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REFORMA CONSTITUCIONAL SOBRE VOTO DE CHILENOS EN EL EXTRANJERO


El señor GIRARDI (Presidente).- Proyecto de reforma constitucional, en primer trámite e iniciado en mensaje, sobre voto de chilenos en el extranjero, con informe de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento.
--Los antecedentes sobre el proyecto (7335-07) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de reforma constitucional:
En primer trámite, sesión 72ª, en 1 de diciembre de 2010.
Informe de Comisión:
Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento: sesión 9ª, en 13 de abril de 2011.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el señor Secretario.
El señor LABBÉ (Secretario General).- Los principales objetivos de la iniciativa son:
1) Encargar al legislador, por medio de una ley orgánica constitucional, que determine la forma, los casos y requisitos para que los ciudadanos chilenos con derecho a voto puedan sufragar en el extranjero.
2) Circunscribir la intervención de las Fuerzas Armadas en los actos eleccionarios a aquellos que se realicen dentro del territorio nacional.
La Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento aprobó en general esta reforma por 3 votos a favor (Senadores señores Chadwick, Espina y Hernán Larraín) y 2 en contra (Honorables señores Quintana y Patricio Walker). Su texto se consigna en la página pertinente del primer informe.
Cabe hacer presente que el proyecto requiere para su aprobación el voto conforme de 23 señores Senadores.
El señor GIRARDI (Presidente).- En discusión general.
Tiene la palabra la Honorable señora Alvear.


La señora ALVEAR.- Señor Presidente, la presente reforma constitucional tiene como propósito facultar al legislador para determinar la forma, los casos y los requisitos para que los ciudadanos chilenos con derecho a voto puedan sufragar desde el extranjero.
Además, restringe la intervención de las Fuerzas Armadas y de Carabineros a las elecciones que se realicen en el territorio nacional para el resguardo del orden público durante el desarrollo de aquellas.
En su mensaje, el Gobierno afirma que toda democracia contemporánea supone que el Estado incluya el mayor número posible de personas dentro del cuerpo electoral. Sobre este punto, el proyecto recuerda que el Estado de Chile ha ido incorporando progresivamente al cuerpo electoral una mayor cantidad de nacionales: primero fueron las mujeres; luego, los ciudadanos no videntes; más tarde, los analfabetos, y finalmente la Constitución de 1980 permitió a los suboficiales y a la tropa de las Fuerzas Armadas y Carabineros participar plenamente en el cuerpo electoral.
En esta primera línea, en la exposición de motivos de la iniciativa se constata que a partir de la reforma constitucional de 2009, sobre inscripción automática y voto voluntario, tienen derecho a sufragar todos los chilenos y los extranjeros avecindados en Chile por más de 5 años que cumplan con el requisito de mayoría de edad y no hayan sido condenados a pena aflictiva. De esta forma, todos los ciudadanos de nuestro país pueden participar en procesos eleccionarios, con independencia de si su residencia se encuentra o no en el territorio nacional.
Sin embargo, el Presidente de la República sostiene que, como en la Constitución Política no se contemplan la forma y los casos en que los ciudadanos chilenos pueden participar en elecciones desde el extranjero, es necesario cubrir ese vacío legal permitiendo a los ciudadanos que residen fuera del territorio nacional participar en procesos eleccionarios siempre que cumplan ciertas condiciones.
En efecto, el Jefe de Estado considera indispensable hacer partícipes de nuestra democracia solamente a aquellos compatriotas que, residiendo fuera de Chile, aún se encuentran vinculados con nuestro país, encomendando a la ley regular los mecanismos que permitan establecer la existencia de esa vinculación.
Sostiene el Presidente de la República que tal exigencia se halla íntimamente ligada con la función política que implica pertenecer al cuerpo electoral del país. En el caso de los chilenos residentes en el extranjero -acota-, esos requisitos serán especificados por el legislador orgánico constitucional de acuerdo al artículo 13 de la Carta Fundamental.
Sobre el particular, hace presente que son distintos los propósitos gubernamentales detrás de la concesión del voto a nacionales que viven fuera del país: permitir la participación de militares en las elecciones; autorizar el voto del personal diplomático en el extranjero; generar un sentido de pertenencia; involucrar en el proceso político a un alto número de trabajadores emigrantes, etcétera.
En conclusión, el Primer Mandatario afirma que la mayoría de los Estados que han concedido el derecho a voto en el extranjero lo ha hecho con un propósito específico, incluso más allá de tan solo generar mayores espacios de participación política. Los que han abierto por completo el voto a sus nacionales que residen fuera del territorio lo han hecho con la finalidad de generar lazos entre la comunidad en el extranjero y su país. Sin embargo -señala el Ejecutivo-, en muchos de esos casos la participación política no ha sido realmente significativa.
Durante la discusión de esta iniciativa, la Comisión escuchó a los representantes del Comité Chile Somos Todos, que agrupa a diversas organizaciones de chilenos que viven en distintos países.
En síntesis, ellos sostuvieron que, en virtud de la reforma constitucional de 2009, sobre inscripción automática y voto voluntario, tienen derecho a voto todos los chilenos mayores de edad que no hayan sido condenados a pena aflictiva, independientemente de su lugar de residencia. La inscripción automática en los registros electorales se aplica, así, a todos los ciudadanos, se hallen dentro o fuera del país.
Por esa razón, dijeron que les resultaba difícil comprender por qué se envió otro proyecto de reforma constitucional que, según su texto, "permite el voto de los chilenos y chilenas con derecho a sufragio desde el extranjero".
A su juicio, se trata de una iniciativa destinada exclusivamente a condicionar el ejercicio de ese derecho. Afirman que la exigencia de vínculo y permanencia en Chile constituye un factor de discriminación hacia compatriotas que no pueden venir al país, pero que se mantienen fuertemente vinculados a él por nexos de diversa naturaleza.
Además, la Comisión tuvo a la vista las observaciones de los Ministros de la Corte Suprema que también integran el Tribunal Calificador de Elecciones, que inciden en el ejercicio del derecho a sufragio de los chilenos que residen en el extranjero. Ellos se pronunciaron con claridad en cuanto a que era abiertamente inconstitucional y vulneraba el principio de igualdad ante la ley establecer diferencias entre los chilenos que viven en nuestro país y los que habitan en el exterior.
La mayoría de los miembros de la Comisión compartió los argumentos del Ejecutivo recién señalados. La minoría, en cambio, opinó que a quienes residen fuera del territorio nacional no se les tiene que formular ninguna exigencia distinta o adicional de aquellas que deben cumplir los compatriotas que viven en Chile. Esta minoría sostuvo que resultaría contradictorio, por una parte, ampliar el padrón electoral para los chilenos que residen en el país, y por otra, restringirlo respecto de quienes habitan en el exterior.
Señor Presidente, hasta aquí la cuenta que he dado en mi calidad de Presidenta de la Comisión de Constitución.
Ahora paso a dar a conocer mi opinión personal con relación al proyecto, ya no -insisto- como Senadora informante.
La iniciativa que estamos tratando hoy en la Sala se titula "reforma constitucional para permitir el voto de chilenos desde el extranjero".
Sin embargo, señor Presidente, no se requiere ninguna reforma para posibilitar el sufragio de chilenos en el exterior. El inciso primero del artículo 13 de la Carta Fundamental establece como únicos requisitos para tener la calidad de ciudadano y, por lo tanto, tener derecho a sufragio, el ser chileno, haber cumplido 18 años de edad y no haber sido condenado a pena aflictiva.
La única situación especial que regula la Constitución en el inciso final del mencionado artículo se refiere a los hijos de padre o madre chilenos nacidos en el extranjero y a los que hayan obtenido la nacionalidad por gracia, a quienes se les exige, adicionalmente, el avecindamiento por más de un año en el territorio nacional para ejercer los derechos que confiere la ciudadanía.
En ninguna parte de la Carta -insisto, señor Presidente-, se exige residir en territorio chileno para tener y ejercer el derecho a sufragio. No es la Constitución sino la actual ley la que no permite que se cumpla cabalmente este derecho ciudadano al no regular el voto de los compatriotas que residen en el exterior.
Sobre el particular, deseo señalar que nosotros, como legisladores, estamos en deuda en lo concerniente a determinar, a través de una ley, la forma en que los chilenos que viven afuera deben sufragar, así como también -se halla en la tabla de hoy un proyecto sobre la materia- en lo relativo a una ley que establezca la forma en que se materialice el voto voluntario de los chilenos que residen en nuestro país.
Como sabemos, la actual Carta entró en vigencia hace 29 años, y en todo este tiempo los órganos colegisladores han incurrido en falta grave de omisión al haber dejado sin regular la forma en que dichos compatriotas deben ejercer un derecho fundamental. En definitiva, se los ha privado de él por falta de una ley que materialice la manera en que deben ejercer su sufragio.
Bajo la vigencia de la Constitución de 1925 hubo tres grupos marginados por decisión o inacción legislativa.
La ley de elecciones impedía el voto del personal subalterno de las Fuerzas Armadas, sin que la Carta Fundamental hiciera ninguna distinción entre clases y oficiales.
La misma normativa excluyó a las mujeres del derecho a sufragio hasta 1935. Estas solo pudieron votar en elecciones parlamentarias en 1949, y en elecciones presidenciales en 1952. Y ello, pese a que la Carta de 1925 no hablaba, en su artículo 7°, de "varones", sino de "chilenos", expresión que para cualquier otro efecto siempre se entendió comprensiva de ambos sexos.
La Ley de Defensa Permanente de la Democracia -o "Ley Maldita"- privó de sus derechos ciudadanos a todos los militantes del Partido Comunista. Como bien lo señaló en esa época el Senador Horacio Walker Larraín, miembro de la Comisión de Constitución, esa exclusión violaba por ley la Constitución Política. En todo caso, hay que decir que la Corte Suprema no lo entendió así en ese momento.
El señor GIRARDI (Presidente).- Ha concluido su tiempo, señora Senadora.
La señora ALVEAR.- Señor Presidente, le pido que contabilice mis diez minutos a contar del momento en que comencé a hablar a título personal y no como Senadora informante.
El señor GIRARDI (Presidente).- Así lo haremos, Su Señoría.
Puede continuar.
La señora ALVEAR.- Señor Presidente, lo que en verdad corresponde es que los colegisladores nos aboquemos a pagar lo antes posible la deuda histórica que tenemos con las decenas de miles de compatriotas a los que se les ha privado de un derecho fundamental por demasiado tiempo.
En los casos que ya mencioné -el de las mujeres, el de la "Ley Maldita", el de los oficiales- no fue necesaria una reforma constitucional, lo cual corrobora que ahora tampoco se requiere una modificación a la Carta, sino simplemente una ley que materialice la forma en que los chilenos que viven en el extranjero puedan voluntariamente votar.
Por otra parte, quiero agregar que esta reforma constitucional es completamente inoficiosa. Solo tiene un objetivo, en el que el Gobierno ha insistido y que incluso materializó en un proyecto de ley que luego retiró debido a la presentación de un requerimiento ante el Tribunal Constitucional que dejó patente que el Ejecutivo estaba claro de que este iba a fallar a favor de la inconstitucionalidad. Y ese objetivo es limitar el voto de los chilenos que viven en el extranjero, ponerle condiciones a su participación.
Se ha hablado de la necesidad de demostrar un vínculo, proponiéndose como tal el número de años de residencia, los viajes a Chile, etcétera.
Seamos claros, señor Presidente: cualquier exigencia de ese tipo es arbitraria.
Si se está legislando para implementar la inscripción automática y el voto voluntario, ¡qué vínculo mayor puede existir que el que un chileno que vive en el exterior vaya a votar! ¡Qué mejor demostración de vínculo!
Hay muchos compatriotas que aun con el voto voluntario quizás no concurran a sufragar, tanto en nuestro país como en el extranjero. Y la mejor prueba de vínculo respecto de quienes viven afuera es precisamente el hecho de ir a votar.
¡Qué mejor vínculo que ese!
Por lo tanto, señor Presidente, creo que esta reforma constitucional es completamente innecesaria, contraproducente y solo viene a limitar el ejercicio del derecho a sufragio que nuestros connacionales en el exterior ya tienen, pero que no pueden ejercer porque no hemos sido capaces de legislar para materializarlo.
Finalmente, quiero expresar que el proyecto de ley que exigía vínculo, al igual que pretende hacerlo esta reforma constitucional, recibió una advertencia de inconstitucionalidad muy clara por parte de los Ministros de la Corte Suprema Sergio Muñoz, Margarita Herreros, Pedro Pierry y Haroldo Brito.
En la sola cita del informe de la Corte se resume todo: "la residencia de un chileno en el extranjero no puede ser un factor de discriminación en el ejercicio de los derechos consagrados por el legislador respecto de un chileno que habita en Chile, como tampoco podrá serlo la exigencia de un vínculo con el país o la condición de permanencia durante un determinado período de tiempo anterior a los comicios".
Esta es la opinión de ministros de la Corte Suprema.
Espero que el resultado de la votación de hoy -adelanto que mi pronunciamiento será negativo- deje en claro el camino que los poderes colegisladores deben seguir para elaborar una ley que posibilite que los chilenos que viven en el exterior voten si así lo desean.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Solicito la anuencia del Senado para que ingrese a la Sala el señor Andrés Tagle Domínguez, asesor del Ministro Secretario General de la Presidencia.
--Se accede.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Patricio Walker.


El señor WALKER (don Patricio).- Señor Presidente, la verdad es que cuando nos pronunciamos en contra de esta reforma constitucional en la Comisión de Constitución lo hicimos con un sentido positivo: queremos que todos los chilenos que residen en el extranjero y no solo algunos puedan votar.
Destaco un ejemplo que vivimos hace muy poco: el de los peruanos residentes en Chile que votaron en la primera vuelta de la elección presidencial de su país. Entre ellos había muchas trabajadoras de casa particular, mujeres modestas que probablemente no han podido ir a Perú en los últimos cinco años. Si nosotros les hubiésemos puesto el requisito que el proyecto establece, simplemente no hubieran podido ejercer su derecho, a diferencia, a lo mejor, de profesionales y empresarios con recursos que sí podrían haberlo hecho. Pero Perú no consagra discriminaciones arbitrarias y permite que todos participen en los procesos eleccionarios.
En ese sentido, uno puede formularse la siguiente pregunta: ¿qué va a pasar con los chilenos que residen en el extranjero si efectivamente se les imponen condiciones que sean difíciles de cumplir?
Creo que debiéramos recoger el ejemplo de Perú como algo positivo, para que el día de mañana nosotros también podamos tener algo parecido.
Las cifras son elocuentes. Encuestas de la Cancillería señalan que el 72 por ciento de los chilenos que residen en el extranjero quiere votar. Eso equivale a 350 mil personas.
Nosotros no somos partidarios de exigir un vínculo o cualquier requisito adicional a los que contempla el artículo 13 de la Constitución. El que ahora se plantea es una discriminación arbitraria en función de la capacidad económica de las personas para viajar a su país cada cierto tiempo.
No nos gusta el voto censitario. Creemos que todos los chilenos, los que viven en países vecinos o en latitudes más alejadas -Australia, Estados Unidos, Europa, por ejemplo, quienes tendrían aún mayores dificultades para venir a Chile-, tienen derecho a votar.
Reconocemos que el Gobierno ha flexibilizado su propuesta original. En un inicio se permitía votar a los chilenos que demostraran una permanencia en el país de al menos cinco meses durante los últimos ocho años. Ahora se ofrece reducir la exigencia a solo una visita a Chile en los últimos cinco años.
Hay un avance, pero que es, en nuestra opinión, absolutamente insuficiente, porque sigue existiendo una discriminación arbitraria, una discriminación por el bolsillo.
¿Acaso los compatriotas que viven en el extranjero y no tienen recursos para venir a nuestro país dejan de ser chilenos?
La Constitución establece en su artículo 13 que los chilenos mayores de 18 años que no hayan sido condenados a pena aflictiva son ciudadanos y tienen derecho a votar.
Aquellas personas tienen el vínculo que de verdad importa: ser chileno. Y todas, por consiguiente, debieran poder sufragar.
Por lo tanto, señor Presidente, la disyuntiva es cómo queremos que los chilenos que residen en el extranjero voten: ¿con requisitos, con condiciones, con vínculo, con discriminaciones arbitrarias, o sin ningún tipo de discriminación?
Tenemos el camino. La Presidenta Bachelet presentó un proyecto de ley en el año 2009, el cual fue aprobado en general por esta Sala. En consecuencia, podemos seguir legislando en lo que dice relación con la posibilidad de que los chilenos en el extranjero voten. Podemos avanzar y, si todos estamos de acuerdo, permitir que los compatriotas que residen en el exterior, sin excepción de ninguna especie, puedan ejercer el derecho a sufragio.
Ese es el camino que nosotros preferimos.
¿Cuál es la situación -para hacernos la idea de cuántos chilenos podrían votar- si se establece el requisito adicional de venir a Chile cada cierto tiempo?
La encuesta de la Dirección para la Comunidad de Chilenos en el Exterior (DICOEX) señala que solo 26,3 por ciento de nuestros compatriotas residentes en el extranjero viajan en forma periódica a nuestro país. Y nosotros nos preguntamos qué pasa con más del 70 por ciento de los connacionales que viven en el exterior y que no pueden viajar, principalmente -insisto- por razones económicas.
Por eso, señor Presidente -lo expresamos con toda claridad-, observamos un contrasentido. En efecto, por una parte, el Gobierno nos invita a rejuvenecer la democracia, a revitalizar las elecciones, a ampliar el universo electoral para tres o cuatro millones de personas que no votan -y por ello nos pronunciamos a favor de la inscripción automática y del voto voluntario-, y por otra, nos dice: "¿Saben qué? Vamos a restringir la posibilidad de votar a los chilenos residentes en el extranjero a través del vínculo".
Eso nos parece claramente un contrasentido.
Por lo mismo, queremos hacer un llamado al Gobierno para que no insista en la reforma constitucional. Porque -como muy bien dijo la Senadora Alvear-, obviamente, estamos en condiciones de legislar sin requisitos ni restricciones para todos los chilenos que residen en el extranjero, con el objeto de que puedan votar. Y si establecemos limitaciones, como hay una discriminación arbitraria, se deberá hacer una reforma constitucional.
Escuchamos a varias agrupaciones que representan a muchos chilenos que viven en el exterior, que están organizados. Y de modo unánime nos dijeron: "No a los requisitos; no a los vínculos; no a las discriminaciones".
Tenemos un elemento nuevo.
Los integrantes del TRICEL -entidad compuesta por miembros del Máximo Tribunal- nos señalaron que hoy día, sobre la base de lo dispuesto en los artículos 13 y 19, número 2°, de la Carta Fundamental, no se deben establecer discriminaciones arbitrarias. ¡No se deben establecer discriminaciones arbitrarias!
Insisto: son ciudadanos y tienen derecho a sufragar los chilenos mayores de 18 años y que no hayan sido condenados a pena aflictiva.
El número 2° del artículo 19 de la Constitución Política es muy claro. Asegura a todos los connacionales la igualdad ante la ley. Señala que en Chile no hay persona ni grupo privilegiados y que ni la ley ni autoridad alguna podrán establecer discriminaciones arbitrarias. Por eso, el Gobierno nos propone, obviamente, una reforma a la Carta Fundamental.
Más del 50 por ciento de los chilenos residentes en el extranjero se hallan en Argentina; 13,3 por ciento en Estados Unidos; 4,9 por ciento en Suecia. Podríamos seguir hablando de cifras, pero lo importante, señor Presidente, es que tenemos la posibilidad histórica de permitir que efectivamente todos los chilenos puedan votar, aunque residan en el exterior, porque siguen siendo compatriotas.
Esperamos que durante esta discusión se produzca la apertura por parte del Gobierno para no insistir en esta reforma constitucional y derechamente legislar sobre la base del proyecto de la Presidenta Bachelet.
No nos gusta el voto censitario, no nos gusta la Ley de Defensa de la Democracia, no nos gustan las discriminaciones arbitrarias. Establezcamos el derecho para todos y no solo para algunos, no solo para aquellos que tienen capacidad económica para venir periódicamente a nuestro país.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Ha pedido la palabra el señor Ministro.
Puede hacer uso de ella.


El señor LARROULET (Ministro Secretario General de la Presidencia).- Señor Presidente, señores Senadores, me referiré a esta importante propuesta del Presidente Sebastián Piñera, con relación a la Agenda Democrática.
Tal cual se ha señalado en intervenciones previas y en otras que se han efectuado en esta Sala, dada la realidad de nuestra democracia el compromiso de nuestro Gobierno es avanzar en fórmulas que permitan mejorar la participación de la ciudadanía en los procesos democráticos, fundamentalmente a través de un conjunto de iniciativas que van en dos líneas de acción.
La primera de ellas busca posibilitar que un mayor número de chilenos tenga la oportunidad de sufragar en nuestras elecciones: tanto los compatriotas que residen en el país como también quienes viven en el extranjero.
Y la segunda apunta a mejorar las instancias de transparencia que ocurren en nuestro accionar público, tanto en el Poder Ejecutivo cuanto en el Poder Legislativo.
Consideramos que esos son dos ejes fundamentales para atraer a un mayor porcentaje de chilenos a la actividad democrática, particularmente en las elecciones.
Todos estamos enterados de cómo nuestro padrón electoral se ha ido viendo reducido en los procesos de participación. Hoy existen más de tres millones y medio de ciudadanos chilenos a quienes no les interesa inscribirse en nuestros registros electorales. Sabemos también que nuestro padrón ha ido envejeciendo. A fines de la década de los 80, principios de los 90, 36 por ciento de los votantes era menor de 29 años, y en la última elección dicha cifra se redujo a menos de 9 por ciento.
Hoy podemos decir que aproximadamente tres millones de chilenos jóvenes no están inscritos.
Por eso, esta reforma apunta en la dirección de consagrar y de permitir que los chilenos radicados en el extranjero voten en sus lugares de residencia.
Nuestro análisis de la reforma constitucional que se hizo durante el Gobierno de la Presidenta Bachelet, nos lleva a la conclusión de que hoy los connacionales que residen en el exterior pueden votar en Chile, pero falta un sinnúmero de elementos para permitirles que lo hagan en el extranjero.
De otro lado, para nosotros también es muy importante el concepto de "vínculo".
Aquí no se trata de hacer una discriminación arbitraria, sino de manifestar que consideramos que los chilenos que están en el extranjero y que mantienen algún vínculo con el país, es decir, aquellas personas cuyas decisiones en materias democráticas se hallan comprometidas con el futuro de Chile, tengan, sin lugar a dudas, la oportunidad de votar. Y eso es una práctica internacional. Si los señores Senadores se fijan en el total de naciones que en el mundo actualmente se rigen por regímenes democráticos, verán que solo un tercio de ellas -repito: un tercio de ellas- permiten a sus ciudadanos votar desde el extranjero sin exigir ningún tipo de vínculo.
Por eso, consideramos -lo manifestamos claramente- que es favorable para la marcha de la democracia que nuestros connacionales que viven en el exterior y que tienen un vínculo con nuestro país, puedan votar desde su lugar de residencia.
Como ya dije, en la totalidad de estos países no resulta nada extraño lo que estamos sugiriendo. A su vez, si ustedes miran el detalle de las naciones que en el planeta hoy plantean fórmulas como las que el Ejecutivo ha venido sugiriendo, verán que se trata de democracias tan desarrolladas, tan destacadas -por ejemplo, las de Canadá, Australia, Nueva Zelandia, y muchas otras muy sólidas como la de Inglaterra, etcétera-, que nos permiten, a la luz de sus experiencias, defender la propuesta que estamos formulando.
El Ejecutivo siempre ha buscado los consensos necesarios en esta materia. Y podemos dar testimonio de ello con lo ocurrido durante el último año.
En el seno de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, formamos un equipo técnico de trabajo con los mejores expertos, tanto de la Oposición como de la Coalición por el Cambio, a fin de analizar los aspectos vinculados con la iniciativa.
En ese contexto alcanzamos un nivel de acuerdo muy alto para definir qué personas cumplen el requisito de mantener un vínculo con Chile. Ello permitiría a muchos compatriotas que residen en el extranjero -los que salieron por razones de trabajo, por estudio; los exiliados y sus familiares, es decir, quienes abandonaron el país de forma involuntaria- participar en nuestro proceso político, fundamentalmente en la elección del Presidente de la República.
Luego en la referida Comisión analizamos el asunto con los Senadores que la integran. El Ejecutivo en esa oportunidad de nuevo flexibilizó su postura para llegar a un acuerdo en esta trascendente materia.
Hoy día, finalmente, el Honorable Senado se pronunciará acerca del proyecto.
Sin embargo, quiero reiterar en esta Sala el compromiso y la voluntad de nuestro Gobierno por aprobar una reforma constitucional que permitirá a los chilenos que viven en el extranjero y que mantienen un vínculo con nuestra patria -ello deberá definirse en el marco preciso de una ley orgánica constitucional, que estamos abiertos a concordar- sufragar desde el exterior.
Esa es nuestra intención.
Por eso hemos impulsado la aprobación de la presente reforma en el seno de la Comisión, y estamos esperanzados en que suceda lo mismo hoy en esta Honorable Sala.
Muchas gracias.
El señor GIRARDI (Presidente).- La Mesa ha recibido la solicitud de los Senadores señor Patricio Walker y señora Rincón para cerrar el debate y abrir la votación.
El señor ORPIS.- Siempre que se mantengan los tiempos de intervención, señor Presidente.
El señor GIRARDI (Presidente).- Por supuesto.
Si le parece a la Sala, se accederá a lo solicitado.
--Así se acuerda.
El señor GIRARDI (Presidente).- En votación la idea de legislar.
--(Durante la votación).
El señor GIRARDI (Presidente).- Para fundar el voto, tiene la palabra la Honorable señora Allende.


La señora ALLENDE.- Señor Presidente, intervengo no solo como Senadora de la República, sino también en mi calidad de autora de una moción presentada el año 2005 para otorgar derecho a voto a los chilenos en el exterior, proyecto que fue rechazado en la Cámara de Diputados.
Y me duele decirlo, porque se había alcanzado un compromiso al respecto.
En ese entonces el Ministro Secretario General de la Presidencia era don José Antonio Viera-Gallo. En un principio logramos un compromiso con Renovación Nacional, el Partido de Sebastián Piñera. Pero aquel, lamentablemente, no se cumplió.
Por su parte, la UDI se opuso desde el primer día hasta el último. En ese sentido fue totalmente coherente. Pero las razones dadas por sus representantes, a mi juicio, no eran las mejores, pues constituían un mero cálculo político. Ellos siempre pensaron -equivocadamente, en mi opinión- que una iniciativa de tal naturaleza no los favorecería electoralmente. Era un asunto de cálculo electoral.
Ese tipo de acciones -no fundadas en una convicción profunda- son las que, por desgracia, desprestigian la política.
Además, no puedo dejar de señalar que durante 16 años yo estuve exiliada. Hago presente a la Sala que, si hay algo que caracteriza a un exiliado, es su vínculo con el propio país. Las comunidades de chilenos que viven afuera no han perdido su identidad con la nación: siguen las noticias; están pendientes de lo que aquí sucede; integran asociaciones, grupos folclóricos, etcétera.
Más aún, en abril del año pasado, durante una gira internacional con el Presidente Piñera -les consta a los Senadores señores Espina e Ignacio Walker-, tuvimos la oportunidad de recordarle al Primer Mandatario que no había cumplido su promesa de campaña. Cuando estuvo con las comunidades chilenas, tanto en España como en Suecia -me refiero a la campaña anterior, no a la última-, les prometió hacer algo en esta materia y no ha cumplido.
Incluso me permití decirle que con sentimientos no se juega. A mi juicio, dichas comunidades muestran tremenda sensibilidad por este asunto. Lo sé porque lo he vivido y compartido por muchos años; no solo por los que estuve exiliada, sino también por las muchas veces que me ha tocado viajar, oportunidades en que me he reunido con los chilenos. Y siempre ocurre el mismo fenómeno ya descrito.
De hecho, en aquella gira, cuando estuvimos participando con el Presidente Piñera en una conferencia en Estados Unidos durante dos días, aconteció lo que siempre sucede: fue recibido por la comunidad chilena. Hubo tres grupos folclóricos distintos; por cierto, empanadas hechas por los mismos compatriotas, y se bailó nuestra danza nacional, la cueca.
¡Hasta cuándo con eso de tener que demostrar un vínculo!
Tal como lo expresaron los Senadores señora Alvear y señor Patricio Walker, ambos miembros de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, efectivamente la reforma que nos ocupa está completamente de más.
Constituye un intento por sanear -entre comillas- una situación que, sin duda, tenía todos los visos de inconstitucionalidad. Por eso acudimos al Tribunal Constitucional. Pensamos que se les está quitando un derecho esencial universal a los ciudadanos; o sea, como dice la Constitución, a todos los que "hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva".
Por lo tanto, lo único que hace falta -y esperamos obtenerlo con este Parlamento- es una ley que regule cómo los chilenos podrán votar en el exterior. ¿Para qué? Para ampliar nuestra democracia, para que haya más participación política, para evitar que esa gente quede marginada.
Además, las primeras condiciones que el Gobierno determinó como vínculo eran completamente inaceptables: un año en los últimos 10 años; 5 meses en los últimos 8 años. Finalmente -reconocemos lo expresado por el Ministro; doy fe de ello-, producto de intercambios de opiniones entre los técnicos de la Concertación y del Gobierno, en definitiva hubo flexibilidad para mejorar la propuesta.
Pero esas primeras condiciones llegaban al absurdo de plantear una exigencia que resultaba mayor que la que incluso se les aplica libremente a los funcionarios internacionales, quienes cada dos años gozan de 15 días de vacaciones pagadas, lo que se llama el "home leave", oportunidad en que se les autoriza a regresar a su país. Reitero: cada dos años, 15 días de vacaciones.
El requisito de 5 meses en los últimos 8 años significaba venir a Chile 18 días cada año.
Por eso le hicimos ver al Gobierno que estaba cayendo en un planteamiento completamente inaceptable con respecto al establecimiento de lo que llaman "vínculo". Ello porque se ignoran las tendencias mundiales en la materia: vivimos en un mundo cada vez más globalizado; existen millones de migrantes; contamos con tecnología que permite a las personas estar totalmente conectadas con su país, sin importar dónde se encuentren. Los chilenos en el extranjero escuchan nuestras radios -la Cooperativa o cualquier otra-; miran nuestros canales de televisión; ven las noticias; en fin, están perfectamente informados.
Entonces, cuesta entender que en el mensaje se diga que se quiere ampliar la participación, en circunstancias de que se hace lo contrario: se está privando, de manera arbitraria y discriminatoria, a chilenos que residen en el exterior de un derecho que debiera estar asociado a su condición de ciudadano. Porque todo ciudadano ya cuenta con el derecho a sufragio universal, el cual forma parte de los derechos humanos políticos.
Nosotros consideramos que este tipo de condicionamientos constituye un retroceso en la democracia. Además, tiene como característica el que se asocia a medios económicos, que es la peor discriminación.
Señores Senadores, saquen la cuenta de lo que significaría para cualquier chileno residente en Nueva Zelandia, en Australia, en Canadá, en fin, tener que venir a nuestro país con cierta regularidad.
Ahora, ¿por qué creen que se demuestra la existencia de un vínculo cuando se invierte dinero en un viaje de tal índole, en circunstancias de que, como ya dijimos, con las tecnologías de hoy la gente se halla perfectamente conectada?
La gran mayoría de aquellos compatriotas hace remesas de dinero a Chile; contribuye cuando nos azota una catástrofe; presencia eventos internacionales en que participa nuestro país.
¡Para qué seguir abundando!
Pero quiero decir algo más, señor Presidente.
Actualmente, 115 países donde hay democracia tienen legislaciones que permiten ejercer el derecho a voto de sus nacionales que residen en el exterior. Y en nuestra región, en Sudamérica, solo Chile y Uruguay carecen de regulación sobre el particular.
Yo observo con admiración cómo los peruanos, los colombianos, los venezolanos, los mexicanos, los brasileños, los argentinos ejercen con plena libertad su derecho a voto en Chile, donde hay migrantes de cada una de esas naciones. Y nuestros medios de comunicación informan sobre la forma en que los miembros de las colonias respectivas concurren a sufragar.
¿Y nosotros? ¡No!
Llevamos años tratando de que la situación cambie. Yo presenté el año 2005 la moción a que hice referencia, la que fue rechazada -repito- por razones de cálculo electoral, lo que me pareció lamentable.
Todos los países miembros de la OCDE, sin excepción, otorgan a sus nacionales residentes en el extranjero el derecho a voto. De los 115 que mencioné, solo 29 les ponen restricciones, de distinta índole.
Señor Presidente, las cifras expuestas también debieran llevarnos a reflexionar y, por ende, a preguntarnos por qué tenemos tanto miedo, por qué no somos capaces de otorgar sin condiciones el derecho en cuestión.
¡Qué mejor demostración de la existencia de vínculo que el chileno que va a ir a votar!
Nosotros rechazaremos esta reforma constitucional, pero vamos a insistir en el planteamiento de la entonces Presidenta Bachelet, consistente en otorgar el derecho en comento sin condiciones de ninguna índole. De este modo demostraremos que, siendo coherentes, podremos dar vida a una ley que regule el derecho a sufragar desde el extranjero, el cual se ejercerá democráticamente por los chilenos en cada uno de nuestros consulados.
Ese es un gran anhelo de nuestros connacionales que se hallan afuera, quienes lo han manifestado públicamente. Y existen encuestas al respecto.
Por último, deseo agregar dos elementos, señor Presidente.
Nos pesó mucho la opinión de las propias comunidades de chilenos en el exterior, que rechazan las restricciones, que no quieren sentirse discriminadas.
Y, por cierto, también nos pesó el parecer que cuatro Ministros de la Corte Suprema, quienes a la vez integran el Tribunal Calificador de Elecciones, expusieron a propósito del proyecto sobre inscripción automática, Servicio Electoral y sistema de votaciones.
Esos elementos nos reafirmaron la necesidad de recurrir al Tribunal Constitucional en el caso de la iniciativa antes individualizada, lo que finalmente no hicimos, porque el Gobierno la retiró.
Pero queremos reiterar que estamos convencidos...
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Perdón, señora Senadora, pero concluyó su tiempo.
La señora ALLENDE.- Le pido un minuto más, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Puede continuar, Su Señoría.
La señora ALLENDE.- Muchas gracias.
Decía, señor Presidente, que estamos convencidos de que regular el ejercicio del derecho en comento no va a empequeñecernos, sino que, por el contrario, nos sumará a los 115 países que hoy día les permiten a sus connacionales votar desde el extranjero. Según expresé, aquí, en nuestra región, en América Latina, y particularmente en Sudamérica, vemos cómo el derecho en cuestión se ejerce sin restricciones.
Ya es hora de que nos pongamos al día y seamos capaces de entender por convicción y no por cálculo que de lo único que se trata es de reafirmar que todos somos chilenos.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Espina.


El señor ESPINA.- Señor Presidente, lamento sinceramente que los Senadores de la Concertación vayan a votar contra esta reforma constitucional. Y lo digo porque, en mi concepto, este es un debate donde debemos blanquear las posiciones de cada cual.
En esta materia hay dos posturas contrapuestas. Y ambas son legítimas.
Para algunos, legítimamente, los chilenos que viven en el extranjero pueden y deben votar desde allí sin importar su vínculo con nuestro país. Y eso ocurre en muchas naciones.
Pero también hay quienes piensan que es necesaria la existencia de un vínculo para participar en una elección sufragando desde el exterior (porque todos los compatriotas que viven en el extranjero pueden votar aquí si vienen a nuestro país).
Entonces, aceptemos que existe una diferencia. Porque algunos estiman que en la elección presidencial, cuya trascendencia para el futuro de Chile es enorme, los electores debieran tener un vínculo con nuestro país, de manera que, de una forma u otra, lo que se resuelva también los afecte a ellos.
Señor Presidente, ante discrepancias en materias de esta envergadura, históricamente el Senado -y lo sabe perfectamente el Honorable señor Zaldívar, quien gestó los principales consensos habidos en esta Corporación, que a juicio de todos implicaron un tremendo avance para nuestro país- ha buscado acuerdos.
Así se hizo con el término de los Senadores designados; con la inamovilidad de los Comandantes en Jefe; con las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados; con el Tribunal Constitucional. Y el Senado demostró talento y capacidad para gestar acuerdos y entendimientos.
Señor Presidente, considero lamentable que hoy en la Concertación simplemente se pegue un portazo a un acuerdo basado en una proposición que significa una flexibilización muy grande por parte de quienes estiman que debe haber un vínculo.
Fíjense, señores Senadores, que el Gobierno partió proponiendo como vínculo la permanencia en Chile de cinco meses en los últimos ocho años.
Hoy se plantea que la persona haya venido a nuestro país una vez en los últimos cinco años (entrada y salida). Ello, conforme a mis antecedentes, significa que más del 80 por ciento de nuestros compatriotas que viven en el extranjero podrían votar inmediatamente en la próxima elección. Del 20 por ciento restante, probablemente un elevado número viaje a Chile; porque 70 por ciento reconoce que lo hace.
Entonces, hoy día el Gobierno está facilitando que más del 90 por ciento de nuestros connacionales que residen en el exterior (más de 350 mil) puedan votar si gestamos un acuerdo en la línea expuesta.
¿Tal planteamiento no concreta aquello a lo que más aspira la Concertación? Es verdad. Pero tampoco corresponde a lo que quiere un sector de la Coalición por el Cambio.
En todo caso, señor Presidente, me niego a aceptar que no seamos capaces de lograr un entendimiento.
¡Si cada vez que se ha reformado la Constitución hemos llegado a acuerdo! Y, por supuesto, nadie ha sentido haber logrado todo lo que deseaba. Pero primaron el talento, la sabiduría y el prestigio de un Senado capaz de generar entendimientos en materias en las que existían diferencias.
Pero las diferencias son legítimas, señor Presidente.
Por ejemplo, Canadá establece que, para los efectos de votar en su país, una persona no puede estar en el exterior más de cinco años; si excede ese período, pierde el derecho. En el Reino Unido se pierde transcurridos quince años; en Australia, seis años; en Nueva Zelandia, tres.
¿Sabe lo que me pasa, señor Presidente?
Entiendo que tenemos diferencias. Pero ocurre que aquí se les está pegando un portazo a más de 300 mil connacionales que podrían votar desde el extranjero.
Probablemente no es el cien por ciento de lo que quiere la Concertación, ni tampoco el total de lo que desea la Coalición por el Cambio.
Empero, las reformas constitucionales se logran con consensos. Y aquí hemos generado acuerdos que han significado ceder parte de las legítimas aspiraciones políticas de cada cual.
Entonces, cuando se ha logrado una flexibilidad bastante razonable -es muchísimo más grande que la que en cierto momento la Concertación misma pensó- al pedir como vínculo únicamente que los chilenos residentes en el extranjero vengan al país una vez en cinco años, no entiendo que ustedes les den un portazo a esos más de 300 mil chilenos que podrían votar desde el exterior.
Señor Presidente, la Honorable señora Allende tiene toda la razón. Cuando nos reunimos con el Presidente Piñera en marzo del año pasado, él pidió arribar a un acuerdo. Y dijo: "Lleguemos a un acuerdo sobre la base de puntos de coincidencia".
Y quiero recordar que la señora Senadora -le solicito que me corrija si estoy equivocado, porque no estoy seguro ciento por ciento; no logré encontrar el texto pertinente- estuvo dispuesta a flexibilizar su moción para permitir esta misma fórmula: que los chilenos residentes en el extranjero que hubiesen venido una vez en los últimos cinco años pudieran votar.
Entonces, no consigo entender cómo aquí no alcanzamos un acuerdo.
O sea, con el criterio expuesto, no podríamos haber avanzado jamás en una reforma constitucional durante los últimos veinte años.
¡Si teníamos diferencias en muchos aspectos! Pero ahí hubo capacidad para decir "Okay. Vamos avanzando paso a paso", como lo hace una democracia moderna.
Sin embargo, eso no ocurre. Y noto que el debate está preparándose más bien para ver cómo a la salida de esta Sala uno va a criticar al otro. Resultado: los chilenos que viven en el extranjero no podrán votar.
En lo concerniente a la discriminación -entiendo que va abordar más a fondo el punto el Senador Chadwick-, deseo exponer dos argumentos.
Primero, en la Carta Fundamental hay una discriminación, porque se dice que los chilenos nacidos en el extranjero solo pueden votar en nuestro país si se avecindan en él por más de un año. Y eso fue producto de un acuerdo logrado entre todos. Por supuesto, hubo una transacción. ¡Indudable! ¡Si medió un acuerdo! Pero hoy día nuestra Constitución -y todos votamos por la norma pertinente- dispone que el chileno nacido en el extranjero, si no ha estado un año seguido en nuestra nación, no puede votar.
Y dentro del país tenemos otra discriminación: uno no puede votar donde quiere. Si estoy inscrito en Punta Arenas -donde tengo mi residencia-, me trasladan a Arica y no cambio mi inscripción, no puedo votar en esta última ciudad. Para hacerlo, debo pagar un pasaje a Punta Arenas.
La señora RINCÓN.- Esa situación es diferente.
El señor ESPINA.- Es verdad. Pero no estoy tratando de disimular las diferencias, porque hacerlo sería una hipocresía. Estoy diciendo "tenemos diferencias".
¡Entendámoslo!
Pero las diferencias se resuelven gestando acuerdos.
Señor Presidente, hoy día podrían votar de inmediato desde el extranjero 75 a 80 por ciento de los 487 mil chilenos nacidos en nuestro país -no estoy hablando de los no nacidos acá-, porque vienen frecuentemente en el período de cinco años; y de los que no viajan a Chile con frecuencia, 60 a 70 por ciento reconocen que van a venir.
Es decir, estamos dando posibilidad de votar a más del 90 por ciento de esos chilenos.
¿Y hay oposición...?
Por cierto, no es el óptimo de ustedes -las reformas muchas veces no son el óptimo de cada uno-; sin embargo, constituye un tremendo avance.
¡Pero con esto se les está cerrando la puerta a esos compatriotas!
En mi concepto, señor Presidente, el Senado ha perdido un poco su esencia.
¡Si esta Corporación se caracterizaba por su capacidad para lograr acuerdos!
Cuando hicimos la reforma de la Carta en el Gobierno del Presidente Lagos, muchas cosas no le gustaron al Primer Mandatario o al Ministro Insulza. Y tampoco nos gustaban a nosotros. No obstante, generamos un entendimiento y sacamos una modificación constitucional que parecía imposible.
Ahora, cuando tenemos la oportunidad de gestar un acuerdo, simplemente cada cual se sitúa en su sector y ninguno está dispuesto a decir "generemos un entendimiento".
Llamo sinceramente a que busquemos el acuerdo. De lo contrario, no vamos a poder reformar nunca la Constitución. Porque, como los quórums son altos, todo cambio en ella va a requerir consenso. Y aquí estamos tratando de buscar -y el Gobierno lo ha dicho- el acuerdo necesario.
Formularé un alcance final, señor Presidente.
Le hago presente a la Honorable señora Allende que en el Programa de Sebastián Piñera se señala expresamente: "Además, proponemos extender el derecho a voto a los chilenos que residen en el extranjero y que mantengan vínculos y pertenencia con el país".
Su Señoría podrá estar de acuerdo o en desacuerdo con la opinión del Presidente de Chile; empero, él establece lo atinente a los vínculos y la pertenencia en su Programa de Gobierno. La señora Senadora podrá concordar o no; pero Sebastián Piñera así ganó la elección presidencial.
Al concluir, solo les digo a mis colegas que tenemos todavía la oportunidad de gestar el acuerdo en cuestión.
Esto lo he hablado con parlamentarios de su conglomerado. Y les he dicho: "¡Pero cómo no podemos entendernos!". Muchos me responden: "Sí. Tiene razón. Lo voy a pensar. Suspendamos el tratamiento del proyecto. Hagamos el acuerdo". Pero después pasa algo mágico: vienen las reuniones de bancadas o de comités -no sé-; se realizan los cálculos políticos, y no hay acuerdo.
En la Comisión de Constitución lo planteamos formalmente: "Lleguemos a un entendimiento o acuerdo". ¡La mejor buena voluntad! Nosotros dijimos: "Vamos a pedirle al Gobierno flexibilidad". El Ejecutivo cambió su posición: la flexibilizó totalmente, con acuerdo del Presidente de la República. Así se dijo en la Comisión. Sin embargo, hoy no existe entendimiento.
Yo los llamo a que generemos el acuerdo pertinente como lo ha hecho siempre el Senado en materias de esta envergadura.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Rossi.


El señor ROSSI.- Señor Presidente, trataré de ser breve, pues los argumentos ya los dieron con mucha claridad quienes me antecedieron: el colega Patricio Walker y las Senadoras señoras Alvear y Allende.
Por intermedio de la Mesa, quiero manifestarle al colega Espina que nadie está en contra per se de construir grandes acuerdos y grandes consensos cuando de beneficiar a los chilenos se trata. Pero no se puede desconocer el derecho de la Concertación a no concurrir a un acuerdo porque estimamos -y se ha dicho con total claridad- que esta reforma constitucional es absoluta y totalmente innecesaria.
De hecho -y es un punto importante que, a través de la Mesa, quiero transmitirle al Senador Espina-, los tiempos cambiaron cuando se aprobó la reforma sobre inscripción automática y voto voluntario. Porque al establecerse la inscripción automática se entrega un derecho sin exigir ningún tipo de procedimiento administrativo para ejercerlo. Y eso rige, obviamente, para los chilenos que hoy día no están inscritos y no participan en los procesos electorales: cuatro millones de personas; aproximadamente dos millones y medio de ellas, jóvenes respecto de los cuales esperamos que la inscripción automática y el voto voluntario (a continuación trataremos el proyecto de ley pertinente) generen un remezón que promueva su participación en el sistema político.
La inscripción automática también prevé que no se les pueda exigir ningún requisito ni procedimiento administrativo para ejercer el derecho a sufragio a los chilenos residentes en el exterior. Porque, en tal sentido, la Constitución es bastante clara. En el artículo 13 dispone que "Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva". Y la calidad de ciudadano da el derecho a sufragio.
Bien lo decía la Senadora Alvear en su intervención: cuando se concedió el derecho a voto a la mujer, hace más de cincuenta años; a los no videntes; a los analfabetos, no se efectuó una reforma constitucional.
Entonces, como Concertación, no estamos sosteniendo la posición de que los acuerdos no son legítimos, ni la de que nuestras diferencias carecen de legitimidad, ni la de que el Presidente Piñera hace algo distinto de lo que comprometió en su Programa de Gobierno: estamos diciendo que este no es un asunto constitucional, sino una cuestión netamente electoral.
Y bien se expresó que el problema para que, habiendo inscripción automática, los chilenos residentes en el extranjero y quienes están en Chile y no se hallan inscritos puedan votar estriba en que la Constitución no contempla la forma y los casos en que puede ejercerse ese derecho.
Por tanto, a lo que debiesen abocarse el Congreso y el propio Gobierno es a establecer los procedimientos adecuados para permitir que tanto los chilenos residentes que no están inscritos cuanto los connacionales que viven en el exterior puedan ejercer el derecho a voto, que se otorga en virtud de su condición de ciudadano, lo cual no guarda relación con el lugar de residencia.
Eso es lo que estamos planteando. Y por ello también señalamos que existe una discriminación arbitraria (anunció el colega Espina que el Senador Chadwick se va a referir al punto).
Ahora, yendo al ejemplo que ponía el Senador Patricio Walker, uno se pregunta, por ejemplo, cuánto cuestan el viaje de un peruano -todos sabemos que la mujer peruana, en un porcentaje muy significativo, se desempeña como asesora del hogar- desde Santiago a su país y la estadía correspondiente.
Por eso, pensamos que se plantea una discriminación y que se trata de una especie de voto censitario, porque la persona con capacidad para viajar puede votar. O sea, le entregamos el derecho a quien puede incurrir en un determinado gasto.
Y la pregunta que me hago -porque estoy convencido de la importancia de la existencia de un vínculo- es qué mayor nexo, qué mayor compromiso con Chile, qué mayor sentimiento de identidad que el de querer votar, que el de querer hacerse parte de las decisiones relevantes, como la elección de Presidente de la República. ¿Qué más conexión que esa?
De ahí que hoy día, a mi juicio, sencillamente estableceremos, con nuestro pronunciamiento, que todos los chilenos tienen derecho a votar, sin discriminación alguna, en virtud de la reforma que aprobamos -de un gran acuerdo, como expresó mi Honorable colega Espina- sobre inscripción automática y voto voluntario.
Porque ese hecho, indudablemente, marca un antes y un después. Y, ¡ojo!, no solo lo decimos nosotros. Aquí se encuentran destacados abogados que forman parte de la Comisión de Constitución. Por mi parte, soy simplemente un médico.
El señor PROKURICA.- ¡Apenas...!
El señor ROSSI.- Así es.
El señor LAGOS.- ¡Los médicos son más inteligentes...!
El señor ROSSI.- Pero no solo lo exponen esos señores Senadores que son distinguidos abogados, sino también ministros de la Corte Suprema. En efecto, integrantes nada menos que del Tribunal Calificador de Elecciones consideran innecesaria una reforma constitucional; que no es posible, sobre la base de la Carta Fundamental, exigir requisito alguno para ejercer el derecho a sufragio, y que, por lo tanto, se trata de una discriminación.
Por todos esos antecedentes, señor Presidente, voy a pronunciarme a favor de que todos los chilenos puedan votar -no en contra de ello- sin ningún tipo de discriminación ni de exigencia, las que estimamos, además, inconstitucionales.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Gómez.


El señor GÓMEZ.- Señor Presidente, quisiera consignar que si algo tenemos en la mente y el corazón todos los que estamos en la Sala y los que se hallan fuera del país es el ser chilenos, el considerarnos como tales.
Numerosas personas se encuentran hoy día en el exterior por razones de distinta índole, sea políticas, al tener que exiliarse en 1973 y no haber vuelto por alguna circunstancia; sea económicas, porque la familia se fue al extranjero habiendo nacido aquí uno de sus integrantes y probablemente no se ha contado ni con recursos para venir ni con la oportunidad de hacerlo.
Lo sé, porque conozco a mucha gente que, a pesar de ello, se siente chilena. Aunque no ha pisado este suelo, siente que esta tierra y este país le pertenecen. Le encantaría poder caminar, pasear, sentirse en estas calles al igual que nosotros, que nos estimamos sus dueños.
Ahora existe tal posibilidad, porque el Congreso, al tomar la decisión, en abril del año 2009, de enmendar el artículo 15 de la Constitución, hizo algo que al Senador que habla, en particular, le parece muy relevante: dispuso que "En las votaciones populares, el sufragio será personal, igualitario, secreto y voluntario.". Es decir, modificamos el sistema electoral, el cual imponía una serie de condiciones que impedían participar a quienes tenían ganas de hacerlo y no se inscribían, lo que los desmotivaba.
¿Qué decidimos en ese proyecto de reforma, en el que participé y voté a favor? Se abrió la posibilidad de pronunciarse -y seguiré afirmando que es importante la existencia del voto voluntario y la inscripción automática- para millones de compatriotas que hoy día no participan.
Ellos no se encuentran en una condición diferente: no son ni amarillos, ni blancos, ni negros, ni podemos distinguirlos, porque son chilenos que, de acuerdo a la Carta, tienen derechos. Estos últimos se encuentran claramente establecidos en las disposiciones respectivas. Al ser chilena, la persona tiene el derecho de sufragar al cumplir 18 años y figurar inscrita en el Registro Electoral, lo que hoy día es automático. No es preciso actuar para que eso ocurra.
Entonces, cuando se nos presenta la situación en términos de que podríamos llegar a un acuerdo, cabe consignar que ello no es posible -debe tenerlo presente el Senador señor Espina-, porque, para nosotros, se trata de una cuestión de principios. No compartimos la idea de establecer diferencias entre los chilenos. Consideramos importante que todos voten. Y cuando manifiesten su opinión los que se encuentran en el exterior -a lo mejor, van a recorrer muchos kilómetros para hacerlo-, será porque abrigan esa voluntad.
Miles de compatriotas no han podido volver al país por diversas circunstancias, seguramente. Le pedí al señor Ministro que realizara ese análisis, porque el que se mencionó es de 2003-2004.
Aquí está el estudio.
Algunos se hallan vinculados con comunas como Tocopilla. Muchos se tuvieron que ir por razones políticas, pero mantienen sus nexos. Aquellos que los unen con sus familiares en el país se demuestran cada vez que se registran dificultades, como las que se presentaron con motivo del terremoto.
En nuestra opinión, no es necesario introducir ningún tipo de enmienda, ya que la Carta Fundamental establece claramente quiénes pueden votar: los chilenos, sin distinción alguna.
Más aún, el inciso segundo del artículo 18 dispone que "Una ley orgánica constitucional contemplará, además, un sistema de registro electoral, bajo la dirección del Servicio Electoral, al que se incorporarán, por el solo ministerio de la ley, quienes cumplan los requisitos establecidos por esta Constitución.".
Por lo tanto, la modificación propuesta lleva a discriminar entre compatriotas, en lo cual no estamos de acuerdo.
Al revés, la exigencia de una vinculación pareciera ser un capricho. O, a lo mejor, se trata del cumplimiento de una promesa electoral del Presidente de la República, lo que podría ser respetable. Porque se partió con un período de meses que significaba venir a Chile de vacaciones durante quince días cada año, prácticamente,...
La señora ALLENDE.- Dieciocho días.
El señor GÓMEZ.- Era algo imposible. Pero el requisito se ha ido bajando, hasta llegar a un mínimo, como se señaló, para que se pudiera llegar a acuerdo.
En consecuencia, no entendemos la razón que concurre, porque no existiría un sentido de ligazón efectiva, como se planteó al comienzo con la iniciativa, sino que simplemente se habría determinado la exigencia de un vínculo.
Pues bien, eso no nos parece correcto. Y como nos hallamos frente a una reforma constitucional con la cual no estamos de acuerdo, la rechazaremos. No será aprobada. Por lo tanto, lo que sucederá, no es que los chilenos en el extranjero no votarán, sino que lo harán todos ellos.
El señor CHADWICK.- ¡No!
El señor LARRAÍN.- ¡No es así!
El señor GÓMEZ.- Así es. Y diré por qué.
El Gobierno presentó tres proyectos. Uno de ellos es el de enmienda de la Carta, en discusión, que determina el vínculo. Porque resulta claro que si este último no se establece no habrá discriminación respecto de chilenos.
El segundo, que regulaba los actos electorales de nuestros compatriotas en el extranjero, fue retirado, ya que presentamos un requerimiento ante el Tribunal Constitucional por parecernos que se contravenía lo dispuesto por la Carta. Así lo manifestaron los propios miembros de la Corte Suprema que integran el Tribunal Calificador de Elecciones. El Gobierno, por lo tanto, no quiso que se votara y -repito- lo retiró.
En consecuencia, quedaron la reforma constitucional, que reitero que será rechazada, y la iniciativa sobre inscripción automática, Servicio Electoral y sistema de votaciones.
Quiero plantear que no existe posibilidad alguna de que no se contemple a todos los chilenos que pueden votar de acuerdo con la Carta. No pueden hacerse diferencias ni distinciones arbitrarias. De otro modo, el Gobierno podría decir: "Van a votar los de ojos azules, pelo negro, y los demás no, porque así se me ocurrió". No. La Ley Fundamental dispone claramente quiénes son chilenos y quiénes son ciudadanos y pueden votar.
Por lo tanto, el Ejecutivo, que representa la institucionalidad del Estado y plantea el proyecto de ley, tiene que adicionar lo que corresponde si la reforma se rechaza. No existe otra alternativa.
Lo que creo que constituye nuestra obligación, entonces, es lograr rápidamente un acuerdo con el Gobierno. Y nosotros le hemos expuesto el siguiente: que no se ponga condición alguna y se aprueba de inmediato la iniciativa sobre inscripción automática. De manera que votarían todos nuestros compatriotas, aquí y en el extranjero, y se acabaría el problema. Y no se llevaría a cabo ninguna discusión respecto de si Juan -o quien sea- sufraga o no en el exterior, sino que el acto lo realizarían aquellos a quienes les importara, aquellos que mantuvieran una vinculación. Esta última tiene mucho que ver, por supuesto, con el interés de quienes se encuentren fuera, de quienes sientan en su corazón ser chilenos, en ejercer la facultad.
Por otro lado, resulta claro que nuestro país va en descenso en materia de población. Incluso, sucede lo mismo en competitividad, con relación a Argentina, a Perú. Ello, en vez de generarse incentivos para un mayor nexo con nuestro país de quienes son chilenos, nacidos en el territorio nacional o, en el exterior, de una pareja de chilenos o de un chileno y un extranjero.
Lo razonable es mantener una mayor vinculación. Me han mandado correos muchos compatriotas que viven fuera y que se encuentran a punto de jubilar, quienes se interesan por volver para terminar sus días en Chile. En vez de contribuir a lo anterior, establecemos restricciones. Decimos: "Aquellos que no vengan en cinco años, no obstante contar con recursos, o cualquiera que sea la circunstancia, no votan".
Me parece que la cuestión es clara, desde el punto de vista de la Concertación. Estamos dispuestos a aprobar mañana el proyecto sobre inscripción automática de todos los chilenos.
Si no es así, creo que la iniciativa presenta vicios de inconstitucionalidad, y, finalmente, no vamos a lograr el objetivo que perseguimos todos -por lo menos, quienes nos pronunciamos a favor-, que fue, única y exclusivamente, el de que exista en nuestro país, para los millones de personas en espera, la posibilidad de votar en forma voluntaria, con la decisión de manifestarse, pero sin la obligación vigente con anterioridad.
Por lo expuesto, cuando el Gobierno pierda en la votación del presente proyecto, creo que resultará necesario que modifique claramente el otro articulado, para que podamos recurrir a dicha alternativa en las próximas elecciones, como lo esperamos todos quienes hemos apoyado la inscripción automática y el voto voluntario.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Chadwick.


El señor CHADWICK.- Señor Presidente, formularé algunas reflexiones fundamentalmente jurídicas, porque veo que el debate ha ido orientándose en esa perspectiva.
Me valdré de lo que manifestó el Senador señor Gómez en su última intervención, para demostrar que incurrimos en un error. Un chileno que vive en el extranjero y se encuentra inscrito en los registros electorales solo puede votar hoy en nuestro país. ¿Dónde? En el lugar correspondiente a su inscripción electoral. Un chileno cuya inscripción es automática, si no hacemos nada, ¿dónde tendrá que sufragar el día de mañana en Chile? En el lugar correspondiente a su domicilio.
Por eso, se hace necesaria una reforma de la Carta -y no se trata de un capricho ni se persigue un objetivo político-, para lo cual median, esencialmente, tres razones.
En primer término, esto es materia constitucional. Y ello es tan evidente, que afirmar hoy que la Ley Fundamental no requiere una enmienda, sino que el derecho a voto se extiende automáticamente a los chilenos, sin establecerse una condición de residencia -y, por consiguiente, a los que viven en el extranjero-, supone sostener que es inconstitucional todo el ordenamiento jurídico electoral que nos ha regido desde 1990, período en el cual el punto no ha sido modificado.
Y, por lo tanto, a todos nosotros nos afectaría una nulidad de derecho público en nuestra designación, porque el acto en virtud del cual resultamos elegidos se verificó sin registrarse ninguna reforma constitucional y sobre la base de que nuestra legislación disponía que solo era posible sufragar donde uno se halla inscrito, dentro del territorio nacional.
Por consiguiente, todo...
El señor ESPINA.- Todo es nulo.
El señor NAVARRO.- No existe nada.
El señor CHADWICK.- ...es nulo desde dicho año en adelante. Repito: es una nulidad de derecho público.
Entonces, se requiere una enmienda de la Carta para habilitar el ejercicio del derecho a voto en un lugar distinto de la residencia o el domicilio en el país. ¿Dónde? En el extranjero.
Pero, además, existe una norma expresa. Para la realización de los actos electorales, el artículo 18 de la Constitución contempla requisitos que solo se pueden cumplir en Chile, como el resguardo por la fuerza pública.
Y, finalmente, si uno quiere establecer un vínculo o exigencia -esa ya es una cuestión de voluntad política-, debe hacerlo a través de la Carta. En consecuencia, la pregunta que hemos de hacernos es si ello resulta o no fundado, si resulta o no arbitrario.
Porque la Ley Fundamental contempla muchos de esos elementos para ejercer el derecho a voto.
¿Todos los chilenos tenemos derecho a sufragio? No. Solo los que somos ciudadanos.
¿Cuáles son los requisitos para serlo? Haber cumplido dieciocho años y no haber sido condenado a pena aflictiva. Se trata de un vínculo de responsabilidad o de compromiso a través de la edad, lo que alguien podría afirmar que es arbitrario, y de uno de idoneidad, respecto del cual podría sostenerse lo mismo. ¿Dónde se establecen? En la Constitución.
¿Todos los ciudadanos tenemos derecho de sufragio? No. Porque la Carta señala algunos que lo tienen suspendido: los interdictos por demencia, un vínculo que exige plena conciencia para ejercerlo; los acusados por delito que merezca pena aflictiva, un vínculo nuevamente de idoneidad, no sobre la base de la condena, sino de la acusación, y, finalmente -parece que se olvida que el número 15 del artículo 19 también establece un vínculo, que es el del compromiso democrático-, aquellos a quienes haya sancionado el Tribunal Constitucional por participar en hechos contrarios a los principios del régimen democrático.
En consecuencia, ¿existen vínculos para ejercer el derecho de sufragio? ¡Por favor! Se hallan distribuidos en la Ley Fundamental, con distintos fundamentos.
Incluso hay uno de residencia, porque quienes son chilenos en virtud del ius sanguinis necesitan avecindarse un año en el país para poder ejercer sus derechos políticos.
Hasta en la ley se disponen vínculos de residencia o domicilio. Porque si estoy inscrito o tengo mi domicilio en Santiago y quiero votar en Arica, no puedo hacerlo, ni con inscripción en registro ni con la automática. Me encuentro circunscrito a un lugar físico. Dentro del país, no puedo reclamar que se está perturbando mi derecho de sufragio y que se me impide ejercerlo en el lugar que quiero, sino que esto último tengo que hacerlo en aquel que se me asignó, determinado en función de mi residencia o domicilio.
Entonces, no se encuentra en discusión si se pueden o no establecer vínculos. ¡Resulta obvio que ello es posible! ¡Resulta obvio que existen! Hay requisitos de idoneidad, de edad, de residencia, de compromisos democráticos. Ello es evidente. No todos los chilenos tenemos derecho a voto.
El punto radica en si es arbitrario establecer un vínculo que, en este caso, implica cierta permanencia o residencia en el país. A mi juicio, no lo es.
Aún más, siento que la exigencia de un vínculo nos acerca a un mayor compromiso con el principio de igualdad ante la ley. Porque hay una diferencia sustancial, medular: los chilenos con derecho a voto y que viven en Chile están sujetos a los efectos del voto. Es decir, se les aplica la ley nacional íntegramente y en plenitud, sin excepción alguna.
En cambio, los nacionales radicados en el extranjero no se hallan sujetos a los efectos del voto. Porque no se les aplica íntegramente la ley chilena, sino la del país donde residen.
Entonces, ahí hay una diferencia muy sustancial para la consideración de si nos hallamos en presencia de un acto discriminatorio o de un requisito que, incluso, nos acerque al principio de igualdad ante la ley.
No es lo mismo votar cuando vivo en el lugar de la elección que hacerlo cuando habito en otro país. Porque la ley no se me aplica de igual forma -¡no se me aplica de igual forma!-, en circunstancias de que la ley es la expresión más pura del ejercicio de la soberanía a través del sufragio universal.
Entonces, ¿hay una razón para el establecimiento del requisito del vínculo? A mi juicio, sí. Obviamente, podemos discutir su tipo y forma, y el tiempo y la manera en que lo hacemos.
¿De qué materia es ello? De una ley posterior. ¡Que requiere una habilitación constitucional! Sí, para los efectos de fijar la condición del vínculo. Por eso es necesaria la reforma del Texto Fundamental, y el debate relativo al vínculo lo haremos después, a propósito de un proyecto de ley que lo regula.
En consecuencia, siento que no hay discriminación arbitraria, sino que, al revés, respeto por el principio de igualdad ante la ley. Porque -reitero- no es lo mismo vivir en Chile y votar, que residir en el extranjero y votar.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Chahuán.


El señor CHAHUÁN.- Señor Presidente, respecto a esta iniciativa de reforma constitucional, resulta indudable que todos los parlamentarios aquí presentes estamos contestes en que se hace necesario legislar sobre la votación de los chilenos en el extranjero y que el Presidente Sebastián Piñera está cumpliendo la palabra empeñada impulsando justamente una reforma en tal sentido.
Ello constituye, sin lugar a dudas, un complemento necesario para otro proyecto de ley que trataremos luego, que dice relación con la inscripción automática y el voto voluntario. Y ello permitirá que los chilenos radicados fuera del país puedan ejercer su derecho a sufragio.
Sin embargo, tal como se ha debatido en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, es preciso alcanzar un acuerdo político respecto a cómo se ejercerá ese derecho. Porque, como consta en el estudio efectuado por la Biblioteca del Congreso Nacional -anexado al informe de la Comisión-, en la mayoría de los países donde rige el ejercicio del sufragio para los ciudadanos que viven fuera se exigen requisitos mínimos para llevarlo a cabo, limitándolo en algunos casos a la elección de ciertas autoridades específicas.
Ya se ha comentado el ejemplo de Canadá, Nueva Zelandia, Inglaterra, Francia, entre otros, y nadie podría señalar que estos países son más o menos democráticos. Lo que ocurre es que en sus respectivos Parlamentos se ha alcanzado un acuerdo nacional en torno a quiénes se sienten vinculados, en definitiva, con el ejercicio y el imperio de la ley y, por tanto, pueden ejercer el derecho a sufragio para elegir a las autoridades políticas.
Y, si bien es cierto existen chilenos que se encuentran fuera del país desde hace un tiempo determinado por diversos motivos, como funciones, trabajo u otros -¡ojo!, es importante hacer notar que solo 12,1 por ciento ha migrado debido a razones políticas; 40,1 por ciento, a aspiraciones económicas; 30,8 por ciento, a situaciones familiares, y 3,2 por ciento, a razones de estudios- y tienen derecho a participar en las decisiones trascendentales de la patria que los vio nacer, también es verdad que no se puede equiparar su situación con la de quienes han abandonado para siempre su tierra y no tienen vínculo alguno con ella ni muestran interés en los destinos de su nación o intención de regresar, lo cual refleja la inexistencia de arraigo con el país.
Las cifras anteriores fueron entregadas en un informe de la Dirección para la Comunidad de Chilenos en el Exterior (DICOEX), que además revela un dato no menor: 61 por ciento de los chilenos en el extranjero no tienen intenciones de volver a nuestro país. Y del 39 por ciento que manifiestan su deseo de radicarse de nuevo en Chile, el 14 por ciento quiere hacerlo en un plazo de 3 años, y 24 por ciento, en los próximos 10. Los porcentajes van aumentando con la edad, pero comienzan a decaer a partir de los 60 años de edad.
Ese documento es similar a uno anterior que señalaba que el 65 por ciento de los nacionales residentes en el extranjero no tienen interés alguno en volver a residir en nuestro territorio.
Por eso, estando plenamente de acuerdo con la idea de legislar en esta materia y recordando, además, que el único proyecto de reforma constitucional para permitir la votación de los chilenos en el extranjero -del cual soy autor- fue presentado nada más ni nada menos que por Diputados de Renovación Nacional en la legislatura anterior y hoy se encuentra en trámite en la Cámara Baja,...
El señor ESCALONA.- ¡No es así!
El señor CHAHUÁN.-... votaré a favor del proyecto en general.
Eso sí, considero necesario profundizar en el tema del vínculo efectivo que debe tener el elector en el extranjero para ejercer su derecho a sufragio, mediante el establecimiento de exigencias mínimas de estadía en Chile. Ello, indudablemente, requiere un acuerdo político que debe ser logrado en la discusión en particular.
Le solicito a la Oposición, señor Presidente, que no perdamos esta oportunidad histórica de llegar a acuerdos políticos de esta naturaleza en el sitio natural para hacerlo: el Senado de la República. Hoy día tenemos la posibilidad de avanzar sustantivamente, de dar un paso para mejorar nuestra democracia.
El Gobierno del Presidente Piñera cumple la palabra empeñada, presentando una agenda legislativa maciza. Ella incluye el proyecto de inscripción automática y el voto voluntario, que -de paso, es bueno decirlo- corresponde a un esfuerzo de Senadores de la Coalición por el Cambio. Nosotros insistimos en él, mientras que, en algún momento, observamos una actitud vacilante en la Oposición, que condicionó la votación de esta reforma tan importante a esa otra iniciativa.
Asimismo, para aquellos incrédulos que pensaban que el Presidente Piñera no iba a cumplir su compromiso y que creían que hablaba para la pantalla en los debates de televisión, él finalmente envió un proyecto de reforma constitucional para permitir el voto de los chilenos en el extranjero bajo determinadas circunstancias.
Ya tendremos oportunidad de discutir...
El señor PIZARRO.- ¡La letra chica...!
El señor CHAHUÁN.- No, señor Presidente. No hay letra chica.
El señor LAGOS.- ¡Es de este porte...!
El señor CHAHUÁN.- Aquí tenemos la oportunidad de alcanzar un gran acuerdo nacional. Y, en verdad, creo en ello.
Señor Presidente, en momentos en que se manifiesta la política pequeña, de trinchera, de establecer el punto político, en vez de generar las posibilidades para que los chilenos que viven fuera del país (quienes tengan la voluntad de volver a radicarse en el territorio; demuestren un vínculo efectivo; estudien en el extranjero; sirvan de alguna manera a Chile, y conserven un interés fidedigno en los destinos de su patria) puedan también participar, llamo a la Oposición a proceder con altura y a sentarnos a discutir para llegar a un acuerdo.
El Ejecutivo ha flexibilizado sus posiciones. Efectivamente, cuando conversamos con el Ministro señor Larroulet, en un primer minuto, las condiciones para posibilitar el voto de los chilenos en el extranjero eran distintas. Y, en cierto modo, el Gobierno ha mostrado disposición para cambiarlas.
Sin embargo, si la Oposición ni siquiera tiene la voluntad de aprobar la idea de legislar, señor Presidente, quiere decir que estamos haciendo la política pequeña, de trinchera, y no la política grande que esperan los chilenos que se hallan en el extranjero y que se interesan por los destinos de la patria.
He dicho.
--(Aplausos en tribunas).
El señor GIRARDI (Presidente).- Le solicito al público presente en las tribunas mantener silencio.
Tiene la palabra la Senadora señora Rincón.


La señora RINCÓN.- Señor Presidente, estimados colegas, el asunto que estamos discutiendo me parece de vital importancia para todos los chilenos, tanto para quienes vivimos en el país como -con mayor razón- para los miles de ellos que se encuentran repartidos por el resto del mundo.
Durante los Gobiernos de la Concertación muchas veces quisimos que se discutiera una reforma constitucional que les permitiera a nuestros compatriotas que habitan en el extranjero votar en las elecciones. Pero, debido a los altos quórums que requiere una modificación de esta naturaleza, nunca pudimos alcanzar un acuerdo con la Derecha para posibilitar que esos chilenos ejercieran el derecho a sufragio.
La semana recién pasada los aquí presentes observamos, con sana envidia, cómo el pueblo peruano residente en nuestro territorio nos daba una lección de patriotismo y amor por su país. ¡Más de 30 mil ciudadanos del Perú sufragaron aquí en Chile para elegir a su nuevo Presidente!
Algunos dirán que tales personas participaron en los comicios porque allá el voto es obligatorio. En lo personal, prefiero ver el vaso medio lleno y destacar que tanto peruanos como venezolanos, estadounidenses, italianos o españoles que viven en nuestra nación pueden ejercer su derecho a voto, a pesar de hallarse a miles de kilómetros de su tierra.
El proyecto de reforma constitucional propuesto por el Ejecutivo agrega al artículo 13 del Texto Fundamental el siguiente inciso cuarto, nuevo: "Los ciudadanos con derecho a sufragio que se encuentren fuera del país y mantengan vínculos con Chile podrán sufragar desde el extranjero en las elecciones y plebiscitos que establezca una ley orgánica constitucional. Dicha ley establecerá también las condiciones y formas en que se ejercerá este derecho y regulará las circunstancias que constituyen tal vinculación.".
Desde el principio hemos sido críticos del establecimiento de un supuesto "vínculo" -hasta el día de hoy, no lo conocemos-, como si no fuera suficiente el haber nacido en el territorio nacional y ser un hermano chileno, como lo somos nosotros.
Debo manifestar que el actual artículo 13 de la Constitución solo exige demostrar vínculo a los "hijos nacidos de padre o madre chilenos, nacidos en el extranjero" y a los que "obtuvieren especial gracia de nacionalización por ley.". En tales casos, se les exige haber estado avecindados en Chile por más de un año. Pero en esas únicas circunstancias.
El vínculo a que se refiere el proyecto, al parecer tiene que ver con la cantidad de veces que un compatriota debe estar en el país para poder ser sujeto del derecho a votar, lo cual consideramos -por decir lo menos- discriminatorio o censitario, como se ha dicho acá. Algunos llegamos a pensar en cuál podría ser el interés económico de que un chileno o una chilena tenga que viajar y costearse el pasaje, a lo mejor en una línea aérea, para estar en Chile y ejercer ese derecho.
Frente a lo anterior, me pregunto: ¿qué otro vínculo les podemos pedir a los connacionales, aparte haber nacido en nuestra patria? ¿Por qué les exigimos requisitos respecto de un derecho que debe ser universal y para todos por el simple hecho de haber nacido en esta parte del mundo?
Cuando el Presidente de la República, acompañado muchas veces por nosotros mismos, los parlamentarios, visita otras naciones -recuerdo el último viaje, a Colombia-, la comunidad chilena residente participa con entusiasmo en las diversas actividades, organizadas con frecuencia por sus propios integrantes o por las embajadas respectivas. Vemos cómo se coordinan, arman eventos o se ayudan entre ellos. Y siempre tienen puestos en nosotros no solo su mente, sino también su corazón, y se preocupan ante las buenas y las malas noticias que suceden a diario en nuestro suelo.
Los Presidentes de turno y los propios miembros del Congreso les hacemos notar la importancia que tienen para nuestro país, haciendo patria en los sectores más apartados del mundo; realizando obras sociales; estudiando o, simplemente, trabajando para procurarles un mejor pasar a sus familias que se quedaron acá y a las cuales recuerdan a diario.
En el caso de la Región del Maule Sur, señor Presidente -que represento en el Senado-, muchas personas damnificadas pudieron enfrentar la emergencia con la ayuda económica de sus parientes que laboran en el extranjero. Producto del terremoto, fueron miles y miles los compatriotas que llamaron a sus familiares; que, incluso, vinieron a ver cómo estaban; que se quedaron a ayudar en la reconstrucción, en fin.
Me pregunto: ¿cuál es el vínculo que exigiremos? ¿Estamos en condiciones los Senadores, que legislamos para todos los chilenos que viven en el país, de establecer un vínculo para que los compatriotas residentes en el exterior y que añoran estar aquí puedan participar de nuestra vida democrática?
Por eso, creo que la obligación de mantener un vínculo que establece el proyecto de ley es discriminatoria y atentatoria contra miles de chilenos -algunos, familiares nuestros- que trabajan, estudian o han formado familia en otros lugares del planeta. ¿Por qué les negamos la posibilidad de participar con igualdad de derechos en la vida pública nacional?
Hago un llamado al Senado a dejar de legislar con la calculadora en la mano.
El pensar que los chilenos que se encuentran en el extranjero son -producto del exilio- de un solo color político implica no entender que en los últimos 20 años hemos madurado como sociedad; que las cosas dejaron de ser blancas o negras en materias políticas; que la gente, luego de dos décadas de democracia en Chile, caída de muros, muerte de dictadores y cambio de signo político en el Gobierno de por medio, es capaz de entender la política, ya no como una lucha fratricida entre dos sectores, sino como una gran herramienta que permite darle conducción a un país como el nuestro: pequeño; alejado de las grandes urbes mundiales; situado en el fin del mundo; acostumbrado a hacer frente a grandes desastres; pero que, pese a todo, busca dar un salto importante para derrotar definitivamente la pobreza y alcanzar el ansiado desarrollo, en beneficio de nuestra gente.
El voto de los chilenos en el exterior es uno de los problemas que debemos abordar de una vez por todas, sin discriminación ni vínculo alguno además del amor incondicional a la patria y su destino que -estoy segura- hoy le profesa cada uno de los compatriotas que residen en el extranjero y que añoran volver a vivir entre nosotros algún día.
Seamos coherentes, señor Presidente. Hoy se sostiene que en Chile los ciudadanos pueden votar o no votar, sin exigencia ni requisito alguno; sin vínculo; sin regular ningún tipo de circunstancias.
Resulta coherente, entonces, establecer que los connacionales que viven fuera del territorio puedan ejercer el derecho a voto, si así lo desean, sin condiciones.
Por ello, me pronunciaré contra la discriminación mencionada, que no comparto.
¡Derecho a voto para todos, sin requisito alguno!
¿Sabe, señor Presidente? Me parece increíble que desde la Alianza siempre se llame a generar acuerdos; pero que sus miembros piensen que estos se logran solo cuando les decimos que sí a lo que ellos entienden por bueno. ¡Y expresan que nosotros les damos un portazo a miles de chilenos!
¡Perdón, si parece un diálogo de sordos...! ¡Nosotros no queremos darle un portazo a ningún compatriota! ¡Somos partidarios de que todos puedan votar!
Entonces, ¿por qué debemos limitar el derecho a sufragio? ¿Por qué hacerlo censitario, si es un derecho de todos los ciudadanos?
Reitero, señor Presidente: no estamos de acuerdo con poner vínculos ni exigencia de naturaleza alguna para ejercer tal derecho.
El 21 de mayo del año pasado el Primer Mandatario llamaba a todos los chilenos -¡a todos!-, sin discriminación, a sumarse al proyecto del país de las oportunidades y a la construcción de una democracia vital, cercana, transparente, participativa.
¿Efectividad o populismo? ¿Qué pretende el Presidente de la República con esta disposición que hoy nos invita a aprobar?
Uno de mis colegas señalaba que con la presente normativa se permite que más de 90 por ciento de los chilenos que viven en el exterior ejerzan el derecho a sufragio. ¿Cuál es la razón de que se excluya al casi 10 por ciento restante? ¿Qué hay detrás de esto?
Y voy a hacer una última cita.
El 11 de noviembre de 2005 el Presidente Sebastián Piñera -candidato, en aquella época- decía que Chile es hoy "un país de emigrantes y no de inmigrantes. Son más" -expresaba en una carta en la cual daba respuesta a las propuestas de la Federación de Asociaciones Chilenas Residentes en la República Argentina (FEDACh)- "los connacionales que se han desplazado a otros Estados, que los extranjeros que viven en el territorio nacional.".
Y en esa respuesta escrita, donde se refería a este tema, se comprometía a que todos los chilenos podrían votar sin ningún tipo de discriminación.
Decía: "Comparto la preocupación de los chilenos, que ante una ausencia de una norma transitoria no se ha resuelto a cabalidad la situación de quienes perdieron su nacionalidad chilena durante la vigencia de la norma anterior.".
Y, además, el candidato se comprometía a legislar sobre la materia.
Asimismo, en dicha carta añadía que "...en mi gobierno trataré de desmontar todas aquellas discriminaciones arbitrarias, esto es, carentes de fundamento o razón.".
El señor NAVARRO.- ¿Quién decía eso?
La señora RINCÓN.- Sebastián Piñera, el 11 de noviembre de 2005.
"Considero plenamente válido reconocer el derecho de sufragio a los chilenos radicados en el extranjero, adscribiéndolos a su comuna natal, sistema utilizado también por otros Estados con experiencia en la materia.".
"Igualmente" -decía- "apoyaré el reconocimiento de las asociaciones de los chilenos en el extranjero como instituciones constituidas en Chile, para que puedan aspirar" -y va mucho más allá- "a los fondos públicos de ayuda directa o por distribución en base a proyectos".
"Deseo concluir señalando que como Presidente de la República me comprometo a eliminar toda discriminación arbitraria entre los chilenos, sea por su origen social, religión, ubicación geográfica u otra. Creo firmemente en la libertad personal, en la igualdad de oportunidades y en la posibilidad cierta que tenemos, de construir un Chile más justo y solidario.".
En consecuencia, señor Presidente, por las razones anteriormente expuestas, rechazo la iniciativa del Ejecutivo.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Lagos.


El señor LAGOS.- Señor Presidente, en esta reforma constitucional, destinada a permitir el sufragio a los chilenos que viven en el extranjero, estamos hablando de que esos compatriotas tienen derecho a voto, pero no pueden ejercerlo.
Como muy bien indicó la Senadora señora Alvear y elocuentemente explicó el Senador señor Gómez, el proyecto en debate debe ser rechazado, por cuanto ninguna reforma constitucional puede discriminar a partir de la creación de un vínculo, cualquiera sea el que se defina. De lo contrario, todos los chilenos tienen derecho a votar.
Y, si se rechaza este proyecto de reforma constitucional -estoy seguro de que así va a ocurrir-, la iniciativa legal que discutiremos a continuación sobre inscripción automática y voto voluntario tendrá que materializar el derecho a sufragio de los chilenos en el exterior.
Eso, a mi juicio, queda despejado.
Pues bien, vamos al tema más de fondo.
Como esta iniciativa será rechazada, da lo mismo los argumentos que expongamos ahora, aunque algo pueda ocurrir después, así terminemos en el Tribunal Constitucional.
Lo fundamental es que el Gobierno -el de la Derecha- ya reconoció que acá estamos frente a un problema de constitucionalidad y, por ello, pide la aprobación de una reforma a la Constitución para discriminar a los chilenos que viven en el extranjero. Es posible que ello obedezca a buenas o malas razones. Pero, para conseguir ese objetivo, exige una reforma constitucional.
Sin embargo, como el proyecto en análisis no se va a aprobar, el Ejecutivo se verá obligado a elaborar una iniciativa legal que garantice a esos compatriotas la posibilidad de llevar a cabo tal derecho, porque ya lo tienen. Por eso, no se requiere la reforma constitucional.
Ahora bien, aquí se han dicho muchas cosas. Entonces, uno se pregunta qué se puede agregar a estas alturas, por cuanto todos los señores Senadores que me antecedieron en el uso de la palabra son partidarios de no establecer ningún tipo vínculos en esta materia, apuntando a los aspectos más fundamentales.
Sin embargo, quiero traer a colación dos o tres temas.
El primero se refiere a que el mensaje señala: "En cuanto a la exigencia de vinculación, ésta se encuentra íntimamente ligada con la función política que implica el pertenecer al cuerpo electoral de un país. Si un chileno residente en el extranjero se encuentra aún vinculado a su país, éste naturalmente siente preocupación por los destinos de Chile y, por ende, puede asumir plenamente la responsabilidad que implica el participar de una elección.".
Repito la última, parte porque es de antología: "...y, por ende, puede asumir plenamente la responsabilidad que implica el participar de una elección.".
Lo primero que me salta a la vista es que esa afirmación parte de una premisa: el participante de una elección tiene que padecer los resultados de su acto. "Si usted está fuera de Chile, no padece las consecuencias de la política. Si usted vive en el extranjero y quiere votar, no vale porque no se ve afectado por lo que ocurre en nuestro país".
Entonces, con ese criterio, ¿cómo vamos a votar el proyecto de ley que viene a continuación sobre inscripción automática y voto voluntario?
Cabe recordar que tres millones de chilenos no se han inscrito en los registros electorales, porque simplemente no tienen ganas. Sería cosa de que concurrieran a aquellos, se inscribiesen y ya podrían votar. Pero, si no lo han hecho -reitero: suman más de tres millones; algunos son bien crecidos de edad- es porque nunca han manifestado interés en mantener un vínculo con la política ni con el resultado de las elecciones. Por eso no sufragan ni se inscriben.
¿Y qué vamos a hacer? Sin decir nada les daremos el derecho a inscribirse automáticamente. ¿Y qué razón habría si ellos han manifestado cero interés en la política y en los resultados de las elecciones? ¡A esos tres millones les dio lo mismo que ganara Eduardo Frei, Sebastián Piñera o el candidato que fuese!
Sin embargo, al legislar para impulsar la inscripción automática y el voto voluntario, ¿qué vínculo les estamos exigiendo? ¡Ninguno!
Entonces, el criterio de padecer los resultados de la elección me parece realmente chato, sin sentido alguno.
El segundo asunto al cual quiero hacer referencia dice relación a que el Gobierno sostiene que "hemos hecho gestos". Debo decirles que el Gobierno y la Derecha han sido bien laxos. En general, lo son en hartos temas.
Primero partieron diciendo que el requisito para dar derecho a voto a los chilenos que viven en el extranjero es que estos debían sumar cinco meses de estadía en nuestro país durante los últimos ocho años. Y la última oferta es que hayan visitado Chile al menos una vez en cinco años.
¿Me pueden decir cuál es la diferencia? ¿Hay un vínculo más fuerte en la primera exigencia que en la segunda?
¿Saben lo que hay detrás? No querer perder cara ni reconocer que los chilenos tienen derecho a votar vivan en nuestro territorio o en el extranjero. Ya el vínculo da lo mismo. Después de exigir cinco meses de estadía en ocho años, ahora pasamos a que la persona haya viajado al menos una vez, ida y vuelta en clase económica, en los últimos cinco años.
¡O sea, a estas alturas, se trata solo de un requisito!
A mi juicio, acá hay una lectura política en la que los Senadores oficialistas tampoco creen mucho. Algunos en la Derecha piensan que los connacionales en el extranjero, sus hijos y sus descendientes hasta la sexta generación -como dice el proverbio- votarán en contra de aquella.
No quiero creer que eso sea cierto. Ustedes, los de Gobierno, acá hacen gárgaras y dicen: "El Senado es para llegar a acuerdos; no perdamos la oportunidad patriótica".
Pero, cuando se presenta el requisito de que esos compatriotas hayan venido al país una vez en los últimos cinco años, ya sea por avión en clase turista, por tren o por auto -perdónenme-, ¿de qué oportunidad histórica me hablan con esa especie de voto censitario? El viaje hay que pagarlo. ¿Y qué requisito exigiremos a los tres millones de chilenos que no han participado en las elecciones presidenciales, municipales ni parlamentarias durante los últimos cuatro años para inscribirlos automáticamente? ¡Ninguno! ¡Quedan inscritos automáticamente!
Entonces, me parece que esa es una inconsistencia profunda y obedece a un cálculo político.
Si de cálculos políticos se trata, tal vez uno debería rechazar también el proyecto que se tratará posteriormente. Tengo una profunda duda acerca de cómo van a actuar esos tres millones de chilenos -la mayoría de ellos jóvenes- cuando queden inscritos automáticamente y puedan votar en forma voluntaria. Sin embargo, como manejo antecedentes, creo que no se van a pronunciar a favor de la Centroizquierda. Basta ver lo sucedido. ¿Qué pasó con el actual sistema de inscripción? ¿Dónde se registraron más jóvenes para la última elección presidencial? En las comunas de Las Condes, Vitacura, La Dehesa, Lo Barnechea, Providencia, Ñuñoa y Viña del Mar. ¿Qué tienen en común todas ellas, aparte estar encabezadas por alcaldes de Derecha? Que son ricas, y los hijos de los ricos en Chile tienen conciencia de clase. Por eso se inscriben; saben que el voto hace la diferencia.
Entonces, si yo hiciera un cálculo político mezquino debería rechazar la propuesta legislativa que se nos presenta y exigir que no se implemente la inscripción automática y ceñirse al voto voluntario, para obligar a la gente más modesta, a los jóvenes más humildes a ejercer el voto.
En consecuencia, lo que tenemos al final es una Derecha revanchista.
Por ello, quiero decir al Senador señor Espina -quien hablo de la magia que se produce en la Concertación cuando aparece un jefe de Comité y nosotros cambiamos de opinión-, que la única magia que he visto -¡flor de magia!- fue cuando el Presidente Piñera iba a hablar con los chilenos residentes en Suecia o en España sobre la parte de su Programa de Gobierno que decía "Daré derecho a voto a los chilenos que viven en el extranjero si reúnen las condiciones y los vínculos adecuados"; pero esto se cayó y desapareció. ¡Nunca se los mencionó! Así me lo confirmaron las organizaciones de chilenos que viven en esas naciones.
Y cuando el Presidente Piñera fue a Buenos Aires o visitó Estados Unidos, ¿les dijo en su cara a los chilenos ahí residentes que ahora les iba a poner condiciones para que pudieran votar?
¡Esa magia es la que denigra a la política!
No somos nosotros quienes les están dando un portazo, sino los que inventan una condición que no debería regir. Y como saben que esto no debe ser, recurren a una reforma constitucional para que de esa manera pueda darse la discriminación.
Pero me congratulo de que este sea el primer proyecto de ley del Gobierno sin letra chica, sino grande, del tamaño de un pasaje de ida y vuelta, desde donde quiera que estén para venir a sufragar a Chile.
Esta reforma se va a rechazar, pero tal vez, como se anticipó acá, vamos a terminar en el Tribunal Constitucional. Y el Gobierno habrá de aceptar que los chilenos que están en el extranjero van a tener derecho a sufragio. Hoy día es así; el punto es cómo ello se implementa.
¡Así de sencillo, así de simple!
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Quintana.


El señor QUINTANA.- Señor Presidente, una reforma constitucional que permita el voto de los chilenos que se encuentran fuera del país es algo que debió aprobarse hace ya mucho tiempo.
Con respecto a la materia en debate, como se sabe -así se ha dicho acá-, hay compromisos explícitos de campaña del actual Mandatario, tanto en la del año 2005 como en la del 2009. Más allá de si se mencionó o no lo relativo al vínculo, lo claro es que en la primera de ellas nunca se consignó este asunto.
Por esa razón, la coalición de Gobierno tuvo en su momento la posibilidad de haber acogido favorablemente esta iniciativa, para que una cantidad importante de chilenos en el extranjero pudieran votar hace ya mucho tiempo.
Cito al respecto la moción de los actuales Senadores señora Isabel Allende y señor Fulvio Rossi -en aquel entonces Diputados-, votada el año 2007 en la otra rama del Parlamento y que no logró la mayoría suficiente para su aprobación.
Me llama la atención que el Senador señor Chahuán haya dicho que aquí existe pequeñez, que hay una política de trinchera, porque él se abstuvo en una moción que no establecía el elemento del vínculo. Entonces, frente a ello, a mí me parece que hoy día, por lo menos para ser coherente, debería mantener su abstención, salvo que la tendencia, según su criterio, sea otra en lo relativo a reformas constitucionales.
En seguida, voy a discrepar de mi colega el Senador señor Lagos Weber, quien manifestó que aquí no se da la letra chica. ¡Si la hay! La constituye aquel vínculo que nunca debe imponerse.
Por otra parte, señor Presidente, es del caso señalar que ha sido tan errática la tramitación de iniciativas legales vinculadas a la materia que, como se sabe, hasta hace poco -particularmente este año-, además de la reforma que hoy día estamos debatiendo, una ley orgánica constitucional establecía una serie de requisitos concretos para que connacionales residentes en el extranjero pudieran votar; esto es, quienes se encontraban estudiando, aquellos que tenían relaciones comerciales, los premios nacionales, los exiliados, todos los que -dicho sea de paso- no constituyen un porcentaje muy significativo en el potencial de nuevos votantes.
Acá se habla de cerca de 800 o 900 mil chilenos que viven en el extranjero; y de que los que podrían contar con derecho a voto son aproximadamente 450 mil; es decir, la mitad de los habitantes de la Región de La Araucanía, que orgullosamente represento en el Senado. Se trata de mucha gente, de numerosos compatriotas que tienen una realidad notable de contacto y de cercanía con su patria.
Y digo que ha sido muy errática la discusión en esta materia porque, ciertamente, en la ley orgánica constitucional también estaba el famoso vínculo.
Ahora, ¿cuál es el problema real que se presenta al Gobierno? Que la normativa es inconstitucional -así se dijo-, aunque algunos miembros de la coalición de Gobierno han señalado aquí que los tribunales no tienen derecho a pronunciarse sobre algo que es ultra petita y un voto de minoría. ¡No es así! Lo concreto es que hay un fallo, una resolución muy categórica en la cual, además, se hace una prevención en orden a que el asunto es inconstitucional.
También se preguntó por el proyecto que veremos después.
Pero nada menos que cuatro de los cinco miembros del Tribunal Calificador de Elecciones -no estoy hablando del SHOA o de cualquiera otra entidad que no tenga que ver con esto- señalan con claridad que la materia es inconstitucional. Sin embargo, eso no lo queremos aceptar, en circunstancias de que el Senado está obligado a pedir la opinión a dicho organismo.
En consecuencia, señor Presidente, el problema radica finalmente en que lo que estamos viendo es inconstitucional, lo cual resulta bastante sencillo de deducir, porque la Constitución no impone vínculos ni requisitos adicionales para poder votar. A pesar de lo manifestado por el Senador señor Chadwick, ella no establece diferencias en razón de la residencia.
Y el resto de la historia de la tramitación de la iniciativa es conocido: la Oposición recurrió al Tribunal Constitucional y el Gobierno retiró el proyecto.
Ahora bien, podría conceder un punto al mencionado señor Senador: que se requiera o no la reforma podría ser un elemento por considerar. Pero la pregunta que debemos formularnos es ¿para qué, estimados colegas?
Frente a eso, es posible plantearnos si la enmienda constitucional a la cual se nos convoca aumenta o restringe el universo de votantes. Y debo decir que todas las reformas introducidas desde la historia de la República han buscado aumentar la participación ciudadana y no disminuirla. Esta es la excepción. Da cuenta de lo que sostengo la historia constitucional.
Por su parte, los anales institucionales del país siempre han estado basados en la lógica de una mayor inclusión. Antes existía el voto censitario -como expresó la Senadora señora Rincón-, conforme al cual había que saber leer y escribir para tener derecho a sufragio, ser hombre, contar con más de 25 años de edad, estar casado, disponer de patrimonio y profesión. Pero se modificó la edad, rebajándola a 21 años, para ampliar precisamente la participación ciudadana y no para restringirla.
Luego, se incorpora a los solteros; se elimina el requisito del patrimonio. Y, a mediados del siglo pasado, se concede ese derecho a la mujer; después, a los analfabetos. Y hace casi dos décadas se disminuye a 18 años la edad para sufragar.
Vale decir, siempre se ha pretendido incrementar la participación y no reducirla.
Por lo tanto, señor Presidente, yo pregunto: ¿Qué más vínculo que el de ser chileno?
No hay razón alguna para suponer que lo que ocurra dentro de este Hemiciclo y al interior de las fronteras del país no afectará a los chilenos residentes en el extranjero que no mantengan vínculo. Sostener tal aberración es no entender cómo funcionan las dinámicas del mundo globalizado.
Hay infinidad de leyes que afectan las relaciones comerciales y familiares, incluso las responsabilidades penales cuando un chileno comete delito en el exterior en contra de otro compatriota.
Las recientes elecciones en Perú mostraron a cientos de ciudadanos de ese país votando y opinando en Santiago. Ese fue un ejemplo -quiero decirlo- de solidez democrática después de que dicha nación pasara de una dictadura a una democracia. Y pese a todo lo que se diga, no podemos expresar lo mismo.
En consecuencia, el hecho de exigir un vínculo solo esconde un miedo obsesivo de la Derecha a la participación.
Deseo terminar señalando que cuando se ve enfrentada a un debate de fondo en cuanto a cómo ampliar la participación política, la Derecha siempre se escabulle en argumentos rebuscados, burocráticos, los que finalmente develan que su alma republicana, al menos en esta materia, se encuentra un tanto deslavada o con falta de tonalidad.
Por todo ello, voto en contra.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Hernán Larraín.


El señor LARRAÍN (don Hernán).- Señor Presidente, este debate ya lo hemos tenido de alguna manera en otras oportunidades. Y, quizás, la dificultad para encontrar una solución o una vía de encuentro obedece a que el asunto se asienta en lógicas distintas, que son perfectamente razonables. Una es la que mira el problema de los chilenos avecindados en otras naciones.
He estado con ellos aquí y afuera, y me parece muy razonable, bastante justificado, su planteamiento de poder concurrir a las elecciones. Cómo no va a ser así si se sienten chilenos -por lo menos, muchos de ellos- y dicen: "Yo también quiero participar en un proceso que tiene que ver con el destino de mi país".
Pero además hay otra lógica que también tiene sentido: la de los miles de compatriotas, muy sencillos, que sufren las consecuencias de su voto, porque en Chile mandan a sus hijos a las escuelas, porque acuden a los hospitales, porque pagan los impuestos. Ellos argumentan que por qué alguien sin tener implicancia en los hechos que ocurren en el país va a disponer de los mismos derechos que quien los posee.
Entonces, hay una lógica, una cierta racionalidad.
Por lo tanto, cuando se enfrentan dichas lógicas la pregunta que cabe formular es si se puede buscar algún entendimiento. Y esto es lo que se ha intentado hacer.
En realidad, hemos estado cerca del acuerdo. Porque efectivamente el Gobierno y nosotros hemos ido cambiando: de la posibilidad de considerar más exigencias las fuimos disminuyendo. Sin embargo, a la Concertación le pasó al revés: de menos fue a más. No tengo para qué citar a muchos Senadores de ese conglomerado que dijeron que les parecía razonable, o aceptable al menos, tener alguna vinculación para llegar a un entendimiento.
Es más, en enero, cuando discutíamos estas materias, como no llegábamos a un consenso sobre qué vinculaciones podíamos exigir -si muchas o pocas, si ellas estaban bien o mal-, en la Comisión le hicimos un planteamiento a la Concertación en términos incluso de señalar: "Dígannos ustedes qué tipo de vinculación les parece razonable".
Pero nunca llegó una respuesta. Quedaron de estudiar el punto, de hacernos una proposición.
Por eso, no rasguemos ahora vestiduras, por cuanto aquí ha habido búsqueda de encuentro, respecto de lo cual finalmente la Concertación, por las razones que sean, cerró la puerta.
Ahora bien, la argumentación que no me parece razonable es la de que aquí se está discriminando, porque ello no es así.
Se pide reconocer que existe un derecho para todos los chilenos que residen en el extranjero. Y lo tienen; lo que pasa es que se debe ejercer en Chile. La pregunta que me gustaría formular es: cuando se regule el derecho a voto de los compatriotas que viven en el exterior, ¿se lo darán para todas las elecciones (presidenciales, parlamentarias y municipales) o establecerán ciertas restricciones?
Aquí se ha nombrado el modelo del proyecto de la Presidenta Bachelet. Pues bien, la ex Primera Mandataria estableció en esa iniciativa que los chilenos en el extranjero solo podrían sufragar en las elecciones presidenciales y en los plebiscitos. Y era razonable que no contaran con esa opción a nivel municipal, distrital o senatorial. Porque, claro, ¿a título de qué un chileno que vive quizás dónde tendría derecho a elegir al alcalde de Cauquenes, Antofagasta o Pitrufquén?
¿Por qué esas personas no podrían votar en uno de los 60 distritos electorales o en una de las 19 circunscripciones senatoriales? Porque existe cierta racionalidad en esa restricción, en ese planteamiento que ustedes consideran "emblemático".
Por lo tanto, tratemos de obrar con cierta lógica.
El criterio del avecindamiento no es ajeno a nuestra Constitución. Los extranjeros avecindados en Chile pueden votar y ejercer derechos políticos bajo ciertos requisitos.
¿Alguien podría pensar que se trata de discriminar negativamente a los chilenos que viven en el exterior, dejándolos sin derecho a voto, y positivamente a los extranjeros avecindados en el país, otorgándoselo? ¡No! Lo que se intenta es darles un sentido a quienes habitan en este país, en su territorio, a quienes sufren los gobiernos locales, regionales y nacionales y los mandatos parlamentarios.
Ese es el espíritu de la Carta. Y por eso tal lógica no es arbitraria. Tiene justificación.
Pero hay más.
Quiero preguntar a los que hoy día rasgan vestiduras para que los chilenos tengan derecho a voto en el extranjero: ¿por qué se preocupan solo de sus derechos políticos? ¿No les parece más importante que tengan derecho a educación en el exterior? ¿Por qué solo tienen derecho a subsidios escolares quienes residen en Chile? ¿Por qué únicamente tienen derecho a atención jurídica por falta de recursos los compatriotas que habitan en el territorio nacional? ¿Por qué no lo tienen los connacionales que viven en el exterior? ¿Por qué el derecho a la salud se exige a los Gobiernos para que atiendan a los chilenos en Chile y no fuera del país? ¿O ustedes me van a decir que, aparte de los derechos políticos, se podrá exigir al Estado de Chile otros derechos por parte de todos los chilenos que viven en el exterior?
Aquí se aprobó una reforma previsional que fijó la Pensión Básica Solidaria. ¿Y para quién la estableció? Solo para los que viven en Chile. Fue un proyecto de la Presidenta Bachelet aprobado por todos nosotros.
Todo lo anterior es porque hay una lógica: la lógica de la territorialidad. ¡Si la ley chilena rige en Chile y excepcionalmente tiene proyección extraterritorial!
Entonces, actuando con cierto espíritu, tratemos de ver hasta dónde podemos avanzar y hasta dónde podemos llegar a un entendimiento.
En este Hemiciclo se ha expresado: "¡Ustedes, la Derecha troglodita, le niegan el derecho a voto a los chilenos en el extranjero!".
A ver. Aquí estamos dando un paso que hoy día no existe, porque en la actualidad los compatriotas que viven en el exterior no pueden votar. Y nosotros estamos diciendo: "Sí, ampliemos el derecho a voto". Y ustedes replican: "Pero, si no es para el cien por ciento, no es para nadie".
¡Eso es lo que están diciendo!
¿Qué vínculos podríamos exigir? Pongámonos de acuerdo. Hay flexibilidad; se la hemos transmitido. Y a lo mejor podríamos llegar a un 70 o un 75 por ciento. Pero lo que queremos es que quien vote en el extranjero tenga alguna conexión con Chile. Porque sería muy injusto que, bajo los nuevos conceptos de la Constitución, que amplió el rango de la nacionalidad, un compatriota que no conoce Chile, que no habla castellano, que le interesa un bledo lo que pase en este país, se dé el gusto de votar en una elección definiendo el destino nacional mientras él vive una realidad completamente ajena.
Y eso puede ocurrir.
¿Por qué, entonces, no evitamos esas situaciones y buscamos ciertas conexiones con la realidad?
¿Parece muy raro eso? No lo es.
Además, se afirma: "En el mundo este mecanismo ya se halla establecido". Pero no es así. En un tercio de los países existe este derecho. No en el cien por ciento, sino en un tercio. Y en muchas democracias respetadas y admiradas por nosotros se exigen requisitos de vinculación.
No estamos haciendo algo troglodita: estamos dando un paso adelante. Sin embargo, el fundamentalismo al que está llevando la lógica de la Oposición logrará impedir que el 70 por ciento de los chilenos que viven en el extranjero tenga derecho a voto.
¡Eso es lo que está pasando!
Quienes se están oponiendo a incrementar el porcentaje de chilenos con derecho a votar son ustedes. Y tendrán que explicarlo. Porque nosotros vamos a decir que hicimos todo el esfuerzo por ampliar el derecho a voto para los chilenos que residen en el extranjero, facilitándoles a todos esa posibilidad mediante una vinculación mínima, concordada de manera razonable, que puede abarcar al 70 por ciento de quienes viven fuera del país, pero que nuestros amigos de la Concertación, como querían favorecer al cien por ciento, se opusieron a beneficiar al 70.
¡Esa es la realidad!
Yo creo que es un error. Porque hay una cierta lógica.
Respeto a quienes piensan distinto y desean comprender a la totalidad. Entiendo que también actúan con una lógica. Pero ¡por favor!, lo que nosotros estamos planteando no es algo absurdo. Es algo que sienten muchos chilenos.
Una encuesta de Ipsos señala que al 52 por ciento de las personas no le parece razonable que tengan derecho a voto los chilenos residentes en el extranjero. Se preguntan por qué tendrían que sufragar quienes no vivirán las consecuencias de sus decisiones, a diferencia de ellos.
Y existe una consideración política también.
Las últimas elecciones presidenciales fueron bastante estrechas. Y es muy probable que en el futuro alguien gane gracias al voto extranjero, posibilidad que se puede dar para cualquier lado. Porque, perdónenme, aquí nadie está seguro de cómo se votará en el exterior.
Si en la respectiva elección en lugar de Sebastián Piñera o Michelle Bachelet hubiera ganado el otro candidato debido a los votos de los chilenos en el extranjero no me sonaría lógico, correcto, racional.
A mí me parece que los chilenos somos los que estamos viviendo aquí. Pero bueno: hagamos un esfuerzo para que la mayor cantidad de chilenos residentes en el extranjero vote, en la medida en que haya alguna vinculación.
El señor GIRARDI (Presidente).- Concluyó su tiempo, Su Señoría.
El señor LARRAÍN.- Termino enseguida, señor Presidente.
Decía que tenemos que hacer un esfuerzo y lograr la mayor apertura posible. Porque -reitero- existe cierta lógica que vale la pena recoger: la de los chilenos que viviendo en el extranjero aún se sienten parte de este país. Démosles facilidades. Pero el criterio de la vinculación, que es razonable, debe establecerse a nivel constitucional para hacer algo realmente justo y, además, para evitar el desangre nacional que significaría que los chilenos residentes en el exterior le exigieran a nuestro Estado el otorgamiento de todos los derechos que garantiza la Carta Fundamental a quienes viven en el territorio nacional.
He dicho.
El señor GIRARDI (Presidente).- Tiene la palabra el Senador señor Escalona.


El señor ESCALONA.- Señor Presidente, se han dado argumentos que es necesario comentar.
En primer lugar, quiero reiterar que la propuesta del Gobierno de Sebastián Piñera trata sobre el establecimiento de un voto censitario. Ello resulta evidente, indesmentible: el que cuente con dinero para venir a Chile, podrá votar, y el que no tenga recursos y no viaje, no podrá hacerlo. Se trata de una discriminación por el bolsillo, típica de la mentalidad de un Gobierno de derecha.
No es que nosotros, señor Presidente, pensemos que la Derecha es troglodita, como acaba de señalar el Senador Larraín, sino que es un hecho que así funciona su mentalidad, su lógica. El que esté en condiciones de pagar, cubrir la distancia de 15 horas desde Europa o desde Nueva Zelandia o Australia, podrá venir y, en consecuencia, votar. El que carezca de recursos económicos, no lo podrá hacer.
Se trata de un voto censitario. Así se lo conoce en el mundo moderno y así lo definen la ciencia política y la económica. ¡Para qué tratar de tapar el sol con un dedo!
A lo que más deseo referirme, señor Presidente, es al argumento que pone al Senado como centro de acuerdos.
Pareciera que aquí estuviéramos discutiendo si aquello es así o no. Pero ese no es el punto, estimados colegas.
Porque -permítanme señalarlo-, cuando la Concertación concurrió al acuerdo para terminar con los Senadores designados, no quedó ninguno. Se acabaron los Senadores designados. No es que quedara uno, o uno y medio, o dos coma tres. ¡Se acabó la institución!
Lo mismo puede decirse de los Senadores vitalicios. ¡No hay más Senadores vitalicios! No es que haya permanecido el cero coma uno por ciento del antiguo dictador haciéndose presente acá. ¡No! ¡Se acabó la institución!
Cuando se terminó con la inamovilidad de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, ¡no hubo más inamovilidad, pues! No es que quedara la "ina" y se acabara la "movilidad". ¡No fue así! Simplemente se puso fin a esa odiosa institución.
Es decir, lo que aquí ocurrió es que finalmente la Derecha se tuvo que hacer a la realidad de un país democrático en que se había consolidado una nueva institucionalidad y debió concurrir al término de esos enclaves autoritarios.
No es, como acá se plantea, que todo ello haya sido fruto de "grandes acuerdos", entre comillas. ¡Si tuvo que pasar mucho tiempo -tres Gobiernos, quince años- para llegar a la reforma constitucional que se promulgó el año 2005!
No fueron cambios de un día para otro ni cayeron del cielo. Fue la conciencia de la opinión pública y el desarrollo de la conciencia cívica del país lo que finalmente determinó que en el Senado se aceptara que la democracia no podía llamarse así con esas instituciones antidemocráticas como un pesado lastre del pasado dictatorial.
Por lo tanto, no exhibamos como la panacea lo que no constituye sino, simplemente, el peso de las realidades del país.
El Ministro Secretario General de la Presidencia señala que un tercio de los países aún mantiene la exigencia de algún tipo de vínculo, presentando el defecto como virtud. ¡Si la esclavitud no se terminó de inmediato en todo el mundo! Fue en unos países primero y en otros después. El derecho a voto de la mujer lo aprobaron unos países y luego otros.
La invitación que nos hace el Ministro es a que permanezcamos atados a rémoras, a lastres antidemocráticos. Plantea, como gran argumento, que todavía en un tercio de los países se exige algún tipo de vínculo. Yo le pregunto: señor Ministro, ¿por qué no actuamos mejor con los otros dos tercios,...
El señor LARRAÍN.- ¡Es al revés!
El señor CHADWICK.- ¡Al revés!
El señor LAGOS.- ¡El mundo avanza en una dirección...!
El señor ESCALONA.- ...con los países que sí dan la posibilidad a sus ciudadanos y ciudadanas de votar sin ningún tipo de limitación? ¿Por qué no actuamos como deben actuar los demócratas, reconociendo el derecho, sin temor por quién van a votar esas personas?
Acá se nos da como argumento el que eventualmente los chilenos que viven en el exterior podrían no estar con ninguna de las dos grandes opciones de los bloques hoy día mayoritarios en el país. Pero cuando uno vota en estas materias no pide de antemano una definición electoral. Se trata de reconocer un derecho y de actuar de acuerdo con un principio: el reconocimiento de la plena ciudadanía de los chilenos en el exterior. De manera que no es, en realidad, la petición de algo extemporáneo, de una condición insensata, como se la ha tratado de presentar.
Se pregunta: "¿Y qué tipo de vínculo podría ser, entonces?". Bueno, el mismo que se le pide a un ciudadano dentro de Chile. Si una persona de Puerto Montt se traslada a Santiago, tiene que ir al Registro a actualizar su inscripción. En consecuencia, pidámosles a los chilenos en el exterior que actualicen, cada tres años, cada cinco años, en el país donde residan, su pertenencia al padrón electoral del país.
Ejerzamos efectivamente la igualdad ante la ley. No busquemos una excusa, porque pedir el viaje a Chile significa, en realidad, condenar a los que no pueden costearlo a carecer de derecho a voto y premiar a los que sí pueden venir. Es decir, implica establecer la odiosa distinción entre el que puede viajar y el que no, lo que, en definitiva, obedece a la capacidad económica de cada cual.
Por eso, la posición de los Partidos de la Concertación en esta materia es sumamente clara. Además, acá no estamos hablando de un tema que diga relación con otro tipo de exigencias, como podría ser la de que la persona no haya cometido delito y no haya sido condenada a pena aflictiva.
Es otro el punto que origina tal discriminación.
Yo les pediría a los colegas de la Derecha que también lo consideraran. Porque, si la idea era que el 21 de mayo el Presidente de la República anunciara en su cuenta que ha logrado legislar respecto del derecho a voto de los chilenos en el exterior, entonces él no tendría que haber sido mezquino, sino haber reconocido plenamente ese derecho a los compatriotas que hoy no se encuentran en el país. No se puede pedir el aplauso con mezquindad. No se puede pensar en recibir el apoyo de los ciudadanos cuando en realidad no se ha cumplido con el compromiso adquirido en asambleas de compatriotas en el exterior, prometiendo lo que hoy día en esta Sala se está negando.
Seamos claros.
En definitiva, Sebastián Piñera no puede colocar esto como parte de su discurso del 21 de mayo porque fue al exterior a mentir, a decir algo que aquí no se está cumpliendo. En esta Sala hoy no se está llevando a cabo lo que se señaló frente a centenares de chilenas y chilenos fuera del país. Lo que se expresó en Estocolmo, en Madrid y en otras capitales, lo que provocó grandes aplausos, lo que hizo que el actual gobernante levantara las manos y sonriera feliz frente a la concurrencia, se está negando en este momento.
Ese es el punto de fondo de la discusión; no que el Senado sea o no el centro de los acuerdos, sino si efectivamente se reconoce en plenitud la capacidad de ciudadanos de los compatriotas que residen en el extranjero. De manera que acá no se trata de buscar propósitos subalternos o de corto plazo.
Finalmente, estimados colegas, quisiera hacer una última apelación.
Aquí también hay un tema de reparación. Porque el origen del problema es el exilio que tuvo lugar en Chile. Aquí también están en el trasfondo los derechos humanos. Antes era muy limitada y pequeña la cantidad de chilenos residentes en el exterior. El problema de su presencia masiva fuera del país surge como consecuencia de las persecuciones políticas que llevó adelante el Régimen militar, en el cual la Derecha participó. Y, en consecuencia, acá también hay involucrado un tema de reparación. Esto no es ajeno a las condiciones históricas en que este asunto apareció. Y respecto de ello no cabe la amnesia; tampoco tapar el sol con un dedo.
Es cierto, nosotros tenemos una mirada amplia y no vamos a pensar solo en los chilenos que emigraron al extranjero a causa del exilio. Seguramente, estos últimos pueden ser hoy día una minoría. Pero seamos claros: ¡aquí el problema de los chilenos que están afuera tiene su origen en la violación del derecho a vivir en la patria!
Por lo tanto, en esta materia también hay involucrado un tema de reparación, de derechos humanos. ¡Y yo lamento que después de tanto tiempo, habiendo terminado la dictadura hace ya 21 años, la Derecha todavía no sea capaz de reconocer este derecho a nuestros compatriotas en el exterior!
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Sabag.


El señor SABAG.- Señor Presidente, voy a tratar de ser muy breve, porque creo que el debate ha sido bastante largo y muy enriquecedor.
No cabe duda de que a todos nos interesa que los chilenos en el extranjero tengan derecho a voto. El problema es que nosotros queremos que sea sin ningún vínculo, en tanto que algunos colegas y el Gobierno pretenden que sea con algún vínculo.
Esa es la diferencia, legítima, como lo indicó el Senador Espina.
Su Señoría recordó los antiguos grandes consensos que se lograron en este Senado y en el Parlamento. Y así fue. Por eso nuestro país ha crecido tanto y hoy es tan respetado en el resto del mundo, producto del trabajo de todos y de los acuerdos a que llegamos aquí. Se respeta el sistema democrático, se respeta a los chilenos por la forma en que hemos restablecido plenamente nuestra democracia.
Pero hoy tenemos una diferencia que no hemos podido zanjar. Yo reconozco que el Gobierno ha flexibilizado su posición, porque primero exigió como requisito 18 días al año, y luego, lo restringió a un viaje al país en los últimos cinco años. Por supuesto que es una oferta muy tentadora.
De otra parte, no es tan dramático que se pierda esta reforma constitucional. Si rechazamos un proyecto de ley este no podrá renovarse sino después de un año. Pero en el caso de una enmienda a la Carta Fundamental al día siguiente podemos presentar otra. No existe problema. No hay dramatismo si no se aprueba la iniciativa en debate.
Quiero dar testimonio de los viajes en que nos ha tocado ir al extranjero, tanto con los Presidentes de la República como formando parte de delegaciones. Siempre las organizaciones de chilenos en el exterior, a través de las embajadas, solicitan reunirse con el Primer Mandatario o con los parlamentarios que los visitan. Y lo primero que piden es: "¡Dennos derecho a voto, por favor!". "¡Estamos siendo discriminados!". En cualquiera otra nación tienen tal derecho. Hace pocos días vimos -volveremos a ser testigos de ello el día 5 de julio- cómo 720 mil peruanos votaron en los países donde residen. Y, de estos, 30 mil lo hicieron en Chile.
Eso es algo a lo que nuestra gente también aspira.
No hemos podido llegar a acuerdo sobre el particular. Y esa es una de las divergencias que tenemos. Hay otras: el sistema binominal, el sistema electoral. No hemos logrado un consenso al respecto. Son los rezagos que nos van quedando.
No obstante lo anterior, ¡cómo hemos avanzado en todos los otros acuerdos! Ojalá sigamos buscando puntos de encuentro. Soy un hombre al que le gustan los acuerdos y los consensos, porque de esa forma hemos progresado muchísimo. No siempre se obtiene lo que uno quiere. Y eso es así tanto para nosotros como para los Senadores de las bancas de enfrente. Pero sobre esa base, ¡por Dios que hemos avanzado! ¡Hemos hecho historia y ganado respetabilidad en todas partes del mundo!
Por las razones expresadas, señor Presidente, voy a votar que no. Porque quiero que los connacionales que viven en el exterior tengan los mismos derechos que poseen quienes residen en nuestro territorio, evidentemente con las restricciones que rigen en el país. Los chilenos en el extranjero también deberán ser mayores de 18 años para sufragar. Se les van a aplicar los mismos requisitos que se exigen en Chile, por ejemplo, no haber sido condenados a pena aflictiva. Pero tienen el mismo derecho que nos asiste a nosotros de poder votar libremente.
Nos da envidia que tantas naciones permitan sufragar a sus ciudadanos en el exterior. Y si miramos las de nuestro entorno -¡para qué buscar más lejos!- solamente Uruguay y Chile no otorgan ese legítimo derecho al que aspiran nuestros compatriotas que se encuentran fuera del país.
Ahora, no saquemos cuentas alegres en cuanto a que algunos, dada la época en que se fueron del país, van a votar por uno u otro candidato. Se olvidan de que desde 1970 hacia delante miles de chilenos se han ido al extranjero, hicieron su vida afuera y no han vuelto.
Quiero dar testimonio -lo observamos en los extranjeros radicados en Chile- de cómo vemos a los chilenos que viven fuera del país: ¡Son más chilenos que nosotros! ¡Muchos de nuestros compatriotas que residen aquí, en el territorio nacional, solo viven, no se dan cuenta de los progresos, de los atrasos! Pero el chileno que se halla en el exterior, ¡está al día en todo! ¡No se pierde noticia alguna! ¡Vibra con los adelantos y sufre con los atrasos o con las divergencias que tenemos!
¡Son más chilenos que nosotros!
¡El que ha nacido en una comuna, es de esa comuna y la defiende!
¡El que ha nacido en el país, es del país; va a morir siendo chileno y se conmueve con lo que pasa en su tierra!
¡Cuánta ayuda llegó de parte de compatriotas y de organizaciones chilenas en el extranjero con motivo del terremoto del 27 de febrero! ¡Y todavía sigue llegando!
¡Ello ocurre porque están con el corazón metido dentro de su patria!
Por eso, negarles el derecho a voto, a mi juicio, constituye una discriminación odiosa. De una vez por todas, debemos permitirles sufragar sin restricciones y sin vinculación de ninguna especie.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Navarro, y luego, el Honorable señor Carlos Larraín.


El señor NAVARRO.- Señor Presidente, a veces el debate pretende tomar el cauce constitucional o jurídico, y a ratos, político.
En verdad, es una discusión constitucional, pero también política.
La decisión de enviar la reforma constituye una decisión política del Presidente de la República.
Esta monarquía presidencial tiene facultad para remitir un proyecto, tal como señaló el Senador Escalona. Pero tomó una decisión.
La pregunta que yo me formulo, adentrándome en el contenido político, es: ¿Quién asesoró al Primer Mandatario y le dijo que la iniciativa en debate iba a ser aprobada por el Senado? Porque, en realidad, una mínima lectura le habría advertido que se iba a rechazar, lo cual no va a contribuir a su popularidad.
Entonces, hay alguien que no está cuidando la popularidad del Presidente, sino más bien la proyección de un próximo Gobierno.
Tiendo a pensar, después de este largo debate, que pesan más los 350 mil votos de quienes van a tener derecho a sufragar, en caso de que aprobemos un proyecto de ley sin vínculo, sin restricciones, que el tema de los derechos constitucionales y democráticos.
Siento que la UDI aquí se ha jugado por una opción, nuevamente. Y lo dijo el Senador Larraín de manera muy clara: el voto de los chilenos en el exterior sí puede incidir en las próximas elecciones presidenciales. Y la verdad es que ante ello, frente al riesgo, es mejor abstenerse.
¡El Primer Mandatario ha hablado de cambios revolucionarios en el ámbito laboral!
¡El Ministro Lavín ha hablado de cambios revolucionarios en la esfera educacional!
Sin embargo, en materia democrática, participativa, hay un extremo conservadurismo.
¡No más participación, no más democracia, no más derecho!
Hago un llamado a la Derecha a efectuar cambios también revolucionarios en cuanto a participación electoral.
Aquí la Derecha globaliza la economía y un chileno puede hacer negocios desde Suiza a Burundi, relacionarse a nivel mundial a través de Internet, tener la posibilidad de participar de los beneficios que le brindan los tratados de libre comercio.
¡La globalización de los derechos económicos!
¡Pero también existe la restricción de los derechos políticos!
La Derecha enfatiza su defensa de los derechos económicos. ¡Todo puede ser globalizado! En definitiva, todo puede tener un margen comercial. Y los tratados de libre comercio abundan en ejemplos.
La Derecha, señor Presidente, dice: "Chile tiene que insertarse en el mundo globalizado, debe participar de la economía, hay que ir a pelear por los mercados de exportación, se precisa ir al Asia-Pacífico".
Aquí le estamos pidiendo ir a todos esos lugares, pero no solo a vender, sino también a hacer efectiva la participación de los chilenos que viven en el extranjero.
La verdad es que el Presidente Piñera prometió otorgar la posibilidad de votar a los chilenos que viven en el exterior y eso no se está cumpliendo.
Siento que la letra chica vuelve a ser motivo de debate.
Yo espero el Mensaje del Presidente de la República del 21 de Mayo. Y tengo expectativas acerca de su discurso. Pero hay un riesgo evidente a la credibilidad. Ya no se trata del posnatal ni del 7 por ciento de las cotizaciones de salud de los jubilados. Ahora es el proyecto de ley sobre el voto de chilenos en el extranjero.
En realidad, muchos trabajadores se están comprando lupas para revisar los proyectos del Gobierno cuando lleguen a la Sala: ¡Lupa para revisarlos con exactitud!
No logro comprender la voluntad política, si no es por el temor: el profundo temor a la próxima elección presidencial.
Me parece que la disputa ya partió. Hay demasiados indicadores de que efectivamente la UDI no va a ceder su espacio para llevar un candidato presidencial de sus filas y no de Renovación Nacional, porque, en definitiva, se sienten con el legítimo derecho a garantizar todos los mecanismos, todas las condiciones para un triunfo.
En Chile no ha terminado la transición y el Senador Escalona lo planteó: ¡No ha concluido la transición!
Yo lo digo y lo repito: ¡No porque aquí hubo Presidentes Socialistas (Bachelet, Lagos), no porque tengamos a uno de Derecha en La Moneda, la transición terminó! Esta va a finalizar cuando contemos con una nueva Constitución Política votada por todos los chilenos. ¡Reforma constitucional, Asamblea Constituyente, votada por todos los chilenos!
Mientras sigamos viviendo con una Carta Fundamental redactada en dictadura y modificada levemente en democracia -la Constitución de Pinochet con la firma de Lagos-, no hay derechos que sean plenos en materia democrática. El sistema binominal no lo es y las restricciones a la democracia son abundantes. No tenemos plebiscito vinculante, no hay ombudsman, no existen derechos esenciales que sí rigen en los países llamados democráticos por la propia Derecha.
Y aún tenemos Ley Antiterrorista.
¿Qué ha dicho la Corte Suprema, señor Presidente? Algo que aquí se ha repetido. Ha sostenido que "la residencia de un chileno en el extranjero no puede ser factor de discriminación en el ejercicio de los derechos consagrados por el legislador respecto de un chileno que habita en Chile, como tampoco podrá serlo de la exigencia de un vínculo con el país o la condición de permanencia, durante un determinado tiempo anterior a los comicios".
Agrega que "implica una contravención al artículo 5° de la Constitución Política de la República, el limitar el derecho de sufragio, estableciendo condiciones para su ejercicio que vulneran el principio de igualdad ante la ley.".
Yo -y esto lo señalo en respuesta al Senador Chadwick- pondría atención en cuanto a la defensa de la no discriminación. No es la Izquierda la que está diciendo que hay discriminación en la propuesta del Gobierno, son los Ministros de la Corte Suprema: Sergio Muñoz Gajardo, Margarita Herreros y algunos nombrados por el propio Gobierno: don Pedro Pierry, Haroldo Brito, quienes a su vez integran el Tribunal Calificador de Elecciones.
Hago presente al Senador Chadwick -por su intermedio, señor Presidente- que esa opinión es la de cuatro miembros del Tribunal Calificador de Elecciones, y también la que entregó la Corte Suprema en la Comisión de Constitución, órgano que debatió esta materia.
Por lo tanto, claramente se va a abrir un flanco constitucional muy fuerte.
Aquí está en juego lo viejo y lo nuevo, lo naciente y lo decadente.
¡Claro que hay una oportunidad histórica! Y la historia pondrá luz; observará y revisará el presente debate.
De hecho, esta discusión se realizó en otro momento histórico: cuando se analizó la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria. Entonces el Partido Agrario Laborista señaló que los campos se quedarían sin gente para sembrar, que se despoblarían.
El conservadurismo siempre ha operado.
La controversia que se manifiesta ahora sigue siendo participación y democracia o autoritarismo. Porque es una condición autoritaria no permitir hoy que los chilenos participen con su voto desde el exterior.
En ello Chile se asemeja a países como Etiopía, Kenia, Sierra Leona, Somalia, Congo, Burundi, Burkina Faso, Aruba, Brunéi, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Albania.
En definitiva, en esta materia de Derecho tenemos un sistema escasamente democrático. No es algo que nos haga hinchar el pecho de orgullo.
¿Qué vínculo se les puede pedir a los chilenos que viven en el extranjero? Como dijo el Senador señor Sabag, ellos mandan dinero para la Teletón, para el Hogar de Cristo; participan en ayuda humanitaria cuando Chile se ve afectado por desastres naturales; están pendientes de lo que pasa en nuestro país.
Por lo tanto, señor Presidente, considero absolutamente inadecuados los argumentos planteados por el oficialismo, la Derecha y el propio Gobierno para pretender restringir un derecho esencial y tener ciudadanos de segunda clase: todos chilenos, pero residentes en el extranjero.
A mi juicio, el debate no ha sido conducente.
Creo que el temor electoral una vez más ha primado.
¡Hay mezquindad en ese debate, mezquindad en esos argumentos, mezquindad en el proyecto de ley!
Hubiera esperado que una Derecha democrática dijera: "Que voten los chilenos en el extranjero", porque muchos de ellos se fueron por motivos económicos. ¡Pero hay temor!
Señor Presidente, siento que con esta decisión lo único que pasará es que la credibilidad del Primer Mandatario sufrirá una nueva caída. Porque ya no solo en Chile se revisará la letra chica de la propuesta, sino también en el extranjero por parte de nuestros compatriotas. Y lo han hecho. Se manifiestan en contra de ella justamente por tener letra chica.
Señor Presidente, votaré en contra de la reforma constitucional, porque, como indicó el Senador señor Gómez, no es necesaria. El derecho ya existe.
Estamos dispuestos a recurrir donde sea -al Tribunal Constitucional primeramente- para defender el derecho a voto de todos los chilenos sin discriminación.
El que pueda pagar que venga; el que no pueda que no venga. Siento que tal discriminación nos retrotrae al 25. De hecho, se ha hablado del voto censitario.
Queremos más democracia. ¡Si la Derecha le teme a la democracia, que lo diga!
¡Pero los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, no con dictadura, no con autoritarismo, no con exclusión, no con discriminación, como pretende hoy día este proyecto!
Por eso voto en contra.
¡Patagonia sin represas, señor Presidente!
El señor CANTERO.- ¿Y la democracia con Chávez?
El señor NAVARRO.- ¡En Venezuela hay democracia!
El señor PROKURICA.- ¡Lleve su democracia a Fidel y a Raúl!
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Carlos Larraín.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Señor Presidente,...
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Disculpe, señor Senador.
Hago presente que, como estamos en votación, se requiere el acuerdo unánime de la Sala para permitir al señor Ministro intervenir.
Si no hay unanimidad en tal sentido, se le dará la palabra una vez concluida la votación.
Tiene la palabra el Honorable señor Carlos Larraín.


El señor LARRAÍN (don Carlos).- Señor Presidente, he escuchado con mucha atención los argumentos dados por las bancadas de la Oposición para rechazar la propuesta de reforma constitucional que permitirá a los chilenos situados en el extranjero votar en las elecciones nacionales.
En tales planteamientos hay repeticiones y muchos lugares comunes, lo que hace pensar que aquí hubo cierto ensayo previo para tratar de justificar lo injustificable.
Pero vale la pena detenerse en algunos de esos argumentos, porque me parecen esclarecedores.
Uno que se oyó al comienzo de la discusión indicaba que la situación vigente constituiría una prohibición ilegal que vendría a viciar todos los actos electorales ocurridos desde la noche de los tiempos, y que ello creaba una deuda histórica por parte -supongo- de los parlamentarios en ejercicio y, sobre todo, de aquellos que en el pasado ocuparon cargos en el Ejecutivo, incluido el Ministerio de la mayor relevancia en esta materia: el de Justicia.
Sin embargo, durante 20 años la Concertación contó con una mayoría categórica para efectuar las reformas que quisiera. De hecho, hubo más de 20 modificaciones a la Constitución -¡más de 20 modificaciones!-, las cuales afectaron una infinidad de artículos del Texto Fundamental. Pues bien, en ese período no se hizo ninguna referencia al voto de los chilenos en el extranjero.
Luego, se manifestó el rechazo al lenguaje propuesto en esta brevísima iniciativa -es de lo más simple que hay, como suelen ser las reformas constitucionales-, porque puede llegar a condicionar -"puede": potencial- el voto de los chilenos en el exterior, ¡en circunstancias de que ellos hoy simplemente no votan! No es que tengan un voto condicionado, restringido, reducido, graduado. ¡No! ¡No votan!
Y eso no le preocupa a la Oposición.
En tercer término, vale la pena pensar un poquitito en lo que muchos países exigen de manera muy categórica: un nexo con el país de que se trata. Y Chile también lo tiene. En efecto, como muy propiamente han señalado varios Senadores, existe el requisito elemental de residencia o el de avecindamiento para los hijos de chilenos nacidos en el extranjero. Así se exige hoy, y así se ha procedido desde siempre.
Sin embargo, ante esta realidad tan simple, tan palpable, oímos frases verdaderamente incendiarias.
Algunos hablan de que, si se llegara a aprobar la reforma constitucional propuesta, en Chile regiría el voto censitario. ¡Es una cosa verdaderamente admirable...! Además, me parece muy notorio que quien invocara con mucha reiteración esto del voto censitario fuera un Senador que en la última elección gastó dos veces más que el candidato de la Alianza elegido en la misma circunscripción, según información del Servicio Electoral.
Por ello, verdaderamente uno se pone un poco escéptico.
También se ha hablado aquí -y con mucha poesía- del "maltrato a los hermanos chilenos". ¡Esto es completamente enternecedor...! ¡Realmente me conmueve que quienes quieren impedirles votar aquí hablen del "maltrato a los hermanos chilenos"...!
Otra frase: "discriminación por el bolsillo". Uno entiende, señor Presidente, que haya personas que se dejen llevar por estos conceptos. Dicha alusión la hizo un dignísimo representante del Partido Socialista, admirador embalado del sistema socialista, ¡donde no vota nadie: ni los que están afuera ni los que están adentro...! ¡Es una cosa absolutamente notable...!
¡Setenta años en Cuba privándose de esta cosa elemental que es votar...! ¡Los cargos allá tienen una renovación muy lenta, ya lo sabemos...! ¡"Fidel papá" ha durado 46 años, y ahora se está limitando a 10, pero, bueno...! Eso, sin que sepan nada ni los cubanos de adentro ni los cubanos de afuera.
Entonces, de veras uno puede dudar sobre la buena fe de alguna parte de esa argumentación.
Por otra parte, causa admiración que sea considerado discriminatorio el simple enunciado de que podrán sufragar los chilenos en el extranjero que mantienen un vínculo con nuestro país, en circunstancias de que tal vínculo no ha sido especificado. Su naturaleza se discutirá después, no ahora.
Hoy se abre una posibilidad que hasta el minuto no existía, aunque nos quieran convencer de que la Constitución todos estos años ha quedado sin observarse y de que todas las votaciones han sido ilegítimas e ilegales. Pero no es así.
Nosotros pensamos que con esta reforma se clarifica una cuestión central: cómo votan los chilenos situados en el exterior.
Pues bien: dejemos para después la discusión sobre el vínculo.
Aquí, señor Presidente, se ha hablado del costo de los pasajes. Algunos Senadores repiten y repiten que solo podrán votar los chilenos que hayan prosperado en el extranjero.
Yo dejaría para después el debate sobre tales aspectos. Veamos ahora el marco dentro del cual se daría ese debate. Eso es lo central. Todo lo demás es pura paja picada y deseo de embolinar la perdiz.
Ahora, en todos los procesos -legales, constitucionales, de cualquier índole- hay un principio sencillo: el de la gradualidad.
Hagamos las cosas por etapas. Y esta es una etapa simple que, si se cumpliera, a los Senadores que representan tan dignamente a la Izquierda les permitiría decir que sí, que están de acuerdo en que voten los chilenos residentes en el extranjero.
Pero no: se exponen al escarnio público. Mas sabemos que la opinión pública no es lo que más les preocupa.
En todo caso, yo digo: ayúdennos a abrir esta puerta, y después hablaremos sobre la naturaleza del vínculo.
Señor Presidente, se ha sostenido también, con ánimo descalificatorio, que esto corresponde a un ardid, a una especie de...
El señor PROKURICA.- ¡Cazabobos!
El señor LARRAÍN (don Carlos)...de cazabobos, como me sopla un colega. Sería la letra chica (lugar común desarrollado con mucho empeño).
¡Pero si eso está en la letra grande del Programa de don Sebastián Piñera! ¡Se imprimió con un tipo de letra enorme, para que lo leyeran incluso quienes no querían hacerlo!
Entonces, ¡respeten la buena fe!
Me parece, señor Presidente, que aquello también conecta con lo del voto voluntario, a lo cual se refirió don Ricardo Lagos hijo.
Me permito hacer presente que cuando don Ricardo Lagos Weber habla de esto debiera tener en cuenta el parecer de su padre.
El señor NAVARRO.- ¡Respete, colega!
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Yo lo respeto.
El señor NAVARRO.- ¡El Senador Lagos Weber está grandecito ya!
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Pero quiero marcar una diferencia, Senador Navarro, con lo que ustedes hacen.
Se nos acusó de "laxos".
"Laxos" quiere decir hartas cosas.
El señor NAVARRO.- Yo no fui.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Me refiero a un Senador que ahora está ausente.
El señor NAVARRO.- Yo dije "conservadores".
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Se nos acusó también de "clasistas". O sea, solo van a votar quienes viven en Las Condes.
¡Es una cosa muy rara! ¡Y estamos hablando de los que viven en el extranjero...!
Se habló de "voto censitario".
¡Por supuesto, esa expresión tuvo que salir de nuevo de la boca de algunos de los Senadores más gastadores que operan en esta Sala...!
Yo le atribuyo muy buena fe a don Ricardo Lagos Escobar, y respeto su dialéctica. Él cree que el voto es una obligación. Nosotros discrepamos, pues pensamos que es más bien un derecho.
¿Pero por qué aquello conecta con el voto de los chilenos situados en el extranjero, señor Presidente?
Se ha expresado aquí que la posible exigencia -porque no se está hablando de ello todavía- de que los chilenos que se encuentran afuera pasen algún tiempo en Chile no tiene por qué descalificarlos para votar.
Pues bien: en el esquema del voto voluntario, quien se encuentra en Chile y no vota simplemente será castigado. ¿Por qué? Porque va a sufrir las consecuencias de su abstención, de su indolencia y de su flojera.
Ese es el fondo del argumento de don Ricardo Lagos Escobar.
Pero, en fin, yo quisiera que se tuviera en cuenta que en esta materia hemos procedido con absoluta buena fe, con todas las cartas sobre la mesa. Estamos haciendo una propuesta muy sensata, muy simple, muy económica.
El señor NAVARRO.- ¡Muy conservadora...!
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Terminó su tiempo, Honorable señor Larraín.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Le pido un minuto más, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- A todos los Senadores se les están otorgando 10 minutos para fundamentar el voto. De manera que ruego tratar de ajustar las intervenciones a dicho tiempo.
Su Señoría dispone de un minuto adicional.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Muchas gracias.
Señor Presidente, sobre el vínculo -exigencia que se ha traído y llevado con tanto asco- se ha hablado muchas veces.
Y voy a recordar algunas citas de Senadores que se encuentran en esta Sala. Con ello no deseo dejarlos mal; al contrario, quiero engrandecerlos.
Don Hosaín Sabag dijo que nueve meses como exigencia de permanencia en el país en los últimos diez años "podría ser más o menos aceptable".
¡Esto es como un embarazo...!
Lo importante, señor Presidente, es que se está llegando a un grado de acuerdo.
¿Pero el acuerdo aquí? ¡Ausente!
Don Patricio Walker, quien por desgracia no se halla presente....
El señor PIZARRO.- ¡Está en trabajo de parto...!
El señor LARRAÍN (don Carlos).- ¡Pero aquí sí que nace la guagua...! Porque el Senador Patricio Walker expresó: "Estamos ante una propuesta razonable".
Fecha: 26 de octubre del 2010.
Su Señoría estimó que un período de sesenta días en una década era perfectamente adecuado.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Perdón, señor Senador, pero, más allá de lo jocosa que pueda ser su intervención, quiero instarlo a que fundamente el voto.
Además, su tiempo ya concluyó.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Estoy intentando acotar mi intervención, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Su Señoría es un hombre experimentado. De modo que no creo que necesite tantos intentos para lograrlo.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- Le solicito un minuto adicional, señor Presidente.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Seré estricto en el cumplimiento de los tiempos, tal como lo he sido ante todas las intervenciones.
Les ruego a los señores Senadores mantener silencio al objeto de que el Honorable señor Carlos Larraín termine de fundamentar el voto.
Para ese efecto, tiene la palabra Su Señoría.
El señor LARRAÍN (don Carlos).- No haré más citas, señor Presidente, porque son complicadas.
Pero quizás la de don Guido Girardi (no sé si Su Señoría se encuentra en la Sala) valga la pena.
El Honorable señor Girardi -tengo la aprobación del colega Navarro- señaló: "el tiempo debiera ser simbólico". Es decir, Su Señoría considera el factor tiempo como criterio para justificar el voto de los chilenos situados en el extranjero.
En síntesis -y con esto fundamento mi voto favorable-, nosotros, en la Alianza, y en particular en Renovación Nacional, queremos que haya más chilenos interesados en volver a su patria; queremos que más chilenos sean ciudadanos; queremos que el sistema democrático republicano tenga una base más amplia; queremos que la inscripción automática -el próximo paso en este esquema- se extienda también a los chilenos residentes en el extranjero.
La Concertación no desea aquello. Y, a pesar de la cortina de humo que se ha tendido, no han logrado disimular que están en contra del voto de los chilenos situados en el exterior, para lo cual acuden a una serie de sofismas que no logran convencer a nadie.
--(Aplausos en tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Les pido a las personas asistentes a las tribunas guardar silencio.
He sido tolerante hasta ahora.
--(Manifestaciones en tribunas).
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Les solicito ser respetuosas del debate. No pueden manifestarse ni a favor ni en contra.
Tiene la palabra la Honorable señora Alvear.


La señora ALVEAR.- Señor Presidente, en forma muy respetuosa, les pido a mis Honorables colegas -sé que ya es muy tarde- que me escuchen atentamente para que la situación quede muy clara entre nosotros.
Voy a destacar algunos puntos.
En primer término, debo señalar que desde 1990 parlamentarios de la Concertación, Diputados y Senadores, han presentado proyectos tendientes a otorgar derecho a voto a los chilenos residentes en el exterior.
Recuerdo el primero, formulado por Carlos Dupré y otros miembros de la Cámara Baja.
La Senadora Allende hizo mención de una iniciativa que planteó como Diputada.
Y, mientras yo desempeñaba el cargo de Ministra de Relaciones Exteriores, hubo otro proyecto, el cual fue rechazado -motivos habrán tenido- por parlamentarios de la Alianza por Chile, ahora Coalición por el Cambio (hoy hice la corrección pertinente en la Comisión de Constitución).
El señor COLOMA.- Antes estábamos en la Oposición; ahora somos Gobierno.
La señora ALVEAR.- Entonces, lo primero que quiero dejar establecido es que siempre hemos estado por darles el voto a los chilenos que viven en el exterior, pero no hemos contado con la mayoría necesaria para aprobar las iniciativas planteadas.
Aquella explicación también vale -y deseo ponerlo sobre la mesa- en el caso de la reforma del sistema binominal, cuya aprobación es fundamental a los efectos de fortalecer el Régimen democrático: nunca hemos contado con los votos requeridos para concretar el cambio.
Con lo precedente de alguna manera respondo a un Honorable Senador que señaló que durante todos los Gobiernos anteriores no hicimos nada al respecto. La verdad es que "hicimos", pero nos fue mal.
En segundo lugar, señor Presidente, no son de política pequeña -también se mencionó esto- las razones que nos llevaron a estar contra la reforma fundamental que nos ocupa.
Diversos constitucionalistas (serios, profesores destacados, de los más disímiles pensamientos) han opinado en la dirección que hemos estado siguiendo: la de que para alcanzar el objetivo perseguido no se requiere reforma constitucional. Y no solo lo han hecho en la Comisión, sino también en sus cátedras, en artículos escritos sobre la materia.
Por consiguiente, nuestra posición no responde a un capricho ni a politiquería barata, sino a argumentos jurídicos contundentes, los cuales, además, han sido aducidos con absoluta claridad por Ministros de la Corte Suprema, quienes, desde luego, no se sitúan en la política pequeña, sino que, sobre la base de razones legales de peso, sostienen que establecer la obligación de un vínculo para el ejercicio del derecho a voto desde el extranjero sería discriminatorio y atentaría contra el principio de igualdad ante la ley.
Señor Presidente, insisto en que, desde el punto de vista jurídico, a aquel respecto no se precisa reforma constitucional.
¿Se requirió acaso una enmienda de la Carta -lo señalé denantes, al comenzar la discusión de la reforma que nos ocupa- cuando se les dio a las mujeres derecho a voto? ¡No! Solo fue necesaria una ley que materializara el ejercicio de este: votaciones en locales distintos de los de los varones, etcétera.
En consecuencia -lo dije con antelación-, existe una deuda pendiente en materia de derecho a voto para los chilenos residentes en el exterior. Y los parlamentarios y los Gobiernos de la Concertación intentaron saldarla con diversas iniciativas legales.
Ya tenemos en la Constitución el voto voluntario. Debemos legislar para materializarlo. Solo queda pendiente una ley que permita el sufragio de los chilenos en el extranjero. Porque la Carta Fundamental no establece requisitos adicionales para ejercer este derecho. Y -reitero- esto lo han sostenido diversos constitucionalistas y algunos Ministros de la Corte Suprema, quienes no están en la politiquería barata.
Respecto a la falencia de los Gobiernos precedentes y de la Concertación, ya he mencionado el conjunto de iniciativas presentadas, todas las cuales fueron rechazadas por los parlamentarios de la hoy Coalición por el Cambio.
Por último (discúlpenme, señor Presidente y Honorable Sala), quiero transmitir -veamos si lo consigo- una situación de carácter más bien emocional o personal.
En mi calidad de Canciller, muchas veces viajé al exterior. Y en todas las ocasiones en que lo hice me reuní con los chilenos residentes. Entonces, puedo decir con propiedad que el derecho a voto es un anhelo de ellos.
Ahora, la vinculación de esas personas con nuestro país -ya se indicó aquí- queda de manifiesto en momentos de necesidad (terremotos, Teletón, en fin); en la forma como celebran las Fiestas Patrias -lo hemos presenciado por la televisión-; en su necesidad de recibir noticias a través del cable (¡se instalan a ver hasta el choque ocurrido en Vicuña Mackenna...!), porque les fascina saber lo que pasa en Chile.
Pero quiero relatar una situación específica que me impresionó. Y no sé si algún chileno que vive en nuestro país habría estado en condiciones de hacer lo mismo.
Cuando estábamos en las tratativas para lograr el Acuerdo de Asociación Económica con la Unión Europea, nuestros periodistas y los comunicadores aprovecharon sus espacios para hablar de las ventajas del Convenio.
Más aún -escúchenme bien, Honorables colegas-: otros chilenos y chilenas residentes en el exterior se situaban voluntariamente en las puertas de los supermercados para mostrar nuestros vinos, nuestras manzanas, nuestras uvas, etcétera, y destacar la importancia de que existiera un acuerdo de libre comercio con Chile, porque esos productos, a raíz de las rebajas arancelarias, llegarían más baratos a los países de la Unión Europea.
¿Qué chileno que vive en nuestro país estaría dispuesto a hacer voluntariamente un sacrificio como aquel?
¡A esos compatriotas se les está limitando la facultad de votar desde el exterior!
Si la gran diferencia -¡digámoslo con todas sus letras!- radica en que quienes estamos de este lado queremos, con argumentos jurídicos (de Ministros de la Corte Suprema y de constitucionalistas, como expresé), que voten voluntariamente todos los chilenos que viven en el exterior, mientras los de enfrente, por las razones que aducen, desean que sufraguen solo algunos de ellos: los que tienen vínculos, cualesquiera que sean.
¡Ahí reside la diferencia!
Ahora, cuando se habla de que queremos ampliar el universo electoral porque el padrón ha ido envejeciendo, bueno, eso es válido tanto para los chilenos que viven en nuestro país cuanto para aquellos que residen en el exterior.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Senador señor Coloma.


El señor COLOMA.- Señor Presidente, esta materia -y varios parlamentarios lo han señalado así- tiene dos aspectos: uno constitucional y otro político. Y quiero abordarlos en ese orden.
Desde el punto de vista constitucional, basta revisar los estudios sobre las Cartas que ha tenido Chile para darse cuenta de que, particularmente en las últimas, se ha planteado un debate a fondo acerca del sentido del voto y de la vinculación existente entre nacionalidad y ciudadanía.
Desde mi perspectiva, en Chile hasta ahora se ha tomado una opción sensata, que es la que se intenta mejorar si se dan las mayorías requeridas. Si no se dan, continuaremos con una lógica prudente que se explica por una arquitectura de Estado definida y que básicamente tiene que ver con la diferencia que hay entre nacionalidad y ciudadanía.
La nacionalidad hay que entenderla como expresión de identidad. Es lo que la Senadora señora Alvear marcaba con su explicación emotiva -así lo planteó- respecto a la colaboración que chilenos residentes en el extranjero prestan cada vez que el país lo requiere. Esa es una expresión de identidad; tiene que ver con la nacionalidad.
En tal lógica, nuestro país ha tomado la opción que los teóricos llaman "jus sanguinis", donde los lazos de sangre existentes importan para forjar la nacionalidad.
Eso genera situaciones excepcionales desde el ángulo constitucional. Por ejemplo, la extensión de la nacionalidad a los hijos y nietos porque interesa mantener una lógica que identifique con determinada nacionalidad. O la conservación de la nacionalidad -sobre el particular, a Chile hay que mirarlo desde una perspectiva formal- aun cuando se adquiera otra. Hay países que no lo permiten. El nuestro, sí. Y es una manifestación clara de que hay una lógica de nacionalidad como expresión de identidad, lo que se considera un valor y por eso se cautela de manera adecuada.
Aquello genera derechos para las personas que comparten la nacionalidad: derecho a obtener cédula de identidad, pasaporte; derecho a recibir protección del país (nuestros consulados están obligados a resguardar al chileno, en función de su nacionalidad, cada vez que sea necesario, en cualquier lugar del mundo); derecho a ingresar al país cuando se quiera o a residir en él.
Esa primera lógica está gobernada en Chile por la del "jus sanguinis".
Y existe una segunda lógica: el derecho a ser ciudadano, a emitir sufragio, que se entiende como expresión, no de identidad, sino de soberanía.
Esa es la diferencia de fondo que hay que asumir constitucionalmente.
En tal expresión de soberanía, nuestro país ha seguido la lógica del "jus soli", en que lo que importa es la pertenencia al territorio. ¿Por qué? Porque, desde nuestra perspectiva, el concepto democrático radica en que los gobernantes sean elegidos en votaciones libres, secretas, informadas -recalco lo de informadas- por todas las personas adultas que vivan en el país.
Eso tiene también un sentido: que las decisiones vinculadas con la soberanía las tomen quienes van a sufrirlas o a beneficiarse con ellas. Y para eso es clave la información, el ser parte de la vida diaria del país.
Por algo, todos hacen referencia a votaciones "informadas". ¿Cuál es el concepto involucrado? Conocer la opción que se tome en uno u otro caso, según el razonamiento aplicable.
Ello también ha originado una legislación especial sobre la materia. Por ejemplo, los extranjeros residentes pueden votar. ¿Y cuál es la lógica? La de que esa es una expresión, precisamente, del derecho de sufragio, de la ciudadanía, de modo que esas personas pueden ejercerlo por conocer los problemas y efectos que su decisión causará al tomar determinada opción.
Ese es el sistema que ha funcionado en Chile, pero no a partir de ahora. Porque he escuchado mencionar, en otras ocasiones, "la gloriosa democracia" que colapsó en 1973. Sin embargo, desconozco si se puntualiza que ella consideró siempre el criterio del jus soli, para efectos del derecho a sufragio, y nunca el del jus sanguinis. Y esa es una cuestión muy de fondo, que aquí parece olvidarse.
Estas cosas no son casuales. Tienen que ver con una concepción de la ciudadanía, del país.
A propósito de los constitucionalistas, basta leer lo que dijeron dos de ellos, muy importantes y que no correspondían a la posición de estas bancadas, como don Enrique Evans y don Alejandro Silva Bascuñán, al estudiarse la Carta de 1980. Se planteó el punto específico de cómo canalizar las inquietudes ciudadanas y de cuáles son los incentivos para tomar decisiones correctas.
Entonces, no creamos aquí que es preciso "barrer", de alguna manera, con la historia de Chile. Un sentido republicano determinó que las cosas funcionaran y que, con la lógica que señalo, fueran elegidos los Presidentes Frei Montalva, Allende y Alessandri, precisamente permitiendo que tales opciones se dieran, porque lo que importaba era su ligazón con la naturaleza de los problemas.
Desde un punto de vista constitucional, lo que aquí se realiza es una innovación, la cual, dicho sea de paso, se discute en muchos países. Porque si algo queda claro es que no se trata de la regla general, sino de una excepcional. Ello tiene lugar al decirse, considerándose el ámbito de las comunicaciones: "Si hay personas con la opción de mantener un vínculo especial con el país y que poseen la nacionalidad, ¿por qué no extenderles el derecho de sufragio".
Reconozco que es un asunto discutible. Desde una perspectiva original, ello altera, obviamente, lo que ha sido la regla natural en el país. Pero en estas bancadas estamos dispuestos a dar ese paso, porque creemos que tiene lógica, no porque diga relación con una cuestión política. Resulta indiscutible que alguien que conserva un vínculo periódico entiende más los efectos de las decisiones y puede ser corresponsable.
Entonces, lo raro, lo sorprendente, lo que es político y no constitucional, es el porqué del rechazo de la Concertación. En efecto, ello ya no presenta coherencia. Eso tiene que ver con una forma de ejercer presión, de expresarse de manera discrepante ante el Gobierno. Porque lo que le interesa a dicha coalición -y tiene toda la razón mi Honorable colega Escalona- es que el 21 de mayo el Presidente Piñera no exponga lo logrado. Esa es la verdad. Se hallan más preocupados del qué dirán que del asunto de fondo. El señor Senador lo expresó en términos muy claros y precisos.
El problema político también se relaciona con lo que este último manifestó. Porque me pasa una cosa: pienso en la posibilidad de que votara en Chile alguien que viviese en Perú o en Bolivia y hubiese venido en una oportunidad. Al escuchar a Su Señoría, pareciera que el problema de hoy en nuestro país son los derechos humanos. Entonces, para mí, la mejor demostración de que la información es sustancial en la democracia y de que, claramente, la pretensión de la Concertación es equivocada dice relación con la pregunta de cómo sufragarían las personas después de conocer lo expuesto por mi Honorable colega.
Por consiguiente, desde un punto de vista constitucional, me parece que el sistema exhibe una lógica potente. Lo extraño, en lo político, es por qué la Concertación se niega a dar el paso, demostrando mucho más ánimo de generar -lo creo realmente- una eventual derrota, entre comillas, al Gobierno.
Se trata, simplemente, de mantener principios, valores, y de dar sentido a la votación. De verdad me importa, republicanamente, que las decisiones se tomen de manera informada. Perdóneme, señor Presidente, porque puede ser un defecto, mas no me gustaría que, al final, las elecciones pudieran ser resueltas por personas que no han vivido nunca en nuestro país, pero sí 40 años en Perú, 30 en Bolivia o 20 en Francia, y que tuviesen esa capacidad de decisión respecto de los que habitamos en Chile.
Con todo respeto, reclamo el derecho a plantear que la forma de elegir tenga que ver con la permanencia o, a lo menos, con el vínculo. Y no considero ser menos demócrata ni menos moderno por eso.
Creo de verdad estar cumpliendo el deber de representar a la ciudadanía y de exponer la conveniencia de que el país se oriente a resolver en mucho mayor medida sus problemas, antes que aquellos que puede enfrentar el mundo. Me interesa que en Chile nos informemos bien y votemos por nuestras autoridades.
Por eso, apoyaré el proyecto, extrañándome lo señalado por la Concertación.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Como estamos en votación, se entiende prorrogada hasta su término la sesión. Todavía quedan dos señores Senadores inscritos.
Después daré la palabra, eso sí, al señor Ministro, pues, reglamentariamente, no se puede interrumpir la fundamentación de los pronunciamientos.
El señor NAVARRO.- Así podrá escucharnos a todos.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Puede intervenir el Honorable señor Ignacio Walker.


El señor WALKER (don Ignacio).- Señor Presidente, casi al término del debate, quisiera consignar, con mucha franqueza, que en la Oposición no estamos buscando la derrota del Gobierno con nuestro voto negativo, a fin de cobrar la cuenta el 21 de mayo próximo y privar al Presidente Piñera de hacer el anuncio -como seguramente lo desea- de la aprobación del voto de los chilenos en el exterior.
No es la derrota del Gobierno a lo que apuntamos, sino al triunfo de la democracia. Eso queremos: que ojalá Gobierno y Oposición den una señal dentro de Chile, pero también en el exterior, en el sentido de que aquí ganó dicho sistema y se impuso la tesis de más democracia, amplia, generosa, visionaria. Porque, de alguna manera, qué es ella a través de la historia sino la ampliación del sufragio universal.
La democracia nació, como sabemos, en Atenas, una ciudad-Estado, en el siglo V antes de Cristo. Demos krátos: gobierno del pueblo. Es la polis, la vida de la comunidad política. En un hecho inédito, reemergió mucho tiempo después, en el siglo XVII, en Inglaterra, y en el siglo XVIII en Francia.
Y lo notable del régimen ateniense es que dio base para una amplia participación, a pesar de las restricciones. El cuerpo de ciudadanos ascendía a 30 mil personas, porque no lo eran ni votaban los esclavos, las mujeres, los extranjeros.
Eso fue hace 25 siglos, cuando el sistema nació promisoriamente. Pero lo hizo con limitaciones. Y para eso existen la humanidad o las civilizaciones: para evolucionar.
Saltándome 24 siglos desde su origen, cuando se registró una ciudadanía restringida en la ciudad-Estado, ¿qué fue el siglo XIX, desde el punto de vista del desarrollo de la democracia? Samuel Huntington lo definió con mucha claridad: "La larga ola de democratización". Ello se extendió de 1820 a 1920. Por eso lo de "larga".
¿Y en qué consistió? En una sola idea: la ampliación del sufragio universal. Este fue muy restrictivo en su inicio, pues se extendía a hombres propietarios, mayores de cierta edad. Se fue ampliando después a hombres y a mujeres; dejó de reducirse solo a propietarios y se acabó el voto censitario; se abolió la esclavitud y se comprendió a hombres y mujeres libres. Entonces, la historia de esa primera ola democratizadora a que se refiere Huntington, que colma todo el siglo XIX y se extiende hasta la Primera Guerra Mundial, es la ampliación del sufragio universal.
Después vino la ola corta de democratización, de los años cuarenta a los sesenta. "Corta" por durar dos décadas.
La siguió una nueva, tremenda y dolorosa ola autoritaria. ¡Que lo digan en América Latina y en Chile!
¿Y en qué estamos hoy? Por supuesto, no en el sufragio restringido de la Atenas del siglo V antes de Cristo. Tampoco en el promisorio siglo XIX, que terminó mal, sobreviniendo la Primera Guerra Mundial, el estalinismo, el fascismo, el nazismo. En la ola corta reemergió la democracia. Volvió a hacerlo en América Latina, en Europa del Sur. Y después de la tercera ola democratizadora, repito: ¿dónde nos encontramos hoy? Según algunos, en la cuarta ola democratizadora. Justo ahora, de enero a la fecha, en el año en curso. En el norte de África, en el mundo árabe, en el Medio Oriente se abre, en forma provisoria, el sufragio universal, que sigue siendo una utopía para muchos pueblos.
Entonces, ¿qué decimos nosotros? No contemplemos el asunto con los ojos del siglo XIX, el de la larga ola democratizadora. Tampoco con los del siglo XX, de la Posguerra y de la corta ola democratizadora. Ni siquiera con los de la tercera ola. Hagámoslo con los del siglo XXI.
¿Por qué Chile no puede hallarse adelante en el proceso y no a la zaga; en la vanguardia y no atrás? No sé si es un tercio o son dos. Da lo mismo. Nos encanta ser top ten. Aquí ya no lo fuimos.
Y nos generan una cierta sensación de envidia los mismos que a veces miramos por encima del hombro: nuestros hermanos, amigos y vecinos peruanos. Ya se mencionó aquí cómo votaban hace un mes, en Chile y el resto del mundo, cientos de miles de ciudadanos de ese país. ¡Qué envidia! Nosotros no podemos hacerlo.
Lo hemos tratado. En efecto, la primera moción fue presentada por el Diputado Carlos Dupré, en 1991. Y ahí estamos.
He hecho una digresión histórica, pero soy cientista político. Me gusta la academia y he sido profesor. Hay que hacer un poco de pedagogía entre nosotros mismos.
¿De qué se trata en la discusión? De que haya más democracia o menos democracia; de que exista más participación electoral o menos participación electoral, de que vote más gente o menos gente.
Creo que el ánimo compartido es que haya más democracia; que exista más participación electoral y no menos, que vote más gente y no menos. No dudo de la buena fe de nadie. Pienso que es un anhelo común.
Mas seamos claros: existen señales confusas o contradictorias.
¡Qué bien la inscripción automática! Ciudadanía por el hecho de cumplir 18 años: ¡perfecto! Eso es ampliar, no restringir; es más democracia, no menos democracia.
¡Qué mal el voto voluntario! Permítanme expresarlo, Honorables colegas. No se preocupen, vamos a respetarlo. Si ya nos pronunciamos a favor. Ello resulta claro. Aprobamos la reforma constitucional correspondiente. ¡Qué mala señal!
Y es algo transversal. Aplaudo a los Senadores señores Longueira y Orpis por haber votado en su momento en contra de esa enmienda aberrante. Pero ya fue despachada.
Me preguntan si cambié de opinión. No. Siempre he pensado lo mismo en la materia.
Reitero que vamos a respetar lo que se decidió.
¿Por qué es negativa la modificación? Porque implica privatizar el sufragio. ¿Qué significa el voto voluntario? Que solo mira al interés particular. Es un derecho individual. No hay comunidad, ni solidaridad, ni polis, ni ciudad-Estado. Mal homenaje a los atenienses y los griegos. No hay más participación electoral, sino menos.
O sea, por lo bien que lo hicimos con la inscripción automática, lo hicimos mal con el sufragio voluntario.
Considérese a Colombia, Guatemala, Estados Unidos, tres ejemplos de voto voluntario, privatizado: sufraga entre 40 y 50 por ciento de la gente. En Uruguay, Argentina, Brasil, lo hace 80 o 90 por ciento.
No se preocupen, Sus Señorías. Ya lo aprobamos. Y vamos a respetar nuestra palabra. Cada uno asumirá su responsabilidad.
Y en ese contexto de buenas y malas señales, de luces y sombras, ¿qué pasa con el voto de los chilenos en el exterior?
Llegamos muy contentos de vuelta con la Honorable señora Allende, aquí presente, luego de que el Presidente Piñera nos invitó a Washington en abril del año pasado. Se trataba del primer viaje al extranjero del nuevo Primer Mandatario, durante el cual sostuvimos con el Senador señor Espina una gran conversación. Terminamos brindando, porque el gobernante nos dio la primicia de que enviaría un proyecto para permitir el voto de dichos compatriotas. Ahí estábamos con mis colegas. Nos abrazamos. Fue una gran conversación. Regresamos contentos.
El señor NAVARRO.- ¡Repitamos el abrazo...!
El señor WALKER (don Ignacio).- Sin embargo, ¿qué es lo que pasa? Perdón que lo diga, pero soy el autor de la expresión, modestamente: lo que pasa es la letra chica. Inventé ese concepto en mayo o junio del año pasado. En el caso de que se trata, son las condiciones, los vínculos.
Por cierto, la cuestión es opinable. Pero demos un paso adelante. Seamos top 10, top 5, top 20. No quedemos a la zaga. Eso es lo que nos está ocurriendo con el actual Gobierno.
"Eliminación del 7 por ciento de descuento para salud que se hace a los jubilados". Todos lo escuchamos. Pero después sucedió que ello se iba a llevar a cabo en forma acotada y gradual. ¿Respecto de quiénes? De los que reciben menos de 127 mil pesos.
"Aumento del período del posnatal". ¡Fantástico! ¡Qué buena noticia! Pero con tope de 30 unidades de fomento y con incremento de cobertura solo para el 20 por ciento más pobre.
"Supresión del multirrut de las empresas". El Senador que habla aplaudió esa noticia el 21 de mayo pasado. Ahora es sí, pero es no.
Y en cuanto al "voto de los chilenos en el exterior", compartimos una ilusión, un anhelo, pero ahora es con condiciones, con vínculo.
Esta es la nueva forma de gobernar.
El Senador señor Longueira expresó en Tolerancia Cero hace unas semanas, en forma brillante -escuché toda su intervención-: "Se acabó la nueva forma de gobernar". Lo estoy citando textualmente. "¿Y por qué?", le preguntó el periodista. "Porque no hay coherencia", respondió.
El señor QUINTANA.- "No hay relato"...
El señor WALKER (don Ignacio).- Así lo señaló mi Honorable colega, no yo, en el programa mencionado.
Entonces, uno intenta explicarse cómo, con una economía que crece al 6 por ciento, que crea más de 400 mil empleos, que exhibe todos los índices económicos dirigiéndose hacia arriba, el 50 por ciento del país desaprueba la gestión del Presidente Piñera y de su Gobierno. ¡Raro! No lo es: ello obedece a la letra chica.
En cuanto a los acuerdos, ¡pero si somos partidarios de ellos! Hemos rechazado un solo proyecto en un año: el original del royalty. Y ello fue muy positivo, porque después se verificó una buena negociación. En Educación se llegó a un tremendo acuerdo. Algunos me han retado, pero lo fue.
Entonces, ¿qué pedimos? Que haya más democracia y no menos.
Por eso, mi bancada votará en contra del proyecto, porque es una mala noticia para los chilenos en el exterior y para la vigorosa democracia a la que aspiramos.
He dicho.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Zaldívar.


El señor ZALDÍVAR (don Andrés).- Señor Presidente, trataré de ser breve, porque creo que ya se han expuesto casi todos los argumentos en un sentido o en otro. Y los considero muy respetables.
Pero partiré por la cuestión fundamental: ¿es o no necesaria la reforma constitucional para establecer el voto de nuestros compatriotas en el extranjero?
El artículo 13 de la Carta Fundamental dispone claramente que "Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a pena aflictiva". Se contempla la excepción de los nacidos en el extranjero hijos de padre o madre chilenos que no se hayan avecindado por más de un año en nuestro país.
Se preguntó por qué nosotros no planteamos antes la reforma. Ya se explicó que lo hicimos a comienzos de los noventa.
Y cuando trabajé en las reformas constitucionales de 2005 fui testigo de lo tratado. Negociamos durante cuatro años. Me tocó encabezar esa labor. Uno de los temas abordados fue el término de la limitación del derecho a voto de los chilenos que vivían en el extranjero. No logramos el acuerdo. Y podemos recordarlo quienes estuvimos en aquel tiempo.
El Senador señor Carlos Larraín sostuvo que el proyecto de reforma constitucional presentado busca precisamente permitir el voto de los chilenos que viven en el extranjero. Pero -como he dicho- para ello no se requiere una reforma al Texto Fundamental.
De otro lado, la primera parte del inciso cuarto del artículo 13 que se propone agregar dice: "Los ciudadanos con derecho a sufragio que se encuentren fuera del país y mantengan vínculos con Chile podrán sufragar desde el extranjero en las elecciones y plebiscitos que establezca una ley orgánica constitucional.". Esta tampoco es necesaria, porque basta con dictar una norma de igual rango para reglamentar o regular el derecho a sufragio de los ciudadanos que viven en el exterior.
Y quiero recordar lo que ocurrió con los tribunales administrativos. En la Constitución Política de 1925 se determinó la existencia de tales tribunales, pero nunca funcionaron. ¿Por qué? No por no haberse establecido en la Carta Fundamental, sino porque nunca se dictó una ley orgánica constitucional que los reglamentara.
Por lo tanto, señor Presidente -se lo digo al Honorable señor Carlos Larraín, por su intermedio-, el otorgamiento del derecho a voto a los chilenos que residen fuera del país no será impedido por el hecho de que se rechace el proyecto de reforma constitucional que nos ocupa, sino por la falta de voluntad del Gobierno. Porque el Ejecutivo tiene la iniciativa exclusiva para enviar a tramitación un proyecto de ley orgánica constitucional a fin de determinar cómo votan los connacionales radicados en el exterior.
Además, si analizamos un poco el tema del voto de los chilenos que viven fuera del país, efectivamente la Carta Fundamental consagra dos vías de obtención de la nacionalidad: jus soli y jus sanguinis. Y a los hijos de padre o madre chilenos, nacidos en el extranjero, se les niega la ciudadanía, salvo que estén avecindados en nuestra nación por más de un año. Ahí hay una condicionante.
En consecuencia, ¿cuál es el vínculo para los connacionales? El contemplado en el número 1° del artículo 10 de la Constitución. Es decir, el haber nacido en el suelo de Chile. ¡Ese es el vínculo que realmente los ata al país y les otorga su derecho! Por eso la Carta Fundamental no puede discriminar entre chilenos, ya que el jus soli es un elemento determinante de la nacionalidad.
Entonces, ese compatriota, por sí mismo, tiene un derecho que no se le puede negar. Y de ahí que se precise dictar una ley orgánica constitucional.
Señor Presidente, le solicito al Gobierno que envíe un proyecto de ley de ese rango o que trabajemos con la iniciativa que mandó la ex Presidenta Bachelet, cuya discusión está pendiente en el Parlamento. Así, perfectamente podríamos establecer un sistema para que voten los chilenos en el extranjero. Porque no tenerlo es lo que les impide hacerlo.
Si nosotros tuviéramos la facultad para presentar ese tipo de proyectos, lo haríamos, y determinaríamos el modo de votar de los connacionales que viven fuera del país. Pero, como no es así, al formular una moción en ese sentido se nos va a señalar que no tenemos iniciativa para ello, porque involucra gastos (los consulados deben construir instalaciones, incurrir en desembolsos, etcétera).
Por consiguiente, que el Ejecutivo envíe un proyecto de ley orgánica constitucional, pues el rechazo de la reforma en discusión no impide la existencia de una regulación sobre el voto de nuestros compatriotas en el extranjero. Y, seguramente, llegaremos a una buena solución y lograremos un acuerdo.
Ahora bien, dicen que somos intransigentes. Es cierto. Ello se da en un sector y en otro. Nosotros creemos en la necesidad del voto de los chilenos que nacieron en el país y que residen fuera, quienes son 487 mil, lo que corresponde a la mitad de los que habitan en el exterior. Además, hay 370 mil que son hijos de padre o madre chilenos, nacidos en el extranjero. Pero aquí nos estamos refiriendo nada más que a los primeros.
¿Para qué vamos a establecer un requisito tan irrisorio, como el de exigirle a una persona -me lo señaló un Senador para tratar de convencerme de la necesidad de aprobar esta reforma- que venga a Chile por un día para que automáticamente quede habilitado para votar?
¿Por qué no fijamos un sistema claro, prístino, y les damos el derecho a voto derechamente, sin ninguna condición, a los chilenos nacidos en el territorio nacional y que están en el exterior?
Más aún, luego de leer el proyecto sobre inscripción automática, Servicio Electoral y sistema de votaciones -se encuentra a continuación en la tabla-, para ver cómo vamos a trabajar con él, creo necesario hacer un llamado de atención.
En el párrafo 2° "De la inscripción", artículo 5°, se dispone: "Los chilenos comprendidos en el número 1° del artículo 10 de la Constitución Política de la República" -o sea, los nacidos en Chile y que viven en el extranjero- "mayores de 17 años serán inscritos automáticamente en el Registro Electoral.".
Es decir, a los chilenos a quienes deseamos fijarles una condición los vamos a inscribir automáticamente en el Registro Electoral. ¿Y para qué lo hacemos si no van a poder votar?
Entonces, debemos ser claros.
Si actuamos de manera concreta y precisa, y seguimos una línea, es posible llegar a un acuerdo. Pero, por supuesto, sobre la base de establecer algo con claridad.
Por lo tanto, instauremos el derecho a voto en el extranjero de los chilenos nacidos en Chile, sin más restricción que su nacimiento en el territorio. Porque en la iniciativa a la que me referí se dispone que serán inscritos en forma automática. No necesitarán efectuar un trámite adicional. Pero no así los chilenos conforme al jus sanguinis, quienes podrán hacerlo una vez que comprueben su avecindamiento en el país por más de un año.
En tal virtud, señor Presidente -por su intermedio-, quiero decirle al Ministro señor Larroulet que no se sienta derrotado. No es una derrota del Gobierno. Estamos rechazando la reforma constitucional por ser innecesaria. No procede aprobarla pues ello no tiene sentido.
Envíenos un proyecto de ley orgánica constitucional para determinar la forma de votación de los chilenos en el extranjero y tendrá nuestro total apoyo. Así, los chilenos nacidos en nuestro país tendrán derecho a voto sin condiciones ni limitaciones.
Por consiguiente, voto en contra de la iniciativa de reforma al Texto Fundamental no para infligirle una derrota al Gobierno, sino por considerarla innecesaria.
El señor LABBÉ (Secretario General).- ¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Terminada la votación.
--Se rechaza en general el proyecto de reforma constitucional (20 votos en contra y 16 a favor).
Votaron por la negativa las señoras Allende, Alvear y Rincón y los señores Escalona, Frei (don Eduardo), Girardi, Gómez, Lagos, Letelier, Muñoz Aburto, Navarro, Pizarro, Quintana, Rossi, Ruiz-Esquide, Sabag, Tuma, Walker (don Ignacio), Walker (don Patricio) y Zaldívar (don Andrés).
Votaron por la afirmativa los señores Bianchi, Cantero, Chadwick, Chahuán, Coloma, Espina, García, Horvath, Kuschel, Larraín (don Hernán), Larraín (don Carlos), Longueira, Novoa, Orpis, Prokurica y Uriarte.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Tiene la palabra el señor Ministro.


El señor LARROULET (Ministro Secretario General de la Presidencia).- Señor Presidente, lamento el resultado de esta votación.
Pienso que hoy día han sido derrotados cientos de miles de chilenos que aspiraban a votar desde el extranjero en las elecciones presidenciales.
Y también ha sido derrotado el respeto con que siempre este Senado ha debatido las materias. Porque no puedo dejar de mencionar que, lamentablemente, se han vertido expresiones injuriosas hacia el Presidente de la República. Tenemos todo el derecho a discrepar, pero no a injuriar. Y considero que ello debemos cuidarlo.
El señor LAGOS.- ¿Quién lo hizo?
El señor COLOMA.- El Senador Escalona, cuando dijo que el Presidente mentía.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Ruego a Sus Señorías guardar silencio.
El señor LARROULET (Ministro Secretario General de la Presidencia).- Asimismo, deploro que en esta ocasión se hayan planteado argumentos que no son correctos, como saben muy bien quienes han participado en la tramitación de esta reforma.
Como Ejecutivo hemos realizado un esfuerzo enorme, sistemático, riguroso, honesto, para que finalmente los chilenos que viven en el extranjero puedan expresar su vocación democrática en las elecciones presidenciales.
Fueron muchas horas de búsqueda de un acuerdo -¡muchas horas!-; pero, desgraciadamente, no se logró alcanzarlo en el día de hoy.
Al respecto, quiero aclarar algo. Y me parece de toda honestidad hacerlo.
¿Por qué el Ejecutivo presentó, simultáneamente, un proyecto de reforma al Texto Fundamental y otro de modificación a una ley orgánica constitucional? Por fair play; por la búsqueda de un acuerdo, de un consenso.
¿Por qué el Ejecutivo formuló un planteamiento y con posterioridad lo fue flexibilizando de manera sistemática? Por la búsqueda de un acuerdo, de un consenso.
¿Para qué? Para que cientos de miles de chilenos que hoy día se encuentran en el extranjero pudieran sufragar.
Debo señalar que el resultado de la votación de esta iniciativa es deplorable.
Efectivamente, hoy no se ha permitido el voto de nuestros connacionales residentes en el exterior. Y ello es contrario a lo que se ha dicho en esta Sala.
Aquellos compatriotas que, según se ha mencionado, efectúan remesas a sus familiares en Chile, no van a poder votar. El acuerdo que construimos lo permitía.
Aquellos compatriotas que se encuentran en Perú o en Argentina, no van a poder votar. El acuerdo que construimos lo permitía.
Más aún: aquellos compatriotas que son exiliados; que lo fueron o que son hijos o padres de exiliados, no van a poder votar. El acuerdo que construimos lo permitía.
Por lo tanto, señor Presidente, quiero terminar reiterando que lamento el resultado de la votación del proyecto. Porque, en verdad, cientos de miles de chilenos que viven en el exterior aspiran a votar en nuestros procesos eleccionarios.
Y el Presidente de la República, tanto en sus giras internacionales como en su Programa de Gobierno planteó, con toda claridad -¡con toda claridad!-, que posibilitaría el voto de los chilenos en el extranjero que tuvieran una relación con el país.
Así lo propuso, con gran honestidad, y hemos intentado buscar un acuerdo en tal sentido.
Desgraciadamente, hoy día la Concertación lo ha impedido.
Gracias, señor Presidente.
El señor PROKURICA.- ¡Muy bien!
El señor LAGOS.- Pido la palabra.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Concluyó la votación, señor Senador.
El señor LAGOS.- Señor Presidente, deseo exponer un punto de Reglamento.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Puede hacerlo, Su Señoría.
El señor LAGOS.- Solo deseo consultar si es posible saber a qué se refería el señor Ministro.
El señor ESPINA.- ¡Al Jefe del Estado lo trataron de mentiroso!
El señor LAGOS.- El señor Ministro ha señalado acá que se profirieron injurias.
El señor QUINTANA.- ¡O sea, que se cometió un delito!
El señor LAGOS.- Así es.
El señor ESPINA.- ¡Transgrediendo el Reglamento!
El señor LAGOS.- La semana antepasada sostuvimos un largo debate sobre las expresiones que habría proferido un Senador fuera del Hemiciclo.
El señor PROKURICA.- ¡Aquí!
El señor LAGOS.- En consecuencia, sería bueno que se pudiera aclarar el asunto, por si tal vez quien actuó así lo quiere repetir en otro lado y no está cubierto por el fuero.
Para no dejarlo pasar.
El señor LETELIER (Vicepresidente).- Pido a los señores Senadores mantener el orden.
Ha finalizado el Orden del Día y llegado la hora de término de la sesión.