polar, sin perjuicio de las responsabilidades penales, administrativas, civiles y políticas, debemos ver cómo le resolvemos el problema del acceso al crédito -a un crédito justo- a la inmensa mayoría de los trabajadores, muy especialmente a quienes ganan el salario mínimo.
En consecuencia, señor Presidente, voto en contra del reajuste propuesto, que es mezquino a la luz de las condiciones que el país exhibe en la actualidad.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el señor Ministro de Hacienda.


El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- Muchas gracias, señor Presidente.
Me gustaría exponer a los señores Senadores las bases sobre las cuales está edificado el proyecto.
Me parece que en las discusiones y conversaciones que hemos tenido, tanto en la Comisión de Hacienda y en la Sala de la Cámara de Diputados, como en la Comisión de Hacienda del Senado, todos han expresado un sentido anhelo de mejorar en Chile la distribución de los ingresos. Eso es algo que todos compartimos.
Como ha quedado acreditado, Chile está en la región más desigual del mundo. Tenemos una desigualdad media-alta. Y aunque no somos el país con la mayor disparidad, estamos entre los que presentan índices más altos.
Sin embargo, señor Presidente, hay algunos elementos claves. En ninguna parte del análisis económico está acreditado que la forma de optimizar la distribución del ingreso sea a través del incremento del salario mínimo. Más bien, dicha distribución mejora en el tiempo cuando los países crecen, cuando ofrecen buen acceso a educación, tanto en términos cualitativos como cuantitativos, cuando reducen los niveles de desempleo, en fin.
Esas son las variables principales que explican en el tiempo el perfeccionamiento de la distribución del ingreso, y no está entre ellas el salario mínimo.
También hay que considerar quiénes son los más afectados por el salario mínimo y por el desempleo. Este último ha disminuido, siendo hoy de 7 por ciento. Pero esto esconde un promedio de 8,7 por ciento para las mujeres y uno de 5,8 por ciento para los hombres.
Por edad, la cesantía supera el 18 por ciento en personas entre los 15 y los 19 años. Dicho porcentaje disminuye fuertemente a medida que aumenta la edad. O sea, el desempleo afecta con especial gravedad a los más jóvenes, que, coincidentemente, son los que poseen menores niveles de capacitación.
El salario mínimo ha aumentado en forma importante en las últimas dos décadas y la brecha con la productividad ha ido aumentando. La productividad se ha incrementado menos de lo que lo ha hecho el ingreso mínimo.
Como proporción de la mediana de salarios -es decir, una suerte de promedio de los salarios- el ingreso mínimo representa el 63 por ciento del promedio salarial en Chile, al igual que lo que ocurre en Francia. Pero esa proporción es mayor que la existente en todos los otros países de la OCDE.
En términos de edad, quienes se hallan afectos al salario mínimo son mayoritariamente los más jóvenes. Por años de escolaridad, los que tienen menos están más afectos al salario mínimo. Y, en términos de número de trabajadores, los directamente afectos a dicho salario son del orden de 200 mil; los afectos en un rango entre 1 y 1,25 veces el referido ingreso, 600 mil, y los afectos en un rango entre 1 y 1,5 veces el salario mínimo, un millón.
Otro dato muy importante para el análisis, señor Presidente, es que el salario mínimo lo ganan trabajadores que están, fundamentalmente, en mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas), de tal manera que el 75 por ciento de ellos se desempeña en empresas con menos de 200 trabajadores, y el 38 por ciento, en empresas de hasta 9 trabajadores.
La informalidad en Chile ha ido disminuyendo en el tiempo. Entre el 2000 y el 2009, la informalidad -entendida como el porcentaje de trabajadores que no tiene contrato de trabajo-, bajó de 21 a 17 por ciento, pero entre los que ganan entre 1 y 1,25 veces el salario mínimo aumentó de 24 a 25 por ciento.
Por lo tanto, ahí hay otro elemento relevante: mientras más alto es el salario mínimo, más incentivo hay para la informalidad y la precariedad.
En el país la línea de pobreza cubierta por el salario mínimo llega a 2,9 veces, siendo la tasa más alta de América Latina después de Panamá, donde es 3 veces el salario mínimo. En el resto es menos.
También quiero poner en conocimiento del Senado que existen una serie de mecanismos a través de los cuales se complementa el ingreso de los hogares, entre ellos, el ingreso ético familiar, los bonos del Programa Chile Solidario, el subsidio al pago del consumo de agua potable, las pensiones solidarias, el subsidio a la discapacidad mental, el subsidio único familiar, las becas de alimentación para estudiantes.
Es decir, el ingreso que reciben las personas de escasos recursos no consiste solo en el monto del salario mínimo, sino que existen diversas otras prestaciones e instrumentos que lo complementan.
Señor Presidente, el año pasado, durante la discusión del salario mínimo en el Congreso, parlamentarios de todos los sectores me pidieron que intentáramos proponer un salario mínimo sobre la base de criterios objetivos, provenientes, ojalá, de una Comisión con integración transversal.
Yo tomé en serio esa solicitud. Y creamos una Comisión de Salario Mínimo, presidida por el destacado académico señor Harald Beyer e integrada por dos representantes de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), uno de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), un académico de la Universidad de Chile, uno de la Universidad Católica, un representante de la Confederación Nacional de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (CONAPYME) y uno de la SOFOFA y la Confederación de la Producción y del Comercio.
Esa Comisión decidió realizar en forma unánime algunas recomendaciones y proponer una regla. Tengo aquí el documento respectivo, firmado por todos sus miembros.
En primer lugar, consigna que, dados los actuales niveles del ingreso mínimo, existe una tensión entre el aumento de su monto y el mercado laboral, las posibilidades de empleo.
En segundo término, sugiere una regla basada en la productividad, la inflación y la tasa de desempleo, considerando una cláusula de escape cuando esta última alcance los dos dígitos.
Además, establece claramente las variables y las fuentes que deben utilizarse para hacer el cálculo.
Al aplicar la fórmula, llegamos a un reajuste de 4,4 por ciento, equivalente a un salario mínimo de 179.553 pesos.
Señor Presidente, deseo enfatizar que esta fórmula captura, por ejemplo, lo planteado por el Senador Tuma hace un momento: el crecimiento de la economía. Ello, porque a través de la productividad queda considerado el crecimiento. Si la economía crece más y nos va mejor, la productividad captura ese crecimiento. Y también captura, a través de la inflación, la necesidad de mantener el poder adquisitivo de los trabajadores.
El Gobierno ingresó a la Cámara de Diputados una propuesta destinada a aumentar a 180 mil pesos el ingreso mínimo mensual para los trabajadores mayores de 18 años y hasta 65 años de edad. Es decir, se incrementaba en 4,7 por ciento el monto actual, que asciende a 172 mil pesos.
El mismo porcentaje se aplicó al salario mínimo para los trabajadores menores de 18 años y mayores de 65 años de edad y al ingreso mínimo mensual con fines no remuneracionales.
Una fórmula similar se utilizó para ajustar el subsidio único familiar y la asignación familiar en su primer tramo.
El 4,7 por ciento era mayor que el 4,4.
En conversaciones sostenidas en la Cámara de Diputados se nos pidió hacer un esfuerzo y finalmente llegamos a una propuesta de 181.500 pesos, que contempla un 5,5 por ciento de aumento del salario mínimo, superior al 4,2 por ciento del año pasado.
Ese 5,5 por ciento representa un alza real del 2,2 por ciento, considerando, para medir el alza del costo de la vida, la inflación acumulada entre mayo de 1010 y mayo de 201l, como se hace cada año, dado que no conocemos cuál será el IPC de junio, mes en el que justamente se discute el reajuste del ingreso mínimo.
Es importante entender que ese 2,2 por ciento es sobre inflación -es decir, mejora en términos reales el poder adquisitivo de los trabajadores- y es superior al aumento promedio del salario mínimo en el período 2006-2009, que fue de casi 2 por ciento (1,98).
Esa fue la propuesta que llegó a la Comisión de Hacienda del Senado y que esta aprobó en general pero rechazó en particular. Y es la misma que el Ejecutivo repone hoy día aquí, en la Sala.
Gracias, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- A usted, señor Ministro.
--(Manifestaciones en tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- ¡Llamo la atención a los presentes en las tribunas!
--(Manifestaciones en tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Pido al público guardar silencio.
Tiene la palabra el Senador señor Frei.


El señor FREI (don Eduardo).- Señor Presidente, ayer en la tarde la Comisión de Hacienda discutió en general y en particular el proyecto de reajuste del ingreso mínimo.
Ahora hemos escuchado los planteamientos del señor Ministro, que corresponden a los que se hicieron ayer en el órgano técnico, donde la presentación fue más extensa.
Voy a referirme a tres o cuatro elementos que me parecen importantes.
En el último tiempo el valor de los alimentos se ha reajustado en una cifra que varía, según distintas estimaciones debatidas por los analistas, entre 7,2 y 7,4 por ciento; el del transporte, en 17 por ciento, y el de la electricidad, el gas y los combustibles, en 9,6 por ciento.
Estos son los rubros de mayor incidencia en los ingresos de los sectores de menores recursos. La incidencia de los alimentos, el transporte y la calefacción es muy grande entre las personas que ganan salarios más bajos.
Y nosotros creemos que el país está en condiciones de realizar un aumento más sustancial del ingreso mínimo. Por eso habíamos propuesto una cifra que se acercara más a ese 7 por ciento, que muchos han llamado también el "IPC de los más pobres".
El lunes pasado tuvimos una reunión de la Comisión de Hacienda para conocer el Informe sobre Política Monetaria del Banco Central, en el que se comprueba que este año tendremos una tasa de crecimiento del orden de 6 a 7 por ciento y un IPC estimado en 4 por ciento. Además, se entregaron todas las cifras macroeconómicas relativas a crecimiento, empleo, exportaciones, etcétera. Y todo ello muestra que el país mantiene una situación sólida.
Por lo tanto, creo que es posible, como dijo el señor Ministro, hacer un esfuerzo especial en favor de quienes tienen menos.
Quiero ligar lo anterior a un punto que discutimos largamente y que vamos a seguir analizando después de la semana regional: la ejecución presupuestaria.
De acuerdo a la información proporcionada por la Dirección de Presupuestos, en el primer cuatrimestre de 2011 aquella fue de cerca de 5 puntos menos que la del mismo período del año pasado. ¡El avance presupuestario del primer cuatrimestre más bajo de los últimos 7 años! Eso está muy marcado por la menor inversión del Ministerio de Vivienda y, sobre todo, por la del Ministerio de Obras Públicas, que representan aproximadamente el 50 por ciento de la inversión total en nuestras Regiones, considerando el Fondo Nacional de Desarrollo Regional y los recursos sectoriales.
Con relación al FNDR, el señor Ministro se había comprometido a entregar también una cifra complementaria del orden de 140 mil millones de pesos. En la Región de Los Ríos, al menos, no la hemos recibido. Y esperamos recibirla porque, de lo contrario, la tasa de desempleo superará el 10 por ciento.
Sabemos que con un salario mínimo bajo y una ejecución presupuestaria muy reducida los sectores más perjudicados son, indudablemente, los de menores ingresos.
Hay cifras que indican que más del 70 por ciento de los trabajadores percibe un ingreso inferior a 300 mil pesos mensuales. Y si consideramos solo los ingresos regionales, esta cantidad se reduce a cerca de 200 mil pesos. O sea, la mayoría de la fuerza laboral regional gana un sueldo similar al monto del salario mínimo. Estamos hablando de casi un millón de personas que perciben un ingreso equivalente al salario mínimo o un poco más (1,2 a 1,25 veces más).
Asimismo, el reajuste propuesto tiene implicancia en las discusiones de las distintas remuneraciones a nivel nacional: en las de los empleados públicos, a fin de año, y en todas las asignaciones y subvenciones del Estado.
Por lo tanto, hemos pedido -lo reitero y ya lo dijo el señor Ministro- hacer un esfuerzo mayor para ayudar a esas 900 mil familias que carecen de calificación laboral y que no pueden ni van a poder negociar colectivamente.
En consecuencia, solicitamos ese gesto como una herramienta de equidad social fundamental.
Asimismo, deseo referirme a otro punto, señor Presidente.
El Ministro de Hacienda siempre nos compara con la OCDE. Pero resulta que, a paridad de ingresos, el de nuestro país asciende a 15 mil dólares, en circunstancias de que las naciones de la Unión Europea que integran dicha organización internacional evidencian una media superior a los 32 o 33 mil dólares.
En tal sentido, estamos hablando de que nuestro ingreso apenas llega entre 40 y 50 por ciento al de la OCDE, por lo cual creo que la comparación no corresponde. Siempre es bueno contrastarse con dicha entidad pues congrega a países que están más arriba de Chile y no más abajo. No obstante, me parece que, para la situación particular que nos ocupa, debiéramos mirar las tablas de los países emergentes cuyos ingresos per cápita son similares al nuestro, ya que, de lo contrario, notaremos que el diferencial es muy fuerte.
Por último, deseo abordar lo relativo al aumento del reajuste que incorporó la Cámara de Diputados.
Tal como puntualizó el señor Ministro, pienso que debemos avanzar hacia la implementación de un sistema que se encuentre exento de las presiones de la coyuntura -de las votaciones, etcétera- y fijar un reajuste plurianual. Durante los años 1998, 1999 y 2000 así lo hicimos. Y en esa época los trabajadores obtuvieron importantes incrementos reales de sus ingresos.
En cuanto al punto que nos ocupa, tal como se lo manifesté a dicha autoridad, hubo un pequeño impacto al subir el monto que se resolvió. La Comisión especializada lo fijó en 179 mil pesos y, al final, se redondeó en 180 mil, con lo cual aumentó casi en un 1,1 por ciento más con respecto a lo que había resuelto dicho órgano y en un 0.8 por ciento en relación con ese diferencial.
En definitiva, se llegó a la conclusión de que en la Cámara de Diputados se necesitaban los tres o cuatro votos del PRI e Independientes para aprobar el salario mínimo. De lo contrario, el proyecto habría sido rechazado.
Por lo tanto, esa fue una decisión absolutamente política. O sea, se les dio un signo a esos votos que se requerían para aprobar el proyecto y se subió la cifra final a 181 mil 500 pesos. Y en ello no pesó ningún factor especial: ni el IPC antiguo, ni el que viene, ni el crecimiento económico. ¡Nada! Sencillamente se trató de una decisión política, pues se incrementó el reajuste en cierta cantidad con la finalidad de que la iniciativa resultara aprobada en la Cámara de Diputados.
Y, en ese sentido, conforme a todas las cifras que he entregado, nosotros pensamos -como dije- que el país puede hacer un esfuerzo mayor. Constituiría una señal de equidad social y también de dignidad para esas 900 mil familias que viven con el salario mínimo.
Considero que efectuar ese pequeño esfuerzo, dadas las circunstancias actuales y los acontecimientos que hemos visto en los últimos meses durante los cuales se ha reflejado un constante malestar ciudadano por la desigualdad extrema que hay en nuestro país, significaría realizar un gesto que serviría mucho, tal como lo hemos solicitado.
Si esa señal no existe, yo al menos votaré en contra del proyecto, al igual como lo hice ayer en la Comisión de Hacienda.
Gracias, señor Presidente.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Advierto, por última vez, al público que se halla en las tribunas que no están permitidas las manifestaciones.
El señor NAVARRO.- ¡No se ponga duro con los trabajadores ahora, señor Presidente!
La señora ALLENDE.- ¡No están haciendo nada!
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Señores Senadores, haré cumplir el Reglamento para todos por parejo, les guste o no, porque esa es mi responsabilidad de acuerdo a la normativa que nos rige.
Ofrezco la palabra al Honorable señor Andrés Zaldívar. No se encuentra en el Hemiciclo.
Puede hacer uso de ella el Senador señor Bianchi, y luego, el Honorable señor Sabag.


El señor BIANCHI.- Señor Presidente, desde hace bastante tiempo a la fecha, he señalado que este debate, en cuanto a si el salario mínimo es de mil 500 pesos más o mil 500 pesos menos, no debiera darse todos los años, sino cada dos o tres.
Y lo digo porque nuestra economía es, afortunadamente, sana y tenemos una inflación controlada.
Por lo tanto, para asegurar el sustento económico de las familias chilenas -insisto-, este reajuste debiera fijarse cada dos o tres años, a fin de proyectar de manera mucho más apropiada la situación de los trabajadores, tanto de los que laboran en el sector privado como en el sector público. Y, en la eventualidad de que se presenten condiciones económicas distintas, obviamente deberíamos ajustarlo a las circunstancias del momento. En tal sentido, siempre daremos una señal positiva al fijar incrementos que digan relación con la realidad que viven aquellos.
La suma de las cuentas de luz, agua, gas, telefonía, alimentos, arriendo, remedios, no da para pagarlas con el salario mínimo. ¡No alcanza, señor Presidente! Son verdaderos milagros los que nuestras mujeres y hombres deben hacer cada mes para lograr una mediana -¡mediana!- calidad de vida.
Por eso, quiero insistir en la siguiente reflexión.
Los sueldos, de una buena vez, debieran ser regionalizados. No es admisible que el salario mínimo en Santiago, donde la canasta básica es a lo menos un 20 por ciento más barata que en el resto del país, sea igual al que percibe un ciudadano que vive en Tierra del Fuego, en Puerto Williams o en otra Región.
¡No es justo, señor Presidente!
Como tampoco lo es el que ese costo tengan que asumirlo -lo dijo el propio Ministro de Hacienda- las mipymes (las micro, pequeñas y medianas empresas) que ocupan la mayor cantidad de mano de obra en el país.
En efecto, si queremos hablar en serio de respaldar y apoyar a las mipymes, los Gobiernos deberían presentar acciones concretas, con el objeto de que todo ese gasto no sea de cargo de ellas (muchas de las cuales corresponden a negocios familiares). Así se logrará incentivar a los pequeños y medianos emprendedores para que puedan pagar mejores sueldos.
Sinceramente, cuesta entender la presente discusión, señor Presidente.
Hoy día estamos entrabados en un debate de si son mil 500 pesos más, mil 500 pesos menos -¡esa es la discusión!- y no de cómo debiéramos abordar el verdadero problema que hoy día enfrentan las familias chilenas.
Y, fíjense señores Senadores, que voy a hacer un símil con la situación de La Polar, materia que abordamos en la sesión de hoy, a mediodía.
¿Por qué las personas acceden a esos créditos? Porque con 180 mil pesos mensuales están obligadas a vivir el resto de su existencia endeudadas. ¡Y esa es la verdad! Deben aceptar cualquiera que sea la tasa que se les cobre, porque no tienen otra alternativa para adquirir bienes que les permitan acceder a una mejor calidad de vida.
Y este no es un problema del actual Gobierno, ni de los anteriores ni de los que vendrán.
¡Este es un tema del Estado de Chile!
El Estado de Chile, así como debe asumir la responsabilidad en educación pública, en vivienda, en salud, también ha de empeñarse en que existan sueldos que posibiliten una mínima calidad de vida a nuestras familias.
Y eso mismo -no es peor ni mejor- ocurre con nuestros jubilados. Las pensiones que reciben nuestros adultos mayores, quienes se encuentran en las últimas fases de sus vidas, ni siquiera les alcanzan para pasar 15 días del mes.
Por lo tanto, este debate debería ser mucho más profundo, y definir de una buena vez, como Estado de Chile, con cuánto vive una persona.
En la Región que me honro en representar en el Senado -la de Magallanes- el costo de la vida es, a lo menos, 30 por ciento más caro que en la zona central.
Entonces, si un trabajador de mi Región gana el mismo salario mínimo que aquel que habita en un lugar donde la vida es 30 por ciento más barata, por supuesto que ello no es justo. Es preciso que exista una descentralización de los sueldos que dé cuenta de esa diferencia y recoja la realidad de los trabajadores, mujeres y hombres que viven a lo largo de nuestro país, fundamentalmente en las diversas Regiones.
Sin duda, no me voy a negar a votar favorablemente la idea de legislar. Me reservo el resto para luego. Además, tengo un pareo, así que probablemente ni siquiera voy a poder emitir mi voto.
No obstante, señor Presidente, debo decir que uno ve que los costos de la luz suben y suben; que con el gas y la energía en general ocurre igual cosa; que tenemos el agua más cara que muchos países del mundo; que la alimentación se encarece en más de 7 por ciento; que el valor de los arriendos sigue incrementándose, y mucha de esta gente ni siquiera puede acceder a una vivienda propia, por lo que está condenada a tener que vivir hacinada o arrendando.
¡La situación es tremendamente crítica! ¡Es dura!
Dividir 185 mil por 30 ¿cuánto da? ¿Seis mil y tantos pesos? ¡Una familia de cuatro, cinco, seis personas tiene que vivir con 6 mil pesos al día!
¿Alguno de nosotros puede lograr tamaño milagro? Obviamente que no.
Sin embargo, insisto: este no es un problema ni del Gobierno actual ni de los anteriores. Es el Estado de Chile el que no ha resuelto lo que de verdad debiera significar un salario no mínimo, ¡humano!, ¡un salario decente!, ¡un salario que brinde a nuestros trabajadores una mínima calidad de vida, para, de esa manera, proyectar mejor a las familias chilenas!
He dicho.
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El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- Ha llegado a la Mesa una solicitud del Senador señor Chadwick para ausentarse del país a contar del día 25 de junio.
--Se accede.
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El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Sabag.


El señor SABAG.- Señor Presidente, no cabe duda de que todos vamos a aprobar la idea de legislar, porque es evidente que los trabajadores merecen recuperar lo que han perdido por la inflación y, también, participar del crecimiento del país.
Sin embargo, las veces que repetimos este ejercicio -dos al año: cuando tratamos el salario mínimo y cuando debatimos el reajuste fiscal en diciembre-, cada cual llega con sus argumentos.
Yo siempre he señalado -mis colegas lo recordarán- que el Ministro de Hacienda tiene su responsabilidad. Él es quien lleva el manejo de la situación económica del país y debe proponer lo que estima legítimo desde su punto de vista. Y los parlamentarios, que representamos a la ciudadanía, enfrentamos esta materia desde la realidad que estamos viendo en cada uno de nuestros sectores.
Comprendo que el ingreso mínimo no lo pagan las grandes empresas, sino las pequeñas y medianas, las mipymes. Y muchas veces a ellas no les es tan fácil hacerlo. A una mipyme de dos, tres trabajadores le cuesta juntar estos recursos.
Aquí se entregan una serie de cifras cada año. Hoy día el Ministro nos dice que el reajuste real es de 2,2 por ciento y que es superior al que se dio el año pasado, e incluso al de varios otros períodos. Por supuesto, excluyo la época en que fue Presidente el actual Senador señor Frei, ya que entonces se concedió un reajuste verdaderamente extraordinario, que llegó a alrededor de 9 por ciento real. Nunca más se ha otorgado una cifra de esa categoría.
El Ministro pidió la otra vez que se formara una Comisión de distintas personalidades para que imparcialmente se pronunciara sobre cuál era el reajuste que correspondía dar. La Comisión arribó a una cifra, pero ella no calza con la que él mismo propone en este momento, que es superior.
Sin perjuicio de ello, creo que todos estamos de acuerdo en buscar un parámetro y en que lo llevemos a ley, para que se aplique en cada uno de estos reajustes. ¿Qué porcentaje se dará? ¿Se considerará la inflación pasada o la que va a venir? Pongámonos de acuerdo. Y, si el país crece, ¿se dará el 50 o 60 por ciento del crecimiento? Y esa tabla se aplicará para el salario mínimo y para el reajuste fiscal. De esa manera, nadie va a estar discutiendo que más, que menos; que para allá, que para acá.
En mi opinión, si legislamos sobre esa materia nos vamos a ahorrar todas estas discusiones estériles. En esta oportunidad, a lo mejor se va a requerir un trámite más. Tendremos que volver dentro de una semana o de diez días a tratar de despachar esta iniciativa de ley.
Yo espero que podamos determinar los parámetros y establecer un sistema que se aplique en cada oportunidad, sea para el salario mínimo o para el reajuste fiscal.
Es evidente que el sueldo mínimo no es el adecuado para la gente más modesta. El Senador Longueira, hace ya tres o cuatro años, propuso un ingreso ético. Y el Gobierno ha aceptado legislar sobre esa materia. Entonces, veamos cuántas familias reciben el salario mínimo y definamos cuánto es el ingreso ético -¿250 mil pesos?-, para que el Estado vaya adicionando esa mayor cantidad que le permita a la gente vivir en la mejor forma posible.
Las cifras dependen de con quién nos comparemos. Si es con la OCDE, por supuesto, podemos estar bajos. Pero acabamos de ver un proceso electoral en Perú, y el Presidente Humala se comprometió a que al término de su Gobierno el salario mínimo iba a ser de 267 dólares, 120 mil pesos chilenos. Y el Presidente Lula anunció la otra vez que cuando concluyera su Administración el ingreso mínimo sería de 100 dólares, 47 mil pesos chilenos.
Bueno, ¿de qué estamos hablando? En nuestro caso, de 384 dólares al día de hoy, y a lo mejor podemos llegar a un poco más.
Por eso, veamos cómo está la región y cómo estamos nosotros. Evidentemente, nuestros trabajadores no pueden quedar sin reajuste. Y yo espero que de las conversaciones que deberán llevarse a cabo a continuación podamos llegar a un resultado satisfactorio para todos.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Lagos.


El señor LAGOS.- Señor Presidente, esta discusión -soy Senador hace un año y tres meses- me toca por segunda vez. Creo que otros que han sido Diputados anteriormente ya llevan dos décadas debatiendo este asunto año tras año.
Los argumentos se repiten: un salario mínimo debe dar cuenta de una serie de necesidades, tales como no originar un desincentivo para la contratación de mano de obra; no trasladar la inflación de manera inercial hacia el futuro; reflejar los avances de productividad media que ha tenido el país de un año a otro; garantizar una canasta razonable de bienes y servicios que permita al generador del ingreso del hogar allegar lo que requiere el bienestar de su familia, etcétera.
Me referiré, en primer lugar, a una materia que no se halla directamente relacionada con lo que debemos votar hoy: la constitución -que yo miré con cierto optimismo- de la Comisión Asesora Laboral y de Salario Mínimo, que se instauró hace poco y que estaba integrada por representantes de distintas sensibilidades -dos o tres de la Central Unitaria de Trabajadores; de la academia; del sector empresarial-, quienes llegaron a una conclusión y elaboraron un informe.
El objetivo, a mi juicio, era doble: identificar qué parámetros deben considerarse a la hora de determinar el salario mínimo y, al mismo tiempo, tratar de generar en consecuencia un mecanismo de mayor permanencia y más institucional, que tratara de eliminar o de reducir en cierto grado la influencia de presiones, de lobby o de la propia política.
Digo "en cierto grado" porque el valor de la política va a seguir teniendo incidencia relevante en muchas áreas: no solo en la fijación del ingreso mínimo, sino también en la determinación de la carga tributaria, en el tipo de las regulaciones sociales que se requieren, etcétera. La política tiene un rol que jugar porque, al final del día, representa la visión de los ciudadanos.
La referida Comisión Asesora sugirió establecer un mecanismo automático de reajuste del salario mínimo en función de la productividad, de la inflación y de la tasa de desempleo, considerando esta última como cláusula de escape a la regla cuando la economía presente tasas de desocupación de sobre dos dígitos.
La mayoría de dicha Comisión -no hubo consenso- sugirió que la variación porcentual del salario mínimo fuera igual a la variación porcentual de la inflación pasada, más la variación porcentual de la productividad media de los trabajadores.
Cabe hacer notar que una opinión de minoría prefería considerar la inflación futura, cosa de frenar la inflación inercial.
Aplicando esa fórmula -entiendo-, el Ejecutivo efectuó su propuesta a la Cámara de Diputados: un proyecto de ley de salario mínimo con un reajuste de alrededor de 4,4 por ciento.
Voy a hacer un paréntesis, señor Presidente.
La mencionada Comisión Asesora, donde estuvo representada buena parte de quienes tienen algo que opinar sobre la materia, llegó a las conclusiones que, a juicio de un sector de aquellos que participaron en ella, debían ser objeto de ajustes en el informe final.
Yo lo lamento desde el punto de vista de que ahí se hizo un esfuerzo legítimo, sano, en el cual todos estuvieron debidamente representados, para llegar a tales conclusiones.
¿Por qué me di la lata de explicar esto en detalle, señor Presidente?
Cuando dije que siempre existía margen para la política, me refería a lo que ocurrió en la Cámara de Diputados.
Yo aspiro a tener, en lo posible, un sistema bastante más estable y automático, entendiendo que siempre va a haber un margen. Pero si este existe, debe distribuirse entre todas las fuerzas políticas.
Porque el reajuste propuesto inicialmente por el Gobierno, que implicaba un salario mínimo de 180 mil pesos, fue aumentado por él mismo en 1.500 pesos antes de la votación de la Cámara de Diputados.
Entonces, como lo señalaron Senadores que me antecedieron en el uso de la palabra, entre ellos el Honorable señor Frei, es dable preguntarse cuál fue el acto de magia que hubo en la Cámara Baja. Porque sucede que la fórmula en comento, que se consensuó, que estaba clara (inflación pasada más productividad media del trabajador), un minuto antes de la votación fue cambiada para que cinco Diputados, independientes y del PRI, aprobaran un incremento de 1.500 pesos.
Lo que quiero decir, señor Presidente -y no voy a hacer un festín con esta situación-, es que, por consiguiente, el Ejecutivo abrió espacio para que una fórmula supuestamente pura fuera ajustada.
En mi concepto, debemos evitar procedimientos como aquel, de ser factible.
Una fórmula podría ser -no ahora- la fijación de un mecanismo con dos o tres años de duración -con cláusulas de escape, si se quiere-, de modo que al término del período a la política sí le fuera factible intervenir en aquel.
Sin embargo, señor Presidente, eso ya no sucedió.
En consecuencia, ese principio -yo aspiraba a que el Gobierno lo mantuviera- ya se rompió: cuando se quebró la fórmula. Y ello, sin una explicación satisfactoria.
No estuve en la Sala hace cinco minutos. No sé si el Ministro de Hacienda habló sobre el punto. Empero, en la Comisión de Hacienda le pedimos decirnos de qué modo se explicaban los 1.500 pesos adicionales.
Pues bien: como la explicación no ha sido satisfactoria, aspiro a contar con un salario mínimo ligeramente mayor.
Y lo digo por lo siguiente.
Se han generado más de 400 mil empleos en un año y fracción; es lo que ha dicho el Gobierno. La economía viene creciendo bien. Creo que todavía quedan en ella holguras para que respecto del salario mínimo haya un reajuste mayor, un poquito más ambicioso que el ofrecido en este momento por el Ejecutivo.
No soy de los irresponsables que van a pedir un ingreso mínimo de 200 mil pesos mensuales, no porque no lo quiera para cada trabajador, sino porque creo que provocaría un daño macroeconómico serio y, al final del día, terminaría perjudicando a aquellos a quienes queremos beneficiar por ser los que tienen menores entradas debido al alza de la inflación.
Pero pienso que, rota ya la regla, cabe que el Gobierno haga un esfuerzo adicional para ajustar el salario mínimo y evitar, pese a la aprobación de la idea de legislar, el rechazo del guarismo que se nos propone. Y es lo que sucederá en mi caso, señor Presidente.
De todas maneras, quedo abierto para el evento de que el Ejecutivo impulse un mecanismo -como trató de hacerlo- para llegar a una fórmula un poco más automática, tal cual sucede en otros países, con una temporalidad de dos años o -como me señala el colega Bianchi- tres. En Alemania ocurre así con los trabajadores sindicalizados. Eso evitaría un desgaste innecesario y nos permitiría realizar una discusión más acorde con lo que se espera de quienes pertenecemos al mundo político, quienes a veces damos bote.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Rossi.


El señor ROSSI.- Señor Presidente, como expresó el Senador Lagos, "a veces damos bote". Y es cierto.
Parto manifestando que voy a votar en contra de la propuesta que se nos formuló, pues hay una contradicción entre lo que se dice y lo que se hace.
El Presidente de la República habla de que Chile crece y crece. Acaban de anunciar 200 mil empleos para los próximos doce meses: habrá en nuestro país 3 por ciento más de personas ocupadas. A las empresas les va bien. El precio del cobre está por las nubes.
Sin embargo, cuando uno ve qué porcentaje representa el salario mínimo con respecto a las remuneraciones medias -parámetro importante para determinar los niveles de igualdad existentes en un país-, concluye que Chile pasó del 35 por ciento en 1993 a 45 por ciento en 2009. Creció. Pero está muy por debajo del promedio latinoamericano, que es de 49 por ciento.
En Paraguay el salario mínimo representa 82 por ciento del sueldo promedio; en Perú, 75 por ciento; en Ecuador, 66 por ciento; en Colombia y Panamá, 54 por ciento.
Segunda consideración.
Se tiende a decir que no demasiados trabajadores perciben el ingreso mínimo y que ellos solo pertenecen al sector de las mipymes.
Es cierto que se concentran en la agricultura, en la construcción, en el comercio, en actividades hoteleras, en restaurantes. Pero también lo es que las cifras se hallan muy subvaloradas, pues se esconden bajo prácticas de externalización de trabajadores tremendamente extendidas: cajeros, guardias, procesadoras o manipuladoras de alimentos que trabajan en jardines infantiles, en escuelas. Estuvieron en la Cámara de Diputados hace poco justamente viendo lo relativo a la licitación de su contrato: ¡salario mínimo!
¿Para qué es el ingreso mínimo? Esa es la pregunta que debemos formularnos cuando discutimos este tema.
La Organización Internacional del Trabajo dice en el artículo 3 del Convenio 131 que, básicamente, el salario mínimo es para atender las necesidades de los trabajadores y de sus familias; hacerse cargo del costo de la vida, de las prestaciones de seguridad social y del nivel de vida relativo de otros grupos sociales.
Claramente, en Chile, cuando uno ve el costo de la vida -y comparto lo expresado por el Senador Bianchi en el sentido de que es mucho más elevado en las zonas extremas, como la que yo represento- y observa el nivel de existencia relativo de otros grupos de trabajadores, se da cuenta de que es necesario considerar este aspecto a la hora de fijar un salario mínimo.
Otro factor importante que, según la OIT, es indispensable considerar a la hora de hablar de ingreso mínimo son los factores económicos, incluidos los requerimientos del desarrollo, los niveles de productividad y, también, todo lo que tiene que ver con el crecimiento.
Chile está creciendo. Hoy día el Gobierno nos plantea que la expectativa -lo ha dicho el Banco Central- es de 6 por ciento.
Se ha sostenido que la inflación alcanzará a 4 por ciento. Por lo tanto -y esto es bien importante-, el incremento real del salario mínimo este año será de menos de 2 por ciento: 1,5 por ciento. ¡Una de las cifras más bajas en los últimos 20 años!
¿Pero sabe para qué es importante el salario mínimo, señor Presidente? Para tratar de acercar la brecha entre esa cifra y el ingreso que determina la línea de la pobreza.
En la actualidad -y esto también hay que considerarlo-, la canasta básica está en alrededor de 70 mil pesos, debido a que el IPC de los alimentos se ha incrementado durante los últimos meses en cerca de 7,2 por ciento. En 2006 se hallaba en 47 mil; en 2009, en 64 mil.
Por consiguiente, si fijamos el valor de la canasta básica en 70 mil pesos y lo multiplicamos por el número de miembros promedio de una familia del quintil más pobre, del 20 por ciento más pobre, nos damos cuenta de que la línea de la pobreza se halla en 294 mil pesos.
¡Qué lejos están de esos 294 mil pesos los 172 mil del salario mínimo actual!
Aquello es lo que busca asimismo el salario mínimo. Porque para eso existe. Si no, a lo mejor no sería necesario.
Como dije, el salario mínimo -y así lo determina el mencionado Convenio de la OIT, que Chile suscribió- sirve justamente para disminuir la brecha que da cuenta de una tremenda desigualdad entre quienes ganan más y los que ganan menos, que establece la inmensa distancia existente entre el actual ingreso mínimo y la línea de pobreza.
El Gobierno habla de "ingreso ético familiar" -por ahí andaba el Ministro de Planificación, don Felipe Kast-, pero todavía no entendemos bien cómo va a funcionar en la práctica el proyecto pertinente, más allá de la transferencia directa de algunos recursos.
Entonces, aprovechemos esta oportunidad para dar una señal potente: cuando al país le va bien, a los más pobres también les va bien; y nos vamos acercando. Sin demagogia, sin populismo, como dijo el Senador Lagos.
Estamos convencidos -y por eso la Concertación va a votar en contra de la propuesta que se nos hizo- de que es perfectamente posible realizar un esfuerzo superior, acorde con el momento que vive Chile y con la necesidad de disminuir la tremenda desigualdad existente, la que en gran parte explica las movilizaciones sociales que han azorado a nuestro país.
Así que, sinceramente, quiero solicitarle al Ministro de Hacienda -por intermedio de la Mesa- que, tal como entregó 350 pesos a cada uno de los Diputados independientes, a los "Diputados bisagra", cuyos votos valen mucho más porque de alguna manera logran romper el equilibrio en esta democracia empatada, se siente a negociar y conversar también con nuestro bloque de 20 Senadores.
Porque no entiendo -lo expresaron muy bien los colegas Lagos y Frei- cuáles fueron los criterios técnicos, los argumentos económicos tenidos en vista para incrementar en la Cámara de Diputados la propuesta de salario mínimo hecha originalmente por el Gobierno.
¿Por qué aquí no podemos lograr un aumento? ¿Por qué no ha habido aquí ningún tipo de flexibilidad para considerar los planteamientos de la Concertación?
El Presidente Piñera dice: "¡Democracia de los acuerdos! ¡Volvamos a la década del 90!".
Por cierto, estamos viviendo otro período de la vida y de la historia de Chile.
¡Pero qué clase de acuerdos, cuando el Gobierno no escucha!
Y lo que estamos planteando es absolutamente razonable: acerquémonos a los 185 mil pesos; hagamos un esfuerzo mayor.
Por eso, señor Presidente, vamos a votar en contra de la propuesta que se nos formuló.
A lo mejor todavía tenemos unos minutos o algunas horas para llegar a un acuerdo con el Ejecutivo, que no sería bueno para la Concertación ni para el oficialismo, sino para los cientos de miles de personas que viven con el salario mínimo y que, en la práctica -lo decía el Senador Bianchi-, hacen un milagro para subsistir con tan pocos ingresos.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Navarro.


El señor NAVARRO.- Se confiscó en las tribunas una bandera de Chile. Ojalá que los guardias la devuelvan y muestren el mismo celo con todos, no solo con los trabajadores.
Señor Presidente, un millón y medio de personas ganan el sueldo mínimo. Lo dijo el Ministro.
¿Quién vive con ese tipo de ingreso?
Le contaba al Senador Lagos que la primera vez que integré la Comisión de Trabajo en la Cámara de Diputados, el año 94, partimos debatiendo sobre por qué se sometía a la discusión del Congreso el incremento del sueldo mínimo cuando las únicas posibilidades de sus dos ramas era aprobar, reducir o rechazar el porcentaje propuesto por el Ejecutivo.
¡Las Cámaras no tienen ninguna probabilidad de subir el porcentaje que les plantea el Gobierno!
Por lo tanto, se trata de un juego de bandidos: nos obligan a debatir y a presionar para subir el monto del sueldo mínimo, respetando la voluntad de la mayoría de los trabajadores, pero sin que tengamos ninguna facultad.
¡La monarquía presidencial, una vez más! ¡Un sistema que se agota en Chile: la Constitución de Pinochet!
En definitiva, nos obligan a discutir sobre algo que debería operar con un mecanismo diferente.
Chile se está volviendo un país de bonos: para salud; para educación (algunos quieren bono para la educación superior: van a fracasar; creo que por ahí no va la cosa); para el invierno.
Señor Presidente, si pudiéramos realizar un debate, ¿en cuánto se calcula lo que debería ganar un trabajador?
En 2007 el Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Alejandro Goic, habló del sueldo ético: 250 mil pesos. Y fue asertivo, porque asumió la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Es la misma Iglesia católica que combatió a la dictadura, que asiste a los desvalidos, que demanda una actitud moral del mercado, de los bancos.
¿Cuánto ganaron los bancos el año 2010? ¡3 mil 300 millones de dólares!
¿Cuánto están percibiendo en el primer y segundo trimestres de 2011? ¡Superan ampliamente sus ganancias!
En este país algunos ganan y ganan, y otros tienen que pagar intereses y más intereses.
En un caso está La Polar; en el otro, todos aquellos que se endeudan para poder vivir.
Monseñor Goic decía: "No hay que hablar solo del Padre Hurtado cuando se conversa sobre milagros; hay que hablar también de la doctrina".
Y el Padre Hurtado expresaba: "Hay que dar hasta que duela".
Señor Presidente, siento que en Chile a algunos les comienza a doler el bolsillo apenas meten la mano. ¡Ni siquiera la sacan de él y ya están con un agudo dolor en el pecho, en la muñeca...!
Claramente, tenemos un país con pésima distribución del ingreso.
Yo le preguntaría al Ministro Larraín si el salario mínimo es un mecanismo redistributivo.
¿Por qué existe el ingreso mínimo?
La Ministra del Trabajo, señora Evelyn Matthei, afirmó en esta Sala y en la de la Cámara de Diputados que el sueldo mínimo no era necesario. Lo dijo como Senadora y como Diputada.
¿Cuánto ganarían los trabajadores si no existiera el ingreso mínimo? Por cierto, no lo que perciben hoy, sino mucho menos.
El salario mínimo constituye siquiera un sujetador para que los ingresos no sigan bajando, para que no haya abusos.
Señor Presidente, si tuviéramos una política tributaria -es un debate que podríamos realizar: 17 por ciento en Chile, 30 por ciento en Argentina y el resto de los países- más agresiva a favor de los más pobres, de los más vulnerables, que nos permitiera una mayor recaudación, podríamos hacer una redistribución mejor.
Hay quienes dicen que si subimos el sueldo mínimo baja el empleo. Ese es el gran debate de los economistas.
Entonces, busquemos otro mecanismo de redistribución. Porque lo que nos importa es el ingreso familiar: cómo se para la olla, con cuánto sobrevive una familia.
En esta encrucijada, votar que no significa dejar sin reajuste a los trabajadores que perciben ingreso mínimo. Pero todavía queda la Comisión Mixta. Existe una posibilidad de acuerdo. ¡A ver si, mágicamente, lo que pasó en la Cámara de Diputados ocurre en el Senado...!
El Ministro de Hacienda debe saber que si negoció en la Cámara Baja tiene que estar disponible para hacerlo en esta Alta Corporación.
En la otra rama del Congreso puede hacer mayoría. Aquí, no.
Debería haber dejado unas lucas para negociar acá. ¿Para qué sirve un Senado con mayoría de Oposición? Precisamente, para enfrentar al Gobierno.
Este ejercicio de perdedores que hacemos cada año no ha sido siempre así.
Una vez con el Ministro Arrate logramos un acuerdo de tres años con la CUT. Se estableció un sueldo mínimo para ese período, lo cual dio estabilidad y evitó un angustioso debate, como el que estamos teniendo hoy.
Algunos dicen: "Después la economía no creció tanto y ganaron más los trabajadores".
¡Qué pena para algunos que hayan ganado más los trabajadores...! ¡Qué bueno para nosotros que eso sucediera!
Por cierto, el crecimiento fue menor y determinamos un reajuste mayor.
Señor Presidente, siento que si tuviéramos trabajadores con verdadera capacidad para negociar podríamos consentir en no efectuar este debate sobre el sueldo mínimo.
Pese a ser un derecho constitucional, ¡solo 6 por ciento de los trabajadores negocia colectivamente!
¿Y qué es la negociación colectiva? Si trabajo más, gano más.
¡Qué complejo principio de solidaridad, de honestidad!
El 94 por ciento restante no tiene posibilidad alguna de acceder a la negociación colectiva.
Por lo tanto, la asimetría que dicen que existe entre trabajadores y empleadores o entre empresarios y trabajadores tiene que ser resuelta de alguna forma.
El debate parlamentario es al menos factor de equilibrio entre los poderosos y los débiles.
Porque, a decir verdad, los poderosos, los grupos económicos no están interesados en lo que aquí resolvamos, pues ya saben cómo actuar. Porque, en el campo de oscilación entre las 172 y las 183 o 184 lucas, ya tienen dimensionados sus ajustes, ya están garantizados los impactos económicos.
Uno podría decir, señor Ministro, que es cierto que no podemos subir más el monto del incremento porque usted manda. Antes mandaba Velasco; hoy día, Larraín. Todos los Ministros de Hacienda están cortados por la misma tijera. No se diferencian mucho: fueron a Harvard; estudiaron en la Universidad Católica. En último término, tal parece que no importa mucho quien sea el titular de Hacienda, sino el tipo de sistema económico existente.
El proyecto sobre incremento del sueldo mínimo nos permite discutir un poquito sobre política, sobre ética, y decir nuestra opinión acerca de la sociedad que estamos construyendo. A mí, por lo menos -y creo que a muchos de los que están aquí les sucede lo mismo-, no me gusta.
Entonces, señor Ministro, ¡cómo logramos más justicia social sin que sea a partir del aumento del sueldo mínimo! Porque usted dice que al incrementarlo en los términos que planteamos se afecta la economía y se hace subir la inflación, lo que termina perjudicando a los trabajadores, quienes son los que pagan el IVA (el que aprobamos el año 37 lo mantenemos hasta ahora).
¡A los empresarios les devuelven todo el IVA! ¡A los que pagan el pan, los alimentos, la ropa, no!
Todos los Ministros han dicho que ese impuesto es regresivo, pues lo pagan los más pobres.
Entonces, señor Presidente, tenemos que redistribuir.
Discutir en dos días el reajuste del sueldo mínimo es inmoral. Lo digo y lo reitero. Se lo pregunté al Senador señor Frei. ¿Con cuánto tiempo se está tratando el ingreso mínimo?
Como lo he planteado previamente -conservo mis discursos al respecto de todos los años anteriores-, ¿por qué no nos ocupamos del asunto en la Comisión permanente de Presupuestos? ¿Por qué no realizamos un debate serio? ¿Por qué lo abordamos a matacaballo en dos días y bajo presión?
¡La materia no se discute, como me acota el Senador señor Lagos! Lo que se hace es rechazar o aprobar.
Y, por último, ¡a lo que salga!
Estimo que eso no es ser serio con los trabajadores. Pienso que podemos recurrir, entonces, a mecanismos adicionales. Si el señor Ministro de Hacienda nos dice que no podemos redistribuir a partir del ingreso mínimo, entonces conviene buscarlos.
Hemos hecho referencia al IVA diferenciado. ¡Los economistas se asustan...! En Brasil existe: para el pan, para los alimentos básicos.
Como decía el Senador señor Bianchi, las cosas no valen lo mismo en Punta Arenas y en Arica. La bencina cuesta más cara en Biobío, donde la producimos en la Refinería de Hualpén, que en Santiago. Esas son las diferencias de vivir en Regiones.
Por lo tanto, uno se pregunta por qué no el IVA diferenciado.
¿Cuál va a ser el mecanismo de redistribución para compensar al sector laboral?
Un trabajador puede llegar a gastar el 14 por ciento de su ingreso en transporte público. Y, por cierto, destina también un 15 por ciento a comprar pan.
¿A cuánto estamos aspirando en este gran debate? A mil 500 pesos...
El señor LAGOS.- Adicionales.
El señor NAVARRO.- ...adicionales. Descontando el IPC, ¡dos kilos de pan! ¡O sea, la gran discusión en el Senado de la República de Chile sobre cómo subir el ingreso mínimo dice relación con dos kilos de pan para los trabajadores...!
El señor LAGOS.- ¡Batido...!
El señor NAVARRO.- ¡Al mes! ¡Dos panes diarios!
El señor MUÑOZ ABURTO.- ¡Corriente...!
El señor NAVARRO.- Y corriente. No es el producto especial del Lider Express...
Entonces, pienso que tenemos que mejorar, por el bien de todos, en cómo hacer más serio el debate y cómo enfrentar la posibilidad de beneficiar en verdad a los trabajadores a fin de poder aumentar efectivamente la distribución del ingreso.
Cabría esperar una discusión, no solo del ingreso mínimo, sino también, particularmente, de otros aspectos que liquidan al sector laboral. Ello se ha planteado con relación a La Polar, a los impuestos sobre impuestos. La idea es que sea posible decir: "Este es el ingreso mínimo que podemos fijar, más un conjunto de otras medidas adicionales para poder mejorarlo que han sido anunciadas por el titular de Hacienda, sin enumerarlas.".
Voy a votar en contra, señor Presidente, porque creo que todavía podemos negociar un poco más con el señor Ministro. Si no, seríamos malos negociadores. Y el señor Ministro sería un mal Ministro si no guardó nada para negociar en el Senado.
Pero creo que la cuestión puntual radica en la redistribución de la riqueza. Eso pasa por un debate político y, fundamentalmente, ético, moral. Y es preciso estar disponible para darlo no solo cuando discutimos el ingreso mínimo.
¡Patagonia sin represas, señor Presidente!
¡Nueva Constitución, ahora!
--(Aplausos en las tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Los asistentes en las tribunas debe guardar silencio. Es preciso respetar todas las opiniones. Se prohíben las manifestaciones, a favor o en contra.
Como la Honorable señora Allende no se encuentra en la Sala, tiene la palabra el Senador señor Kuschel.


El señor KUSCHEL.- Señor Presidente, como decían otros colegas, hemos discutido el tema prácticamente todos los años, habiendo acumulado cierta experiencia.
El señor NAVARRO.- No todos.
El señor KUSCHEL.- Casi todos. A veces, lo hemos hecho con relación a períodos de tres años, de dos, en fin.
Y creo que hemos reunido alguna experiencia de éxito y de fracaso en la materia.
El que nos ocupa -recordémoslo- no es el único ingreso mínimo de las personas más pobres. Afortunadamente, con el tiempo, hemos podido ir creando una especie de red social de apoyo: un ingreso familiar, que se ha ido configurando; los bonos de Chile Solidario, como se mencionó -el de egreso, subsidio a la cédula de identidad-; el subsidio al consumo de agua potable; becas de distinto tipo; pensiones solidarias; alimentación escolar; subsidio a la discapacidad; subsidio único familiar; subsidios AUGE, en salud; becas de alimentación de otro tipo; ayudas a la tercera edad.
Entonces, no se trata solo de la situación en examen. Ello, por una parte.
Después, se mencionó aquí la experiencia histórica -entre comillas- de negociar por tres años el ingreso mínimo. Me parece que esa experiencia fue triste para los trabajadores, porque el reajuste ascendió a algo así como 15 por ciento o un poco más...
¿Cuánto fue?
El señor NAVARRO.- De 12 por ciento.
El señor KUSCHEL.- De 12 por ciento.
En 1998...
El señor NAVARRO.- Cuando fue Ministro el señor Arrate.
El señor KUSCHEL.- ...partimos con una cesantía de 6,4 por ciento, la cual, después de esa negociación, saltó a 10,1 por ciento; 9,7 por ciento; 9,9 por ciento, etcétera. Y recién ha venido a caer ahora último. Nos salió caro. ¿Por qué? Porque, como se ha dicho, el ingreso mínimo impacta en mayor proporción precisamente a las personas de menor calificación, de menor capacitación y, en especial, a las mujeres.
Tales antecedentes se hallan a disposición de los señores Senadores y son conocidos. Les pido considerarlos en su análisis.
Y aquí nos han entregado las cifras de edad en relación con el desempleo, registrado en mayor medida entre la población menor de 24 años, que es la cubierta principalmente -entre comillas- por el ingreso mínimo.
Adicionalmente, se han creado hasta ahora casi medio millón de empleos. Así que una fuerza vigorosa natural los está generando, sin ser los del ingreso mínimo, sino otros con bastantes mejores remuneraciones. Y algunas Regiones -por desgracia, no es el caso de la que represento- prácticamente no cuentan con trabajadores para determinadas faenas, en particular las mineras, en el norte. Para eso no se ha requerido ningún ingreso especial, ninguna ley.
En seguida deseo referirme a cuántos son los afectos finalmente al ingreso mínimo. En su expresión de 181 mil 500 pesos, este dice relación con 200 mil personas. Aquí se mencionó un millón y medio. Si se consideran niveles mayores, como 1,5 de ingreso mínimo, se puede llegar a un millón 600 mil personas, de algo más de 7 millones a que asciende la fuerza laboral.
Desde un punto de vista técnico -como he dicho, hemos acumulado una experiencia de aciertos y desaciertos en todos estos años, para bien o para mal, la cual es preciso tener en cuenta-, se ha llegado a establecer una especie de fórmula que los mismos expertos, de todas las corrientes, han recomendado, sobre la base, en particular, de la inflación pasada. Este es el elemento que más pesa.
Varios señores Senadores han destacado la importancia del aumento de precio registrado en los alimentos, la energía, los combustibles. Eso es lo que más se pondera. En el caso de que se trata, la inflación pasada representó un 3,3 por ciento.
Para la productividad, en la versión original, se contempló un 1,1 por ciento. Eso dio el 4,4 por ciento propuesto inicialmente por el Gobierno en la Cámara de Diputados. Ahora estamos considerando un 2,2 por ciento en total para ese factor.
En Chile y otros países se ha comprobado que si el ingreso mínimo se reajusta en una proporción mayor, la inflación sube en una proporción también mayor. Por eso, se usa para el cálculo la inflación pasada. Ello ha sido estudiado por economistas, profesores, en fin.
Como soy economista, "lamentablemente", pongo cuidado en estas cosas, porque, así como en algunas ciencias se llega a ciertos resultados, creo que en Economía ocurre lo mismo. Y en Chile hemos utilizado razonablemente la técnica de la Economía, más bien, para lograr ciertos resultados que, sumando y restando -porque no hemos acertado en todo-, han sido favorables.
Entonces, señor Presidente, deseo finalizar solicitando a la Sala que apoye el ingreso mínimo planteado, el cual, por las razones expresadas, no cubre todo el universo de los trabajadores, mas sí constituye un elemento importante. Técnicamente, estamos yendo un poco más allá de las recomendaciones de los expertos. En esta materia no se trata solo de técnica -es algo que ya se mencionó-, sino que también median consideraciones políticas, pero no podemos traspasar ciertos límites.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra la Senadora señora Allende.


La señora ALLENDE.- Señor Presidente, una vez más nos toca discutir sobre el ingreso mínimo.
Puedo compartir lo expresado por otros Honorables colegas en el sentido de que ojalá contáramos con los instrumentos y el consenso requeridos para fijar un monto en lo posible trianual o, por lo menos, plurianual, y evitar el debate año a año, que siempre es bastante duro.
Y lo es porque, como lo manifestó el propio señor Ministro, vivimos en la región más desigual del mundo, sin perjuicio de que, además, Chile es uno de los países con mayor inequidad y disparidad. Los veinte años de Gobiernos de la Concertación permitieron reducir la pobreza de manera muy significativa, pero, claramente, no hemos logrado disminuir las desigualdades como hubiera sido deseable.
Además, si se consideran los tres primeros quintiles, se observa que el 60 por ciento de la población vive con cerca de 500 mil pesos mensuales.
El asunto en debate se plantea junto con otras situaciones. Por ejemplo, celebramos hoy al mediodía una sesión que debió ser de mayor duración, lo que no fue posible por la falta del visto bueno necesario, pues resulta evidente que había mucho más que conversar. Fue interesante, sin embargo, porque es preciso tratar una cuestión que ha afectado enormemente a la opinión pública. Hago referencia, por supuesto, al caso de La Polar, que me parece uno de los mayores fraudes comerciales acaecidos en el último tiempo en el retail y en el que se ha demostrado una conducta delictual respecto de la cual espero de verdad que se aplique todo el rigor de la ley. Más de 400 mil personas se han visto completamente afectadas en su desarrollo personal y familiar y en su proyección de vida, en virtud de repactaciones unilaterales inconsultas, no comunicadas, en las que se aplicaron intereses, gastos y más intereses, según lo que se ha conocido en forma dramática.
Al preguntarme cómo se sentirá hoy día esa gente, los señores Senadores podrán pensar en qué motivo puede concurrir para hacer referencia a lo ocurrido en dicha empresa y no al ingreso mínimo.
Lo que sucede es que este último es tan bajo todavía para la gran mayoría de los trabajadores, que una familia de cuatro integrantes, en promedio, debe endeudarse para vivir. Y después sigue haciéndolo, a veces de una manera en que la "pilla la máquina".
Porque, además, la industria del retail ha descubierto que lo mejor para ella es que los chilenos vivan endeudados, ya que, al final, gana intereses e intereses sobre intereses y nunca se ha legislado sobre la tasa de interés máxima convencional.
Entiendo que mi Honorable colega Ruiz-Esquide presentó una moción sobre la materia. Me alegro mucho. Ojalá que el Senado la discuta y la apruebe, y que de una vez por todas fijemos algún criterio con respecto a lo que entendemos por una tasa usuraria, hasta dónde llega el interés máximo convencional, etcétera.
En la situación expuesta no funcionó ningún mecanismo de fiscalización. Las alertas tempranas venían de épocas pasadas y fueron ignoradas en el Gobierno. Los efectos registrados obedecen a que tenemos familias que se endeudan para poder vivir y empresas que, como ya señalé, ofrecen créditos con facilidades tremendas, bastante irresponsablemente en muchos casos.
Incluso, presenté en la Cámara de Diputados una moción sobre la materia, por cuanto no me parecía conveniente el acercamiento a estudiantes universitarios para ofrecerles todo tipo de tarjetas. La idea era que la empresa se hiciera cargo si en determinado momento no existía posibilidad de pago, en la medida en que su irresponsabilidad la había llevado a otorgar una tarjeta sin siquiera hacer un estudio mínimo del perfil del estudiante para ver si efectivamente tenía capacidad de financiamiento.
Este es un cuento que ha venido arrastrándose, señor Presidente. A mi juicio, Chile es uno de los países con personas más endeudadas. El señor Ministro también lo sabe.
Y es una caldera que va a reventar. No podemos seguir así. ¡La realidad es que a la gente no le alcanza para vivir!
La canasta básica está subiendo día a día. Aumenta el precio de la parafina, del transporte, de la alimentación, de todos los elementos que la componen. Si se aplica el cálculo del MIDEPLAN, una familia de cuatro personas requeriría 260 mil pesos para adquirirla. Y nos encontramos discutiendo ahora si se da un punto y medio más de lo contemplado en el proyecto original que se envió a la Cámara de Diputados.
Todos los señores Senadores le han dicho al señor Ministro: "En el último tiempo estamos hablando de una economía sólida, que crece, que ha generado empleo; de un precio del cobre altísimo; de muchísimos recursos disponibles; de la aprobación de un Presupuesto con que pocas veces había contado un Gobierno, y, sin embargo, estamos todos sorprendidos de la baja ejecución presupuestaria".
Esto último también incide, señor Presidente. Porque la construcción, por ejemplo, es una actividad importante. Y la baja ejecución presupuestaria mostrada por el Gobierno y que llama la atención, ya que creo que es la menor en los últimos siete u ocho años, está afectando justamente a ese sector, que es uno de los dependientes del ingreso mínimo, y a sus trabajadores. Las inversiones en vivienda y obras públicas son generalmente las que generan más empleo.
Por cierto, votaremos a favor de la idea de legislar. Ninguno de nosotros podría estar en contra de ajustar el ingreso mínimo. Pero queremos expresar, con mucha claridad, que a nuestro juicio no se está haciendo un esfuerzo real; que aquí se manejan las cifras -y los números dan para muchas cosas-; que cuando nos referimos a un ingreso mínimo de un poco más de uno aludimos claramente a un universo bastante importante, que generalmente es el más vulnerable; que no negocia colectivamente.
Chile registra una baja tasa en este último aspecto. Lamentablemente, también exhibe una cierta debilidad en relación con el asociacionismo o poder gremial. Me gustaría que fuera como en otros países, donde los gremios y el fuero sindical son respetados, y se incentiva la asociación sindical, no como aquí, donde con frecuencia se aplican prácticas antisindicales y, a veces, ni siquiera se respeta el fuero, además de presentarse situaciones de precariedad que determinan al final una baja tasa de sindicación. Y eso también nos afecta.
Luego, el nuestro es un país donde están subiendo de precio los componentes de la canasta básica; donde a la gente no le alcanza para vivir; donde todos los meses es preciso rebuscárselas por la vía de la deuda y de sacar de aquí o de allá, en las condiciones que conocemos; donde rige una economía altamente concentrada.
Aparte este último factor, han tenido lugar otros escándalos en relación con los cuales parece que la justicia actúa en forma muy lenta. Y a pesar de que ellos llegan al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia y de que supuestamente se investigan, uno experimenta la sensación de que terminan sin consecuencias.
Se han demostrado acuerdos de fijación de precios como el de las farmacias; como parece ser el caso de los buses interurbanos, y otros. Y, lamentablemente, ¿qué puede sentir la ciudadanía? Que existe impunidad, en la medida en que se denuncia; que el Tribunal de la Libre Competencia confirma que ha mediado concordancia; que se inicia un juicio eterno, y la percepción es que no pasa nada.
Creo que la legislación penal en materia económica requiere, como lo señalamos en la mañana, una modificación muy profunda. Sabemos perfectamente que adolece de un déficit sancionatorio. El mejor ejemplo de ello lo encontramos en la quiebra de la banca, en 1982, cuando se iniciaron juicios eternos, cuyas sanciones -en los casos en que las hubo- fueron francamente irrisorias.
Eso tuvo un costo para al país. Y ni hablar de lo que significó para el ciudadano de a pie, de la calle.
Entonces, uno empieza a entender cada vez más el creciente malestar de la gente y por qué sale a protestar o se siente defraudada.
Al Gobierno le cuesta comprender lo que sucede. Porque dice: "¡Pero cómo: tenemos una tasa de crecimiento superior al 6 por ciento, y la adhesión baja y baja!".
Lo que pasa es que no hay correspondencia entre ese crecimiento de 6 por ciento y lo que realmente reciben los sectores más pobres, más vulnerables, más desprotegidos.
En este país existen demasiadas desigualdades. En este país se obliga a la gente a vivir ficticiamente, porque la plata no le alcanza y debe endeudarse y endeudarse. En este país se sabe que el salario mínimo se relaciona directamente con la superación de la línea de pobreza. Y ello es muy importante.
Por lo tanto, le decimos al Ministro con toda claridad que aprobaremos el proyecto en general, mas no en particular si no se realiza un esfuerzo por elevar el ingreso mínimo a fin de que al menos alcance a una cifra, no digo respetable, pero sí bastante diferente de la propuesta, que, sin duda, no resolverá un problema que, dependiendo de cómo se considere, afecta de manera directa a entre 400 mil y 600 mil o más trabajadores, o indirectamente, a entre 1 millón y un 1 millón y medio de personas.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- A continuación se hallan inscritos los Senadores señores Gómez y Escalona, quienes no se encuentran presentes.
Tiene la palabra la Honorable señora Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, estimados colegas, el debate que estamos llevando a cabo en la Sala es de vital importancia para los ciudadanos de nuestro país y genera visiones encontradas en los economistas, en el Gobierno y, también, en el Parlamento.
Para algunos, el reajuste del sueldo mínimo solo tiene que ver con criterios macroeconómicos abstractos y con supuestos de la economía, como su teoría de la mano invisible (algo de esto discutimos en la sesión de esta mañana). Su incremento, por tanto, generará hipotéticamente perjuicios a la economía local al impedir que los trabajadores accedan a mejores condiciones de remuneración producto del aumento de los costos, etcétera.
Para otros -me incluyo entre ellos-, este tema se relaciona con las posibilidades de existencia de los trabajadores, de sus familias y de su entorno.
Creo que la fijación del ingreso mínimo mensual debe ir en consonancia con las necesidades vitales de una familia. En consecuencia, ha de estar ligada ya sea a la línea de la pobreza, ya sea al umbral de los requerimientos mínimos, pero no a la mera teoría del terror, que a algunos siempre les gusta mencionar cuando se discute este asunto.
Además del factor vivencial, pienso que no debemos eludir la reflexión sobre el impacto de un alza en el salario mínimo en otros ámbitos de la economía. Es así como, a la luz de muchos estudios que todos conocemos, no existe evidencia unívoca sobre su efecto en el desempleo, salvo en períodos de recesión económica, que no es el caso de hoy.
Se ha mencionado también que el aumento del ingreso mínimo afecta a las pymes.
Estimamos que nuestra preocupación por ellas debe ser central, pero respecto de las que realmente lo son y no cuando se trata de filiales de empresas más grandes, como desgraciadamente ocurre en nuestro país.
El Estado debe preocuparse de apoyar a las pymes con políticas económicas que las hagan más eficientes, con manejo de tecnología, con facilidades tributarias, con fomento empresarial, etcétera, y no pensar en que estarán condenadas a pagar malos salarios.
Lamentablemente, se las utiliza como excusa para no aumentar el salario mínimo, pero a su vez se les impide crecer más y mejor.
En momentos como este, en que el Gobierno se felicita por las cifras de crecimiento y las empresas muestran utilidades positivas en sus balances, es cuando esperamos que los trabajadores puedan ver los frutos del desarrollo.
Asimismo, es imprescindible que se incorpore la dimensión de las necesidades reales de las familias si queremos construir un país menos desigual.
Por eso, consideramos que la propuesta del Gobierno en la materia es menos que modesta (para no utilizar palabras más duras que se me ocurren ahora).
Un sueldo digno es la gran deuda de la justicia social en Chile. El Gobierno debe asumir un compromiso y acoger la propuesta de los trabajadores para un reajuste del ingreso mínimo mensual superior al ofrecido hoy día, teniendo en cuenta la presión inflacionaria que afecta a diario a los sectores medios y a los más vulnerables, especialmente en el área de los alimentos.
¡Más de 800 mil trabajadores reciben el salario mínimo; más de 800 mil familias deben hacer milagros y encomendarse al buen Dios para sobrevivir!
La pobreza de nuestro país se está reflejando en la nula capacidad de pago de los sectores que trabajan y tratan de vivir -o, mejor dicho, sobrevivir- con el indignante sueldo denominado hipócritamente "ingreso mínimo", que al final nivela para abajo.
La estafa, el fraude, la posible quiebra de una insignificante tienda como La Polar muestran una grieta profunda en el sistema económico imperante en Chile.
Y no solo eso.
El modelo económico impuesto a la fuerza, sin democracia, sin Congreso, sin representación ciudadana, fue considerado un milagro. Hoy, el mal llamado "milagro económico chileno" exhibe su cara más patética y cruda, que se traduce en que la mayoría de los chilenos y chilenas no ganan un salario digno y decente para comprar todo lo que el modelo -aparentemente- les ofrece a costa de deudas. Y las desigualdades se perpetúan y agudizan en forma odiosa.
Miles de chilenos viven en una fantasía que hoy termina de la forma más obvia: con la estafa de los empresarios de La Polar, quienes burlaron los inexistentes controles de la Superintendencia de Bancos, de la Contraloría, de PricewaterhouseCoopers, de la Bolsa y de todos los organismos e instituciones que debían estar informados de los delitos que estaban gestando los gerentes y dueños de esa multitienda.
Muhammad Yunus, el "banquero de los pobres", Premio Nobel de la Paz en 2006, decía en su libro Hacia un mundo sin pobreza: "Los pobres no tienen derechos humanos".
Pensar que una persona puede ser libre y desarrollar sus capacidades con menos de 200 mil pesos mensuales (400 dólares) es una burla para todos los connacionales.
Con 172 mil pesos, CIFRA QUE RECIBEN MÁS DE 800 MIL CHILENOS, definitivamente no se puede vivir. Eso solo alcanza para arrendar una pieza por 90 mil pesos; para que el jefe o la jefa de hogar que trabaje tome la micro o el metro todos los días; para pagar una cuenta de luz básica; para comprar 1 kilo de pan al día y 5 litros de parafina y 10 litros de leche al mes.
Si la familia que percibe ese dinero tiene deudas o debe enfrentar un imprevisto, ¡ni hablar!
¿Qué posibilidad les queda a las familias para acceder a otros bienes de consumo? Endeudarse en La Polar, Ripley, Lider, y terminar depositando los pocos ingresos que tienen en las cuentas que les abren las propias empresas del retail, cuyos intereses son exorbitantes y usurarios.
Señor Presidente, ¡el abuso debe llegar a su fin!
El salario mínimo que propone el Gobierno, sin acuerdo con los trabajadores, no satisface las necesidades básicas de una familia. Se debe incrementar su monto. También, hay que darle categoría de digno.
Se requiere una política a mediano plazo que incorpore de manera democrática a los diversos actores del mundo del trabajo en un diálogo vinculante, en que no sea el Gobierno de turno el que imponga su visión utilizando uno de los sistemas de fijación de sueldo mínimo que, a nivel comparado, arroja los peores resultados.
Sin duda, un gran acuerdo político o cualquier llamado a la unidad nacional deberían considerar como piedra angular la colocación del trabajo al centro de la estrategia de desarrollo.
Por ello, resulta necesario elaborar un plan nacional de reajuste del salario mínimo para acercarnos siquiera a la mitad inferior de los países de la OCDE, como Portugal y Eslovaquia, cuyo PIB per cápita gira en torno a los 20 mil dólares. Pero con un PIB verdadero y no con uno concebido bajo la tiranía de los promedios, que esconden la realidad de millones de familias en nuestro país, la cual no puede dejarnos tranquilos, menos cuando estas escuchan al Presidente de la República decir que Chile crece al 6,5 por ciento y que estamos casi en pleno empleo.
Tal como ha destacado la Iglesia católica, resulta totalmente indignante que haya personas que trabajen y sean pobres.
Asegurar sueldos dignos es la gran deuda que tenemos con los trabajadores. Solo así podremos instalar la equidad en nuestro país y terminar con las irritantes desigualdades.
Señor Presidente, si lo que acabo de expresar no es considerado por el Gobierno, votaré en contra de cada una de las normas del proyecto.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Longueira.


El señor LONGUEIRA.- Señor Presidente, esta debe de ser la decimonovena o vigésima ocasión en que me toca participar en una sesión donde se discute el salario mínimo. Y cada vez que lo hago me pongo más presidencialista.
¡Cuántos cesantes habría en Chile si el Parlamento tuviese la facultad de fijar el sueldo mínimo!
El salario mínimo es cero en los países. Es el ingreso de los cesantes, quienes no tienen entradas.
Por fortuna, nuestro Gobierno ha alcanzado en un año un récor histórico: 450 mil chilenos que estaban cesantes hoy tienen trabajo y perciben un ingreso.
Aquí he escuchado: "las cifras que entrega el Gobierno". Se trata de los mismos organismos que dieron las cifras de ustedes durante veinte años.
Si seguimos con este ritmo catastrófico en las sesiones del Congreso, y en particular del Senado, creo que terminaremos todos deprimidos.
Recuerdo la sesión especial que celebró nuestra Corporación cuando se desató la crisis financiera mundial. Los Senadores de la Concertación la solicitaron para discutir las pérdidas de los fondos de pensiones.
Tal como lo señalé en esa ocasión, los estatistas vivieron un veranito de San Juan creyendo que se caía el sistema, el mundo entero. Pero, finalmente, este se encuentra saliendo de una de las crisis más complejas. Y hoy podemos decir -por cierto, no habrá una sesión especial para ello- que los fondos previsionales de todos los trabajadores chilenos ya recuperaron el nivel que tenían previo a la crisis, como también lo anunciamos.
Ha ocurrido algo irritante en el país -y me alegra que nos irrite a todos por igual-: el caso de La Polar. Pero, a partir de esta situación, nuevamente anuncian que se cae el país, se cae el sistema, se cae todo.
Señor Presidente, hace bien salir a caminar. Yo lo hice un rato en la tarde. Porque en verdad algunos están muy depresivos y angustiados anunciando demasiadas cosas catastróficas que, sinceramente, no veo en la vida común de los chilenos.
Se ha mencionado la crisis de 1981, la situación de La Polar, en circunstancias de que estamos convocados para una discusión bastante más simple, en el cual, afortunadamente por el bien de los chilenos, solo podemos aprobar, rechazar o reducir el monto que se propone.
Nos encontramos debatiendo el sueldo mínimo que se fijará en el país.
Al respecto, quiero recordar que hace cuatro años, durante el Gobierno de la Concertación, presenté mi propuesta de sueldo ético, que consistía en un salario mínimo sugerido vinculado a la encuesta CASEN, con el objeto de suplementar los ingresos autónomos de los chilenos a fin de que no hubiera nadie bajo la línea de la pobreza. Y ello está derivando en lo que hoy se denomina "ingreso ético familiar", que tiene que ver con una forma de redistribuir los aportes del crecimiento para mejorar la distribución del ingreso a los efectos de que no exista ningún chileno bajo la línea de la pobreza.
Eso debiéramos discutir: cómo lograrlo.
Resulta muy fácil pronunciar discursos para la galería. Obviamente, con ello se sintoniza con la gente.
Pero llamo la atención para que avancemos en algo que aquí se ha señalado y que comparto ciento por ciento.
Carece de todo sentido discutir anualmente esta materia. Tenemos que establecer criterios técnicos que nos permitan conjugar el mayor crecimiento del ingreso mínimo para los chilenos con el cuidado de que estos no caigan en la informalidad y en el desempleo. Es el riesgo de subir en exceso el salario mínimo. ¡Si nadie es partidario del monto que estamos debatiendo aquí! ¡Para qué discutimos! ¡Todos quisiéramos un sueldo mínimo infinitamente más digno!
Lo importante es cómo logramos progresar lo más rápido posible a fin de que los ingresos autónomos de las familias chilenas nos permitan alcanzar un salario lo más digno posible. Y mientras transita el país hacia ello, está la propuesta del sueldo ético.
Son las pymes las que generan el 70 por ciento del empleo. Digámoslo claramente. ¡Es muy fácil hablar de las grandes empresas, de las grandes utilidades! ¡Pero se trata de discursos para la galería, señores! Son los pequeños empresarios -ahí están las cifras, ¡las mismas de los Gobiernos de ustedes durante veinte años!-, son las pymes de Chile, son los pequeños emprendedores los que contratan por el mínimo a la inmensa mayoría del país.
Entonces, tenemos que avanzar con un subsidio que permita que ese "ingreso ético familiar", o "sueldo ético", o como se le quiera llamar, al final complemente los ingresos autónomos de las familias para que alcancen niveles de la CASEN.
Deseo recordar, además, que los Ministros de la época se comprometieron a patrocinar esa propuesta. Pero ello nunca ocurrió.
Espero, sinceramente, que en el Gobierno de la Alianza concretemos una de las políticas públicas que considero más trascendentales para el país: el ingreso ético familiar.
Por lo tanto, lo que debemos debatir es cómo avanzar para que los chilenos accedan a salarios más dignos y no se vayan a la informalidad y al desempleo.
En lo personal, nunca voté en contra. Nunca usé esta discusión para hacer demagogia u oposición a los Gobiernos de la Concertación.
El señor PROKURICA.- ¡Esa es la diferencia!
El señor LONGUEIRA.- Siempre voté a favor de lo que planteaban los Ministros de Hacienda, fueran de Harvard o de otro lado, de la Concertación o de nuestra Coalición. Ellos están a cargo de generar el empleo, de hacer crecer al país. Y por cierto, todos, los de ustedes y los nuestros, desean que tengamos el más alto de los ingresos mínimos para los chilenos.
Es muy fácil hablar para la galería. Pero, afortunadamente, quienes lo hacen no llegan a tener control del país, porque, de ser así, creo que habría muchos chilenos cesantes, como ya ocurrió. Fíjense, Sus Señorías, que hay una coincidencia. Cuando se subió de manera significativa el monto del ingreso mínimo, durante tres períodos, también se registró la más alta cesantía.
En consecuencia, hemos de velar por el bien común, por quienes no tienen trabajo. Debemos lograr que la mayor cantidad de chilenos lo obtenga lo antes posible y lleguemos al pleno empleo. La mejor política pública es el pleno empleo. Y ojalá alcancemos consenso en esto.
Ahora bien, yo personalmente he formulado un planteamiento.
A mí me gustaría vincular el ingreso mínimo en Chile con el crecimiento económico. Pienso que es bueno. Me parece bien que, pasados seis meses, si el país crece al 6 por ciento, exista un incremento, ya que estamos desarrollándonos y generando empleo. A lo mejor, podemos llegar a consensos en esa línea.
Pero sostengamos una discusión con cierto rigor, porque tenemos que lograr políticas públicas concordadas. No le temamos al consenso. Alcanzar acuerdos ha ocasionado poco menos que un complejo en la clase política chilena.
Un Senador de las bancas de enfrente ya se refirió a los sueldos mínimos de países vecinos al nuestro. ¡Si a nadie le gusta el ingreso mínimo existente en Chile!
Sin embargo, debemos entender que hemos ido construyendo un país derrotando a la pobreza. Lo hemos ido haciendo quienes estuvieron en el Gobierno, quienes formamos parte de la Oposición, pese a que nos queda mucha desigualdad, mucha gente en campamentos, mucha pobreza, muchos chilenos que perciben el ingreso mínimo. No destruyamos el camino que hemos avanzado.
A la luz de la sesión de la mañana y de la de ahora, pareciera que todos estuviéramos colaborando a destruir algo que ha permitido progresar significativamente. Llama la atención que en el mundo entero se reconozca el país que estamos construyendo y que aquí, fruto de hechos puntuales, la clase política que ha sido capaz de llevar a Chile a los niveles alcanzados hoy esté poco menos que destruyendo aquello.
Señor Presidente, espero que logremos un consenso.
Emitir discursos que no responden al asunto en discusión o al rigor con que debe analizarse esta materia lo único que hace es generar expectativas y causar un daño.
Si el país crece al 6 por ciento, pienso que se puede realizar un esfuerzo mayor. Y ojalá se alcance un acuerdo en esta discusión. Porque creo que consensuar materias como esta constituirá una importante señal para todos los chilenos.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Gómez.


El señor GÓMEZ.- Señor Presidente, escuché atentamente los planteamientos del Senador Longueira. Y no diré nada contrario.
En cuanto a lo que Su Señoría menciona, considero razonable que nos sentemos a conversar sobre este tema y a resolverlo de buena forma.
Según parece, es una práctica de todos los Gobiernos ingresar el asunto que nos ocupa en el último minuto y no tener espacio de conversación ni de discusión.
Entonces, se sube mil 500 pesos en la Cámara de Diputados y se plantea incrementar un porcentaje en el Senado. El año pasado fue peor todavía, con un espectáculo en las peores condiciones.
Lo que ha señalado el Senador Longueira es correcto, en cuanto a cómo llegar a un acuerdo para que esto no se transforme en una disputa de todos los años.
Antes la Alianza fue Oposición; ahora lo somos nosotros. Pero lo que debiéramos perseguir es que el ingreso de cada trabajador le alcance para vivir, y no fijar números que, según los cálculos, implican 6 mil o 6 mil 500 pesos diarios.
Entonces, lo planteado por el Senador Longueira es razonable. Lo malo es que en los Gobiernos de la Concertación no se hizo, ni tampoco se ha realizado en este. Porque se presenta el proyecto a último minuto y recién ahí empieza el debate. Y sobre la base de ese concepto, lo que uno dice no es un discurso para la galería, sino, simplemente, la constatación de ciertos hechos.
De acuerdo a las estadísticas nuestras, un porcentaje importante de trabajadores chilenos -511 mil- gana menos del mínimo; 170 mil obtienen el salario mínimo, y de ahí hacia adelante, hasta 3 millones de asalariados, algunos tienen ingresos mayores y otros, menores.
De modo que una cantidad importante de personas percibe el sueldo mínimo. Por lo tanto, debemos encontrar la manera de resolver tal situación. ¿Por qué? Porque en el análisis de las diversas circunstancias, según el Banco Central vamos a crecer entre 6 y 7 por ciento, por lo cual, si la inflación proyectada es de 4 por ciento, sobre esa base, podemos pensar que es posible hacer un esfuerzo mayor.
Incluso el propio Senador Longueira sostuvo que podemos llegar al 6 y tanto por ciento; o sea, a 183 mil pesos, que es más de lo que hoy día propone el Gobierno.
En consecuencia, sería sumamente razonable que en algún minuto tuviéramos el espacio, el tiempo y la decisión para establecer criterios que nos permitan contar con un sueldo o ingreso mínimo razonable, desde el punto de vista de la proyección y de las necesidades de las familias de los trabajadores.
Desgraciadamente, eso no se da.
El planteamiento del Gobierno es que, de acuerdo a las cifras entregadas, no es posible otorgar un ingreso mayor para que se pueda vivir como corresponde; o sea, un reajuste superior al propuesto.
La evolución del ingreso mínimo ha sido, en el tiempo, de diversas magnitudes. En el año 2008, la inflación fue de 8,7 por ciento y el reajuste real de 1,7 por ciento; el 2009, de 5,2 por ciento; el 2010, la inflación fue de 3 por ciento y el reajuste real de 1,2 por ciento. En fin.
En verdad esta discusión tiene un componente muy difícil de explicar a la opinión pública, porque, desde el punto de vista de las cifras, se habla de mil 500, de 2 mil o de 3 mil pesos más.
Cuando se discute esto fuera del contexto global, se argumenta que empiezan los discursos para la galería. Pero a mí no me interesa hablar con esa finalidad, sino efectuar un debate a fondo sobre el ingreso ético familiar, a fin de implementarlo en el tiempo.
Pero en la discusión de hoy día no tenemos otro camino que poner la tranca necesaria para que el Gobierno aumente su oferta. Recordemos que partió con un porcentaje recomendado por su propia comisión; lo incrementó motu propio en la Cámara de Diputados. Y acá, si mantenemos firme nuestra posición, probablemente lo subirá otro poco.
Constituye un error la manera en que este y los Gobiernos anteriores, año a año, discuten lo referente al reajuste del ingreso mínimo.
Tengo claro que el porcentaje que ofrece hace llegar el mínimo a 181.500 pesos. Pero, de acuerdo a las cifras entregadas por el Banco Central, esa cantidad se puede superar con un esfuerzo mayor.
Cuando se habla de que se han aumentado los empleos en 450 mil plazas, el problema es saber de qué calidad son. Porque tal vez en esa cifra están considerados algunos de muy mala calidad. Y eso es lo que hay que aclarar...
El señor BIANCHI.- ¡Son de precariedad!
El señor GÓMEZ.- Exacto, de mala calidad y de precariedad.
Entonces, se debe precisar también si en tal incremento de la fuerza de trabajo se incluyen ingresos superiores al mínimo y si las labores por desarrollar son de la calidad que todos esperamos. Cuando se dice que hay 450 mil nuevos empleos, me preocupa saber de qué tipo son y cuánto se paga a los trabajadores.
No logro entender por qué el aumento del ingreso mínimo va a generar un problema financiero, menos aún de acuerdo a las condiciones que he señalado y conforme a las cifras que entregó el Banco Central, las cuales fueron refrendadas por el señor Ministro de Hacienda. No creo que eso pueda generar un impacto que, eventualmente, termine en una crisis económica en el país.
Es cierto que Chile está creciendo; que tenemos más recursos, y que estamos recibiendo una buena cantidad de ingresos por vía tributaria. Sin embargo, ¿qué piensa la gente y cada familia? Que se habla mucho de crecimiento, pero que nada de él llega, en definitiva, a quienes perciben el ingreso mínimo.
Cabe destacar que 511 mil trabajadores -15,3 por ciento- reciben menos del mínimo, según estadísticas oficiales y no manipuladas, y que a 170 mil se les paga el sueldo mínimo.
Señor Presidente, desgraciadamente -como se ha dicho-, el único mecanismo que hay en este sistema presidencialista -que impide una discusión distinta- es aprobar o rechazar. Y, en este caso particular, por la manera en que se presenta la iniciativa, sin haberla discutido ni haber contado con el tiempo para debatirla como lo planteó el Senador Longueira, y para que el Gobierno realice el esfuerzo que le corresponde, solo nos queda rechazar el articulado propuesto.
La idea de legislar, por supuesto, es otra materia. Nos interesa discutirla. Pero vamos a rechazar el reajuste formulado por el Ejecutivo.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Escalona.


El señor ESCALONA.- Señor Presidente, pienso que es mala costumbre tratar de demagógicas las opiniones que no compartimos. Cuando hay un argumento que no nos gusta, entonces, decimos que el interlocutor es demagogo. Y me parece que esa intolerancia viene arrastrándose en el país desde hace unas tres décadas, más o menos. No se puede hacer demagogia tratando al interlocutor de demagogo. Esa, en mi opinión, es una regla de trato cívico esencial.
Muchas son las maneras de entrar al debate. Están, por cierto, los temas de la inflación, de la productividad, del crecimiento. Hay diferentes instrumentos. Pero estimo que los de carácter técnico nunca reemplazan a la política.
Seamos claros: no tratemos de convencernos aquí de que por la vía de un comité de expertos resolveremos los problemas que le compete solucionar al sistema político.
Debemos asumir nuestra responsabilidad. Para eso la gente nos eligió, y no para que nos escondamos detrás de los técnicos ni andemos bajo las faldas de los "expertos".
Al respecto quiero ser muy claro. En nuestro país hay una tremenda desigualdad en los ingresos. Y el salario mínimo juega un rol; es una señal que tiene el propósito de elevar los sueldos más bajos. No es como dice el señor Ministro de Hacienda -por lo menos así lo argumentó ayer en la Comisión de Hacienda-, en el sentido de que se trata de una especie de salario medio. ¡No es así! ¡No es una estación intermedia de la cual sale un promedio! ¡No es así!
El Centro de Estadísticas de la Superintendencia de Pensiones -que es un organismo oficial- señala que en términos nominales el salario medio el año 2010 fue de 517.492 pesos; el 2009, de 476 mil, etcétera.
O sea, según ese órgano especializado, que hace sus cálculos sobre la base de las remuneraciones imponibles de los trabajadores -en consecuencia, su medición es bastante seria, porque considera datos objetivos-, en nuestro país el sueldo imponible promedio es de 517 mil pesos.
Entonces, ¿quiénes son los que ganan el salario mínimo? La gente más pobre, más humilde.
¡Terminemos con la mentira de que este es un salario medio! ¡No es así! Y sobre todo ahora, cuando hay sectores de la economía que tienen un trabajo precario. Porque el gran logro del Gobierno de los 400 mil empleos nuevos se sustenta en el cambio de metodología, que ha permitido inflar claramente las cifras.
En algunas Regiones, resulta evidente que se advierte un completo divorcio entre las cifras que entrega el Instituto Nacional de Estadísticas y la situación social.
En este caso me refiero a la Región de Los Lagos, severamente golpeada por la crisis internacional, porque los servicios financieros y otros resultaron muy afectados; por la crisis de la pesca en nuestro país, debido a las cuotas de captura, y por la crisis de la salmonicultura, ¡muy dura!, pues se perdieron decenas de miles de empleos. Sin embargo, ¡la estadística oficial indica que en la comuna de Puerto Montt hay pleno empleo!
Eso no tiene posibilidad de ser cierto. ¡Ninguna!
Dicha Región fue afectada por una triple crisis, pero, según las estadísticas, en Puerto Montt no hay problema de empleo. ¿Cómo puede ser efectivo eso?
Lo que ocurre es que hay un desempleo oculto; una cesantía encubierta; y la estadística está construida para alimentar una ficción.
¿Y quiénes son las personas que sufren ese trabajo precario? Por ejemplo -lo digo con entera responsabilidad-, se ha burlado el espíritu con que aquí se discutió la ley de la salmonicultura, en el sentido de que la recuperación de tal industria no se haría sobre la base del sacrificio de los trabajadores.
¡No se cumplió el compromiso que se tomó aquí! ¡Se rompió ese acuerdo social, porque los empresarios están rehaciendo la industria del salmón sobre la base de pagar salarios miserables! Se utiliza la ficción de la media jornada y a la gente se le pagan 65 mil pesos.
¡Esa es la realidad en las comunas de Quellón, de Dalcahue, de Chonchi!
¡Esa es la situación que se ha producido: jornadas que comprenden prácticamente el día completo, encubiertas bajo la ficción de media jornada, ya que a los trabajadores ni siquiera se les paga la mitad del ingreso mínimo de hoy!
En consecuencia, esta discusión tiene un sentido político.
¿Cuál es la señal que se entrega a la sociedad y en particular al empleador? Nosotros aspiramos a que ella sea la más potente posible; es decir, aquella que convoque a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.
¡Esa es la señal que debe darse!
¡Este no es un seminario de especialistas de la OCDE! ¡Aquí hay una discusión política!
Desde ese punto de vista, nosotros estimamos que el sector empresarial no se hace cargo cuando el ingreso mínimo se ajusta a la cifra estadística más baja.
Sin duda, la propuesta del señor Ministro se encuentra bajo los índices estadísticos, porque ayer el Banco Central señaló que la expectativa de crecimiento del país para el próximo año es de 6 a 7 por ciento.
Si ese 7 por ciento de crecimiento se aplica al actual salario mínimo, ¿cuánto nos da? ¡184 mil pesos! O sea, incluso la actual propuesta del Ejecutivo está por debajo de lo que la economía va a crecer el próximo año.
Desde el punto de vista técnico, el incremento que se ofrece es "ratón". No tiene sustento social ni técnico.
Chile está en condiciones de entregar más. Eso es lo que solicitamos ahora -por su intermedio, señor Presidente- al Ministro de Hacienda.
¡No permitamos que la economía opere sobre la base de empleos precarios, en los que un sector de trabajadores se halla muy lejos de percibir los 517 mil pesos de sueldo promedio señalado por el Centro de Estadísticas de la Superintendencia de Pensiones! Porque ese fue el promedio real de las remuneraciones imponibles en el año 2010.
Por lo tanto, la función del ingreso mínimo no es la de establecer un salario medio. Porque los 181 mil, o los 180 mil o la cifra que sea, constituye un tercio del sueldo promedio imponible.
La función que cumple el salario mínimo implica hacer un esfuerzo para elevar el ingreso de los trabajadores de menores recursos. ¡Ese es el sentido que tiene en nuestra economía!
Chile no es un país con otro nivel de desarrollo y que pueda cumplir lo que los técnicos de la OCDE, en París, expresan respecto de economías de otro tamaño y de distinto ingreso per cápita.
En consecuencia, ahora que la discusión concluye, esperamos establecer algún vínculo de comunicación entre nuestra manera de reflexionar y el punto de vista del Ejecutivo.
Es posible un mayor esfuerzo por parte de los empleadores respecto del sector de trabajadores chilenos de menores recursos. Ello, porque hoy su nivel de entradas no les permite financiar la canasta básica de alimentos, medida por el MIDEPLAN y no por la CUT ni por las organizaciones sociales.
En cuanto a esa canasta básica, el ingreso mínimo no cumple su función.
Entonces, debemos procurar resolver esa brecha.
Ese es el punto en discusión y esperamos ser escuchados.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz-Esquide.


El señor RUIZ-ESQUIDE.- Señor Presidente, igual que muchos de los presentes, llevo varios años discutiendo la materia, lo cual siempre ha llevado a un debate que ojalá en el futuro sea también como este: profundo, prolongado y lo más sensato posible, pero al mismo tiempo muy claro.
Comienzo mis palabras haciendo una reverencia muy circunstanciada al señor Presidente de la República, quien dijo que el termómetro estaba bueno, pero que la gente no estaba bien y reclamaba.
La sensación térmica a la que él se refirió es la siguiente: en Chile tenemos una diferencia de ingreso de tal magnitud que, realmente, el discutir aquí sobre si el salario mínimo para cien, doscientas o un millón de personas -cualquiera que sea la cifra- debe ser de 184 mil o de 190 mil pesos es algo que parte el alma, por lo inoficioso, triste y lamentable que resulta el debate sobre este pedazo de la economía chilena.
En nuestro país, cualesquiera que sean las cifras -nunca nadie ha negado la que voy a dar a conocer-, hace imposible que la discusión sobre el salario mínimo se lleve en esta línea.
Lo digo, señor Presidente, porque la diferencia entre lo que gana un trabajador que percibe el salario mínimo, cuyo reajuste estamos analizando, y cualquiera de los más ricos del país -todos sabemos quiénes son-, es de uno a 2.400 años.
Aquí no se trata de deciles o de quintiles ni de grupos comparables, sino de personas: ¡uno versus 2.400 años! Eso significaba, en los tiempos antiguos, en Persia, el Gobierno de Artajerjes.
En esas condiciones, señor Presidente, uno se pregunta por qué lo que constata el Presidente de la República es cierto. Y lo es por lo siguiente: porque ninguno de los trabajadores que hoy vamos a favorecer o desfavorecer entenderá que el aumento de 3 mil o 4 mil pesos resuelve su problema.
Y a eso se suma otra cosa: el hecho de que en todas las Administraciones -lo he señalado desde hace mucho tiempo, siendo de Gobierno o de Oposición- la gente no recibe bien la sola asistencialidad que se le da. Siempre hay alguien a quien se le entrega un bono más. Pero la concepción de la focalización -es cierto- debe apuntar en esa dirección.
Sin embargo, si uno escudriñara en la mente real, concreta, precisa de las personas, en sus emociones, debería reconocer que nadie se siente bien cuando se le da una migaja para que pueda tener una mejor casa o lo que sea. Las personas, fundamentalmente los hombres, por la varonía de la que siempre quieren hacer alarde, necesitan que se les pague la suma que corresponde al derecho natural de un compatriota que necesita vivir decentemente.
Cada vez que discutimos esta materia me hago la siguiente pregunta: ¿cómo podemos resolver este tema de una manera más adecuada que la que se ha utilizado durante los últimos 40 o 50 años?
Este asunto ha sido un dilema para gobiernos de distintos signos, y siempre he mantenido el mismo alegato. Por lo tanto, si algún señor Senador tiene la tentación de preguntarnos qué hicimos nosotros, le puedo responder con lo que acabo de señalar.
En consecuencia, el debate en el Senado no solo debe centrarse en lo que pasa con los números directos que hoy día hemos visto, sino también en un análisis de más largo aliento: cómo lograr que Chile cambie su estructura de poder económico, de forma tal que nadie se sienta excluido de su patria, porque con lo que tiene no puede vivirla realmente en plenitud.
Este es no solo un problema económico, sino además político y ético.
Entonces, vuelvo a la reflexión del señor Presidente de la República. La gente no quiere más migajas ni está dispuesta a tolerar el hecho de que nunca podrá aspirar al ejemplo que nos dan las grandes democracias del mundo, donde con el solo trabajo personal un ciudadano puede alcanzar hasta la primera magistratura de su país.
¡En Chile eso no es posible, señor Presidente!
En resumen, tenemos que lograr conciliar que el reajuste de los que ganan menos en Chile sea mucho más sustancial, porque no me parece conveniente la imagen que damos con una discusión sobre el aumento del salario mínimo en 3 mil pesos, cuando vemos el ejemplo de lo que pasó en La Polar -que analizamos en la sesión de la mañana-, o cuando sabemos que los bancos ganan 3 mil millones de pesos al año...
El señor NAVARRO.- ¡De dólares!
El señor RUIZ-ESQUIDE.- De dólares.
O cuando advertimos la diferencia entre aquellos que ganan distintos sueldos, o cuando vemos las manifestaciones de los agricultores, que de ninguna manera son los más pobres del país, por lo menos aquellos que se reunieron en la última concentración en el centro de Requínoa.
¡Hasta ellos entienden que no es posible seguir funcionando de esta manera, porque no resulta aceptable que un trabajador, el dueño de un predio agrícola, que debe laborar toda su vida para mejorar las condiciones de su fundo y su tierra, obtenga una utilidad de 3 o 4 por ciento anual, mientras que aquellos que operan con el dinero ganan las sumas que hemos conocido!
Debemos relacionar, entonces, la inflación pasada, la inflación esperada, la sensación de que estamos pagando lo que corresponde y no mendigando algunos bonos adicionales.
Tenemos que terminar con esta distribución del ingreso, tan inequitativa, que para nosotros, desde el punto de vista humanista-cristiano, es una bofetada. Y no lo digo ahora ni se lo enrostro a los actuales Ministros. Lo sostengo como tesis central de mi vida.
Y, en esas condiciones, debemos pensar en impulsar una reforma tributaria. Agradezco a la Senadora Allende que se haya referido a los proyectos que hemos presentado en estas materias.
¡Hay que terminar con el anatocismo, porque es una barbaridad!
¡Hay que terminar con la forma en que se fijan las tasas de interés en el país!
Tenemos que considerar lo que representa el salario mínimo, pero también un conjunto de otras formas de hacer las cosas para construir un país donde la gente no solo gane un poco más, sino que, fundamentalmente, se sienta respetada en las reglas del juego.
Los sucesos que motivaron la sesión especial de la mañana, como ya se ha dicho, no son un accidente. Tampoco me interesa recalcar las declaraciones del Ministro de Economía. No sé si fue un error descomunal. Las palabras, a veces, traicionan. Pero sí debemos comprender que lo ocurrido en La Polar no es un simple hecho grave -y tremendamente grave-, porque allí ha quedado demostrada la imposibilidad de seguir manteniendo en nuestro país, desde el punto de vista ético, un modelo económico que rompe cualquier forma de justicia y limpieza.
Las cosas no solo suceden por maldad de las personas. También ocurren cuando algunos saben que pueden hacer todas esas trampitas que se mencionaron en la mañana, porque tienen cierta certeza, cierta intuición de que no va a pasar nada.
No sé qué hubiese ocurrido con La Polar de no mediar algunos hechos muy especiales. Pero la sensación de que en nuestro país es posible hacer cualquier cosa es lo peor que nos puede pasar.
Yo entiendo que a lo mejor en materia económica el Gobierno no impulsará ningún cambio y, probablemente, no llegaremos a ningún acuerdo.
Sin embargo, debo dejar claro que las manifestaciones que se han desarrollado en las calles de Chile, con más de 70 mil personas en una concentración -cosa que jamás se había producido en el país-; lo que pasa con los agricultores, con los trabajadores, con aquellos que compran y venden en cualquier esquina, constituyen un estado de malaise, de malura interior a través del cual la gente nos pide que cambiemos el modelo.
Muchas gracias.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Quintana.


El señor QUINTANA.- Señor Presidente, llega marzo para las familias, con todas las deudas que ello significa, y llega junio, año tras año, para los trabajadores del país, con la incertidumbre que eso genera y sin claridad de si podrán enfrentar los principales gastos en que incurren sus familias, sobre todo porque, como han dicho algunos señores Senadores, hoy día nos hallamos ante una realidad particularmente especial: el IPC de los alimentos supera el 7 por ciento; el de los combustibles, del gas, de la electricidad, promedia un 9,6 por ciento. Por ejemplo, el costo de un balón de gas de 45 kilos, que hace exactamente un año era de 38 mil pesos, hoy día alcanza los 50 mil pesos.
Por lo tanto, estamos hablando de incrementos en el IPC, de elementos de primera necesidad para una familia, muy superiores al 7, al 9, al 15 y tal vez al 20 por ciento, más aún si consideramos los aspectos que mencioné anteriormente.
Esa es la realidad a la cual debe adaptarse una familia chilena hoy día.
Gonzalo Durán y Marco Kremerman, economistas de la Fundación Sol, nos entregaron algunos datos a través de un, diría, educativo panorama. Si uno hace un ejercicio de presupuesto familiar, con mucha vergüenza nos daremos cuenta de que con 172 mil pesos líquidos mensuales, considerando, en el mejor de los casos, a quienes reciben gratificaciones, solo alcanza para arrendar una pieza por 90 mil pesos; para que el jefe o jefa de hogar que trabaja tome la micro o el metro todos los días; para pagar una cuenta de luz, comprar un kilo diario de pan, cinco litros de parafina y diez litros de leche mensuales. Ahora, si a esta familia le surge un imprevisto o tiene deudas, ni hablar.
Esa es la preocupación que hoy día embarga a muchos chilenos.
Y es por eso que más de un millón y medio de trabajadores, cuyos sueldos bordean entre una vez y 1,5 veces el salario mínimo, están ahora muy expectantes.
Hemos escuchado en reiteradas ocasiones en este debate: "No, lo que pasa es que la Concertación -hoy Oposición- habla para la galería; está haciendo demagogia".
Yo no era Senador hace un par de años, aunque siempre he recogido y escuchado, colega Longueira, el mismo planteamiento. Pero no ha sido la característica, en este debate, de todos quienes hoy día son Gobierno y antes fueron Oposición.
¿En qué estamos en este momento? Estamos frente a un Gobierno que cae en las encuestas, igual que todas las fuerzas políticas. Y la herramienta que aquel tiene para pararse frente a esa baja sostenida, sin paracaídas, es, precisamente, la economía. Y, así, se despliega en todos lados: en terreno, en la televisión, en los medios en general. Su gran arma es que el país está creciendo a niveles insospechados. Y el Gobierno, dado que le gusta distanciarse lo más posible de la Concertación, afirma que nunca antes habíamos tenido cifras económicas como las actuales.
Entonces, ¡por favor!, nadie puede escandalizarse acá porque estemos sosteniendo que el incremento que el Gobierno consiguió aprobar en la Cámara, de 5,52 por ciento, que deja el sueldo mínimo en 180 mil pesos, es, como decía la Senadora Rincón, indigno.
La Senadora Allende ha vinculado el tema del salario mínimo con el de La Polar y con el de la baja ejecución presupuestaria. Hacía muchos años que en Chile los principales organismos inversores -Obras Públicas, Vivienda, entre otros- no tenían una inversión pública tan baja como la actual. Se reconoce un déficit de 5 por ciento, pero sabemos que es mucho mayor. Y la proyección más alentadora impide llegar al 94 o al 95 por ciento de ejecución presupuestaria a fin de año.
Regiones como La Araucanía, a la que represento, todavía con grandes niveles de pobreza y desempleo, dependen de la construcción de obras viales, que hoy no existen. En la actualidad no se están desarrollando obras públicas de envergadura en la Novena Región. Y no lo digo yo, sino los propios parlamentarios de la Alianza en la zona, quienes, de paso, están pidiendo la salida del Seremi de Obras Públicas, por la falta de inversión. Y los sectores pobres, que no tienen empleo estable ni acceden al salario mínimo, a veces esperan estas changuitas, estas pegas de jornal. En Obras Públicas y en Vivienda no se están dando. Hace mucho rato que no teníamos una subejecución presupuestaria de esta magnitud.
Entonces, por supuesto que estos temas, como plantea la Senadora Allende, se hallan completamente conectados. Y qué decir del caso La Polar. Por eso, echo de menos en esta discusión al Ministro de Economía, porque todos los parlamentarios estamos hablando de la pyme, de la microempresa, cuya situación es la que se traduce finalmente en la economía familiar. No sé si están blindando al Ministro Fontaine, si lo están protegiendo. Yo valoro el rol que ha jugado el Ministro Larraín, que ha sido el duro, el que frente al escándalo de La Polar ha hablado de "delito", mientras el titular de Economía ha hablado de "accidente".
Francamente, no veo por qué aquí no está el Ministro de Economía; tampoco la Ministra del Trabajo, que cuando era Senadora se refirió a este punto el año 2007, a propósito de la propuesta de monseñor Goic -recordemos la huelga de los trabajadores subcontratados del cobre-, quien habló del sueldo ético, gatillando un amplio consenso social, que hoy día de alguna forma se está recogiendo, como bien lo señalaba el Senador Longueira.
¿Qué decía la Senadora Evelyn Matthei en ese momento? Que "las empresas grandes muchas veces no son éticas, porque pudiendo pagar 700 sólo pagan 350".
Hay diversas declaraciones de otros personeros de la Alianza en ese minuto que hoy claramente tienen una postura distinta. Entonces, si nos piden coherencia, está bien, pero tengámosla todos y hagámonos cargo de lo que ha sido nuestro discurso en los últimos años.
¿Por qué el debate de La Polar? Bueno, porque allí este flamante gerente, el señor Alcalde, durante muchos años se concentró en los sectores C3 y D, los más pobres, porque pagaban más; aumentó los créditos y los reprogramó.
Pues bien, esa es la gente que gana el mínimo y es la que se encuentra endeudada hoy día.
Y por supuesto que esto también tiene relación con lo que está ocurriendo en las calles, con los estudiantes endeudados. ¡Si es la familia chilena la que ahora está endeudada y no tiene cómo enfrentar sus principales necesidades!
Por eso ayer, en la columna de un diario de circulación nacional, Eugenio Tironi nos habló de la "enfermedad holandesa". ¿Cuál es? Es la que padecen los países cuando alcanzan o superan un ingreso per cápita de 15 mil dólares, como es el caso de Chile. No se trata, creo yo, de que estemos enfermos de dólares. Lo que esa columna y el debate público general constatan es que estamos frente a otro Chile, distinto al del 5 de octubre del año 88, cuando en la franja del "No" aparecía la señora Yolita pidiendo en el almacén una bolsita de té y una marraqueta. Hoy día esa misma señora está pidiendo educación para su hijo, pero sin endeudamiento; más seguridad en las calles; por supuesto, un medio ambiente libre de contaminación. Son otras las necesidades.
Ese es un debate del cual también tenemos que hacernos cargo y no pensar que Chile es una fotografía que no ha cambiado mucho los últimos 21 años. Y no quiero recordar lo que pasaba antes.
Pero, como esta es una discusión sobre economía y sobre teoría económica, quiero hacer una breve cita a Manuel Riesco, el destacado economista, quien señala: "Si fuera cierto que si bajan los salarios sube el empleo, o al revés, si suben los salarios baja el empleo, Pinochet hubiera resuelto el tema, porque bajó a la mitad los salarios y llegamos al 30 por ciento de desempleo; bajaron los salarios y aumentó igual el desempleo. Nos mantuvimos en el 30 por ciento en la década del 80".
Entonces, si se trata de buscar elementos y análisis económicos para enfrentar esta situación, creo que podrían encontrarse muchos.
Lo cierto, señor Presidente, es que esta herramienta, como señalaban el Senador Escalona y el Senador Lagos, concebida en la forma en que lo hace la Organización Internacional del Trabajo, no es una instancia media: es un piso, y lo que busca es justamente impedir los abusos y poner un colchón para que la desigualdad no siga creciendo y extendiéndose.
En definitiva, el planteamiento de 180 mil pesos que hizo el Gobierno en la Cámara es el monto que la propia Central Única de Trabajadores sugirió el año 2007 como base para acercarse a la propuesta de monseñor Goic.
Ya que varios han citado a este prelado, quiero que también nos hagamos responsables de eso. Porque -insisto-, cuando el Gobierno permanentemente está respondiendo a los medios a raíz de la baja en las encuestas con las cifras económicas...
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Ha concluido su tiempo, señor Senador.
El señor QUINTANA.- Le ruego que me dé un minuto adicional para poder terminar, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Conforme.
El señor QUINTANA.- El Gobierno dice que las cifras económicas están bien y muchos en la Oposición también hemos destacado, efectivamente, los logros en esa materia. Claro que los 480 mil nuevos empleos no guardan necesariamente relación con la realidad, porque hay formas y formas de medirlos. Y, además, lo que estamos finalmente impulsando es una precarización del empleo, sobre todo con un salario mínimo como el que se plantea el día de hoy.
Entonces, cuando las proyecciones del Banco Central apuntan a un crecimiento del orden de 7 por ciento, la verdad es que no tiene ningún sentido que este Gobierno, que es el campeón de la economía, aparezca ofreciendo un mísero reajuste, que en la Cámara significó incrementar el salario mínimo en apenas 1.500 pesos, y que aquí no pretende subir a más de 181 mil 500 pesos.
Por esa razón, señor Presidente, voy a votar a favor de la idea de legislar, pero en contra del articulado específico, porque de verdad creo que esta es una mala respuesta, un portazo a los trabajadores de Chile.
He dicho.
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El señor LETELIER (Vicepresidente).- Solicito autorización de la Sala para que pase a reemplazarme en la testera, mientras intervengo desde mi lugar, el Honorable señor Ruiz-Esquide.
Acordado.
--Pasa a presidir la sesión el Senador señor Ruiz-Esquide, en calidad de Presidente accidental.
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El señor RUIZ-ESQUIDE (Presidente accidental).- Tiene la palabra el Senador señor Letelier.


El señor LETELIER.- Señor Presidente, estimados colegas, cuando uno escucha que Chile tiene un ingreso per cápita de 15 mil dólares, siente que eso es bueno. Lo mismo cuando uno escucha hablar de tasas de crecimiento de 6 por ciento. Hace un año, cuando el Ministro de Hacienda nos vino a insinuar que íbamos a crecer a esa tasa el 2010 y que esta iba a ser incluso mayor este año, me contaba entre los que pensaban que eso no iba a ser así. Hoy tenemos los datos del Banco Central: el crecimiento será entre 6 y 7 por ciento.
Si uno hiciera una distribución per cápita, debería concluir que toda familia de chilenos, con cuatro integrantes, tendría un ingreso mensual de 2 millones 350 mil pesos.
¡2 millones 350 mil pesos le correspondería recibir a una familia si los ingresos se repartieran parejos en la sociedad!
La discusión hoy día es para determinar si algunos pueden recibir más de 180 mil pesos (cerca de 190 mil pesos mensuales), cifra a la que aspiramos nosotros.
La reflexión que hace el ciudadano de la calle, quienes viven de este sueldo, es cómo la clase política -dirían ellos-, cómo las autoridades, afirman que el país crece en un 7 por ciento y el salario mínimo aumenta solo en un 5 por ciento.
El país crece al 7 por ciento, pero tenemos inflación. Y esta afecta de manera especial a la gente que destina la mayor parte de sus ingresos a alimentos, combustible. Algunos lo llaman el "IPC de los pobres". El Banco Central espera que no sea tan alto el próximo año.
La reflexión es simple: el país crece a un ritmo de 7 por ciento, pero mis ingresos subirán en 4, 5 o 5,5 por ciento. Es decir, aun con este reajuste que se propone, salgo para atrás; aun con este reajuste, no se empareja la cancha; aun con este reajuste, que representa una señal, yo, que estoy en el ascensor donde también hay otros chilenos, voy a subir de a poco, en tanto que el resto lo hará mucho más rápido.
Señor Presidente, un distinguido colega habló del sueldo ético y otro se refirió a la transferencia que el Estado hace a las personas que ganan el sueldo mínimo. Yo creo que hay que ser un poquito más justo con el uso del lenguaje. Porque los bonos, cuestión que planteó la Concertación, se eliminaron. El bono marzo, como quedó bautizado, significaba una transferencia de ingresos netos, que se hacía una o dos veces al año, a favor de los sectores de ingresos medios o bajos. Era una inyección directa a la vena.
Existe la idea de transferir recursos a algunas familias que pertenecen al Programa Chile Solidario. Pero este beneficio no será para todas ellas, sino para las que tengan menos de tres mil puntos en la Ficha de Protección Social. Ahora, si ganan el sueldo mínimo, estarán sobre ese puntaje.
El debate es si el reajuste del ingreso mínimo incorpora o no el concepto de equidad, más allá del crecimiento y la inflación.
El problema que se presenta en la sociedad chilena es la desigualdad en la repartición de los progresos del país. Chile va a crecer al 7 por ciento y nos piden que aprobemos un reajuste al sueldo mínimo que es inferior a dicho porcentaje, sabiendo que las personas van a tener que vivir un año con él.
Tal situación afecta a las familias a las que el pan les ha subido cerca de mil pesos el kilo; a las familias que destinan no menos de 20 o 25 mil pesos de su ingreso mensual para pagar el consumo de luz; que desembolsan no menos de 20 mil pesos para pagar la cuenta del agua (un poco más si viven en sectores urbanos; un poco menos si residen en zonas rurales); a las familias que nunca tienen posibilidad de aspirar a comprar un balón de gas de 45 kilos -¡por favor!-, pues, además de hacer magia con el sueldo que perciben, no logran comprar más que uno de 15 kilos o, a todo dar, uno y medio al mes.
Señor Presidente, necesitamos incorporar el concepto de equidad en los debates que estamos llevando a cabo.
Un señor Senador dijo que este era el sueldo o el nivel de ingresos de una persona cesante.
No obstante, quienes más reciben el salario mínimo en el país -estoy seguro de esta afirmación- no son las trabajadoras de casas particulares ni la gente que labora en alguna pequeña o microempresa. ¡No! Quienes perciben este ingreso son, principalmente, los trabajadores rurales, las personas que viven en zonas agrícolas, que son temporeras o realizan faenas en el campo. Y donde más se concentra este segmento, que vive con un sueldo mínimo, con una renta muy precaria, es en las Regiones.
Yo entiendo que el llamado que hoy hacemos al señor Ministro de Hacienda -por su intermedio, señor Presidente- es a reflexionar sobre el concepto de equidad, tan necesario en la ecuación del reajuste.
Si hablamos del ingreso per cápita reitero que una familia de cuatro personas en Chile debería recibir cada mes 2 millones 350 mil pesos. Las preguntas que nos harán los chilenos que nos ven o nos escuchan son: ¿Dónde está mi parte? ¿Dónde está la parte que me corresponde a mí como chileno?
A mi juicio, entre los 2 millones 350 mil pesos que le corresponderían a una familia con cuatro integrantes, cuando se habla de ingreso per cápita, y el monto del salario mínimo que estamos discutiendo, hay una distancia muy larga, muy grande. Y deberíamos hacer todos los esfuerzos para mejorar el texto que viene de la Cámara de Diputados.
En tal sentido, hago un llamado al señor Ministro Hacienda -por su intermedio, señor Presidente- para que veamos la forma de incorporar el concepto de equidad en estas ecuaciones que nos han traído para justificar el sueldo que proponen.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
La señora ALLENDE.- Que se aclare que se trata de la votación en general.
El señor RUIZ-ESQUIDE (Presidente accidental).- Ya se dijo, señora Senadora.
Terminada la votación.
--Se aprueba en general el proyecto (32 votos a favor y uno en contra).
Votaron por la afirmativa las señoras Allende, Alvear y Rincón y los señores Bianchi, Cantero, Chadwick, Chahuán, Coloma, Escalona, Espina, García, Gómez, Horvath, Kuschel, Lagos, Larraín (don Hernán), Larraín (don Carlos), Letelier, Longueira, Muñoz Aburto, Novoa, Orpis, Pérez Varela, Prokurica, Quintana, Rossi, Ruiz-Esquide, Sabag, Tuma, Walker (don Ignacio), Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votó por la negativa el señor Navarro.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Queda aprobada la idea de legislar.
Señores Senadores, la Mesa requiere el acuerdo unánime de la Sala para prorrogar la hora de término de la sesión hasta el total despacho del proyecto.
¿Habría acuerdo?
El señor PROKURICA.- Muy bien.
El señor ZALDÍVAR (don Andrés).- Sí, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Acordado.
Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- El Ejecutivo formuló indicaciones al proyecto de ley a fin de reponer los artículos 1°, 2°, 3° y 4°, en los mismos términos en que venían de la Cámara de Diputados.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Escalona.
El señor ESCALONA.- Señor Presidente, propongo a la Mesa realizar una sola votación; o sea, pronunciarnos a favor o en contra de las indicaciones del Ejecutivo sobre los cuatro artículos en discusión.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Entiendo que hay una petición de votación separada.
Voy a precisar esa información.
El señor LABBÉ (Secretario General).- El Ejecutivo a formulado indicaciones a los artículos 1°, 2°, 3° y 4°, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Hay que pronunciarse sobre cada una de ellas.
El señor Secretario dará lectura a la primera indicación.
El señor LONGUEIRA.- ¿Hay pareos, señor Presidente?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Hay dos, Su Señoría.
Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- Los pareos registrados son: Senadores Girardi y Uriarte, y Bianchi con Pizarro.
La señora RINCÓN.- Que se toquen los timbres, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Están sonando, Su Señoría, para que los Senadores que se hallan trabajando en la Comisión de Economía acudan a votar a la Sala.
Tiene la palabra el señor Secretario.


El señor LABBÉ (Secretario General).- Además de los pareos que señalé hay otro que rige a partir de las 20 entre los Senadores Andrés Chadwick y Fulvio Rossi.
Corresponde votar la indicación del Ejecutivo consistente en reponer el artículo 1° aprobado en la Cámara de Diputados, que señala lo siguiente:
"Artículo 1°.- Elévase, a contar del 1 de julio de 2011, de $ 172.000 a $ 181.500 el monto del ingreso mínimo mensual para los trabajadores mayores de 18 años de edad y hasta de 65 años de edad.
"Elévase, a contar del 1 de julio de 2011, de $ 128.402 a $ 135.494 el monto del ingreso mínimo mensual para los trabajadores mayores de 65 años de edad y para los trabajadores menores de 18 años de edad.
"Elévase, a contar del 1 de julio de 2011, el monto del ingreso mínimo mensual que se emplea para fines no remuneracionales, de $ 110.950 a $ 117.079.".
El señor LETELIER (Vicepresidente).- En votación.
El señor WALKER (don Patricio).- Señor Presidente, faltan los integrantes de la Comisión de Economía.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Vamos a esperar que regresen los señores Senadores que se hallan en Comisión.
El señor Ministro ha pedido la palabra...
El señor GÓMEZ.- ¡Pero estamos en votación!
La señora RINCÓN.- ¡Así es!
El señor LETELIER (Vicepresidente).- ¿Habría acuerdo para autorizar la intervención del señor Ministro?
Acordado.
Tiene la palabra.


El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- Señor Presidente, me han formulado algunas preguntas. Además, me parece de toda caballerosidad contestar ciertos emplazamientos que se han hecho.
He oído a muchos parlamentarios señalar, en ambos lados del Hemiciclo, que estarían abiertos o dispuestos -con distintos grados de entusiasmo- a formar una comisión. También se ha dicho que no hubo tiempo para discutir el reajuste.
Al respecto, debo expresar que me siento muy tranquilo porque me tomé muy a pecho esas palabras el año pasado. Se formó una comisión con representantes oficiales, que no era solo técnica, sino que venía respaldada por los trabajadores. Había dos representantes de la CUT; uno de la UNT; otro del mundo académico; de CONAPYME, para representar a las pymes; de la SOFOFA y de la CPC; un académico de la Universidad de Chile; otro de la Universidad Católica.
Esa comisión propuso una fórmula que captura lo que Sus Señorías han planteado, toda vez que señala que cuando haya crecimiento económico este debe llegar a todos. Y eso es justamente lo que se propone.
He tratado de explicarlo. Pero, a pesar de mis 30 años como profesor universitario, he tenido dificultad para hacerlo.
El punto es que el crecimiento económico ingresa a través de la productividad.
Se dice que un país que crece al 6 por ciento debería reajustar su salario en al menos ese porcentaje. Perdonen, señores Senadores, pero ese es un error conceptual. Lo que corresponde es reajustar los salarios en inflación más productividad, no en el crecimiento del total del producto, porque hay que remunerar varios factores productivos, no solo el trabajo.
En el momento en que se nos planteó considerar la inflación esperada o la pasada, estábamos disponibles para la primera. Pero se nos señaló que era intransable -lo plantearon los representantes de los trabajadores- la inflación pasada.
Por eso, como ha ocurrido todos los años, partimos de una inflación que, en los últimos 12 meses, ha sido de 3,3 por ciento. Por consiguiente, el 5,5 por ciento que propone la indicación del Ejecutivo -que repone el monto aprobado en la Cámara Baja- es 2,2 por ciento real.
Me parece que se debe mirar un poco hacia atrás. En el período 2006-2009 se aumentó el salario mínimo en 2 por ciento real, que es menor al incremento que estamos proponiendo ahora. En realidad, y para ser preciso, fue 1,98 por ciento; lo estoy ajustando a 2.
Ahora, también se dijo que subir 180 a 181 mil 500 pesos había sido pura política.
Les quiero explicar que no es así porque, como estábamos disponibles para tomar la inflación pasada o la esperada, si optáramos por esta última, nos acercaríamos al 5,5 por ciento. Por lo tanto, esa cifra también estaría amparada técnicamente.
Quiero expresar, desde el punto de vista del Ejecutivo, nuestra mayor disposición a crear una instancia para conformar una comisión. Aquí no se trata de un órgano técnico, sino de uno en que participen en plenitud los parlamentarios que quieran y que estén interesados en este punto a fin de crear una fórmula que nos evite este ritual anual.
¿Qué más puedo decir?
Me parece muy importante mencionar otro tema: no se debe pensar que el salario mínimo constituye la única forma de reducir las desigualdades distributivas en Chile, pues existen muchos mecanismos.
En cuanto al salario mínimo, aunque me encantaría proponer uno de 200 mil pesos o más, debo actuar con responsabilidad, el Gobierno tiene que hacerlo, porque su reajuste provoca dos efectos: uno en el poder de compra de los trabajadores, y otro en la posibilidad de emplearse. Y nosotros tenemos que conjugar ambos.
El Ingreso Ético Familiar carece de consecuencias negativas, porque, al establecer condicionalidad y entregar hoy día 38 mil 500 pesos para una familia indigente, está ayudando a subir el ingreso de los que tienen menos sin provocar efectos nocivos en el empleo.
Entonces, solo les pido un ejercicio en el que no hagamos caso omiso al resultado que provoca en el empleo.
Además escuché -lo reconozco- que algunos señores Senadores expresaban: "Tengamos cuidado también con los efectos en el empleo". Pero, a pesar de que se está proponiendo un aumento de 2,2 por ciento real, se dice: "Denos más". Si aquí no están en juego los recursos públicos, porque el costo fiscal del aumento en el salario mínimo no es demasiado significativo...
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Culminó su tiempo, señor Ministro.
El señor QUINTANA.- ¡Se acabó la plata...!
El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- Le pido un minuto más, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Puede continuar.
El señor LARRAÍN (Ministro de Hacienda).- Al final, no es significativo.
Lo que nos preocupa es el efecto en el empleo. Y me parece que no podemos, al aprobar salarios mínimos más altos, condenar al desempleo a quienes carecen de calificaciones para aspirar a un sueldo más alto.
Gracias, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Muñoz Aburto.


El señor MUÑOZ ABURTO.- Señor Presidente, Honorables colegas, voy a votar en contra porque la fijación de este salario mínimo no da cuenta de lo señalado en el Convenio 131 de la OIT y en el Acuerdo Nº 134 de la OIT, suscrito por nuestro país el 22 de junio del año 1970.
Con claridad, este último instrumento internacional señala que "la fijación de salarios mínimos debería constituir un elemento de toda política establecida para eliminar la pobreza y para asegurar la satisfacción de las necesidades de todos los trabajadores y de sus familias".
Más adelante agrega que "el objetivo fundamental de la fijación de salarios mínimos debería ser proporcionar a los asalariados la necesaria protección social respecto de los niveles mínimos permisibles de salarios".
Eso quiere decir que el ingreso mínimo a nivel internacional se ha establecido no precisamente para personas cesantes o sin acceso al empleo, sino que es una forma de fijar un guarismo para la protección social.
No cabe duda de que, después de las largas exposiciones efectuadas por diferentes señores Senadores esta tarde, ha quedado de manifiesto que el salario mínimo fijado por el Gobierno no da cuenta del mencionado Acuerdo de la OIT ni del Convenio suscrito -reitero- por nuestro país en 1970.
Gracias.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Terminada la votación.
--Se rechaza la indicación del Ejecutivo tendiente a restablecer el artículo 1º aprobado en la Cámara Baja (16 votos en contra, 13 a favor y 3 pareos).
Votaron por la negativa las señoras Allende, Alvear y Rincón y los señores Escalona, Frei (don Eduardo), Gómez, Lagos, Letelier, Muñoz Aburto, Navarro, Quintana, Ruiz-Esquide, Tuma, Walker (don Ignacio), Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votaron por la afirmativa los señores Cantero, Chahuán, Coloma, Espina, García, Kuschel, Larraín (don Hernán), Larraín (don Carlos), Longueira, Novoa, Orpis, Pérez Varela y Prokurica.
No votaron, por estar pareados, los señores Bianchi, Chadwick y Rossi.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.


El señor LABBÉ (Secretario General).- A continuación, corresponde votar la indicación del Ejecutivo destinada a reponer el artículo 2º aprobado en la Cámara de Diputados, que expresa:
"Artículo 2º.- Reemplázase, a contar del 1 de julio del año 2011, los incisos primero y segundo del artículo 1º de la ley Nº 18.987, por el siguiente:
"Artículo 1º.- A contar del 1 de julio del año 2011, las asignaciones familiar y maternal del Sistema Único de Prestaciones Familiares, reguladas por el decreto con fuerza de ley Nº 150, de 1982, del Ministerio del Trabajo y Previsión Social, tendrán los siguientes valores, según el ingreso mensual del beneficiario:
"1) De $7.150 por carga, para aquellos beneficiarios cuyo ingreso mensual no exceda de $187.000.
"2) De $5.064 por carga, para aquellos beneficiarios cuyo ingreso mensual supere los $187.000 y no exceda los $307.863.
"3) De $1.600 por carga, para aquellos beneficiarios cuyo ingreso mensual supere los $307.863 y no exceda los $480.162.
"4) Las personas que tengan acreditadas o que acrediten cargas familiares y cuyo ingreso mensual sea superior a $480.162 no tendrán derecho a las asignaciones aludidas en este artículo.".".
El señor LETELIER (Vicepresidente).- En votación la indicación.
El señor BIANCHI.- Con la misma votación anterior.
El señor WALKER (don Ignacio).- De acuerdo.
La señora RINCÓN.- Sí.
El señor LARRAÍN.- Démosla por repetida.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Ya se está tomando la votación electrónicamente.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Terminada la votación.
--Se rechaza la indicación del Ejecutivo consistente en reponer el artículo 2º (16 votos en contra, 12 a favor y 2 pareos).
Votaron por la negativa las señoras Allende, Alvear y Rincón y los señores Escalona, Frei (don Eduardo), Gómez, Lagos, Letelier, Muñoz Aburto, Navarro, Quintana, Ruiz-Esquide, Tuma, Walker (don Ignacio), Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votaron por la afirmativa los señores Cantero, Chahuán, Coloma, Espina, García, Kuschel, Larraín (don Hernán), Larraín (don Carlos), Longueira, Novoa, Orpis y Prokurica.
No votaron, por estar pareados, los señores Bianchi y Chadwick.
El señor HORVATH.- ¿Me permite, señor Presidente?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra, Su Señoría.
El señor HORVATH.- Pido que se deje constancia de mi voto afirmativo.
Yo estaba en la Sala mientras se hacía el conteo.
Gracias.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Quedará constancia de la intención de voto favorable de Su Señoría.
Tiene la palabra el señor Secretario.


El señor LABBÉ (Secretario General).- Corresponde votar la indicación del Ejecutivo destinada a restablecer el artículo 3º aprobado en la Cámara de Diputados.
Dice: "Fíjase en $7.150, a contar del 1 de julio del año 2011, el valor del subsidio familiar establecido en el artículo 1º de la ley Nº 18.020.".
El señor LETELIER (Vicepresidente).- En votación la indicación.
El señor COLOMA.- ¡Imagino que esta norma sí la votarán a favor...!
La señora RINCÓN.- ¡Cada cual vota como quiere!
El señor NAVARRO.- ¿Puedo hacer una consulta, señor Presidente?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- ¿Quiere fundamentar el voto?
El señor NAVARRO.- No. Solo tengo dudas sobre la incidencia de las abstenciones en el resultado de la votación.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- De acuerdo al Reglamento y a la jurisprudencia del Senado, las abstenciones se suman a la posición que obtenga el mayor número de votos.
El señor NOVOA.- Solo si tales abstenciones influyen en el resultado.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Por cierto.
En todo caso, entiendo que la pregunta es si, habiendo más abstenciones que votos afirmativos, aquellas se suman.
El Senado tiene un criterio al respecto.
El señor LAGOS.- ¿Cuál es?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Que se suman.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Terminada la votación.
--Se aprueba la indicación del Ejecutivo destinada a restituir el artículo 3º (19 votos a favor, 1 en contra, 2 abstenciones y 2 pareos).
Votaron por la afirmativa las señoras Allende y Alvear y los señores Cantero, Chahuán, Coloma, Espina, Frei (don Eduardo), García, Horvath, Kuschel, Larraín (don Hernán), Larraín (don Carlos), Longueira, Novoa, Orpis, Prokurica, Ruiz-Esquide, Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votó por la negativa el señor Lagos.
Se abstuvieron los señores Quintana y Tuma.
No votaron, por estar pareados, los señores Bianchi y Chadwick.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- El señor Secretario hará una precisión con respecto al artículo 4º.


El señor LABBÉ (Secretario General).- El Ejecutivo formuló indicación para reponer el artículo 4º, que dice: "El mayor gasto que represente durante el año 2011 la aplicación de los artículos 2º y 3° de la presente ley, se financiará con cargo a los recursos del Tesoro Público.".
Como la indicación tendiente a restablecer el artículo 2º fue rechazada, habría que suprimir la referencia que se hace a ese precepto en el artículo 4º y dejar únicamente la mención al artículo 3º, norma que se aprobó.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Sugiero votar de inmediato la indicación que restituye el artículo 4º y facultar a la Secretaría para efectuar la corrección formal pertinente.
--Así se acuerda.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- En votación la indicación en la forma señalada.
El señor ESCALONA.- Aprobémosla con la misma votación anterior.
El señor TUMA.- Sí.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Ya se está tomando la votación electrónicamente.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Terminada la votación.
--Se aprueba la indicación del Ejecutivo que repone el artículo 4º (22 votos a favor, 1 en contra, 3 abstenciones y 2 pareos), con la adecuación que se encomendó a la Secretaría.
Votaron por la afirmativa las señoras Allende, Alvear y Rincón y los señores Cantero, Chahuán, Coloma, Espina, Frei (don Eduardo), García, Horvath, Kuschel, Larraín (don Hernán), Larraín (don Carlos), Letelier, Longueira, Muñoz Aburto, Novoa, Orpis, Prokurica, Ruiz-Esquide, Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votó por la negativa el señor Lagos.
Se abstuvieron los señores Navarro, Quintana y Tuma.
No votaron, por estar pareados, los señores Bianchi y Chadwick.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Queda terminada la discusión del proyecto en este trámite.