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ENMIENDA DE DOHA A PROTOCOLO DE KYOTO DE LA CONVENCIÓN MARCO DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO


El señor QUINTEROS.- Señor Presidente, los problemas globales, como la falta de paz, la desigual distribución de la riqueza o el cambio climático, tienen un lugar cada vez más relevante en la agenda nacional.
Aquellos problemas que veíamos como lejanos se tornan próximos y hasta urgentes.
Los dolorosos efectos de la guerra y la intolerancia en África y Asia tocan las puertas de Europa, con miles de refugiados que buscan protección.
Así también, el desastre ambiental provocado por décadas de explotación irracional de los recursos naturales y la producción de gases de efecto invernadero por parte de un puñado de países ricos está provocando cambios en el clima en todas las latitudes, y afecta desde los glaciares de la Patagonia hasta el nivel del mar que baña nuestras costas, incluidas centenares de islas ubicadas entre Chiloé y el Cabo de Hornos.
En consecuencia, hoy día, cuando hablamos de problemas globales, estamos hablando también de problemas nacionales y locales.
El cambio climático está modificando una realidad que se creía inmodificable y que se expresa en los más variados ámbitos de nuestra actividad.
Desde luego, condiciona las políticas impulsadas hasta hoy en materia de riesgos y catástrofes, como lo hemos podido comprobar en los recientes desastres de Atacama; en la prolongada sequía que ha llegado hasta las regiones del sur y que aún no puede darse por superada, pese a las últimas lluvias.
El cambio climático acentúa la importancia de establecer una política nacional del agua, resguardando su calidad de recurso esencial y de propiedad de todos los chilenos y, por qué no decirlo, de todos los habitantes del planeta.
Esta nueva realidad determina también nuevas políticas de fomento y apoyo a nuestra agricultura; y nuevas políticas de uso del borde costero, que afectan su uso residencial y actividades tan diversas como el turismo, la recreación, los puertos, la pesca y la salmonicultura.
Pero como sabemos que el cambio climático es provocado por la acción de gases de efecto invernadero, generados por fuentes tan diversas como el uso de combustibles fósiles para producir energía, de fertilizantes para la agricultura intensiva y de insumos para la industria de la refrigeración, entonces se puede concluir que son todos los habitantes los afectados por este fenómeno.
En consecuencia, las medidas deben estar a la altura de los desafíos que toca enfrentar a esta generación.
Con una de las costas más extensas del mundo, Chile está llamado a asumir un rol activo y de liderazgo en esta materia, como se ha expresado en la reciente Conferencia Internacional sobre Océanos llevada a cabo en dependencias de nuestro Congreso Nacional.
En tal sentido, Chile fue de los primeros países que ratificaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que con el Protocolo de Kyoto entró en vigencia en 2005, luego de ser ratificado por 141 países.
Pese a que Chile no presenta obligaciones vinculantes con este acuerdo -como ya se ha dicho-, es de suma relevancia apoyar las iniciativas disponibles para aquellas naciones que tienen la obligación de cumplirlo, debido a su responsabilidad directa en el calentamiento global. Los grandes emisores -Estados Unidos, con 36 por ciento; la Unión Europea, con 24,2 por ciento; la Federación Rusa, con 17,4 por ciento; Japón con 8,5 por ciento; y Canadá y Australia, con 3,3 y 2 por ciento, respectivamente- deben responder a la ampliación de demandas ambientales y al liderazgo requerido a los países desarrollados en la reducción de emisiones.
Es un compromiso justo y urgente.
En el caso de Chile, y de acuerdo con las exigencias de "contribuciones nacionales determinadas" o compromisos que los países han adquirido conforme a sus capacidades, asumimos la obligación de innovar a partir de mecanismos de desarrollo limpio, considerando el avance de tecnologías respetuosas con el medioambiente.
Nuestro país se ha convertido de esta manera en uno de los pioneros en el desarrollo de esos mecanismos, siendo la primera nación de América Latina en aprobar proyectos de tales características.
En esos avances, es importante destacar que nuestras regiones tienen una responsabilidad primordial en ese tipo de compromisos, sobre todo cuando queremos impulsar un modelo de desarrollo que considere la igualdad y la sustentabilidad como un imperativo a largo plazo.
Al final, el costo ambiental de la actividad de países y regiones desarrollados lo soportan las naciones y regiones con menor crecimiento. Por eso, nuestra Región de Los Lagos es tan sensible en esta materia.
El desarrollo sustentable puede convertirse en un sello de carácter nacional que nos permita avanzar como país en las exigencias nacionales y mundiales, cumpliendo no solo con los acuerdos internacionales suscritos, sino también con un proyecto de sustentabilidad que asegure a los ciudadanos el apoyo a nuevas iniciativas en ese marco, profundizando e incentivando estos mecanismos voluntarios.
Por todas esas razones, señor Presidente, voto a favor de este instrumento internacional, que se inscribe dentro de un camino ineludible que deben emprender no solo la comunidad internacional, sino también y muy especialmente las comunidades regionales y locales.