Click acá para ir directamente al contenido
REACCIONES ANTE DISCURSO DE CANCILLER KOHL EN PARLAMENTO


El señor DÍEZ.- Señor Presidente, hoy hemos tenido en nuestro Congreso Pleno la presencia del Canciller alemán, don Helmut Kohl. Sus palabras provocaron el desagrado de muchos de nosotros, al punto de que debimos abandonar la Sala. No estábamos ejerciendo ninguna acción legislativa; no teníamos la oportunidad de hacerlo. Y quizás habría sido más inconveniente debatir problemas nuestros con el señor Kohl, gobernante de una nación amiga con la que tenemos y deseamos seguir manteniendo grandes y profundos lazos.
No nos importan las opiniones o las ideas que el Canciller germano pueda tener acerca de los fenómenos mundiales y de la forma como aborda los problemas del orbe. Estando de acuerdo o no con él, habríamos mantenido el respeto que nos ha caracterizado tradicionalmente. Lo que motivó nuestro desagrado y que muchos abandonáramos la Sala, para demostrarlo públicamente, fue la reiterada comparación que hizo entre el Gobierno de las Fuerzas Armadas chilenas y el Régimen comunista de Alemania Oriental.
No podíamos aceptar ese símil, pues constituye una mistificación, una falsedad histórica absolutamente inadmisible para nuestra dignidad de chilenos y para la dignidad de las Fuerzas Armadas.
Nos parece absurdo comparar un Régimen como el de Alemania Oriental, donde debió construirse una muralla para evitar que los ciudadanos abandonaran esa nación, con el de las Instituciones Armadas de Chile. Sea cual fuere el juicio que se tenga respecto de ellas, nuestros compatriotas deseaban volver a su país y no hubo necesidad alguna de levantar muros para impedir a los chilenos salir del territorio nacional.
Dicha comparación es un absurdo que reviste una nueva connotación política, por el Régimen comunista de Alemania Oriental amparó y financió al Partido Comunista chileno y protegió al Gobierno de la Unidad Popular, que quiso instaurar -según declaraciones personales del Presidente Allende- un sistema socialista, al que se opusieron las Fuerzas Armadas.
Pero nosotros no íbamos a discutir los problemas y nuestra historia con un gobernante extranjero.
Señor Presidente, creemos que la importancia de Alemania y las buenas relaciones que nos ligan ameritan una declaración pública que ponga en conocimiento del país las razones de nuestra actuación. Y le daré lectura, para que quede constancia de ella en las Actas del Senado:
"Frente a los discursos y declaraciones que el Canciller alemán señor Helmut Kohl ha pronunciado durante su visita al país, y sus continuas alusiones equivocadas a la historia reciente de Chile, que culminaron hoy en su exposición ante el Congreso Pleno, los Senadores de Renovación Nacional declaramos:
"1. Nos parece inaceptable la injerencia de políticos extranjeros en los asuntos internos del país. Esto reviste un carácter especialmente grave en el contexto político actual, cuando no se tiene la capacidad o la información para apreciar cómo se ha venido logrando la paz y la unidad de los chilenos.
"Contrasta la elevación y la propiedad del lenguaje en los discursos de los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, que precedieron en el uso de la palabra al señor Kohl, con la falta de tino y de fidelidad histórica del discurso de este último.
"2. Fundamentalmente consideramos atentatoria contra la dignidad de Chile toda comparación entre el Gobierno de las Fuerzas Armadas y el Régimen comunista de Alemania Oriental. No sólo el Gobierno anterior impidió que tuviéramos en Chile un Régimen como el de Alemania comunista, sino que además hizo posible la reconstrucción institucional de la República y el regreso al sistema democrático actual, que tanto destaca el Canciller Kohl.
"3. También habría sido conveniente que la representación alemana en Chile hubiese informado al señor Kohl que el sistema de economía social de mercado, y las modernizaciones que hoy existen en el país, fueron iniciativas y realizaciones del Gobierno anterior.
"4. Admiramos a la nación alemana, a sus grandes realizaciones del pasado y del presente, y, como amigos sinceros, deseamos que fructifique su unidad y su esfuerzo creador en provecho de su pueblo y de Europa. Les pedimos sí, a sus gobernantes, que respeten nuestra verdad y nuestra dignidad, y no vulneren con juicios equivocados la unidad nacional que estamos consolidando, ni nos ofendan con comparaciones desafortunadas e injustas.
"5. La molestia frente a esta situación indujo a muchos de nosotros a abandonar la Sala. Tenemos la esperanza de que lo sucedido lleve al Gobierno alemán a buscar la realidad chilena a través de la experiencia y opinión de los ciudadanos chilenos descendientes de alemanes. Así tendrá muchos y honestos puntos de vista, que estamos seguros le darán una versión más acertada de la que sin duda ha recibido de sus colaboradores oficiales.".
Firman esta declaración Renovación Nacional, la Sala de Diputados y la Sala de Senadores.
He dicho, señor Presidente.
El señor VALDÉS (Presidente).- Corresponde el tiempo al Comité Independiente de 6 Senadores.
No lo usará.
Sigue el turno del Comité Mixto.
Tiene la palabra el Honorable señor Alessandri.


El señor ALESSANDRI.- Señor Presidente, en forma muy breve, quiero manifestar que coincido absolutamente con las expresiones del Senador señor Díez.
En realidad, me sorprendieron el tono y el contenido del discurso del Canciller Kohl. Nadie discute su estatura internacional ni lo que ha hecho por la paz del mundo y por la unificación de Alemania.
Por eso -como lo expuso el Honorable señor Díez-, frente a los discursos pronunciados con tanta altura de miras por los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, los términos que usó el doctor Kohl para analizar la situación chilena pasada y presente no pudieron sino provocar molestia e indignación, por lo injusto de sus apreciaciones. A eso se debió que yo, como Senador Independiente, también abandonara la Sala.
Solidarizo con la declaración que ha emitido Renovación Nacional. Y considero lamentable que se produzcan estos incidentes. Sin embargo, ellos forman parte de la libertad de expresión y de la democracia, de la que estamos tan orgullosos en este momento.
Pienso que, cuando se produce una situación de tal naturaleza, es posible, aunque sea duro hacerlo, que manifestemos nuestro desagrado quienes opinamos distinto nos sentimos ofendidos por apreciaciones de extranjeros sobre la realidad de Chile y lo que somos sus habitantes.
Los chilenos tenemos altivez. No nos gusta que nos juzguen en forma tan injusta ni que nos den recetas.
Recuerdo que, cuando Estados Unidos deseaba inponernos la ruptura de relaciones con los países del Eje, en Santiago hubo una gran manifestación, encabezada por don Arturo Alessandri Palma, quien se negaba a aceptar esa presión diciendo que Chile era dueño y soberano de su destino y que resolvería lo que más convenía a sus intereses. Naturalmente, la presión norteamericana prevaleció y rompimos relaciones con el Eje.
Me parece que, en este caso, nosotros también tenemos derecho a protestar por lo sucedido.
Por eso, señor Presidente, hoy tomamos la actitud que algunos colegas Senadores nos reprochan. Pero creo que era perfectamente justificada.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Urenda.


El señor URENDA.- Señor Presidente, yo no abandoné la Sala del Congreso Pleno en la mañana porque pensé que, en mi calidad de Vicepresidente del Senado, no debía hacerlo. Aún más, asistí al almuerzo que los Presidentes de ambas Cámaras ofrecieron al Canciller Kohl. Y concurrí porque tenía el propósito de expresarle directamente (y así lo hice) cuál era, a mi criterio, el motivo de la reacción que él había observado en el Parlamento chileno.
Con la autoridad moral que me da esa circunstancia, quiero reiterar en este Hemiciclo lo que manifesté a ese gobernante germano, que, en líneas generales, corresponde a lo expresado por los señores Senadores que me precedieron en e1 uso de la palabra.
Señalé al Canciller Kohl que su comparación no era feliz y había sido reiterativa; que no era justo ni correspondía a la realidad asimilar los procesos vividos por la Alemania del Este y nuestro país; que en Chile tuvimos un Gobierno militar producto de un pronunciamiento solicitado por la mayoría de los ciudadanos, para evitar precisamente el riesgo del comunismo, cuyos males él destacó en este Congreso.
Posteriormente, le hice presente que, a la inversa de lo que se desprendía de sus palabras, el proceso de llegada a la democracia en Chile había nacido del compromiso asumido por el Gobierno militar, ratificado en la Constitución de 1980 y conforme a un itinerario que se cumplió rigurosamente, dentro del cual cabía señalar como hitos el plebiscito de octubre de 1988 y las elecciones de diciembre de 1989.
Debo manifestar que, a este respecto, el Canciller alemán dijo conocer tales circunstancias.
Le expresé también que, aparentemente, existía una profunda contradicción entre la circunstancia de que él, en su estadía en este país, hubiera destacado, con justa razón, lo que representa lo que llamamos la "colonia alemana-chilena" (es decir, ese conjunto de personas que tanto han aportado al desarrollo de nuestra patria), y las palabras que pronunció en la Sesión Conjunta, con las que los integrantes de ese conglomerado no coinciden. Y agregué que lamentaba que no hubiera recibido al respecto la debida información por parte de quienes podrían habérsela proporcionado en mejores condiciones que a persona alguna, y que, más allá de las opiniones que vertió, es evidente que los chilenos tenemos orgullo y creemos que un extranjero, por prestigioso o importante que sea su posición en el mundo, o por mucho que represente a una gran potencia, no es la persona indicada para señalarnos el camino que debemos seguir.
El señor Canciller escuchó mis palabras y respondió que creía estar debidamente informado sobre Chile y que su intervención podía haber dado lugar a algún debate o intercambio de ideas. Sin embargo, estimo que esa discusión habría sido extraordinariamente inoportuna. En todo caso, tomó nota de mis palabras, y manifestó estar llano a recibir la opinión de la Oposición chilena sobre la materia cuando le hice presente que su información podía ser completa, pero inclinada, la cual de alguna manera desfigura la verdadera realidad que hemos vivido en el país.
Creo que esto debe servirnos de experiencia. Ojalá que en futuros actos protocolares no nos veamos enfrentados a situaciones incómodas y prevalezca nuestra tradicional cortesía al acoger a visitantes ilustres. Pero, obviamente, el legítimo orgullo de pueblo independiente nos conduce a no aceptar que quien no es nuestro compatriota, ni una de nuestras autoridades, nos indique el camino a seguir.
Debo señalar que la Unión Demócrata Independiente coincide con las expresiones de protesta hechas valer en esta Sala.
Confío, en todo caso, en que el propósito del Canciller Kohl no haya sido, como me lo manifestó, ofender, pues, a su juicio, lo importante de su discurso fueron los anuncios económicos hacia el futuro y la aseveración de que el juego democrático debiera permitir expresar cualquier tipo de opinión. No era la oportunidad, obviamente, de realizar un debate. Hay oportunidades y oportunidades. Las visitas de cortesía no son ocasiones para formular planteamientos que implican dejar en desventaja a muchos miles de chilenos que, pese a mantener una posición legítima, quedan prácticamente sin la posibilidad de destruir una imagen distorsionada del país.
Pensando en los innumerables vínculos que unen a Chile y Alemania, espero que, como producto de esa conversación, de una reflexión y de mayores antecedentes que el señor Canciller pueda recoger, reconozca que en esta materia se equivocó, y que lo ocurrido hoy día no debe empañar las buenas relaciones entre ambos países ni afectar la colaboración, que sí puede existir, para seguir construyendo un mundo -en esto todos estamos de acuerdo- libre, democrático y que dé posibilidades para todos.
Esto es lo que deseaba dar a conocer al Senado, señor Presidente.
Reitero: como chileno me sentí afectado, y estimé necesario dar los pasos que señalé. Ojalá que sean útiles para esclarecer una verdad y para mantener una buena relación.
He dicho, señor Presidente.
El señor VALDÉS (Presidente).- Quedan cinco minutos al Comité Mixto.
Como nadie los usará, corresponde el turno al Comité Demócrata Cristiano.
Tiene la palabra el Senador señor Zaldívar.


El señor ZALDÍVAR.- Señor Presidente, cualesquiera que sean las explicaciones que se den en el análisis de las cuestiones de forma, creo que el retiro de hoy día en la mañana de algunos Parlamentarios del Salón de Honor fue una actitud que no compartimos, por considerarla desorbitada, por no corresponder a una reacción proporcionada a lo que pudo haber estado sucediendo, aun cuando fueran críticos de las palabras del Canciller Kohl.
Pero, también, hay formas y formas.
Vimos en el Salón a algún señor Senador que, airado, levantaba su voz y las manos frente al propio señor Kohl. Algunos se retiraron en silencio con la cabeza gacha; otros, con la cabeza erguida. Luego, en el exterior, en los pórticos, parece que ni siquiera funcionaban las normas de educación, porque se gritaba al Canciller. Alguno, aprovechando al parecer su conocimiento del idioma alemán, era quien más alzaba la voz para zaherirlo. Y el Canciller alemán tuvo un gesto que no fue retribuido: al acercarse para tratar de entender el qué de esas reacciones, fue agredido verbalmente con mayor fuerza. ¡Eso no tiene explicación ni aquí ni en ninguna parte del mundo! ¡Es repudiable, no es aceptable, no está dentro de las normas de convivencia y de respeto que nos debemos!
Pero vamos al fondo del asunto.
Se ha dicho aquí que los chilenos estaríamos afectados por las declaraciones o intervenciones del Doctor Kohl. Y se utiliza mucho la expresión "los chilenos". En un diario que tengo en mis manos he leído que el pueblo de Chile ha sido insultado. ¡No, señores Senadores! Algunos chilenos, por supuesto. No les niego la calidad de chilenos. A nosotros, tiempo atrás, se nos negaba esa condición. Incluso se nos trató de "vende-patrias". Yo no lo hago. Son chilenos tienen derecho a decir lo que piensan y lo que estimen prudente, siempre que lo hagan con el debido respeto. Pero aclaremos: son algunos chilenos; no es el pueblo de Chile el que pudo haberse sentido afectado por las palabras del discurso del Canciller Kohl o con otras intervenciones.
Se dice -con un nacionalismo trasnochado-: "No permitimos que venga un extranjero a darnos lecciones sobre lo que tenemos que hacer".
Miremos el pasado. No tengo aquí los recortes -podría haberlos traído, pero no estaba preparado- de intervenciones en las Naciones Unidas y en otros foros, en las que Cancilleres o pro-hombres de este país iban a dar lecciones al mundo de lo que tenía que hacer. No sé cuál sería la respuesta; allá nunca se retiró la gente de la sala. No asistían, a veces, por no escucharlos; pero no se retiraban, ni proferían improperios, ni recibían manifestaciones de gente -por supuesto- responsable. En ocasiones, sí eran objeto de manifestaciones en las calles de personas comunes y corrientes.
Pero dejemos las cosas en claro: en la democracia del mundo de hoy existen temas que pueden ser tratados -por cierto, con discrepancia- sin barreras ni fronteras, como el respeto a la dignidad de las personas, los derechos humanos, la libertad y la democracia. Y, si revisamos los dos párrafos que tanto molestaron a algunos, descubriremos que el Canciller Kohl no ha hecho otra cosa que pronunciarse sobre ellos.
Quisiera leerlos, y espero que ello no incomode a los señores Senadores de las bancadas que abandonaron el Salón de Honor esta mañana. Dice el Canciller:
"Hoy los vientos del cambio alcanzan por igual a Latinoamérica y a Europa. La convergencia política entre nuestros continentes nunca había sido tan profunda: en ambos continentes se van imponiendo cada vez más la libertad, los derechos humanos y la democracia. Por grande que sea nuestra alegría sobre esta histórica victoria de la libertad y de la democracia, no vamos a olvidar nunca a las personas que perdieron la vida o sufrieron gravísimos daños morales y físicos en los años de la dictadura y la represión. Es nuestro deber para con ellas potenciar con todas nuestras fuerzas la renovación democrática y la realización en todo el mundo de los ideales por los que lucharon.".
Coincido totalmente con esto. Creo que hay una raíz común para esta alegría y ese reconocimiento que nos indica. Naturalmente, recordó la Alemania nazista, como también aquella parte de Alemania que vivió bajo una dictadura comunista, y nosotros, al escuchar esas palabras, recordábamos nuestros 17 años de dictadura. Así llaman en Europa a los gobiernos que no tienen generación democrática. Y puede doler. Nos hemos cuidado durante mucho tiempo de usar este término aquí, por no herir; pero los europeos no entienden de diferencias sutiles. Para ellos, dictaduras son las dictaduras comunistas, la facista y la nazista -estas dos también se levantaron para exterminar á los comunistas-, y también las militares y los llamados "regímenes autoritarios" por algunos cientistas políticos.
Por lo tanto, el Canciller no ha hecho otra cosa que verificar hechos que nos afectaron por igual; con distintos orígenes y consecuencias, pero que son realidades que nadie puede negar. Muchas veces en el debate en este Parlamento hemos evitado mencionarlos -y creo que ello ha sido bueno-, para buscar la reconciliación y el entendimiento, y para seguir construyendo un futuro; pero sin negar el pasado.
El Canciller Kohl habló como un demócrata, y, como tal, tenía derecho a decir lo que dijo, sin que nadie debiese sentirse herido. Por cierto, entiendo que a algunos, que estuvieron comprometidos con el Régimen anterior, les duela que les digan estas cosas. Sin embargo, a estos chilenos y chilenas que pueden pensar distinto deseo manifestarles que, para sanar las heridas del pasado, en la Alemania de hoy no han tratado de borrar o de echar al olvido el drama que debieron vivir bajo una dictadura -de distinto signo, por supuesto-: la nazista. Y ahí están los monumentos que hacen visitar a los niños, para que se den cuenta de lo que hicieron las generaciones anteriores en Dachau o en muchos otros pueblos. Porque a veces, para sanar las heridas, es bueno conocer la verdad, aun cuando sea muy dolorosa.
El Canciller Kohl, que es un gran demócrata; que ha sido un hombre que durante 10 años ha conducido su país tras el perfeccionamiento de la democracia y ha logrado -como aquí se ha dicho- la unificación alemana; que ha buscado la apertura dentro del mundo del Este y ha tendido su mano a la Unión Soviética, ha venido a Chile a darnos a conocer su deseo de asociarse con nosotros en un próximo tiempo, y a hacerse partícipe de lo que ha sido común para nuestras naciones.
Hay otro párrafo que dice lo siguiente -y que fue la reiteración, según afirman nuestros contradictores-: "La herencia de los gobernantes comunistas en el este de nuestro país es nefasta: una economía postrada, sin ninguna competitividad, pueblos y ciudades que amenazan ruina, vías de comunicación en un estado desastroso, un medio ambiente enormemente degradado. Pero ante todo -y esta experiencia la compartimos con el pueblo chileno-" -¿qué experiencia? Esa: la del mundo comunista- "el régimen de injusticia causó profundas heridas en los corazones. Es menester clarificar y analizar las injusticias cometidas por la dictadura, depurar responsabilidades y hacer justicia a las víctimas, donde fuere posible. Por eso nosotros seguimos con gran simpatía los esfuerzos chilenos en pro de la reconciliación nacional. Nos hacemos perfectamente cargo de las enormes dificultades psicológicas que hay que superar al seguir este camino.".
Me pregunto: ¿Es acaso ello una intromisión en nuestros asuntos internos? ¿No está hablando un demócrata, como lo haría cualesquiera de nosotros ante cualquier foro para reclamar cuando se ha perdido la dignidad, cuando se ha atropellado la dignidad de un pueblo, cuando no se ha respetado la libertad o cuando se ha producido tanto dolor?
Creo que lo que pasó en la mañana fue que algunas palabras los llevaron a precisar hechos que también aquí en Chile habían ocurrido -con distinto origen, por supuesto-, y los hicieron reaccionar en una forma -que no entiendo- innecesaria, inconveniente. No porque se hubiera requerido abrir un debate frente al Canciller, ya que incluso contamos con este Hemiciclo para discutir. Y ello no hubiera constituido una deslealtad hacia el señor Kohl, porque algunos podríamos aquí haber defendido sus posiciones; y otros, haberlas atacado. No era necesario lo que se hizo en la mañana. No ha sido en bien de los propios actores de esos hechos. Tampoco ha sido en bien del país en su conjunto. No había justificación alguna.
El Canciller Helmut Kohl se limitó a actuar en la misma forma como lo haría cualesquiera de nosotros en similares circunstancias: como demócrata. Y con mucha fuerza sostenemos -y en todo tiempo debemos hacerlo- que las dictaduras, cualquiera que sea su origen o justificación -para eliminar el comunismo o para otros motivos-, siempre son y serán repudiadas por la humanidad. Ello ocurre tarde o temprano. Muchas veces tarda en llegar el momento en que los pueblos pueden salir a sus calles a reclamar libertad.
¡Ese es nuestro pasado común con Alemania y con otros pueblos! Y eso fue lo que nos quiso recordar el Canciller Kohl. Y yo agradezco lo que dijo en la mañana, y por motivo alguno podemos aceptarlo como algo que haya herido nuestro orgullo nacional.
He dicho.
El señor VALDÉS (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Hormazábal.
El señor HORMAZÁBAL.- ¿Cuántos minutos restan al Comité Demócrata Cristiano?
El señor VALDÉS (Presidente).- Once minutos, señor Senador.


El señor HORMAZÁBAL.- Quiero agregar a lo ya expresado por el Presidente de nuestro Partido -que compartimos plenamente- algunas observaciones de carácter general acerca del tema.
En primer lugar, deseo hacer presente que, como chileno, habría estado por el rompimiento de relaciones con los países del Eje, no por las presiones norteamericanas, sino por la defensa de valores irrestrictos y fundamentales que han sido el patrimonio de toda una cultura universal proveniente de las más variadas vertientes. El Eje, para las generaciones que no tuvieron la oportunidad de conocerlo, fue la alianza qué en un momento histórico celebraron Alemania, bajo la conducción de Adolfo Hitler, y Japón, en pleno apogeo de una concepción belicista ya abandonada por la totalidad de los diferentes partidos que hoy día han hecho grande a esa nación. Fue precisamente la conducta de un mundo horrorizado de los valores que se pretendieron imponer por la fuerza a lo largo y ancho de la Tierra la que llevó en su momento a rechazarlos. No es, entonces, por imposición de los americanos -y creo que la Historia lo recordará- que Chile mantuvo esa posición respecto de las potencias del Eje. Como tampoco podría sostenerse lo mismo sobre la conducta crítica que la mayoría de los países asumió frente a la reciente invasión de Kuwait por parte de Irak y que, por supuesto, desató una cruenta y difícil guerra, la que intentaba, precisamente con su horror -y éstas son las paradojas de la vida-, poner fin a una etapa de abusos tan tajantes que conmocionaron a toda la humanidad.
¿La intervención de un Jefe de Gobierno en el Congreso Pleno es sólo un acto protocolar? Me parece que éste es un tema que invita a reflexionar. Yo pienso que no. Creo que es la oportunidad de que disponemos de conocer la visión que estadistas tienen que proporcionarnos respecto de la manera como se aproximan a ciertos problemas fundamentales. Y constituye, a mi juicio, un aporte a los grandes debates. No basta, por ejemplo, escuchar saludos protocolares. La sustancia de las intervenciones del Presidente del Senado -aprovecho la ocasión para ratificar las felicitaciones que oportunamente le hice llegar- y la altura de la intervención del Presidente de la Cámara de Diputados, muestra que se pueden apuntar ideas relevantes de política internacional, que son esenciales para la adecuada relación entre los pueblos, sin que ello pueda ser concebido como una agresión para quien las escucha. El señor Canciller realizó una intervención sólida y maciza. Reconozco que Honorables colegas pueden discrepar de algunos de los conceptos que en ella se vertieron. Eso está dado por nuestra historia reciente.
No es ése el punto.
¿Estaban nuestros Honorables colegas amordazados? La verdad es que la desventaja que aquí se señala es evidente. No es posible hacer un debate en el Congreso Pleno en tales condiciones.
¿Acaso los señores Senadores de Oposición que no se dieron por aludidos, que se quedaron -también lo hicieron otros señores Diputados, como ha quedado de manifiesto además por los hechos públicos y notorios-, ¿no tienen la misma gallardía o altura de miras que los que abandonaron el recinto? Tales Parlamentarios adoptaron una posición distinta porque saben que tienen espacio, que bastaba haber convocado a los periodistas, que ansiosos recogen las diferentes opiniones del quehacer nacional, para haberles hecho presentes sus legítimas discrepancias. Podrían haber recurrido a los corresponsales extranjeros, los que gustosamente habrían dado amplia difusión a las declaraciones que los representantes de la Oposición hubiesen hecho. Esta Corporación podría haber sido ilustrada, una vez más, con las argumentaciones que sobre el particular hubiesen formulado nuestros Honorables colegas, reseñando, con la altura de miras e inteligencia que los caracterizan, sus puntos de vista distintos respecto del Canciller. Entonces, ¿se encuentra en la indefensión quien no comparta las opiniones del orador invitado, un estadista de esa envergadura? ¿Valía la pena -y recalco esta palabra- intentar ofender a un Jefe de Estado de ese modo y obtener titulares como el que tengo aquí a la vista de un vespertino de esta Región? "Escándalo en el Congreso". ¿Cuál es la razón del escándalo? Que viene un Jefe de Estado y expone una visión cuestionable para algunos, y eso provoca tal ira en otros que los hace abandonar el recinto.
¡Qué espectáculo hemos dado!
En esta Sala nosotros mismos hemos sido partícipes de discusiones muy apasionadas. Pero hemos hecho el esfuerzo de escucharnos, y ninguno ha abandonado este recinto. Y hemos aprendido que con vehemencia -que no es lo mismo que violencia-pueden defenderse las posiciones que cada uno tenga.
Sostengo, señor Presidente, que los actos de esta envergadura no son protocolares, e invitaría a cada Jefe de Estado y autoridad que recibamos a que nos expongan sus visiones del mundo internacional y de ciertos valores emanados de su reflexión profunda.
Yo sé que el señor Kohl no desconocía la realidad chilena. Como ya he señalado en otra oportunidad, tuve el honor de ser recibido con los brazos abiertos por Alemania durante el Régimen anterior. Y conocí al señor Helmut Kohl en 1976 en una concentración pública donde se lanzaba su primera campaña para Canciller, en Mönchengladbach, con un temario muy singular: "Por los derechos humanos en la Unión Soviética, en la República llamada Democrática Alemana y en Chile". Y en esa oportunidad, además del señor Kohl, escuchamos a tres oradores: un célebre ajedrecista soviético exiliado, un periodista alemán encarcelado durante más de 20 años bajo el régimen ,de dictadura comunista y al hoy Diputado democratacristiano chileno Claudio Huepe, entonces exiliado por el Gobierno pasado. El señor Kohl ha sostenido un discurso permanente. No ha tenido doble estándar. Ha juzgado el valor de los derechos humanos en la perspectiva larga, en aquella que debe unirnos a nosotros, como hemos tratado de hacerlo a partir de las experiencias frustrantes que hemos vivido cada uno.
Hoy, el Doctor Kohl ha venido a Chile. Ha valorizado el esfuerzo de la transición. Representa a un país que en los peores momentos de dictadura mantuvo relaciones comerciales con el Régimen anterior, continuó con sus misiones militares, tuvo los brazos abiertos para recibir a los que sufrían los rigores del Gobierno pasado y para dar espacio a todos los chilenos que estuvieran interesados en aumentar las relaciones históricas entre ambos pueblos.
Hoy algunos han intentado ofenderlo. Creo que se han equivocado, por la altura de quien era el expositor, por la actitud moral y política -que agradezco- de Senadores y Diputados de Oposición que no abandonaron el recinto del Salón de Honor y por el respeto que demostramos aquellos que tenemos que decir al señor Kohl, y a tantos otros, que no aceptamos lecciones de nadie de fuera, pero que sí aprendemos, con humildad, a agradecer los gestos de humanidad, que no tienen nombre ni partido, ni representan visiones pequeñas, sino que se entroncan en el ideal común de una sociedad más justa y más libre.
¡Qué paradoja, señor Presidente! Algunos medios de comunicación, en donde las colectividades de Derecha tienen gran influencia, titularon a lo ancho de la página que el señor Kohl exigía -como lo declaró aquí en Chile- que Honecker respondiera por los actos de barbarie cometidos bajo su mandato durante el régimen comunista, cuando se prohibió la libertad de prensa, como en Chile; cuando se perseguía a los opositores, como en Chile; cuando se encarcelaba a los que pensaban distinto, como en Chile. Y, por haber vivido en esa hermosa nación, me tocó apreciar en carne propia los deseos de libertad del pueblo que estaba al otro lado de la Muralla de la Indignidad.
¡Qué gran valor tiene para nosotros el haber estado hoy con el Canciller de la unidad alemana! En su pueblo puede haber discrepancias sobre su persona. Y ello es legítimo. Pero la valoración más relevante que hoy tengo es que escuché a un Jefe de Gobierno alemán que habló por los liberales, los socialdemócratas y los democratacristianos, y también por los de Bavaria, los que, independientemente de sus opiniones, siempre han defendido en la Alemana democrática -la auténtica, la que hoy día es la patria de todos los alemanes- los valores de la libertad, de la justicia y el progreso.
Señor Presidente, en nombre de los Senadores de la Democracia Cristiana, pido oficiar al señor Embajador de la República Federal Alemana para expresarle nuestra satisfacción y alegría por la visita del Canciller Federal a Chile, y le haga llegar nuestros agradecimientos y estímulos por su sólida argumentación y por su testimonio permanente de los que luchan por la libertad en el mundo.
He dicho.