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ANÁLISIS DE FALLO DE CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA DE LA HAYA SOBRE DIFERENDO MARÍTIMO ENTRE PERÚ Y CHILE


El señor NAVARRO.- Señor Presidente, en el 2011 condecoramos a Alan García en este Senado y también en La Moneda, hecho que vale la pena evaluar a la luz de la interpretación variada de las señales políticas.
Algunos han pedido que felicitemos al equipo jurídico. Uno podría preguntarse, entonces, ¿cuál fue el resultado? ¡Si lo concreto es que tenemos 22 mil kilómetros menos de mar nacional!
La frase que de mejor manera interpreta lo que sucedió es también de Alan García, quien señaló en Lima: "No ganamos todo lo que esperábamos ganar, pero algo ganamos". Yo digo, desde Valparaíso: "No perdimos todo lo que esperábamos perder -que podría haber sido mucho-, pero algo perdimos".
Está claro que ese "algo" son 22 mil kilómetros cuadrados, y hay que enfrentarlo así. Si no, la ciudadanía no entenderá de qué se trata este fallo. Por cierto, hay que asumirlo. No podemos renunciar. Y cualquier cuestionamiento que se haga -como los que aquí se han hecho con los panfletos que ahora inundan la Sala del Senado- es un tema peligroso.
A mi juicio, la "Ley Longueira", de Pesca, resultó mucho más dañina para los pescadores artesanales que este fallo de La Haya. Los resultados están a la vista. La pesca artesanal no opera en las 80 millas, pero hay que preocuparse más de los pescadores del norte y, particularmente, hay que preocuparse más de Arica.
Conozco esa ciudad desde hace mucho tiempo. Cada vez que ocurre una crisis se pone de moda el interés por el norte: por un terremoto, por un litigio, por un conflicto en la frontera. Y la preocupación por nuestra relación con Perú y Bolivia y especialmente por el desarrollo en esas ciudades debiera ser parte de una política de Estado permanente. No es que hoy día Arica y los pescadores vayan a tener más problemas. Ellos están abandonados desde hace tiempo: por el Estado y por los sucesivos Gobiernos. Arica está olvidada.
Entonces, allí se requiere apoyo público y estatal permanente, para enfrentar una política también permanente con nuestros vecinos. Si algo hemos ganado con Perú es que ya no tenemos tareas ni temas limítrofes pendientes a partir de ahora. Y ello debiera ser establecido como una política de Estado. No quedan asuntos pendientes con Perú, porque después de este fallo han quedado resueltos.
Quiero llamar la atención sobre esto. ¡Menos mal que no tenemos vecinos por el sur! Sin embargo, tenemos la Antártica. Porque nuestra preocupación por las zonas extremas es tan débil que ya nos hubieran demandado por la zona sur. Pero algo hay. El millón 250 mil kilómetros cuadrados de nuestro Territorio Antártico, ratificados a través de un decreto de 1940, requieren preocupación. Nuestra soberanía comienza a ser cuestionada. Son muchos los países que están pidiendo soberanía sobre esos territorios: Rusia, China. Y el tema de la Antártica comienza a ser geopolíticamente bastante más importante.
No obstante, no contamos ni siquiera con un rompehielos moderno, porque el que tenemos -el Almirante Óscar Viel- es bastante antiguo, de la década del 50. No hay ni un solo avión con capacidad para marcar soberanía en el Polo Sur, en la Antártica, y nuestra presencia en ella es más bien escasa.
Magallanes, la ciudad de Punta Arenas, puerta de entrada al Continente Helado, también sigue teniendo muchos problemas.
Yo abogo por una política de mayor preocupación por la Antártica chilena. Si no, nos vamos a encontrar con que los rusos van a poner bajo el casquete polar una banderita de su país y luego van a reclamar derechos presenciales. Y lo mismo puede suceder con naciones sobre las cuales es imposible actuar, porque no integran ningún tribunal, como Estados Unidos, Gran Bretaña. Estos países no participan ni reconocen tribunal internacional alguno. Por lo tanto, el único modo en que resuelven sus conflictos es mediante la fuerza.
¿Me da un minuto más, señor Presidente?
El señor PIZARRO (Presidente).- ¿A quién se lo cargamos, si ya no queda tiempo?
Termine su intervención, señor Senador.
El señor NAVARRO.- En definitiva, señor Presidente, como el Tribunal de La Haya da la posibilidad de una salida pacífica a las controversias con nuestros vecinos:
Uno, hay que preocuparse más de las buenas relaciones en nuestro barrio. Chile tiene que establecer políticas de integración con Perú, con Bolivia, con América Latina, con América del Sur.
Dos, soy contrario a salirnos del Pacto de Bogotá. Ahí existe una posibilidad de solución de conflictos a través de la mediación de un tribunal. Podremos ganar o perder. Porque la otra alternativa es la guerra, la carrera armamentista. Si no hay tribunales, entonces hay que prepararse para el peor escenario: comprar barcos, comprar tanques. A los industriales de la guerra les encanta eso. Pero es un mal camino.
Por lo tanto, debemos permanecer dentro del Tratado, aunque hay que actuar de manera preventiva; estar atentos; no esperar que nos sorprendan. Y, particularmente, tenemos que implementar una política de buen vecino.
Por ello, señor Presidente, creo que Chile debe asumir que perdió parte importante de su mar. Hay un sabor amargo en todos los chilenos, pero hay que acatar el fallo.