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DESPENALIZACIÓN DE INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO


El señor GIRARDI.- Señor Presidente, me parece importante siempre poner en contexto este debate, en un Parlamento con una larga tradición republicana, en un país que ha sido señero en tal sentido y en una sociedad avanzada en muchos temas.
Pero en este caso estamos en tiempos de las catacumbas; en tiempos del medioevo, del oscurantismo. Porque somos uno de los cinco Estados en el planeta que penalizan el aborto. Evidentemente, entre ellos hay algunos países latinoamericanos, como Nicaragua o República Dominicana. Sin embargo, también están Malta y El Vaticano, en donde tal vez es muy comprensible que se tenga esa visión.
Esa legislación no condice con la sociedad chilena, con un país que en 1931 legisló sobre el particular, y que ratificó la normativa en 1965, cuando había un gobierno democratacristiano.
Soy autor de uno de los proyectos, así como lo fui de otras iniciativas, pues busco que en Chile las personas puedan expresar su derecho a decidir, sin que el Estado intervenga, en distintas materias: el método anticonceptivo que van a usar, si quieren o no divorciarse, si desean usar la "píldora del días después".
Pero aquí existe una visión que considero retardataria para la sociedad. Y no quiero descalificar. Pero cuando treinta y tantos Diputados recurrieron ante el Tribunal Constitucional contra la distribución de la píldora del día después, contra la "te" de cobre y contra los anticonceptivos orales, estaban menoscabando derechos fundamentales.
Yo pienso que la razón de todo esto radica en que algunos están convencidos de que tienen superioridad moral sobre el resto; de que lo que piensan los demás está equivocado, y de que su visión es la que debe prevalecer.
Es tan así que, cuando hemos discutido esta materia, incluso dentro de la Concertación, algunos dicen: "¡Que no nos discriminen a nosotros por pensar distinto!".
¡No, Senadores y Senadoras! ¡Yo reconozco su derecho a pensar diferente! ¡Pero reconózcanle también al resto de la sociedad el derecho a pensar distinto de ustedes!
Enfrentado a estas disyuntivas, el resto de la comunidad tiene el mismo derecho que ustedes a decir, en el caso de la violación a una hija: "Quiero que prosiga ese embarazo y que el niño en gestación nazca de todas maneras"; o, tratándose de un niño que viene con una malformación grave, "Que la madre dé a luz a su hijo, aunque nazca y muera". Pero creo que igual derecho les asiste a todas las mujeres a decidir soberanamente algo distinto.
Aquí existe un problema de discriminación, porque piensan que los valores de los demás son inferiores.
Eso es muy grave, señor Presidente.
¿Por qué se ataca a una persona como Daniel? Porque algunos autores intelectuales de la discriminación alimentan a fanáticos que aprietan el gatillo. Cuando hay gente que sostiene que los homosexuales son depravados, están poseídos por el demonio, son inferiores, practican la zoofilia, algunos fanáticos que escuchan eso dicen: "Entonces, a estos hay que matarlos, hay que perseguirlos, porque personas poseídas por el demonio, depravadas, anormales, inferiores no pueden pasear libremente por las calles".
Por lo tanto, hay responsables de hechos como aquel.
Lo mismo ocurre acá: están discriminando a la mujer; la están transformando en una cosa que no puede decidir, que carece de capacidad para determinar en cuestiones fundamentales y de la propia vida.
Yo les digo que a los ciudadanos de este país les asiste el derecho que tienen ustedes a reflexionar en torno de esta materia y decidir sobre ella.
Por eso, me parece muy dramático que en nuestro país la niña violada, quien ya sufrió uno de los mayores atentados que pueden cometerse contra su vida, esté obligada a tener a su hijo y más encima, si decide interrumpir el embarazo, deba ir a la cárcel.
¡Eso -se lo aseguro, señores Senadores- es un atentado contra los derechos humanos fundamentales, aquí y en cualquier parte del mundo!
Nos ha tocado ver el caso de la mujer cuyo hijo viene con anencefalia. Como carece de cerebro, ya está muerto. En este caso la muerte se establece cuando hay un encefalograma plano y no existe actividad cerebral. Entonces, el niño, producto de una malformación congénita, no tiene cerebro, pero su madre está obligada a tenerlo aunque no quiera.
Yo felicité a un parlamentario que señaló que en su familia había nacido un hijo con una malformación congénita grave. Y lo hice porque hubo la posibilidad de discernir y decidir lo que era mejor para su vida.
Yo les pido a los Senadores de este país que permitan a cada chileno y chilena decidir así como ellos lo están haciendo.
Eso es lo importante, señor Presidente.
Por eso, le solicito a la Sala aprobar la idea de legislar sobre este proyecto.

El señor GIRARDI.- Señor Presidente, solo deseo hacer resaltar que lo ocurrido es un error -así lo entiendo- que no responde a algo intencionado.
Me referiré a dos aspectos planteados en la Sala y que me parecen muy importantes: uno tiene que ver con la defensa de la vida, y el otro, con las convicciones.
En primer término, yo relativizo la defensa de la vida que se ha hecho en este debate. Porque lo que se ha defendido acá es más bien una visión ideológica -que es legítima- inspirada en una amalgama religiosa en relación con el derecho a la vida.
Y quiero plantearlo de la siguiente manera: sostengo que la visión que hemos observado acá forma parte de un enfoque restringido de la sexualidad que se plantea, más bien, como objetivo fundamental de la reproducción. Todo aquello que va más allá de la sexualidad como acto reproductivo queda cuestionado. Porque los mismos que sustentan esa posición se han opuesto sistemáticamente a que las personas puedan vivir su sexualidad en forma libre, más allá del acto reproductivo, como un hecho de amor, de vínculo. Y se ha rechazado -por ejemplo, para que la sexualidad sea responsable- la educación sexual.
¿Dónde está la dimensión abortista de la educación sexual? ¿Por qué se oponen a que los jóvenes de nuestro país puedan buscar su sexualidad con valores? ¿Por qué han sido contrarios a las JOCAS? ¿Por qué han rechazado el condón, en circunstancias de que su uso puede, justamente, evitar el aborto? Incluso hubo programas de televisión y campañas en los medios de comunicación que decían "no use el condón, porque no es cien por ciento seguro". ¿Será porque tal elemento está asociado a un cierto libertinaje, donde la sexualidad se usa como un hecho trascendente que va más allá de lo reproductivo y que, entonces, hay que aceptar todos los hijos que vengan por una concepción religiosa?
¿Por qué los mismos que defienden estos puntos de vista recurrieron al Tribunal Constitucional en contra de la "te" de cobre, en contra de la "píldora del día después" y en contra de los anticonceptivos orales, cuando el objetivo de estos métodos de control es que las personas puedan vivir su sexualidad no solo como una dimensión reproductiva, sino también como algo más trascendente? Los seres humanos se diferencian de los animales en que para estos la sexualidad solo existe como una herramienta reproductiva.
Entonces, a mi juicio, hay una reducción detrás de la cual subyace una visión confesional. ¡Claro, no se manifiesta abiertamente! Pero, cuando uno mira, sistemáticamente ve una oposición a la educación sexual, al condón, a la "píldora del día después", a la "te" de cobre. De hecho, treinta y tantos Diputados recurrieron al Tribunal Constitucional para prohibir no solo la "te" de cobre y la "píldora del día después", sino también el anticonceptivo oral.
¡No se puede hablar de sexualidad libre y tranquilamente en nuestro país!
Por lo tanto, yo relativizo el problema. Y lo relativizo también en el caso de un aborto por malformación congénita grave. Porque cuando se presenta una anencefalia -me tocó vivirlo- las chilenas no pueden interrumpir el embarazo. Y en medicina, cuando un ser humano carece de actividad cerebral, se decreta su muerte y lo desconectan. En tal caso no se está atentando contra la vida.
Sin embargo, de la misma manera aquí se oponen al aborto. Y esto no tiene que ver con la vida, porque en el ejemplo que di no hay vida legal, pues para ello debe haber cerebro cuyo funcionamiento tiene que ser comprobado a través de un electroencefalograma y de otros exámenes que muestren la actividad del metabolismo cerebral. ¡Y sin cerebro no hay metabolismo cerebral!
Por otra parte, el último tema al cual deseo referirme dice relación a las convicciones.
El Honorable señor Hernán Larraín -a quien yo respeto mucho porque lo encuentro un gran Senador- ha defendido el derecho a que se le respete su convicción. Pero le quiero decir que todos los chilenos y chilenas poseen convicciones y que les asiste igual derecho y la misma profundidad de Su Señoría al respecto, y que yo respeto. Evidentemente, nunca voy a objetar la decisión que tome. Pero ustedes también deben considerar que cada compatriota tiene una convicción profunda -¡profunda!- en estas materias y, enfrentados al mismo caso, pueden actuar de manera distinta. Y eso no los transforma en anormales ni en personas que estén mal.
¡Tienen valores distintos solamente!
En consecuencia, yo los llamo a que permitan que cada chileno pueda formarse su propia convicción cuando se presenta una violación, cuando se detecta una malformación o cuando corre riesgo la vida de la madre.
¡Eso habla de una sociedad democrática!
--(Aplausos en tribunas).

El señor GIRARDI.- Señor Presidente, creo que aquí está en juego una gran discusión para nuestros compatriotas: si este Parlamento va a tratar a los chilenos y, particularmente, a las chilenas como discapacitados, como minusválidos y como seres humanos que, gozando de autonomía, no tienen el derecho a decidir, como sí lo tienen los Senadores y las Senadoras.
Yo insisto: me parece legítimo que cada parlamentario abrigue una convicción. Pero el mismo derecho le asiste a cada chileno y a cada chilena para poder decidir en materias tan relevantes.
A veces se quiere alivianar este debate. Es cierto, yo presenté un proyecto de ley y lo seguiré presentando, pues considero que va en la dirección de que las personas tengan autonomía para resolver problemas como este, relacionado con la interrupción del embarazo, fundamentalmente cuando está en riesgo la vida de la madre, cuando el feto presenta una malformación grave que lo hace inviable, y cuando es producto de una violación. A mi juicio, esa es una decisión que le compete a cada persona.
Pero deseo ir más allá.
Quiero argumentar en el sentido de que, mientras mis posturas son verdaderamente contrarias al aborto, hay otras que, de manera liviana -aun cuando, en mi opinión, sin voluntad, sin intención-, lo favorecen o finalmente determinan resultados abortistas.
Yo estoy contra la despenalización del aborto. Y lo que nosotros planteamos busca justamente evitarlo. Sin embargo, aquí parece que estamos en un mundo al revés. En efecto, está claramente demostrado en todo el planeta que para que en una sociedad no haya aborto se debe propiciar la educación sexual. Pero mis colegas de enfrente, cuando se dio ese debate, se opusieron a ella. ¡Se opusieron a las JOCAS, a pesar de que se debía contar con la autorización de los padres en los colegios! Igual se refutó: "No, este es un problema de la vida privada".
Yo les digo: no es un problema de la vida privada, sino una consecuencia social de que el país no tenga políticas sobre la materia y abandone a los jóvenes en la búsqueda de su sexualidad. Yo tuve la suerte de participar el 2006 en una de las primeras encuestas nacionales que se efectuaron acerca del punto. Y se comprobó -y esto no ha cambiado- que los niños se informan, no a través de sus padres, no en su colegio, sino a través de revistas y amigos. ¿Por qué? Porque este tema se ha satanizado. No se puede discutir, no se debate, por cuanto se ha transformado en un asunto privado, cuando es un asunto público y de una política nacional que oriente a los jóvenes, quienes hoy se hallan abandonados en la búsqueda de sus valores.
Y al revés: se usa la sexualidad en forma erotizada en la publicidad, en las teleseries. ¡Y ahí nadie dice nada! ¿Por qué? Porque tiene que ver con el mercado, con las ganancias. O sea, si la sexualidad es para ganar plata, ¡muy bien! Pero, si es tratada como un valor fundamental para construir vida, para construir afecto, para hacerla un elemento esencial del vivir humano, de la salud sexual, ¡ahí es un problema!
En una oportunidad -quiero reiterarlo- se planteó la política del condón, que no es abortivo. Sin embargo, los mismos de siempre se opusieron tenazmente a él, para que la sexualidad no sea vivida de modo pleno, de modo normal. Y para mí lo bueno es la sexualidad. ¡Ojalá que las parejas chilenas tengan muchas relaciones sexuales, de manera permanente, y si nos las pueden tener, actuemos como el Alcalde de Lo Prado, que le da Viagra a la tercera edad! Porque la sexualidad empieza cuando uno nace y termina cuando uno muere. Hay distintas formas de sexualidad que no tienen que ver con el coito. La sexualidad es parte de la vida.
Pero -repito- los mismos de siempre se opusieron al condón, los mismos de siempre se opusieron a la "te", los mismos de siempre se oponen a la píldora del día después. Entonces, yo le digo a la sociedad: saque conclusiones acerca de quiénes son los que promueven el aborto en Chile.
Yo al menos he planteado toda la vida políticas concretas, demostradas en numerosos foros internacionales, en la Organización Mundial de la Salud, para ir contra el aborto. Y me parece paradójico que otros que también desean evitarlo tengan las posturas que tienen.
¿Saben cuál es la diferencia? Un problema social. Y lo quiero repetir. En Vitacura, de todas las niñas menores de 18 años y en edad fértil, el 2,5 por ciento queda embarazada. En las comunas pobres de Chile, ellas alcanzan hasta el 25, 30 por ciento. ¿Saben por qué? Porque unas tienen acceso a salir al extranjero a practicarse un aborto, a la píldora del día después, y otras no.
¡Eso es lo que debemos cambiar en nuestro país!